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LECCIÓN 11

LA COSA JUZGADA
1. NOCIONES GENERALES. ― 2. LA COSA JUZGADA FORMAL. ― 3. LA COSA
JUZGADA MATERIAL: 3.1. Función negativa o excluyente; 3.2. Función positiva
o prejudicial. ― 4. EL ÁMBITO DE LA COSA JUZGADA MATERIAL : 4.1.
Resoluciones que pueden producir cosa juzgada material: 1º. Sentencias; 2º.
Los procesos sumarios; 3º. Los pronunciamientos sobre cuestiones procesales;
4.2. Los llamados «límites» de la cosa juzgada material: 1º. Los límites
subjetivos de la cosa juzgada material; 2º. Los límites objetivos de la cosa
juzgada material; 3º. Los límites temporales de la cosa juzgada material. ― 5.
IDENTIDAD O CONEXIÓN DE LOS OBJETOS DE PROCESOS DISTINTOS Y
FUNCIONES DE LA COSA JUZGADA. ― 6. TRATAMIENTO PROCESAL DE LA COSA
JUZGADA MATERIAL: 6.1. Tratamiento procesal de la eficacia negativa; 6.2.
Tratamiento procesal de la eficacia positiva. ― 7. LA COSA JUZGADA Y LAS
RESOLUCIONES DE LOS SECRETARIOS JUDICIALES.

1. NOCIONES GENERALES
Las resoluciones judiciales producen una serie de efectos, de muy diversa índole:
así, las sentencias condenatorias tienen efectos ejecutivos, gracias a los cuales,
en caso de incumplimiento por el demandado, podrá solicitarse la apertura del
correspondiente proceso de ejecución forzosa; las sentencias estimatorias de una
acción constitutiva, una vez que son firmes, producen precisamente el efecto
constitutivo, esto es, se opera el cambio jurídico pretendido por el actor en su
demanda. Junto a éstos, existe otro conjunto de efectos que producen las
resoluciones judiciales firmes y que se conocen con el nombre de cosa juzgada.
La cosa juzgada es, por tanto, el conjunto de efectos que producen las
resoluciones judiciales cuando son firmes. Y ya sabemos que son firmes las
resoluciones judiciales cuando frente a ellas no se prevé ningún recurso por
el legislador, así como cuando no se ha interpuesto frente a ellas el recurso
legalmente previsto.
Estos efectos de las resoluciones judiciales firmes que se engloban bajo la
expresión «cosa juzgada» se pueden producir en dos ámbitos diversos:
― De un lado, las resoluciones firmes producen efectos de cosa juzgada en el
marco del propio proceso en que se han dictado: se habla entonces de cosa
juzgada formal.
― De otro lado, las resoluciones firmes también proyectan sus efectos sobre
procesos distintos de aquél en que se han dictado: se trata de la cosa juzgada
material.

2. LA COSA JUZGADA FORMAL


La cosa juzgada formal designa el conjunto de efectos que producen las
resoluciones judiciales firmes dentro del proceso en que se dictan, efectos que
consisten en una especial vinculación del tribunal y de las partes a lo acordado
en dichas resoluciones.

