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PRIMER PARCIAL CCP

Módulo 1. Teóricos

1- Explique el pasaje del trauma a la fantasía en la teoría psicoanalítica. Ubique la noción de


soldadura y ejemplifique con el caso Dora.

En un primer momento de la teoría freudiana, la seducción por adultos u otros niños mayores
desempeñaba el papel principal en la historia infantil. Hay una vivencia que es vivida real y
prematuramente, que resulta traumática para el sujeto. No se trata de quien lo hizo, ni como lo hizo, sino
del aumento de un monto de afecto que trae aparejada esa vivencia. Es una vivencia, que para que tenga
eficacia patógena, tenía que resultarle intolerable al yo, y provocar en él un esfuerzo defensivo: la
escisión psíquica, la división de la conciencia. Si la defensa prevalecía, la vivencia intolerable salía de la
cc y del recuerdo del yo; pero, en ciertas circunstancias, lo arrojado desplegaba eficacia como algo icc y
regresaba a la cc por medio de los síntomas. La contracción de la enfermedad correspondía a un fracaso
de la defensa. Freud rastrea que estos traumas psíquicos pertenecían a la infancia del sujeto y concernían
a su vida sexual.

Pero luego, da cuenta de que había sobrestimado la frecuencia de esos sucesos, y que ya no sabía
distinguir con certeza entre los espejismos mnémicos de los histéricos acerca de su infancia, y las huellas
de los hechos reales. Es decir, no lograba discernir entre fantasía y realidad de aquello que le era contado
por sus pacientes.

Cae la insistencia en el elemento traumático y logra determinar que en el análisis surgen, en realidad,
fantasías de seducción como intentos por defenderse del recuerdo de la propia práctica sexual
(masturbación infantil).

En lugar de defensa comienza a dar cuenta de un mecanismo de represión.

Estas fantasías (ficción investida con afecto) son cumplimientos de deseo generados por la privación y
la añoranza.

Vale aclarar que las fantasías son tanto cc como icc; cuando devienen icc pueden volverse patógenas,
expresarse en síntomas y ataques. Las fantasías pueden haberse formado en lo icc (siempre icc) o una
vez fueron cc y luego cayeron en lo icc por represión. En esta última opción, el contenido de la fantasía
puede retornar a la cc (como síntoma).

La fantasía icc mantiene un vínculo muy importante con la vida sexual de la persona; es idéntica a la
fantasía que le sirvió para su satisfacción sexual durante un período de masturbación. El acto
masturbatorio (onanista) se componía de dos fragmentos: la convocación de la fantasía y la operación
activa de autosatisfacción en su cima. Esta composición consiste en una soldadura. Cuando la persona
renuncia luego a la satisfacción masturbatoria (acción autoerótica) y fantaseada, la fantasía misma (cc)
deviene icc; y si no logra desviar la excitación sexual hacia una meta superior, está dada la condición para
que la fantasía icc se abra paso como síntoma patológico.

En el caso de los ataques o síntomas histéricos, las fantasías icc son los estadios psíquicos previos más
próximos. Los síntomas histéricos son fantasías icc desfiguradas por conversión (el monto de afecto de la
r.i se dirige al cuerpo). Son síntomas somáticos tomados del mismo círculo de las sensaciones sexuales
que acompañaron originariamente a la fantasía, cc en esa época.

Los síntomas histéricos ya no son más retoños directos de los recuerdos reprimidos de vivencias sexuales
infantiles, sino que entre síntomas e impresiones infantiles se intercalaban las fantasías (invención de
recuerdos), casi siempre producidas en la pubertad.

La noción de soldadura se detecta en el caso Dora. Es una chica que se presenta ante Freud con una
serie de síntomas conversivos. Afonía, tos, disnea. Al síntoma histérico se le es prestado un sentido, es
soldado con él, y cada caso está relacionado con la naturaleza de los pensamientos sofocados que
quieren expresarse. Dora fantaseaba una situación sexual (ella lo relata como un hecho real en análisis):
el comercio sexual oral entre su padre y la Sra. K. Y ella proporciona una pre-condición somática para la
creación de esa fantasía: de pequeña había sido una “chupeteadora”, y su padre recordaba haberle
quitado la costumbre de chupetear. Da cuenta de una situación en donde ella está chupeteando su dedo y
jugando con el lóbulo de la oreja de su hermano. Autosatisfacción por la vía oral. El síntoma en Dora,
venía a continuar con esa forma de satisfacción. En Dora la soldadura se presenta en la garganta.

2-Desarrolle el concepto de transferencia a partir del texto de Lacan “Intervenciones sobre la


transferencia” donde se articulan las nociones de la dialéctica y la verdad. Explique el esquema
lambda. (esquema en hoja aparte)

La experiencia psicoanalítica se desarrolla entera en esa relación sujeto a sujeto, conservando una
dimensión que es irreductible a toda psicología de la objetivación de ciertas propiedades del individuo. En
un psicoanálisis el sujeto se constituye por un discurso, donde la mera presencia del psicoanalista aporta
(antes de toda intervención), la dimensión del diálogo.

Lacan lo que sostiene es que la experiencia analítica es una experiencia dialéctica.

Va a tomar el caso Dora, que es la primera vez que Freud da cuenta de la transferencia como un
obstáculo en el análisis.

El caso Dora es expuesto bajo la forma de una serie de inversiones dialécticas (cuestionamientos). Se
trata de una escansión de las estructuras en las que se transforma para el sujeto la verdad, que tocan su
compresión de las cosas y su posición misma como sujeto del que los objetos son función. El concepto de
la exposición es idéntico a la realidad de la cura.

Lo que va a intentar Lacan es definir en términos de dialéctica a la transferencia, llamada negativa, y a la


operación del individuo que la opera. Y va a dar cuenta de todas las fases en el caso Dora.

Un primer desarrollo de verdad (cuál es la verdad para el sujeto de lo que le pasa): Dora cuenta que la
Sra. K y su padre son amantes hace muchos años y que a veces lo disimulaban con ficciones ridículas.
Pero además de eso, ella queda entregada sin defensa al galanteo del Sr. K, ante los cuales su padre no
hace nada. Dora sostiene que esos hechos están ahí, proceden de la realidad y no de ella, que quiere
cambiar usted en ellos.

A lo que Freud responde con una primera inversión dialéctica: le pregunta a Dora cuál es su parte, su
complicidad en eso que cuenta. Y aparece, entonces:

Un segundo desarrollo de verdad, donde ella da cuenta de su participación en todo lo que viene
planteando.

En Dora, la relación edípica se revela constituida por una identificación al padre, que ha favorecido la
impotencia sexual en este. Esta identificación se ve en todos los síntomas de conversión de la paciente, y
su descubrimiento inicia el levantamiento de muchos de ellos.

La pregunta viene del lado de qué significan los celos manifestados por Dora ante la relación amorosa de
su padre.

La segunda intervención dialéctica que Freud opera, con la observación de que no es el objeto
pretendido de los celos el que da su verdadero motivo, sino que disfraza un interés hacia la persona del
sujeto-rival; un interés cuya naturaleza no puede expresarse sino en esa forma invertida en el discurso
común. De donde surge:

Un tercer desarrollo de verdad: la atracción fascinada de Dora hacia la Sra. K, las confidencias sexuales
que ésta le da a la paciente.
Esta pregunta la llevaría a un nuevo desarrollo de verdad. Del momento en que confesó que el Sr. K había
avanzado sobre ella, y el matrimonio lo desmintió acusándola de tener intriga sexual y perversidad.

Entonces, ¿Cuál es el motivo de lealtad a la Sra. K? La acusan de perversa, cuando ella tiene esos
conocimientos a través de esta mujer. Lo que lleva a:

Una tercera inversión dialéctica: que daría el valor real del objeto que es la Sra. K. para Dora. No un
individuo, sino un misterio, el misterio de su propia femineidad, de su femineidad corporal.

Dora relata una imagen, la más lejana que alcanza de su primera infancia, donde ella se está chupando el
dedo pulgar izquierdo, al mismo tiempo que con la mano derecha tironea de la oreja de su hermano, un
año y medio mayor que ella.

Se puede tomar con esto la medida de lo que significan ahora para ella, la mujer y el hombre.

La mujer es el objeto imposible de desprender de un primitivo deseo oral y en el que sin embargo es
preciso que aprenda a reconocer su propia naturaleza genital. Para tener acceso a ese reconocimiento de
su femineidad, le es necesario realizar la asunción del propio cuerpo, a falta de la cual permanece abierta
a la fragmentación funcional que constituye los síntomas de conversión.

