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Día del Maestro Adventista

Mae ro con una causa grande


Texto bíblico: Efesios 4:11.

Introducción
Hoy es un día muy importante en la vida de nuestra iglesia. Celebramos el día del maestro. Y si alguien se
pregunta por qué se lleva a cabo una celebración como esta, solo habrá que preguntar: ¿Qué sería la vida
de nosotros sin ellos? Y especialmente, ¿qué sería de nuestra iglesia sin el educador adventista?
Se puede decir que toda la vida es enseñanza y toda enseñanza correcta es verdadera vida.
Cualquier cosa que el hombre haga, piense o sienta en el mundo pasa de una generación a otra a través
de la enseñanza, y allí algunos, sin saberlo, han sido maestros de la humanidad.
Algunos nos enseñan a cocinar, a manejar, a construir, otros a reparar cosas y casas, otros a
resolver problemas complejos, otros a leer y escribir. Y así, como esto, podríamos mencionar mil millones
de cosas más.
Sin embargo, hoy celebramos a aquellos que decidieron dedicar sus vidas a la noble tarea de
participar en la educación adventista, la cual entraña una educación con causa, una educación con
propósito, una educación para la eternidad.
Es bien conocida la definición de educación que la sierva del Señor señala en el libro La Educación.
Dice que:

"La verdadera educación significa más que la prosecución de un determinado curso de estudio. Significa más que
una preparación para la vida actual. Abarca todo el ser, y todo el período de la existencia accesible al hombre. Es el
desarrollo armonioso de las facultades físicas, mentales y espirituales. Prepara al estudiante para el gozo de servir
en este mundo, y para un gozo superior proporcionado por un servicio más amplio en el mundo venidero".
- Elena de White.

Ya desde aquí, considerando esta definición, nuestros maestros caen en una categoría superior al
dedicarse a una educación tan completa. Es decir, son maestros con una causa grande, tan grande como
la eternidad.
Se nos recuerda que apenas comenzó a vivir la familia humana ya empieza a morir; y el trabajo
incesante del mundo termina en la nada, a menos que se obtenga un verdadero conocimiento acerca de
la vida eterna y por eso se agrega lo siguiente: El verdadero éxito en la educación, como en todo lo
demás, se halla en mantener en vista la vida futura (Consejos para los Maestros, Padres y Alumnos, 15).
Considerando lo anterior, quiero hacer mención de siete elementos de la situación educativa que
nos dará una perspectiva mejor de la celebración de este día.

Cuerpo

1. El primer elemento de la situación educativa es el maestro.

El primer elemento de la situación educativa es el maestro. Sin el maestro no existe tal cosa como es la
educación, y sin la educación no hay sociedad que progrese tal como debiera ser. El desarrollo de los
países, la economía de las naciones, desde las más poderosas hasta las más débiles, no pueden hacer
avanzar sus países sin la intervención del maestro. La obra del maestro es importante como quiera que la
veamos. Una buena manera de combatir la desigualdad social es a través de la educación. Cualquier
persona, no importa cuál sea su origen, puede hacer una diferencia en el mundo.
Pero más allá de lo que exige una sociedad progresista, los maestros de nuestras escuelas tienen
una pesada responsabilidad que llevar. Deben ser en palabras y carácter lo que quieren que sean sus
alumnos: hombres y mujeres que teman a Dios y que obren justicia (CM, 46). Nosotros tenemos en
mente la eternidad. Si estamos identificados con esta grave responsabilidad, como iglesia debiéramos no
solo agradecer que tenemos hombres y mujeres dispuestos a llevar adelante esta tarea, sino motivar y
alentar a los maestros que están dedicados a esta causa grande, a esta educación con propósito, a esta
educación para la eternidad.
Al mismo tiempo esto debe llevar a cada uno de los que realizamos esta tarea a ser humildes, a
ser educadores que se superen constantemente. Como maestros debemos enseñar y aprender al mismo
tiempo, de manera continua. El maestro debe ser un modelo de desarrollo en todos los sentidos para que
su influencia se haga sentir con mayor fuerza en aquellos a quienes sirve y que trata de salvar.

