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COMPILADO DE RESÚMENES
El propósito del presente trabajo es dar cuenta de nuestra experiencia en el taller extracurricular
de extensión ―Latín en latín: taller de latín oral y escrito‖, desarrollado en el marco de la
Secretaría de Extensión Universitaria y Bienestar Estudiantil (Facultad de Filosofía y Letras,
Universidad de Buenos Aires), durante el primer cuatrimestre de 2021.
Esta actividad tiene ya varios antecedentes coordinados por nuestro equipo dentro de la
Facultad. En primer lugar, durante el segundo cuatrimestre de 2017 y los dos cuatrimestres de
2018, se llevaron a cabo los talleres de extensión Colloquia Bonaurensia I y II, radicados en el
Instituto de Filología Clásica como parte del proyecto UBACyT ―Didáctica del latín, ayer y
hoy: métodos, actores y materiales‖, dirigido por la Prof. Mariana S. Ventura. En ellos se
procuró poner en práctica una aproximación al latín con especial hincapié en el desarrollo de
las cuatro habilidades comunicativas básicas —leer, escuchar, escribir, hablar— en el mismo
idioma, metodología propuesta por Hans Ørberg en su obra Lingua latina per se illustrata.
En segundo lugar, del 29 de julio al 2 de agosto de 2019 tuvieron lugar los Colloquia Latina, I
Encuentro Nacional de Inmersión en la Lengua Latina, organizados juntamente con la Facultad
de Humanidades de la Universidad de Mar del Plata. A fin de favorecer la inmersión, se invitó
a las personas participantes a alojarse en el Centro Loyola (San Miguel, Provincia de Buenos
Aires) y a emplear activamente el latín para comunicarse durante toda su estadía.
En tercer lugar, en el segundo cuatrimestre de 2019, ofrecimos por primera vez un taller de
extensión abierto a toda la comunidad (―Latín en latín: taller inicial de latín oral y escrito‖). El
gran número de inscriptos (ciento sesenta y siete), de diversas procedencias y con diferentes
motivaciones y expectativas, superó ampliamente lo que se había previsto. Lamentablemente,
el taller proyectado para el año 2020 como continuación del anterior debió suspenderse a causa
del contexto sanitario mundial. Recién en el primer cuatrimestre de 2021 pudimos reanudar las
actividades con los doce encuentros virtuales semanales del taller de extensión ―Latín en latín:
taller de latín oral y escrito‖, sobre el cual se centrará este trabajo. La virtualidad trajo consigo
algunos inconvenientes, como la necesidad de reemplazar algunas actividades, pero también
insospechadas ventajas, como por ejemplo la asistencia de alumnos de todas partes del país y la
valiosa participación de algunos profesores desde el extranjero. Sin esta última, no habríamos
podido mantener la modalidad de taller para una matrícula (doscientos diecisiete inscriptos) que
nuevamente superó el cupo que habíamos sugerido, y dio clara cuenta del poder de
convocatoria y la vigencia de una lengua que, por su belleza y relevancia, aún hoy interesa,
seduce, conmueve.
Desarrollaremos aquí algunas cuestiones vinculadas con la planificación del curso (propósitos,
fundamentación, organización de los contenidos), su puesta en práctica (modalidad de cursada,
actividades realizadas) y sus actores (características del alumnado y del equipo docente).
Finalmente, presentaremos algunas consideraciones acerca de los resultados obtenidos en esta
experiencia, y sus posibles proyecciones a futuro.
Comisión de lectura 2
JUAN IGNACIO MOLINA (UBA), Los principales rasgos de la pedagogía socrática.
JUAN BAUTISTA BARDI (UBA), El Sócrates jenofonteo como maestro político: las
emociones de Cármides en Mem. III.7.1-9 y el espacio público desde una perspectiva
arendtiana.
En Mem. III.7.1-9 Jenofonte nos relata una conversación que habrían mantenido el joven
Cármides con Sócrates. Este último buscaba convencerlo para que participara activamente en
los asuntos políticos de la pólis, especialmente, de la asamblea de ciudadanos. La reticencia de
Cármides no se debía a una falta de aptitud, sino a que, incluso teniendo experiencia
aconsejando a los más altos funcionarios atenienses, sentía ―vergüenza‖ (αἰδώρ) y ―miedo‖
(θόβορ) de manifestarse públicamente, argumentando que a las personas estas emociones ―les
afectan mucho más ante multitudes que en reuniones privadas‖ (πολλῷ μᾶλλον ἐν ηοῖρ ὄσλοιρ ἢ
ἐν ηαῖρ ἰδίαιρ ὁμιλίαιρ παπιζηάμενα) (Mem. III.7.5).
Al analizar el pasaje, se advierte que Cármides es quien intenta circunscribir la temática de la
participación política a una problemática espacial, signada por la tensión entre el ámbito público
y el privado, mientras que Sócrates es quien intenta replantear el problema desde otra
perspectiva. Para el maestro, de nada importaba si la acción se realizaba en público o en
privado: lo determinante era si los interlocutores eran personas versadas en la temática o no:
―Estoy dispuesto a demostrarte a ti, que no te avergüenzas (αἰδούμενορ) ante los más
inteligentes ni sientes temor (θοβούμενορ) de los más fuertes, te da vergüenza hablar en
presencia de los más insensatos y más débiles‖ (Mem. III.7.5).
Esto ha llevado a que autores como Azoulay (2009, p. 155) sostengan que detrás de la posición
del Sócrates jenofonteo se encontraba un proyecto que buscaba neutralizar la distinción
público/privado en lo referido al arte del gobierno, siendo su lógica idéntica si este se ejercía
sobre una pólis, un oîkos, un ejército o un coro. Aquella lectura tendría coherencia con el
planteo inicial de Memorabilia, en donde el trasfondo de la acusación que pesó contra el
maestro de Jenofonte parece haber sido la transgresión de las fronteras tradicionales de lo
público y privado. Ahora bien, por más que el planteo de Azoulay nos sirva para comprender la
posición teórica de Sócrates, no nos permite comprender cabalmente lo siguiente: ¿Cómo
explicar la variación emocional de Cármides a partir del espacio involucrado? ¿Acaso se
fundaba en la mera diferencia cuantitativa de las personas que asistían a ambas reuniones?
¿Estaba relacionada, como parece sugerir Sócrates, a la calidad y aptitud de aquellos asistentes?
Consideramos que, al incorporar una lectura arendtiana sobre el anterior pasaje, se vislumbra
una nueva alternativa capaz de echar luz sobre dicho interrogante. Uno de los grandes aportes
que Hannah Arendt hizo a nuestra interpretación de la antigüedad fue poner el foco en el
carácter espacial de la participación política en la democracia ateniense. En La Condición
Humana principalmente, aunque también en su obra inconclusa ¿Qué es la política?, sostuvo
que uno de los factores estructurantes de la sociedad ateniense era la clara delimitación entre la
esfera pública y privada de la vida. Para la filósofa alemana, la pólis tenía como nota distintiva
el haber creado un ―espacio de aparición‖ al cual sus ciudadanos ingresaban para que las
acciones y discursos allí realizados fuesen conservados en la memoria colectiva. En el ámbito
privado - fuera del ―espacio de aparición‖ - no existía posibilidad de acción y discurso en el
sentido político de los términos. Su destino era perecer en el olvido. A su vez, la esfera pública
estaba reservada a la individualidad: ―se trataba del único lugar donde los hombres podían
mostrar real e invariablemente quienes eran‖ (La Condición Humana, Paidós, 2020, p. 52).
Siguiendo esta lectura, si las emociones de Cármides irrumpen en tal contexto es porque solo
allí su conducta adquiriría un sentido político, y de ser acertadas, como le sugiere Sócrates,
lograría no solo hacer prosperar a su ciudad, sino también conseguir honores personales (Mem.
III.7.2).
A partir de Homero y hasta el primer período del Siglo de Oro de Pericles se consolidó en la
Cultura griega antigua una pedagogía de transmisión oral poético-mimética que, como culto a la
diosa Mnemosyne, consistía en la repetición reiterativa de los versos de los poetas y peanes que
cantaban las guerras y victorias atenienses. Este tipo de oralidad permitía hacer recordar a los
adultos y enseñar a las jóvenes generaciones por medio de la acción constante de haedos,
rapsodas y coribantes en distintos ámbitos de la vida social.
Con el nacimiento de las primeras reflexiones filosóficas empieza a resquebrajarse ese sistema
pedagógico y surge paralelamente, gracias a las enseñanzas de los primeros físicos y filósofos
naturalistas, otro tipo de cultura oral que se cimentaba en la observación, búsqueda y difusión de
ideas por medio de la transmisión dialógica de maestros a discípulos en la llamada oralidad
dialéctica. Sócrates, con la anuencia del oráculo de Delfos, encarna de modo sublime este tipo
de oralidad por medio del arte de la pregunta-respuesta, por el uso de la ironía y la actividad
mayéutica.
De este modo, el Filósofo de Atenas, Maestro emblemático de la juventud aristocrática de su
tiempo, señalado a menudo por sus detractores y por quien no lo conocía, como extravagante,
molesto, incrédulo y sofista, optó por no escribir nada y siguió su acción pedagógica oral hasta
el final. En cambio, fue por los escritos de sus discípulos, en particular de Platón y Jenofonte,
que hemos recibido noticias de su vida, de sus enseñanzas y su nuevo estilo: los 'lógoi
sokratikoi' Sócrates, en muchos casos, pasa a ser 'drammatis persona' de los diálogos escritos y,
por consiguiente, podemos leer así cómo -en diálogo con el joven Fedro- ha nacido la escritura,
cuál es su importancia y valor pedagógico.
En conclusión, consideraremos la concepción de lo religioso del Maestro, una de las
acusaciones de sus detractores para ser condenado a muerte, y descubrir qué características
particulares debe tener la oración de quién desea dedicar su vida a la búsqueda del saber.
De deo Socratis conforma, junto con De mundo y De Platone et eius dogmate, el corpus
filosófico de Apuleyo de Madaura. Si bien las tres obras tienen en común el hecho de
representar la contrapartida latina de textos griegos anteriores o coetáneos, De deo Socratis
posee la particularidad de ser una conferencia. En su disertación, el orador introduce a su
auditorio en el mundo de la demonología medioplatónica, en una muestra del interés, propio de
su tiempo, tanto por este tipo de temática cuanto por la divulgación filosófica. En este sentido,
De deo Socratis puede asociarse con De genio Socratis de Plutarco y las Dialexeis 8 y 9 de
Máximo de Tiro. Fiel a la presentación personal como philosophus Platonicus que se esfuerza
por afianzar en su discurso de autodefensa, Apologia o Pro se de magia liber, y en las diversas
piezas epidícticas conservadas fragmentariamente bajo el título de Florida, a lo largo de su
exposición Apuleyo no sólo sigue distintos diálogos platónicos ―Timeo, Simposio, Fedro, entre
otros― en su versión demidiata de los primeros siglos d.C., sino también busca instalarse como
discípulo y portavoz autorizado de su maestro Platón. Por otra parte, en tanto orator Platonicus,
dota a sus explicaciones de todos los recursos estilísticos y persuasivos disponibles para un
conferencista profesional: reiteradas apelaciones a una nutrida audiencia, un estilo fluido y con
un ornato basado en la sonoridad y en la fácil comprensión, vívidas descripciones, numerosas
comparaciones y ejemplos, variedad de citas y alusiones a autores griegos ―entre los que
sobresale Homero― y latinos ―Virgilio, Ennio, Plauto, Cicerón, Lucrecio, Séneca. El producto
final muestra que el madaurense compone con un criterio propio a partir de un material
compartido, a la vez que intenta visibilizar la cultura romana en el horizonte intelectual
imperial. Prueba de ello es, además de la inclusión en su discurso de la tradición literaria y
filosófica latina, su intento de asimilar al sistema demonológico los dioses domésticos de la
religión romana, es decir, genii, lemures, lares, laruae y manes (§150-154).
El pasaje que consideraremos en nuestro trabajo es un claro ejemplo de lo antedicho. Se trata de
uno de los segmentos finales, en el que, luego de la demostración de la existencia de los
daemones y de las disquisiciones en torno de sus características y clasificación, Apuleyo se
refiere a la cuestión que da nombre a su conferencia: la relación entre Sócrates y su daemon
personal (§157-167). Nos interesa, en primer lugar, observar los medios por los cuales Apuleyo
se identifica como discípulo de la familia platónica y, al mismo tiempo, procura destacarse
como maestro de los contenidos a exponer. Nos proponemos también reconocer los principales
procedimientos explicativos presentes en esta sección, para detenernos especialmente en dos
momentos: la serie de exempla homéricos que ilustran el binomio ―adivinación / sabiduría‖
(§158-162), y la recreación de la célebre escena de Fedro 242bc en la que Sócrates menciona
las advertencias de su daemon (§162-167). Bajo las hipótesis de que las adscripciones genéricas
de ambos hipotextos, el homérico y el platónico, eran conocidas por el auditorio, y de que cada
género tiene su modo peculiar de representar el espacio donde se desarrolla la acción,
intentaremos resaltar los efectos de sentido que aportan a las explicaciones de Apuleyo los
espacios allí evocados.
Comisión de lectura 1
FACUNDO BUSTOS FIERRO (UBA), Olímpica VII: Aproximación al análisis métrico y
prosódico para sus usos didácticos.
La nave Argo fue la primera embarcación que realizó expediciones en el Mar Negro, como así
transmiten los primeros seis versos de la tragedia euripidea Medea o la epopeya homérica
Odisea en 12.69-70. En esa navegación, previa al ciclo épico troyano, un conjunto de héroes se
dirige hacia la Cólquide para obtener el vellocino de oro, cruza las Simplégades y, a pesar de los
diversos obstáculos a los que se enfrenta, la mayoría de ellos logra volver a salvo a su patria.
Sin embargo, el mito presenta diferencias según las versiones; en ellas puede cambiar quiénes
participan de la empresa, quién la lidera, qué circuito hacen o dónde se detienen, entre otras
cuestiones. En el presente trabajo buscaré analizar cómo se vinculan tres versiones del mito
argonáutico: la Pítica IV de Píndaro, los fragmentos del mito de los argonautas de Dionisio
Escitobraquión y Argonáuticas de Apolonio de Rodas.