Pero ella está identificada con el compañero varón, la diferencia de edad le permite esta cuestión. De esa
misma forma, Dora se ha identificado al Sr. K, como también se identifica a Freud mismo.

El problema de su condición en el fondo es aceptarse como objeto del deseo del hombre, y es éste el
misterio que motiva su idolatría a la Sra. K.

Hay algo que se replantea Freud, dice Lacan, y es si en una tercera inversión dialéctica, hubiese orientado
a Dora hacia el reconocimiento de lo que era para ella la Sra. K, obteniendo la confesión de los últimos
secretos de su relación con ella, habiendo podido abrir el camino al reconocimiento del objeto viril.

Pero que su falta fuese fatal para el tratamiento, lo atribuye a la acción de la transferencia, al error que le
hizo posponer su interpretación.

Freud confiesa que durante mucho tiempo, no pudo encontrarse con esa tendencia homosexual sin caer
en un desaliento, que le hacia incapaz de acutar sobre ese punto de manera satisfactoria.

Freud tiene hacia el Sr. K una simpatía que viene de lejos, es él quien trae a análisis al padre de Dora, y
que se expresa en varias apreciaciones. Después del fracaso del tratamiento, se empeña en seguir
soñándolo con una victoria del amor. Por haberse puesto un poco excesivamente en el lugar del Sr. K, es
que Freud no pudo dar cuenta de esa tendencia homosexual. En razón de su contratransferencia, Freud
vuelve demasiado constantemente sobre el amor que el Sr. K inspiraría a Dora.

Lo que Lacan determina, es que la transferencia, no es nada real en el sujeto, sino la aparición, en un
momento de estancamiento de la dialéctica analítica de los modos permanentes según los cuales se
constituye sus objetos. Interpretar la transferencia, es llenar con un engaño el vacío de ese punto muerto.

La transferencia no remite a ninguna propiedad misteriosa de la afectividad, e incluso cuando se delata


bajo un aspecto de emoción, éste no toma su sentido sino en función del momento dialéctico en que se
produce.

Tiene siempre el mismo sentido de indicar los momentos de errancia y de orientación del analista.

3- Desarrolle el concepto de transferencia desde las conferencias freudianas y articule con el lugar
del analista.

La transferencia, Freud sostiene que cree que se trata de una transferencia de sentimientos puesta sobre
la persona del analista, porque no cree que la situación de la cura de nacimiento a los mismos. Toda esa
inclinación del afecto viene de otra parte, ya estaba preparada en el sujeto y con oportunidad del
tratamiento analítico se transfirió sobre la persona del analista.

Puede presentarse como un tormentoso reclamo de amor o en formas más atenuadas; en lugar del deseo
de ser amado, puede emerger por ejemplo, en una muchacha joven el deseo de que el hombre (analista)
la acepte como la hija predilecta, y la aspiración libidinosa puede suavizarse en la propuesta de una
amistad indisoluble, pero ideal y no sensual. Muchas mujeres se las arreglan para sublimar la transferencia
y moldearla hasta que cobra una especie de viabilidad; otras no pueden no expresarla en su forma cruda,
originaria, imposible la mayoría de las veces. Pero en el fondo siempre se trata de lo mismo, y siempre es
inequívoca su proveniencia de la misma fuente.

En la transferencia se observa la misma sobrestimación de las cualidades del analista, el mismo abandono
al interés de él y los mismos celos en ambos sexos. En los pacientes masculinos, el analista observa más
a menudo, que en las mujeres, una forma de manifestación de la transferencia, a la que Freud denomina
transferencia hostil o negativa.

La transferencia surge en el paciente desde el comienzo del tratamiento y durante un tiempo constituye el
más poderoso resorte impulsor del trabajo. Pero si después se muda en resistencia, es preciso prestarle
atención y reconocer que modifica su relación con la cura bajo dos condiciones diferentes y contrapuestas:

⮚ Cuando en calidad de inclinación tierna se ha hecho tan fuerte, dejando ver claramente los signos
de su procedencia de la necesidad sexual
⮚ Cuando consiste en mociones hostiles en vez de tiernas. Los sentimientos hostiles, por regla
general, salen a la luz más tarde que los tiernos, y detrás de ellos, resultan un buen reflejo de la
ambivalencia de sentimientos que rige en la mayoría de los vínculos íntimos con otros seres
humanos. Los sentimientos hostiles comportan un vínculo afectivo, de la misma forma que los
tiernos.

Y en cuanto a los sentimientos hostiles hacia el analista merezcan el nombre de transferencia, no hay
dudas de eso, ya que la situación de la cura no les da ocasión suficiente; la necesidad de concebir así la
transferencia negativa asegura que no se ha errado en el juicio sobre la positiva o tierna.

Se supera la transferencia cuando se demuestra al enfermo que sus sentimientos no provienen de la


situación presente y no valen para la persona del analista, sino que repiten lo que a él le ocurrió una vez,
con anterioridad. Se lo fuerza al paciente a mudar su repetición en recuerdo. Y entonces, la transferencia
que en cualquier caso parecía significar la más poderosa amenaza u obstáculo para la cura, se convierte
en el mejor instrumento de ella, con cuya ayuda pueden desplegarse los más cerrado de la vida anímica.

Hay que entender que la enfermedad el paciente que está en análisis, no es algo terminado o congelado.
La iniciación del tratamiento no pone fin a ese desarrollo, pero cuando la cura se apodera del paciente,
toda la producción nueva de la enfermedad se concentra en la relación con el analista. El trabajo con los
recuerdos del enfermo queda muy relegado. No es incorrecto decir que entonces, ya no se trata con la
enfermedad anterior del paciente, sino una neurosis recién creada y recreada que sustituye la primera.

Todos los síntomas del enfermo abandonan su significado originario y se incorporan a un nuevo sentido. El
hombre que en la relación con el analista ha pasado a ser normal y libre del afecto de unas mociones
pulsionales reprimidas, sigue siéndolo en su vida propia, cuando el analista se hizo a un lado.

Dar batalla al conflicto con las resistencias reveladas en el análisis necesita de una impulsión que influya
sobre la decisión en el sentido deseado por el analista. Si no puede suceder que resuelva repetir el
desenlace anterior y surja la resistencia nuevamente de lo que ya había sido elevado a la cc. Lo que
decide el resultado es la relación con el analista. Mientras que su transferencia sea +, revista al analista de
autoridad y crea a sus comunicaciones y concepciones. Sin esta o si es -, ni siquiera escucharía los
argumentos del analista.
Todos los hombres normales, dice Freud, tienen la capacidad de dirigir investiduras libidinosas de objeto
sobre personas. La inclinación hacia la transferencia en el neurótico es un acrecentamiento de esa
propiedad universal.

Hay que tener en cuenta que en las neurosis narcisistas, a diferencia de las neurosis de transferencia, no
hay capacidad de establecer la transferencia o solo restos insuficientes de ella. Rechazan al analista con
indiferencia, por eso este no puede influirlos. No puede establecerse en los narcisistas el mecanismo de
curación que se implanta con los otros (renovación del conflicto paterno y superación de la
resistencia de la represión). Lo que sucede en los narcisistas es que debía haberse resignado la
investidura de objeto, trasponiéndose la libido de objeto en yoica.

Hay estructuras psíquicas por ende que permiten el trabajo analítico y otras que no.

Freud destaca que si bien la terapia analítica se trata de una sugestión (facilitada por la transferencia), es
muy diferente a la sugestión por la vía hipnótica. Esta última busca encubrir y tapar algo en la vida
anímica; cuando la analítica busca sacar a la luz y remover algo. La primera usa la sugestión para prohibir
los síntomas, refuerza las represiones y deja intactos los procesos que llevaron a la formación de
síntomas. La terapia analítica, en cambio, llega hasta los conflictos de los que han nacido los síntomas y
se sirve de sugestión para modificar el desenlace de esos conflictos. La terapia hipnótica deja a los
pacientes sin capacidad de resistir a una nueva ocasión de enfermar. La cura analítica impone un trabajo
tanto al analista como al enfermo, que es preciso para cancelar las resistencias internas. El logro esencial
de la cura analítica es la superación de esas, por lo que la vida anímica del sujeto se modifica
duraderamente y permanece protegida frente a nuevas posibilidades de enfermar. Es un trabajo
posibilitado por el auxilio de la sugestión.

Para que se dé el trabajo terapéutico es necesario que la libido de los síntomas pase a la transferencia, y
ahí concentrada se da la lucha en torno a ese nuevo objeto. Lo decisivo es que se elimine la represión
sobre el conflicto renovado en transferencia. Ahí colabora el analista, en un trabajo de interpretación.

