Recapitulando lo anterior, vemos que la pragmática surgió de un descontento
dentro de la lingüística, que llevó a la búsqueda de mejores explicaciones para ciertos fenómenos. Esa búsqueda coincidió con las nuevas teorías de los filósofos sobre la relación entre la forma lingüística, es significado y el contexto. Florecieron la lingüística textual y las diversas corrientes de análisis del discurso, surgieron teorías funcionalistas en gramática, y se propuso el trabajo interdisciplinar en conjunción con la psicología, la filosofía, la sociología. La retórica y la teoría literaria fueron graciosamente invitadas a formar parte de la lingüística.
La pragmática adquiere status de subdisciplina lingüística cuando Grice presenta
una teoría muy influyente sobre cómo inferimos los hablantes el significado implicito. Hoy en día, sigue confundida con otras ciencias que estudian el discurso, y está en la intersección de una serie de enfoques sobre la comunicación y la cognición. Tanto la pragmática como la sociolingüística y el análisis de la conversación estudian la comunicación lingüística en la complejidad de sus contextos. Sin embargo, esta trabaja con enunciados construidos, y tiende a concentrarse en el estudio de los procesos inferenciales por los cuales comprendemos lo implícito.
La pragmática parece concentrarse, en estos últimos años, en dos conjuntos de
problemas interconectados. Podríamos hablar, en este caso, de una pragmática entendida como complemento de la gramática, que se pregunta, sobre todo, cómo afecta la función comunicativa a la estructura gramatical de las lenguas. Si se compara el problema de la ironía con el del orden de palabras en la oración, por tomar dos ejemplos entre tantos, se verán, contrapuestas, las dos tendencias de la pragmática actual. Por un lado, una pragmática interesada en analizar la lengua en relación con su función comunicativa. Por otro, una, interesada en estudiar el contexto en que se produce el enunciado y que determina en gran parte lo que ese enunciado significa .