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FACULTAD DE EDUCACIÓN
PEDAGOGÍA EN FILOSOFÍA
Concepción, 2013
Quien no sea spinozista no tiene filosofía alguna.
Jorge Guillermo Federico Hegel.
2
ÍNDICE
INTRODUCCIÓN.......................................................................................................4
CAPÍTULO PRIMERO: Sobre una ontología más allá del Bien y del Mal..............12
§ A........................................................................................................................13
§ B........................................................................................................................18
§ C........................................................................................................................22
§ D........................................................................................................................24
§ E........................................................................................................................31
CONCLUSIÓN.........................................................................................................56
BIBLIOGRAFÍA........................................................................................................59
3
INTRODUCCIÓN
4
conatus perfectamente puede ser situado como concepto fundamental, como
clave interpretativa desde el cual el spinozismo adquiera otra significación.
Significación que tiene que ver con el énfasis que se da al modo humano, que, sin
ser un imperio dentro de otro imperio, puede, mediante el despliegue del conatus,
llegar a pensar bajo una especie de eternidad, que es justamente el “punto de
vista” de la substancia. El conatus le brinda al modo humano una cierta
autoconciencia.
5
A pesar de haber recibido una típica educación judía, la vida de Spinoza
coincidió con una época de esplendor cultural tal que, siguiendo el “espíritu de su
tiempo”, fue un hombre versado en más de un conocimiento. De ahí que en el
pensamiento de Spinoza confluyan las más diversas fuentes, ortodoxia talmúdica,
filosofía judía medieval, escolástica cristiana, heterodoxia judía, radicalismos de
ex-confesos, doctrinas de sectas protestantes y, por supuesto, el pensamiento de
Hobbes y Descartes.
6
1675: Tratado político.
1677: Ética demostrada según el orden geométrico.
1677: Compendio de gramática hebrea.
Sin bien, como ya se dijo, Spinoza llevó hasta las últimas consecuencias la
doctrina de Descartes, en ningún momento fue un cartesiano. Inclusive, sin ser del
1
DESCARTES, René. (1945). Obras Filosóficas. Buenos Aires. Editorial “El Ateneo”. p: 494.
2
SPINOZA, Baruch. (1988). Correspondencia. Madrid. Alianza Editorial. p: 377. [Carta: 68]
3
COPLESTON, Frederick. (2008). Historia de la Filosofía, Vol. IV: de Descartes a Leibniz. Barcelona.
Editorial Ariel. p: 196.
7
todo erróneo, se puede hablar de un anti-cartesianismo, aunque lo más correcto
sería hablar, por qué no, de un post-cartesianismo, en tanto que partiendo de
Descartes pudo llegar a algo nuevo. Spinoza no duda en refutar lo que él llama los
errores cartesianos, algo que queda claro en el prefacio escrito por Lodewijk
Meyer4 a la obra Principios de la filosofía de Descartes. Éste señala tres
diferencias entre Spinoza y Descartes: la primera con respecto a la
substancialidad del alma, la segunda sobre la distinción entre voluntad y
entendimiento y, por último, sobre la libertad como poder de suspender el juicio.
Aquí se dará breve revisión a la segunda y tercera diferencias. Una de las
principales características de la filosofía cartesiana hace referencia a que la
voluntad es libre y más amplia que el entendimiento, lo cual según Descartes
explicaría el error, ya que al ser más amplia la voluntad que el entendimiento,
puede caer en el error juzgando algo que el entendimiento no propone. El error
sería una volición en particular. Como la voluntad es libre, también puede
suspender el juicio del entendimiento y así evitar el error. Pero para Spinoza la
voluntad, en tanto que “modo de pensar que sirve para retener, explicar e imaginar
más fácilmente las cosas entendidas” 5, no es una facultad independiente y, por
tanto, no es algo diferente de esta o aquella volición particular. “De suerte que tan
imposible es concebir que la voluntad es causa de esta o aquella volición como lo
es que la humanidad sea causa de Pedro y de Pablo.” 6 De ningún modo se puede
considerar a la voluntad como causa de las voliciones. Además, dado que todo
ocurre con la necesidad de la substancia, las voliciones particulares tampoco
podrían llamarse libres: necesitan de una causa que las haga ser tal como son
necesariamente.
8
método lo principal es la deducción lógica misma desde definiciones y axiomas
hasta llegar a las proposiciones y corolarios. La deducción lógica a partir de
definiciones y axiomas proporciona una explicación del mundo, al hacerlo
inteligible. El orden de las ideas sería el mismo que el orden de las cosas.
7
SPINOZA, Baruch. (2009). Ética. Madrid. Alianza Editorial. p: 186. [E, II, prop XLIX, esc]
9
no sería solamente la infalibilidad que éste proporciona. La elección estaría
supeditada a la forma como el Ser es entendido, en tanto que se produce a sí
mismo y a las demás cosas con absoluta necesidad.
Aclaración:
Si bien se ha citado según las normas de la A.P.A., tanto para la
Correspondencia como para la Ética, además, se han agregado corchetes que
dan cuenta de:
10
axioma, cor: corolario, def: definición, prop: proposición, esc: escolio,
post: postulado lem: lema, ap: apéndice y def afec: definiciones de
los afectos.
CAPÍTULO PRIMERO: Sobre una ontología más allá del Bien y del Mal
11
Este primer capítulo tiene como principal contenido la cuestión del Bien y
del Mal en referencia a la ontología de la substancia de Baruch Spinoza. Para
poder desentrañar los problemas, resulta necesario hacer primero una exposición
de la ontología spinoziana y sus consecuencias.
Otro de los problemas a tratar en este capítulo guarda relación con las
conclusiones que se siguen de la exposición de la ontología, que tienen que ver
con la existencia o no existencia del Bien y del Mal, y todo lo que aquello conlleva,
9
SPINOZA, Baruch. (2009). Ética. Madrid. Alianza Editorial. p: 46. [E, I, def III]
10
Ibíd. p: 46. [E, I, def IV]
11
Ibíd. p: 47. [E, I, def V]
12
como por ejemplo una distinción entre Moral y Ética. Son estas conclusiones las
que trajeron más de un problema en la vida de Spinoza y que hacen de éste un
pensador en extremo radical. Radical ya que en muchos tópicos puede verse un
pensamiento a contracorriente, que inclusive se ha prestado para las más diversas
interpretaciones. Un pensamiento que inclusive se puede considerar intempestivo.
§A
12
RÁBADE, Sergio. (1987). Espinosa: razón y felicidad. Madrid. Editorial Cincel. p: 156.
13
Es bueno aclarar desde ya que Spinoza, dada su ontología, puede hablar indistintamente de Naturaleza o
Dios para referirse a la substancia única, indistinción que en este trabajo se mantendrá.
14
SPINOZA, Baruch. (2009). Ética. Madrid. Alianza Editorial. p: 80. [E, I, prop XXV, cor]
13
la primera Naturaleza se entiende lo que es en sí y se concibe por sí como única
substancia, absolutamente infinita, lo que incluye los atributos de la substancia
que expresan una esencia eterna e infinita. Es la substancia considerada como
causa libre, en el sentido de que, debido a la infinitud de la substancia, nada
puede existir fuera de Dios y, por lo tanto, no existe causa alguna extrínseca, que
fuerce a Dios a actuar de una manera determinada. Dios actúa en virtud de la sola
necesidad de su naturaleza, siendo causa sui o, como los escolásticos preferían
decirlo, aseidad, lo que significa que existe por sí mismo. Por la segunda
Naturaleza se entiende aquello que se sigue de la necesidad de la naturaleza de
Dios, es decir, los modos de los atributos de Dios, en cuanto solo existen en Dios
y sin Dios no pueden concebirse ni ser. Con esto se llega a la conclusión de que la
ontología de Spinoza puede fácilmente considerarse como un naturalismo. 15 Por
naturalismo ha de entenderse la idea de que la naturaleza y las cosas en ella son
las únicas realidades existentes, esto trae como consecuencia la oposición a
cualquier tipo de sobrenaturalismo, es decir, la idea de que más allá de la
naturaleza hay otra realidad que es trascendente a ésta y no natural. Dado esto es
fácil atribuir a Spinoza el hecho de que establece una relación de identidad y
continuidad entre Substancia, Naturaleza y Dios (cosa que de cierta manera ya se
adelantó en la nota 13 de este trabajo).
