Documenti di Didattica
Documenti di Professioni
Documenti di Cultura
Planteo del “mito científico”: a) Totemismo y zoofobias: características comunes. b) El banquete totémico.
c) La horda primordial. El asesinato del padre y su efecto paradójico: un modo de sostenerlo en su
universalidad. Religión, eticidad, sociedad, arte y neurosis organizadas en torno al punto de la relación con
el padre. Identificación primaria.
Bibliografía obligatoria:
✔ “Tótem y tabú” (1913), cap. IV: “El retorno al totemismo en la infancia”, AE, XIII, 103-62.
Bibliografía ampliatoria:
✔ “Psicología de las masas y análisis del yo” (1921), cap. X y XII, punto B, AE, XVIII, 116 y 128-30.
✔ “Una neurosis demoníaca en el siglo XVII” (1922), cap. III: “El diablo como sustituto del padre”,
AE, XIX, 85-94.
En la clase de hoy vamos a dar un cierre a la segunda parte del programa. “La pulsión y su
ordenamiento”. En este tramo del año hicimos un recorrido iniciado por la introducción del
concepto de pulsión (1905) en sus diferencias con la fijeza pautada por el instinto, y desde allí
fuimos luego a revisar las “organizaciones” de la pulsión, tanto por el lado de los Complejos de
Edipo y Castración, como por el lado del Narcisismo. En torno a la cuestión del Ideal encontramos
una articulación posible entre estas diversas formas de organización de la satisfacción pulsional.
De hecho habíamos terminado la última clase situando al Ideal del yo simultáneamente como
heredero del narcisismo originario perdido y de la promesa de satisfacción no incestuosa
establecida a la salida del Edipo vía la identificación con el padre. Para poder pensar esto la
relación falo/narcisismo nos resultó clave.
Hoy vamos a retomar estas cuestiones relativas a la organización de la satisfacción pulsional y
nos vamos a meter nuevamente con el padre. Hemos visto que para plantear los roles
organizadores del Complejo de Edipo y del Narcisismo Freud acudió a referencias clásicas de la
Grecia antigua: la tragedia de Sófocles y el mito de Narciso. El complejo de Edipo mismo dentro
de la teoría psicoanalítica no deja de ser un mito, un relato ficcionado acerca de cómo se habría
perdido la satisfacción plena (“incestuosa”) por culpa del padre. Allí donde se trataba de un
imposible estructural a nivel de la satisfacción sexual completa y armónica (imposible por no ser
instintiva), el mito edípico introduce la idea de una “prohibición” agenciada por la amenaza del
padre. Entonces sólo será posible una satisfacción limitada, no incestuosa, tocada por la
castración. Por obra del padre se podrá -se promete- sólo con “algunas”, según lo establece el
régimen de la elección de objeto. La satisfacción supuestamente plena quedó perdida, interdicta.
Hoy vamos a revisar un segundo mito del padre. Un mito construido por Freud mismo y que nos
va a permitir seguir abordando estas cuestiones pero desde otro ángulo. Se trata entonces ya no
de un mito clásico, sino de un mito moderno, propuesto en 1913. Para inventarlo, tal como
habíamos comentado en la clase anterior cuando trabajamos “Psicología de las masas….”, Freud
indaga en otras disciplinas y formula diferentes argumentos que aportan luz sobre lo que le
interesa, la formalización de su práctica del psicoanálisis. El texto central que tenemos en esta
unidad es “Tótem y tabú” (1913 [1912-1913]). Ya su nombre nos sugiere lo que venimos
diciendo y en este caso las fuentes que explora Freud provienen de los desarrollos
contemporáneos a él de la Antropología (biológica, social y cultural). De hecho el subtítulo del
escrito es “Algunas concordancias en la vida anímica de los salvajes y de los neuróticos”. El
término mismo de “salvaje” nos da la pauta de que el paradigma antropológico reinante en ese
momento era el evolucionismo, surgido del capitalismo colonial. Freud está inscripto en ese
contexto, por lo cual tendremos que hacer un esfuerzo de lectura para captar la vigencia de su
planteo hecho en términos que ya resultan completamente obsoletos. De hecho, la hipótesis en
la que nos vamos centrar no tiene ningún valor antropológico como tal. Ha sido ampliamente
refutada por los especialistas en la materia. Sin embargo, dentro del psicoanálisis conserva todo
su valor y su importancia. Tenemos que ver por qué. ¿Por qué ese planteo sigue siendo vigente?