La oda de Píndaro fue compuesta en el año 462 a.C. y en su inicio celebra la victoria en
la carrera de carros de Arcesilao IV de Cirene en el festival panhelénico en Grecia. A
continuación, se encuentra el mito argonáutico que, según SEGAL (1986:4), es el corazón de la
Pítica; el episodio mítico concluye con la fundación de los argonautas de la ciudad de Cirene,
patria del rey vencedor. Por su parte, los fragmentos de Dionisio Escitobraquión, quien vivió
entre los años 270 y 220 a.C., son transmitidos por Diodoro Sículo en su Biblioteca histórica.
Allí el historiador griego admite utilizar pasajes del mitógrafo para situar en Libia el nacimiento
del dios Dionisio y a las Amazonas. Diodoro se extiende sobre el viaje de los argonautas en
4.40-55 y, aunque no explicite de nuevo a Escitobraquión como su fuente, RUSTEN (1982: 12-
13) afirma que su versión del mito se basa en él.
FANTUZZI & HUNTER (2005: 1) aseveran que en el período helenístico los ilustres
predecesores se suman o, incluso, sustituyen a la fuente de inspiración divina, ellos pueden
enseñar cómo proceder en la confección de obras artísticas. En este sentido, STEPHENS (2003:
43) entiende que la coincidencia del material mítico argonáutico entre Dionisio Escitobraquión,
Calímaco y Apolonio de Rodas no puede ser fortuito, aunque solo el mitógrafo y el rodio se
dedicaron in extenso a él. En efecto, MELIS (2012: 211) reconoce influencia pindárica en la
epopeya: la descripción de la prueba a la que Jasón se debe someter en el tercer libro tiene en la
Pítica IV su mayor modelo narrativo. Sin embargo, los poetas helenísticos realizaron diversas
operaciones sobre mitos arcaicos para que se adecuaran a sus propósitos estéticos (SISTAKOU,
2015: 490). Por ello, mi objetivo en este trabajo consistirá en analizar cómo interactúa la
tradición argonáutica pindárica y de Dionisio Escitobraquión con Argonáuticas de Apolonio de
Rodas.
Comisión de lectura 2
ALEJO PERINO (UBA), Maestros y discípulos en los inicios del Renacimiento: de Petrarca a
Bruni.
En los primeros años del siglo XV, de la mano de intelectuales como Niccolò Niccoli, Poggio
Bracciolini y Leonardo Bruni, surge lo que luego sería llamado ―humanismo‖. El carácter de
este movimiento incipiente resulta de la convergencia de diferentes tendencias ya presentes en
la obra de Francesco Petrarca, considerado el padre del humanismo. Entre ellas, pueden
mencionarse un fuerte interés por los clásicos, particularmente latinos, así como el estudio
filológico de los textos, y la tendencia a la retórica, la gramática, la poesía, la historia y la
filosofía moral. Sin embargo, una línea de investigación que inicia Hans Baron a mediados del
siglo XX, postula una importante ruptura de los jóvenes humanistas respecto de la herencia
petrarquista. Para este historiador, el rasgo novedoso que incorpora primero Coluccio Salutati y
luego Leonardo Bruni, es el giro hacia la política. Ronald Witt, uno de los más importantes
eruditos en el tema, considera que la generación de Bruni dio inicio al desarrollo de la retórica
humanística, en contraposición con la generación de Petrarca, más interesada en la poesía y la
gramática.
Si bien esos análisis son adecuados, resultan insuficientes en otros aspectos. El presente
trabajo pretende analizar algunos textos de la época, sobre todo de Leonardo Bruni, pero
también de otros autores como Coluccio Salutati, Pier Paolo Vergerio y Cino Rinuccini, en
busca de elementos que permitan evaluar las continuidades y rupturas entre Petrarca y esta
generación de jóvenes humanistas. En primer lugar, hay que decir que la figura de Petrarca
ejerce una importante influencia en los intelectuales hacia fines del Trecento. Vergerio, Niccoli
y Salutati se preocupan por leer y editar las obras que Petrarca dejara inéditas, en particular, su
poema Africa. Pero al mismo tiempo, se producen importantes renovaciones. A partir de 1397
Manuel Crisoloras comienza a enseñar griego a los jóvenes florentinos. De allí surgen las
primeras traducciones de Platón y Plutarco, así como de la patrística griega. En ese contexto, la
figura de Petrarca comienza a perder algo de su brillo, ya que no solo desconocía la lengua
griega, sino que además su conocimiento del latín no respondía a los cánones exigentes del
nuevo clasicismo. Es entonces que se da la importante polémica entre Salutati y Bracciolini de
1405, de la cual solo conservamos las cartas del primero. A partir de sus respuestas, podemos
inferir que la postura de Poggio cuestionaba dos cosas: la superioridad de Petrarca respecto de
los antiguos, y la asociación entre ―sabiduría‖ y ―cristianismo‖ por un lado; y ―elocuencia‖ y
―paganismo‖, por el otro. Las ideas de Poggio vendrían a mostrar que la crítica a Petrarca en
realidad encubría un intento de desprenderse de una versión cristiana del clasicismo y abrazar
un clasicismo de carácter más laico. De esos años data también la carta que Vergerio escribe en
nombre de Cicerón, como respuesta a la conocida carta en la que Petrarca critica a Cicerón por
no haberse retirado a tiempo de la política. Todos esos temas se cristalizan en el que quizás sea
el documento más importante de esa generación, los Diálogos a Pier Paolo Vergerio, escritos
por Leonardo Bruni a fines de la década. En él se identifica a Salutati con la defensa de Petrarca
y Niccoli se hace portavoz de las críticas. Nuestro objetivo es demostrar que Bruni sostiene esa
postura crítica a lo largo de su vida, tanto en las Vite di Dante e del Petrarca, como en el De
studiis et litteris, y en el Commentarius, que incluye como último libro de su Historia del
pueblo florentino.
MARÍA JOSÉ ARAGONESES (UCA), Politeia III y la República de Platón y los guaraníes de
Peramás.
En 1767 Carlos III decide expulsar de los territorios de la corona a los integrantes de la
Compañía de Jesús. A esta altura, los hijos de Ignacio saben que la escritura forma parte de su
labor pastoral y por ello se lanzan al desafío de dar cuenta de lo sucedido narrando en los
denominados ́manuscritos de exilio ̀ los días oscuros de una experiencia traumática , cargada de
injusticias. Entre los testimonios más destacados cabe mencionar el diario del P. José Manuel
Peramás de la provincia jesuítica del Paraguay, en sus dos versiones: la primera en español
(Narración de lo sucedido a los jesuitas del Paraguai desde el día de su arresto hasta Faenza
en Italia en carta de 24 de diciembre 1768, escrita en Turín a un Señor Abate de la ciudad de
Florencia) y la segunda en latín (Annus patiens siue Ephemerides quibus continetur iter annum
Iesuitarum Paraquariorum Cordubae Tucumaniae profectorum ). La Narración es la versión
más difundida, estudiada y consultada por los historiadores a partir de la publicación llevada a
cabo por el P. Furlong (1952) y la reedición de Lila Perrén de Velasco (2004). Por ello, desde
hace ya algunos años, la versión en latín, desconocida completamente para el mundo académico,
ha merecido nuestra atención y nuestro análisis en torno de diversos aspectos: su estatus
genérico, su carácter documental y literario, su entramado retórico, entre otros. En esta
comunicación, nos detendremos en la relación transtextual que el Annus Patiens entabla con
otros textos a partir del fenómeno intertextual de la ―cita‖.
La cita es un hecho del lenguaje, la forma simple de una relación interdiscursiva de repetición.
Compagnon (1979: 55) la define como ―une énonciation singulière: une énonciation de
répetition ou la répétition d´une énonciation.‖ Se trata, en palabras de Genette (1989), de la
presencia más explícita y literal de un texto en otro. En este sentido y dado que nos enfrentamos
a una inserción estática, la cita no genera ninguna tensión entre ambos textos. Sin embargo,
exhibida y convocada por el gesto intertextual, aparece siempre como una fuerza movilizadora,
como una forma de motivar o recuperar la recepción de textos clásicos o canónicos, como un
operador de la tradición que establece un vínculo con la noción de legitimación y autoridad.
Avalado por su formación académica, el jesuita incluye en su relato del viaje del exilio las voces
de algunos autores de la literatura latina, tales como Virgilio, Horacio, Tibulo, Tito Livio y
Séneca. En esta ocasión, solo analizaremos las citas de Virgilio y su función en el texto
peramasiano.
Comisión de lectura 1
JUAN HORACIO DE FREITAS (UC ANDRÉS BELLO). Epicteto y la estoicización del perro.
Estrategias de recepción y neutralización del influjo cínico.
JUAN AGUSTÍN VARGAS CAPARRÓZ (UBA), Devenir discípulo, devenir maestro de sí,
devenir maestro de otros: una posible lectura en las Epístolas cínicas del Ps.-Crates.
Dentro de la tradición literaria del cinismo imperial, el corpus de las Pseudo-Epístolas cínicas
resulta un lugar ineludible en el estudio de esta tradición filosófica. En especial, el conjunto de
estas piezas ha motivado investigaciones de corte filológico en miras, entre otros temas, a
determinar su datación y autorías. Para algunos estudiosos, Ma. O. Goulet-Cazé (2011) o M.
Bellerbeck (1996), el corpus de las epístolas no guarda en sí una expresión distintiva, si se las
compara con otras producciones literarias del cinismo imperial, tales como los así llamados
discursos diogénicos de Dión Crisóstomo o ciertas piezas de Luciano de Samosata. El sentido
general de las Epistolas consistiría, por el contrario, en presentarse como una suerte de
compendio en el cual los principios y lineamientos generales del cinismo antiguo se
presentasen de una manera didáctica y sencilla para aquellos interesados en practicar esta
filosofía.
Particularmente, uno de los puntos de análisis de las epístolas ha sido su falta de unidad
sistemática; se tratarían más bien de situaciones recreadas a partir de una tradición doxográfica
en las cuales ciertos valores éticos del cinismo -como la libertad, la franqueza, el esfuerzo o la
autosuficiencia- son expuestos y recordados con fines exhortativos. Sin embargo, tal como
intentaremos mostrar, si se atiende con cierto cuidado el corpus de las 36 epístolas del Ps.-
Crates, es posible desentrañar una línea de lectura cuyo sentido se podría explicar a partir de las
relaciones de maestro-discípulo que se van tramando entre los destinatarios de las emisivas -
Diógenes, Hiparquia o Metrocles-. Tomando tres epístolas particulares (Ps.-Crates Ep. 1, 8, y
20), y analizándolas en relación con las demás del conjunto, llevaremos adelante un comentario
que se pretende aclaratoria en torno a las condiciones, exigencias y determinaciones que supone
la relación maestro-discípulo en el cinismo.
De este modo, avanzaremos en primer lugar abordando la Epístola 8 del Ps.-Crates,
dirigida a Diógenes el Cínico. En esta emisiva, la relación entre maestro y discípulo se
instancia en el pedido de ayuda por parte de Crates a fin de sortear ciertas inquietudes éticas que
padecería, tras su conversión al cinismo y su ruptura con la esfera social. Junto a esta solicitud
de guía, la propuesta de una vida en común y en convivencia con su maestro se presente como
un primer lazo de unidad entre ambos. Un segundo motivo se halla en la Epístola 1, dirigida a
Hiparquia, compañera de Crates. Esta epístola llama la atención por la presentación de un
escenario dramático y afectivo en el cual se retoma el lugar de la inminente muerte del maestro -
en este caso, la de Diógenes-, quien sería capaz de ofrecer una última lección a sus discípulos
frente al momento de su deceso. El valor de esta epístola radica en mostrar cómo la tradición
literaria cínica se enmarcaría y sería solidaria con otras tradiciones filosóficas del mundo
clásico. Finalmente, consideraremos un último motivo en la Epistola 20, dirigida a Metrocles,
discípulo de Crates. En esta emisiva, se descubre un nuevo cariz del perfil de Crates, ahora
como maestro, guía y mentor. Tal como se lee en esta pieza, Crates anima a Metrocles a
resolverse a vivir en el modo de vida cínico, y aconsejándolo con su propio ejemplo y
ofreciéndole ciertas herramientas discursivas para granjearse nuevo amigos y discípulos. Así,
tras relevar las condiciones y los elementos que concurren en la edificación de la relación
maestro-discípulo, concluiremos focalizando sobre una idea que subyacería y evolucionaría
dentro del grupo de epístolas consideradas: Crates o el filósofo cínico, tras la muerte de su
mentor (Diógenes-Crates), habría de aprender a ser maestro de sí mismo (Crates-Crates), pues
solo así puede llegar a ser maestro de otros (Crates-Metrocles-Hiparquía-).
Comisión de lectura 2
DIEGO MOLGARAY (UBA). Spiritus intus alit: consideraciones en torno a las implicaciones
ontológicas virgilianas en Giordano Bruno.
La obra de Giordano Bruno (1548-1600) contiene numerosas referencias a Virgilio (70 a.C. –
19 d.C.). Así, podríamos encontrarlo referido en el contexto de interlocutores que expresan el
pedantismo humanista al que el Nolano se enfrentaba, o aquellas en las que habría presagiado la
conquista de América, y, también, significativas referencias a elementos centrales de la propia
concepción bruniana.En función de comprender mejor esta relación entre Virgilio y Bruno,
pretendemos en el presente trabajo dar cuenta de una cita que surge incesantemente en la obra
del Nolano, esto es, Eneida VI 724-727. Ahora bien, dado que consideramos sería infructuoso
forzar una relación en torno a un pasaje, aun cuando éste haya sido citado múltiples veces,
intentamos dar cuenta de una relación que puede darse en torno a lo que podríamos, con algunos
matices, caracterizar como una filosofía de Virgilio, que podríamos presentar en torno a algunos
pasajes de sus escritos.
En estos pasajes, lo que primero observamos es que encontramos una significativa influencia
del estoicismo y del orfismo. Así, en la tercera Bucólica leemos la expresión Iouvis omnia
plena, que nos indica una expresión panteísta, que remite a Arato, Fenómenos 1-2.A su vez, en
Geórgicas IV 219-222: His quídam signis atque haec exempla secuti / esse apibus partem
divinae mentis et haustus / aetherios dixere; deum namque ire per omnes / terrasque tractusque
maris caelumque profundum. En este pasaje, además de encontrar nuevamente la afirmación
panteísta de que Dios atraviesa todo (las tierras, el mar y el cielo), vemos la caracterización de
las abejas como parte de la mente divina, es decir, la vida de la naturaleza es parte de Dios, o al
menos, de la mente de Dios. En el caso de la obra presente, existe una manifiesta importancia de
la figura de Orfeo, reflejada en la narración de su historia al final del cuarto libro; en virtud de
esto, intentaremos dar cuenta un poco de la posible influencia del orfismo. Y el tercer pasaje que
querríamos destacar es el célebre pasaje de Eneida VI 724-727, la narración poético-filosófica
que hace Anquises a su hijo Eneas en el contexto del descenso (katábasis) de este último a los
Infiernos, y nos encontramos la siguiente descripción: Principio caelum ac terras camposque
liquentis / lucentemque globum Lunae Titaniaque astra / spiritus intus alit, totamque infusa per
artus / mens agitat molem et magno se corpore miscet. De estas expresiones, cuya potencia
reverberará en concepciones filosóficas muy diversas, intentaremos centrarnos en la
caracterización del spiritus y mens en tanto cumplen funciones dinámicas desde dentro (y una
pregunta clave a intentar responder sería ¿dentro de la materia, de Dios, del mundo?)