2. El segundo elemento de la educación educativa es el alumno.

El segundo elemento de la situación educativa es el alumno. El alumno dispuesto a aprender se constituye


en la esperanza de la continuidad de los países y de las sociedades. Cada uno es importante, sea hombre
o sea mujer. ¿Dónde quedaría el conocimiento de las generaciones pasadas sin hombres y mujeres
dispuestos a tomar la antorcha para hacerla brillar con más intensidad en el porvenir?
¿Pero qué tipo de alumnos debiéramos formar? ¿Qué hombres y mujeres se necesitan hoy día?
Se nos recuerda que todo ser humano, creado a la imagen de Dios, está dotado de una facultad
semejante a la del Creador: la individualidad, la facultad de pensar y hacer. Los hombres en quienes se
desarrolla esta facultad son los que llevan responsabilidades, los que dirigen empresas, los que influyen
sobre el carácter. La obra de la verdadera educación consiste en desarrollar esta facultad, en educar a los
jóvenes para que sean pensadores, y no meros reflectores de los pensamientos de otros hombres. En vez
de restringir su estudio a lo que los hombres han dicho o escrito, los estudiantes tienen que ser dirigidos
a las fuentes de la verdad, a los vastos campos abiertos a la investigación en la naturaleza y en la
revelación. Contemplen las grandes realidades del deber y del destino y la mente se expandirá y se
robustecerá. En vez de jóvenes educados, pero débiles, las instituciones del saber deben producir jóvenes
fuertes para pensar y obrar, jóvenes que sean amos y no esclavos de las circunstancias, jóvenes que
posean amplitud de mente, claridad de pensamiento y valor para defender sus convicciones. (Ed, 16).
Llama la atención que en esta declaración se hace hincapié en que el estudiante debe ser un
pensador. El estudiante debe aprender a decir su propia palabra, a tener su propia voz, y a no depender
exclusivamente de lo que digan los demás sino buscar en Dios la sabiduría, la cual se encuentra en la
naturaleza y en la revelación. Y así como el maestro es alguien que no solo enseña, sino que también
aprende, el alumno debe ser alguien que no solo aprende, sino que aprende para enseñar; pues, si tiene
su propia voz, y aprende a decir su propia palabra, tiene mucho que aportar.
3. El tercer elemento de la situación educativa es el espacio, las aulas.

Un tercer elemento de la situación educativa es el espacio, es decir, las aulas. Sin un espacio adecuado la
educación y lo que ella representa sufre grandemente. Elena de White, en su tiempo, hacía esta
observación:
“El sistema de educación que se ha llevado a cabo por generaciones ha sido dañino para la salud y aún
para la misma vida. Muchos niños han pasado cinco horas cada día en aulas pobremente ventiladas de
dimensiones insuficientes para acomodar saludablemente a los estudiantes.
El aire en tales aulas pronto se convierte en un veneno para los pulmones que lo respiran”
(Consejos sobre la Salud, 172).

Ella decía que las aulas por lo general no se han construido teniendo en cuenta la salud, sino la
economía (Mensajes Selectos Tomo 2, 499.
Esto que acabamos de leer no debiera dejarnos indiferentes. Que nuestros maestros decidan
enseñar en espacios inadecuados es algo de admirarse, pero no debiéramos conformarnos con eso. Las
iglesias que tienen un alto respeto y aprecio por la educación no debieran destacarse por tener escuelas
abandonadas o de mal gusto sino al contrario, procurar que tales espacios sean de la más alta calidad,
espacios que representen dignamente no solo a la iglesia sino especialmente a Cristo y su verdad. Su
verdad es bella, gloriosa, ¿por qué no habríamos de honrar esa verdad colocándola en lugares dignos? Si
bien es cierto que los edificios no son lo más importante en la formación de nuestros jóvenes, tampoco
debemos ignorar que vivimos dentro de una sociedad que tiene derecho a esperar lo mejor de nosotros.
Nadie, y menos nosotros como iglesia, debiéramos despreciar nuestra educación al no hacer mejores
esfuerzos por mejorar los espacios que tenemos, allí donde se educa el presente y futuro de nuestra
iglesia.