Es muy importante, que en el análisis, el analista se abstenga de dar sentido a aquello que surge en el
trabajo analítico, fijado desde sus propios puntos de retorno (propios complejos icc, puntos ciegos). Si se
dirige la cura desde ese lado, queda un saldo lamentable en análisis, así como le sucedió a Delgado en el
caso diario: todos los padres debían ser protegidos, y eso le imposibilitó escuchar el verdadero sentido de
aquello que el paciente pronunciaba (no era diario si no: di-ario). Con la regla de abstinencia el analista
hace un trabajo porque su escucha no esté sesgada.

Para la finalización de una cura analítica, la transferencia se tiene que desmontar.

Transferencia como motor y como obstáculo.

4- Desarrolle los tres tiempos de la fantasía pegan a un niño. Articule con el concepto lacaniano de
fantasma (a partir del texto de Miller “El axioma del fantasma”).

La fantasía pegan a un niño, es un precipitado del CDE que constituye las cicatrices que quedan luego de
su fin, y está compuesta por tres tiempos lógicos:

1) “El padre pega al niño”. La primera fase de las fantasías de paliza tiene que corresponder a una
época muy temprana de la infancia. El niño azotado nunca es el fantaseador; lo regular es que sea otro
niño, un hermanito cuando lo hay. No es posible identificar un vínculo constante entre el sexo del
fantaseador y el del azotado. La fantasía seguramente no es masoquista; se la llamaría sádica: pero
nunca el niño fantaseador es quien pega. En cuanto a quien es el que pega, no queda claro al comienzo.
Sólo se comprueba que no es otro niño, sino un adulto. Esta persona adulta indeterminada se vuelve luego
reconocible de manera clara y unívoca como el padre (de la niña).
El padre golpea al niño odiado por mí, por la rivalidad y los celos. Así soy el hijo amado; se trata de cómo
juega el padre en la fantasía del Edipo, tanto en mujeres como hombres. Aunque la madre aparezca
pegando, solo es una desfiguración, siempre se trata del padre.

Es una primera fase sádica y el sujeto sólo la recuerda.

Entre el primer y segundo tiempo, se consuman grandes trasmudaciones. La persona que pega sigue
siendo el padre, pero el niño azotado es otro. Por lo regular es el niño fantaseador mismo, la fantasía se
ha teñido de placer en alto grado y se ha llenado con un contenido sustantivo.

2) “Yo soy azotado por el padre”. Es un texto indudablemente de carácter masoquista. Es la fase más
importante y grávida en consecuencias; pero nunca ha tenido una existencia real. En ningún caso es
recordada, nunca ha llegado a devenir consciente. Se trata de una construcción del análisis, no por eso
menos necesaria.

Esta fase no está reprimida, por eso no se la puede ubicar como retorno de lo reprimido, es una
construcción. Es una fantasía que se retiene para la satisfacción autoerótica, no habla de resistencias a la
asociación libre, sino que sigue las coordenadas de la represión primaria, como agujero en lo simbólico.

Se enlaza en ella el ser castigado y la temática del amor al padre con un modo de satisfacción.

Es una fantasía masoquista. Ese masoquismo que Freud define como masoquismo femenino:
satisfacción en ser golpeado, humillado, degrado. No tiene nada que ver con lo femenino, es una
expresión solamente. Es la fantasía de ser humillado y satisfacerme con eso. Pero también se articula con
el masoquismo moral por el sentimiento inconsciente de culpa. Como se satisface en eso, para la cc
moral debe ser castigado.

Aparece en esta fase la conciencia de culpa, responsable de la trasmutación del sadismo en masoquismo.
Hay una regresión a la organización pre-genital sádico-anal de la vida sexual del sujeto. Aparece la
descarga onanista; el onanismo estaría gobernado al comienzo por fantasías icc, que luego serían
sustituidas por otras cc.

3) Es una de las fantasías cc que vendría a sustituir a la fantasía icc de la segunda fase.

Se aproxima de nuevo a la primera. La persona que pega nunca es la del padre, o bien se la deja
indeterminada, como en la primera fase, o es investida de manera típica por un subrogante del padre
(maestro). La persona propia del niño fantaseador ya no sale a la luz en la fantasía de paliza. Sólo
exteriorizan: “probablemente yo estoy mirando”. En lugar de un solo niño azotado casi siempre están
presentes ahora muchos niños. Con abrumadora frecuencia, los azotados son varoncitos, pero ninguno
resulta familiar individualmente. La situación originaria, simple y monótona del ser azotado puede
experimentar las más diversas variaciones y adornos, y el azotar mismo puede ser sustituido por castigos
y humillaciones de otra índole.

La fantasía es ahora portadora de una excitación intensa, inequívocamente sexual, y como tal procura la
satisfacción onanista. Pero ahí está lo enigmático: ¿por qué camino esta fantasía, sádica en lo sucesivo,
de unos varoncitos desconocidos y ajenos que son azotados, se ha convertido en patrimonio duradero de
la aspiración libidinosa de la niña pequeña?

Los tres tiempos enumerados por Freud en la lógica de la fantasía, se articulan con la noción de fantasma
propuesta por Lacan.

Miller habla del fantasma como axioma. Un axioma es una fórmula inmodificable al interior de un sistema
lógico. Son el punto de partida de cualquier sistema. Antes del axioma no hay nada, es un punto de partida
y un punto límite. Es un punto a partir del cual se van a producir verdades, falsedades y verificaciones. Y
esto se articula con la estructura de la fantasía pegan a un niño.
Las pacientes enuncian “no sé más. Se pega a un niño”. Es un punto de inicio la fantasía, antes de eso
no se sabe más nada. El axioma fantasmático, resto simbólico completamente resistente, se aloja en una
falta de saber.

La significación “Pegan a un niño” no tiene motivación anterior y es en sí misma un comienzo absoluto.

Módulo 2. Teóricos.

1- Articule el paradigma síntoma - castración desde los caminos de la formación de síntoma,


ubicando la satisfacción libidinal como autoerotismo ampliado.

Freud, en un primer momento, sitúa el paradigma síntoma-castración dando cuenta del síntoma neurótico
pensado desde los conceptos de deseo icc y satisfacción libidinal, en un aparato psíquico regulado por el
pp-d, donde el sujeto responde a la castración con su síntoma.

La expresión de autoerotismo ampliado entra en juego cuando él explica la modalidad de satisfacción que
el síntoma aporta, y cuan ligados aparecen en ésta, la libido y el icc.

Los caminos de formación de síntoma son los caminos de la libido en búsqueda de la satisfacción. Cuando
la libido en su intento de satisfacción, se topa con una frustración externa, regresa buscando un nuevo
modo de satisfacción. La libido queda vinculada a las representaciones del icc como a las huellas de
satisfacción infantil. La libido es afectada por la regresión en sus dos modos: introversión a la fantasía y
regresión a los puntos de fijación.

El retorno a los puntos de fijación tiene que ver con el síntoma dando cuenta del autoerotismo. Una
sofocación pulsional se reprime, retorna como síntoma, y queda fijado a las primeras formas de
satisfacción autoerótica (en el caso Dora, la fijación en la fase oral).

Los síntomas crean un sustituto para la satisfacción frustrada; lo hacen mediante regresión de la libido a
épocas anteriores, ligado también el retroceso a estadios anteriores del desarrollo en la elección de objeto
o en la organización.

El síntoma repite de algún modo la modalidad de satisfacción de su temprana infancia, desfigurada por la
censura que nace del conflicto, y volcada a una sensación de sufrimiento, mezclada con elementos que
provienen del momento en que se contrajo la enfermedad. Es irreconocible para la persona: siente la
presunta satisfacción como un sufrimiento y se queja de ella. Lo que en otro momento fue para el sujeto
satisfacción, está destinado a provocar hoy su resistencia o repugnancia.

Los síntomas aparecen como medio de la satisfacción libidinosa. Casi siempre prescinden del objeto y
resignan el vínculo con la realidad exterior: consecuencia del extrañamiento del principio de realidad y el
retroceso al pp. Pero es también un retroceso a una suerte de autoerotismo ampliado, como el que
ofreció las primeras satisfacciones a la pulsión sexual. Remplazan una modificación del mundo exterior por
una modificación del cuerpo. El síntoma figura algo como cumplido: una satisfacción a la manera de lo
infantil; pero por medio de la extrema condensación esa satisfacción puede comprimirse en una sensación
única, y por un extremo desplazamiento puede ajustarse a un pequeño detalle de todo el complejo
libidinoso.