En cuanto a la recepción de este pasaje, tomamos tres casos que consideramos más
significativos. Minucio Félix (s. II–260), en su obra apologética cristiana Octavius (197)
presenta el pasaje de Virgilio en Eneida como un proto monoteísmo. En el caso de Macrobio
(370-430), en Commentariorum in Somnium Scipionis liber primus et secundus, encontramos
esta concepción enmarcada en un neoplatonismo pagano. Ambas visiones se concilian en la
concepción neoplatónico-cristiana de Marsilio Ficino (1433-1499), por ejemplo en De vita
(1489).
Por su parte, Giordano Bruno hace referencia a este pasaje en diversas ocasiones. Destacamos
su uso en De la causa, principio e uno (1584) y Lampas triginta statuarum (1587), dentro del
marco de su concepción metafísica y cosmológica. A su vez, realiza un despliegue de este
concepto en el ámbito esotérico, en su obra De magia (1590), y allí encontramos el
desplazamiento de la noción de anima mundi a la de spiritus mundi, en concordancia con la
postura de Ficino en De vita.
Las Diuinae institutiones fueron escritas con seguridad después del año 305 y son un
monumental tratado conformado por siete libros en los que Lactancio se ocupa de exponer la
doctrina cristiana, a través de tres ejes que estructuran la obra, que son las religiones, la filosofía
y el modo de vida. Dado el fin apologético que persigue, el planteo principal consiste en la
defensa de la religión cristiana y, sobre todo, en la refutación de los hechos y argumentos que se
oponen a esta doctrina. Por eso, con frecuencia nuestro autor incluye también ataques hacia
quienes son considerados enemigos del cristianismo, fundamentalmente los filósofos o
escritores que representan a la religión pagana. Los argumentos que se exhiben no se destacan
por su originalidad, ya que son similares a los que aparecen en otras obras de apologetas de su
tiempo, como Tertuliano o Minucio Félix. Pero la exposición de Lactancio asume un modo
particular. No se trata de un comentario bíblico, ni de una estricta defensa formal del contenido
de la doctrina. Por un lado, aunque esta obra no constituye una enciclopedia en el sentido
genérico del término, es posible distinguir una dimensión enciclopédica en el discurso,
entendido como fenómeno más amplio, como voluntad de exhaustividad o de totalización (Le
Blay, 2018), y como un tipo de discurso que selecciona y organiza conocimientos (Clark, 1992).
Junto con los argumentos racionales y enseñanzas morales, el didactismo se manifiesta en las
Diuinae institutiones mediante diversos elementos, como las citas de autoridad, las repeticiones
y las recapitulaciones. Por otro lado, si bien Lactancio sigue una estructura general, a menudo
parece estar improvisando o acumulando ideas en el texto al mismo tiempo que se presentan en
su mente. Con bastante frecuencia utiliza excursus, en ocasiones de gran extensión, para
desviarse del tema que está tratando y explicar otras cuestiones. Luego vuelve al tema principal
de manera abrupta pero expresamente consciente. En este entramado de apología y tratado
teórico, los elementos didácticos y los pasajes que contienen consideraciones sobre su propia
actividad nos conducen a pensar en la figura del maestro. Incluso algunas reflexiones
metaliterarias funcionan como claves de lectura y ofrecen un campo apropiado para observar los
mecanismos de construcción de la auctoritas del hablante.
Me propongo entonces explorar la figura de Lactancio como maestro desde el análisis
discursivo con un enfoque funcionalista. Interpretando el lenguaje como recurso, entiendo el
texto, en palabras de Halliday (2001), como un proceso continuo de elección semántica, de
manera que se puede encontrar en él el reflejo de la relación sistemática entre la estructura
semántica y el entorno social. Desde esta perspectiva, es posible tomar el texto como punto de
partida para obtener una visión más amplia sobre el contexto y los participantes del hecho
didáctico. Esto brindará mayor claridad, y profundidad al mismo tiempo, al objetivo último de
este trabajo, que es desentrañar los modos de construcción de la auctoritas en el discurso
lactanciano de las Diuinae institutiones.
PAULA PICO ESTRADA (UNSAM, USAL, UCA), Maestros de San Agustín de Hipona.
En un artículo publicado en 1980, James O‘Donnell clasificó en cuatro categorías las lecturas
hechas por san Agustín. Estas categorías son los clásicos latinos, las obras no cristianas
traducidas del griego (sobre todo obras de filosofía platónica), la literatura patrística
(principalmente en latín, pero que también incluye traducciones de los Padres griegos en la
traducción) y la Biblia. Es sabido que de estas cuatro categorías la que más atención ha recibido
es la de las obras platónicas traducidas del griego pero incluso así resulta notable el hecho de
que la que ha pasado más inadvertido haya sido la de literatura patrística. Cuando O‘Donnell
lista los autores que han investigado las lecturas de Agustín, nombra cuatro estudiosos de su
deuda con los clásicos latinos, cuatro (abierto a más) estudiosos de su recepción del
neoplatonismo, tres de su uso de las Escrituras y solo uno, Altaner, de su recurso a la patrística.
La proporción de la atención dedicada a estas cuatro categorías no se modificó demasiado en las
últimas décadas, con la excepción quizás de la recepción del pensamiento de Orígenes, objeto
de, entre otros, un artículo de Ricardo M. García (1997), otro de Brian E. Daley (2005) y una
monografía de György Heidl (2003).
San Agustín, que fue el gran maestro de la Edad Media, fue a su vez discípulo de los Padres
cristianos, griegos y latinos, que lo precedieron. Como se observó en el párrafo anterior, esta
condición suya fue oscurecida por las disputas en torno a su deuda con el neoplatonismo pero
recibió la dedicada atención de otro maestro del cual todos podemos hacernos discípulos. Se
trata del ya nombrado Berthold Altaner, nacido en septiembre de 1885 en St. Annaberg O.S.,
Polonia. Titular de la cátedra de Historia y Patrología de la Iglesia Antigua de Breslavia en
1929, fue expulsado de su cargo en 1933 por el nazismo y lo recuperó recién a fines de 1946. A
este período de ostracismo pertenece la gran mayoría de sus escritos, reunidos en un volumen de
homenaje publicado en 1967, tres años después de su muerte. El título del volumen es Kleine
patristische Schriften y la mitad de sus 600 páginas está dedicada a investigar la relación entre
el pensamiento de Agustín y el de diversos pensadores cristianos que lo precedieron.
El objetivo de la comunicación que presentamos en estas jornadas es hacer un homenaje al
maestro Althaner, presentando un informe de sus investigaciones sobre la recepción de la
Patrística greco-latina en el pensamiento de san Agustín.
Comisión de lectura 1
DIANA FRENKEL (UCA, UBA), La paideia a través de la literatura griega: del triunfo
individual al bienestar social.
Este trabajo propone una reflexión acerca de la formación integral del ser humano en la
civilización griega, en la que la literatura ocupó un lugar de privilegio. El éxito de una buena
educación se traduce en logros, reconocimiento personal y también social. Los concursos
trágicos, cuyos espectadores no tenían ningún impedimento económico que les impidiera asistir
gracias al theorikón (dinero público destinado al pago de entradas al teatro), son una prueba de
la presencia del género dramático en la representación de personajes cuyos hechos los habían
precipitado a la desgracia en el género trágico, pero también al éxito en la comedia. El famoso
pasaje de Aristófanes Ranas 1053-6 ubica en un nivel de igualdad al maestro de niños con el
poeta para los adultos. También la poesía lírica es un medio de enseñanza para Teognis quien
aconseja a su joven amado Cirno cómo adecuar su conducta a fin de lograr éxito en su vida.
Solón, hombre político, angustiado por los peligros que podrían cernirse sobre Atenas, exhorta a
sus conciudadanos a vivir según criterios basados en la justicia. Jenofonte recrea una imagen de
Ciro como el soberano ideal que ha logrado forjar un vasto imperio, ello gracias a sus
cualidades personales, linaje y educación. El labriego Iscómaco, protagonista del relato en boca
de Sócrates en el Económico, también de Jenofonte, debe gran parte su prosperidad a las
enseñanzas que ha transmitido a su joven esposa. En último término el Mimo III El maestro de
escuela de Herodas ofrece una pintura real de la educación en la antigüedad en la que los golpes
formaban parte de ella.
ELSA DEL VALLE DANNA (UNSE). Los clásicos en el tiempo: Electra vive en casa.
―A los clásicos nadie los deja tranquilos. Son continuo objeto de admiración y respeto
incondicional….‖ (1) Son palabras de la Dra. Alba Romano que ponen de manifiesto la
constante presencia de los maestros clásicos en los distintos campos de la cultura.
En la presente ponencia intentaremos desde la óptica de la literatura comparada demostrar la
dinámica que se produce entre los textos, que son espacios en los cuales circulan multiplicidad
de voces, y también multiplicidad de discursos sociales. Pierre Brunel sostiene‖ que un texto no
siempre es puro. Acarrea elementos extranjeros‖. (2)
Desde esa mirada pondremos en diálogo dos textos, la Electra del maestro Sófocles y el cuento
del autor de Santiago del Estero, el discípulo.
En la tragedia sofóclea se consuma por designio del oráculo el asesinato de Clitemnestra y
Egisto, quienes planearon el crimen de Agamenón. La casa paterna tenía que purificarse pues la
sangre derramada por la muerte del héroe micénico debía ser vengada. Y así Sófocles toma al
personaje de Electra, lo pone en el centro de la escena y le otorga el protagonismo que hasta ese
momento sólo se reservaba a los hombres. Transforma a Electra en la autora intelectual de esa
venganza, por el odio que quema su alma y enciende la furia y la ira en su corazón.
El escritor santiagueño Carlos Manuel Fernández Loza tiene un cuento titulado ―Electra vive
en casa‖ en su libro Para el Fuego. Desde el titulo mismo ya nos remite al teatro de Sófocles, al
maestro de la tragedia griega. Pero agrega ―vive en casa‖, es decir que ese personaje del mito se
contextualiza en un aquí, en un ahora de la contemporaneidad.
Fernández Loza le otorga nuevos significados al mito, en esta reescritura, en la cual desacraliza
a la Electra clásica y la transforma en una joven común que atraviesa una tragedia similar.
Se produce una inversión de la historia, ya que el padre no es asesinado como Agamenón, sino
que se suicida. En las palabras de Brunel ― el elemento extranjero no se introduce en el texto sin
modificaciones, a veces incluso alteraciones, que pueden llegar a ser considerables‖.(3)
A la temática del cuento, Fernández Loza la toma de un hecho real ocurrido en la provincia de
Sgo del Estero. La ficcionalización tiene una factura original ya que traslada una acción sencilla
y común al campo de lo mítico.
Siguiendo a Brunel, esto se encuadra dentro de la ley de flexibilidad, la cual permite la soltura
de ese elemento que proviene de otro texto, de otro lugar y se inserta en un contexto de
producción diferente.
Y paradójicamente aparece también la resistencia ya que ―susceptible de modificaciones,
adaptable, el elemento extranjero es, no obstante, resistente en el texto, detiene la mirada,
plantea una pregunta, mantiene una presencia otra‖.(4)
Esta Electra del cuento es testigo de la rutina de su hogar, de un padre que lucha todos los días
con su trabajo en la oficina, de un matrimonio sin amor, de una vida marcada por los hábitos y
las costumbres diarias. Una vida triste con conflictos familiares que se tiñe de tragicidad al final
cuando el padre se suicida:
―Y acometió la acción final de colgar el honor, como un muñeco sacrificado por el azul del
cielo‖ (5).
Comisión de lectura 1
MARCOS CARMIGNANI (UN CÓRDOBA, CONICET). Encolpio, „mujer abandonada‟ en
Petronio (Sat. 81).
En el cap. 81 del Satyricon petroniano, se da una escena muy particular: Encolpio se retira a un
lugar apartado, mientras se lamenta por la decisión del voluble Gitón, que eligió como amante a
Ascilto. En ese momento, Encolpio se describe a sí mismo como el Aquiles despojado de
Briseida, que camina junto al mar llorando en Ilíada 1. Sin embargo, cuando Encolpio llega a
ese locus secretus, se golpea con impotencia ante su situación y resuelve salir a vengarse, no sin
antes despacharse con un extenso monólogo donde hace breves menciones a acontecimientos
que marcaron su vida, se indigna frente a la traición que sufrió y ataca los vicios de Ascilto y
Gitón. En ese monólogo, aparece con claridad todo un campo semántico que tiene una larga
historia dentro de la tradición literaria grecolatina: el topos del ―lamento de la mujer
abandonada‖. Este motivo recorre buena parte de la literatura antigua, desde Homero hasta la
Antigüedad tardía –pasando por Eurípides, el helenismo, Catulo, los poetas elegíacos y Virgilio,
entre otros. El propósito de esta ponencia es analizar las alusiones a Catulo y Virgilio presentes
en este monólogo de Encolpio vinculadas con el topos de la mujer abandonada, con el objetivo
de determinar su función dentro del entramado petroniano.
A pesar de la vastedad de la obra de Marcial y de los diversos avatares que sufrió su transmisión
textual (ediciones piratas, varias redacciones autógrafas de ciertos libros, etcétera), lo cierto es
que su tradición es alta e inusualmente satisfactoria (Reynolds, 1983:239; Bowie, 1988:6); pero
eso no significa que la misma esté exenta de dificultades. Una de las más llamativas es la del
epigrama 5 del libro XII: si se confronta su texto en la edición de Shackleton Bailey (1990), que
es la última edición académica canónica de la opera omnia del autor, veremos que el poema
surge en realidad de la conjunción de dos textos diferentes: un dístico que los manuscritos traen
como segundo epigrama del libro, y la primera mitad de lo que los códices traen como sexto
epigrama. Tal conjunción se debe a una propuesta realizada por el filólogo Otto Immisch en
1911, y que fuera aceptada por Heraeus en su edición teubneriana de 1925; pero contradice el
testimonio unánime de los códices.
