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Memorie Ivs Antiqvvm - Древнее право Seminario di Diritto Romano
Tradizione Romana
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para contribuir a las cargas familiares del matrimonio, sino que además se incorporaba,
a la comunidad familiar de su marido a partir de la celebración de la unión matrimonial.
Aunque estas mujeres ostentaban un cierto reconocimiento social como mater
familias[4], desde el punto de vista jurídico su posición se aproximaba a la de la filia in
potestate[5], pues quedaban sometidas a la autoridad de su marido o, en su caso, de
su pater familias, asumiendo que todos sus bienes, incluidos aquellos entregados para
constituir su dote, pasaban a estar bajo dominio de su nuevo pater familias.
La asunción de estos roles perfectamente predeterminados para ambos cónyuges
en el plano religioso, personal y patrimonial, se asienta sobre la antigua convicción de
que la nueva comunidad de vida que surgía como consecuencia de la unión matrimonial
se consideraba naturalmente indisoluble[6] o, cuando menos, presentaba cierta
vocación de indisolubilidad en el tiempo, de tal manera que los primeros matrimonios
solo podían extinguirse con la muerte de uno de los contrayentes.
De esta forma, se entiende que la disolución de un matrimonio fuese muy poco
frecuente durante la época antigua, pues, al tratarse de una unión sacramental,
supondría poner en juego la pax deorum. Desde este punto de vista, cabe suponer que
los primeros casos de divorcio habrían generado un importante escándalo a nivel social,
hasta el punto de que Plutarco recuerda que del mismo modo que los griegos
recordaban el primer supuesto de parricidio en su sociedad, todos los ciudadanos
romanos conocían el episodio de Espurio Carvilio, que habría pasado a la historia tras
haber protagonizado el primer caso de divorcio acaecido en la antigua Roma.
Plutarchus, Comp. Thes et Rom. 6.3: αἰδοῦς δὲ καὶ φιλίας καὶ βεβαιότητος,
ἣν εἰργάσατο περὶ τοὺς γάμους, ὁ χρόνος ἐστὶ μάρτυς. ἐν γὰρ ἔτεσι τριάκοντα
καὶ διακοσίοις οὔτ' ἀνὴρ ἐτόλμησε γυναικὸς οὔτε γυνὴ κοινωνίαν ἀνδρὸς
ἐγκαταλιπεῖν, ἀλλ' ὥσπερ ἐν Ἕλλησιν οἱ σφόδρα περιττοὶ τὸν πρῶτον ἔχουσιν
εἰπεῖν πατροκτόνον ἢ μητροφόνον, οὕτω Ῥωμαῖοι πάντες ἴσασιν, ὅτι Καρβίλιος
Σπόριος ἀπεπέμψατο γυναῖκα πρῶτος, ἀπαιδίαν αἰτιασάμενος[7].
El primer punto de disensión entre los diferentes pasajes que se han conservado
en relación con la ruptura matrimonial protagonizada por Espurio Carvilio Ruga atañe a
la propia datación de este episodio histórico. A este respecto, cabe destacar que todos
los testimonios proceden de autores que vivieron desde el siglo I a.C. al siglo III d.C.,
que, si bien rememoran un relato de los hechos acontecidos prácticamente idéntico,
empleando incluso expresiones muy similares, sin embargo, difieren a la hora de situar
este primer caso de divorcio en fechas completamente distintas.
Con el propósito de presentar una exposición más ordenada, se puede realizar
una distinción entre un primer grupo de textos que se remontan a la época monárquica
y otros fragmentos que localizan este episodio a finales del siglo III a.C.
Dentro del primer grupo cabe destacar que Valerio Máximo habría afirmado que
durante los primeros ciento cincuenta años desde la fundación de Roma no se habría
producido ningún caso de repudio en Roma[9], lo que implícitamente supondría
localizar el caso de Espurio Carvilio Ruga en el año 604 a.C., fecha muy próxima al año
600 a.C. que contemplaba Tertuliano[10], y que no se aleja mucho de la datación del
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año 524 a.C. (230 ab urbe condita) que aparecía reflejada en el fragmento de Plutarco
al que hemos hecho referencia en el apartado anterior[11].
Desde una perspectiva diametralmente opuesta, en el resto de textos
conservados se retrasa la datación de esta efeméride al último tramo del siglo III a.C.
Concretamente, Dionisio de Halicarnaso afirma que este suceso habría tenido lugar en
el año 234 a.C. (520 ab urbe condita)[12], durante el consulado de Marco Pomponio y
Gayo Papirio, mientras que Aulo Gelio, que conocía bien la obra de dotibus de Servio
Sulpicio Rufo, sitúa el divorcio de Espurio Carvilio Ruga en el año 231 a.C. (523 ab urbe
condita)[13], aseverando, con sorprendente precisión, que los cónsules Marco Atilio y
Publio Valerio ocupaban la máxima magistratura en ese momento.
La mayor parte de la doctrina romanística ha tendido a decantarse en favor de
una fecha más próxima a la propuesta por estos dos últimos autores mencionados,
pues no resulta plausible que un episodio histórico de estas características hubiera
podido producirse en los primeros siglos de la historia jurídica romana[14].
Todo parece indicar que la datación que se remonta a la época monárquica habría
sido ideada por Valerio Máximo como resultado de la asociación de dos noticias
procedentes de distintos canales de información: por un lado, habría tenido constancia
de que hasta pasados ciento cincuenta años desde la fundación de Roma no se habría
producido ninguna disolución matrimonial, dato que habría relacionado con el episodio
protagonizado por Espurio Carvilio Ruga, que en su época ya habría sido reconocido
como el primer casoto de divorcio acaecido en Roma. Por su parte, Tertuliano se habría
limitado a adaptar esta versión al nuevo calendario romano.
En contraposición a este planteamiento, parece más razonable suponer que este
episodio histórico se produjese en torno al año 230 a.C., pues los autores que se
sostienen esta datación no solo recabaron la información de las fuentes más
antiguas[15], sino que, además, las referencias expresas a los nombres de los dos
cónsules otorgarían mayor verosimilitud a sus testimonios desde el punto de vista
histórico[16] y, por otro lado, de esta forma también se explicaría la errónea datación
realizada por Plutarco al tomar como referencia el año 230 desde la fundación de Roma.
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a Rómulo, para dar muerte a su esposa en caso de que esta hubiera atentado contra los
principios que fundamentaban la unión matrimonial: se trataba de supuestos en los que
la mujer hubiera cometido adulterio o hubiera ingerido vino[18].
El reconocimiento de esta relevante facultad marital se enmarcaría en el contexto
de las amplísimas potestades domésticas reconocidas tradicionalmente al pater familias,
pues además de encargarse de coordinar a todas las personas y bienes patrimoniales
sometidos a su autoridad para asegurar así la continuidad de la comunidad doméstica,
también ostentaba una serie de competencias disciplinarias para sancionar
severamente, incluso con la muerte si fuera preciso, a aquellos miembros del grupo
familiar que no se comportasen con arreglo a su posición dentro del grupo familiar.
El extraordinario alcance de este poder disciplinario reconocido al pater familias
se habría manifestado con una especial intensidad en el denominado ius vitae necisque,
que desde la época más remota de Roma habría conferido al pater familias la facultad
de dar muerte a aquellos miembros de su comunidad familiar que hubieran cometido
una actuación tan grave que tan solo pudiera subsanarse con la ejecución del culpable a
modo de sacrificio expiatorio ante los dioses[19]. De acuerdo con la mentalidad
romana, únicamente de esa manera se podía llegar a reestablecer la pax deorum[20]
para evitar las posibles represalias de los dioses sobre esa familia.
