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I. A modo de diferenciación
Por otro lado, y en búsqueda de una comparación, acude a la imagen de Moisés, quien hace
una misión en nombre del Dios vivo aun en contra de su voluntad, es decir, su persona no
se identifica con el mensaje o contenido de la revelación. Así mismo ocurre con los
apóstoles, estos no se incluyen en el contenido de la revelación. Estos están llamados a
proclamar algo que sobrepasa su naturaleza, su ser, su capacidad. La realización de esta
misión les conlleva grandezas a la par que problematicidad. Y por contraste se puede decir
que lo predicado por la persona de Jesús no se asemeja a lo vivido.
Guardini recuerda las frecuentes afirmaciones acerca de que Jesús no forma parte del
contenido de su mensaje. Pero las desmiente, porque afirma que Jesús no fue un simple
mensajero al que convirtieron en un ser sobrenatural al que se le debía adoración; Sino que
él hace manifestaciones de sí mismo y su relación con Dios y los hombres, y que hacen
parte del contenido esencial de la Buena Nueva. Además, donde no habla de sí, el mensaje
está determinado por la significación de su persona, de la siguiente manera:
1. Jesús exige un seguimiento como negación de sí mismos, como imitadores de su
ejemplo, que implica una relación más profunda que la de maestro-discípulo. Ese
seguimiento depende de una decisión religiosa, de la que Jesús hace depender la
salvación eterna. No es una elección ética, es una elección de amor. Jesús exige y
ama, su llamamiento es la manifestación de amor al hombre. Es una amor que exige
respuesta de amor por parte del hombre.
2. Cristo como criterio y motivo de la conducta son consignadas en el Evangelio con
expresiones acompañadas de un “a mí”, “en mí”, “por mí”, haciendo referencia a su
persona.