El objeto del presente trabajo es revisar los argumentos de Otto Immisch (1911) y someterlos a
examen crítico para determinar los puntos a favor y los puntos en contra de su conjetura.
Nuestra hipótesis inicial es que la propuesta de Immisch, además de contradecir la evidencia
textual, es opuesta a los rasgos estilíticos más básicos y estilísticos de Marcial; por tal motivo,
intentaremos comprobar si las dificultades ecdóticas del poema son, efectivamente, tales, y si
puede mantenerse el texto que transmiten los manuscritos.
NÉRIDA PALERMO (UBA), Los servi de Terencio, ¿maestros del aparte? El caso de Davo
en Andria.
Comisión de lectura 1
FRANCISCO VILLAR, (UBA, CONICET), Isócrates contra los maestros disputadores en
Encomio de Helena.
El discurso Contra los sofistas de Isócrates constituye un mojón ineludible para acceder a las
discusiones en torno a la educación en la tradición griega. Allí abandona la profesión de
logógrafo y se presenta como maestro de philosophía ante la Atenas de inicios del siglo IV a. C.
(390 a. C.). Los lineamientos de la propuesta de su escuela son elaborados en antítesis a los
programas de otros profesionales de la época. Entre estos ocupan un lugar destacado ―los que
pasan el tiempo en disputas (hoi perì tàs éridas diatríbontes)‖ (Sofistas 1-8), grupo en el cual
los expertos identifican casi unánimemente al círculo socrático. El perfil de estos disputadores
verbales que construye Isócrates los muestra como unos maestros a sueldo con dos rasgos
destacados: (a) uno metodológico que hace una interpretación erístico-contenciosa de la
refutación socrática; (b) otro doctrinal consistente en la proposición de fundar nociones como
felicidad y virtud en propuestas epistemológicas robustas, para Isócrates irrealizables, con eje en
el conocimiento (epistéme). El programa de Isócrates, en contraste, busca tutelar la formación
de una opinión (dóxa) razonable y el empleo útil, oportuno y efectivo de la palabra en el marco
de deliberaciones comunitarias.
Años más tarde Isócrates volvería a arremeter contra los socráticos en su Encomio de
Helena (387-385 a. C.), con un proemio (Helena 1-14) que ataca a los consagrados a ―la
filosofía en torno a las disputas (he perì tàs éridas philosophía)‖ (Helena 6). El propósito de mi
comunicación es analizar cómo Isócrates construye a sus rivales en este segundo discurso y los
erige como antagonistas de su paideía. Procuro, asimismo, integrar el proemio y el encomio de
Helena propiamente dicho (Helena 14-69), los cuales Aristóteles ya en Retórica III.14.1414b
juzga sin unidad temática alguna. La justificación del recorte textual es doble. Por un lado, el
frente polémico de Contra los sofistas es más amplio, incluyendo también a ―los que imparten
discursos políticos‖ (Sofistas 9-13), posiblemente otros maestros de elocuencia o logógrafos de
la época. Por otro lado, el trabajo sobre el Encomio de Helena tiene la ventaja de que nos
hallamos frente a un discurso completo. El Contra los sofistas se interrumpe (Sofistas 22) luego
de decir que detallará lo que antes fue esbozado al criticar a otros (Sofistas 14-18).
La comunicación tiene dos partes. En la primera examino las críticas a los dedicados a
las disputas destacando tres ejes de oposición con la propuesta isocrática. En primer lugar, el
gusto por la paradoja, la extrañeza y la pedantería de sus rivales es enfrentado a su atención al
sentir común y reputado de los ciudadanos, rasgo que se condice con el respeto hacia las
tradiciones democráticas del auditorio ateniense hacia el cual se dirige el discurso. En segundo
lugar, el conocimiento exacto y enseñable en pos de la virtud y la felicidad que los disputadores
prometerían oficia de contrapunto a la apuesta por la opinión razonable sobre materias de interés
común, punto que revela la mesura de la paideía de Isócrates. Finalmente, la inutilidad y el
perjuicio que promoverían estos maestros con sus riñas verbales sirve para enfatizar la utilidad y
el beneficio de la enseñanza de su escuela. El objetivo de la sección es analizar en sus
pormenores las dos fórmulas que para Isócrates resumen ambos programas: ―saber con exactitud
cosas inútiles (perì tôn akhréston akribôs epístasthai)‖; ―opinar de modo razonable sobre cosas
útiles (perì tôn khesímon epieikôs doxázein)‖ (Helena 6).
La segunda parte ahonda en el elemento de disputa o discordia (éris) que Isócrates le
adjudica a sus rivales, integrando esa acusación con el tema del epílogo del encomio (Helena
67-69), la concordia (homónoia) entre los griegos y la guerra con los bárbaros que la belleza de
Helena provocó, anticipación de la apuesta por la reconciliación de Atenas y Esparta como
solución a los problemas de su tiempo que defenderá por primera vez en Panegírico (380 a. C.),
y que ya en el inicio de su actividad como educador Isócrates ostenta como ejemplo del tipo de
discurso reputado, razonable y útil que él es capaz de promover. Un elemento remarcable del
ataque a los socráticos en Contra los sofistas está en la indicación de que ―están más de acuerdo
(mâllon homonoûntas) y más éxito tienen los que se sirven de sus opiniones que los que
proclaman tener conocimiento‖ (Sofistas 8). Si bien en Encomio de Helena no hay, como aquí,
una contraposición tan directa entre epistéme-éris y dóxa-homónoia, considero que el
tratamiento de la concordia en el final del discurso no irrumpe de manera aislada: desde el inicio
Isócrates enfrenta su filosofía a la de unos maestros en abierto enfrentamiento verbal por ver
quién elabora las paradojas más abstrusas y sutiles, alejadas, a su parecer, de los verdaderos
problemas de la vida en común.
En el s. III d. C. Filóstrato acuñó el término de Segunda Sofística para distinguir el uso que los
griegos hicieron de la retórica en el s. V a. C. de su empleo con posterioridad a ese momento.
Sin embargo, Filóstrato no explica qué entiende por sofista, sino que su clasificación revela una
voluntad de definir a los sofistas del Imperio por oposición a los sofistas de la Atenas clásica; y
ese contraste es el que ha llevado, en general, a situar a los antiguos sofistas en relación con la
filosofía y, en cambio, a vincular a los sofistas del Imperio con la retórica y la literatura.
En el mundo griego de época clásica la aparición de los sofistas coincide con la plena
consolidación de la polis como forma de organización humana, en particular con el
afianzamiento de la estructura democrática de que se dotó la ciudad-estado por excelencia,
Atenas. A diferencia de los filósofos que planteaban innumerables cuestiones y obtenían
progresos mínimos en su investigación porque decían no conocer aún, los sofistas a los que
Filóstrato llama antiguos, iniciaban sus discursos con expresiones como ―Yo sé‖, ―Conozco‖; y
tales fórmulas preliminares –según Filóstrato– denotaban en los discursos calidad, inteligencia y
dominio de su verdad. Porque para los sofistas –tan demonizados por la historia de la filosofía,
pero fundadores del pensamiento retórico mismo– no existe una única ni unívoca verdad, al no
entender la virtud (ἀπεηή) como bondad, desde una perspectiva ética, sino como el
conocimiento y la habilidad necesarios para tener éxito desde una perspectiva práctica. Por ello,
su énfasis en la retórica se apoyaba en convencer de alguna de las cosas verosímiles que se
pueden expresar con el lenguaje por mor de la magia de la palabra.
Así pues, a pesar de la clasificación de Filóstrato, el manejo de la retórica no fue privativo de los
sofistas de la segunda generación. En griego, el término retórica, como forma adjetiva, suele
acompañar al substantivo ηέσνη, e indica la cualidad de un arte, de una técnica; y si ηέσνη
denota una habilidad para ejecutar y conseguir algo, la revolución sofística, en el s. V a. C.,
significó que esa habilidad, en la pragmática del discurso, podía ser aprendida y, por lo tanto,
podía enseñarse. De este modo, el uso de la palabra se democratiza al ser accesible al conjunto
de los ciudadanos. De ahí también la relación mercantil que nace en torno al aprendizaje y uso
de la palabra: por una parte, el maestro, el sofista, cobra por sus enseñanzas y, por otra, el
ciudadano puede saberse autosuficiente ante sus conciudadanos al dominar las armas de la
argumentación para hacerlas fértiles en la discusión sobre cualquier tema. De este modo, el
conjunto de procedimientos y de recursos de que se sirve el arte de la palabra, si pueden
enseñarse, puede integrarse en la formación del ciudadano.
La retórica en el siglo de oro de Atenas es indisociable de la tribuna política, pero, cuando las
circunstancias políticas la enmudecen, el aprendizaje de la retórica no cesa; por el contrario, se
refugia en la escuela del rétor, y adquiere una nueva dimensión. La escuela del rétor se convierte
en el lugar donde se aprende retórica no solo como herramienta imprescindible para lograr una
eficiente intervención en la vida pública y social, sino para convertirse, de forma paulatina y en
paralelo a la pérdida de libertad política, en un bien en sí misma, en el valor supremo y elemento
clave, nuclear, de la paideía. No obstante, a pesar de que el carácter político de la retórica griega
cautivó también a Roma, en el marco de la tradición y de la literatura griega, una vez perdida la
identidad política de la polis tal como fue conocida en el período clásico, el orador en sus
discursos –como explica Filóstrato al definir la Segunda Sofística– pasó a personificar tipos y
tratar cuestiones distintas a las de los primeros sofistas.
Los nuevos caminos de la práctica retórica en la Segunda Sofística quedan también
determinados cuando Filóstrato advierte que los sofistas antiguos desarrollaban los temas
conforme a su criterio (καηὰ ηὸ δόξαν), mientras que los sofistas de la segunda época lo hacían
según reglas (καηὰ ηέσνην). A partir de entonces, el poder de la retórica iba a radicar en el
dominio de unos códigos, aprendidos y ejercitados en la escuela del rétor.
El objetivo de esta ponencia es analizar, por una parte, cómo Filóstrato describe la relación
maestro-discípulo entre los representantes de la Segunda Sofistica mencionados en Vida de
Sofistas, dado que es un elemento esencial en su caracterización como símbolo de prestigio e
influencia y. sin duda, cohesiona el conjunto de los sofistas como grupo representante de una
élite cultural–; y, en segundo lugar, intentar sistematizar cuál es el contenido de esas enseñanzas
y en qué aspecto de la actividad de un sofista incide.
La palabra kairós la usó inicialmente Homero en Ilíada asociada a espacio: en la batalla, ella
señala el lugar preciso y mortal de la herida (Il 4,185; 8,84). Es interesante destacar que esto
sucede en la forma del adjetivo (kaírion) y que, más adelante, irá apareciendo la forma
sustantivada. Sin embargo, su significado irá derivando desde esta localización espacial.
Progresivamente, lo ―preciso‖ se opondrá a lo ―demasiado‖, y la significación se irá volviendo
ya no espacial sino temporal. De hecho, en Trabajos y días, Hesíodo describe cómo las labores
cotidianas deben realizarse en el momento oportuno según lo rige la naturaleza y es este consejo
fundamental el que transmite a su hermano Perses: el de la adecuación, lo acertado y lo
pertinente, siendo que allí se encuentra la clave del buen resultado, de la prosperidad y de la
recompensa al esfuerzo. Vemos esto cuando clasifica las diferentes tareas a cumplimentar en
cada estación del año (por ejemplo: tareas de verano u otoño), concluyendo con una frase donde
el kairós tiene un valor temporal amplio: “la oportunidad es óptima en todo” (Trabajos y días,
694).
El uso de la palabra dentro del ámbito retórico con una finalidad persuasiva tiene ligazón
intrínseca con el tema de la oratoria, en particular con el discurso improvisado oral, los recursos
o figuras retóricas de los que se puede y debe hacer uso, la intención persuasiva del mismo y su
oportuna adecuación.
Será en Grecia donde las palabras y su utilización emergerán como fundamento de la oratoria y
donde se atenderá a la necesidad de actuar con ellas en los momentos decisivos y propicios. Eso,
enmarcado y favorecido por el desarrollo de la democracia en una cultura con resabios de
oralidad.
Los maestros de retórica Alcidamante (en ―Sobre los que componen discursos escritos‖ o
―Sobre los sofistas‖) e Isócrates (en ―Contra los sofistas‖), entienden el kairós como el
elemento protagonista de los discursos, aunque se refieren de manera diferente a los diversos
tipos de discursos, orales o escritos. Este enfrentamiento de Escuelas puede pensarse como uno
en relación a la diferencia de lo oportuno precisamente en tales ámbitos. El kairós irá
enhebrando lo espacial y lo temporal en cuanto a lo adecuado ya que habrá diferentes espacios
físicos para la oratoria (la asamblea, el tribunal y el espectáculo) y determinado tiempo de
exposición/argumentación.
Reconociendo en Homero y sus poemas épicos instrumentos de enseñanza de valores y
modelos, ya en Ilíada, decíamos, asistimos a un ejemplo de oratoria con discursos improvisados
orales con una clara intención persuasiva.
Por ejemplo, en el Canto IX de Ilíada, o de las llamadas Embajadas a Aquiles, puede apreciarse,
desde la intención clarísima de influir sobre el colérico héroe y lograr que retorne al campo de
batalla donde los griegos están perdiendo gravemente, la construcción de tres discursos orales:
el de Odiseo (vv 225-306), el de Fénix (vv 434-605), y el de Ayante Telamoníada (vv 624-642).
Son todos ellos diferentes, con énfasis disímiles y apelaciones al oyente desde diferentes puntos
para provocar en él un deseado cambio de estado. En este Canto se busca revertir la suerte que
los griegos están sufriendo en la Guerra de Troya para lo que estiman necesario que Aquiles
regrese a la batalla,
Y así como Aquiles se había retirado a su nave a partir de la disputa en la que Agamenón lo
injuria de hecho (tomando la esclava de Aquiles al verse despojado de la propia) y de palabra
(humillándolo), según se narra en el Canto I, ahora las palabras son las herramientas elegidas
para esta acción de sentido opuesto: que salga de sus naves y luche. Pero, nuevamente, para que
la acción sea exitosa, debe ser oportuna, adecuada, sin excesos y propicia, tanto en su extensión
como en sus tiempos verbales, sus alusiones y todo lo que ellas contienen. Por otra parte, estos
tres personajes tienen diferente filiación con el héroe y esto también hace a lo adecuado o no del
discurso de cada uno.