Nosotros nos centraremos sobre todo en el 4º capítulo, en el que Freud integra los resultados de
los tres ensayos anteriores. Su título es “El retorno del totemismo en la infancia”. Presten atención
a este “en”, ya que nos va a servir como clave de lectura para un texto de difícil acceso.
El método
Una vía interesante para meternos ahí es la metodológica. Ver cómo procede Freud en la
construcción de su hipótesis central, cómo se va nutriendo de distintas fuentes, y va componiendo
una especie de collage retorcido en el que hace confluir datos y preguntas pendientes de la
antropología con los aportes el psicoanálisis. Nos deja una enseñanza interesante el proceder
freudiano, sobre lo que implica investigar en psicoanálisis. Los pasos que sigue, el método que
utiliza. El artículo es publicado en 1913. Y los libros antropológicos de referencia son de la misma
época. Por ejemplo, los cuatro volúmenes de Frazer “Totemismo y Exogamia” son de 1910; o el
trabajo de Wundt “Elementos de la psicología de los pueblos” es de 1912. Freud está actualizado
y al tanto de lo que publican sus contemporáneos de otras disciplinas.
En este capítulo Freud intenta elucidar desde el psicoanálisis la génesis de la religión. La cuestión
del “padre”, que nos interesa en particular, va a estar ligada a esto. Pero nos aclara que él no
cree que pueda darse una explicación unilateral del problema. Anticipa que únicamente una
síntesis de diversos campos de investigación le permitirá avanzar sus formulaciones, por eso
desatacábamos el método escogido. Este interés que tiene Freud por la religión en su relación
con las neurosis y el padre, veremos luego en la tercera parte del programa, tiene sus
prolongaciones en otros artículos, como por ejemplo “El porvenir de una ilusión” (1927), o “Moisés
y la religión monoteísta” (1934-38).
El nudo del texto está ligado al armado de una historia, un relato sobre el origen de la humanidad.
Freud crea un mito. Decimos un “mito científico” porque lo construye con aportes de otra ciencia.
Este mito funciona como una explicación de algo que él supone como verdadero pero que no
puede ser verificado. Diferentes culturas recurren a mitos sobre los orígenes. Algo de esto
habíamos señalado ya también cuando comentamos la experiencia “mítica” de satisfacción para
dar cuenta del origen del deseo (sexta clase), o de las fantasías comparadas con las sagas de los
pueblos acerca de su origen (octava clase). Revisen lo que allí habíamos planteado sobre los
mitos
Para armar este nuevo mito sobre el padre Freud toma varios elementos:
1.- El Totemismo: La descripción por parte de los antropólogos evolucionistas de su época de un
modo de funcionamiento social que encontraban en ciertas comunidades aborígenes. Se centra
en las características del totemismo, como un “sistema religioso” y como “sistema de organización
social”, según el cual, los miembros de determinado clan se unían en torno a la adoración de un
tótem (un monumento que representaba a un animal), se daban el nombre del tótem, y no sólo lo
adoraban sino que se sentían sus descendientes. El tótem era un antepasado común, una suerte
de padre ancestral. Por lo general se trataba de un animal, por ejemplo, el oso, la jirafa, etc. pero
podría tratarse de una vegetal también. Veremos por qué resulta más significativo el ejemplo del
animal. Desde el punto de vista religioso Freud destaca el vínculo de respeto recíproco entre un
hombre y su tótem. Había reglas de relación muy precisa (tabúes) sobre cómo tratar a ese animal
representado en el tótem, que era sagrado y no se lo podía matar, ni tocar. La violación de esos
mandamientos era castigada con enfermedad o muerte. El linaje esperaba protección e
indulgencia del tótem. El miembro del clan buscaba asemejarse en lo externo, cubrir su cuerpo
con la piel, tatuárselo. Estas “identificación” con el tótem se mostraba en actos, palabras y ritos,
durante ceremonias especiales, o en danzas con propósitos mágicos.