4. El cuarto elemento es el tiempo, las horas de enseñanza.

El cuarto elemento de la situación educativa es el tiempo, es decir, las horas de enseñanza. En este punto
es necesario recordar que la escuela es una extensión de la iglesia. Y eso significa que la presencia de Dios
manifestada en la iglesia se extiende a la escuela, donde solo los maestros temerosos de Dios pueden
honrar dicha presencia. Esto jamás podrá ocurrir en las escuelas del mundo. Por esta razón se puede
sostener que nuestros maestros pertenecen al más alto orden educativo.
Cuando la Escritura dice que todos tus hijos serán enseñados por Jehová, y será multiplicada la
paz de tus hijos (Isaías 54:13), se refiere precisamente a esa paz multiplicada que viene como resultado
de permitir que Dios sea el principal educador en nuestras escuelas, no solo en la iglesia.
Cabe mencionar que cuando Efesios 4:11 señala que Dios constituyó en la iglesia pastores y
maestros para la obra del ministerio en general (que es el propósito principal por el cual existen nuestras
escuelas), lo dice en relación con una sola persona. Es decir, el maestro debe ser un pastor y el pastor
debe ser un maestro. Es lo que destacan los eruditos con relación a ese texto. Esto convierte nuestra
educación y la labor de nuestros maestros en algo muy importante y sagrado.
Por tanto, debemos estar contentos no solo de poder contar con escuelas sino también con
maestros que son conscientes del papel misionero que realizan, con toda su importancia.

5. El quinto elemento de la situación educativa es la direccionalidad de la educación.

Un elemento más de la situación educativa es la direccionalidad de la educación. Es decir, el fin que


persigue. Esto es algo de la más elevada importancia. Y es aquí donde nuestros maestros, sin duda, brillan
con luz propia. Vamos a explicarlo.
Los especialistas en educación señalan que la educación es un acto político, que la educación
sistemática es un reflejo de los intereses de los que detentan el poder. Y hay razón en eso. Se dice que
este acto político se ve reflejado en el hecho de que con la educación siempre estamos en favor de alguien
o de algo; y en contra de alguien y de algo. Pero si en alguna parte esto es verdad, es en el terreno que
nos compete como cristianos.

En nuestro caso como iglesia no acostumbramos decir que la educación es un acto político.
Tenemos un mejor nombre para eso: nosotros vemos las cosas desde la perspectiva del Gran Conflicto.
Comprendemos que estamos envueltos en una lucha milenaria entre Cristo y Satanás, entre el bien y el
mal, entre la verdad y el error, entre la luz y las tinieblas. Y aquí es evidente que estamos, ya sea a favor
del reino de Dios o bien a favor del reino del enemigo de Dios. No podemos ser neutrales.
Porque ¿cuáles son los valores del mundo? El mundo no tiene nuestras creencias ni nuestros
principios. Pues bien, si nosotros apoyamos la educación adventista, es porque estamos a favor de la
creación, no de la evolución, por poner un ejemplo. Ahora, el hecho de estar a favor de algo y de alguien,
y a la vez de estar en contra de algo y de alguien, eso constituye la educación verdaderamente en un acto
político. Y por eso Jesús no tuvo reparo en decir que el que no es conmigo, contra mí es; y el que conmigo
no recoge, desparrama (Mateo 12:30). Y Santiago pregunta: ¿No sabéis que la amistad del mundo es
enemistad contra Dios? Cualquiera, pues, que quiera ser amigo del mundo, se constituye enemigo de
Dios (Santiago 4:4).