Entre estos supuestos se contarían las actuaciones que Dionisio de Halicarnaso
recodaba que habrían facultado a los maridos para dar muerte a sus mujeres, sin sufrir
ninguna reprensión jurídica[21], pues tanto los actos de adulterio como la ingesta de
vino representaban un atentado contra las obligaciones esenciales de la unión
matrimonial y, en consecuencia, contra los pilares de la sociedad romana.
Dado que con toda probabilidad esta antigua práctica habría generado tensiones
entre los grupos familiares originarios de ambos cónyuges, todo parece indicar que con
el paso del tiempo se habría terminado sustituyendo por la posibilidad de expulsar a la
mujer que cometía esas actuaciones de la comunidad marital[22]. A partir de ese
momento se habría contemplado la posibilidad de disolver los matrimonios a través del
repudio, que como su propio origen etimológico indica[23], se refiere a un movimiento
de rechazo o repulsa propiciado por motivos vergonzantes.
A pesar de que no resulta sencillo precisar el momento preciso en que se habría
producido esa transformación, parece que habría tenido lugar en tiempos muy remotos,
pues Plutarco recuerda que en una legislación que se remontaba a la época de
Rómulo[24] se habría contemplado la posibilidad de que el marido expulsase a su
propia mujer de la comunidad familiar cuando esta hubiera cometido alguna actuación
especialmente grave como el adulterio, la sustracción de algunas llaves de la casa o
hubiera intentado atentar contra la vida de los descendientes legítimos de ese
matrimonio.
Plutarchus, Rom. 22.3: Ἔθηκε δὲ καὶ νόμους τινάς, ὧν σφοδρὸς μέν ἐστιν
ὁ γυναικὶ μὴ διδοὺς ἀπολείπειν ἄνδρα, γυναῖκα δὲ διδοὺς ἐκβάλλειν ἐπὶ
φαρμακείᾳ τέκνων ἢ κλειδῶν ὑποβολῇ καὶ μοιχευθεῖσαν· εἰ δ’ ἄλλως τις
ἀποπέμψαιτο, τῆς οὐσίας αὐτοῦ τὸ μὲν τῆς γυναικὸς εἶναι, τὸ δὲ τῆς Δήμητρος
ἱερὸν κελεύων· τὸν δ’ ἀποδόμενον γυναῖκα θύεσθαι χθονίοις θεοῖς[25].
Como se puede observar, este fragmento recoge las tres principales causas que,
siguiendo la clasificación de Dionisio de Halicarnaso, estarían encaminadas a proteger la
principal finalidad del matrimonio, esto es, la procreación de descendientes legítimos.
Desde ese punto de vista, la comisión de un acto de adulterio constituía la infracción
más grave que podía realizarse contra la moral familiar[26], pues cuando una mujer
casada mantenía relaciones extraconyugales con otro hombre no solo ensuciaba el buen
nombre de su marido[27], sino que, sobre todo, ponía en riesgo la legitimidad de la
descendencia al contaminar ese linaje con sangre ajena al propio grupo familiar.
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Una vez descartado que el repudio protagonizado por Espurio Carvilio Ruga
pudiera ser considerado como el primer caso de divorcio acaecido en la antigua Roma,
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no cabe sino llevar a cabo un análisis del contenido de las fuentes que hacen referencia
a este episodio histórico con el objetivo de identificar aquellos elementos sobresalientes
o especialmente novedosos que habrían propiciado que esta ruptura matrimonial
quedase grabada durante siglos en la memoria de los romanos.
El testimonio más antiguo que se ha conservado sobre este episodio procede de
la obra de Dionisio de Halicarnaso, quien tras explicar que los primeros matrimonios se
celebraban a través de la ceremonia de la confarreatio[39], que se consideraba una
unión de carácter indisoluble, lo que habría otorgado cierta seguridad al marido con
respecto a su propia mujer[40], que, a cambio, tenía derecho a suceder al marido como
heredera[41], afirma que un hombre llamado Espurio Carvilio, que procedía de una
familia romana de ascendencia noble, se habría atraído el odio del pueblo romano por
haberse divorciado de su mujer alegando su esterilidad como causa del repudio, pues
habría argumentado que este impedimento no le permitía cumplir con el juramento que
había realizado ante los censores de casarse para engendrar descendientes.
Dionysius Halicarnassus, Ant. Rom. 2.25.7: μάρτυς δὲ τοῦ καλῶς ἔχειν τὸν
περὶ τῶν γυναικῶν νόμον ὁ πολὺς χρόνος. ὁμολογεῖται γὰρ ἐντὸς ἐτῶν εἴκοσι
καὶ πεντακοσίων μηδεὶς ἐν Ῥώμῃ λυθῆναι γάμος· κατὰ δὲ τὴν ἑβδόμην ἐπὶ ταῖς
τριάκοντα καὶ ἑκατὸν ὀλυμπιάσιν ὑπατευόντων Μάρκου Πομπωνίου καὶ Γαΐου
Παπιρίου πρῶτος ἀπολῦσαι λέγεται τὴν ἑαυτοῦ γυναῖκα Σπόριος Καρουΐλιος
ἀνὴρ οὐκ ἀφανής, ἀναγκαζόμενος ὑπὸ τῶν τιμητῶν ὀμόσαι τέκνων ἕνεκα
γυναικὶ συνοικεῖν (ἦν δ᾿ αὐτῷ στείρα ἡ γυνή), ὃς ἐπὶ τῷ ἔργῳ τούτῳ καίτοι
δι᾿ ἀνάγκην γενομένῳ μισούμενος ὑπὸ τοῦ δήμου διετέλεσεν[42].
Como se puede observar, después de hacer referencia a los ciento cincuenta años
que, según Valerio Máximo, habrían transcurrido sin que se produjera ningún supuesto
de repudio entre mujer y marido, se afirma que Espurio Carvilio habría sido el primero
en divorciarse de su mujer en la antigua Roma. Y añade, además, que lo habría hecho a
causa de su esterilidad, señalando que a pesar de que este motivo se habría
considerado como justificativo para promover un repudio; no obstante, Espurio Carvilio
habría sido duramente reprobado entre sus contemporáneos porque no se consideraba
decoroso anteponer el deseo de tener hijos a la fidelidad conyugal.
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La insistencia con que ambos autores inciden en que este caso de repudio se
habría fundamentado en la esterilidad de la mujer de Espurio Carvilio ha llevado a que
la mayor parte de la doctrina romanística considere que, en realidad, se habría tratado
del primer caso de divorcio en que el marido alegaba esta causa para intentar promover
el repudio de su mujer[47]. De acuerdo con esta interpretación, el rasgo distintivo de
este episodio histórico no radicaría en que se hubiera producido una disolución
matrimonial, sino que este caso se habría caracterizado por ser la primera ruptura
matrimonial que se fundamentaba en un motivo ajeno a las causas que
tradicionalmente se consideraban válidas para la aceptación de un repudio en la antigua
Roma.
Aunque esta interpretación ofrece una explicación plausible para entender las
razones que habrían motivado a varios autores clásicos a reconocer este acontecimiento
como el primer caso de divorcio acaecido en Roma, sin embargo, resulta ciertamente
insostenible que la ordenación jurídica del divorcio fundamentada en las tres causas
justificativas de repudio señaladas por Plutarco[48], que se remonta nada menos que a
los tiempos de Rómulo, se hubiera mantenido inalterada hasta finales del siglo III a.C.