Los acontecimientos que retornan en la historia juvenil de los neuróticos son: observación del comercio
sexual entre los padres, la seducción por la persona adulta y la amenaza de castración. Vale recordar que
los acontecimientos pueden ser tanto verdaderos como una invención por parte del sujeto (fantasía).

No es raro que un muchacho tenga la mala costumbre de jugar con su miembro, sin saber que es
necesario ocultarlo, y algún personaje de su crianza lo amenace con cortárselo o cortarle la mano. El niño
se compone la amenaza de castración sobre la base de indicios, ayudado por su saber de que la
satisfacción autoerótica está prohibida, y bajo la impresión de su descubrimiento de los genitales
femeninos.

En este sentido, la amenaza de castración, vivida como real por el sujeto, lo lleva a abandonar un modo de
satisfacción, por el simple hecho de conservar sus genitales. La castración viene a llamar a la represión,
que va a delimitar un camino de formación del síntoma. Lo inconciliable con el yo se reprime, y luego
retornará como síntoma.

2- Explique metáfora paterna, significación fálica y el lugar del padre como necesidad de la cadena
significante. A partir de los desarrollos de Freud y el recorte tomado en Lacan, desarrollar el
impasse fálico y el más allá del falo en la respuesta.

La función del padre tiene su lugar en el corazón de la cuestión del Edipo. Y Lacan hace un recorrido de
las diferentes direcciones que se han planteado en la historia del análisis en relación a este.

Plantea un primer polo histórico: donde se trataba de saber si el CDE se encontraba no sólo en el
neurótico, sino también en el normal. El CDE tiene un función de normalización, por lo que se podía
considerar que lo que provoca la neurosis es un accidente del Edipo, y también plantearse la pregunta de
si existe la neurosis sin Edipo. Ante esto sostiene, que no siempre desempeña un papel esencial el drama
edípico, sino la relación exclusiva del niño con la madre. La experiencia daba cuenta de sujetos neuróticos
en los que no se encontraba en absoluto Edipo.

Esta noción de neurosis sin E es correlativa al conjunto de cuestiones planteadas sobre lo que se
denominó superyó materno. Cuando se planteó la cuestión de la neurosis sin E, Freud ya había planteado
que el superyó era de origen paterno. Entonces, surgió la pregunta de si detrás del superyó paterno, no
hay uno materno todavía más exigente, opresivo, devastador e insistente.

En el primer polo se ubican: los casos de excepción y relación entre el superyó paterno y materno.

En el segundo polo: surgió la pregunta de si todo un campo de la patología no podría ser referido a lo que
llama campo preedípico. Lo que ocurría antes del Edipo, tenía su importancia también.

Las perversiones y las psicosis por ejemplo se relacionan en especial con esta etapa del desarrollo del
sujeto.

Da cuenta de las perturbaciones que se producen en el campo de la realidad.

Un tercer polo: la relación del CDE con la genitalización.

El CDE tiene una función normativa en la asunción del sexo. La cuestión de la genitalización es doble:

⮚ Hay un crecimiento que acarrea una maduración, una evolución.

⮚ Y hay, en el Edipo, una asunción por parte del sujeto de su propio sexo: lo que hace que el hombre
asuma el tipo viril y la mujer el tipo femenino, se reconozca como mujer, se identifique con sus
funciones de mujer. La virilidad y la feminización son términos que traducen lo que es
esencialmente la función del Edipo (directamente vinculado con la función del Ideal del yo).

Estos son los tres polos de discusiones que se han producido en torno al Edipo y a la función del padre,
porque es una y la misma cosa. Ni hablar de Edipo sino está el padre, e inversamente, hablar de Edipo es
introducir como esencial la función del padre.

Todo gira en torno a esos tres:

⮚ Al superyó
⮚ Al ideal del yo: porque la genitalización cuando se asume, se convierte en el elemento de este.

⮚ La realidad porque se trata de las relaciones del Edipo con las afecciones que conllevan una
alteración de la relación con la realidad (perversión y psicosis).

A lo que llega con ese recorrido, es a establecer el estado actual de la cuestión del Edipo, y a introducir
correctamente el papel del padre.

Al principio, el padre terrible. El que prohíbe a la madre. Éste es el fundamento del CDE, ahí es donde el
padre está vinculado con la ley primordial de la interdicción del incesto. Es el padre el encargado de
representar esa prohibición. La castración tiene un papel manifiesto: el vínculo con la ley, que es esencial.

La relación niño-padre está gobernada por el temor a la castración, abordado como una represalia dentro
de una relación agresiva. Esta agresión parte del niño, porque su objeto privilegiado (madre) le está
prohibido, y va dirigida al padre. Vuelve hacia él en función de la relación dual, en donde proyecta
imaginariamente en el padre intenciones agresivas reforzadas con respecto a las suyas, pero que parten
de sus propias tendencias agresivas. El temor experimentado ante el padre tiene su centro en el sujeto.

Si bien está profundamente vinculada con la articulación simbólica de la prohibición del incesto, la
castración se manifiesta en el plano imaginario.

En la correcta salida del Edipo, el sujeto se identifica con el padre en la medida en que lo ama, y se
plantea un compromiso entre la represión amnésica y la adquisición del término ideal gracias al cual se
convierte en el padre. El pequeño varón tiene en su bolsillo los títulos, de los que se servirá más adelante:
tendrá su pene listo.

Hay que tener en cuenta que en el nivel de la amenaza de castración, se trata de la intervención real del
padre con respecto a una amenaza que es imaginaria. El objeto que (madre o padre) le cortarán al niño es
un objeto imaginario. Por otro lado, lo que prohíbe el padre con esa castración, es a la madre (simbólica).
En cuanto objeto, es suya, no del niño. En este plano se establece, tanto en el niño/a, la rivalidad con el
padre que por sí misma engendra una agresión. El padre frustra al niño de su madre. El padre interviene
como provisto de un derecho, no como un personaje real. Es el padre en cuanto simbólico el que
interviene en una frustración, acto imaginario que concierne a un objeto bien real, la madre, en tanto que el
niño tiene necesidad de ella. Y por último, el nivel de la privación, que interviene en la articulación del
CDE. Se trata del padre en tanto que se hace preferir a la madre. El padre se convierte en el objeto
preferible a la madre. Acá es donde se centra la cuestión esencial de la diferencia del efecto del CDE en el
niño y niña.

En la niña se produce por sí solo, la función del CC es disimétrica en el niño y la niña. Para ella la dificultad
se encuentra en la entrada, mientras que en el final la solución se ve facilitada porque el padre no tiene
dificultad para ser preferido a la madre como portador del falo. Para el niño, el asunto es distinto. En la
medida en que el padre se convierte en el Ideal del yo, se produce en la niña el reconocimiento de que ella
no tiene falo. Esto es lo bueno para ella, para el niño sería una salida absolutamente desastrosa.

En el momento de la salida normativizante del Edipo, el niño reconoce no tener, no tener verdaderamente
lo que tiene, lo que no tiene en el caso de la niña.

Lo que pasa en el nivel de identificación ideal, donde el padre es preferido por la madre y punto de salida
del CDE, debe conducir a la privación. Pero hay algo de eso que no le termina de cerrar a Lacan, porque
lo que le da una vuelta.

Lacan dice que el padre en el CDE no es un objeto real, aunque deba intervenir como objeto real para dar
cuerpo a la castración. No es tampoco un objeto únicamente ideal. El padre es el padre simbólico. Es
una metáfora. El único mecanismo de intervención del padre en el CDE es el de ser un significante que
sustituye a otro (materno). El padre ocupa el lugar de la madre. El padre traduce lo enigmático del deseo
materno en términos de falo.

La madre ya se encuentra simbolizada en la cadena del niño, es ella la que va y viene. Y el significado de
esas presencias y ausencias es el falo. En un primer tiempo del CDE, el niño busca ser ese objeto de
deseo materno. La madre no es solo una fuente de satisfacciones para el niño, sino que éste desea ser
deseado por ella. Por ende, se identifica de forma especular con el objeto falo (imaginario). Ponerse en
ese lugar para conllevar el deseo materno. El niño se convierte en súbdito de ella. Está a merced de su
capricho. Hasta este momento, la función del padre está velada, no se ha manifestado.

En un segundo tiempo, el padre tiene que hacerse elegir por la madre y de esa forma desalojar al niño
del lugar de falo. El padre aparece como privador de la madre (mediado por esta, es ella quien le da lugar
en la relación). El niño se da cuenta que la madre es dependiente de un objeto que es de su deseo, y es
un objeto que el otro tiene o no tiene. Otro más alá de la madre, que tiene o no ese objeto que ella desea.