Presentaremos el concepto de kairós y diferentes tipos de discursos en Homero y compararemos
estos con las enseñanzas de Alcidamante, en la búsqueda de puntos de vista comunes para
iluminar formulaciones de Alcidamante que posiblemente ya se encontraran presentes en Ilíada.
Comisión de lectura 2
MARTÍN POZZI (UBA), Viajeros y lectores en la enseñanza del espacio: Avieno y su
Descriptio orbis terrae.
Si bien Avieno figura en la historia de la literatura latina más como un traductor tardío de la
obra de Arato, sin lograr opacar la obra de sus predecesores Cicerón y Germánico, no debemos
pasar por alto que es autor también de otras traducciones de obras científicas griegas de
contenido geográfico. En ellas, sin demasiado rigor técnico, sigue a los autores originales pero
amplificando los contenidos e incorporando no pocas referencias a obras y autores canónicos de
la tradición literaria latina. En esta oportunidad, y dentro del marco de una investigación mayor
sobre la utilización del espacio en la literatura latina, nos abocaremos al análisis de la Descriptio
orbis terrae, traducción de una Periegesis de Dioniso de Alejandría, desde dos enfoques
complementarios que den cuenta tanto del carácter didáctico del texto cuanto de la formulación
espacial puesta en juego. En primer lugar analizaremos una serie de procedimientos literarios
que permiten al autor una hibridación genérica que aúna la descripción geográfica propia del
género periegético con la fuerte impronta del género didáctico. El principal objetivo, creemos,
de este procedimiento es insertarse en una tradición de fuerte raigambre en la literatura latina
con antecedentes importantes como Lucrecio, Virgilio y Manilio. Pero también esta formulación
híbrida de didáctica y espacialidad permite una configuración especial del lugar del
receptor/alumno, que pone un énfasis notable en el carácter magistral (aunque ficticio) del
poema. Veremos por último que, dentro de este esquema didáctico puesto en juego, y siguiendo
la distinción de de Certeau, esta presencia constante del individuo dentro del periplo periegético
permite configurar los lugares descriptos como espacios historizables, conflictivos y subjetivos.
Y esta nueva operación, sumada a la sutil transformación de la formación discursiva original,
desarrolla una enseñanza con mayor densidad ideológica que una lista de lugares: una serie de
individuos presentes, ausentes, en pugna, buenos, malos, gente adueñándose de un espacio.
Los apophthegmata patrum son sentencias o breves historias dichas y/o protagonizadas por San
Antonio abad y otros eremitas del desierto (siglos III-V) para la edificación de sus hermanos
neófitos en la ascesis. Tal género didáctico-espiritual se preservó en dos clases de colecciones,
la alfabético-anónima —que presenta primero, en orden alfabético griego, los apotegmas
atribuidos a un anacoreta específico (Alpha: Antonio, Arsenio, etc.; Beta: Basilio el Grande,
Besarión, etc.) y reúne al final todos aquellos cuyo autor era desconocido— y la sistemática —
que distribuye esos mismos apotegmas en capítulos temáticos, aunque preservando en su
interior la ordenación alfabético-anónima de la otra compilación, más antigua—. Entre los folios
213r y 237v del Ms. Salamanca, Biblioteca Universitaria, 1877 (1469–1470) puede leerse el
Libro que fabla de la mesquindat de la condición humanal, romanceamiento castellano de tales
apophthegmata según la recensión latina de Pelagio y Juan (colección sistemática). La presente
comunicación propondrá un análisis de las principales estrategias traductivas empleadas en esta
versión peninsular a fin de adaptar a la Castilla medieval algunos conceptos clave de la
espiritualidad de los padres del desierto —quietas (hesychía); compunctio (katányxis);
continentia (egkráteia); fornicatio (pornéia); etc.—.
ELISA FERRER (UN CÓRDOBA), Teología y narración en las homilías sobre la Dormición
de Germán de Constantinopla.
Después del Concilio de Calcedonia, celebrado en el 451, y tras la controversia entre Nestorio y
Cirilo sobre la conveniencia del nombre de ―Madre de Dios‖ aplicado a la Virgen, la veneración
de María como Theotokos se consolidó en el ámbito artístico, en el arquitectónico y sobre todo
en el litúrgico. El interés de los predicadores se focalizó en María no sólo como aquella que dio
a luz a Dios, sino como objeto de veneración por derecho propio; y en el marco de dicha
veneración creció el interés en particular por el final de su vida, rodeado de circunstancias
maravillosas.
Hacia los siglos VII-VIII, la fiesta de la Dormición de la Virgen, que celebraba tanto el misterio
de su muerte como el de su resurrección, ya se encontraba absolutamente consolidada. Entre los
escritos que en esa época existen sobre la historia y la celebración litúrgica de la Dormición de
María, se cuentan tres homilías escritas por Germán, Patriarca de Constantinopla. Cabe destacar
que si bien la edición de Migne las presenta como tres escritos diferentes, muchos autores
consideran que originalmente el autor escribió sólo dos textos, y que más tarde, para adecuarse
al esquema de ―trilogías‖ escritas para las vigilias que precedían la celebración de las fiestas, la
primera fue dividida en dos partes, constituidas en textos independientes.
Unidas por un mismo tema y escritas en ocasión de una misma celebración, se advierte sin
embargo una gran diferencia entre la manera en la que están escritas las dos primeras y el estilo
de la tercera: mientras las primeras presentan una combinación de pasajes de especulación
teológica con otros sustancialmente doxológicos, la última es de carácter netamente narrativo. Si
bien las tres podrían clasificarse en el tipo de ―Homilías festivas‖, las dos primeras se imbrican
fuertemente con el tipo teológico, mientras que la tercera muestra más bien características del
tipo exegético-dramático.
Las tres reciben el nombre de ‗homilía‘ (ὁμιλία), y refieren entonces, como señala Cunningham,
a discursos que generalmente un sacerdote pronunció en un contexto litúrgico en una iglesia.
Pero como bien señala la misma autora, la homilética bizantina incluye una variedad de formas
literarias y sirve para variados propósitos. Parece oportuno profundizar entonces en la relación
que existe entre el objetivo con el que Germán escribió cada una de estas homilías y la
estructura que dio a cada una de ellas, para buscar luego aquello que las unifica.
Este trabajo pretende establecer que en las dos primeras homilías -escritas en un estilo más
elevado y con abundantes recursos retóricos-, el autor profundiza en algunos puntos teológicos
y doctrinales esenciales que iluminan la narración de los hechos que realiza en la última, de un
estilo más sobrio y más sencillo. No se trata por tanto de dos bloques unificados sólo por la
ocasión para la que fueron escritos, sino que se reconoce en el autor la intención de
proporcionar en las dos primeras la clave de cómo entender los acontecimientos que relata en la
tercera.
Comisión de lectura 1
EMILIANO BUIS (UBA, CONICET), La reciprocidad parodiada: plegaria religiosa y
negociación diplomática en Paz de Aristófanes (vv. 433-458).
Entre Tucídides y Polibio existe el estrecho vínculo de haber sido los principales relatores (y
testigos) de conflictos bélicos que transformaron el mundo en que vivían. El primero, en su obra
―Historia de la guerra del Peloponeso‖, nos narró los más significativos hechos que
caracterizaron la contienda entre Esparta y Atenas con pretendido rigor científico. Circunstancia
por la que es considerado el padre de la historiografía científica. El segundo, en su ―Historia
Universal‖, procuró explicar la hegemonía de Roma en el Mediterráneo, en tiempos de la
República. Los dos dijeron ser escrupulosos en el uso de documentos y fuentes, dar testimonio
de la singularidad del hecho narrado y predicar la verdad, en el ámbito de la Historia como
ciencia. Este mismo camino transitaron otros historiadores hasta la actualidad, en forma
particular en el siglo XIX. Al respecto Leopold von Ranke sostuvo que el objetivo de la Historia
era contar ―lo que ocurrió realmente‖ y que ―la historia política reclama prioridad absoluta‖. Del
mismo modo, la guerra, como tema central en la obra de Tucídides y Polibio, no debe ser
subestimada en el cosmos de la política antigua, donde las relaciones internacionales debieron
fundarse en los vínculos entre los pueblos, particularmente en época de guerra.
De los pocos datos biográficos que tenemos de ambos historiadores, como es común en los
autores de la antigüedad, podemos saber de Tucídides (455/54 – 400 a. C.), por sus propias
referencias autobiográficas, sobre su origen tracio, por parte de madre, y que se relacionaba con
la elite política ateniense. Habría vivido hasta el final de la guerra, pero no pudo completar su
relato. En cuanto a Polibio (209-120 a.C.) perteneció a la aristocracia urbana griega, y como
prisionero de los romanos, tras la batalla de Pydna, contó con la protección de los Escipiones.
Admirador de Roma escribió sobre su conquista del mundo mediterráneo.
La analogía entre Tucídides y Polibio nace en forma espontánea. Los dos procuraron una
posición marginal frente a los hechos, contemplados en forma objetiva, desde la distancia
otorgada por fuentes y documentos. El objetivo principal era llegar a la verdad, que debía hablar
por sí misma.
Pero ninguno de los dos pudo consultar muchas fuentes escritas, estas eran escasas y parciales.
El núcleo de su investigación procedía de la oralidad. Además, en el contexto histórico en el que
vivieron, la historia se remite, en forma central, al ejercicio político y a los conflictos bélicos.
Por ejemplo, atestigua Polibio, en Roma era imprescindible para ocupar un cargo político haber
participado en las campañas militares. Cierto, existe una significativa diferencia entre Grecia y
Roma, sobre todo con relación a la disciplina militar que caracterizó y permitió la hegemonía
romana sobre el Mediterráneo.
Tucídides creía, además, que la repetición de pautas de comportamiento podía ofrecer una
prognosis. Tema recurrente en historiadores de la antigüedad clásica que condujo a la idea de la
Historia como maestra de la vida.
Por otra parte, la elección que cada historiador hizo de su material de estudio fue de su propia
incumbencia. La clave reside en la intuición para su selección y uso. Por ejemplo, los discursos
de Tucídides, insertados en el texto como complemento ideológico, aunque en gran medida
imaginarios, se orientaban a la comprensión completa del hecho narrado.
La fuente, irremplazable y fundamental para el conocimiento tanto de las guerras del
Peloponeso como de las Púnicas, es la obra de cada uno de nuestros autores. Polibio albergó la
tradición de Tucídides, y completó, sobre el estricto relato, los documentos que lo justifican,
con el propósito de destacar la objetividad de la Historia.
La guerra dentro de la historia política permite trazar un entramado en el que emerge, entre
otros aspectos, lo económico, cultural, social y político, que confluyen en los hechos históricos
y en la acción de un diplomacia, marcada por los condicionantes espaciales y temporales.
Tucídides y Polibio, con su forma de ver y analizar el pasado, en verdad, establecieron una idea
de la Historia que prosiguió su camino hasta nuestro presente.
ANALÍA SAPERE (UBA, CONICET), “ὥζπεπ οἱ κιηηοὶ ηοῖρ ἰζσύοςζι ηῶν δένδπων
πεπιπλεκόμενοι ζςνεξανίζηανηαι”. Maestros y discípulos en los tratados políticos de
Plutarco.
En el marco de la colección de los Moralia Plutarco dedica una serie de tratados a la temática
política, que pueden ser leídos e interpretados de manera conjunta: Maxime cum principibus
philosopho esse disserendum, Ad principem ineruditum, An seni respublica gerenda sit y
Praecepta gerendae reipublicae. En todos ellos el autor reflexiona y aconseja acerca de la mejor
forma de hacer política, centrándose, en cada uno, en un aspecto puntual concerniente a dicha
actividad. En Maxime cum principibus philosopho esse disserendum rescatará la importancia de
que el político reciba instrucción del filósofo; en Ad principem ineruditum pondrá el foco en la
educación del gobernante; en An seni respublica gerenda sit destacará el valor de la experiencia
que aportan los ancianos, y en Praecepta gerendae reipublicae, el más completo y general de
todos, ofrecerá consejos para el gobernante que desea conducir con firmeza a su pueblo. Los
tratados políticos están atravesados por la temática de la educación, pues Plutarco, como buen
moralista, no concibe la actividad de gobierno sin la instrucción adecuada para llevarla a cabo.
Teniendo como marco lo antedicho, en el presente trabajo nos proponemos analizar la forma en
que el autor ilustra sus ideas acerca de la formación del gobernante. Para ello, nos detendremos
en el estudio de dos pasajes paralelos, Praecepta gerendae reipublicae 11 y An seni respublica
gerenda sit 12, en los que Plutarco utiliza las figuras de Arístides, Foción, Lúculo, Catón,
Pammenes y Agesilao para argumentar acerca de la importancia de contar con maestros no
solamente famosos sino también experimentados en los asuntos de gobierno. A su vez, puesto
que se trata de referencias de tipo biográfico, estos mismos ejemplos ocurren también en las
Vidas paralelas (Arístides 2, Foción 4 y 6, Lúculo 2 y 1, Catón el Viejo 2, 3 y 4, Pelópidas 26,
Agesilao 3, Lisandro 23 y 24) de modo que contamos con tres escritos de Plutarco que tratan el
mismo tema recurriendo a los mismos personajes, lo que no puede ser interpretado como una
casualidad. Sobre la base de un análisis filológico e intertextual, cotejaremos similitudes y
diferencias de los pasajes previamente mencionados, a los efectos de llegar a una comprensión
acabada del pensamiento del autor, tomando en consideración los demás tratados políticos de
Moralia y otros segmentos dedicados a la educación del gobernante en Vidas Paralelas.
Podemos adelantar como conclusión que Plutarco utiliza de manera repetida los ejemplos de
Arístides, Foción, Lúculo, Catón, Pammenes y Agesilao (y sus respectivos mentores) para
enfatizar la importancia de contar, en los inicios de la carrera política, con un guía que pueda
instruir a partir de la experiencia y no a partir de la teoría. La centralidad de este pensamiento se
funda en el hecho de que se trata de una estrategia didáctica equiparable a la del mismo Plutarco
en su obra biográfica, en tanto que también ofrece modelos de conducta para inspiración de sus
lectores. Si bien Plutarco dedica capítulos de sus Vidas a describir la instrucción teórica de sus
héroes (en música, filosofía, oratoria) y destaca su valor, a la luz de los tratados políticos
debemos interpretar que esta queda relegada a un segundo plano, pues serán los hombres
experimentados los que aporten a los políticos la educación más útil.