[49]. Por el contrario, resulta mucho más razonable suponer que habría existido una
cierta flexibilidad a la hora de reconocer nuevos motivos de repudio en los que, no
obstante, el marido siempre tendría la obligación de demostrar que su decisión venía
justificada por un motivo ajeno a su mera voluntad personal.
El caso de Espurio Carvilio Ruga se ajustaría perfectamente a esa configuración,
pues independientemente de que su mujer se hubiera comportado de forma adecuada,
nuestro protagonista habría alegado que su enlace matrimonial estaba teleológicamente
encaminado a la procreación, pero que, sin embargo, nunca podría alcanzar ese
objetivo debido a la esterilidad de su mujer. Puesto que se había comprometido a tener
hijos[50], no le habría quedado más remedio que poner fin a su relación matrimonial.
Ahora bien, acogerse a la supuesta esterilidad de la mujer casada como causa de
repudio no habría estado exento de complicaciones, pues de acuerdo con la ordenación
matrimonial vigente en ese momento, cualquier disolución matrimonial debía imputarse
a la falta de moralidad de alguno de los cónyuges: si se estimaba que se trataba de una
causa justificativa, la mujer asumía las consecuencias, mientras que la responsabilidad
recaía sobre el marido en caso de alegarse una causa que se considerase injustificada.
Sin embargo, en este caso no se podía considerar que la causa esgrimida para el
repudio fuese achacable a ninguno de los cónyuges.
Ante la necesidad de resolver este caso de repudio conforme a ese esquema dual
de responsabilidad conyugal, los censores romanos se habrían decantado por considerar
que la esterilidad de una mujer casada constituía una causa justificativa de divorcio y,
por consiguiente, la responsabilidad de esa disolución matrimonial debía recaer sobre la
esposa de Espurio Carvilio Ruga[51]. Sin embargo, no es de extrañar que este veredicto
hubiera suscitado una gran indignación pública entre la ciudadanía romana, pues
aunque se tratase de una solución técnicamente correcta, no se habría considerado
equitativo que una mujer que había respetado sus obligaciones conyugales durante su
matrimonio, tuviera que cargar con las consecuencias personales y patrimoniales que
conllevaba la expulsión de la comunidad marital. A estos efectos, el caso de Espurio
Carvilio Ruga habría servido para dejar entrever que la ordenación matrimonial romana
adolecía de graves limitaciones con respecto a los supuestos de disolución matrimonial.
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solo habría supuesto una infamante tacha de oprobio social, sino que además existía un
cierto riesgo de que la mujer repudiada pudiera caer en situación de desamparo, pues
la expulsión suponía tanto la extinción de los vínculos de parentesco con el resto de los
miembros de esa familia, como la pérdida de cualquier derecho que pudiera ostentar
sobre los bienes patrimoniales de esa comunidad doméstica.
Esta última consecuencia resultaba especialmente lesiva para la mujer repudiada,
ya que también afectaba a la cantidad de dinero o conjunto de bienes patrimoniales que
habían sido entregados a su marido en concepto de dote. A pesar de que la constitución
de la dote no se habría considerado un deber jurídico hasta la época postclásica[52],
antiguamente se consideraba un deber ético para la familia de la mujer, hasta el punto
de que un matrimonio sin dote habría resultado prácticamente inconcebible.
Si bien es cierto que existen indicios que apuntan a que originariamente la dote
se habría usado como un mecanismo de compensación de las expectativas sucesorias a
las que renunciaba la mujer que se incorporaba a la familia de su marido a través de la
conventio in manum[53], parece que la finalidad primordial de la dote habría consistido
en una contribución por parte del entorno de la mujer para sufragar las cargas
económicas que debía afrontar el marido al frente de la comunidad matrimonial[54].
Atendiendo a esa funcionalidad se entiende que, en cierta medida, la dote se
concibiese como una donación realizada en favor del marido y que, por lo tanto, los
bienes dotales pasaban a engrosar su patrimonio. De esta forma, pese a que se conocía
que la dote provenía del entorno de la mujer, antiguamente se consideraba que el
marido estaba plenamente facultado para utilizar esos bienes, percibir sus frutos y,
sobre todo, disponer del caudal dotal como si fuese el propietario del mismo.
Sin embargo, el ordenamiento jurídico romano no ignoraba que en cierta medida
esos bienes dotales pertenecían a la mujer y, por ese razón, la jurisprudencia
republicana habría contemplado la posibilidad de que el marido pudiera realizar una
atribución de esos bienes dotales a su mujer a través del legatum dotis[55]. De esta
forma, el marido podía determinar que esos bienes fueran sustraídos del caudal
patrimonial que estaba destinado a repartirse entre el resto de herederos del causante.
En un primer momento esa habría sido la única posibilidad de recuperar la dote,
pues dado que antiguamente el matrimonio ostentaba cierta vocación de
indisolubilidad, se entendía que la entrega de esos bienes dotales se realizaba de
manera inexorable y, por lo tanto, en Roma ni siquiera se habría planteado la
posibilidad de que se regulase una eventual restitución de la dote. En caso de que se
produjera un caso de repudio que se ajustase a alguna de las causas consideradas
justificativas, se imponía que la mujer perdía todos sus derechos sobre los bienes
entregados en dote.
Ahora bien, esta ordenación jurídica descansaba sobre la antigua consideración
de que cualquier caso de repudio fundamentado en una causa justificativa implicaba,
necesariamente, que la mujer había contravenido sus obligaciones conyugales y, en
consecuencia, no tenía derecho a recuperar los bienes que se hubieran entregado para
constituir su dote. No se contemplaba, por tanto, la posibilidad de que, como sucedió en
el divorcio de Espurio Carvilio Ruga, se alegase una causa justificativa para el repudio,
pero que, sin embargo, la mujer repudiada no hubiera llevado a cabo ninguna infracción
contra los principios que ordenaban la unión matrimonial.
De esta forma, todo parece indicar que el caso de Espurio Carvilio Ruga habría
supuesto un punto de inflexión en la evolución del ordenamiento matrimonial romano.
Las características propias de este caso habrían supuesto una enorme convulsión social,
hasta el punto de propiciar el que se plantease jurídicamente la necesidad de promover
una regulación sobre la restitución de la dote. En este sentido, resultan muy ilustrativos
unos fragmentos de Aulo Gelio en los que, tras señalar que desde la fundación de Roma
no se habría producido ningún tipo de disolución matrimonial en casi quinientos
años[56], recuerda que el jurista Servio Sulpicio Rufo alegaba en su "de dotibus" que
solo a partir del episodio de Espurio Carvilio se habría sentido la necesidad de
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establecer garantías para que la mujer pudiera recuperar sus bienes en caso de
divorcio.
Gellius, Noct. Att. 4.3.2: Servius quoque Sulpicius in libro quem composuit
de dotibus tum primum cautiones rei uxoriae necessarias esse visas scripsit, cum
Spurius Carvilius, cui Ruga cognomentum fuit, vir nobilis, divortium cum uxore
fecit, quia liberi ex ea corporis vitio non gignerentur, anno urbis conditae
quingentesimo vicesimo tertio M. Atilio P. Valerio consulibus. Atque is Carvilius
traditur uxorem, quam dimisit, egregie dilexisse carissimamque morum eius
gratia habuisse, set iurisiurandi religionem animo atque amori praevertisse, quod
iurare a censoribus coactus erat uxorem se liberum quaerundum gratia
habiturum.
