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Semana 1

Antropología y
educación
Unidad 1
Antropología
Material compilado con fines
académicos, se prohíbe su
filosófica de la
reproducción total o parcial sin
la autorización de cada autor. educación
Temario
Unidad 1.
Antropología filosófica de la educación
1.1. ¿Quién es el hombre?
1.2. El hombre y su proceso de educabilidad
1.3. De la naturaleza a la civilidad

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UNIDAD 1
Antropología filosófica de la educación

Estimados alumnos:

Bienvenidos a los apuntes de su materia, en este recurso encontrarán información valiosa que les
ayudará a ampliar sus conocimientos de los temas abordados durante la misma.

Es importante que dediquen, durante la semana en curso, tiempo suficiente para estudiar con
calma estos apuntes de la unidad.

Cada semana se les presentarán nuevos apuntes, estos son dependientes y consecutivos, lo que
significa:

• Para acceder a la unidad 2, es obligatorio haber estudiado la unidad 1.

• Para acceder a la unidad 3, es obligatorio haber cursado la unidad 2 y así consecutivamente


hasta llegar a la última semana.

• Al final de la última unidad encontrarán una palabra llave que les servirá para poder ingresar
a su Evaluación Final.

¡Adelante!

1.1
¿Quién es el hombre?

La tarea educativa es una de las actividades de mayor trascendencia que el género humano puede
realizar, puesto que la acción se dirige a intervenir en la formación de otros seres humanos. De de
ahí que se han establecido tres grandes elementos principales a definir y a tomar en cuenta en la
educación: los fines, los medios y los sujetos. Las características de los dos primeros dependen
de la forma de asumir las características del tercero, de ahí que sea este, el alumno, educando,
discípulo, niño, joven o adulto, el que esté en el principio y fin de la educación.

De ahí que la pregunta ¿qué es el hombre? sea la interrogante tradicional y predominante al


formularse el problema central de la filosofía, que da cuenta de la esencia de las cosas. Esta
se plantea las cuestiones últimas de la existencia humana, ya que la filosofía es, en términos

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generales, una reflexión metódica que expresa la articulación del conocimiento, las posibilidades
y límites de la existencia y modos de ser de lo existente.

La pregunta es sencilla y parece dirigirse a lo esencial, pero ahí radica justamente su dificultad:
suponer que el hombre tiene una esencia, una naturaleza invariable ha dado lugar a una variedad
de importantes caminos filosóficos.

La otra pregunta, ¿quién es el hombre?, cuestiona sobre lo que define al ser humano en un sentido
metafísico y existencial, que es la pregunta central de la Antropología Filosófica. Su respuesta es tan
compleja que, de hecho, se tiene que descomponer en otras tantas relativas a sus diversos componentes.

Recordemos que la Antropología (del griego: ántropos = hombre), es la ciencia que estudia al
ser humano de forma holística. Combinando en una sola disciplina los enfoques de las ciencias
naturales, sociales y humanas, la antropología es, sobre todo, una ciencia integradora que estudia
al hombre en el marco de la sociedad y cultura a las que pertenece y, al mismo tiempo, como
producto de las mismas.

Se la puede definir como la ciencia que se ocupa de estudiar el origen y desarrollo de toda la
gama de la variabilidad humana y los modos de comportamiento sociales a través del tiempo y
del espacio, es decir, del proceso biosocial de la existencia de la raza humana.

Las interrogantes que se plantea la antropología filosófica apuntan a determinar qué diferencia
al hombre de las demás entidades que existen en la realidad, cuáles son los componentes
fundamentales de su ser; no en el sentido material o funcional físico, con que pueden estudiarlo
sea la anatomía o la fisiología, sino con referencia a lo que constituye lo más diferencial y personal
de su ser, los determinantes de su condición espiritual y racional.

Algunos temen, otros afirman, que el parentesco del hombre con el reino animal entraría en
contradicción con el hecho de que Dios le haya creado. Una posible respuesta se encuentra en la
Biblia, en el libro del Génesis. Allí se propone una tesis evolucionista aún más radical que la que
hace descender al hombre del mono, puesto que lo hace descender de la tierra.

Por su biología el hombre se da cuenta de que es casi completamente animal, próximo a los
primates más evolucionados, fisiológicamente y genéticamente se le parece mucho, no obstante,
el hombre se distingue del animal en su inteligencia. Y más que en la inteligencia, en sus múltiples
capacidades. El hombre posee algo único en el mundo: es el único ser del universo conocido
capaz de reflexionar sobre sí mismo.

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Sólo él puede preguntarse ¿qué soy yo?, ¿quién soy yo?, ¿qué puedo saber?, ¿qué debo hacer?
En el análisis de estas y otras interrogantes aparece la necesidad de identificar ciertas cuestiones
de la naturaleza humana que resultan de gran importancia en la tarea educativa:

• Lo individual y lo genérico, ¿debo atender prioritariamente al grupo o a las diferencias


individuales que en él existen?, ¿se pueden satisfacer ambas necesidades simultáneamente?,
¿cómo puedo atender ambos aspectos?