En su aspecto social, el totemismo conlleva obligaciones de los miembros de un clan hacia otros,
y respecto de otros linajes. Por un lado, los miembros de un mismo clan eran hermanos y
hermanas. Estaban obligados a ayudarse y protegerse mutuamente. Entre ellos había un lazo
social muy estrecho. Es interesante el que ese tótem les daba un nombre y los cohesionaba como
grupo. Pero por otro lado, había otras reglas junto a las obligaciones establecían restricciones.
Reglas sobre los vínculos de los miembros de ese clan, prohibiciones en cuanto a la relación
entre sus miembros. Tenían prohibido el vínculo sexual entre sus miembros con las mujeres del
mismo clan, bajo el mismo tótem no se podía, las relaciones sexuales había que buscarla por
fuera, en otros clanes. Esta prohibición de casarse y de mantener comercio sexual entre los
miembros de un mismo clan los antropólogos la llaman “exogamia”.
Los antropólogos de la época postulaban entonces que el clan era un modo de organización
social y religión primitiva de la humanidad. ¿Qué hace allí Freud? Señala los puntos oscuros de
las explicaciones antropológicas. Dos cuestiones se plantean como enigmas abiertos en relación
al totemismo. Por un lado su origen. La pregunta por el origen es clásica de la perspectiva
evolucionista. ¿Dónde está el eslabón perdido entre el mono y el hombre? Pasó lo mismo en
lingüística con la cuestión del origen del lenguaje, y la teoría de la holofrase. Aquí van a ver que
Freud arma el “estado del arte” sobre el origen del totemismo (teorías nominalistas, teorías
sociológicas, teorías psicológicas) mostrando en cada caso sus alcances, pero sobre todos sus
limitaciones. Debemos decir que el posterior ingreso de la perspectiva estructuralista en las
ciencias humanas, tanto en lingüística como en antropología, suprimió más tarde estos intentos
metodológicamente improductivos de intentar encontrar “el eslabón perdido” señalando más bien
el corte y la discontinuidad entre naturaleza y cultura.
La segunda cuestión problemática señalada por Freud es ¿qué motiva la exogamia? ¿Por qué
ese tabú del incesto? Freud toma referencias de diversos autores (Frazer, Durkheim) y señala lo
insuficiente de sus explicaciones. No queda claro de dónde proviene el horror al incesto que está
en la raíz de la exogamia. No alcanza, nos dice, con invocar una repugnancia instintiva hacia el
comercio sexual entre parientes consanguíneos. Si fuese algo instintivo no necesitaría estar
reforzado por ninguna ley social. Sería como pensar en una ley que ordene a los hombres a
comer y beber o a no poner sus manos en el fuego! En este punto Freud agrega: “La ley sólo
prohíbe a los seres humanos aquello que podrían llevar a cabo bajo el esforzar {Drängen} de sus
pulsiones” (AE, XIII, p. 126). Es una idea interesante. La “prohibición” es solidaria de lo “posible”,
diríamos que lo hace existir: “podría ser pero está prohibido”. Freud agrega aquí que por los
descubrimientos del psicoanálisis sabemos que las primeras mociones sexuales del individuo son
de naturaleza incestuosa. Y deja por ahora abierto el tema: “No conocemos el origen del horror al
incesto y ni siquiera sabemos qué orientación tomar. No nos parece satisfactoria ninguna de las
soluciones del enigma propuestas hasta ahora” (AE, XIII, p. 127).
2.- La Hipótesis de Darwin. Freud le da un lugar aparte al trabajo de Charles Darwin (1871) y a
una hipótesis surgida de la observación de los hábitos de vida de los monos superiores. Es una
pieza que lo orienta en el rompecabezas que Freud intenta armar. Darwin describe como cierta
especie de gorilas vivían en pequeños grupos comandados por el macho más fuerte que
conseguía la comida y que tenía su harén de hembras todas para él. Ese macho no quería
competencia alrededor suyo, por lo que expulsaba a los machos más jóvenes de ese grupo
(denominado “horda”) e incluso en algunos casos de animales ni siquiera siendo muy pequeños
podían acceder a las hembras. Este comportamiento se puede observar en muchas especies
actualmente (hipopótamos, elefantes marinos, lobos, ciervos, etc.) donde las luchas por
desbancar al macho dominante o macho alfa son sangrientas, aunque salvo accidente nunca son
mortales ya que de lo contrario la manada perdería el segundo macho más fuerte1.