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marido a su esposa, las sustracciones realizadas y las conductas que atentasen contra
las buenas costumbres en que hubiera podido incurrir la mujer durante el
matrimonio[74].
El régimen jurídico de la actio rei uxoriae aúna, por tanto, una evidente finalidad
asistencial con el interés por lograr una solución equitativa en la restitución de la dote.
Si bien es cierto que finalidad principal radicaba en proteger a las mujeres de la posible
despatrimonialización que podían sufrir al ser expulsadas de la comunidad marital como
consecuencia de un repudio, por otra parte, no se puede ignorar que la constitución de
la dote se habría llevado a cabo para contribuir a las cargas del matrimonio y, en
consecuencia, se reconoce cierto derecho del marido a retener una cuantía proporcional
al coste que le hubiera supuesto mantener a la mujer durante el matrimonio.
Conscientes de que la introducción de una acción de estas características suponía
acabar con el sistema dual de responsabilidad que habría ordenado la regulación de los
repudios antiguamente, los juristas republicanos articularon un nuevo recurso procesal
que ofreciese cierta protección a las mujeres que, como en el caso de la esposa de
Espurio Carvilio, se hubieran visto expulsadas de su comunidad familiar sin haber
realizado ninguna actuación inadecuada, pero que, al mismo tiempo, respetase la
finalidad original de la dote.
6. – A modo de conclusión
De acuerdo con los testimonios procedentes de las obras de los autores latinos,
sabemos que el repudio protagonizado por Espurio Carvilio Ruga habría generado una
gran conmoción entre la ciudadanía romana porque se habría tratado del “primer caso”
de disolución matrimonial que se producía desde la fundación de Roma. Sin embargo,
esos mismos autores no se muestran nada coincidentes a la hora de situar la
localización temporal de este importante episodio histórico.
A estos efectos, hemos comenzado descartando que hubiera podido tener lugar
durante el período monárquico, pues una disolución matrimonial de estas características
solo habría podido producirse mucho más tarde. La mayor parte de la doctrina se
inclina a pensar, otorgando mayor verosimilitud a los testimonios de Dionisio de
Halicarnaso[75] y Aulo Gelio[76], que este episodio habría acontecido en torno al año
230 a.C. durante el consulado de Marco Pomponio y Gayo Papirio.
Esta datación supondría que, en ningún caso, podría considerarse como el primer
divorcio acaecido en Roma en términos absolutos. Desde los primeros compases de la
historia jurídica romana se tiene constancia de varias causa justificativas de repudio.
Independientemente de que estas causas originarias se hubieran ampliado con el
tiempo, esta ordenación jurídica demuestra que si bien el matrimonio concebía como
una unión con vocación de indisolubilidad, desde el primer momento se habría
contemplado que el marido pudiera poner fin a un matrimonio en ciertos casos.
Estas causas de justificación se encontraban siempre estrechamente relacionadas
con una serie de conductas indecorosas por parte de la mujer, que al haber
contravenido sus obligaciones de fidelidad conyugal, suponían su expulsión de la
comunidad marital. Ahora bien, como se trataba de una decisión que no solo afectaba a
los dos cónyuges, sino que trascendía a sus familias y, por ende, podía generar
problemas de orden social, el antiguo ordenamiento jurídico romano imponía que la
decisión de repudiar a la mujer debía ser consultada previamente por el marido ante su
consilium domesticum con el fin de corroborar que no se trataba de una iniciativa
caprichosa.
A esas mismas coordenadas parece haberse ajustado el caso de Espurio Carvilio,
pues de acuerdo con las fuentes conservadas, habría alegado que repudiaba a su
esposa sobre la base de una causa considerada justificativa y, según Aulo Gelio, habría
tomado esa decisión después de consultar con su consilium amicorum.
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Pese a que en este fragmento se vuelve a incidir, en consonancia con otros textos
de Aulo Gelio a los que hemos hecho alusión anteriormente[77], en que Espurio Carvilio
habría sido el primer ciudadano romano en divorciarse de su mujer, lo cierto es que
esta afirmación solo puede entenderse en relación con el hecho de que en este caso se
habría alegado por primera vez la supuesta esterilidad de la mujer para fundamentar el
repudio. Aunque no se trataba de un motivo imputable a una conducta reprobable de la
esposa, parece que los censores habrían estimado que debía aceptarse como causa de
repudio, pues a fin de cuentas, como habría argumentado el propio Espurio Carvilio, la
finalidad del matrimonio romano estaba encaminada a la procreación.
Sin embargo, pese a que esta resolución pudiera estar bien fundamentada desde
un punto de vista jurídico, a ojos de la ciudadanía romana de la época habría resultado
una verdadera injusticia que una mujer que se había comportado de manera decorosa a
lo largo de todo su matrimonio, se viese finalmente expulsada de su comunidad marital
y, en consecuencia, quedase en una situación de desamparo al perder todos sus
derechos en relación con esa comunidad doméstica, incluyendo, por tanto, su derecho a
recuperar los bienes que habían sido entregados para constituir su dote.
Ante semejante escándalo, la jurisprudencia romana habría reaccionado con la
articulación de varios mecanismos jurídicos orientados a proteger a las mujeres casadas
frente a las lamentables consecuencias que se derivaban de estos supuestos de
divorcio, que, por otra parte, cada vez resultaban más frecuentes en Roma debido a la
paulatina degeneración de las antiguas costumbres y tradiciones romanas.
A esa nueva pulsión proteccionista respondería, en primer lugar, la articulación de
la stipulatio de reddenda dote que, como hemos destacado a lo largo de este trabajo,
habría posibilitado que el marido se comprometiese a restituir los bienes dotales en
caso de que su mujer muriese o se produjera la disolución matrimonial. Como
contrapartida, aparte de que los gastos que se computaban como necesarios disminuían
ipso iure lo que debía restituirse de la dote, se crearon algunas otras acciones a favor
del marido, como la actio de moribus y la actio rerum amotarum.
Con el fin de superar las limitaciones que entrañaba este sistema de cautiones,
en la primera mitad del siglo II a.C. la jurisprudencia republicana habría introducido la
denominada actio rei uxoriae. Si bien es cierto que este nuevo recurso procesal ofrecía
la posibilidad de recuperar los bienes dotales sin necesidad de que hubiera mediado una
promesa restitutoria, conjugaba esa defensa con la inclusión de una serie de
retentiones, parte de las cuales se sustentaban en la regulación precedente[78], en
favor del marido, asegurando así un cierto equilibrio entre esa nueva funcionalidad de
proteger a la mujer y el respeto a la originaria funcionalidad de la dote.
De esta forma, puede concluirse que si bien el caso de Espurio Carvilio Ruga no
puede considerarse el primer divorcio acaecido en Roma, sí que habría constituido un
punto de inflexión en la evolución de la ordenación matrimonial romana. A pesar de que
presenta aspectos novedosos, se habría resuelto conforme a los parámetros
tradicionales, poniendo de manifiesto las iniquidades de la antigua regulación
matrimonial romana en relación con los derechos de las mujeres repudiadas. Como
resultado de esa convicción, este caso habría propiciado una profunda transformación
jurídica sobre la necesidad de articular una regulación sobre la restitución de la dote.