Otro problema es la relación que puede darse entre el todo y sus distintos
aspectos o momentos, especialmente con respecto a la posibilidad del
conocimiento. Conocer “cómo cada parte de la naturaleza concuerda con su todo
y de qué forma se conecta con las demás […]” 16 resulta problemático porque, para
tener tal conocimiento, sería necesario conocer toda la naturaleza. Luego, Spinoza
muestra el motivo que lo alienta a afirmar la posibilidad de este último
conocimiento. Para ello, parte de la idea de conexión (coherentia)17, que es la idea
de que las leyes de una parte de la naturaleza son tales que se ajustan a las leyes
de cualquier otra parte, sin que exista la mínima contrariedad entre las partes. Por
15
HOYOS SÁNCHEZ, Inmaculada. (2012). La ontología naturalista de Spinoza como ontología de la pasión.
LOGOS. Anales del Seminario de Metafísica, 45, pp: 95 - 122.
16
SPINOZA, Baruch. (1988). Correspondencia. Madrid. Alianza Editorial. p: 235. [Carta: 32]
17
Ibíd. p: 236. [Carta: 32]
14
el contrario, si estas partes se encontraran en contrariedad, cada una de ellas
formaría en la mente una idea distinta a las ideas de las demás partes, en cuyo
caso esa parte debería considerarse como un todo y no como una parte del todo.
Por ejemplo: si los movimientos de, entre otras partes, los glóbulos blancos y los
glóbulos rojos, que poseen distintas determinaciones como el tamaño o la figura,
se ajustan de tal modo que concuerdan plenamente entre sí y de ese modo juntos
constituyen un solo fluido, entonces se pueden considerar como partes de la
sangre. Cosa distinta es cuando, destacando solamente sus distintas
determinaciones, tanto los glóbulos blancos como los glóbulos rojos se presentan
como cosas separadas, en cuyo caso serán considerados como todos y no como
partes. Por esta razón, es que no se trata tanto de conocer, primero, cómo cada
cosa concreta está en relación con el todo, ni cómo cada cosa concreta se
relaciona con otra cosa concreta, cuanto de conocer, más bien, a la naturaleza en
cuanto totalidad necesaria.
18
Ibíd. p: 409. [Carta: 81]
19
SPINOZA, Baruch. (2009). Ética. Madrid. Alianza Editorial. p: 45. [E, I, def I]
15
casualidad porque, de partida, es menester contar con una realidad que se
conciba y exista de manera necesaria.
Si bien nada puede ser ni concebirse fuera de esta substancia infinita, esta
substancia no se encuentra como siendo esencia de las cosas particulares como
20
SPINOZA, Baruch. (1988). Correspondencia. Madrid. Alianza Editorial. p: 309. [Carta: 50]
21
RÁBADE, Sergio. (1987). Espinosa: razón y felicidad. Madrid. Editorial Cincel. p: 163.
22
SPINOZA, Baruch. (2009). Ética. Madrid. Alianza Editorial. p: 94. [E, I, prop XXXIV]
16
podría pensarse. De que todo lo que es, es en Dios, no se sigue que las cosas
particulares se identifiquen con Dios, o sea, no se sigue que estas cosas
particulares están constituidas por Dios o que poseen una esencia que no es
distinta a la esencia de Dios. Rábade es enfático en este aspecto: “[…] son en
Dios, pero no son Dios; se originan en y de Dios, pero, sin separarse de él, se
distinguen de él.”23 Esto queda muy claro, en el caso del hombre, cuando de él se
dice lo siguiente: “A la esencia del hombre no pertenece el ser de la substancia, o
sea, no es una substancia lo que constituye la forma del hombre.” 24 Spinoza
explica esta diferencia entre la substancia y un modo finito recordando la
implicancia entre existencia necesaria y substancia, es decir, que la existencia de
la substancia es estrictamente necesaria porque se sigue de su misma idea, esto
es, de su esencia o naturaleza. Entonces, si el modo finito, en este caso el
hombre, tuviese la misma esencia, o sea, se identificara plenamente con la
substancia, la existencia del hombre se seguiría necesariamente de su esencia,
cosa que entra en contradicción con el axioma I de la parte II de la Ética: “La
esencia del hombre no implica la existencia necesaria, esto es: en virtud del orden
de la naturaleza, tanto puede ocurrir que este o aquel hombre exista como que no
exista.”25. Con este razonamiento es que Spinoza concluye que la esencia del
modo finito, y en este caso la del hombre, no está constituida por la esencia de la
substancia, o sea, Dios sino que está constituida por ciertas modificaciones de los
atributos de Dios o, mejor dicho, es una afección o modo que expresa la
naturaleza de Dios, sin identificarse con ella, de cierta y determinada manera. Esta
cuestión, que cruza toda la ontología de Spinoza, puede plantearse mediante el
siguiente juego de palabras, que consiste en conjugar el ser-en-Dios con el no-ser-
Dios26, que es, en definitiva, conjugar su monismo substancial con el pluralismo de
la realidad de las cosas.
Otro punto que puede aclarar esto es considerar la atribución común a Dios
de aquello que en el hombre se considera de mayor perfección, el entendimiento y
23
RÁBADE, Sergio. (1987). Espinosa: razón y felicidad. Madrid. Editorial Cincel. p: 165.
24
SPINOZA, Baruch. (2009). Ética. Madrid. Alianza Editorial. p: 123. [E, II, prop X]
25
Ibíd. p: 111. [E, II, ax I]
26
Ambas expresiones son tomadas del texto de Sergio Rábade ya citado en este trabajo.
17
la voluntad. Spinoza argumenta que si Dios tuviese, por ejemplo, entendimiento 27,
éste tendría que concebirse de manera radicalmente distinta al entendimiento
humano. En efecto, el entendimiento divino constituiría la esencia de Dios, o
pertenecería a la naturaleza de la substancia, y en ese caso no podría, a
diferencia del entendimiento humano, ser posterior a las cosas entendidas, ya que
Dios es anterior a todas las cosas. Es más, si el entendimiento perteneciera a la
naturaleza de la substancia sería causa de las cosas, tanto de su esencia como de
su existencia, y puesto que, en este caso, el entendimiento de Dios sería la causa
de las cosas tendría que diferir de ellas: “[…] lo causado difiere de su causa
precisamente por aquello que en virtud de la causa tiene.” 28 Por lo tanto, como la
cosa que es causa tanto de la esencia como de la existencia de algún efecto debe
diferir de aquel efecto, resulta que el entendimiento de Dios, que sería causa del
entendimiento del hombre, diferiría radicalmente de él. Así que la palabra
“entendimiento”, usada en ambos casos, es solamente homónima.
§B
27
Es conveniente aclarar que para Spinoza, Dios no posee entendimiento. Véase: E, I, prop XXXI.
28
SPINOZA, Baruch. (2009). Ética. Madrid. Alianza Editorial. p: 71. [E, I, prop XVII, esc]
18
entenderse de tal manera que los atributos y modos en su expresión no existe
fuera de la substancia, porque nada puede existir fuera de la substancia.
Si bien se ha dicho que los atributos son infinitos, dado que expresan la
infinitud de la substancia, no se conocen más que dos atributos: el pensamiento y
la extensión. Solo se conocen el pensamiento y la extensión porque el ser humano
solo está compuesto por modificaciones, o sea, modos de estos dos atributos.
Ahora bien, para que el pensamiento y la extensión puedan ser considerados
29
DELEUZE, Gilles. (2001). Spinoza: filosofía práctica. Barcelona. Tusquets Editores. p: 66.
30
RÁBADE, Sergio. (1987). Espinosa: razón y felicidad. Madrid. Editorial Cincel. p: 173.
19
como atributos hay que proceder a posteriori, partiendo de los modos finitos, que,
en cuanto son susceptibles de ser llevados o multiplicados al infinito, tienen que
ser explicados por los atributos: esto queda claro al decir que, a partir de un
pensamiento humano cualquiera, podemos concluir que el pensamiento es un
atributo infinito de Dios o la substancia. Del mismo modo, a partir de un cuerpo
cualquiera puede concluirse que la extensión es un atributo infinito de la
substancia. En otras palabras, se trata de llegar a conocer los atributos de la
substancia a partir de las “criaturas”. En la demostración de la proposición I del
Libro II se da cuenta de que, dado que un pensamiento humano singular es un
modo y como modo que es expresa la naturaleza de Dios de cierta y determinada
manera, se sigue que es propio de Dios un atributo cuyo concepto incluya todos
los pensamientos y desde el cual todos los pensamientos tengan sentido. Spinoza
prosigue de la misma forma para dar cuenta de que la extensión es un atributo de
Dios, o sea, que dado que un cuerpo singular es un modo que expresa la
naturaleza de Dios, se sigue que es propio de Dios un concepto que incluya todos
los cuerpos y desde el cual los cuerpos singulares puedan concebirse. 31
No porque cada atributo debe ser concebido por sí mismo 32 y existan dos
(en realidad, infinitos) atributos radicalmente distintos, lo que significa que cada
uno de los atributos puede concebirse sin el otro, se llega a la conclusión de que
pertenezcan a dos substancias distintas. No se tienen que concebir tantas
substancias como atributos porque justamente los atributos expresan la realidad o
ser de la substancia y, por tanto, muchos atributos pueden pertenecer a una
misma substancia. Es más, según la proposición 33 de que cuanto más ser o
realidad tiene una cosa tantos más atributos se le pueden conceder, es
perfectamente posible que una substancia única e infinita tenga infinitos atributos.