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La cosa juzgada formal es un efecto propio de todas las resoluciones judiciales
firmes, sean providencias, autos o sentencias. La LEC la regula en el art. 207.3 y
4 LEC. Cabe distinguir dos vertientes o aspectos de la cosa juzgada formal:
― De un lado, una eficacia o vinculación negativa: cuando una resolución es
firme, se dice que pasa en autoridad de cosa juzgada formal, y eso significa que
es invariable e inimpugnable; el tribunal no puede ya revocarla y sustituirla por
otra distinta.
― De otro, una eficacia o vinculación positiva: además de lo anterior, el
tribunal ha de «respetar» sus decisiones firmes, es decir, ha de atenerse a lo
resuelto en ellas, no le está permitido en momentos posteriores del proceso
proveer de forma distinta o contraria.
Ejemplo 1. En la audiencia previa al juicio, el tribunal admite que se practique en el
juicio el interrogatorio del testigo A. El auto del tribunal admitiendo esta prueba no
es recurrido, de modo que pasa a ser firme. En consecuencia, el tribunal está
obligado a permitir la declaración del testigo en el juicio y, si hace falta, a citarle
para que acuda al acto del juicio.
Ejemplo 2. El demandado trató de introducir en la audiencia previa al juicio un
documento que podría haber aportado junto con su contestación a la demanda. El
tribunal lo rechaza por medio de resolución que adquiere firmeza. En consecuencia,
el tribunal ya no podrá admitir la aportación de ese documento en un momento
ulterior del proceso.
3. LA COSA JUZGADA MATERIAL
La cosa juzgada material es cierto efecto propio de algunas resoluciones
judiciales firmes, generalmente sentencias, consistente en una concreta fuerza de
vincular en otros procesos a cualesquiera órganos jurisdiccionales, respecto del
contenido de esas resoluciones. Es decir, se habla de cosa juzgada material para
referirse a los efectos que ciertas resoluciones firmes producen sobre procesos
distintos y posteriores a aquél en que aquéllas se dictaron.
La cosa juzgada material de una resolución presupone la cosa juzgada
formal, esto es, la firmeza. Además, y a diferencia de lo que sucede con la cosa
juzgada formal, no todos las resoluciones judiciales firmes producen efectos de
cosa juzgada material, sino sólo algunas de ellas.
La cosa juzgada materia presenta dos vertientes o funciones:

3.1. Función negativa o excluyente


Cuando se inicia un (segundo) proceso con el mismo objeto que el ya decidido
por sentencia firme sobre el fondo en un proceso anterior, la vinculación de la
cosa juzgada material obliga al tribunal del segundo proceso a ponerle fin a la
mayor brevedad posible y a no dictar una nueva resolución sobre el mismo
objeto (art. 222.1 LEC). Se trata, por tanto, de una manifestación del principio
non bis in idem: un mismo objeto procesal no puede ser enjuiciado dos veces, de
modo que la primera sentencia firme tiene la eficacia de obligar al tribunal que
conozca del segundo proceso a ponerle fin de inmediato y le impide dictar
sentencia sobre el fondo.

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Por eso mismo, la función negativa de la cosa juzgada material funciona como
un óbice procesal: si existe ya sentencia firme sobre lo que es objeto de un
proceso, existe un óbice que impide que el segundo proceso se desarrolle
válidamente y concluya por sentencia sobre el fondo. Ésta es la razón de que,
como veremos más adelante, esta eficacia de la sentencia se haga valer a través
de la excepción (procesal) de cosa juzgada.
3.2. Función positiva o prejudicial
Si se incoa un segundo proceso de cuyo objeto formen parte cuestiones ya
decididas en una anterior sentencia firme, el juzgador del segundo proceso estará
vinculado por ella, de modo que deberá atenerse en los puntos comunes a lo ya
decidido en aquella sentencia y no puede resolverlos en sentido contrario o
diferente (art. 222.4 LEC). En este caso, el objeto de ambos procesos no es
idéntico sino conexo: el objeto de uno de ellos (el primero, resuelto por sentencia
firme) forma parte del objeto (más amplio) del segundo de ellos, es antecedente
lógico de lo que se ha de decidir en él. Para que opere la cosa juzgada material
en esta función positiva o prejudicial es imprescindible que las partes de ambos
procesos sean las mismas.
Ejemplo: A y B celebraron un contrato, que A considera nulo. Por eso, A ejercita en un
primer proceso una acción pidiendo al tribunal que declare la nulidad de ese contrato. Este
proceso concluye por sentencia firme en la que se desestima la pretensión de nulidad. Con
posterioridad, y tras comprobar que A no realiza la prestación a que se obligó en virtud del
contrato, B interpone demanda frente a ella solicitando que sea condenada a su
cumplimiento. En su contestación a la demanda, A interpone la excepción de nulidad del
contrato. Los objetos de ambos procesos son distintos, pero conexos: el objeto del primero
lo constituye una acción de nulidad de un contrato, el objeto del segundo es una acción de
condena al cumplimiento de ese contrato. Ahora bien, una parte de lo que ha de ser
enjuiciado en el segundo proceso (si el contrato es o no nulo, como alega el demandado A
en su excepción material) ya ha sido resuelto por sentencia firme en el primer proceso: en
consecuencia, el tribunal del segundo proceso está vinculado por la sentencia del primero,
de modo que habrá de considerar forzosamente que el contrato no es nulo, lo que conducirá
a que deba desestimar en todo caso la excepción de nulidad del demandado. Ello se debe a
la eficacia positiva o prejudicial de la cosa juzgada material de la primera sentencia, habida
cuenta de que las partes en ambos procesos son las mismas.