7. – Resumen
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[Per la pubblicazione degli articoli della sezione “Tradizione Romana” si è applicato, in maniera rigorosa, il
procedimento di peer review. Ogni articolo è stato valutato positivamente da due referees, che hanno operato con il sistema del
double-blind]
[1] En este sentido, R. ASTOLFI, Il Matrimonio nel Diritto Romano preclassico, Padua 2002, 1 ss.,
recuerda que se tiene constancia de una serie de leges regiae que, en virtud del ius sacrum, sancionaban
las relaciones poligámicas, prohibían cualquier matrimonio entre parientes en línea recta hasta el tercer
grado y en línea colateral hasta el sexto grado, y que imponían a la viuda la obligación de respetar el
tempus lugendi, es decir, impedían que pudiera volver a contraer nuevo matrimonio hasta que hubieran
transcurrido al menos diez meses lunares desde la muerte de su marido.
[2] La mayor parte de la doctrina sostiene que la ceremonia de la confarreatio no solo daba lugar a
la unión matrimonial entre ambos cónyuges, sino que, como se reconoce en Gaius, Inst. 1.112, también
llevaría aparejado el sometimiento de la mujer a la manus de su marido. A este respecto, B. ALBANESE, Le
persone nel diritto privato romano, Palermo 1979, 295, afirma que la confarreatio «era un solenne ed
arcaico rito religioso, mediante il quale si realizzava, nell’ambito di un matrimonio già sussistente o da
costituire, la conventio in manum della sposa».
[3] Cfr. D. 50.16.195.2 (Ulpianus 46 ad edictum).
[4] Aunque R. FIORI, Materfamilias, en Bullettino dell'Istituto di Diritto Romano "Vittorio Scialoja"
96, 1993-1994, 455 s., ha puesto de manifiesto que aparece con diversos significados en las fuentes,
parece que originariamente el término mater familias se habría utilizado para hacer referencia a aquellas
mujeres casadas cum manu que, desde que ingresaban en la familia del marido, se hacían cargo de la casa
y el cuidado de los hijos. Sobre la evolución de este término, vid. M. SALAZAR REVUELTA, Posición jurídica
y papel social de la materfamilias a través del análisis de las diferentes acepciones del término en las
fuentes romanas, en Revista General de Derecho Romano 20, 2013.
[5] Se trata de una equiparación contemplada en las instituciones de Gayo, donde se afirma que la
mujer “usu in manum conveniebat, quae anno continuo nupta perseverabat; quia enim velut annua
possessione usucapiebatur, in familiam viri transibat filiaeque locum optinebat” (Gaius, Inst. 1.111). Sobre
esta afirmación, analizada en profundidad por la doctrina romanística, vid. C. FAYER, La familia romana.
Parte seconda, Roma 2005, 199 ss.
[6] Cfr. Dionysius Halicarnassus, Antiquitates Romanae 2.25.1-2.
[7] Traducción a cargo de A. RANZ ROMANILLOS, Vidas paralelas, I, Madrid, 2013, 92: «Pues de la
reverencia, amor y consistencia que imprimió a los matrimonios, el tiempo mismo es testigo; porque en
cerca de doscientos treinta años no hubo hombre que se resolviese a apartarse de la compañía de su
mujer, ni mujer de la de su marido; y así como los más eruditos de los Griegos llevan la cuenta de quién
fue el primer parricida y el primer matricida, de la misma manera no hay Romano que no sepa que fue
Carbilio Espurio el primero que repudió a su mujer por causa de esterilidad».
[8] Entre las aportaciones más relevantes sobre esta materia cabe destacar, entre otros, a A.
WATSON, The Divorce of Carvilius Ruga, en Tijdschrift voor Rechtsgeschiedenis 33, 1965, 38 ss.; G. BRINI,
Matrimonio e divorzio nel diritto romano. Parte seconda, Bolonia 1975, 1 ss.; O. ROBLEDA, Il divorcio in
Roma prima di Costantino, en Aufstieg und Niedergang der römischen Welt 2.14, 1982, 347 ss.; R. FIORI,
Homo sacer. Dinamica politico-costituzionale di una sanzione giuridico-religiosa, Nápoles 1996, 190 ss.; C.
FAYER, La familia romana. Parte terza, Roma 2005, 70 ss.
[9] Vid. infra Valerius Maximus, Facta et dicta memorabilia 2.1.4.
[10] Tertullianus, de monog. 9.11: Adeo autem repudium a primordio non fuit, ut apud Romanos
post annum sexcentesimum urbis conditae id genus duritiae commissum denotetur. Sed illi etiam non
repudiantes adulteria commiscent; nobis, et si repudiemus, ne nubere quidem licebit.
[11] Vid. supra Plutarchus, Comp. Thes et Rom. 6.3; Comp. Lyc. et Numa 3.7.
[12] Vid. infra Dionysius Halicarnassus, Ant. Rom. 2.25.7.
[13] Vid. infra Gellius, Noctes Atticae 4.3.2.
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[14] Tradicionalmente se ha venido aceptando la datación del año 230 a.C., que fue recogida por
primera vez en la obra de M. VOIGT y G. F. HAENEL, Die Lex Maenia de Dote: vom Jahr 568 der Stadt,
Weimar 1866 (reimp. 2012), 36 ss., quienes afirmaban que, de acuerdo con el calendario fijado por Varrón,
los cónsules Marco Pomponio y Gayo Papirio accedieron ese año a la máxima magistratura.
[15] En este sentido, cabe recordar que Dionisio de Halicarnaso habría nacido en la ciudad de
Halicarnaso, situada en la provincia de Asia Menor y que, conforme a su propio relato (Dionysius
Halicarnassus, Ant. Rom.1.7.2-3), entre los años 30-29 a.C. se habría desplazado hasta Roma para
aprender la lengua y cultura romana hasta su muerte, que se produjo en torno al año 7 a.C., vid. D.
PLÁCIDO, Historia antigua de Roma. Libros I-III, Madrid 1984, 5 ss. Se trata, por tanto, de un personaje
posterior en el tiempo a Servio Sulpicio Rufo, que como hemos señalado, habría sido la principal fuente de
referencia empleada por Aulo Gelio para determinar la fecha del caso de Espurio Carvilio Ruga. Sobre la
vida de este jurista, F. P. BREMEN, Iurisprudentiae Antehadrianae Quae Supersunt, I, Leipzig 1896, 139
ss.; P. MELONI, Servio Sulpicio Rufo e i suoi tempi, Cagliari 1946, 5 ss.; W. KUNKEL, Herkunft und soziale
Stellung der römischen Juristen, Böhlau 1967, 25 ss.; F. WIEACKER, Römische Rechtsgeschichte, Múnich
1989, 602 ss.
[16] El hecho de que en estas dos obras se citen los nombres de dos cónsules distintos parece
responder a que mientras que Dionisio de Halicarnaso habría recabado esta información de otras fuentes
más antiguas, es posible que, como apuntaba G. BRINI, Matrimonio e divorzio nel diritto romano, cit., 18,
Aulo Gelio hubiera decidido añadir, por iniciativa propia, los nombres de los dos cónsules que menciona tras
consultar algún calendario oficial de su época.
[17] Dionysius Halicarnassus, Ant. Rom. 2.25.2.