31
[E, II, prop I, dem] y [E, II, prop II, dem]
32
SPINOZA, Baruch. (2009). Ética. Madrid. Alianza Editorial. p: 55. [E, I, prop X]
33
Ibíd. p: 55. [E, I, prop IX]
20
substancia se mostraría como indeterminada, como la absoluta positividad que es
sin distinción alguna. Dado que los atributos “se encuentran” tanto en la
substancia como en los modos, o sea, que son comunes tanto a la substancia
como a los modos, se despliegan bajo dos formas: la primera, en relación con la
substancia, que consiste en la cualificación plural infinita con la que el
entendimiento tiene que enfrentar a la substancia. La segunda, en relación con los
modos, es la instancia donde la substancia se modaliza existencial y realmente.
De esto se sigue que los atributos “[…] abren una primera vía de pluralidad […]
expresiva; por el contrario, frente a los modos, cada atributo es el principio de
unidad de la pluralidad de modos que, dentro de ese atributo, pueden darse.” 34
34
RÁBADE, Sergio. (1987). Espinosa: razón y felicidad. Madrid. Editorial Cincel. p: 177.
21
modos y justamente por eso difieren, pues se ha de recordar que un efecto difiere
de su causa. En conclusión, puede decirse lo siguiente: “1) Dios es la causa de los
modos; 2) cada modo pertenece a un atributo y la causalidad de Dios se ejerce
precisamente en cuanto está considerado, expresado, bajo ese atributo; 3) cada
modo implica el concepto del atributo al que pertenece y no el de ningún otro.” 35
§C
22
todas las cosas. En la proposición XVIII hay una referencia a la idea de causa, que
debe entenderse a la vez como causa sui y como causa eficiente de los modos.
Pues, si bien se puede hablar, como ya se ha hecho, de que la causa eficiente
difiere de su efecto y que, en ese sentido, no tienen nada en común, también se
puede hablar de que hay algo común, que son los atributos, que hacen referencia
tanto a la substancia como a los modos. Por lo tanto, que Dios produzca
eficientemente los modos en los atributos significa que Dios es causa de todas las
cosas en el mismo sentido que es causa sui, o sea, que Dios produce cada cosa
en el mismo sentido que se produce a sí mismo, y esto no quiere decir otra cosa
que Dios es tanto causa eficiente como causa inmanente de las cosas. Entonces,
de la misma manera que Dios se determina a sí mismo como causa sui, lo que no
ha sido determinado por Dios a obrar no puede determinarse a sí mismo a obrar y,
viceversa, una cosa que ha sido determinada a actuar de determinada forma solo
pudo ser determinada por Dios. Pareciese que, en la proposición XXVIII del libro I,
Spinoza argumenta de manera contraria, afirmando que Dios no sería causa de
las cosas finitas porque ninguna cosa singular puede existir ni ser determinada a
obrar si no es determinada por otra causa ella misma también finita, y así hasta el
infinito. Pero el propio Spinoza dice, en el escolio de la misma proposición, que no
se puede hablar de Dios como una causa remota, entendida como una causa que
no está ligada al efecto, pues, como ya se sabe, todo es en Dios y nada puede ser
ni concebirse sin él. Con esto queda claro que cada término finito de una serie
causal remite a Dios como “a aquello que conmina a la causa a producir su
efecto.”38 También la inmanencia se encuentra presente en la vinculación entre
Naturaleza creadora (Natura naturans) y Naturaleza creada (Natura naturata): por
un lado, la causa se mantiene en sí misma para producir el efecto y, por otro lado,
el efecto se mantiene en la causa. Esto permite hablar en el mismo sentido de
Dios, la Naturaleza creadora, como causa de la Naturaleza creada, o sea, de
todas las cosas, y de Dios como causa de sí.
38
DELEUZE, Gilles. (2001). Spinoza: filosofía práctica. Barcelona. Tusquets Editores. p: 71.
23
§D
Para realizar este análisis Spinoza diagnostica “que todos los hombres
nacen ignorantes de las causas de las cosas y que todos los hombres poseen
apetito de buscar lo que les es útil, y de ello son concientes” 40. Dada esta
proposición Spinoza concluye, primero, que los hombres se imaginan libres, en el
sentido de que su acción estaría orientada hacia un fin y no impulsada por una
39
SPINOZA, Baruch. (2009). Ética. Madrid. Alianza Editorial. p: 96. [E, I, ap]
40
Ibíd. p: 97. [E, I, ap]
24
causa, porque desconocen las causas de sus voliciones y apetitos, lo cual los
hace imaginar que son ellos los que eligen esto o aquello, y segundo, que solo les
interesa conocer las causas finales de las cosas que ellos mismos pueden utilizar.
Así, consideran que en la naturaleza las cosas están dadas para obtener lo que es
útil y que, por tanto, debe existir un ente que pone aquellas cosas en vistas de la
utilidad humana. La intención o finalidad de este ente es que las cosas de la
naturaleza estén disponibles para los hombres como un instrumento a su servicio.
Pero, según Spinoza, esto no es más que ver con ojos humanos a Dios, o sea,
interpretarlo antropomórficamente. Es así que desde una interpretación
antropomórfica perfectamente se puede decir que Dios tiene la intención de
enderezar las vidas de los hombres y así atraer, sobretodo a la religión, a los
hombres incautos. Habría, entonces, en la teología una cierta nocividad, que
tendría su origen precisamente en esta interpretación antropomórfica de Dios, al
convertir este prejuicio en una superstición que echa raíces en el alma humana.
De este modo todo cae bajo el dictado de la Moral, entendida en el sentido
religioso de un Dios que dicta normas de conducta. Es así que Spinoza demuestra
su primer punto, que consistía en encontrar la causa de tal prejuicio,
universalmente extendido entre los hombres.
25
todopoderoso de un mundo separado de Él, ni el monarca que promulga
libremente los decretos de una ley que encadena, sino que no tiene otro contenido
y otra ley que el infinito de la naturaleza misma.” 41
26
que reemplazará a la Moral, y que por lo tanto es su contraria, Ética es la
valoración hecha desde la inmanencia de la substancia, no desde valores
trascendentales que se encontrarían más allá de la misma substancia (lo que
significaría que ésta posea limites, cosa imposible), también, y como se dijo
anteriormente, Ética es la valoración donde el modo humano juego un rol mucho
más importante. Entonces, principalmente la diferencia entre Moral y Ética radica
en desde donde se realiza la valoración, una desde valores trascendentes y la otra
desde lo humano respectivamente. Resulta bueno, también, agregar que el paso
desde la Moral hacia la Ética se encuentra en sintonía con la posibilidad de una
interpretación naturalista de la ontología de Spinoza. Sintonía que se explica en
que el naturalista excluye cualquier posibilidad de un más allá a la substancia, que
es justamente como se entiende el Bien y el Mal desde el prejuicio de la finalidad.
Todo esto es algo que se verá con mayor detalle en el próximo capítulo del
presente trabajo.
27
Spinoza cosas como esta: ya que Dios no solo crea la substancia sino que
también el movimiento en la substancia, o sea, que está en su voluntad que las
cosas sean y se muevan, se sigue que Dios sería causa de cualquier tendencia y
movimiento, incluyendo el Mal. En otras palabras, de la ontología de Spinoza se
seguiría que el Mal, que es un movimiento del alma, es producido y, por tanto,
querido por Dios. Blyenbergh toma como ejemplo a Adán, quien, al comer aquella
manzana que le fuera prohibida, estaría, en última instancia, llevando a cabo un
Mal por el influjo de Dios. La respuesta de Spinoza es que Blyenbergh, así como
otros muchos, estaría interpretando humanamente a Dios, como un sujeto que
tendría, al igual que los hombres pero en grado sumo, un entendimiento y, sobre
todo, una voluntad mediante la que actúa en el alma queriendo que los hombres
hagan el Mal. Pero Spinoza hace ver a Blyenbergh que, aunque Dios mismo sea
en última instancia la causa de que Adán haya comido la manzana, no se puede
considerar que aquella acción sea un Mal que agrade o desagrade a Dios, ya que
nada puede agradar o desagradar a Dios: primero, Dios es plena positividad que
no puede querer nada porque nada está fuera de él y, segundo, causa las demás
cosas con absoluta necesidad, en cuyo caso todo lo que ocurre, ocurre de tal
manera que no se puede catalogar bajo las categorías de Bien y Mal.