Así que, al ver que nuestros maestros toman partido para apoyar algo que tiene repercusiones
eternas, del lado de Cristo y de la verdad, es evidente que se sitúan del lado correcto en el Gran Conflicto,
y eso es algo que debe celebrarse, y nuestra celebración, debe animarlos a seguir adelante.

6. El sexto elemento de la situación educativa es la ética.

El penúltimo elemento de la situación educativa es la ética. Pues bien, si la ética tiene que ver con
determinar aquello que está bien en medio de tanto mal, es evidente que nuestros maestros han asumido
un compromiso ético.
No está por demás decir que es inmoral, antiético y anticristiano no oponerse a la injusticia, a las
miserias y tinieblas que reinan hoy día. Que nuestros maestros dediquen sus vidas a preparar a hombres
y mujeres para que le hagan frente a toda marea de mal y dediquen sus talentos a preparar a nuestros
niños y jóvenes para el servicio de Dios y de la justicia, es algo que debe hacer que los tengamos en alta
estima. Ellos, de manera deliberada, están buscando el reino de Dios y su justicia, no solo por sus propias
vidas en sí, sino por los valores eternos que promueven. ¿Cómo no hemos de celebrar eso?

7. El séptimo elemento de la situación educativa, y el más satisfactorio, se puede decir que es


la estética.

El último elemento de la situación educativa es el que tiene que ver con la estética, es decir, con la parte
bella de la educación. ¿Y qué puede ser más hermoso que ver jóvenes y señoritas que se preparan para el
servicio del Gran Maestro no solo para esta vida sino también para la escuela del más allá? ¿Qué puede
ser más precioso que ver almas eternamente salvadas en el reino de los cielos? ¿Y qué puede ser más
bello que ver maestros y maestras comprometidos a llevar adelante este gran proyecto de la educación
adventista?
Como mencionamos al principio, nuestros maestros, al dar clases en nuestras escuelas, están
comprometidos con una causa grande, están conectados con una educación con propósito, con una
educación para la eternidad. A decir verdad, no hay nada más satisfactorio que transformar vidas. No hay
nada más grande que salvar almas para estar con Cristo por los siglos sin fin. Nada más significativo que
saber que hemos contribuido para algo tan grande como lo es cumplir con el propósito de Dios para esta
tierra y para un momento como ahora en la historia de la humanidad.

Por otra parte, ya se acerca el día en que se cumplirá lo que dice la sierva del Señor en el libro La
Educación, página 271. El cielo es una escuela; su campo de estudio, el universo; su maestro, el Ser
infinito. En el Edén se estableció una filial de esa escuela y, una vez consumado el plan de

redención, se reanudará la educación en la escuela del Edén En el Edén restaurado no solo seremos
estudiantes, seremos maestros también. Se nos dice que en el plan de salvación hay alturas y
profundidades que la eternidad misma nunca podrá agotar, maravillas que los ángeles desearían escrutar.
De todos los seres creados, únicamente los redimidos han conocido por experiencia el conflicto real con
el pecado; han trabajado con Cristo y, cosa que ni los ángeles podrían hacer, han participado de sus
sufrimientos. ¿No tendrán acaso algún testimonio acerca de la ciencia de la redención, algo que sea de
valor para los seres no caídos? (276). Siendo así, celebremos que hoy ya tenemos maestros que ya
trabajan con miras a ese gran momento.

Conclusión

Como iglesia celebramos hoy no solo la educación adventista sino a nuestros queridos maestros que
hacen posible esta educación tan elevada. Hoy queremos honrarlos reconociendo su esfuerzo y
dedicación a esta tarea tan importante. Que Dios los bendiga grandemente.

Oración de consagración.
Ya sea que el culto sea de manera presencial o bajo la modalidad virtual, convierta este momento en una
experiencia inspiradora. Invite a los docentes a renovar su compromiso con el Señor a través del ministerio
de la educación adventista, eleve una oración de consagración e intercesión por la vida de que cada
docente que haya aceptado la invitación.

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