Comisión de lectura 1
JULIETA CARDIGNI (UBA, UNIPE, CONICET), La auctoritas subvertida: magister y
discipulus en la Exposito virgilianae continentiae de Fulgencio el Mitógrafo.
A partir de los aportes recientes al estudio de los géneros literarios en la Antigua Roma
(PAPANGHELIS, T. D.-HARRISON, S. J.-FRANGOULIDIS, S., eds., Generic Interfaces in
Latin Literature: Encounters, Interactions and Transformations, De Gruyter, 2013), nos
proponemos abordar las Heroidas de Ovidio con vistas a profundizar en ellas los diversos
modos de intersección entre los discursos epistolar y elegíaco. Para ello, nos centraremos
puntualmente en la epístola de Penélope a Ulises (1) y en las de Paris y Helena, respectivamente
(16 y 17), dado que las tres pueden leerse de manera complementaria en tanto representación de
dos ejemplos opuestos de conducta. Penélope aparece en el comienzo de la colección ovidiana
como el exemplum convencional de uxor, acorde con la tradición homérica
(UGARTEMENDIA, C., ―Penélope e Hipermestra, exempla uxoris: dispositivo y ejemplaridad
de las Heroidas 1 y 14 de Ovidio‖, Mare Nostrum 9, 2017, 1-16); Helena, por el contrario,
funciona, en tanto primera enunciadora del conjunto de las cartas dobles, como su reverso
(BARCHIESI, A. ―Narratività e convenzione nelle Heroides », en P. Ovidii Nasonis Epistulae
heroidum 1-3, Firenze, Le Monnier, 1992, 15-41). En este sentido, la complementariedad
resulta programática a través de la configuración de ―contrapartes‖ marcadas por la oposición. A
su vez, los dos personajes femeninos se construyen como encarnación mítica de modelos
sociopolíticos propios del contexto de producción ovidiano (FULKERSON, L., ―The Heroides:
Female Elegy?‖, en P. Knox, ed., A companion to Ovid, 2009, Blackwell Publishing, 78-89).
Estos se inscriben, por un lado, en el complejo marco genérico de las Heroidas, en donde
confluyen el género elegíaco —por su formato rítmico y su temática amorosa—, y el modo
epistolar que permite configurar a las heroínas como una suerte de comunidad de escritoras que
presentan una nueva versión de su propio pasado mítico-literario. (BLÁZQUEZ NOYA, A.,
Intersección de géneros y voces en las Heroidas de Ovidio. Heroínas intertextuales: de la
tragedia griega a la epístola ovidiana, Universidad de Salamanca, 2019). Por el otro, si bien la
colección ovidiana conserva el tópico propio del género que su autor había ya desplegado en su
Ars y en sus Amores, las cartas 1, 16 y 17 operan cierta disrupción respecto del código elegíaco
ya conocido por los lectores de Ovidio, por cuanto dejan al descubierto una inversión de roles
respecto de las escenas amorosas codificadas y desdibujan, por ende, los límites genéricos del
texto (THORSEN, T.S., Ovid’s Early Poetry. From his Single Heroides to his Remedia Amoris,
Cambridge, 2014).
A la luz de las mencionadas coordenadas de lectura, examinaremos cómo la intersección,
confluencia y redefinición de discursos le permiten al poeta explorar nuevas facetas de
personajes de larga tradición literaria y proponer, así, nuevas aristas del género elegíaco en un
marco epistolar. A través de la ―participación‖ del texto en dicho marco (DERRIDA, J.,
Parages, Paris, Galilée, 1986), las heroínas ovidianas se configuran, pues, como una suerte de
comunidad de escritoras que presentan una nueva versión de su propio pasado mítico-literario
que apela a ser escuchado (y resignificado) por sus receptores. Sus voces se individualizan para
retomar y reescribir una tradición doblemente mitológica y genérica.
VALENTÍN RAGO (UN CÓRDOBA, U. SALERNO). Uso narrativo del himno en Metamorfosis
de Ovidio: Faetón y Baco.
Comisión de lectura 2
EDUARDO E. MAGOJA (UBA), Equidad, amistad y arbitraje en Aristóteles.
Dentro de las múltiples posibilidades textuales que plantea el desarrollo de la biblioteca judaica
bajo la dominación macedónica, los procedimientos creativos que han tenido parte en la
conformación de cada uno de sus textos juegan un rol crucial en su interpretación posterior. Esta
característica sobresale con especial preponderancia en cada uno de los elementos de la serie de
textos denominada usualmente por la crítica como Ciclo de los Macabeos (Piñero, 2007: 65)
dado que la mayoría de ellos recaban en una tradición historiográfica cuyas raíces se sitúan por
fuera de la esfera cultural estrictamente hebrea. Si se considera a este respecto, la fuerte
circulación que la obra de ciertos pensadores de raigambre judaica pero aculturados por el
helenismo o la latinidad tuvo a lo largo de toda la cuenca del Mediterráneo y la importancia que,
en su formulación, tuvieron conceptos como el antijudaísmo o la judeofobia (Laham Cohen:
2016), resulta apropiado conceder a cada uno de los elementos que conforman este grupo un
grado de mayor o menor relación con tales nociones y, sobre todo, con aquellos autores que las
problematizaron. En este sentido, los vínculos intertextuales que se generarán, precisamente a
raíz del ascendiente cultural de aquellos sabios, habilitarán que sus figuras sean retomadas, de
una forma u otra, para explicitar la validez de los hechos desplegados en ellos.
Teniendo en cuenta todos estos considerandos previos, nuestro propósito en el presente
trabajo será plantear (y, a su vez, problematizar) la posibilidad de que el Libro Cuarto de los
Macabeos se constituya a sí mismo como un eslabón entre el pensamiento
histórico/historiográfico de Filón de Alejandría y las producciones textuales posteriores, en
tanto que realiza un camino metodológico similar para vincularse con su antecedente inmediato,
el Libro Segundo de Macabeos. Establecer ese lazo legitimará además la asociación previa, de
raíz filoniana, que asume a Sócrates como discípulo de Moisés y, en consecuencia, al
pensamiento filosófico griego como derivado de la Ley ancestral recibida por aquel.
Subsecuentemente, la ligazón simbólica establecida entre el maestro y el discípulo habilitará el
entendimiento del tratado como un producto de alguien ―educado‖ por el sabio de Alejandría, en
tanto que serán sus palabras las que se entretejan con el episodio de martirio alrededor del que
se articula toda la obra. Así, será posible además no solamente volver atendible al argumento
filosófico que se presenta como hilo conductor sino que, gracias a que su mentor ha transitado
por ambos caminos de la producción escrita, se habilitará una lectura de tenor histórico que
dependerá fuertemente de esta arista retórica y especulativa. Los conceptos de antijudaísmo y
judeofobia, tan presentes en el In Flaccum o en la Legatio ad Gaium, se convertirán en
elementos axiales para sostener esta lectura, en tanto que será a partir de ellos que se sustentarán
la mayoría de las interpretaciones ético-morales de este momento de la historia, que –
finalmente– se transformarán en parte de los rasgos identitarios de lo que se comprende por
enemigo para la colectividad hebraica observante de las normas ancestrales.
MESA TEMÁTICAS
TRAZAS DE ENSEÑANZA, APRENDIZAJE Y ERUDICIÓN EN MANUSCRITOS GRIEGOS DE LA
EDAD MEDIA Y EL RENACIMIENTO
Tras la muerte del famoso erudito Angelo Poliziano en 1494, la gran cantidad de notas
manuscritas que él había escrito durante toda su vida pasaron a su estudiante Pietro Del Riccio
Baldi, también conocido como Pietro Crinito (1474-1507). Luego, la mayoría de dichos
manuscritos pasaron a Pier Vettori (1499-1585). En 1780, la biblioteca de la familia Vettori fue
adquirida por Carlos Teodoro, conde palatino. Luego, la biblioteca del conde pasó a formar
parte de la Biblioteca de los duques de Baviera y hoy en día los más importantes zibaldoni (es
decir, colecciones de textos misceláneos) de Angelo Poliziano se preservan en la Bayerische
Staatsbibliothek de Múnich (códices München, BSB, CLM 748, 754, 755, 756, 807; gr. 182).
El studio de estos manuscritos es muy importante, ya que representan un excelente punto de
partida para la comprensión de diversos aspectos de la vida intelectual de Poliziano y,
principalmente, su actividad como filólogo, exégeta y profesor en el Studium florentinum. No
obstante, si no se cuentan los estudios de Lucia Cesarini Martinelli, Francesco Lo Monaco,
Alessandro Daneloni y Luigi Silvano, sorprende ver que los zibaldoni fueron apenas
considerados por los estudiosos de Poliziano. Por ejemplo, los zibaldoni contienen autógrafos
importantes que permitirían una mejor comprensión del estudio que Poliziano hizo de los
clásicos. En particular, los códices de Múnich mencionados más arriba transmiten comentarios
de autores latinos (Ovidio, Estacio, Persio) así como una colección de fragmentos que Poliziano
copió de diferentes fuentes clásicas.
El manuscrito München, BSB, gr. 182 es particularmente relevante: este es, junto con el
códex Paris, BnF, 3069, el único zibaldone que contiene fragmentos de obras en griego (Suidas,
escolios a Hesíodo, Apolodoro, Eustacio de Tesalónica). El manuscrito de Múnich contiene
notas escritas por Poliziano en diversas ocasiones, pero reunidas en un único volumen por su
discípulo Crinito, quien, además, insertó una tabla de contenidos al comienzo del códex. Crinito
también compuso un índex analítico de la primera sección del manuscrito, la cual preserva
diferentes extractos del lexicon de Suidas (ff. 1r-58v).
La presente comunicación se enfoca principalmente en esa sección del München, BSB, gr.
182 y analiza las diferentes fases de su composición y uso. Antes de 1482, Poliziano copió una
serie de pasajes de Suidas a partir de un manuscrito que no pudo ser identificado aún, los cuales
ordenó alfabéticamente. Una comparación entre los pasajes copiados por Poliziano en München,
BSB, gr. 182 y su obra es iluminadora. Por ejemplo, en f. 31r-v del manuscrito de Múnich,
Poliziano transcribió (parte en griego, parte en latín) la entrada en Suidas sobre el poeta
Calímaco (Suid. κ 227 Adler). Por la misma época, Poliziano compuso su comentario sobre las
Silvae de Estacio. El comentario a Silv. I 2, 253 cita Suid. κ 227 Adler indicando la proveniencia
del texto citado mediante las palabras «Haec ex Suida». La ponencia ofrece una lista de
ejemplos que explican de qué manera la primera sección del München, BSB, gr. 182 se
relaciona a las obras literarias y filológicas de Poliziano.
La segunda parte de la ponencia se centra en el discípulo de Poliziano, Crinito. Este fue
quien creó el München, BSB, gr. 182 a partir de la combinación de numerosas notas escritas por
Poliziano. El hecho de que además agregara un index analítico para la sección de los fragmentos
de Suidas sugiere que Crinito no sólo quería preservar las notas de su maestro, sino también
utilizarlas de alguna manera. Esta teoría es apoyada por una serie de notas marginales escritas
por Crinito entre los folios 1-58 del manuscrito de Múnich, es decir, aquellos que contienen los
pasajes de Suidas. Como su maestro, Crinito también cita a Suidas en sus obras y uno puede
pensar que el München, BSB, gr. 182 fue una de sus fuentes, ya que ese manuscrito estuvo en
su posesión. En De honesta disciplina 5.14, Crinito afirma que la divinidad Mitra es citada por
Suidas. En efecto, Suid. μ 1045 Adler se centra en dicha divinidad. Sugestivamente, Suid. μ
1045 Adler es parte de la selección de Suidas en el München, BSB, gr. 182, f. 38r. En el margen
de dicho folio Crinito escribió «Mithra». En la comunicación se profundiza sobre este y otros
ejemplos similares.
En resumen, en la presente ponencia, se discuten diferentes fases y usos de un zibaldone
griego escrito por un maestro (Poliziano) y posteriormente anotado por su discípulo (Crinito).
Además, se provee evidencia convincente de que el alumno no sólo se interesó por conservar y
publicar las notas de su maestro, sino que además se ‗‘aprovechó‘‘ de ellas para la composición
de sus propios trabajos.
PABLO CAVALLERO (UBA, UCA, CONICET), Una adaptación selectiva de la Vida de Juan el
Limosnero de Leoncio de Neápolis.
Se presenta un estudio sobre el texto transmitido por tres códices Q (s. X): Vat. gr. 807, ff.
100-117v; G (s. XI): Decortatus in Anglia 1, ff. 116-140v; W (s. XI): Vat. gr. 544, palimpsesto,
ff. 151-159a, 149, 156, 159v, 168, 173, 154, 157, 148, 171, 202. Dicho texto ofrece una
selección del material que constituye la llamada 'versión corta' de la Vida de Juan el Limosnero
de Leoncio de Neápolis (s. VII), obra que, a partir de la 'original' conocida como 'versión larga'
(edición Festugière 1974; edición Cavallero et alii 2011), fue reducida en la 'versión corta o
breve' y luego amplificada en la 'versión media' (edición Gelzer 1893).
A propósito de esos testimonios, se señalan sus vínculos mutuos, las conexiones y
diferencias con otros testimonios registrados por Déroche (1995) como propios de la tradición
leonciana, con el fin de desestimar algunos y de precisar la pertinencia de otros; asimismo, se
presentan las conclusiones acerca del contenido aportado por aquellos tres y comparado con su
fuente ('versión corta'), con el fin de establecer, según lo conservado y lo excluido, las
intenciones del autor-selector y el público al que se dirigía. Si bien los manuscritos no coinciden
plenamente en el contenido seleccionado, en general lo hacen y se puede detectar no sólo las
técnicas empleadas sino también el criterio seguido: las diferencias se fundan en el deseo de
algunos copistas de reducir más el material para no abundar.
Básicamente, el estudio presentado aquí concluye que "el selector" (la persona que resolvió
elegir y modificar sectores de la versión 'corta') se dirige a un público laico al que ilustra sobre
cuestiones morales de la vida cotidiana, excluyendo toda reiteración y toda cuestión teológica,
histórica, eclesiástica y metaliteraria que estuviera presente en la 'versión corta' de la que parte,
incluida la topicality y detalles que no hacen a la formación del lector, como pueden ser los
testimonios relativos a la muerte del santo y los milagros ocurridos en esa ocasión.
