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Quaderni di

THULE
Rivista italiana di studi americanistici

XIII

Centro Studi Americanistici


“Circolo Amerindiano”
Onlus

XXXV Convegno Internazionale di Americanistica


XXXV Congreso Internacional de Americanística
XXXV Congresso Internacional de Americanística
XXXV International Americanistic Studies Congress
XXXV Congrès International d’Américanisme

Perugia (Italia), 3, 4, 5, 6, 7, 8, 9 e 10 maggio 2013


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Un análisis de dos Códices Techialoyan: Huixquilucan y


Cuajimalpa

Yukitaka Inoue Okubo


Senshu University, Japan

Los Títulos primordiales


Recientemente, en el estudio de la historia indígena novohispana, los documentos conocidos como Títulos
primordiales han cobrado especial atención e importancia. Se trata, por lo general, de documentos elaborados
en las comunidades indígenas de la época novohispana que narran principalmente la “fundación” y “límites”
del pueblo, es decir, el establecimiento de la comunidad en el contexto histórico de la época colonial
temprana. Tal “fundación” no necesariamente se refiere a la original prehispánica sino al resultado de la
reorganización de poblaciones indígenas al efectuarse las congregaciones bajo el dominio español. Aunque
algunos documentos contienen ciertas referencias – a veces de manera explícita – a la vida prehispánica, los
Títulos primordiales ofrecen, antes que nada, datos que eran requeridos en su propio contexto histórico colonial.
Estos documentos fueron considerados al principio inadecuados para el estudio histórico serio. Varios textos
de los Títulos primordiales ofrecían una serie de nombres confusos e incluso erróneos de los personajes
históricos y muchos acontecimientos improbables o casi imposibles de haber ocurrido (INOUE OKUBO Y.
2007a, en prensa), lo cual implicaba su invalidez como documentos históricos fiables. Sin embargo, tal
consideración comenzó a revisarse hace aproximadamente un cuarto de siglo. Cabe mencionar a estudiosos
como Serge Gruzinski, autor de La colonización de lo imaginario; James Lockhart, representante de la escuela
norteamericana de la Nueva Filología; y Enrique Florescano, cuya aportación fue importante para la difusión
del tema en México (GRUZINSKI S. 1991; LOCKHART J. 1982, 1992; FLORESCANO E. 1994, 2002). Así, en
estos diez años, vio la luz una cantidad admirable de publicaciones – tanto de los documentos mismos como
sus estudios –, y la investigación del tema ya no se limita al Valle de México y sus alrededores, sino que se ha
extendido a Michoacán, Oaxaca y otras regiones mesoamericanas (NOGUEZ X. - WOOD S. 1998; ROSCAMP
H. 1998; MENEGUS BORNEMANN M. 1999; OUDIJK M. R. 2000; SILVA I. 2002; PÉREZ ZEVALLOS J.M. -
REYES GARCÍA L. 2003; LÓPEZ CABALLERO P. 2003; OUDIJK M. R. - ROMERO FRIZZI M. 2003; HASKETT
R. 2005).
Bajo estas circunstancias me parece necesario impulsar una revisión global y categórica de los Títulos
primordiales. Ampliar el objeto de estudio es, desde luego, sumamente importante. Sin embargo, al mismo
tiempo, necesitaremos reformular las condiciones indispensables para poder comparar los resultados de las
investigaciones nuevas, precisando a su vez las características sobre cada región y época. En lo que toca al
centro de México, considero que todavía falta profundizar en el análisis de los llamados Códices Techialoyan –
especialmente sus textos alfabéticos –, y necesitamos ir aclarando las características de los documentos del
centro de México. Por una parte, porque muchos de estos códices se consideran como una subcategoría o
subgénero de los Títulos primordiales; y por otra, porque los Códices Techialoyan son muy típicos de la región. Por
lo tanto, en consideración a este contexto del estudio de los Títulos primordiales, a continuación analizaremos
dos ejemplos de estos códices, el Códice Techialoyan de Huixquilucan y el Códice Techialoyan de Cuajimalpa o
Cuauhximalpan, ambos procedentes de dos poblados colindantes entre México y Toluca.