La cosa juzgada material, en sus dos funciones (negativa y positiva), es una


institución al servicio de la paz y de la seguridad jurídicas: sería contrario a estas
exigencias que pudieran desarrollarse varios procesos, de modo sucesivo, sobre
el mismo objeto, pues entonces las controversias nunca llegaría a estar
definitivamente zanjadas (non bis in idem); e igual de contraproducente sería
también que, respecto de una misma cuestión, pudiera haber pronunciamientos
diversos, incluso contradictorios, aunque se emitan en procesos distintos.

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4. EL ÁMBITO DE LA COSA JUZGADA MATERIAL
La cosa juzgada material conlleva una vinculación especialmente intensa sobre
otros tribunales en el marco de otros procesos. Por eso, su ámbito no es absoluto:
no todas las resoluciones firmes pueden producir esta eficacia que, además, está
sujeta a ciertos límites.
4.1. Resoluciones que pueden producir cosa juzgada material

La cosa juzgada material sólo la producen las sentencias firmes que se


pronuncien sobre el fondo del litigio, siempre que se dicten en un proceso
plenario.
1º. Sentencias
La regla general es la de que sólo pueden producir efectos de cosa juzgada
material las sentencias firmes, pero no las providencias o los autos. En el caso de
los autos, no obstante, sí que producirán estos efectos en los casos en que la Ley
expresamente lo prevea. Así sucede, v.g., en los casos de terminación anticipada
del proceso por desaparición sobrevenida del interés, con arreglo al art. 22 LEC:
el litigio termina con un auto que tendrá los mismos efectos que una sentencia
absolutoria firme, lo que incluye los efectos de cosa juzgada material.
2º. Los procesos sumarios
Se ha dicho antes que sólo producen efectos de cosa juzgada las sentencias
dictadas en procesos plenarios: en consecuencia, no producen estos efectos las
sentencias dictadas en procesos sumarios.
Los procesos civiles declarativos pueden ser plenarios o sumarios.
Un proceso es plenario cuando en él las partes pueden formular cuantas
pretensiones consideren que les competen, pueden sustentarlas en cualesquiera
alegaciones y pueden valerse de todas las pruebas útiles y pertinentes a su
alcance: la defensa de su posición jurídica, sea como demandante o como
demandado, es plena. Como regla, los procesos civiles son plenarios.

Un proceso sumario es un proceso especial: por ello, sólo serán sumarios


aquellos procesos a los que el legislador atribuya esta condición. El legislador ha
previsto procesos sumarios para la tutela de ciertas parcelas del ordenamiento
jurídico en las que considera que es especialmente conveniente que el proceso
pueda desarrollarse de forma rápida y sin obstáculos. Para conseguir esta
rapidez, en los procesos sumarios están limitadas las posibilidades de alegación y
prueba de las partes: no se puede ejercitar en ellos cualquier pretensión, ni se
puede el demandado defender con cualquier excepción, y puede que ni siquiera
se admita cierto tipo de pruebas. En un proceso sumario, por tanto, el debate
sobre la relación controvertida no es pleno: se limita a ciertas cuestiones, como
forma de que el proceso sea sencillo y pueda ser más rápido.