De esa observación hecha en animales, Darwin plantea una hipótesis sobre el estado social
primordial del ser humano. Dice Freud: “De los hábitos de vida de los monos superiores, Darwin
infirió que también el hombre vivió originariamente en hordas más pequeñas, dentro de las cuales
los celos del macho más viejo y más fuerte impedían la promiscuidad sexual. Darwin postula que
los primeros agrupamientos humanos tenían esta forma de horda” (AE, XIII, pp. 127-128).
Menciona luego el trabajo de Atkinson (1903) como el primero en discernir que esta conformación
de la horda primordial darwiniana necesariamente establecía en la práctica la “exogamia” de los
varones jóvenes. Cada uno de los machos expulsados podía fundar una horda similar, en la que
rigiera igual prohibición del comercio sexual merced a los celos del jefe. En el curso del tiempo
habría resultado de esos estados la regla ahora consciente como ley. De todos modos le sigue
sin quedar claro si primero está el totemismo o primero la ley.
3.- Las Zoofobias infantiles. Fíjense que aquí Freud pega un salto abrupto. Sale del terreno de
la antropología y se mete con lo que sucede en el consultorio. Hace participar aquí el saber
surgido de la experiencia analítica. “Un solo rayo de luz arroja la experiencia psicoanalítica en
esta oscuridad” (AE, XIII, p. 129). Este tercer elemento considerado por Freud nos permite
entender el título del ensayo. Se trata del retorno del totemismo en la infancia bajo la forma de las
1
El libro del etólogo Konrad Lorenz “Sobre la agresión, el pretendido mal” (1963) desarrolla y actualiza el
funcionamiento adaptativo del instinto agresivo en las especies animales, para proteger el territorio, la comida que en
él se halla, y asegurar la transmisión de la mejor descendencia posible para la especie.
zoofobias infantiles. Freud compara y pone en relación el trato hacia el animal del tótem con las
zoofobias infantiles. “La conducta del niño hacia el animal es muy parecida a la del primitivo” (AE,
XIII, p. 129). La notable simpatía y acercamiento entre el niño y el animal, sin embargo puede
verse perturbado cuando el niño empieza de pronto a tenerle miedo a una determinada especie y
evita acercarse, tocar o mirar a sus individuos. Se produce una fobia, quizás la forma más
temprana de neurosis.
Trae el ejemplo del pequeño Hans que le tenía miedo a los caballos pero que también se había
mostrado interesado en ellos.
Si bien Freud aclara que no se puede afirmar un sentido general para la contracción de las fobias
infantiles, algunos casos que fueron accesibles al análisis le permiten una explicación: “En todos
los casos era lo mismo: la angustia se refería en el fondo al padre cuando los niños indagados
eran varones, y sólo había sido desplazada al animal” (AE, XIII, p. 130). Hans, en plena
configuración edípica, desplaza una parte de sus sentimientos desde el padre hacia el animal, y
resuelve de este modo el conflicto de ambivalencia. Retengan esta cuestión de la ambivalencia
hacia el padre porque es central. Un padre amado y odiado simultáneamente. Vamos a tener que
hacer una lectura de esto planteado en términos de ambivalencia hacia el padre. Freud entiende
que con el síntoma fóbico se procura un alivio al desplazar sus sentimientos hostiles y
angustiados sobre un sustituto del padre. La ambivalencia se desplaza hacia el caballo. Cuando
su angustia se reduce un poco, puede mostrar respeto e interés por el caballo, identificarse con el
animal, galopar como un caballo o incluso morder al padre. Freud plantea al caballo como
sustituto del padre con el consecuente desplazamiento del temor al padre hacia el caballo.
Del historial del pequeño Hans, pero también del caso Arpad (fobia a las gallinas) publicado por
Ferenczi concluye que “el padre era admirado como el poseedor del genital grande y era temido
como el que amenazaba el genital propio. Tanto en el complejo de Edipo como en el de
castración, el padre desempeña igual papel, el del temido oponente de los intereses sexuales
infantiles. La castración (…) es el castigo que desde él amenaza” (AE, XIII, p. 132).
Freud destaca allí dos rasgos de concordancia entre la zoofobia y el totemismo:
- La plena identificación con el animal totémico.
- La actitud ambivalente de sentimientos hacia él.