28
Blyenbergh ni la vasta tradición teológica a la que se encuentra adscrito ha podido
ver, a saber, el prejuicio del antropomorfismo. Pues, Dios habría dado su palabra
con el fin de que ésta se constituyera en ley, de ahí que sea presentado, al modo
humano, como rey y legislador. Así, Spinoza hace ver que lo que realmente es
una relación natural de causa–efecto es transmutada erróneamente en un nuevo
tipo de relación legislativa: “[…] a los medios, que no son sino causas, les llamaron
leyes y los describieron en forma de leyes; la salvación y la condenación, que no
son más que efectos que fluyen necesariamente de esos medios, los presentaron
como premio y pena.”47 Lo que debería entenderse, entonces, como una relación
natural de causa–efecto, estrictamente necesaria, es, por el prejuicio
antropomórfico y teleológico que actúa en ciertas teologías, entendido como una
relación entre leyes morales, premios y penas. De esto se desprende que quienes
confunden la estricta necesidad de los medios de la Naturaleza con una serie de
leyes y obligaciones de contenido Moral, estarían mostrando el poco
entendimiento que tienen de la Naturaleza. La Naturaleza se les presenta como un
sujeto que dicta decretos y no como un inexorable proceso impersonal.
47
Ibíd. p: 170 - 171. [Carta: 19]
29
Dios no tiene voluntad y, por tanto, no puede querer el Bien ni el Mal. Solo desde
el modo humano es que se peca, o mejor dicho, se cree que se peca pues nada
puede desagradar a Dios, y este pecado sería por una falta de entendimiento,
sería un problema gnoseológico debido al hecho de que la situación del ser
humano es tal que solo tiene conciencia de lo que le sucede al cuerpo o al alma y,
por lo tanto, las condiciones en que conoce condenan al hombre a tener ideas
erróneas, mientras permanezca en el prejuicio del antropomorfismo. El pecado
tiene denominación con respecto al entendimiento humano y no con respecto al
entendimiento de Dios, si es que pudiera haber algo así como un entendimiento
divino. La idea de pecado sería, entonces, una idea mutilada. Por idea mutilada
debe entenderse una idea que es el resultado de percibir y conocer según el
sentido común, es decir, desde el prejuicio antropomórfico y teleológico, las
relaciones de la Naturaleza. Como consecuencia de ello, las ideas mutiladas no
permiten a los hombres conocer la real naturaleza de las cosas, ya que pensar en
los términos personales de una Naturaleza sujeta a intenciones y fines es justo
ejercer la imaginación y no el entendimiento. Se sigue que los hombres juzgan las
cosas y toman por realidad las afecciones de la imaginación, y entonces se dice
que las cosas están en correcto orden cuando están dispuestas de tal modo que,
al representarlas a los sentidos, es muy fácil tanto imaginarlas como recordarlas.
Dado todo esto, es muy fácil concluir que es Dios quien ha creado todo según un
orden y que ese orden implica a los hombres, en el sentido de que las cosas han
sido creadas para ellos, pues se llama “bueno”, “malo”, “bello”, “feo”, etc., a la
naturaleza de una cosa según el modo en que la imaginación del hombre es
afectada por ella. Spinoza es enfático: “[…] todas las nociones por las cuales suele
el vulgo explicar la naturaleza son solo modos de imaginar, […]” 48.
48
SPINOZA, Baruch. (2009). Ética. Madrid. Alianza Editorial. p: 104. [E, I, ap]
30
serie de acciones que caen bajo el concepto de pecado sería, justamente, la
transgresión a la palabra de Dios, que tiene como finalidad que el hombre viva
moralmente. Claramente esto último solo tiene sentido bajo una interpretación
teleológica. Entonces, si el Mal no es con respecto a la substancia, si el pecado es
solo una idea mutilada -que nace del poco entendimiento que los hombres tienen
de la Naturaleza, hasta que vayan reconociendo la necesidad con que la misma
Naturaleza se causa y causa las cosas-, ¿en qué consiste realmente el “pecado”
de Adán? El pecado de Adán no consiste en nada in rerum, en las cosas mismas,
ya que justamente no se puede pecar contra la naturaleza. Ontológicamente no
hay nada más que la acción de Adán porque no existen realmente los valores
trascendentes con los cuales pudiera juzgarse esa acción como un pecado. En
otras palabras, como la acción de Adán debe contemplarse desde la necesidad
con la que todo que acaece en la substancia, no puede ser juzgada con las
categorías de Mal o Bien.
§E
Finalmente, para cerrar este capítulo, haré un breve recuento del contenido
de la ontología antes comentada con sus respectivas implicaciones. Lo
fundamental de ésta se encuentra en la conjugación de las siguientes distinciones:
la primera distinción es la distinción entre substancia, atributo y modo, y la
segunda distinción es la distinción entre Naturaleza creadora (Natura naturans) y
Naturaleza creada (Natura naturata). Estas distinciones se conjugan de tal manera
que explican la producción, o expresión, desde lo infinito a lo finito. Como se dijo
ya en las primeras páginas de este trabajo, para Spinoza hay una única e infinita
substancia, y esta substancia se expresa en infinitos atributos y. por lo tanto, en
infinitas modificaciones de esos atributos, que son los modos. A pesar de que en
última instancia Dios siempre es la causa de los modos, estos últimos difieren
ontológicamente de él. Diferencia que se expresa en que justamente los modos no
pueden ser substancia. Otra diferencia se encuentra en la dicotomía entre
necesidad y contingencia: si bien todo lo que ocurre en la naturaleza se sigue de
31
la necesidad de ésta, resulta que las cosas finitas pueden ser llamadas
contingentes, a pesar de que esto parezca una franca contracción, en tanto con
ello se designe el hecho de que la esencia de los modos, cualquiera sea esta, no
implica su existencia. Pues, si fuese así, los modos serían causa sui. La franca
contradicción, antes mencionada, se daría si se entendiese que los modos se
siguen contingentemente desde la substancia. Con relación a la distinción entre
Naturaleza creadora (Natura naturans) y Naturaleza creada (Natura naturata), la
primera hace mención a la totalidad, a la substancia en cuanto tal y sus atributos,
que no resulta de la suma de todas las cosas sino que es lógica y temporalmente
previa a éstas y les da sentido. La Naturaleza creada (Natura naturata) es, por lo
tanto, la totalidad de las cosas que so en la substancia sin identificarse del todo
con ella. Margot lo deja aún más claro: “En un sentido, [Natura naturans], es la
totalidad, que no se puede enumerar, de las cosas existentes tomadas en su
conexión según el orden cognoscible de los efectos y de las causas. En otro
sentido, [Natura naturata], designa la vida interna de esta totalidad, su
productividad propia y el movimiento, que sin otro origen que él mismo, asegura su
eterna perseverancia y regular desde el interior su sobreabundancia infinita.” 49
32
proceso se disuelve, un fin en el sentido de que algo se acaba o termina.” 50 La
teleología no puede darse como siendo fuera del proceso mismo, que en este
caso sería la substancia, ya que esto implicaría una determinación exterior a la
substancia y, por lo tanto, la existencia de algo trascendente a ella, lo cual debería
concebirse como otra substancia. Pero esto es imposible porque atentaría contra
el monismo de la substancia propuesto por Spinoza según el cual nada exterior a
la substancia puede darse. De igual modo no se puede dar una teleología como
siendo mero límite que indique un término, ni en sentido temporal ni en sentido
espacial, porque la substancia es eterna e infinita. En definitiva, que exista una
teleología de tipo extrínseca significaría que algo distinto a la naturaleza la hace
ser como es, lo cual es imposible dado que la principal característica de la
naturaleza es que ella es causa de sí misma.
50
PÉREZ SOTO, Carlos. (2010). Sobre Hegel. Santiago. LOM Ediciones. p: 68.