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Como veremos más adelante, existen procesos sumarios para la tutela de la
posesión, para la tutela de los derechos reales inscritos y en materia de desahucio.
Como compensación por la sumariedad y la limitación de las posibilidades de
defender en plenitud la posición jurídica de las partes (en especial, la del
demandado), la sentencia que pone fin a un proceso sumario no tiene eficacia de
cosa juzgada material: en consecuencia, puede acudirse a un posterior proceso
plenario, con plenas posibilidades de alegación y prueba, en el que se decida de
forma definitiva sobre la cuestión litigiosa, sin que el juez esté vinculado por la
decisión recaída en el proceso sumario.

3º. Los pronunciamientos sobre cuestiones procesales


Las resoluciones que ponen fin al proceso sin entrar en el fondo por
apreciar la ausencia de un presupuesto procesal o la concurrencia de un óbice
procesal no tienen fuerza de cosa juzgada material: v.g., el auto que estima la
declinatoria y pone fin al proceso por falta de jurisdicción; o el auto que, en la
audiencia previa al juicio, estima la excepción procesal de falta de representación
legal de la parte demandante.
Tampoco producen estos efectos las demás resoluciones que, sin poner fin
al proceso, decidan sobre cuestiones procesales.
4.2. Los llamados «límites» de la cosa juzgada material
La aptitud de una sentencia firme sobre el fondo dictada en un proceso
plenario para producir efectos de cosa juzgada material está sujeta a una serie de
límites, que delimitan, en definitiva, el ámbito o entorno en que se despliega esta
especial eficacia vinculante. Es habitual señalar que la cosa juzgada material está
sujeta a límites subjetivos, objetivos y temporales.

1º. Los límites subjetivos de la cosa juzgada material


Como regla, la vinculación negativa o positiva en que consiste la cosa juzgada
material sólo opera si las partes de los distintos procesos son las mismas: res
iudicata inter partes. Esto significa que los efectos de cosa juzgada sólo se
proyectan sobre quienes han sido parte en el proceso en que se dictó la sentencia
firme. Se trata, en el fondo, de una exigencia del principio de audiencia: debe
evitarse, en la medida de lo posible, que una resolución judicial afecte
directamente a sujetos que no han tenido oportunidad de participar en el proceso
correspondiente.
No obstante, existen casos excepcionales en los que la cosa juzgada alcanza a
sujetos distintos de los que litigaron en el proceso en que se dictó la resolución
con fuerza de cosa juzgada. Se trata de los previstos en el art. 222.3 LEC:

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― La cosa juzgada afectará, además de a las partes, también a sus herederos y
causahabientes: les afecta la cosa juzgada a causa de esa sucesión en la situación
jurídica de sus causahabientes. Se aceptan unos resultados procesales, pese a no
haber intervenido en el proceso, por la misma razón que los sucesores aceptan
unos resultados económicos, pese a no haber intervenido en los negocios
correspondientes.
― La cosa juzgada afectará también a «los sujetos, no litigantes, titulares
de derechos que fundamenten la legitimación de las partes conforme a lo
previsto en el art. 11 de esta Ley»: en los procesos en que ciertas entidades
(como las asociaciones de consumidores, o el Instituto Nacional de Consumo)
ejercitan acciones colectivas para la tutela de los intereses colectivos y difusos de
consumidores y usuarios, la cosa juzgada se extiende a todos los consumidores y
usuarios, aunque no hayan participado en el proceso.
― Producirán efectos de cosa juzgada frente a todos las sentencias sobre
estado civil, matrimonio, filiación, maternidad, paternidad, incapacitación y
reintegración de la capacidad, a partir de su inscripción en el Registro Civil. La
razón para establecer en estos casos una cosa juzgada erga omnes es el singular
interés público inherente a los pronunciamientos sobre estas cuestiones.
― Las sentencias sobre impugnación de acuerdos societarios afectarán a
todos los socios, aunque no hubieran litigado: no es necesario que en el proceso
participen todos los socios, aunque todos tienen la posibilidad de intervenir;
ahora bien, intervengan o no, la sentencia les afectará.