Ese otro es el otro del gran Otro. Es quien posee soberanamente el objeto de deseo materno y también la
ley. La madre se somete ahora a una ley que no es suya, sino de ese Otro.

El padre en la privación de la madre lo que hace es castrarla. Se produce así una desidentificación por
parte del niño con ese objeto de deseo materno, porque es un objeto que tiene el padre ahora. El niño cae
del lugar de súbdito.

El niño acá puede o no aceptar esa privación de la madre. Ser o no ser el falo. Que para Lacan no se trata
de una verdadera elección, ya que los hilos de lo simbólico no los maneja él, sino los padres antes de él.
El niño es pasivo y activo en esa elección. Cuál sea la posición de la madre y como ingrese el padre en la
relación, determina la aceptación o no de la castración materna.

Si logra aceptar la privación, se entra en un tercer tiempo: con la madre prohibida, hay que buscar otras
mujeres.

El padre ahora aparece como real y potente. Es cuando se revela.

Para que el padre aparezca como quien tiene el falo realmente, es necesario que en el psiquismo de la
madre esté instalado que hay alguien más allá de su capricho y ley. Que exista la función del nombre del
padre en la madre, implica que luego ella lo trasmita a quien debe ocupar ese lugar.

Aparece un padre permisivo, que da, dona el objeto de deseo. Y lo puede hacer porque es él quien lo
tiene. Se identifica con este padre, y así adquiere la posición viril en la salida normal del CDE.

Hablar de impasse fálico hace referencia al primer tiempo lógico del Edipo. Ese tiempo en el que el niño
es el falo, y queda detenido ahí. Si bien es un tiempo necesario, para libidinizar al niño, es necesario luego
estar más allá del falo, coincidente con el tercer tiempo. Acá se va a poder tener o no el falo. La lógica
fálica está presente, pero no se cree el falo. Se podrá servir de él cuando quiera, sin tener que estar
detenido, siendo el falo.

3- Ubique la lógica del síntoma a partir de la siguiente frase: “la angustia de castración es motor de
la defensa y referente del síntoma”. Desarrolle.

La incomprensible angustia de Hans frente al caballo es el síntoma; la incapacidad para andar por la calle,
un fenómeno de inhibición, una limitación que el yo se impone para no provocar el síntoma-angustia. Se
trata no de una angustia indeterminada frente al caballo, sino de una determinada expectativa angustiada:
el caballo lo morderá. Ocurre que este contenido procura sustraerse de la conciencia y sustituirse
mediante la fobia indeterminada, en la que ya no aparecen más que la angustia y su objeto.

El niño se encuentra en la actitud edípica de celos y hostilidad hacia su padre, a quien, de todos modos,
ama mientras que no entre en cuenta la madre como causa de la discrepancia. Es un conflicto de
ambivalencia afectiva dirigidos a una misma persona. Su fobia tiene que ser un intento por solucionar ese
conflicto.

La moción pulsional que sufre la represión es un impulso hostil hacia el padre. El análisis brindó la prueba
de eso, y el posible origen de la idea del caballo que lo morderá. Hans había visto rodar a un caballo, y
caer y lastimarse a un compañerito de juegos con quien había jugado al “caballito”. Hubo en Hans una
moción de deseo, la de que ojalá el padre se cayese, se hiciera daño como el caballo y su compañerito. Es
el propósito de eliminarlo a él: equivale a la moción asesina del CDE. Pero esto no establece el camino
que lleva desde esa moción pulsional reprimida hasta su sustituto, la fobia.

Por angustia de castración resigna el pequeño Hans la agresión hacia el padre; su angustia de que el
caballo lo muerda puede completarse, sin forzar las cosas: que el caballo le arranque de un mordisco los
genitales, lo castre.

El contenido angustiante (ser mordido por el caballo en Hans) es un sustituto desfigurado del contenido
ser castrado por el padre. Es este contenido el que experimentó la represión.

El afecto-angustia de la fobia, que constituye la esencia de la fobia de Hans, no proviene del proceso
represivo, de las investiduras libidinosas de las mociones reprimidas, sino de lo represor mismo; la
angustia es angustia de castración inmutada, una angustia realista, frente a un peligro que amenaza
efectivamente o es considerado real. Acá la angustia crea a la represión y no como Freud pensaba
antes, que era al revés.

La actitud angustiada del yo es siempre lo primario, y es la impulsión para la represión. La angustia nunca
proviene de la libido reprimida.

En esta segunda teoría de la angustia, lo que Freud plantea es que es la angustia ante la amenaza de
castración lo que llama a la represión. Es la angustia de castración (angustia de la que dispone el yo) la
activa los mecanismos de defensa. Y aparece el síntoma como una respuesta a eso.

El síntoma es considerado desde la perturbación económica producida por la exigencia pulsional.

4-Desarrolle la noción de extraterritorialidad del síntoma .

Lo que Freud plantea con la noción de extraterritorialidad del síntoma es la idea de que un síntoma es
una tierra extraña interna. En el medio del yo se introduce algo extraño: un cuerpo patógeno, extranjero.

El síntoma es para el yo algo absolutamente ajeno, pero de todos modos ahí está. El yo intenta volver
familiar ese elemento extraño, que tiene que ver con la satisfacción pulsional. De algún modo, la
satisfacción pulsional del ello es lo que está en el fondo del síntoma, y es con lo que yo se las tiene que
ingeniar.

Ve al síntoma como un cuerpo extraño que alimenta fenómenos de estímulo y reacción dentro del tejido
(yo) que se encuentra inserto.

El yo responde al síntoma, y lo que intenta es familiarizarlo, cancelarle la cara parásita que se le vuelve
insoportable. Hacerlo sintónico.

La lucha del yo contra la cara tanto externa como interna del síntoma, es denominada por Freud como
lucha defensiva secundaria: en la represión ya operó una defensa, a nivel del síntoma hay una satisfacción
pulsional que resiste, esa es la resistencia del ello, porque la pulsión resiste, no insiste; lo que insiste es el
trabajo del icc. La pulsión insiste en satisfacerse. Hay una satisfacción que resiste en el núcleo del
síntoma, y a esa resistencia de la satisfacción se le opone una lucha defensiva secundaria del yo, para
tratar de cancelar lo ajeno de la satisfacción. Por eso, la satisfacción del síntoma, denominada como
ganancia primaria de la enfermedad, es paradójica en el nivel de esa satisfacción pulsional. El ello se
satisface, se favorece como beneficio primario del síntoma: es el beneficio mismo.
En el núcleo del síntoma hay una satisfacción pulsional, anómala, discordante, en la que se juega lo que
es compulsión de repetición y resistencia del ello, donde el yo con su defensa secundaria intenta tramitar,
cancelar, presentándose como disfuncionamiento.

Freud lo que llama lucha defensiva secundaria, es a la lucha del yo contra la moción pulsional que devino
síntoma como tal. Consiste en el intento del yo de cancelar la ajenidad y aislamiento del síntoma,
aprovechando toda oportunidad para ligarlo de alguna forma. Hay que ligar lo ajeno al yo, hay que
volverlo parte de él: egosintónico.

El síntoma ya está ahí, y no puede ser eliminado; ahora debe sacarle la mayor ventaja posible a esa
situación. Sobreviene una adaptación al fragmento del mundo interior que es ajeno al yo. El yo intenta
cancelar esa ajenidad del síntoma, y entonces se fusiona cada vez más éste con el yo, se vuelve cada vez
más indispensable para el yo.

Esto es un movimiento secundario. Lo primario es la satisfacción pulsional en el núcleo del síntoma, y la


adaptación secundaria, la lucha defensiva secundaria, es intentar cancelar esa ajenidad, volverlo útil:
beneficio secundario del síntoma.

Módulo 1. Prácticos.

1- Defina la noción de fijación y explique la tarea del analista en el manejo de la transferencia.


Ejemplifique con un caso clínico.

El analista, a la hora de llevar adelante el tratamiento analítico, tiene una tarea que en principio podría
parecer muy difícil, sostiene Freud. Esa tarea consiste en guardar en la memoria innumerables nombres,
fechas, detalles del recuerdo, ocurrencias y producciones patológicas que se presentan durante la cura, y
no confundirlos con material parecido que provenga de otros pacientes.

Pero, dice Freud, que está es una tarea muy simple. Desautoriza todo recurso auxiliar, incluso el tomar
apuntes, y consiste meramente en no querer fijarse en nada particular, y en prestar atención a todo lo
que se escucha- atención parejamente flotante -.