Aquí Freud toma posición: “debemos escoger precisamente ese punto y anudar a él todo intento
de explicar el totemismo” (AE, XIII, p. 134). El totemismo consideraba a determinado animal como
un antepasado común, era el padre de todos, su representación, lo mismo ocurre en la religión
cristiana por ejemplo donde hay un Dios como padre común para todos. Freud señala que en las
prohibiciones totémicas (no matar al tótem y no relacionarse sexualmente a ninguna mujer que
pertenezca a él) encontramos los dos crímenes cometidos por Edipo en la tragedia y las dos
prohibiciones que se imponen con el sepultamiento del complejo de Edipo: la prohibición de matar
al padre y de no desear o gozar del cuerpo de la madre.
- La prohibición de matar al animal totémico, es homóloga a la prohibición de matar al padre.
- La prohibición sobre tener relaciones sexuales en el clan equivale a la prohibición que recae
sobre las relaciones sexuales con la madre.
¿De dónde proviene esto? ¿Cómo explicar esta coincidencia?
4.- El banquete totémico. Freud retorna a su camino inicial y toma otro elemento de la
Antropología (William Robertson Smith - 1894) que es la descripción de un evento que
aparentemente no responde al funcionamiento de los sistemas totémicos. Había momentos
determinados en que los miembros armaban una ceremonia consistente en un banquete donde
mataban y comían al animal tótem que en los demás días estaba prohibido hasta tocarlo.
De un modo solemne y obligatorio se levantaban las prohibiciones y esto también incluye las de
las relaciones sexuales entre los miembros. Este banquete es el modelo de lo que paganamente
conocemos como una “fiesta”, donde uno hace lo que habitualmente no hace, por ejemplo
emborracharse, drogarse, el descontrol del carnaval en Río de Janeiro por ejemplo. Entonces
está permitido que en ese momento se alteren estás normativas que regían al clan.
Este rito formaba parte del sistema totemista como tal. Los antropólogos intentan algunas
explicaciones de la institución del sacrificio. El sacrificio en el altar, con cosas para comer y beber,
no sólo es una ofrenda a la divinidad para reconciliarse con ella o ganarse su simpatía. Implica el
convencimiento de estar hecho de la misma sustancia. Por otro lado, el sacrificio está asociado a
la festividad. Comer y beber es algo que se realiza con otros. Es símbolo y corroboración de la
comunidad social, aceptación de las obligaciones recíprocas.
El sacrificio animal era una acción prohibida para el individuo, pero legítima cuando “todo” el clan
asumía la responsabilidad. Además, todo individuo participante del banquete sacrificial debe
obligatoriamente comer de la carne del animal sacrificado. Ese animal es tratado como un
pariente. Se establece una ligazón entre la comunidad, dios y el animal. Tienen la misma sangre,
son todos del mismo clan. Robertson Smith, con bastantes pruebas identifica el animal sacrificial
con el antiguo animal totémico y concluye que la matanza y devoración periódica del tótem fue
clave en la religión totemista en épocas anteriores a la veneración de divinidades
antropomórficas. En estas últimas el ceremonial del banquete se ha conservado a lo largo de los
siglos. ¿Qué toma Freud de todo esto? “Por nuestra parte, seguiremos a Robertson Smith en el
supuesto de que la muerte sacramental y la comida en común del animal totémico, prohibidas en
toda otra ocasión, han sido un rasgo significativo de la religión totemista” (AE. XIII, pp. 141-142).
El Totemismo
La Hipótesis de Darwin
Las Zoofobias infantiles El mito freudiano
El banquete totémico
El mito freudiano
Llegados a este punto Freud hace confluir las diversas piezas de este rompecabezas hecho de
aportes antropológicos (el totemismo y el banquete totémico), preguntas irresueltas sobre el
origen de la exogamia, la hipótesis de la horda darwiniana, y aportes clínicos provenientes de las
fobias infantiles en relación al padre (el tótem es un sustituto del padre). Va a plantear lo que aquí
llama su “hipótesis (…) fantástica” (AE, XIII, p. 142) y en “Psicología de las masas…” el “mito
científico” (AE, XVIII, p. 128)2.