El manuscrito Oxford, Bodleian Library, Barocci 87 es un códex formado por tres unidades
codicológicas que fueron copiadas por tres escribas distintos entre los años 1450 y 1480. Al
combinarse las tres unidades que conforman el manuscrito, el Organon de Aristóteles (es decir,
la colección de sus seis tratados de lógica) se ofrece en su integridad. El análisis estratigráfico
del códex Barocci 87 ha demostrado que el volumen fue creado, como un compósito, por el
escriba que copió la tercera unidad, es decir, Demetrios Angelos. Angelos fue un prolífico
copista, que se desempeñó principalmente como médico (trabajó en el Hospital del Kral en
Constantinopla durante la segunda mitad del siglo XV) y a cuya mano debemos unos cincuenta
manuscritos identificados.
Durante más de tres siglos, el códex de Oxford ha atraído la atención de los estudiosos,
debido a que en mitad de la primera unidad codicológica se encuentra una magnífica miniatura
que representa a un maestro dictando clases (folio 33v). Desde el siglo XVIII, los estudiosos
han identificado al maestro representado en la miniatura como Juan Argirópulo (ca. 1395-1487).
Argirópulo fue un célebre maestro y erudito bizantino, que enseñó lógica en el Hospital del Kral
en Constantinopla entre 1448/9 y 1452/3. Su figura destaca, sobre todo, por haber sido un
reconocido profesor también en Italia, lugar en el que estudió medicina en la década de 1440 y
residió definitivamente desde de la caída de Constantinopla en 1453. La identificación de la
miniatura como un retrato de Argirópulo se basa en una inscripción que acompaña a la figura
del maestro (Ἰωάννηρ διδάζκαλορ ὁ Ἀπγςπόποςλορ) y que se debe a la mano de Demetrios
Angelos, quien, como sabemos, fue alumno de Argirópulo en el Hospital del Kral.
La inclusión del retrato de un maestro hecho por uno de sus estudiantes es un fenómeno
único entre los manuscritos bizantinos – especialmente porque las identidades del maestro y el
alumno nos son conocidas. Tal peculiaridad ha transformado al Barocci 87 en un artefacto de
sumo valor histórico y su miniatura ha adquirido el carácter de ícono. La misma fue utilizada en
diversas publicaciones y cubiertas de libros para representar los estudios bizantinos y, sobre
todo, el de las prácticas eruditas en Bizancio.
Contrariamente a la opinión más expandida entre los estudiosos modernos, esta
comunicación propone que la miniatura del Baroccianus originalmente no pretendía representar
a Juan Argirópulo, sino a Aristóteles, y que la inscripción que reza Ἰωάννηρ διδάζκαλορ ὁ
Ἀπγςπόποςλορ no es más que un añadido posterior realizado por Demetrios Angelos, muy
probablemente cuando combinó las tres unidades codicológicas que hoy forman el manuscrito
de Oxford. Esta conclusión se basa en el estudio de otras miniaturas aristotélicas transmitidas en
manuscritos bizantinos y, especialmente, en la consideración de evidencia paleográfica (notas y
tachaduras) encontrada en la miniatura del Barocci 87.
De esta manera, la presente ponencia ofrece una nueva interpretación histórica de un
episodio íntimo en la relación entre el maestro Juan Argirópulo y su estudiante Demetrios
Angelos.
El estudio de las emociones ha recibido un creciente interés en los últimos años. En el área de
los estudios clásicos, específicamente, su tratamiento ha mostrado en fructíferas investigaciones
no solo la riqueza de su abordaje para la comprensión de la Antigüedad sino también una
multiplicidad de líneas de estudio y de campos por explorar. Entre diversas posibilidades,
podemos mencionar la presencia, en los escritos de Aristóteles, de reflexiones acerca de los
afectos. La tragedia griega, por otra parte, asoma como un género literario óptimo para una
aproximación a emociones que, mediante la mímesis, experimentaban los personajes que
participaban de los hechos representados en el escenario consagrado a Dionisos. Finalmente, y
sin la pretensión de ser exhaustiva, me interesa destacar aquellos afectos que la puesta en escena
de estas piezas dramáticas se proponía despertar en el espectador. En efecto, un siglo después de
su auge, Aristóteles refiere en Poética (1449b 27-28), por ejemplo, a la compasión y el temor y
a su liberación mediante tales pathemata.
En esta ocasión, realizaré una primera aproximación a una de esas emociones, la compasión,
atendiendo al acontecimiento patético (pathos) que Aristóteles (Poet. 1452b 10-13) define como
tercer elemento constitutivo de la trama, junto con la peripecia y la anagnórisis. En un estudio
sobre las emociones, es importante mencionar que, en su corpus, el Estagirita emplea pathos
con una multiplicidad de sentidos y que aquí refiere no a una experiencia subjetiva de la
emoción en un personaje trágico, sino a una especie de acción que formaría parte del léxico
teatral (Sinnott, 2004: 79) y que implica escenas de dolor físico, de heridas o de muerte. Como
observa Cairns (2021: 16), se trata de sucesos que pueden encender la piedad, aunque no son
ellos por sí solos los que despiertan esa compasión que es característica de la respuesta del
espectador al sufrimiento. Según este especialista, es la trama (mythos) como secuencia
estructurada de la acción la que impulsa la piedad y el miedo de la audiencia.
Nos proponemos abordar una escena conocida de acontecimiento patético como es el Éxodo de
Edipo Rey de Sófocles, vv. 1223-1530, a la luz de los estudios de las emociones, de
investigaciones recientes sobre la compasión y de una revisión de las referencias a ella en
Retórica, Poética y Política. Exploraremos en ese pasaje y en la trama de la pieza en general los
elementos que progresivamente alimentan la compasión, con la finalidad de, por un lado,
realizar una aproximación a la forma en la que los griegos concebían esta emoción y, por otro,
profundizar, en futuros trabajos, en la relación que la tragedia establece entre la compasión y
otros afectos como el temor y la repugnancia.
MARIANA CASTILLO MERLO (IPEHCS, UNCO, CONICET), Emociones trágicas: sobre la
necesaria convergencia de compasión y temor.
Una de las críticas más vehementes de Platón a la tragedia se centra en advertir las
consecuencias que la mímesis tiene para la formación de los miembros de la pólis. Con una
actitud que no deja de suscitar controversias, Platón concluye su argumentación contra la poesía
mimética en República desterrando a los artistas de la pólis y desafiando a todos aquellos que
sean amantes de la poesía (philopoietaì) a mostrar que su utilidad no se reduce al placer que
genera, sino que también redunda en beneficios tanto para la organización política como para la
vida humana (Rep. X 607 d 8-9). En este trabajo se asume que este reto es cumplido por
Aristóteles, al rehabilitar a la mímesis como una fuente de placer intelectual, es decir, como un
placer que se genera a través del aprendizaje y por la articulación de emociones y reflexión.
Si para Platón la mímesis trágica constituía un riesgo por mostrar en la escena emociones que se
debían ocultar y controlar, en Aristóteles la espectacularización de esas mismas emociones, del
carácter falible de hombres, se convierte en ocasión para el aprendizaje. Poner ante los ojos de
los espectadores dichas escenas deja al descubierto la potencia de la acción para aclarar el
pensamiento, pues no basta con saber técnicamente cómo ser buenos, es necesario saber en qué
circunstancias la práctica de esa virtud es posible, qué condicionantes se imponen para su
ejercicio, qué variables se deben considerar para tomar buenas decisiones, qué cosas deben
evitarse.
En su definición de tragedia, Aristóteles afirma que la finalidad de esta producción mimética es
generar, a través de la actuación de los personajes, compasión (éleos) y temor (phóbos) para que
se lleve a cabo en los espectadores ―la purgación de tales afecciones‖ (pathemáton kátharsin,
1449 b 27-28). Más adelante, vuelve a enfatizar que es tarea del artista ―proporcionar por la
imitación (dià míméseos) el placer (hedoné) que nace de la compasión y del temor‖ (1453 b 12).
Eludiendo el complejo problema de lo que significa la kátharsis como proceso derivado del
espectáculo dramático, me interesa reparar en las consecuencias que tiene la contemplación de
cosas temibles y dignas de compasión.
En el marco de Poética, Aristóteles no explicita en qué consisten dichas emociones trágicas y,
en la mayoría de las apariciones de los términos, las consideraciones refieren a la naturaleza de
la tragedia, pues es el tipo de mímesis que logra generar dichas emociones (1449b 27, 1452b 1,
1453b 12), y a la cualidad de los personajes que se pondrán en escena para generar dichas
pasiones, de modo que surja temor al contemplar el infortunio de un semejante y compasión,
frente al que sufre un inocente (1452b 36-1453a 7). Sin embargo, estas referencias no arrojan
luz para entender cuál es la importancia de lograr un efecto catártico de estas (y no de otras)
emociones en los espectadores, ni tampoco aclaran en qué sentido puede resultar placentero ver
al personaje de la tragedia expuesto al infortunio, qué aprendizaje es posible a partir de la
contemplación de la mímesis de una vida atravesada por el sufrimiento y cómo ese espectáculo,
que gira en torno a la fragilidad de la acción, puede interpelar a su audiencia y salir del ámbito
del teatro para convertirse en una herramienta para la vida en la pólis.
La mayoría de quienes sostienen una lectura ético-política de la Poética admiten, explícita o
implícitamente, que la emoción trágica realmente importante es la compasión. En este trabajo
intentaré sostener, siguiendo la propuesta de Destrée y a la luz de una selección de pasajes de
Poética, Retórica y Sobre los poetas, las características de la compasión y el temor que hacen
posible su convergencia y necesaria complementariedad. De esta manera, pretendo señalar de
qué manera operan ambas emociones para contribuir al aprendizaje mimético que Aristóteles le
adjudica a la tragedia.
La kátharsis solo es mencionada una vez en la Poética, pero Aristóteles la presenta como el fin
último de la tragedia. Sin embargo, allí nunca la define ni aclara, al menos de manera expresa,
su significado. Solo en la Política, más precisamente, en el marco de su programa de educación
musical bosquejado en el último libro del tratado, el filósofo hace una descripción general que
permite elucidar algunos aspectos del particular empleo del término que aquí realiza. Aristóteles
presenta a la kátharsis en Pol. VIII 7 (1341b38-41) como si se tratara de una función musical
independiente, a la cual no hace referencia en sus alusiones previas a la triple jerarquía de
funciones. Las referencias tácitas y explícitas a lo largo de Pol. VIII revelan que la comprensión
del término es oscilante, ya que en varios pasajes se aproxima a la relajación y, en otros, a la
educación. De hecho, entre los intérpretes hay dos posiciones muy definidas, por un lado,
quienes la identifican con la relajación y postulan una unidad con ella, mientras que otros
reconocen una unidad genérica formada por la educación moral. La reciente publicación del
trabajo de Ferrari (2019) nos confronta con una posibilidad que hasta el momento no se había
tenido en cuenta, esto es, es la identificación de la kátharsis con el ocio. Sin embargo, la
kátharsis no es plenamente identificable con ninguna de las tres funciones musicales, pero
comparte características o rasgos con todas ellas. En efecto, produce relajación, pero de un tipo
diferente al descanso del trabajo; no forma parte de la educación de los jóvenes, pero integra el
bagaje cultural de la pólis y, en el caso de los ciudadanos adultos, presupone un alto grado de
entrenamiento moral. Aun cuando claramente no involucra el discernimiento intelectual propio
del ocio, su carácter reflexivo vagamente la emparienta a este.
A diferencia de la literatura académica que usualmente recurre al texto de Política VIII 7 para
esclarecer el significado que tiene el término en la definición de tragedia que Aristóteles ofrece
en Poética 6 (1449b24-28), nuestra comprensión toma como punto de partida el proyecto
político del mejor régimen y, en particular, su programa de educación musical. Más allá de la
referencia explícita e imprecisa que el propio filósofo hace en Pol. VIII 7 (1341b38-40) a su
definición del término en sus escritos sobre poética, la kátharsis plantea una innegable tensión
entre ambos textos. La consideración oscilante de la kátharsis musical que se desprende de Pol.
VIII se contrapone con la importancia que, en principio, le otorga al término en Poética; si bien
hay incluso quienes lo excluyen del texto (Scott 2003; Veloso 2007, 2018). La conexión entre
ambas obras respecto de la kátharsis y, en general, de las artes miméticas, es un tema complejo
que involucra varios aspectos. Así por ejemplo, la ausencia de una dimensión política en la
Poética se opone a la naturaleza eminentemente política del currículo musical (Hall 1996;
Lockwood 2020). Tampoco está claro si la comprensión de las artes miméticas en Poética se
corresponde con la noción de mousiké empleada a lo largo de Política VIII. Partiendo de la
compleja relación de la kátharsis con el esquema tripartito de funciones musicales que ha
podido establecerse en Política VIII el propósito del presente trabajo es analizar si este esquema
es aplicable a su empleo en Poética y, desde esta perspectiva, se pretende comenzar a elucidar la
relación entre ambas obras.
Nos últimos anos, com a rápida ascensão dos debates em torno da História Global (Global
History),uma abordagem histórica que cresce em diálogo com a necessidade desafiadora de se
provincializar a Europa e as formas de conceber o conhecimento por ela representadas tornou-se
sobremaneira importante para nós revisitaro renascimento do século XII, tema que esteve sobre
a nossa mesa de trabalho durante uma boa parte da década passada. Desta vez, porém, não o
faremos a partir de uma genealogia vertical e única e de um recorte geográfico limitador pronto
logo na partida, mas referenciados pelas rotas e enredamentos que cada vez menos se vergam a
cartografias preexistentes e que nos permitam olhar paralelamente para vários outros lugares na
companhia de outros personagens e de outros saberes, sendo estes de origem cristã ou não.
Assim, confiamos que o referido renascimento e as pessoas que o fizeram existir com suas
variadas demandas certamente foram impactados pelo que aconteceu nesses outros lugares com
os seus personagens e juntamente com os seus saberes, demandas e diferentes percepções de
mundo. Neste momento da pesquisa que iniciamos no segundo semestre do ano de dois mil e
vinte e que se faz em estreito diálogo com o conceito de ator-rede proposto há alguns anos pelo
sociólogo e filósofo Bruno Latour em Reagregando o social: uma introdução à teoria do ator
rede, trabalhamos com os escritos do mestre Abelardo de Bath, com um destaque inicial no De
eodem et diverso (em tradução para a língua portuguesa: Sobre o mesmo e o diverso). Ao longo
das décadas dedicadas à busca e transmissão do conhecimento, da Inglaterra ao que hoje
compreendemos como Oriente Médio à época da I Cruzada (1095-1099) na Terra Santa,
passando pela França e pela Itália onde estudou e lecionou, Adelardo esteve em diferentes
lugares e com diferentes mestres a testemunhar eventos simultâneos ao que acontecia nas
escolas urbanas situadas na região noroeste da Europa Medieval.