2º. Los límites objetivos de la cosa juzgada material


Con los límites objetivos de la cosa juzgada material se alude a aquellos
elementos de la sentencia firme que despliegan la especial vinculación en que la
cosa juzgada consiste. Como regla general, se dice que la cosa juzgada se
proyecta justamente sobre «lo juzgado», es decir, sobre aquello que ha sido
objeto de enjuiciamiento en el proceso. En consecuencia:
a) Producen efectos de cosa juzgada los pronunciamientos de la sentencia
sobre la acción afirmada por el actor como pretensión, o sobre las varias
acciones (en casos de proceso con pluralidad de objetos), así como los
pronunciamientos sobre las pretensiones ejercitadas por el demandado en la
reconvención.
b) La cosa juzgada comprende también lo que está implícita pero
necesariamente negado por la afirmación contenida en la parte dispositiva de la
sentencia y lo que está implícita pero necesariamente afirmado por la negación
contenida en la parte dispositiva de la sentencia.
Ejemplo: A demanda a B pidiendo que se declare su propiedad exclusiva
sobre la finca X. El juez dicta sentencia firme declarativa del dominio de A, lo que

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supone que implícitamente está negando el dominio de B. Si la cosa juzgada no
incluyera lo implícitamente negado, B podría demandar a A para que se declare la
propiedad sobre la misma finca, con el argumento absurdo de que la sentencia ha
dicho que A es propietario, pero expresamente no ha dicho que B no lo sea...
c) La cosa juzgada también afecta a los fundamentos jurídicos del fallo.
Ejemplo: A pide que se condene a B a pagar el precio de una compraventa.
Antecedente lógico para que el juez pueda condenar será la existencia y validez del
contrato, aunque expresamente no se haya pedido un pronunciamiento sobre esa
validez, que se da por supuesta en la demanda y en la sentencia. Si la sentencia es
estimatoria y gana firmeza, la existencia y validez del contrato, que es fundamento
del fallo, es cuestión que queda abarcada por la cosa juzgada porque el juez tendrá
que analizarlo y, aunque no se pronuncie expresamente, para condenar tendrá que
partir de la validez del contrato. En consecuencia, si B interpone posteriormente
demanda frente a A solicitando la nulidad del contrato, ese segundo proceso se verá
afectado por la cosa juzgada del primero.
d) La cosa juzgada no afecta a las cuestiones prejudiciales no civiles que
tienen carácter no devolutivo.
Ejemplo: Si un trabajador demanda ante los tribunales civiles a un
empresario, para pedir una indemnización por daños y perjuicios, el tribunal civil
tendrá que partir de la existencia de un contrato de trabajo (cuestión prejudicial
laboral) para decidir si procede o no la indemnización pedida. Pero la cosa juzgada
no afecta a esa cuestión porque el tribunal no tiene competencia para pronunciarse
sobre ella a título principal, sino que se examina a los solos efectos de entrar a
resolver el asunto civil objeto del proceso.
e) La cosa juzgada no cubre los pronunciamientos sobre excepciones
procesales, por las mismas razones por las que no producen cosa juzgada las
resoluciones judiciales que se pronuncian sobre cuestiones procesales.
f) En cambio, la cosa juzgada sí que se predica de los pronunciamientos
sobre las excepciones materiales.
Ejemplo: En el proceso 1, A demanda a B el cumplimiento de un contrato.
B opone la excepción de nulidad, pero el tribunal la desestima y le condena al
cumplimiento. En el proceso 2, B demanda a A solicitando que se declare la
nulidad del contrato: este segundo proceso se ve afectado por la cosa juzgada del
pronunciamiento desestimatorio de la excepción de nulidad recaído en el primer
proceso.

3º. Los límites temporales de la cosa juzgada


En principio, los efectos de cosa juzgada no están sujetos a plazo alguno de
duración máxima: la solución que en las sentencias se ofrece a los conflictos
tiene vocación de duración indefinida en el tiempo. Lo que ocurre es que las
decisiones jurisdiccionales resuelven situaciones jurídicas a la luz de las
circunstancias concurrentes en el momento en que se desarrolla el proceso, pero
esas circunstancias pueden variar a lo largo del tiempo, por la concurrencia de
hechos modificativos.