Los Códices Techialoyan


Los llamados Códices Techialoyan o de estilo Techialoyan es un grupo de códices cuya denominación proviene de
un documento que se publicó en 1933, “Códice de San Antonio Techialoyan” de San Antonio la Isla que se
sitúa hacia el sur de Toluca, en el Estado de México. En ese momento ya se señalaron las similitudes de éste
con algunos otros códices, pero no fue hasta 1943 cuando Robert H. Barlow dio un nombre a este grupo de
códices, catalogando los documentos con letras alfabéticas (GÓMEZ DE OROZCO F. 1933; BARLOW R.H.
1994). Unos años después, Federico Gómez de Orozco – quien había publicado el primer documento –
agregó más documentos a esta lista; con lo cual las letras del alfabeto del catálogo llegaron hasta la “V”.
Décadas después, en 1975, Donald Robertson hizo un catálogo nuevo y más amplio para un volumen de la

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serie Handbook of Middle American Indians, que se iban publicando en ese entonces (ROBERTSON D. 1975). Para
este catálogo o censo de los Códices Techialoyan, el número ya había superado las 26 letras del abecedario, por lo
cual Robertson hizo una nueva numeración que iba del 701 al 748, la cual seguimos usando hasta el momento.
Estos códices han tenido una suerte parecida a los Títulos primordiales en lo que toca a su valor histórico. En un
principio, se pensó que eran códices del siglo XVI; no obstante, luego se demostró que fueron hechos en los
siglos XVII y XVIII, es decir, documentos que fueron elaborados posteriormente pero que pretendían ser del
siglo XVI, por lo cual fueron considerados “falsificados” (HARVEY H.R. 1986; MENEGUS BORNEMANN M.
1999). Donald Robertson, en su Mexican Manuscript Painting of Early Colonial Period, tampoco dio gran
importancia a estos códices al dudar que fueran del siglo XVI, periodo que estaba estudiando. Así señaló que
fueron escritos, «with an unususally large, bold, almost childish hand, using unlinked lower-case letters», y que no era
manuscrito de estilo «Aztec Revival» (ROBERTSON D. 1994 [1959]). De hecho, el estilo de los Códices Techialoyan
es extraordinario: las letras tienen características únicas y los dibujos nada se asemejan a los códices del estilo
prehispánico o el de la época colonial temprana.
Aquí resumimos las razones por las que los Códices Techialoyan al principio no fueron considerados de valor:
primero, en cuanto a su estilo, fueron vistos “infantiles” o no tan refinados como los códices elaborados por
los tlacuilos del siglo XVI; segundo, se señalaban similitudes entre varios manuscritos del grupo, por lo que
parecía faltarles originalidad; y por último, muchos investigadores de aquel entonces buscaban “lo
prehispánico” o lo más cercano a ello, ya que “lo prehispánico” era “lo indígena”, “lo autóctono” en aquel
entonces, aunque hoy en día estudiamos también “lo indígena en la época colonial”.
A pesar del menosprecio, y tal vez gracias a la sugerencia de Robertson de que estos códices podrían ser
interesantes al estudiarlos desde otro ángulo, la presencia de los Códices Techialoyan por lo menos quedó en la
mente de los especialistas. Fue así que se hizo el censo o lista de Robertson al publicar la serie Handbook of
Middle American Indians en la década de 1970. Asimismo, en el suplemento de dicho Handbook, publicado en
1986, se incorporó un capítulo independiente sobre los Códices Techialoyan, escrito por Herbert R. Harvey,
ahora llamándolos “títulos de tierra del siglo XVII” (HARVEY H. R. 1986). Después, a partir de la década de
1990, ha habido varias publicaciones – ediciones facsimilares y estudios – de los Códices Techialoyan.
Especialmente, vale la pena mencionar varios ejemplares de estos códices que se han editado por El Colegio
Mexiquense.