[18] Dionysius Halicarnassus, Ant. Rom. 2.25.6: ταῦτα δὲ οἱ συγγενεῖς μετὰ τοῦ ἀνδρὸς ἐδίκαζον·
ἐν οἷς ἦν φθορὰ σώματος καί, ὁ πάντων ἐλάχιστον ἁμαρτημάτων Ἕλλησι δόξειεν ἂν ὑπάρχειν, εἴ τις
οἶνον εὑρεθείη πιοῦσα γυνή. ἀμφότερα γὰρ ταῦτα θανάτῳ ζημιοῦν συνεχώρησεν ὁ Ῥωμύλος, ὡς
ἁμαρτημάτων γυναικείων αἴσχιστα, φθορὰν μὲν ἀπονοίας ἀρχὴν νομίσας, μέθην δὲ φθορᾶς (trad. a
cargo de Elvira Jiménez y Ester Sánchez, Madrid 1984: Pero en los siguientes casos la juzgaban los
parientes del marido: cuando había adulterio y, lo que parecería a los griegos una falta mínima, si se
descubría que una mujer había bebido vino. Rómulo permitió castigar estas dos faltas con la muerte, como
los más graves de los delitos femeninos, por considerar el adulterio principio de locura temeraria, y a la
borrachera de adulterio).
[19] El antiguo ordenamiento jurídico romano estaba compuesto por una serie de preceptos
sacramentales, atribuidos a los sucesivos reyes romanos, en los que se recogían disposiciones en torno a
diversas controversias que tradicionalmente se resolvían en el ámbito estrictamente doméstico. La mayor
parte de estos preceptos se limitaban a prohibir la realización de determinadas conductas, asociando las
pertinentes sanciones de carácter sacral en caso de incumplimiento. A este respecto, J. A. GONZÁLEZ
ROMANILLOS, La represión penal en época arcaica, en e-Legal History Review 25, 2017, ha señalado que
mientras que las infracciones de menor relevancia únicamente implicaban la obligación de realizar una
ofrenda expiatoria (piaculum), que en la mayor parte de las ocasiones habría consistido en el sacrificio de
algún animal o la entrega de una cierta cantidad pecuniaria a la divinidad ofendida, las fuentes recogen
sanciones más rigurosas para sancionar los comportamientos criminales más graves. En estos casos no se
admitían ofrendas expiatorias, sino que el infractor respondía con sus bienes y, ante todo, con su propia
persona (consecratio). Sobre la consecratio en la época arcaica, vid. R. FIORI, Homo sacer, cit., 25 ss.
[20] P. VOCI, Diritto sacro romano in età arcaica, en Studia et documenta historiae et iuris 19,
1953, 149 ss.
[21] A este respecto, varios autores latinos recuerdan el caso de Egnatius Metellus o Mecenius, que
habría castigado a su mujer con la pena de fustigamiento hasta matarla y, sin embargo, no habría sido
reprendido por ese comportamiento, pues como muy bien recuerda Valerio Máximo “uno quoque
existimante optimo illam exemplo violatae sobrietati poenas pependisse” (Valerius Maximus, Fact. et dict.
mem. 6.3.9). El caso también aparece mencionado en las obras de Plinius maior, Naturalis Historia
14.14.89; Tertullianus, apol. 6.4; Servius, Aeneis 1.737.
[22] R. ASTOLFI, Aspetti di diritto matrimoniale in età arcaica, en Studia et documenta historiae et
iuris 58, 1992, 258 ss., afirma que, a tenor de las fuentes conservadas en relación con la sanción del
adulterio en la antigua Roma, se puede vislumbrar una paulatina evolución desde un régimen matrimonial
más antiguo, que sancionaba las infidelidades cometidas por la mujer casada con la muerte, a un sistema
más moderno en el que se admite la posibilidad de disolver el vínculo matrimonial y que, en consecuencia,
habría posibilitado que se pudiera acudir al repudio en lugar de dar muerte a la mujer en los supuestos de
infidelidad conyugal.
[23] A. ERNOUT y A. MEILLET, Dictionnaire étymologique de la langue latine, París 1951, s.v.
repudium, 571: «C’est à pudet que les anciens rattachent repudium, cfr. Festus 350.3: -m Verrius ait
dictum quod fit ob rem pudendam».
[24] Reconociendo la antigüedad de esta legislación, pero con una mayor prudencia en su datación
histórica, Cicerón habría afirmado que en la ley de las XII Tablas ya se habría contemplado una ordenación
jurídica que hacía referencia a la posibilidad de divorciarse (Cicero, Philippicae 2.69).
[25] Traducción a cargo de A. RANZ ROMANILLOS, Vidas paralelas, cit., 92: «Promulgó también
algunas leyes, de las cuales muy dura es la que no permite a la mujer repudiar al marido, concediendo a
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éste despedir la mujer por envenenar los hijos, por falsear las llaves y por cometer adulterio; si por otra
causa alguna la despedía, ordenábase que la mitad de su hacienda fuese para la mujer, y la otra mitad para
el templo de Ceres; y que el que así la repudiase hubiera de aplacar a los dioses infernales”.
[26] L. MINIERI, Vini usus feminis ignotus, en Labeo 28, 1982, 155 ss.
[27] A estos efectos resultan especialmente ilustrativas las palabras con que Plinio se refiere a la
deshonra que habría supuesto para un tribuno militar que se presentaba a las elecciones para ser un cargo
público que su mujer fuese acusada por haber cometido adulterio (Plinius minor, epistulae 6.31.4).
[28] P. NOAILLES, Fas et Ius. Études de Droit Romain, París 1948, 19 ss.
[29] Sobre esta cuestión, C. FAYER, La familia romana. Parte terza, cit., 193, afirma con rotundidad
que «l’uomo sposato poteva tranquillamente avere relazioni con le schiave entro le stesse pareti
domestiche, oppure con donne manomesse o anche di nascita libera, che esercitavano la prostituzione o un
mestiere infamante, come le donne di teatro, ad esempio, e le sue relazioni con questi tipi di donne non
costituivano adulterio, anzi erano guardate con occhio molto indulgente, come lamenta Girolamo epist.
77,3 (P.L. 22,691)».
[30] En este sentido, Aulo Gelio recuerda que Catón afirmaba que en su época estaba
completamente admitido que el marido pudiera dar muerte a su mujer de manera inmediata, es decir, sin
necesidad de celebrar un juicio previo, en el caso de que esta hubiera sido descubierta cometiendo
adulterio, Gellius, Noct. Att. 10.23.5: De iure autem occidendi ita scriptum: "In adulterio uxorem tuam si
prehendisses, sine iudicio inpune necares; illa te, si adulterares sive tu adulterarere, digito non auderet
contingere, neque ius est".
[31] E. NARDI, Procurato aborto nel mondo greco romano, Milán 1971, 16 ss.; ID., Aborto e
homicidio nella civiltà classica, en Aufstieg und Niedergang der römischen Welt, II.13, 1980, 366 ss.; E.
CANTARELLA, Passato prossimo, Milán 1996, 84 ss.; R. ASTOLFI, Il matrimonio nel diritto romano
preclassico, cit., 134 ss.
[32] P. NOAILLES, Fas et Ius, cit., 6 ss.
[33] Esta es la conclusión que parece alcanzarse a la vista de un testimonio de Plinio en el que
afirma que: Non licebat id feminis Romae bibere. invenimus inter exempla Egnati Maetenni uxorem, quod
vinum bibisset e dolio, interfectam fusti a marito, eumque caedis a Romulo absolutum. Fabius Pictor in
annalibus suis scripsit matronam, quod loculos in quibus erant claves cellae vinariae resignavisset, a suis
inedia mori coactam (Plinius maior, Nat. hist. 14.14.89).
[34] Vid. supra Plutarchus, Rom. 22.3.