Así uno se ahorra del esfuerzo de atención que no podría sostener día tras día a lo largo de muchas horas,
y evita un peligro, que es el fijarse deliberado: tan pronto como uno tensa apropósito su atención hasta
cierto nivel, empieza a elegir entre el material ofrecido; uno fija un fragmento, elimina otro y en esa
selección obedece a sus propias expectativas o inclinaciones. Pero eso es justamente ilícito. Se corre el
riesgo de no hallar nunca más de lo que se sabe, y si se entrega a sus inclinaciones, con toda seguridad
falseará la percepción posible. No se debe olvidar, dice Freud, que la mayoría de las veces, uno tiene que
escuchar cosas cuyo significado sólo se discernirá con posterioridad.

Si el analista se comporta de otro modo, aniquila la regla de abstinencia. Uno debe escuchar y no hacer
caso de si se fija en algo.

Caso clínico es Diario (leer desde el libro).

La tarea del analista en la transferencia tiene que ver con esta cuestión de abstenerse de dar sentido a lo
que el paciente le dice, desde sus propios puntos icc, sus puntos ciegos.

2- Desarrolle la diferencia entre tratamiento sugestivo y psicoanálisis, a partir del concepto de


abstinencia y la ética del analista.

Freud plantea diferencias entre aquello que se denomina tratamiento sugestivo (hipnosis, la cual utiliza en
el primer momento de su enseñanza) y el psicoanálisis (con la transferencia como objeto del tratamiento)
Sostiene que la sugestión directa es una sugestión dirigida contra la exteriorización de los síntomas, una
lucha entre la autoridad y los motivos de la enfermedad. Al practicarla, solo exigen al enfermo que sofoque
su exteriorización en síntomas. La cuestión de la sugestión hipnótica, sostiene él, que no es confiable en
ningún sentido: hay pacientes a los que se la puede aplicar, en otros no; en unos se lograba mucho, en
otros nada, y no había explicación ante eso. Y más que nada la falta de perduración de los resultados:
después de un tiempo cuando se tenía del enfermo, la vieja dolencia estaba otra vez ahí o había sido
sustituida por una nueva.

La diferencias entre sugestión hipnótica y la psicoanalítica:

Sugestión hipnótica: busca encubrir y tapar algo en la vida anímica; utiliza la sugestión para prohibir los
síntomas, refuerza las represiones, deja intactos todos los procesos que han llevado a la formación de
síntomas. Los pacientes quedan sin capacidad de resistir cualquier nueva ocasión de enfermar. En la
aplicación de la hipnosis, se depende del estado en que se encuentra la capacidad de transferencia del
enfermo, sin poder ejercer influencia alguna sobre ésta última. Ya sea negativa o ambivalente la
transferencia de la persona por hipnotizar.

Sugestión analítica: sacar a la luz y remover algo; hinca más hacia la raíz, llega hasta los conflictos de
los que han nacido los síntomas y se sirve de la sugestión para modificar el desenlace de esos conflictos.
Impone al médico y paciente un trabajo difícil que es preciso realizar para cancelar resistencias internas;
mediante la superación de estas, la vida anímica del enfermo se modifica duraderamente y permanece
protegida frente a nuevas posibilidades de enfermar. Este trabajo de superación constituye el logro
esencial: el enfermo tiene que consumarlo, y el analista se lo posibilita mediante el auxilio de la sugestión,
que opera al estilo de una educación. En el psicoanálisis se trabaja con la transferencia misma, el analista
resuelve con lo que se contrapone. Así se hace posible sacar provecho diverso del poder de la sugestión.
Está en las manos del analista: no es el enfermo el que por sí sólo se sugiere lo que le viene, sino que el
profesional guía su sugestión hasta el punto mismo en que él es asequible a su influencia. La trasferencia
es el objeto del tratamiento, y es descompuesta en cada uno de sus formas de manifestación. Para la
finalización de la cura analítica, la transferencia misma tiene que ser desmontada; y si entonces
sobreviene o se mantiene el éxito, no se basa en la sugestión, sino en la superación de resistencias
ejecutada con su ayuda y en la transformación interior promovida en el enfermo.

Toda esta cuestión de la importancia del trabajo compartido entre enfermo y analista (como guía para que
el paciente levante las resistencias), no sería posible si el profesional no cumple con la regla de
abstinencia. Esto quiere decir, que el analista debe lograr una escucha de aquello comunicado en
análisis, lo menos sesgada posible. Se debe abstener de interpretar lo que deviene en análisis, a partir de
sus propios puntos de fijación, en los propios complejos inconscientes (puntos ciegos).

La regla de abstinencia tiene un valor operatorio instrumental técnico y da cuenta de la ética freudiana en
correlación con su teoría del aparato psíquico. Da cuenta de un entrecruzamiento que hace evidente la
dependencia de la técnica freudiana de una ética, y cómo ésta se articula con una concepción de síntoma.
El analista debe introducir el tratamiento, alentar a admitir o recordar, dejar subsistir.

La aptitud del analista implica poder intervenir más allá de las propias fijaciones.

3- Explique la siguiente frase: “El deseo del analista es un operador que permite abordar en la
experiencia la secuencia transferencia pulsión”. Desarrolle a partir de la regla de abstinencia
freudiana y su correspondiente en los desarrollos de Lacan, el deseo del analista.

4- Explique la noción Presencia del analista y articule con los desarrollos freudianos sobre
transferencia.

Seminario 11, capítulo 10.

Presencia del analista: corresponde al levantamiento de las resistencias, pero también


La propia presencia del analista es una manifestación del icc. Es una tendencia. Es un movimiento del
sujeto que sólo se abre para volver a cerrarse en una pulsación temporal.

Transferencia como motor y como resistencia (lo mismo que en las otras preguntas de transferencia).

Como resistencia cuando implica el cierre del icc. El cese de las asociaciones, la aparición del amor
indócil, el analista en calidad de objeto situado en el centro mismo de la transferencia. La transferencia
excede la repetición significante.

5- Explique los tres momentos de la dirección de la cura que Freud establece en Más allá del
principio del placer y cómo se conceptualiza el lugar del analista en cada uno de los mismos.

En Más allá del principio del placer, Freud establece los tres momentos de la dirección de la cura. Cada
uno de los tres momentos define:

⮚ Un ordenamiento del aparato psíquico

⮚ Una conceptualización del padecimiento

⮚ Un criterio sobre la finalidad de la cura

⮚ Y lo que se indaga en la pregunta: una formulación específica del lugar del psicoanalista

1. El arte de la interpretación: abarca la consideración del icc descriptivo y del dinámico. Es posible
ordenarlo a partir de la formulación de la regla de asociación libre. Marca la ruptura principio de
constancia- principio de placer (vía experiencia de satisfacción), produciendo la tensión irreductible
del deseo y la subversión temporal cronológica, en un inicial ordenamiento metapsicológico.
Defensa y trauma, producción del icc, proceso primario y trabajo psíquico son conceptos
elaborados en este primer momento, y también traza la distinción entre icc descriptivo y dinamico
que da lugar al sujeto propio del psa. Esa articulación se centra en el despliegue del icc, sus leys y
dinamismo, y el trabajo de interpretación por parte del analista, y nombra el factor cuantitativo en la
compulsión del síntoma. El concepto de pulsión posibilita el pasaje del trauma a la fantasía,
ordenando las coordenadas de la transferencia analítica.
2. El levantamiento de las resistencias: alcanza el obstáculo del amor de transferencia y la regla de
abstinencia. Las articulaciones entre icc y narcisismo permite ubicar la cuestión del amor en
transferencia y su valor resisntencial en la cura. El amor de transferencia en su conexión con la
resistencia es la propiedad del segundo momento en lo que hace al que-hacer del analista.
3. Las resistencias estructurales: reordena esa problemática incluyendo la pulsión de muerte en
relación con la cuestión del fin del análisis. El segundo modelo pulsional permite formular la
erogeneización del yo y la distinción de las dos series del objeto, anticipándose al ello con la libido
no reversible. La segunda ruptura (principio de placer-más allá del principio de placer) redefine la
dirección de la cura en la ultima etapa, permite resolver conceptualmente el obstáculo del amor de
transferencia y plantea una nueva consideración del estatuto de la angustia. Marca la declinación
de la interpretación y la producción del concepto de construcción, en relación con lo que no retorna
jamás como recuerdo, ya que nunca fue olvidado.