Los dos Techialoyan: de Huixquilucan y de Cuajimalpa


El Códice Techialoyan de Huixquilucan, conocido también como Códice Hemenway es un manuscrito con
ilustraciones y textos de papel amate en veinte hojas de aproximadamente 26.5 por 22 centímetros. Sabemos
que el códice estaba en el Archivo General de la Nación, México, en 1856, cuando se le hizo una copia y
traducción. En la década de 1880 lo adquirió Zelia Nuttall, quien lo prestaría para la Exposición Mundial
Colombina de Chicago de 1893. Luego, tras ser propiedad de Mary Hemenway – de quien viene precisamente
uno de los nombres del códice – pasó al Museo de Peabody que lo resguarda (HARVEY H.R. 1986). El Códice
Techialoyan de Cuajimalpa o Cuauhximalpan, por su parte, se encuentra en el Archivo General de la Nación, que
lo obtuvo en 1865. Consta de 26 hojas, también de papel amate. Existe una edición de transcripción y
traducción hechas por Ignacio Silva (SILVA I. 2002)(1). Además, su reproducción puede verse en la página
web de la Biblioteca Digital Mexicana (http://bdmx.mx/detalle.php?id_cod=24), que se estableció en 2010 y
que forma parte de la Biblioteca Digital Mundial. Este códice fue registrado por la UNESCO como Memoria
del Mundo en 1997. Los dos códices contienen tanto páginas ilustrativas – ilustraciones con glosas o texto –
como páginas que contienen únicamente el texto alfabético en náhuatl. En ambos casos, se encuentran la
parte ilustrativa primero, y luego le sigue el texto en náhuatl. La mano del texto difiere entre los dos
documentos.
El proceso de la elaboración de estos códices obviamente tendrá que ver con los problemas – conflictos,
litigios y reclamaciones – sobre las tierras. En 1593, cuando varios sujetos de Tacuba fueron congregados,
Huixquilucan parece haber experimentado ya el proceso de la congregación. Y desde principios del siglo XVII
comienzan a aparecer solicitudes y reclamaciones de tierras alrededor de Huixquilucan. Se podrá decir algo
semejante de Cuajimalpa, aunque la situación habría sido más complicada por la presencia del Marquesado del
Valle. En esta zona, desde principios de la Colonia, hubo conflictos tanto entre el marquesado de Cortés y la
Corona, como entre los habitantes originales y los nuevos, dado que los “nuevos” no sólo eran Españoles,
sino que también había encomiendas para los caciques o Indios principales. Los conflictos no siempre eran de
tierras; también eran acerca del uso de agua porque la zona tiene varios caudales de agua que entraban al Valle
de México. Las fechas que proporcionan los dos códices son: 1532 para el de Huixquilucan y 1534 para el de

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Cuajimalpa, aunque, obviamente, fueron hechos posteriormente en el siglo XVII o acaso a principios del
XVIII.
La estructura de los dos códices es la típica de los códices del grupo Techialoyan. Se presenta, primero, una
sección histórica en donde explican el origen o primeros asentamientos del pueblo, con imágenes de
ancestros, caudillos y/o fundadores (MARTÍNEZ GARCÍA R.C. 2007). Después de esta sección histórico-
fundacional, siguen otras 2 secciones, las cuales hablan de la tierra o límites de cada pueblo: la segunda sección
es donde señalan el cuaxochtli, término que solía usarse para referirse al “lindero”, con dibujos y glosas; en la
tercera sección hallamos únicamente del texto en náhuatl, sin dibujos. El Códice de Huixquilucan dedica 20
páginas a la segunda sección y 11 a la tercera. El de Cuajimalpa, aunque con un poco de irregularidad, unas 20
páginas a la segunda y 12 a la tercera. La descripción del lindero o límite en ambos códices usa el mismo tono
de algunos Títulos primordiales: menciona el término cuaxochtli y lo combina con verbos como nenemi (“va” o
“camina”), namiqui (“queda cerca”), etc. (Inoue Okubo Y. 2007b).