[35] A pesar de que, como bien ha destacado M. MARCOS CELESTINO, La arcaica Ceres romana y
su devenir histórico”, en Estudios Humanísticos. Filología 22, 2000, 137 ss., la concepción romana sobre la
diosa Ceres sufrió importantes transformaciones con el paso del tiempo, el culto a esta divinidad se habría
asociado antiguamente con la agricultura, las cosechas y la fecundidad de las mujeres. Por ese motivo, B.
S. SPAETH, The Roman Goddes Ceres, Austin, 1990, 44 ss. recuerda que las más arcaicas ceremonias
nupciales se habrían celebrado a través de una “confarreatio”, que habría consistido en una ceremonia en la
que ambos cónyuges compartían una torta de panis farreus, que era un tipo de grano especialmente
asociado con la diosa Ceres. En relación con los aspectos formales de esta ceremonia matrimonial y su
relación con distintas divinidades romanas, vid. R. ASTOLFI, Il matrimonio nel diritto romano preclassico,
cit., 191 ss. y C. FAYER, La familia romana. Parte seconda, cit., 223 ss.
[36] A pesar de que apenas se han conservado testimonios en los que se alude a la intervención del
consilium domesticum, Tácito rememora que este “priscum institutum” estaba formado por los propinqui
del pater familias (Tacitus, annales 13.32.2), término que parece concordar con los “συγγενεῖς” a los que
Dionisio de Halicarnaso alude en varios textos (Dionysius Halicarnassus, Ant. Rom. 2.25.6; 4.66.1-3) y
también con los “necessari” mencionados en la obra de Valerio Maximo en relación con el episodio de
Lucrecia (Valerius Maximus, Fact. et dict. mem. 6.1.1). Ahora bien, todo parece indicar que, al menos en
los casos de repudio, la composición del consilium domesticum también se extendía a los amigos del pater
familias, pues tanto en un texto de Aulo Gelio (vid. infra Gellius, Noct. Att. 17.21.44) como en la obra de
Valerio Maximo (vid. infra Valerius Maximus, Fact. et dict. 2.9.2.) se hace referencia expresa a la
intervención de un denominado consilium amicorum cuando ambos autores aluden a episodios de repudio
marital.
[37] Acerca de esta posibilidad, R. ASTOLFI, Il matrimonio nel diritto romano preclassico, cit., 143,
afirma que «ma non si può escludere che il marito senta anche i suoi parenti in linea femminile e persino i
membri della famiglia di origine della moglie e primo fra tutti il suocero (…) Si el suocero partecipa al
giudizio del marito, la famiglia del marito non subirà la vendetta della famiglia del suocero».
[38] Valerius Maximus, Fact. et dict. 2.9.2: Horum seueritatem M. Valerius Maximus et C. Iunius
Brutus Bubulcus censores consimili genere animaduersionis imitati sunt: L. enim Annium senatu mouerunt,
quod quam uirginem in matrimonium duxerat repudiasset nullo amicorum [in] consilio adhibito. At hoc
crimen nescio an superiore maius: illo nam<que> coniugalia sacra spreta tantum, hoc etiam iniuriose
tractata sunt. Optimo ergo iudicio censores indignum eum aditu curiae existimauerunt.
[39] Dionynius Halicarnassus, Ant. Rom. 2.25.1-2.
[40] Dionynius Halicarnassus, Ant. Rom. 2.25.3-4.
[41] Dionynius Halicarnassus, Ant. Rom. 2.25.6.
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[42] Traducción a cargo de Elvira Jiménez y Ester Sánchez, cit., 189: «Y el largo tiempo es testigo
de que esta ley sobre las mujeres era acertada, pues se reconoce que durante quinientos veinte años
ningún matrimonio se disolvió en Roma; sin embargo, en la CXXXVII Olimpiada, bajo el consulado de
Marco Pomponio y de Cayo Papirio, se dice que Espurio Carvilio, hombre ilustre, el primero en divorciarse
de su esposa, fue obligado por los censores a jurar que se había casado con su mujer para tener hijos (su
mujer era estéril), y por este hecho, que se produjo por necesidad, vivió hasta el final odiado por el
pueblo».
[43] Vid. supra segundo apartado del presente trabajo.
[44] Valerius Maximus, Fact. et dict. 2.1.1.
[45] Valerius Maximus, Fact. et dict. 2.1.2.
[46] Valerius Maximus, Fact. et dict. 2.1.3.
[47] Se trataría de una interpretación propuesta por O. KARLOWA, Römische Rechtsgeschichte, II,
Leipzig 1901, 188 ss., que posteriormente ha sido acogida por una parte de la doctrina romanística, en la
que caben destacar especialmente las aportaciones realizadas por A. WATSON, The Divorce of Carvilius
Ruga, cit., 38 ss.
[48] Vid. supra Plutarchus, Rom. 22.3.
[49] G. BRINI, Matrimonio e divorzio nel diritto romano, cit., 74.
[50] Con respecto al juramento pronunciado por Espurio Carvilio en el momento de contraer
matrimonio, la mayor parte de la doctrina considera que podría haber adoptado la fórmula «Ut tu ex animi
tui sententia uxorem habes» referida tanto en la obra de Cicerón (Cicero, de orat. 2.260), como de Aulo
Gelio (Gellius, Noct. Att. 4.20.3). A este respecto, vid. C. FAYER, La familia romana. Parte seconda, cit.,
374 ss.
[51] A este respecto, F. LANFRANCHI, Il diritto nei retori romani: contributo alla storia dello
sviluppo del diritto romano, Roma 1938, 233 ss., afirmaba que en diversas obras retóricas se hace alusión
a un cierto período de cinco años como una especia de criterio de prueba de la esterilidad de la mujer
casada.
[52] Aun en la actualidad se sigue discutiendo acerca de si esta obligación habría sido introducida
merced a la lex Iulia de maritandis ordinibus, en virtud de una constitución imperial emitida por los
emperadores Septimio Severo y Caracalla o, como defiende la mayor parte de la doctrina, se trataría de
una innovación del Derecho Justinianeo. Sobre este punto, vid. C. FAYER, La familia romana. Parte
seconda, cit., 717 ss.
[53] Con respecto a esa funcionalidad de la dote, V. ARANGIO-RUIZ, Istituzioni di Diritto Romano,
Nápoles, 1957, 453, afirma que una vez superada la antigua concepción de la mujer como un instrumento
de procreación, cuando se impone la cooperación entre ambos cónyuges, «si diffuse anche il costume che
la donna alieni iuris, la quale in forza della conventio in manum perdeva ogni aspettativa di successione in
ordine alla famiglia onde si staccava, fosse accompagnata nella nuova famiglia da una certa massa di beni,
che da un canto la indennizzasse di quella perduta aspettativa e dall’altro rappresentasse un contributo di
lei e dei suoi alle spese della vita coniugale».
[54] Aunque las referencias más antiguas en relación con esta funcionalidad de la dote se remontan
a finales del período republicano, la mayor parte de la doctrina considera que esta habría sido su finalidad
original
vid. C.A. CANNATA, s.v. dote. Diritto romano, en Enciclopedia del Diritto 14, 1965, 1.
[55] Sobre esta antigua modalidad de legado, P. VOCI, Diritto ereditario romano, II, Milán 1963,
325 nt 294 afirma que este tipo de legados habrían seguido vigentes incluso después de la introducción de
la actio rei uxoriae, pues aunque se trataba de figuras jurídicas naturalmente encaminadas a la restitución
de los bienes entregados en dote, el legatum dotis «assicura il commodum repraesentationis: cioè
l’adempimento inmediato, mentre le cose dotali fungibili andrebbero restituite annua bima trima die, cioè in
tre rate (annuali)».