33
Es muy importante subrayar que así como el Mal no existe, tampoco el Bien
tiene una realidad sustantiva. Ya señalamos que, con respecto a una substancia
sin voluntad ni intenciones, no puede haber Bien ni Mal. Pero, no habiendo ni Bien
ni Mal, la Ética, que es una valoración desde el modo humano, reemplazaría a la
Moral, que es una valoración que está basada en la existencia de valores
trascendentes, o sea el Bien y el Mal, y es, por ello, irreconciliable con una
ontología de la inmanencia: una ontología que está más allá del Bien y del Mal.
34
De que no exista el Bien y el Mal, no se sigue la inmoralidad de la
substancia, pues precisamente el Mal no puede predicarse de ella. Más bien, de
que no exista el Bien y el Mal, se sigue, aunque con cierto matiz 51, la amoralidad
de la substancia. Es a esta altura donde se encuentra uno de los puntos más
originales de Spinoza, que consiste en conjugar la amoralidad del Ser con una
profunda y radical eticidad. Al considerar la eticidad entra en juego otro factor de la
ontología de Spinoza que aún no hemos examinado, la radical eticidad se
encuentra relacionada con una de las categorías que mejor explica la realidad y
características del modo humano, el conatus. Una vez puestos en relación, el
conatus y la eticidad dan como resultado, superada la Moral y sus contenidos
desplegados en la oposición metafísica Bien/Mal, la existencia de lo bueno y lo
malo. Pues, de que no existan el Bien y el Mal, no debe seguirse que no existan lo
bueno y lo malo. Lo bueno y lo malo se despliegan como modos o grados de
existencia éticos, exclusivos del conatus del modo humano, por lo que se puede
llegar a decir que no es posible vivir sin juzgar, desde el conatus, que algo es
bueno o malo.
Α Β
Bien Mal
bueno malo
51
El matiz correspondería a que, concreta y correctamente, la substancia se encontraría más allá de la Moral,
por lo tanto, ni siquiera sería del todo amoral. Considerarla amoral, aunque se puede interpretar como un
avance, es todavía considerarla desde el prisma de la Moral, cosa que Spinoza quiere desechar totalmente.
35
alegría tristeza
conveniente (útil) inconveniente
adecuado inadecuado
acción (virtud) pasión
libertad servidumbre
§A
52
Es importante mencionar que el término conatus posee una gran riqueza semántica, ya que es posible
traducirlo por los siguientes términos: tendencia, intento, ímpetu de perseverancia, fuerza vital.
53
SPINOZA, Baruch. (2009). Ética. Madrid. Alianza Editorial. p: 203. [E, III, prop VI]
36
el conatus de una cosa con su esencia, lo que significa que la esencia de una
cosa deja de entenderse al modo platónico, como algo inmutable e independiente
de la cosa misma, y pasa a entenderse en términos de dinamismo puro. De este
modo la esencia es transmutada en actualis essentia. La esencia, no sería otra
cosa que el esfuerzo actual que una cosa realiza para mantenerse (y aumentar)
en su ser. Al interior de la substancia la principal característica sería la diferencia
de los diferentes conatus desplegándose. Entonces, la fuerza, típica de cada
modo, para mantenerse en el ser se identifica con su esencia, que no seria otra
cosa que su actuar, actualidad actuante, que no es más que la capacidad de
afectar o ser afectado, de relacionarse, de generar conexiones adecuadas o
inadecuadas con otros modos. Además, la existencia es actualidad actuante de
una cosa en un tiempo indefinido puesto que el conatus no implica una duración
determinada54: la fuerza para seguir siendo se mantendrá en ejercicio todo el
tiempo que sea posible.
37
el mismo en cada caso, que referido solo al alma es la voluntad, mientras que
referido al cuerpo y al alma se convierte en apetito, que, cuando hay conciencia de
sí mismo, se convierte a su vez en deseo. Spinoza identifica este deseo como la
esencia del ser humano. Es importante remarcar que al contrario de muchas
filosofías56, que describen al deseo como una falta y carente de determinación, ya
que justamente se desea lo que no se tiene o, peor aún, el deseo es tal que jamás
podrá ser satisfecho, Spinoza describe al deseo como una fuerza positiva, como
tendencia o como dinamismo desde la plenitud del ser. Por otra parte, el deseo es
considerado como la base de la teoría spinoziana de los afectos, que se compone
básicamente de la alegría y la tristeza, de las cuales se derivan una serie de otros
afectos tales como: el odio, la repulsión, la devoción, la humildad, etc. 57 La
distinción entre alegría y tristeza es una de las distinciones que importan para este
trabajo. La definición spinoziana de estos afectos consiste en decir que por alegría
se entiende el paso de una menor perfección hacia una mayor perfección y por
tristeza se entiende, al contrario, el paso de una perfección mayor a una menor.
En otras palabras, la alegría es acrecentamiento de la potencia mientras que la
tristeza es decaimiento de esa misma potencia.
56
“Para Lacan el deseo aspira a objetos meramente imaginarios, de tal manera que, en su realidad efectiva,
carece en rigor de objetos. Ningún objeto puede realizarlo y, menos aun, colmarlo. O, de nuevo, dicho de
manera directa: no se puede ser feliz.” PÉREZ SOTO, Carlos. (2008). Proposición de un marxismo
hegeliano. Santiago. Editorial Arcis. p: 97 - 98.
57
Para ver en detalle toda la teoría de los afectos, es recomendable leer la última parte de la tercera parte de la
Ética, que justamente se denomina “definiciones de los afectos”.
38
inercia y de que, por tanto, el conatus “aparece como una definición que se
realiza, que se pone en el ser, tal como una definición matemática que engendra
sus propiedades, poniéndolas o exponiéndolas.” 58 En tanto la interpretación
biológica hace hincapié en el aspecto del acrecentamiento de la potencia, del paso
de una menor perfección hacia una mayor perfección en la capacidad de afectar y
ser afectado. En esta interpretación se puede notar la inclinación dinámica, que da
preponderancia al incremento de la potencia. De manera que en esta
interpretación habría una intención vitalista del conatus, que, además, explicaría el
hecho de que, habiendo muchas cosas desplegando su potencia en un mismo
tiempo, haya también roces o fricciones entre ellas. En cualquier caso, puede
constatarse que la variación entre una interpretación física-matemática y biológica-
vitalista del conatus no presenta opciones totalmente excluyentes.
§B
58
ARIAS ARCOS, Edison. (1976). La idea de Conatus, una de las claves de la Ética Spinoziana. Cuadernos
de Filosofía, 5, 107 - 119.
39
deben entender, entonces: “[…] las afecciones del cuerpo, por las cuales aumenta
o disminuye, es favorecida o perjudicada, la potencia de obrar de ese mismo
cuerpo […],”59 sin olvidar las ideas que se producen de esas afecciones. Luego las
afecciones toman, dependiendo del origen de la causa, el nombre de pasión o de
acción. Cuando una afección es pasión, esto quiere decir que el modo es causa
inadecuada o parcial de la misma afección: los afectos son pasiones cuando no se
explican solamente por la naturaleza del cuerpo afectado sino que por la influencia
causal que ejercen otros cuerpos exteriores sobre ese cuerpo. Por lo tanto se dice
que se padece. Cuando una afección es acción, esto quiere decir que el modo o
cuerpo es causa adecuada, o sea, el afecto se explica solamente por la naturaleza
propia del cuerpo, que en este caso afecta antes que ser afectado. Por lo tanto se
dice que se obra. Acción y pasión, actuar y padecer se encuentran íntimamente
relacionados con los sentimientos de alegría y tristeza. Esta relación se establece,
claramente, cuando la alegría consiste en el paso de una menor perfección hacia
una mayor perfección, lo que implica una acción, mientras que la tristeza es
siempre el paso de una perfección mayor a una menor, lo que implica un padecer.
Cuando se actúa se es alegre, cuando se padece se es triste.
59
SPINOZA, Baruch. (2009). Ética. Madrid. Alianza Editorial. p: 193. [E, III, def III]
60
Ibíd. p: 137. [E, II, prop VII]
61
Ibíd. p: 137. [E, II, prop IX]
40
de describir, el mismo proceso. Una idea adecuada o inadecuada de una afección
paralelamente se da como una causa adecuada o inadecuada de esa afección, y
viceversa. “Por ello, así como el orden y conexión de las ideas se produce en el
alma siguiendo el orden y concatenación de las afecciones del cuerpo, así
también, y viceversa, el orden y conexión de las afecciones del cuerpo se produce
según están ordenados y concatenados los pensamientos y las ideas de las cosas
en el alma.”62
62
Ibíd. p: 388. [E, V, prop I, dem]
63
Ibíd. p: 335. [E, IV, prop XLIII]
41
conexión de las ideas64, ya que, en ese caso, una acción en el cuerpo es también,
necesariamente, una acción en el alma y, entonces, una pasión en el cuerpo es
también, necesariamente, una pasión en el alma. Con lo cual, como ya se dijo, la
existencia de una alegría-pasión está supeditada a que el aumento solo
corresponde a una porción del cuerpo.