Los topónimos en los dos códices


Aparecen varios topónimos en ambos códices, especialmente en la segunda y tercera partes que narran el
cuaxochtli o lindero de cada pueblo. Para el Códice de Huixquilucan, Harvey ha identificado varios topónimos,
para trazar el límite del pueblo según el texto náhuatl. Huytectepetl Itzintlan (“al pie del cerro que corta”)
correspondería a alguno de los cerros La Marquesa, Tepalcates y Agua Santa que forman una barrera natural
entre Huixquilucan y Cuajimalpa. Ixtlahuatl (“llanura”) es el actual Llano de Salazar, y Coatzaloyan, actualmente
La Palma. Para Tlamimilolpan, existe un pueblo que se llama Santa María Tlamimilolpan, pero el códice puede
referirse a lo que llaman hoy día Llano Grande, en donde había todavía en el siglo XX una vieja mojonera.
Tlachialoyan (“El Vigía”) corresponde al actual El Guarda (HARVEY H.R. 1986).
Por otro lado, entre otros topónimos que aparecen en la segunda parte, se encuentran varios poblados en el
territorio de Huixquilucan. San Cristóbal Texcalocan (actual Texcalucan), San Bartolomé Coatepec y Santa
María Magdalena Mexicapan (hoy llamado Chichicaspa) son pueblos que se sitúan al norte de Huixquilucan.
San Juan Yetepec o Yautepec se encuentra al sur de Huixquilucan. San Francisco Ayotochco (hoy llamado
San Francisco Ayotuxco) está cerca y hacia el noroeste de Huixquilucan, y según Harvey, lo que se llama
ahora Santa Cruz Ayotuxco antes se llamaba San Francisco el Viejo, lo cual parece indicar que el llamado San
Fracisco Ayotochco que menciona el códice comprendía también esa parte. En el documento encontramos
un Chimalpan, al cual Harvey identifica con San Francisco Chimalpa, que se sitúa al norte de Huixquilucan;
sin embargo, ese Chimalpan puede corresponder a San Pablo Chimalpa, que está precisamente entre
Huixquilucan y Cuajimalpa.
Al respecto, el texto del Códice de Huixquilucan dice lo siguiente:

«[…] para que la gente del pueblo de Chimalpan, la gente del barrio, sepa dónde está el lindero
[…] convergimos nuestro[s] linderos […] ellos saben por dónde sigue el lindero de la gente de
Cuauhximalpan» (f. 19v)(2)

Es probable que, hablando de los límites entre Huixquilucan y Cuajimalpa, se esté refiriendo a San Pablo
Chimalpa, situado al oriente de Huixquilucan y al occidente de Cuajimalpa.
Pasemos ahora al Códice Techialoyan de Cuajimalpa. En él se encuentran nombres de algunos pueblos que se
localizan cerca de Cuajimalpa, los cuales son fáciles de identificar. Uno de ellos es el que acabamos de
mencionar: San Pablo Chimalpa, que aparece como «Chimalpan» o como «Xapapolo (San Pablo) Chimalpan».
Otro pueblo cercano es Acopilco, al que el documento menciona también como «Xanoleso» o «Xanolezo
Acopilco». Su nombre actual es San Lorenzo Acopilco, por lo que no es nada difícil de identificar. Asimismo
encontramos otro pueblo, cuyo nombre actual es San Mateo Tlaltenango. El documento lo menciona como
«Xamateo Tlaltenanco» o simplemente como «Xamateo».
Gracias a la extensión o rumbo hacia donde se extienden estos poblados, otros topónimos serían
identificables. Un ejemplo de ello es Memetla, actualmente una colonia justo al sur del club deportivo y el
centro comercial de Yaqui, que queda bastante cerca del actual centro de Cuajimalpa. Luego, hacia
Tlaltenanco, hay otro pueblo que todavía conserva su nombre: Santa Lucía. El documento sólo habla de un
«Xata Luzia (Santa Lucía)». No podemos identificar un “San Martín” o un “San Juan”, dado que el nombre
del santo, por sí solo, no sirve mucho para su identificación. Sin embargo, por la cercanía, podemos decir que
se trata de Santa Lucía que está relativamente cerca de Tlaltenango.