• La relación entre la razón humana y la realidad susceptible de ser razonada, ¿cómo debo
vincular la materia con las capacidades cognoscentes de los alumnos?, ¿sé cómo razonan mis
alumnos?, ¿sé cómo hacer accesible la materia a su razón?

• La reflexión humana toma al hombre como objeto y sujeto, ¿me involucro en las ideas que
tengo sobre la educación, los conocimientos, el mejoramiento de los alumnos, o me mantengo
al margen de ello como espectador?

Para saber verdaderamente quién es el hombre, debemos preguntarnos cómo fue evolucionando,
qué favorece su evolución y hacia dónde va, Mis alumnos (y yo mismo) ¿son sujetos sólo presentes,
o bien, son sujetos que se dirigen hacia algo futuro?, ¿saben hacia dónde han de dirigir sus pasos?,
¿hacia qué futuro conviene que avancen?, ¿qué factores les ayudarán a ser mejores humanos?,
¿cómo puedo ayudar a que vayan alcanzando su perfeccionamiento como seres humanos?
La vida humana es una existencia que provoca inevitablemente ansiedad, preocupación, dudas:
¿debo o no inducirlos a que reflexionen sobre su existencia y se cuestionen sobre lo que más vale
la pena para darle sentido a su vida?

Si sustentamos nuestra intervención educativa con éstas y otras reflexiones antropológicas, le


estaremos dando un sentido más auténtico, más sólido, más humano.

1.2
El hombre y su proceso de educabilidad

El género humano evoluciona gracias a poseer importantes procesos neurofisiológicos cerebrales


que le otorgan creciente complejización a sus capacidades cognoscentes. Dicha evolución
(cerebralización) sucede en dos planos:

1. Ontogenético, que se refiere a la estimulación que ejerce el mundo sociocultural exterior en


cada individuo.

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2. Filogenético (desarrollo en cuanto especie), que se refiere a las mutaciones sucesivas que
otorgan nuevas aptitudes con las que cada nueva generación aportará a la complejización
sociocultural.

Estos cambios suceden en forma dialéctica en cada momento, veámoslo así:

Un niño, al nacer, llega al mundo con un código genético procedente de dos fuentes: la de la
cadena evolutiva de la especie de la que forma parte (filogenia), y de las modificaciones ocurridas
en el cerebro de sus padres como producto de sus propias experiencias (ontogenia)

Este niño entonces, por así decirlo, sale de fábrica con dos informaciones en un solo paquete, lo
que le da nuevas y mejores posibilidades de interacción con el mundo que le rodea, que por su
parte es distinto que el mundo que se encontraron sus progenitores cuando niños (complejización
sociocultural). Este niño vivirá experiencias distintas de las de sus padres, que lo irán modificando en
su propio trayecto vital, dichas modificaciones las heredará a su propio hijo (filogenia -ontogenia).
Ahora bien, debido a la creciente complejización de los procesos biológicos y socioculturales en
la vida humana, está ocurriendo un fenómeno interesante. Por una parte, la precocidad con la
que cada nueva generación de humano logra aprendizajes de instrumentos culturales (artefactos
tecnológicos) le dan más versatilidad y eficacia en esos desempeños.

Pero, al mismo tiempo, se están acumulando volúmenes de adquisiciones, lo cual hace que la
cerebralización del niño hacia la forma adulta requiera más tiempo, se acompaña de ampliación
de los procesos biológicos de la infancia y de la adolescencia, fenómeno que denomina Octavi
Marin juvenilización.

Esto da lugar a que, durante el proceso que convierte a un infante en un ser humano íntegro
(antropogénesis) en cada nueva generación, los individuos sean susceptibles de nuevas y mejores
formas de experiencias educativas.

La educabilidad es una cualidad humana, conjunto de disposiciones y capacidades que permiten


a una persona recibir influencias para construir su conocimiento. Herbart fue el primer autor que
utilizó este término, y resume nuestra capacidad para aprender. Para que la acción educativa sea
posible hacen falta dos elementos:

1. Educabilidad, como capacidad para poder ser influenciado (Educando).

2. Educatividad, como capacidad para influir (Educador).

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La educabilidad no se fundamenta exclusivamente en factores psico-biológicos, es lo que
nos diferencia de los animales, sino que la carga intencional es fundamental. Entonces, si
suprimiéramos ese carácter intencional de la educación, el proceso sería una evolución similar a
la de los animales.

La educabilidad es activa, puesto que la intencionalidad exige la participación efectiva de la


persona que se beneficiará de dicho aprendizaje.

Otra característica de la educabilidad es que es personal y exclusiva de cada individuo. Por esto
mismo se lucha por un currículum que respete la diversidad y atienda al alumnado de manera
individual.

Hasta ahora, el sistema educativo y sus niveles de concreción curricular ofrecen esta posibilidad,
pero no se lleva bien en la práctica educativa a través de libros de textos y, sobre todo, a las
prácticas docentes comunes que fuerzan demasiado la homogeneidad a la estandarización, que
esperan de los alumnos desempeños y resultados iguales, afectando la singularidad de cada uno.