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Por eso, puede suceder que una determinada relación jurídica fuera enjuiciada
por sentencia firme y que, posteriormente, se hayan producido unos hechos que
la hayan alterado (hechos, en todo caso, que no pudieron tenerse en cuenta al
resolver el proceso): si, tras la modificación, surge una controversia y se solicita
de los tribunales una nueva decisión sobre la relación jurídica en cuestión, la
sentencia dictada en el primer proceso no producirá efectos de cosa juzgada,
porque como consecuencia del cambio, lo que se había juzgado en el primer
proceso es distinto de lo que se pretende juzgar después, en el segundo.
Ahora bien, hay que insistir en que esta inoperancia de la cosa juzgada de la
primera sentencia no se debe al simple transcurso del tiempo, sino a la
concurrencia de hechos nuevos (que, claro está, sólo pueden producirse con el
paso del tiempo).
Por eso, más que preguntarnos cuánto dura la cosa juzgada, lo que realmente
interesa es fijar el momento a partir del cual unos hechos nuevos pueden
considerarse modificativos de la situación enjuiciada y no comprendidos por la
eficacia de cosa juzgada de la sentencia: los hechos que se hayan producido con
anterioridad a ese momento, se hayan alegado o no en el primer proceso, quedan
cubiertos por la cosa juzgada de la sentencia, y no podrán utilizarse válidamente
como fundamento de una pretensión ulterior; los hechos producidos en un
momento posterior, en cambio, escapan a la cosa juzgada y podrán determinar
válidamente el objeto de un segundo proceso, que no se verá afectado por la cosa
juzgada de la sentencia que puso fin al primero.
La regla básica en este punto la establece el art. 222.2 LEC:
«Se consideran hechos nuevos y distintos, en relación con el fundamento de las
referidas pretensiones, los posteriores a la completa preclusión de los actos de
alegación en el proceso en que aquéllas se formularen».

Esta regla de preclusión se completa con la establecida en el art. 400 LEC:


«1. Cuando lo que se pida en la demanda pueda fundarse en diferentes hechos o en
distintos fundamentos o títulos jurídicos, habrán de aducirse en ella cuantos resulten
conocidos o puedan invocarse al tiempo de interponerla, sin que sea admisible
reservar su alegación para un proceso ulterior.
La carga de la alegación a que se refiere el párrafo anterior se entenderá sin
perjuicio de las alegaciones complementarias o de hechos nuevos o de nueva noticia
permitidas en esta Ley en momentos posteriores a la demanda ya la contestación.
2. De conformidad con lo dispuesto en al apartado anterior, a efectos de
litispendencia y de cosa juzgada, los hechos y los fundamentos jurídicos aducidos
en un litigio se considerarán los mismos que los alegados en otro juicio anterior si
hubiesen podido alegarse en éste.»
Cabe decir, a la luz de los preceptos de la LEC que regulan las facultades de
alegación fáctica del demandado, que esta preclusión se produce, para el

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demandante con la ampliación de la demanda y, para el demandado, con la
contestación a la demanda. En consecuencia, es posible que los hechos nuevos
surjan cuando todavía no ha concluido el primer proceso en el que se decide
sobre una situación jurídica.
Lo mismo que se ha expuesto respecto de los hechos sucede respecto de los
fundamentos jurídicos. Cabe la posibilidad de que las partes dejen de someter al
tribunal títulos o fundamentos jurídicos que podrían haber sido utilizados como
causa de pedir en el proceso. Por las mismas razones, existe una regla de
preclusión respecto de los títulos jurídicos no aportados al proceso pero que
razonablemente pudieron haberlo sido: sólo en el caso de que los títulos jurídicos
sean posteriores, o de conocimiento posterior, al último momento procesal en
que pudieron ser utilizados podrán servir como fundamentos de un segundo
proceso.
En conclusión, deben quedar alcanzados por la cosa juzgada los hechos y los
títulos jurídicos existentes y conocidos –o razonablemente apreciables– antes de
que precluyera la posibilidad de aportarlos al proceso.
5. IDENTIDAD O CONEXIÓN DE LOS OBJETOS DE PROCESOS DISTINTOS Y
FUNCIONES DE LA COSA JUZGADA MATERIAL
Para poder verificar si, en un caso concreto, debe operar sobre el segundo
proceso la eficacia vinculante de la cosa juzgada de una sentencia firme anterior,
es necesario hacer una comparación de objetos procesales: en concreto, los
términos de comparación son el objeto del segundo proceso y el objeto de la cosa
juzgada del primer proceso.
― El objeto del primer proceso, a estos efectos, se define por la acción
que ejercita el demandante (delimitada por sujetos, petitum y causa de
pedir, en su doble dimensión fáctica y jurídica), así como por las
excepciones materiales que haya opuesto el demandado.
― En cuanto al objeto de la cosa juzgada de la sentencia dictada en el primer
proceso, se delimita según se ha visto antes (límites subjetivos, objetivos y
temporales).