64
Ibíd. p: 137. [E, II, prop VII]
65
Ibíd. p: 137. [E, II, post I]
66
Ibíd. p: 134. [E, II, lem V]
42
Que no exista el Bien y el Mal no es motivo alguno de imperfección ética
para Spinoza. Al contrario, cuando se deja arrastrar por esos valores
trascendentes, pero ilusorios, es que el ser humano padece. Pues, este padecer
es explicado en tanto que el Bien y el Mal son producto del prejuicio teleológico, y
todo prejuicio debe ser entendido desde el modo humano como siendo causa e
idea inadecuada de sus afecciones. De manera que cuando hay un prejuicio en la
mente es porque otros cuerpos son los responsables de los afectos, lo que trae
como consecuencia un conocimiento parcial de cómo acaece realmente la
naturaleza. En efecto, “cuanto más dependen las acciones de un cuerpo de ese
solo cuerpo, y cuanto menos cooperan otros cuerpos con él en la acción, tanto
más apta es su alma para entender distintamente.” 67 También es necesario
recordar que uno de los productos del prejuicio teleológico es la interpretación de
Dios como sujeto de voliciones, que puede castigar, y principalmente como
legislador que impone la obligación de vivir y actuar de cierta forma, lo que
precisamente impide que el modo humano viva según su conatus. El padecimiento
se expresaría en forma de castigo y prohibición. Cuando no se está preso de las
ideas de Bien y Mal, la forma de valoración adopta el binomio bueno/malo, con lo
cual el ser humano tiene que asumir la responsabilidad de sus actos, de ser él
mismo quien produce lo bueno, que es lo conveniente para el aumento de su
potencia. Uno es así autor de lo bueno, pues es responsable de generar más y
mejores conexiones para el incremento de su potencia.
67
Ibíd. p: 129. [E, II, prop XIII]
68
ÁVILA CRESPO, Remedios. (1985). Finalidad, Deseo y Virtud: Spinoza y Nietzsche. Anales del
Seminario de Metafísica, 20, 21 - 45.
43
es otra cosa que el afecto de la alegría o el de la tristeza, en cuanto que somos
concientes de él.”69 Efectivamente, el cambio de la pasión a la acción, que
incrementa la potencia produciendo algo bueno para nosotros, solo puede darse a
través de la alegría, pues la tristeza siempre está referida a la pasión. Se padecerá
tristeza, en cambio, se actuará alegremente. Por esta razón, de la tristeza se sigue
lo malo, incluyendo, por ejemplo, estados aparentemente perfectivos como la
humildad y al arrepentimiento 70. Si uno se encuentra en tales estados de tristeza lo
mejor es esforzarse por abandonarlos para estar en situación de pasar a una
mayor perfección, o sea, a una alegría. En otras palabras, para aumentar la
potencia es imprescindible combatir la tristeza procurando el máximo de afectos
de alegría, lo que equivale a hacer lo bueno y evitar lo malo para nosotros. Es
importante aclarar que los afectos contrarios a nuestra naturaleza no son pasiones
en sí mismas, sino que son pasiones en relación con nuestra actualis essentia: es
perfectamente posible que algo malo o inconveniente para el conatus de un modo,
sea bueno o útil para el de otro, o que dada la característica actual del conatus lo
que en un pasado fue malo ahora sea bueno. Dado lo anterior es que por bueno
ha de entenderse lo que es útil o conveniente para uno mismo, mientras que por
malo ha de entenderse lo que impide la obtención de algo bueno. 71 Por lo tanto, lo
bueno y lo malo tienen sentido a condición de que no se interpreten desde las
cosas consideradas en sí mismas, sino desde la utilidad y conveniencia respecto
al modo humano. Como se dijo anteriormente, las cosas consideradas en sí
mismas no representan ningún Bien ni Mal, pues el Bien y el Mal no constituyen
ninguna propiedad de las cosas: Bien y Mal no son más que nociones formadas a
partir de un prejuicio metafísico, el prejuicio teleológico. De manera que algo se
dice correctamente que es bueno, no porque sea bueno en sí mismo en el sentido
de que haya algo así como una participación en el Bien, sino porque representa la
utilidad necesaria para aumentar la potencia. E, inversamente, lo malo es malo
porque no permite el paso hacia un incremento de la potencia.
69
SPINOZA, Baruch. (2009). Ética. Madrid. Alianza Editorial. p: 296. [E, IV, prop VIII] Las palabras en
entre corchetes fueron agregadas para dar mayor claridad expositiva.
70
[E, III, def afec XXVI] y [E, III, def afec XXVII], respectivamente.
71
Ibíd. p: 288. [E, IV, def I] y [E, IV, def II]
44
§C
72
SPINOZA, Baruch. (1988). Correspondencia. Madrid. Alianza Editorial. p: 171. [Carta: 19]
45
Ahora bien, mientras que Adán se limita a padecer lo malo, existen hombres
que necesitan de lo malo para asentar su poder y otros hombres a los cuales la
humanidad condicionada por sus pasiones los entristece. Puede considerarse que
Adán es como el esclavo que solo se limita a padecer lo malo, el segundo tipo de
hombre es el tirano y el tercer tipo es el sacerdote. 73 Se trata de hombres que
viven del resentimiento, para quienes toda alegría “es una ofensa y que hacen de
la miseria o la impotencia su única pasión.” 74 Como se puede observar, todos
estos tipos de hombres tiene en común la tristeza en contraposición a la alegría.
Más aún, existe un profundo e implícito vínculo entre el tirano y el esclavo, pues el
uno no podría ser sin el otro. El tirano necesita para su triunfo de la idea de
tristeza, que en tanto idea es una idea inadecuada, y que como idea inadecuada
se materializa, paralelamente, en una serie de causas que tienen como fin la
interpretación errónea del acaecer de la Naturaleza dando como resultado el
despertar del miedo y la superstición. Por su parte, los esclavos, que padecen
tristeza, necesitan del tirano para defenderse porque se encuentran tan
confundidos que, entregados a la superstición, viven en el grado más bajo de su
potencia. En el caso del sacerdote queda claro, por el primer capítulo de este
trabajo, que necesita de la confusión para poder ejercer toda su influencia. El
sacerdote necesita del padecimiento para implantar sus ideas inadecuadas acerca
del Bien y el Mal. Basta considerar que las definiciones que Spinoza da de
conmiseración, humildad o arrepentimiento, todas ellas virtudes para el sacerdote,
son definiciones de pasiones. “La conmiseración es una tristeza, acompañada por
la idea de un mal que le ha sucedido a otro a quien imaginamos semejante a
nosotros.”75 “La humildad es una tristeza que brota de que el hombre considera su
impotencia o debilidad.”76 “El arrepentimiento es una tristeza acompañada por la
idea de algo que creemos haber hecho por libre decisión del alma.” 77 También la
esperanza es definida en la tercera parte de la Ética como una alegría
inconstante78, por lo que, si bien no es una tristeza, a causa de su carácter
73
DELEUZE, Gilles. (2001). Spinoza: filosofía práctica. Barcelona. Tusquets Editores. p: 36.
74
Ibíd. p: 36.
75
SPINOZA, Baruch. (2009). Ética. Madrid. Alianza Editorial. p: 268. [E, III, def afec XVIII]
76
Ibíd. p: 270. [E, III, def afec XXVI]
77
Ibíd. p: 270. [E, III, def afec XXVII]
78
Ibíd. p: 267. [E, III, def afec XII]
46
inconstante debe catalogarse como una pasión, en este caso como una alegría-
pasión. En la proposición XLVII de la cuarta parte de la Ética, se establece que la
esperanza no puede ser buena por sí misma, ya que no puede haber esperanza
sin algo de tristeza, además de revelar cierta impotencia del alma.