De acordo com os apontamentos feitos por Charles Burnett, Adelardo de Bath, ainda na
juventude conheceu e traduziu:As tábulas astronômicas de al-Khwarizmi (†850),A Abreviação
da Introdução à Astrologia de Abu Ma‘shar (787-886) eO Livro dos Talismãs de Thabit ibn
Qurra (826-901), assim como Os elementos de Euclídes (século III) e O Centiloquium atribuído
a Ptolomeu (c.90-168). Adelardo retornou para a Inglaterra por volta de 1114. Enfim, nesses
lugares que entendemos como os pontos nodais de enredamentos pelos quais circulavam
pessoas e saberes de origens muito plurais, Adelardo de Bath se conectou para também
aprender; aprendizagem esta que pode ser verificada nos escritos de teor variado que ele deixou
aos pósteros e nas diversas traduções do árabe para o latim que foi capaz de produzir.
Compreender as manifestações desses enredamentos na trajetória de Adelardo e como elas nos
permitem construir novas abordagens acerca do renascimento que se fez no longo século XII
são as principais propostas que aqui desejamos debater.
Como es bien sabido, Pedro Abelardo, el más célebre maestro del siglo XII, supo provocar la ira
no solo de sus colegas laicos de las escuelas citadinas, sino también la de influyentes
representantes de la Iglesia. Así lo confirman los dos concilios en los que fue condenado,
Soissons (1121), incitado por dos de sus ex compañeros de estudio: Alberico de Reims y
Lotulfo de Lombardía; y Sens (1141), impulsado principalmente por Bernardo de Claraval.
Desde finales del siglo XIX, ríos de tinta han corrido tanto acerca de los acontecimientos
fácticos como sobre los rencores, envidias y hasta confabulaciones homicidas perpetradas contra
Abelardo. Si a este panorama conflictivo se le suma la escasa reproducción de sus obras en los
años posteriores a su muerte, y las prácticamente nulas menciones explícitas que otros autores
medievales han hecho de su filosofía, podría dar la impresión de que su figura y sus ideas son
hoy mucho mejor apreciadas de lo que fueron realmente en su propia época. Sin embargo, no es
así. Contamos con numerosas declaraciones que acreditan la relevancia de Abelardo en el
universo escolar del siglo XII. No es casual, pues, que incluso en nuestros días los especialistas
se sigan refiriendo a él como el Magister por antonomasia.
Movida, entonces, por el espíritu interdisciplinario del evento que nos convoca y de la mesa que
presentamos, dedicaré mi intervención no al contenido doctrinal de la producción abelardiana,
sino a las pasiones que Abelardo, en su calidad de maestro, despertó entre sus discípulos.En
vistas a ello,la presentación estará dividida en dos momentos. El primero, titulado ―Abelardo,
maestro condenado‖, tiene por objeto dimensionar la fama de la que gozó el Palatino. Constará
deun breverepaso por cuatro testimonios particularmente sugestivos, provenientes de diferentes
voces: 1. la de Fulco, obispo de Deuil, quien le escribió una epístola a Abelardo tras su
castración; 2. la de Abelardo mismo en la Historia de mis calamidades, recordando sus
lecciones en el Paráclito; 3. las memorias de Juan de Salisbury de sus días como alumno de
Abelardo, escritas en el Metalogicon; y 4. unos versos de la Metamorfosis de Goliás, poema
anónimo goliardo que recorre tópicos y nombres famosos del medio escolar urbano, y termina,
precisamente, lamentando la segunda condena al Palatino. El segundo momento estará dedicado
al discípulo indignado, Berengario de Poitiers, un alumno de Abelardo del que poco más se
sabe. Me detendré a examinar su Apologia Berengarii Pictauensis contra sanctum Bernardum
Claraeuallensem abbatem et alios qui condemnauerunt Petrum Abaelardum. Más que una
defensa, como su título sugiere, se trata de una invectiva en la que denuncia el abuso de poder
del abad así como los excesos y las torpezas que, según él, se cometieron durante el proceso de
Sens; y ello por varios motivos. En primer lugar, porque es un texto poco conocido entre los
estudiosos del Medioevo –ha pasado desapercibido incluso entre algunos especialistas en
Abelardo–; en segundo lugar, por su interés histórico dado que, aun cuando difícilmente pueda
ser considerado un relato del todo fidedigno, no deja de ser una versión alternativa de lo
acontecido en el Concilio; en tercer lugar, por su peculiar estilo que, además de ostentar
profundos conocimientos de las artes del trivium y una particular destreza retórica, pertenece al
naciente género satírico; y por último, porque creo que muestra, mejor que ningún otro
documento, la lealtad e incluso el fanatismo que los estudiantes de la primera mitad del siglo
XII sentían por Pedro Abelardo.
CAROLINA GUAL SILVA (UFRRJ). Graciano como mestre e o Decretum como um manual
de ensino: direito e teologia nos cânones sobre casamento.
In questo intervento vorrei mostrare, sulla base del testo platonico, come e in che senso
Platone si riveli un vero allievo di Socrate. L’intervento dovrebbe essere articolato in due
parti, la prima per illustrare quello che Platone ha appreso da Socrate, la seconda per
riflettere sugli elementi che Platone ha svolto autonomamente a partire da Socrate.
Nella prima parte vorrei chiarire una serie di dati. Il primo è la complessità della stessa
presentazione del maestro. Questi risulta nei dialoghi un essere umano di grande
rettitudine, coerente fino alla morte. La cosa è confermata esplicitamente nella Lettera
Settima, 324D8-E2: «il mio vecchio amico (θίλον) Socrate, che non ho ritegno a definire il
più giusto in assoluto (δικαιόηαηον) tra gli uomini di allora».
Inoltre egli è imbattibile nella discussione. Lo vediamo in azione vincere sempre, cosa
confermata esplicitamente per bocca di Alcibiade nel Protagora, 336B-C: «Il nostro
Socrate confessa di non essere capace di fare lunghi discorsi e si ritira di fronte a
Protagora; quanto, invece, alla capacità di dialogare e di sapere rispondere e porre
domande, mi stupirei se cedesse le armi a qualcuno».
Questa abilità rimanda al gioco di distinzioni e di definizioni necessario per lo
svolgimento di un buon ragionamento. Infatti, come poi esplicita Aristotele, Metafisica,
A,6, 987b1-4; M,4, 178b17-31, la sua indagine sul “che cos’è” introduce l’embrione della
definizione e del concetto.
Infine Platone sottolinea continuamente l’aspetto della ricerca socratica, anche con
affermazioni molto forti: «Una vita senza ricerca non è degna di essere vissuta da un essere
umano» (Apologia di Socrate, 38A5-6).
Tale indagine non è fine a se stessa o priva di un esito positivo, ma è sempre in funzione
della verità, un tema che nei dialoghi troviamo moltissime volte. Qui ricordo solo un passo
che possiamo attribuire alla figura di Socrate: «Io che tipo d’uomo sono? Uno di quelli che si
lascia confutare volentieri, se dico qualcosa che non è vero, e che volentieri confuta, se un altro dice
una cosa non vera, e che certo non considera l’essere confutati più sgradevole del confutare. Infatti,
ritengo che quello sia un bene maggiore, in quanto l'essere liberato da un male grandissimo è un
bene maggiore del liberare gli altri. Non credo proprio che ci sia per l'uomo un male tanto grande
quanto l’avere una falsa opinione sui temi di cui noi stiamo ora parlando. Se, dunque, anche tu dici
di essere tale, allora discutiamo pure; se, invece, credi che occorre smetterla, smettiamo pure e
interrompiamo la discussione» (458A2-B3).
A questa prima trattazione segue una seconda, in cui cercherò di evidenziare gli elementi
che Platone svolge autonomamente a partire da Socrate. Per questo mi sforzerò di
dimostrare che in un’opera legata all’ambito dialettico come il Teeteto Platone inventa una
figura per descrivere l’attività del suo maestro. Tale figura, destinata ad un grande successo
nella manualistica, è la maieutica, che in effetti dà la misura dell’insegnamento socratico,
tesa ad aiutare dei “partorienti”. Ma in questa stessa chiave, che Platone trae e teorizza
dall’attività del maestro, è possibile leggere, con l’aiuto del Fedro, tutta la produzione
scritta di Platone, che appare come un gigantesco protrettico che invita a pensare, a fare
filosofia. In una parola, Platone cerca di realizzare nello scritto la stessa impostazione
educativa del maestro. Questa attività è rivolta sia alla dimensione etica sia a quella politica
profondamente intrecciate. Non a caso in Platone la definizione della politica è duplice:
cura della società nella polis e cura delle anime dei cittadini.
Ma, com’è a tutti noto, l’impostazione socratica ha in Platone un ben maggiore
svolgimento. La definizione comporta una stabilità del reale, che non è propria della realtà
empirica. Platone, come mostra nel Fedone, 96A-102A, è quindi quasi costretto a dare un
fondamento stabile alla sfera empirica con la sua metafisica, ricca di elementi pitagorici ed
eleatici. Di conseguenza, il ruolo del suo maestro negli ultimi dialoghi si riduce
drasticamente.
Ma dentro tale metafisica, basata sulle Idee e sui Principi, un ruolo centrale lo svolge il
principio positivo, che Platone definisce come Uno, come Misura, come Principio primo
anipotetico, ma anche, se non soprattutto, come Bene, recuperando tale visione
dall’insegnamento socratico. A conferma, negli blocco degli ultimi dialoghi Socrate torna a
svolgere la funzione di maestro solo nel Filebo, dialogo sulla vita buona, che porta gli
interlocutori “vicino alla casa del Bene”.
Risulta infine quasi superfluo ricordare quanto nel dibattito etico Platone debba alla
elaborazione sofistica e socratica, che tuttavia, compatibilmente con i limiti di tempo,
vorrei affrontare.
Marisa Divenosa (UBA, UNLa). Discípulo de todos, maestro de ninguno: Sexto Empírico
entre los filósofos.
El siguiente trabajo se enfocará en pensar la posición del poeta dentro del contexto de Teogonía
y del iniciado en el poema de Parménides; ambos como expresiones de una doble lógica: la del
privilegio y la del don, asociados entre sí en el marco de la iniciación. En primer lugar, nos
proponemos relevar la instalación del propio Hesíodo en su carácter de poeta iniciado frente a
las musas olímpicas. Indicaremos una serie de pautas para poder pensar el topos del poeta en el
marco de la lógica del privilegio que supone la pertenencia al círculo de iniciados.
Marcel Detienne, en su obra Los maestros de verdad en la Grecia Clásica, define el
topos de lo mágico-religioso como un territorio excepcional que cumple un papel intermediario
entre los planos de los Inmortales y los mortales. Los poetas, los adivinos y los reyes de justicia
constituyen ese segmento de excepcionalidad antropológica que constituye una bisagra entre
ambos topoi.
En segundo lugar, proponemos pensar la posición del iniciado en el proemio el poema
de Parménides, convencidos de que en los versos recortados, relevamos el mismo tipo de
vínculo hombre-divinidad que se da en la Teogonía hesiódica. En ambos casos se trata de la
expresión de ambas lógicas (la del privilegio y la del don)
Proponemos un recorrido por el Proemio del poema de Parménides desde la misma actitud
didáctica. Su presencia constituye un hito fundamental en la llamada filosofía presocrática, en el
marco de la primera especulación naturalista; aunque su importancia y peculiaridad radica
precisamente en apartarse de esa tradición ya que hace del estudio de la naturaleza el objeto de
investigación.
Queremos abordar la relación con la tradición poética que se exhibe en el Proemio y,
desde allí, rescatar la presencia de lo femenino en ese contexto de magisterio que lo vincula con
Hesíodo, donde la iniciación poética incluye la presencia de las Musas como nota dominante y
el dispositivo didáctico como acontecimiento filosófico.
Miguel Ángel Spinassi (UN Córdoba). Platón maestro en la Academia, maestro en los
diálogos.
La relación teoría-praxis fue un tema candente en la filosofía griega desde Platón y Aristóteles
y, en no menor medida, también en las filosofías helenísticas. De acuerdo con los estoicos
Crisipo, Apolodoro y Hecatón, la persona virtuosa (ὁ ἐνάπεηορ) es no sólo teórica, sino también
práctica de lo que hay que hacer (Diógenes Laercio VII 126). Musonio Rufo (maestro de
Epicteto) sostenía que la virtud es un conocimiento no sólo teórico, sino también práctico
(Disertaciones VI, 7-9, ed. Hense: ἐπιζηήμη ἐζηὶν οὐ θεωπηηικὴ μόνον, ἀλλὰ καὶ ππακηική).
Como sabemos, en las ―escuelas‖ de filosofía de la Antigüedad la enseñanza se entendía no
sólo como una mera transmisión de contenidos cognitivos específicos, sino también (y a veces
especialmente) como el ejercicio que hace posible el propio cambio interior en el progreso del
conocimiento de uno mismo (varios diálogos de Platón discuten ampliamente esta perspectiva
del proceso de aprendizaje).
El estoico Epicteto se sintió un heredero directo de Sócrates y el socratismo y, con
cierta frecuencia, se ―apropia‖ de las tesis y argumentos socrácticos. En sus numerosos debates
acerca de la educación de un mismo y de la relación maestro-discípulo Epicteto enfatiza no sólo
el hecho de que el proceso de aprendizaje presupone un esfuerzo destacable para ser capaz de
neutralizar los prejuicios y las propias creencias (creencias que, en la mayor parte de los casos,
no han sido sometidas a examen), sino también que uno mismo debe ser capaz de convertirse
en maestro y discípulo de uno mismo.
En esta conferencia presentaré (i) el trasfondo socrático de varias ideas de Epicteto a
este respecto y (ii) argumentaré que su sugerencia de desdoblarse uno mismo en maestro y
discípulo puede leerse como una reinterpretación de la distinción teoría-praxis que hereda no
sólo del estoicismo antiguo, sino también de Sócrates (a través de Platón). En mi discusión
procuraré mostrar cómo este ―desdoblamiento‖ es útil para adaptar la propia vida al dictum
estoico de ―vivir según la naturaleza‖.