La función negativa o excluyente de la cosa juzgada opera en el caso de


identidad de objetos procesales: los sujetos son jurídicamente los mismos (son
físicamente los mismos o se les extiende la cosa juzgada); el petitum es el mismo
y la causa de pedir es la misma.
La función positiva o prejudicial entra en juego cuando exista conexión entre el
objeto de un proceso y el objeto del otro proceso concluido con resolución firme
sobre el fondo. No basta cualquier conexión: se requiere, ante todo, identidad
jurídica de sujetos y que lo decidido en sentencia firme forme parte de lo que se
ha de decidir en el segundo proceso (generalmente por prejudicialidad). Así lo
establece el art. 222.4 LEC.

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6. TRATAMIENTO PROCESAL DE LA COSA JUZGADA CIVIL
Hemos de ocuparnos, por último, de la forma de hacer valer los efectos de cosa
juzgada material de las sentencias firmes, que son distintos según que se trate de
la función negativa o de la función positiva.
6.1. Tratamiento procesal de la función negativa de la cosa juzgada material
La existencia de sentencia firme dictada en proceso anterior constituye un óbice
procesal que se proyecta sobre el proceso posterior que pretendiera entablarse
sobre el mismo objeto (non bis in idem). La eficacia excluyente de este óbice
puede hacerse valer tanto de oficio, como a instancia de parte:
1º. De oficio: la función negativa de la cosa juzgada material es cuestión de
orden público, que el tribunal del segundo proceso puede apreciar de oficio en
cualquier momento. Cuando así suceda, el tribunal dará audiencia a las partes y
después sobreseerá el proceso, sin resolver sobre el fondo. Se trata, sin embargo,
de algo escasamente probable, a no ser que el tribunal ante quien se interponga el
segundo proceso sea quien dictó la sentencia firme en el primero.
2º. A instancia de parte: el óbice procesal en que se traduce la función negativa
de la cosa juzgada material integra una genuina excepción procesal, que el
demandado podrá alegar en el segundo proceso. Si se trata de un juicio ordinario,
habrá de hacer valer esta excepción en su contestación a la demanda y el tribunal
resolverá al respecto en la audiencia previa al juicio. Si el segundo proceso es un
juicio verbal, la alegación habrá de hacerse valer en la contestación a la demanda
y la resolución sobre ella se llevará a cabo en la vista. En ambos casos, la
estimación de la excepción de cosa juzgada determinará el sobreseimiento del
proceso.
El tratamiento de la cosa juzgada en su función negativa se completa con la
posibilidad de recurrir en apelación la sentencia que, en el segundo proceso, haya
resuelto de nuevo el fondo de la controversia (y cabrá interponer, ulteriormente,
recurso extraordinario por infracción procesal).

6.2. Tratamiento procesal de la función positiva de la cosa juzgada material


En este caso, la alegación de la eficacia positiva de la cosa juzgada material
puede interesar tanto al demandante como al demandado. En consecuencia,
ambos podrán hacerla valer en sus respectivos escritos de alegaciones. Y quien
la alegue deberá acompañar la sentencia en que se funda la prejudicialidad, como
documento público relativo al fondo.
Será en la sentencia de fondo donde, en su caso, el tribunal hará operativa la
función positiva de la cosa juzgada material. Cabe recurrir en apelación la
sentencia que haya infringido las normas relativas a la eficacia positiva de la cosa

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juzgada material (y, eventualmente, cabrá un posterior recurso extraordinario por
infracción procesal).