79
Ibíd. p: 359. [E, IV, prop LXVII]
47
hecho y τέλος, no queda más que la resignación. De hecho, la muerte se ha usado
una y otra vez para enfatizar la finitud del hombre y también la carencia de sentido
de cualquier acción frente a un destino inapelable. O peor aún, sería la muerte la
que da el sentido a lo propiamente humano, “[…] la aceptación comprendida de la
muerte ha sido considerada como una prerrogativa del hombre, como la razón
misma de su libertad. La muerte, y solamente la muerte, da su ser propio a la
existencia humana.”80 Esto se puede ver claramente en la terminología
heideggeriana, que tanto ha repercutido en nuestra época, que interpreta al
Dasein como Sein-zum-Tode. Pero, a este respecto, es que la filosofía de Spinoza
se encuentra a contracorriente, pues no es una filosofía para la muerte sino que es
una filosofía para la vida. Lo más importante ya no es la muerte sino la vida y su
acrecentamiento, que produce alegría. Además, frente a la finitud del hombre,
Spinoza subraya la participación de éste en la infinitud de la substancia, que no es
otra cosa que la libertad. La participación en la infinitud no quiere decir
identificación, pues recordemos que el hombre es un modo y, por lo tanto, no
puede, por definición, ser substancia. De este modo la libertad es trastocada en
algo paradójico, la libertad consistiría en la interiorización de la necesidad. “Se
trata simplemente de pensar adecuadamente aquello que pensamos, y
especialmente, de pensarnos adecuadamente nosotros mismos, esto es, de llegar
a una idea adecuada de nuestra alma. Y es lo que justamente hemos hecho
cuando hemos alcanzado la idea que Dios tiene de nosotros.” 81 O sea, se trata de
asumir desde la perspectiva de la necesidad el lugar que le compete al hombre en
la totalidad infinita que es la Naturaleza. Por eso, la meditación del hombre libre es
una meditación, no de la muerte, sino de la vida infinita en la que participa.
80
MARCUSE, Herbert. (1986). Ensayos sobre política y cultura. Barcelona. Planeta-Agostini. p: 154.
81
ARIAS ARCOS, Edison. (2003). Introducción al pensamiento ético de B. de Spinoza. Concepción.
Universidad de Concepción. p: 185.
48
emanada de Dios con el fin de que se instituya como ley. Por lo tanto, lo que es un
Mal para algunos, esos que aún viven del prejuicio teológico, puede ser algo
bueno desde el punto de vista de la utilidad o conveniencia para el conatus de
alguien que actúa con autonomía. Si se consideran las cosas desde la dicotomía
bueno/malo, perfectamente eso que se considera el Mal puede ser algo bueno,
aunque sea algo aberrante para sujetos como el tirano o el sacerdote. Partiendo
de la inmanencia de la Naturaleza representada en la autonomía del conatus, y no
de valores trascendentes, es que incluso alguien vil puede ser bueno: “[…] si
alguien viera claramente que, cometiendo crímenes, podría gozar de una vida y
esencia realmente mejor y más perfecta, que practicando la virtud, también seria
necio, si no los cometiera. Ya que los crímenes, respecto a esa naturaleza
humana perversa, serían virtud.” 82 Pero, se dirá, también el tirano y el sacerdote
actúan de acuerdo a su naturaleza actual. Pareciese, entonces, que existe una
cierta relativización de lo bueno y lo malo, como si algo que fuera bueno para el
conatus del hombre libre al mismo tiempo fuera malo para el conatus del
sacerdote y el tirano. Pero el perspectivismo sobre lo bueno y lo malo solo es
posible desde la inmanencia del conatus y, por lo tanto, solo es posible si se
abandona explícitamente la apelación a la trascendencia. De manera que los
actos del tirano y el sacerdote por ningún motivo deben considerarse como
buenos, pues ellos usufructúan con la tristeza que es producida por los valores
trascendentes, lo que significa que sus actos nunca podrán ser considerados
como alegría ni acción. Entonces, el tipo de valores y valoración del tirano y el
sacerdote no puede contribuir al incremento de la potencia. El perspectivismo del
conatus se presenta así, paradójicamente, con un carácter a la vez absoluto y
relativo: absoluto en cuanto solo puede distinguirse entre el bien y el mal desde la
inmanencia del conatus y relativo en cuanto que algo no es bueno o malo en sí
mismo sino en términos de su utilidad o inconveniencia para el conatus.
§D
82
SPINOZA, Baruch. (1988). Correspondencia. Madrid. Alianza Editorial. p: 213. [Carta: 23]
49
Ahora bien, todavía queda por responder esta pregunta fundamental:
¿cómo pasar de la pasión a la acción?, ¿cómo acrecentar el conatus de tal forma
que se pase de la tristeza-pasión a la alegría-pasión y luego a la alegría-acción?,
¿cómo dejar de ser causa inadecuada a ser causa adecuada, que paralelamente
se manifiesta, de igual modo, en pasar de tener ideas inadecuadas a ideas
adecuadas, de las afecciones? En suma, ¿cómo producir lo bueno?
50
pasivas.”83 En cierta medida, aunque guardando las correspondientes distancias,
las ideas y causas inadecuadas, que en este caso se expresan como prejuicio y
valores trascendentes, pueden considerarse a modo de ideología, como una
especie de velo que mistificaría la forma real de ser de la Naturaleza. Entonces, el
paso de la Moral a la Ética implica una resignificación de lo que se entiende por
Naturaleza, desde un Dios-sujeto que se padece a una substancia inmanente que
tiene al conatus como parte de un proceso absoluto de causarse a sí misma.
¿Cómo explicar, equivalentemente, el cambio de la pasión a la acción? En el
cambio de la pasión a la acción, el primer paso es evitar la tristeza, lo que tiene,
como condición necesaria, pasar a una mejor pasión, que será un estado de
alegría. Se está en primera instancia en una tristeza-pasión y de ahí se pasa a una
alegría-pasión, para luego llegar hasta la alegría-acción. La alegría, cuando es
acción, va de la mano de ideas y causas adecuadas, es decir, la pasión,
cualquiera sea ésta, deja de ser tal en cuanto se dice del alma y cuerpo que tienen
ideas y son causas adecuadas. Ahora bien, no debemos olvidar que en el paso a
la acción debe intervenir todo el cuerpo de forma que también interviene
íntegramente el alma. En este sentido, se puede ver a Spinoza como crítico de
toda una tradición según la cual el cuerpo es un obstáculo para el florecimiento
humano, donde el alma debe sobreponerse a la sensualidad del cuerpo para
lograr por sí sola un estado de perfección.
83
DELEUZE, Gilles. (1975). Spinoza y el problema de la expresión. Barcelona. Muchnik Editores. p: 266.
51
las nociones comunes, estas no se presentan de manera contingente sino
necesaria, pues nada contingente puede darse en una substancia que se causa a
sí misma con la misma necesidad que causa las demás cosas. Pero las nociones
comunes no deben confundirse con los términos llamados trascendentales: “ser”,
“cosa”, “algo”.84 Los términos trascendentales se originan por el hecho de que al
formarse un número excesivo de imágenes85 para, por así decirlo, la capacidad del
cuerpo, las imágenes de distintas cosas singulares empiezan a confundirse entre
sí con el resultado de que el alma agrupará tales imágenes confundidas,
indistintas, bajo un solo término. Esta misma explicación es aplicable al origen de
las llamadas nociones universales como: “hombre”, “caballo”, “perro”, etc. Tanto
los términos trascendentales como las nociones universales son ideas
inadecuadas porque, más que explicarse por la potencia del conatus, se explican
por la acción de otros cuerpos, aquellos por los que “el cuerpo ha sido más a
menudo afectado, y que el alma imagina o recuerda más fácilmente.” 86 Se
padecen cuando los encuentros con otros cuerpos son tan numerosos que
desbordan la capacidad actual del cuerpo y el alma de tal manera que estos
quedan impresionados por imágenes en extremo generales.
Las nociones comunes son llamadas así porque representan algo que es
común a todos los cuerpos y “es siempre la idea de una similitud de composición
en los modos existentes.” 87 Nociones comunes son la extensión, el movimiento y
el reposo entre otras. También la noción de noción común se puede aplicar a la
relación entre cuerpos, en otras palabras: “[…] la noción común es la
representación de una composición entre dos o más cuerpos, y la unidad de esta
composición.”88 Las nociones comunes entonces son ideas adecuadas porque
representan una composición adecuada entre cuerpos, que en el orden del
paralelismo representan a las causas. Por lo tanto, son determinantes para la
radical eticidad propuesta por Spinoza, que trata del cambio de la pasión a la
84
SPINOZA, Baruch. (2009). Ética. Madrid. Alianza Editorial. p: 162. [E, II, prop XL]
85
Por imágenes han de entenderse “[…] las afecciones del cuerpo humano cuyas ideas nos representan los
cuerpos exteriores como si nos estuvieran presentes […].”Ibíd. p: 141. [E, II, prop XVII]
86
Ibíd. p: 163. [E, II, prop XL]
87
DELEUZE, Gilles. (1975). Spinoza y el problema de la expresión. Barcelona. Muchnik Editores. p: 268.