[56] Vid. supra Gellius, Noct. Att. 4.3.1.
[57] Entre los numerosos autores que han destacado la importancia de este episodio para la
introducción de una regulación sobre la restitución de la dote sobresalen especialmente G. BRINI,
Matrimonio e divorzio nel diritto romano, cit., 107; S. SOLAZZI, La restituzione della dote, Città di Castello
1899, 117 ss.; M. LAURIA, La dote romana, Nápoles 1938, 26 ss.; ID., Matrimonio. Dote in diritto romano,
Nápoles 1952, 44; A. WATSON, The divorce of Carvilius Ruga, cit., 46 ss.; C. FAYER, La familia romana.
Parte seconda, cit., 699 ss.
[58] I. CREMADES UGARTE y J. PARICIO SERRANO, Dos et virtus. La devolución de la dote y
sanción a la mujer romana por sus malas costumbres, Barcelona 1983, destacan, por encima de todo, la
importancia de la denominada actio ex stipulatu, hasta el punto de considerar que, en la práctica, se habría
concebido como una acción contraria a la actio rei uxoriae y que incluso es posible que, por motivos de
economía procesal, ambos recursos procesales se sustanciasen en un mismo proceso ante un mismo
órgano judicial.
[59] Plautus, Stichus 204; Miles gloriosus 1166 ss.; Terentius, Hecyra 501. Un análisis
pormenorizado del contenido de estos pasajes se puede encontrar en S. SOLAZZI, La restituzione della
dote, cit., 358 ss.
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[60] Livius, Periochae 46 L.: L. Aemilius Paulus, qui Persen vicerat, mortuus. Cuius tanta
abstinentia fuit, ut, cum ex Hispania et ex Macedonia immensas opes rettulisset, vix ex auctione eius
redactum sit, unde uxori eius dos solveretur. Cfr. S. SOLAZZI, La restituzione della dote, cit., 361 ss.
[61] La legitimación activa correspondería preferentemente a la propia mujer, siempre y cuando
esta fuera jurídicamente independiente, como se afirma en Tit. Ulp. 6.6: Divortio facto, si quidem sui iuris
sit mulier, ipsa habet actionem, id est dotis repetitionem; quodsi in potestate patris sit, pater adiuncta filiae
persona habet actionem rei uxoriae; nec interest, adventicia sit dos, an profecticia.
[62] El principal exponente de este planteamiento habría sido Moritz Voigt, quien remontaba el
origen de esta acción a la lex Maenia de dote, promulgada por Tito Maenio en torno al año 186 a.C.
[63] R. MONIER, Manuel élémentaire de droit romain, I, París 1935, 347.
[64] Esta es la posición sostenida, con mayor o menor convicción, por autores como V. ARANGIO-
RUIZ, Istituzioni, cit., 456; C.A. CANNATA, s.v. dote. Diritto romano, cit., 4 ss.; A. GUARINO, Diritto privato
romano, Nápoles 1970, 597 ss.; G. PUGLIESE, Istituzioni di diritto romano, Turín 1990, 443; M.
TALAMANCA, Istituzioni di diritto romano, Milán 1990, 148 ss.; M. MARRONE, Istituzioni di diritto romano,
Palermo 2006, 228.
[65] Sobre esta interpretación, minoritaria en el seno de la doctrina romanística, vid. M. KASER,
Die Rechtsgrundlage der actio rei uxoriae, en Revue internationale des droits de l’antiquité 2, 1949, 537
ss.; M. LAURIA, Matrimonio. Dote in diritto romano, cit., 103 ss.
[66] El término “helenístico” habría sido utilizado por primera vez por J.G. DROYSEN, Geschichte
des Hellenismus, Berlín 1836 (reimp. 1843), para hacer referencia al proceso de difusión de valores
culturales propios de regiones en las que se hablaba griego o que, de uno u otro modo, estaban
directamente relacionadas con la Hélade.
[67] Las consecuencias de este proceso de asimilación de muchos de los valores de la cultura
helenística en la esfera pública romana se reflejan, con mucha claridad, en la famosa máxima pronunciada
por Horacio: “Graecia capta ferum victorem cepit” (Horatius, Epistulae 2.1.156).
[68] La mayor parte de la doctrina considera que desde finales del período republicano se habría
producido un importante aumento del número de divorcios a consecuencia del creciente desapego por las
tradiciones y las costumbres romanas, vid. J. CARCOPINO, La vie quotidienne à Rome, París 1939, 118 ss.;
A. DEL CASTILLO, La emancipación de la mujer romana en el siglo I d.C., Granada 1976, 94 ss.; F.
PICCINELLI, L’evoluzione storico-giuridica del divorzio en Roma da Romulo ad Augusto, en Archivio
Giuridico 34, 1985, 446 ss.
[69] Vid. supra Tit. Ulp. 6.6.
[70] D. 24.3.22.12 (Ulpianus libro 33 ad Edictum); C.I. 5.18.9 (a. 294).
[71] La inclusión de esta expresión atañe al debate doctrinal en torno a la estructura de la fórmula
de la actio rei uxoriae, sobre la cual resultan especialmente relevantes las obras de O. LENEL, Das Edictum
perpetuum. Ein Versuch zu seiner Wiederherstellung, Aalen 1956, 305 ss.; M. KASER, Die Rechtsgrundlage
der actio rei uxoriae, cit., 537 ss.; A. SÖLLNER, Zur Vorgeschichte und Funktion der “actio rei uxoriae”,
Colonia-Viena 1969; A. GUARINO, Diritto privato, cit., 598 ss.; M. TALAMANCA, Istituzioni, cit., 148; J.
PARICIO SERRANO, Sobre la fórmula de la actio rei uxoriae, en Status familiae. Festschrift für Andreas
Wacke zum 65 Geburstag, Múnich 2001, 365 ss.; M. VARVARO, Studi sulla restituzione della dote. I. La
formula dell’actio rei uxoriae, Turín 2006.
[72] De hecho, tanto en la obra de Cicerón (Cicero, de off. 3.61) como en las instituciones de Gayo
(Gaius, Inst. 4.62) se incluye esta acción en el elenco de los iudicia bonae fidei.
[73] Esta prerrogativa suponía que la restitución de la dote estaba limitada a la cantidad que el
marido “in id quod facere potest” (D. 24.3.12 (Ulpianus libro 36 ad Sabinum). Sobre el denominado
beneficio de competencia, vid. A. GUARINO, La condanna nei limiti del possibile, Nápoles 1978, 54 ss.
[74] Sobre estas retentiones, vid. M. KASER, Die Rechtsgrundlage der actio rei uxoriae, cit., 511 ss.
[75] Vid. supra Dionysius Halicarnassus, Ant. Rom. 2.25.7
[76] Vid. supra Gellius, Noct. Att. 4.3.1.
[77] Vid. supra Gellius, Noct. Att. 4.3.1-2.
[78] En este sentido cabe destacar que la retentio propter impensae se fundaba en la máxima
según la cual las impensas necesarias disminuían la dote ipso iure, la retentio propter mores encontraba su
fundamento en la actio de moribus y la retentio propter res amotae en la actio rerum amotarum.
http://www.dirittoestoria.it/17/tradizione/Herrero-Medina-Divorcio-Espurio-Carvilio-Ruga-un-caso-paradigmatico.htm