7. LA COSA JUZGADA Y LAS RESOLUCIONES DE LOS


SECRETARIOS JUDICIALES

Tras la entrada en vigor de la Ley 13/2009, de 3 de noviembre, de reforma de la


legislación procesal para la implantación de la nueva oficina judicial, numerosas
resoluciones que, hasta ese momento, eran dictadas por los jueces y magistrados,
han pasado a ser atribuidas a los Secretarios Judiciales.

Cabría, así, preguntarse si la cosa juzgada es predicable no sólo de las


resoluciones judiciales sino también de las resoluciones que dictan los
Secretarios Judiciales en aplicación de las normas procesales, en el curso de los
procesos.

La cuestión es compleja porque las resoluciones de los Secretarios tienen


naturaleza administrativa e, históricamente, la “cosa juzgada” se ha predicado
exclusivamente de las resoluciones de naturaleza jurisdiccional.

En efecto, los Secretarios Judiciales no son titulares de la potestad jurisdiccional


(la cual está constitucionalmente reservada a los jueces y magistrados,
caracterizados por su independencia; art. 117.1 y 3 CE); son, en cambio,
funcionarios públicos de un “Cuerpo Superior Jurídico”, integrados en la
Administración Central del Estado y dependientes jerárquicamente del Ministerio
de Justicia.

En lógica consecuencia, todas las resoluciones que dictan los Secretarios


Judiciales tienen carácter administrativo, nunca jurisdiccional.

Y, debido, precisamente, a su carácter administrativo, la “legalidad” de todas las


resoluciones de los Secretarios Judiciales ha de poder ser controlada por los
jueces (art. 106.1 CE); control que corresponderá, bien al mismo juez que está
conociendo del proceso para el que el Secretario ha dictado la resolución (para
eso sirven, por ejemplo, la “reproducción de la cuestión” o el “recurso de
revisión” previstos en el art. 454bis LEC, o, respecto del decreto de admisión de
la demanda, la declinatoria o las excepciones procesales), bien —cuando lo
anterior no está previsto— a otro juez (mediante un proceso judicial autónomo,
que habrá de ser un proceso contencioso-administrativo, salvo que la ley
disponga que procede otro tipo de proceso, como, por ejemplo, hacen los arts.
34.2 y 35.2 LEC, que remiten a un proceso civil); todo ello, sin perjuicio de que
la ley pueda prever un control de legalidad previo y adicional en vía

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administrativa (cfr. el recurso de reposición contra diligencias y decretos
regulado en los arts. 451 y ss. LEC).

Pues bien, sentado que las resoluciones de los Secretarios Judiciales son
administrativas y no jurisdiccionales, debe insistirse en que nuestra tradición
jurídica nunca ha predicado de las resoluciones administrativas un efecto de
“cosa juzgada”. Nos inclinamos, consecuentemente, por reservar la noción de
“cosa juzgada” para las resoluciones judiciales (las dictadas por jueces y
magistrados) y no utilizar esa expresión para aludir a los efectos de las
resoluciones de los Secretarios Judiciales.

El reparo en igualar, en cuanto a sus efectos, las resoluciones judiciales y las


resoluciones de los Secretarios Judiciales lo ha manifestado el mismo legislador
al regular la resolución que pone fin al proceso por desaparición sobrevenida del
interés. Así, donde el art. 22.1 LEC decía antes que el juez debía dictar un auto
que “tendrá los mismos efectos que una sentencia absolutoria firme” hoy se
limita a decir “se decretará por el Secretario Judicial la terminación del proceso”.
Nuestra postura no significa, sin embargo, negar a las resoluciones firmes de los
Secretarios Judiciales efectos vinculantes (exigidos por razones de seguridad
jurídica). Significa, simplemente, que a esos efectos vinculantes no debe
llamárselos “efectos de cosa juzgada”.

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