Dice Freud: “Y si ahora conjugamos la traducción que el psicoanálisis ha dado del tótem con el
hecho del banquete totémico y la hipótesis darwiniana sobre el estado primordial de la sociedad
humana, obtenemos la posibilidad de un entendimiento más profundo, la perspectiva de una
hipótesis que acaso parezca fantástica, pero tiene la ventaja de establecer una unidad
insospechada entre series de fenómenos hasta hoy separadas” (AE, XIII, p. 142).
Agrega “Desde luego, la horda primordial (Urhorde) darwiniana no deja espacio alguno para los
comienzos del totemismo. Hay ahí un padre violento, celoso, (Ein gewalttätiger, eifersüchtiger
Vater) que se reserva todas las hembras para sí y expulsa a los hijos varones cuando crecen; y
nada más. Ese estado primordial de la sociedad no ha sido observado en ninguna parte. Lo que
hallamos como la organización más primitiva, lo que todavía hoy está en vigor en ciertas tribus,
son las ligas de varones compuestas por miembros de iguales derechos y sometidos a las
restricciones del sistema totemista, que heredan por línea materna. ¿Acaso lo uno pudo surgir de
lo otro? ¿Y por qué camino fue posible?” (AE, XIII, p. 142)
En esta manera de plantear las cosas, el padre del segundo tiempo es sostenido en su
universalidad. Sostenerlo en su universalidad implica hacer del padre algo simbólico, una ley que
aplica “para todos”, incluso para él mismo. El padre como agente de la amenaza de castración no
es el padre tirano, no es el padre terrible de las fantasías imaginarias del neurótico. Tampoco es
el padre del que se queja el adolescente ¡¡“no me dejás vivir”!!. Él padre mismo está sometido a la
ley que transmite. De lo contrario fracasa en su función. Cuando el neurótico arma la imagen del
padre gozador (Ej. el padre seductor de las histéricas, o el padre terrible y prohibidor del Hombre
de las Ratas), cuando el neurótico no avanza en relación a su deseo mientras se queja de que
otros sí pueden gozar fácilmente, no hace más que darle consistencia a la imagen de un goce
pleno, de una satisfacción absoluta, pero que a él le es arrebatada “por culpa del padre”. Darle
consistencia a la imagen del padre primordial, al goce del otro, es finalmente un modo de intentar
rechazar la castración.
En realidad, ninguno de nosotros puede acceder a ese goce, satisfacción que suponemos que
tuvo ese primer padre asesinado. En otras palabras podemos pensarlo como la castración que
3
Hay un tercer relato sobre el padre propuesto como lectura en la última unidad del programa con “Moisés y la
religión monoteísta (1934-38)”. Allí ya no será cuestión de matarlo para sostenerlo en su universalidad sino de “poner
en cuestión” al padre.
nos toca a todos. Debemos entonces pensar a la castración como cierta imposibilidad de la
satisfacción absoluta. Es decir que en ese sentido el único no castrado sería el "padre originario",
un padre de excepción. Pero siendo universal, estamos todos castrados. Por ejemplo, el niño no
puede acceder a la relación con la madre, ni lograr tener entonces plena satisfacción. O sea, el
complejo de Edipo ya no depende del papá y de la mamá de carne y hueso, de si vio a la
hermanita, etc., sino que esa es la anécdota donde se reproduce una estructura común a toda la
humanidad equivalente al mítico relato del asesinato del padre originario y del que se derivan
consecuencias para toda la humanidad. La identificación primaria con el padre muerto es
equivalente a la entrada al orden simbólico, al lenguaje, a la cultura, e implica una renuncia
primordial a la satisfacción plena. Este relato permite ordenar toda la cultura humana, dimensión
social, ética, en torno a un único punto: la relación con el "padre originario" que dictó las leyes
pero a condición de su propia muerte.
En conclusión, el valor de esta construcción mítica freudiana reside en las consecuencias. No se
trata de constatar la veracidad del asesinato, Freud no piensa en impulsar una búsqueda
arqueológica de la tumba del padre primordial. Conjetura una formulación que explica
consecuencias clínicas del complejo nuclear de la neurosis y como ya dijimos ordena la cultura.