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Para ir identificando más topónimos hacia el sur y el sureste de Cuajimalpa, es útil e interesante notar que en
una página se encuentran pintadas muchas casas – lo que es el altépetl de Coyoacán –, y en las 2 páginas que
siguen dice el texto:

«Aquí está la llanura que es de nuestro tecpan [palacio], se ve la tierra de regadío del gobernador
de Cuajimalpa. Todo descansa, la tierra de regadío. Se ve por dónde va el cuaxochtli [límite]» (fols.
8v-9r)(3)

El pasaje citado dice que desde Coyoacán se veían los linderos y las tierras de Cuajimalpa. Viviendo en la
actual metrópoli mexicana, Coyoacán y Cuajimalpa no dan la impresión de estar muy cerca, dado que, para ir
en coche por vías modernas, hemos tenido que dirigirnos primero hacia el norte y luego dar la vuelta al oeste
para subir a Cuajimalpa. Quizá esta impresión cambie con la nueva autopista urbana que está siendo acabada.
No obstante, desde antes ha habido transporte público que va bajando de la zona que estamos estudiando
hacia abajo, es decir, hacia Coyoacán, aunque no llega exactamente hasta Coyoacán sino hasta San Bartolo
Ameyalco. Su ruta precisamente está comprendida en el paisaje del que habla la cita.
Ahora bien, si tomamos en cuenta la referencia en torno a esta dirección, podemos ir identificando más
topónimos. No aparece el nombre del pueblo Santa Rosa, que está al lado de San Mateo Tlaltenango, pero el
documento habla de un «Xapelnape Atzayapazoquiac». Esta última palabra sería la combinación de Atzayapan y
Zoquiac. Santa Rosa Xochiac – como se lo llama actualmente – aparece en ciertos documentos coloniales
como «Santa Rossa Soquiaque». Por consiguiente, Zoquiac es obviamente una referencia a este pueblo. Azayapan,
por su parte, se conserva como nombre de una colonia de al lado de Santa Rosa Xochiac. Asimismo,
encontramos un lugar llamado «Xapaltolome (San Bartolomé) Apipihuazco». Justo bajando de San Mateo
Tlaltenango y pasando por Santa Rosa Xochiac, se llega a San Bartolo Ameyalco. No hemos podido encontrar
ninguna referencia para la palabra Apipihuazco, pero en el códice también encontramos un «Ameyolco», que
puede referirse a actual Ameyalco. Otro topónimo, «Tetelpan», mencionado también como «Atetelpan Axociotzin
(Asunción-tzin)»(4) es otro pueblo que todavía existe formando parte de la Delegación Álvaro Obregón junto
con Santa Rosa Xochiac y San Bartolo Ameyalco.
De esta manera, con los nombres de las poblaciones que se extienden hacia Coyoacán, podemos identificar
otros topónimos más. Se trata de los pueblos que se encuentran en la Delegación La Magdalena Contreras.
Sabemos que en el ámbito de ésta existían, en la época colonial, 4 pueblos indígenas: Santa María Magdalena
Atícpac o Atlític (actual La Magdalena Contreras), San Nicolás Totolapan, San Jerónimo Aculco (San
Jerónimo Lídice) y San Bernabé Tepetícpac (San Bernabé Ocotepec). En el códice se encuentran «Xannicolas
(San Nicolás)» o «Xamicolaz» y «Xaxelonimo(San Jerónimo)» o «Xaxelonimotzin», que son fáciles de identificar.
«Xantamalia Mateltzin (Santa María Mateltzin)» o «Maliamataltzin (María Mataltzin)», por su cercanía, muy
probablemente es La Magdalena Contreras, que en la época colonial se llamaba Santa María Magdalena. El
término Mataltzin o Mateltzin puede ser una forma nahuatlizada de “Magdalena-tzin” o bien “Madre-tzin”.
Para San Bernabé Ocotepec, encontramos un «Xapelnape (San Bernabé) Yczotitlan Atzoyatla», que aparece en el
códice junto con algunos de los topónimos cercanos arriba mencionados. De este modo, con estas
identificaciones podemos observar que el Códice de Cuajimalpa claramente intenta establecer o reclamar que el
límite de sus tierras llegaba hacia Coyoacán, hasta por donde se encuentra hoy día el Anillo Periférico, es
decir, los bulevares Adolfo López Mateos y Adolfo Ruiz Cortines.