1.3
De la naturaleza a la civilidad

La transformación experimentada por el hombre a lo largo de su historia biológica tuvo un elemento


clave que la facilitó: la existencia de grupos de individuos en convivencia con la naturaleza y entre
sí. Este hecho dio lugar a su desarrollo en dos planos, por una parte el gradual dominio sobre el
entorno físico y el también gradual proceso de vida social.

Las primeras sociedades de primates permitieron esta doble tarea para satisfacer sus necesidades
de subsistencia y de defensa contra las inclemencias naturales y contra otros grupos. Esto obligó
al surgimiento de cierto tipo de funciones desempeñadas por distintos seres. Mientras que la caza
lleva a los machos a lugares más lejanos, la maternidad llevan a las hembras a ocuparse de los
cuidados de la prole y, con ello, a ser más sedentarias, consagrándose también a la búsqueda y
recolección de forraje y frutos para satisfacer las necesidades del grupo.

En todo ello, lo importante para nuestro estudio es la aparición de cierto tipo de relaciones
intragrupales, dando lugar a las primeras sociedades y, en ellas, las primeras formas de
organización interna en razón a las tareas de hombres y mujeres, pero también surgieron las
primeras distinciones por jerarquías de rangos de unos sobre otros y el resto del grupo.

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La hominización entonces comienza a operar y a progresar mediante vínculos de solidaridad y
cooperación obligada por las necesidades de la caza y la distribución del alimento. Parece ser
que de este modo nace un modelo colectivista con ciertas reglas que norman las acciones del
grupo pero, al mismo tiempo, aparecen las distinciones de rangos con cierta forma de derechos y
obligaciones diferenciados.

A ello puede añadirse la aparición de lazos de amistad y afecto producidos por la convivencia
y por compartir los riesgos de la caza, paralelamente con los vínculos fraternos de tipo familiar
y de clan. Estos vínculos fueron decisivos para un acontecimiento crucial con la aparición de los
primeros sistemas de comunicación mediante gestos, posturas corporales y un repertorio limitado
de sonidos referentes de modo elemental a objetos y acciones necesarias en su práctica social
(call system o sistema cerrado de comunicación).

Se cree que entre 800,000 y 500,000 años antes de nuestra era fue apareciendo un lenguaje
a la vez más diferenciado y más abierto, formado por morfemas cada vez más específicos y
asociados a la amplia diversidad de objetos, acciones y relaciones entre ellos. Indudablemente
que al contar con un lenguaje más evolucionado la vida del grupo se fortaleció.

Así entonces, las conductas de cooperación y ayuda mutua junto con el lenguaje articulado
favorecieron el desarrollo y complejización de la sociedad humana en muchas versiones culturales
a lo largo y ancho de la superficie terrestre, en el transcurso de cientos de miles de años hasta
nuestros días.

Esta realidad cultural rica y ancestral mereció la atención de investigadores europeos que entraron
en contacto desde el siglo XVI con pueblos cuyas culturas eran muy diferentes a las suyas y
que, tiempo después, dieron lugar a trabajos encaminados a estudiarlas. De modo que Edward
Tylor en 1877 publica el primer texto titulado Cultura primitiva: investigaciones en el desarrollo de
la mitología filosofía, religión, lenguaje, arte y costumbres, referido a este ámbito y con el cual
introdujo el concepto de cultura.

La antropología cultural aparece entonces como una disciplina científica que, desde distintas
formulaciones teóricas, han ofrecido explicaciones diversas sobre el tema de la vida humana en
colectivo.

Ahora bien, hay civilización porque hay civilidad, convivencia. La raza humana agrupada en
sociedad, pero siempre bajo uno o distintos órdenes, formas de entender el mundo, de interpretarlo;
ese orden es la civilidad: "sociabilidad, urbanidad”, según el diccionario de la Real Academia

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Española. La civilidad es la segunda condición del grupo como tal (antes está el Ser), y de aquélla
viene la civilización, la labor individual que se suma ordenada hacia el bien común, por el interés
de los que libremente aceptan reunirse.

Cuando la libertad conjunta se orienta de manera adecuada (sin llevarla al libertinaje o asfixiarla
en la norma, es decir, hallar su punto medio), y al mismo tiempo la imaginación y la inquietud
naturales del hombre encauzan su hacer por una senda equilibrada, surgen las grandes
civilizaciones: "conjunto de ideas, creencias religiosas ciencias, técnicas, artes y costumbres
propias de un determinado grupo humano”.

La civilidad es quizá el atributo más significativo de la cultura urbana; la ciudad constituye el


escenario en donde se cruzan y convergen miríadas de existencias y lecturas, de encuentros y
desencuentros y, aún, de diferencias y contradicciones. Cruce de historias personales y colectivas
de quienes en ella habitan; se trata de un espacio alternativo y simultáneamente atravesado por
el orden y el conflicto.

Sin embargo, al fin y al cabo, la ciudad es predominantemente nuestro entorno y referente


obligado; mundo de nuestra cotidianidad, de la familia, del amigo, del vecino, del colega, de la
autoridad y de la violencia, de nuestras más inmediatas relaciones sociales.

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