6- Articule pulsión de muerte, angustia y síntoma a partir de ubicar el peligro pulsional como
desamparo desde el tercer modelo pulsional

El peligro pulsional surge como desamparo aquello que le falta significación, que no pudo ser ligado y
queda por fuera de la cadena.
Freud introduce, con toda esta cuestión del peligro pulsional, un cambio en su teoría en 1920, sosteniendo
que el aparato psíquico no está gobernado por el principio de placer, sino que hay una satisfacción en el
dolor. Ahora el aparato está gobernado por un más allá.

Habla a esta altura de una pulsión más originaria, que lo planteado hasta el momento: la tendencia del ser
vivo a la vuelta a lo inorgánico. Todo ser vivo busca volver a lo inorgánico, a la muerte; la pulsión de vida lo
único que hace es retrasar y marcar las vías por donde el organismo va a morir. La pulsión de muerte es el
soporte de esa satisfacción en el dolor (propio y ajeno). Con el aparato gobernado más allá del principio de
placer, el síntoma neurótico puede llamarse satisfacción de la necesidad de castigo (articulada con la
cuestión del masoquismo originario, la tendencia masoquista en el yo, producto del resto de pulsión de
muerte que no fue expulsada).

El síntoma deviene no solamente como expresión desfigurada de un deseo icc, sino que en esa expresión
desfigurada de una verdad icc hay una satisfacción. El icc insiste en ser escuchado, y en esa misma
insistencia hay satisfacción. La verdad icc es un velo, hay algo por detrás que insiste con un modo de
eterno retorno.

En toda esta cuestión de la satisfacción pulsional en el sufrimiento y del síntoma como expresión de tal, se
da cuenta del valor de la angustia.

Ante el no querer saber, el evitar el encuentro, con la castración materna, el yo del sujeto pone en marcha
los mecanismos defensivos. Pero el precio que paga el yo es muy alto por alejar de la cc tales cuestiones:
los mecanismos se fijan en su interior y devienen una satisfacción paradójica. Es decir, el mecanismo
defensivo conlleva una satisfacción en sí misma, en el displacer.

El yo se defiende de los peligros pulsionales de con mecanismos de defensa, a modo de evitarlos, de


evitar la angustia, el displacer, pero ellos tornan un peligro en sí mismos; para evitar el encuentro con la
castración, el yo activa los mecanismos de los cuales se sirve, y como resultado aparecen los síntomas
(satisfacción en el displacer).

El síntoma es indicio y sustituto de una satisfacción pulsional interceptada, resultado del proceso
represivo. Es una satisfacción que se presenta como displacer, una degradación a síntoma de un modo de
satisfacción. A pesar de la represión, la moción pulsional encuentra un sustituto, desplazado, inhibido; y si
ese sustituto llega a consumarse, no se produce una sensación de placer, en cambio tal consumación
cobra el carácter de la compulsión.

Módulo 2. Prácticos.

1- Desarrolle el yo a partir de la segunda tópica freudiana. Diferencie escisión del yo de compulsión


a la síntesis.

El yo de la segunda tópica freudiana es la una esencia-cuerpo; no sólo una esencia-superficie, sino él


mismo, la proyección de una superficie. Es, también, el genuino almacigo de la angustia, es la instancia
psíquica de la que depende de la cc, que siente y desarrolla la angustia que llama a la represión.

Freud introduce con esta tópica una novedad: hay una resistencia que parte del yo, hay algo propio en el
yo que también es icc, que se comporta como lo reprimido, exterioriza efectos intensos sin devenir cc.Eso
icc del yo, produce los mismos efectos que lo reprimido, sin serlo. El icc del yo, es un icc no reprimido. El
yo es una parte del Ello (reservorio de la libido) alterada por la influencia directa del mundo exterior.

El yo se encuentra al servicio de una exigencia pulsional que está habituada a satisfacer, y es aterrorizado
por una vivencia que le enseña que proseguir con esa satisfacción le traería por resultado un peligro real-
objetivo difícil de soportar. Por lo que debe decidir entre reconocer el peligro real(amenaza de castración)y
renunciar a la satisfacción pulsional, o por otro lado, perseverar en la satisfacción (exigencia pulsional
habituada a ser satisfecha). Se trata de un conflicto entre realidad-objetiva y la exigencia pulsional. No se
decide por una, las hace simultáneamente. Rechaza la realidad-objetiva por un lado y no se deja prohibir
nada, y por el otro reconoce el peligro, asume la angustia ante él como un síntoma de padecer y busca
defenderse de él.

Es una solución muy hábil; ambas partes han recibido lo suyo: la pulsión retener la satisfacción, y se le da
el debido respeto a la realidad-objetiva. Pero este resultado se alcanzó a expensas de una desgarradura
en el yo, que nunca se reparará. Las dos reacciones contrapuestas subsistirán como núcleo de una
escisión del yo. La función sintética del yo sucumbe a toda una serie de perturbaciones.

Freud va a plantear, por ende, una escisión originaria en el yo. Y el núcleo de la escisión del yo no se
repara nunca, sino que se agranda con el tiempo. La escisión es el precio que paga el yo por la
desmentida: se rechaza la verdad de la castración y no se sucumbe a la represión, se reconoce el peligro
con manifestación de angustia y finalmente se defiende de éste. El yo evita sus vasallajes segmentándose,
partiéndose, deformándose, consintiendo menoscabo a su unicidad.

La consecuencia ordinaria del terror de castración es que el niño ceda a la amenaza dejando de
masturbarse. Renuncie en un todo o en parte a satisfacer la pulsión. Pero supo remediarse de otro modo,
se creó un sustituto del pene materno (desconociendo así la castración de la madre) un fetiche. Con ello
había desmentido la realidad objetiva, pero también salvado su propio pene. Ha transferido el significado
del pene a otra parte del cuerpo, para lo cual vino en su auxilio el mecanismo de la regresión. Ese
desplazamiento sólo afecto al cuerpo de la mujer.

Este tratamiento de la realidad objetiva decide sobre el comportamiento práctico del varón. Lo amenazaron
con que el padre lo castraría, e inmediatamente después simultáneo a la creación del fetiche, aflora en él
una intensa angustia ante el castigo del padre, que lo ocupará largo tiempo que sólo podrá dominar y
sobre-compensar con todo el gasto de su virilidad. Esta angustia ante el padre calla sobre la castración.
Con ayuda de la regresión a una fase oral, aparece la angustia de ser devorado por el padre.

Por otro camino viene la cuestión de la compulsión a la síntesis: hay una compulsión a ir en contra de la
escisión, a unificar lo dividido en el yo. Con esto tiende a completarse. Se trata de una compulsión al
servicio de cancelar la ajenidad y el aislamiento del síntoma, aprovechando cualquier oportunidad para
ligarlo de alguna forma e incorporarlo a su organización. Los síntomas que originalmente significaban
limitaciones del yo, cobran luego, por la inclinación del yo a la síntesis, el carácter de satisfacciones. Se
trata de volver egosintónico al síntoma: incorporarlo al yo como ganancia secundaria de la enfermedad,
reforzando la fijación. La compulsión a la síntesis implica, por ende, un modo de satisfacción en sí
misma.

La escisión plantea una división al interior del yo; la compulsión, por su parte, implica un trabajo a intentar
unificar eso escindido en el yo.

2- Explique la alteración del yo desde los mecanismos de defensa, diferencie de la ventajosa


alteración del yo producto del análisis.

Es la defensa la que deja como resto de su operación una alteración del yo, comparable con cicatrices. Se
trata del precio a pagar por la compulsión a la síntesis (explicar a partir de la pregunta). En el intento de
suturar lo tempranamente escindido y la causa de la alteración del yo, los mecanismos de defensa se
vuelven, ellos mismos, un peligro. Es producto del conflicto entre instancias y del rechazo a la castración.

El yo se encuentra al servicio de una exigencia pulsional que está habituada a satisfacer, y es aterrorizado
por una vivencia que le enseña que proseguir con esa satisfacción le traería por resultado un peligro real-
objetivo difícil de soportar. Por lo que debe decidir entre reconocer el peligro real(amenaza de castración)y
renunciar a la satisfacción pulsional, o por otro lado, perseverar en la satisfacción (exigencia pulsional
habituada a ser satisfecha). Se trata de un conflicto entre realidad-objetiva y la exigencia pulsional. No se
decide por una, las hace simultáneamente. Rechaza la realidad-objetiva por un lado y no se deja prohibir
nada, y por el otro reconoce el peligro, asume la angustia ante él como un síntoma de padecer y busca
defenderse de él.