Para terminar
Hasta aquí hemos revisado el estudio que se ha hecho de los Títulos primordiales y las características generales
de los Códices Techialoyan, para analizar finalmente dos de estos últimos: el Códice Techialoyan de Huixquilucan y el
Códice Techialoyan de Cuajimalpa. Ciertamente, por su contenido los dos documentos que hemos analizado
pertenecen al género de los Títulos primordiales. Como lo refiere explícitamente el documento de Huixquilucan,
estos códices son altepeámatl, “libro del pueblo”, y tlalámatl, “libro de las tierras”. Así, primero narran el origen
y establecimiento del pueblo y luego sigue la descripción del cuaxochtli o “lindero”.
La identificación de los topónimos que aparecen en los dos documentos no es fácil, básicamente por no
conservarse en muchos casos los topónimos antiguos. Sin embargo, como lo hemos demostrado en el análisis,
varios son todavía identificables. Con estos topónimos identificados podríamos concluir que ambos códices
describen lugares “aceptables”. Los dos documentos reflejan su certeza de que eran pueblos colindantes. Una
prueba de ello es que mientras el Códice Techialoyan de Huixquilucan principalmente habla del territorio hacia el

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norte, al oeste y al sur, sin invadir el área de los de Cuajimalpa. El Códice Techialoyan de Cuajimalpa, por su parte,
se limita su reclamación hacia el poniente, refiriéndose solamente a Chimalpa, y habla básicamente de sus
tierras hacia el sureste, es decir, hacia Coyoacán.
Como vimos con estos dos documentos, los Códices Techialoyan no están narrando nada de fantasía, sino de
sitios que existían realmente, considerando, además, el territorio de otros pueblos colindantes. A pesar de que
su proceso de elaboración todavía es cuestionado, el contenido sí refleja cierta realidad y las necesidades que
tenía cada pueblo en un momento dado de la época colonial tardía. Es obvio que en cuanto al análisis de los
Códices Techialoyan, especialmente de la parte textual en caracteres latinos, todavía existe mucho por hacer. Esto
es una pequeña aportación, pero para seguir avanzando en la investigación y análisis de estos códices, se
precisará profundizar en más aspectos de los Títulos primordiales del centro de México. Esta labor, a nivel del
estudio en términos particulares, servirá para la comparación, redefinición y establecimiento de alguna
tipología o catalogación de los Títulos primordiales; y en términos generales, aportará más claridad sobre la
realidad en que vivían los indígenas de los siglos XVII y XVIII bajo el dominio español.

Notas
(1) Para este estudio he consultado la versión paleográfica y la reproducción fotográfica contenidas en esta edición.
(2) La traducción castellana es de la edición de Harvey (HARVEY H.R. 1993: 95).
(3) La traducción castellana es mía.
(4) “-tzin” es la terminación reverencial en idioma náhuatl.

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