4
Pateman, Carole, “El contrato sexual”. En particular el capítulo 4, pp. 140-161. Pueden descargarlo
gratuitamente en https://drive.google.com/file/d/0B0eSNzKvGUMNMHloZEhtSUk4U0E/view
primer tiempo se instalaría según esta autora una ley de género, basada en el estatus, y que es
una suerte de mandato de violación. Este padre primordial, que dispone para su satisfacción de
todas las mujeres, que viola a las mujeres impunemente, según Carole Pateman está instituyendo
una ley que luego se cuela, se infiltra en el contrato social promoviendo la desigualdad en
diversos niveles.
Desarrollos conceptuales locales actuales como los de Rita Segato que ubican al “violador como
el hijo sano del patriarcado”, un moralizador y civilizador que pretende aplicar su ley a las mujeres
y los hombres que no se ajustan la heteronormatividad tradicional, se desprenden de esa misma
línea de pensamiento.
Sin embargo, nos parece importante aclarar, para evitar confusiones, que en Freud justamente
esto no reviste el carácter de “ley”. En el primer tiempo del mito, sólo está en juego la fuerza bruta
del padre, de un “padre orangután” como dirá Lacan (1969-1970). Ese que viola y dispone
plenamente de las mujeres no expresa en Freud ninguna ley y es un grave error querer encontrar
allí alguna forma de complicidad del psicoanálisis con los abusos de poder masculino. Por el
contrario, en el mito freudiano es el asesinato del padre y el pasaje a la sociedad de hermanos lo
que instituye recién ahí y en un segundo tiempo, de modo retroactivo, una ley. El padre que
instituye la ley es el padre muerto, un padre simbólico. Si luego hay algún sujeto que ejerce la
función del padre, ya no podrá ubicarse en el lugar de la excepción, del poder absoluto, de un
padre violador. En la perspectiva freudiana, el padre en tanto agente de la castración soporta
encarnar la instancia de una autoridad que lo atraviesa a él mismo, para hacer pasar la
interdicción que articula la ley y el deseo. En el planteo de Segato se desliza que todo hombre,
por ser hijo del patriarcado, es un violador en potencia. Se queda solo con el primer tiempo del
mito de “Tótem y tabú”, y plantea que allí se funda una ley, un mandato machista. En verdad, en
el planteo freudiano, se trata de todo lo contrario. El pasaje por el Edipo y la castración es lo que
impide que un “macho” sea tomado por el supuesto mandato de violación. Ya ninguno podrá
ocupar el lugar del padre gozador de la horda, el de “ese que las tiene a todas”.
Pero entonces, ¿los violadores y los femicidas no existen para el psicoanálisis? Claro que sí. Las
manifestaciones importantes de movimientos como “Ni una menos” lo demuestran ampliamente.
En todo caso su existencia nos conduce más bien a pensar que allí falla o no está operando la
lógica que articula Edipo y castración a la ley del padre. Eventualmente, el problema de la época
será pensar las consecuencias que el discurso capitalista en conjunción con el discurso de la
ciencia tienen a nivel del sujeto, al dificultar las coordenadas de configuración edípica clásica.
Algo de esto también habíamos planteado respecto de la fragmentación de los ideales y la
declinación del padre cuando comentamos “Psicología de las masas…”
Ahora bien, ¿qué lugar reservarle entonces a la incidencia del padre vivo, el del primer tiempo del
mito de la horda primordial? ¿Tiene algún retorno localizable en la clínica psicoanalítica? Si bien
el padre erigido por las mociones tiernas es un padre que regula y ordena con fuerza de ley, el
padre al que se le dirigen las mociones hostiles, ese padre imaginario retornará clínicamente de
diversas maneras. En el campo de la psicosis, muchas veces retorna bajo la forma de un
perseguidor que se encarga de arruinarle al sujeto todo proyecto, todo lo que intenta para su vida.
Es frecuente escuchar en el delirante paranoico que el otro goza y se satisface impunemente a
costa suya. En la neurosis, los restos de ese padre vivo y no del todo atravesado por la ley es
introyectado bajo la figura obscena del superyó, de una “ley insensata” en la que se va a sostener
un imperativo de satisfacción anclado en la privación de goce. Esto nos deja en el umbral que
atravesaremos a partir de la próxima clase, cuando comencemos a desarrollar el tercer tramo del
programa denominado “las paradojas del orden”. En las próximas clases retomaremos algo de lo
planteado hoy para pensar en la génesis del superyó, cuando abordemos la formulación del
segundo modelo de aparato psíquico freudiano.