Es una solución muy hábil; ambas partes han recibido lo suyo: la pulsión retener la satisfacción, y se le da
el debido respeto a la realidad-objetiva. Pero este resultado se alcanzó a expensas de una desgarradura
en el yo, que nunca se reparará. Las dos reacciones contrapuestas subsistirán como núcleo de una
escisión del yo. La función sintética del yo sucumbe a toda una serie de perturbaciones.

Freud diferencia una alteración del yo producto de la neurosis de otra alteración como resultado del
trabajo analítico.

Esta alteración producto del trabajo analítico es denominada por Freud, como ventajosa alteración del
yo. Vencer las resistencias es la parte del trabajo del analista que demanda el mayor tiempo y la máxima
pena. Pero es recompensada, dice él, porque produce esa ventajosa alteración del yo, que se conserva
independientemente del resultado de la transferencia y se afirma en la vida. En este sentido, el análisis
altera al yo, pero esa alteración perdura más allá del análisis.

Es una alteración donde se produce un estado que nunca preexistió de manera espontánea en el interior
del yo, entendiendo que la rectificación del proceso represivo originario no quiere decir suturar la escisión
constituyente.

3- Desarrolle la resistencia del ello en su relación con los mecanismos de defensa. Articule con el
que hacer del analista. Ejemplifique con un caso clínico.

La referencia al ello da cuenta de que se está hablando en términos de la segunda tópica. Y con esta
tópica, incluye Freud también un nuevo dualismo pulsional: pulsión de muerte (implica una vuelta a un
estado anterior, a lo inorgánico) vs pulsión de vida (alargar ese retorno a lo anterior). Ahora la pulsión de
muerte, es para él, originaria en la estructura, es algo que el yo debe expulsar al exterior; pero queda un
resto de pulsión de muerte, que se mezcla con la pulsión de vida y da origen a un masoquismo primario.
De esta forma Freud plantea la cuestión de las tendencias masoquistas al interior del yo; es decir, la
satisfacción en el displacer, en el sufrimiento, una satisfacción pulsional que no quiere abandonarse. Esto
da cuenta de un aparato psíquico gobernado por el más allá del principio de placer (la satisfacción no
conlleva siempre un placer)

Ligado a la cuestión de la pulsión de muerte y el masoquismo originario como originarios en la estructura


del aparato psíquico, dando cuenta de la satisfacción en el displacer, se plantea la resistencia del ello,
una de las denominadas resistencias estructurales. Son resistencias a la finalización del análisis.
Conllevan una satisfacción en sí mismas. Es una resistencia responsable de la necesidad de
reelaboración, de la compulsión de repetición en transferencia. Se da en análisis y es una resistencia
pulsional.

Durante un tiempo de la teoría freudiana, defensa y resistencia corrían por separado. Tempranamente, la
defensa servía para huir del displacer, y la resistencia era un modo de perpetuar ese displacer. Luego,
Freud produce un encuentro entre ambas sosteniendo que los mecanismos de defensa sirven para huir del
displacer y al mismo tiempo esa huida constituye una paradójica satisfacción. Los mecanismos de defensa
incluyen defensa y resistencia en sí.

Ahora, los mecanismos de defensa, como la compulsión a la repetición,se tornan una modalidad de
satisfacción difícil de remover; funcionan paradójicamente como resistencias, que parten del ello.

El yose vale, para cumplir con su tarea que consiste en evitar el peligro, la angustia, el displacer, de los
mecanismos de defensa. Pero ese defender tiene un carácter compulsivo. Ellos mismos pueden
convertirse en peligro. Es una manifestación de la resistencia del ello: una pesantez en el movimiento de la
libido, que no quiere abandonar sus fijaciones.
Los mecanismos de defensa son un modo de satisfacción en sí mismos, y es muy difícil renunciar a eso.
Implican una huida del displacer que conlleva satisfacción en sí misma. Y esa huida del displacer tiene que
ver con no querer encontrarse con la castración materna. Para evitar esto, se produce en el yo una
angustia señal, la angustia de castración que activa los mecanismos de defensa, para evitar el encuentro
con la castración, pero el costo para el yo de esto, es la fijación de los mecanismos al interior del mismo.
De esta forma se produce la alteración del yo, por fijación de los mecanismos defensivos.

Acá la angustia de castración es el motor de la defensa y el referente del síntoma.

Los mecanismos de defensa que se fijan en el interior del yo, devienen unos modos regulares de reacción
del carácter que durante toda la vida se repiten, tan pronto como retorna una situación parecida a la
originaria. Devienen un rasgo de carácter del sujeto.

En sí, el yo se defiende de los peligros con los mecanismos de defensa, en un intento por evitar
desintegrarse (a pesar de encontrarse escindido); pero ese defender se fija en el interior del yo, y la cura
misma es tratada como peligro. Hay una resistencia (por parte del ello) a la finalización de la cura. No
quiere abandonar la satisfacción pulsional.

Freud plantea, en este sentido, que las fijaciones de los complejos neuróticos del analista implicaban una
caída de la regla de abstinencia. Y la caída de esta regla tiene que ver con el analista dando sentido a
aquello que surge en el análisis, fijado a sus puntos de retorno. Introduce que los saldos lamentables de
ciertos análisis tienen que ver con esos mecanismos defensivos, ya que estos se presentan como una
respuesta estereotipada del núcleo icc del yo, el ello. Un caso de esto es lo que le sucedió a Delgado en el
caso Diario. La cuestión de todos los padres deben ser protegidos, le impedía escuchar lo que
realmente el paciente le estaba diciendo: no diario, sino di-ario.

Va a formular que la peculiaridad del analista, que puede dificultar el análisis tanto como las resistencias
del paciente. Y coloca la cuestión de los mecanismos de defensa en el centro de la problemática de la
formación del analista. Los mecanismos defensivos les permiten a los analistas desviar de la persona
propia ciertas consecuencias y exigencias del análisis, probablemente dirigiéndolas a otros. Esa es la
peculiaridad del analista que puede entorpecer el análisis tanto como las resistencias del
analizado.

La problemática de las resistencias estructurales para la conclusión de la cura, y el salto que da Freud
hacia la cuestión de la formación del analista, es un nudo conceptual, en donde se juega lo que él
denomina aptitud del analista.

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4- Defina y explique la reacción terapéutica negativa como resistencia del superyó. ¿Qué posición
para el analista?

Ante la caída del analista ocupando el lugar del semblante, emerge en ocasiones la presencia del analista
articulado al lugar del superyó. El síntoma se defiende (resistencia a la cura) y el sujeto considera la cura
como un nuevo peligro. Acá, el analista se presenta como un extraño. La resistencia al levantamiento de
las resistencias se presenta como mecanismos de defensa y como reacción terapéutica negativa.

Los traumas, restos visuales y auditivos de las escenas de goce, articulan la meta interna de la pulsión en
tanto sostienen la alteración del cuerpo sentida como satisfacción. Esta cuestión articula con el doble
efecto que platea Freud en la cura de la comunicación de una construcción que se aproxime a la verdad,
acercará a ese modo de presencia del analista:

Cuando el análisis está bajo la presión de factores intensos que arrancan una reacción terapéutica
negativa (conciencia de culpa, necesidad masoquista de padecimiento), si la construcción se aproxima a
una verdad el sujeto reacciona frente a ella, con un empeoramiento de sus síntomas. Y pueden surgir
alucinaciones, que dentro de ellas retorne algo vivenciado en la edad temprana y olvidado luego, algo que
el niño vio u oyó en la época en que era apenas capaz de lenguaje.

La conmoción de los lugares de fijación libidinal en donde se sostiene la meta interna de la pulsión, es un
punto donde la cura (como nuevo peligro) se puede articular con un empeoramiento de los síntomas,
reacción terapéutica negativa.

Freud va a hablar de necesidad de ser castigado por un poder parental. Lo va a referir al deseo de entrar
en vinculación sexual (femenina) con el padre. Esa necesidad es una desfiguración regresiva de ese
anhelo. La necesidad de ser castigado se vincula con el masoquismo femenino.

Si de una desexualización del Edipo nació la cc moral, mediante el masoquismo moral ésta es
resexualizada, e implica una reanimación del Edipo. La necesidad de castigo se coordinan con el
masoquismo femenino y con el segundo tiempo de pegan a un niño, por un lado. Por el otro, con la cc
moral como compulsión, con el beneficio primario del síntoma.

La reacción terapéutica negativa, es el modo en que aparecen las resistencias del super yo en la clínica. El
sujeto actua de determinada manera para que lo castiguen a través de la RTN, sentimiento inconciente de
culpa, conciencia moral. Esta resistencia a la curación y el agravamiento de los síntomas se relaciona con
el masoquismo moral.

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