88
DELEUZE, Gilles. (2001). Spinoza: filosofía práctica. Barcelona. Tusquets Editores. p: 114.
52
acción. Pues, para que este cambio sea posible, en especial el cambio de la
alegría-pasión a la alegría-acción, se requiere primero que la alegría-pasión sea
producida por un cuerpo del que el conatus tenga una idea adecuada para poder
actuar con respecto a él. Mediante las nociones comunes, el conatus entra en una
relación de composición, no de división, con el otro cuerpo del cual es idea y
causa adecuada. Pero si las nociones comunes implican la idea de adecuación,
esto quiere decir que a su vez implican la idea de acción, ya que solo habiendo
adecuación tanto en la idea como en la causa es como se actúa. De esta manera,
al ser ideas y causas adecuadas que se explican por la potencia del conatus, este
ya está en condiciones de afectar a otro cuerpo antes que ser afectado por él, es
decir, ya está en condiciones de experimentar una alegría-acción.
Las nociones comunes son entonces ideas que se explican por la potencia
de actuar y pensar y no por el padecimiento, aunque justamente son los efectos
del padecimiento que dejan los cuerpos en el conatus los que se usan para idear
lo que es común. Ahora bien, tal padecimiento tiene que ser una pasión-alegría, ya
que la tristeza, al darse solo cuando algo es inconveniente para el conatus de un
cuerpo, no puede inducirle a formar nociones comunes: “[…] las pasiones
dichosas nos acercan a esa potencia, es decir, la aumentan o la ayudan; las
pasiones tristes nos alejan de ella, es decir, la disminuyen o la impiden.” 89 En
cambio, si en primera instancia el padecimiento es una pasión-alegría, no habrá
problema en formar la noción común, pues una pasión-alegría es producida
cuando algo es bueno o conveniente para el conatus de un cuerpo, es decir,
cuando hay una relación de composición entre dos cuerpos. El conatus, ahora, se
esforzará por organizar encuentros favorables con otros cuerpos, donde se pase
de la pasión a la acción en función de relaciones de conveniencia para el conatus
que son conocidas por las nociones comunes que se formaron a partir de la
pasión-alegría. En otras palabras, mientras el conatus no esté dominado por
afectos contrarios a su naturaleza, no se verá obstaculizado en su potencia por
conocer las cosas y podrá formarse ideas adecuadas de ellas para después actuar
89
DELEUZE, Gilles. (1975). Spinoza y el problema de la expresión. Barcelona. Muchnik Editores. p: 266.
53
sobre ellas en función de su propia utilidad o conveniencia. Una pasión-alegría,
que es un afecto producido por otro cuerpo que es conveniente para el conatus de
un cuerpo, permite formarse una noción común de esta relación de conveniencia,
que es una relación de composición entre ambos cuerpos, originando así una
alegría que ya no es pasión sino pura acción porque la causa no es el cuerpo que
conviene al conatus sino que es el propio conatus. Estando ya capacitada para la
acción el alma sentirá aversión del solo hecho de imaginar que algo pueda reprimir
o disminuir su potencia y, por lo tanto, la del cuerpo 90. De lo que se trata es de
acrecentar más y más la potencia.
Mientras el conatus sea determinado por una pasión, los deseos serán
irracionales porque nacen de una idea inadecuada de los otros cuerpos. Por el
contrario, cuando el conatus está determinado por la acción sus deseos, que se
incrementan, son además plenamente racionales. En Spinoza razón y deseo se
combinan así, paradójicamente, como razón deseante: la razón misma es
apetente. Esto resulta paradójico ya que la tradición ha pensado estas dos
dimensiones como instancias separadas e inclusive contrarias entre sí, en el
sentido de que el deseo sería un impedimento para usar plenamente los poderes
de la razón. Pero Spinoza piensa que el uso de la razón hace que el deseo sea
más potente, la razón hace que el deseo desee más. No por nada una de las
principales características del spinozismo es el ya comentado paralelismo, la tesis
de que la potencia del alma es la misma que la potencia del cuerpo: “[…] cuanto
más apto es un cuerpo que los demás para obrar o padecer muchas cosas a la
vez, tanto más apta es su alma que las demás para percibir muchas cosas a la
vez; y que cuanto más dependen las acciones de un cuerpo de ese solo cuerpo, y
cuanto menos cooperan otros cuerpos con él en la acción, tanto más apta es su
alma para entender distintamente.”91
90
SPINOZA, Baruch. (2009). Ética. Madrid. Alianza Editorial. p: 210. [E, III, prop XIII]
91
Ibíd. p: 129. [E, II, prop XIII]
54
CONCLUSIÓN
Para finalizar, creemos que Spinoza pudo establecer la conexión entre una
substancia más allá de la moralidad y una realidad humana ética, y que el conatus
juega el papel fundamental para establecer tal conexión. Éste ultimo explica el
paso de la Moral, basada en la dicotomía Bien/Mal, a la Ética, basada en la
dicotomía bueno/malo. El conatus debe perseverar en sucesivas determinaciones
para realizar lo bueno. De ahí que éste sea un término que denote vitalismo.
55
principalmente como legislador que impone la obligación de vivir y actuar de cierta
forma, lo que precisamente impide que el modo humano viva según su conatus.
Lo ideal es dejar de padecer y pasar a la acción. Este paso, de la pasión a la
acción, solo puede darse a través de la alegría, pues la tristeza siempre está
referida a la pasión. Si uno se encuentra en un estado de padecimiento lo mejor es
esforzarse por abandonarlo para estar en situación donde se actúe. Por lo tanto,
para lograr la acción es imprescindible combatir la tristeza procurando el máximo
de afectos de alegría, lo que equivale a hacer lo bueno y evitar lo malo para
nosotros. Esto se logra en la formación de las nociones comunes, que no es otra
que una lógica de la composición. Éstas son ideas adecuadas porque representan
una composición adecuada entre cuerpos, que en el orden del paralelismo
representan a las causas. Las nociones comunes son relación entre el conatus y
otro cuerpo del cual el primero es idea y causa adecuada. Las nociones comunes
al implicar la idea de adecuación, a su vez implican la idea de acción. El conatus,
ahora, se esforzará por organizar encuentros favorables con otros cuerpos, donde
se pase de la pasión a la acción en función de relaciones de conveniencia para él
que son conocidas por las nociones comunes. Es en el ámbito de las nociones
comunes donde se termina de padecer y se comienza a actuar.
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quien tiene un cuerpo apto para muchísimas cosas, tiene un alma que,
considerada en sí sola, posee un gran conciencia de sí misma […].” 92
92
Ibíd. p: 424. [E, V, prop XXXIX]
57
conatus, el Yo será entendido como una pura actividad consistente en el
decaimiento o acrecentamiento de la potencia y el deseo. En este sentido, no es
que haya un Yo anterior cuya potencia decaiga o se acreciente sino que el Yo es
justamente tal acrecentamiento o tal decaimiento de la potencia. Con lo cual
resulta que la actividad misma es ontologizada. Esto da como resultado que el Yo,
lejos de ser una identidad constante que experimenta cambios, se convierte en
diferencia variable, en cambio constante: así se es siempre distinto y la identidad
solo es dada por el tiempo arraigado en el afecto. Entonces, como no es nada más
que pura actualidad, el yo de la pasión será radicalmente distinto al yo de la
acción. El cambio de la pasión a la acción es un proceso de saltos, de
discontinuidad, de quiebres, y el yo es una suerte de performatividad: la actualidad
del conatus.
BIBLIOGRAFÍA
Libros:
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MARCUSE, Herbert. (1986). Ensayos sobre política y cultura. Barcelona. Planeta-
Agostini.
PÉREZ SOTO, Carlos. (2008). Proposición de un marxismo hegeliano. Santiago.
Editorial Arcis.
___________________ (2010). Sobre Hegel. Santiago. LOM Ediciones.
RÁBADE, Sergio. (1987). Espinosa: razón y felicidad. Madrid. Editorial Cincel.
SPINOZA, Baruch. (1988). Correspondencia. Madrid. Alianza Editorial.
________________ (1988). Tratado de la reforma del entendimiento. Principios de
filosofía de Descartes. Pensamientos metafísicos. Madrid. Alianza Editorial.
________________ (2009). Ética. Madrid. Alianza Editorial.
Artículos:
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