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Sermón: Proverbios 23:22-25

Los Privilegios de la Paternidad


Proverbios 23:22-25 “22. Oye a tu padre, a aquel que te engendró;
Y cuando tu madre envejeciere, no la menosprecies. 23. Compra la verdad, y no la vendas;
La sabiduría, la enseñanza y la inteligencia. 24 Mucho se alegrará el padre del justo, Y el
que engendra sabio se gozará con él. 25. Alégrense tu padre y tu madre, Y gócese la que te
dio a luz.”

Cuando llega el Día de los Padres generalmente nos enfocamos en los deberes y
responsabilidades de los hijos hacia los padres. Y es importante que esto sea así ya que los
padres deben ser honrados por sus hijos. No solo la Biblia lo enseña así directamente sino
la misma naturaleza, si podemos hablar así con propiedad, enseña la mismo.

Pero en el día de hoy y en la celebración del Día de los Padres quisiera que el enfoque sea
distinto. Y en vez de concentrarnos en los deberes de los hijos hacia sus padres, deseo que
veamos y estudiemos juntos los Privilegios de la Paternidad. Es un privilegio el ser padre.
Es una gran bendición el ser padres. Es un gran honor que Dios nos ha dado.

El pasaje que hemos seleccionado nos puede enseñar esto de una manera indirecta. Veamos
de cerca el pasaje y veamos el enfoque adicional que el mismo pasaje nos da. Como es el
Día de los Padres quisiera que nos enfocáramos en ellos particularmente. Fíjate lo que dice:
“Oye a tu padre, a aquel que te engendró”. El mandamiento, no cabe la menor duda, es a
los hijos. Los hijos tienen el deber de oír a sus padres. Y no meramente oírles. Por oírles
debemos entender obedecerles. ¿Por qué debemos obedecer a nuestros padres? Nos dice el
pasaje, “a aquel que te engendró”. Dios especifica que es aquel que te engendró. Y sin
lugar a dudas la idea es que debemos obedecerá nuestros padres por el solo hecho de que
ellos nos engendraron. Ellos nos procrearon. Les debemos nuestra vida. Por tanto, debemos
obedecerles.

Mira el enfoque que queremos dar. Un padre engendra a sus hijos. Y yo me pregunto:
¿Qué bendición tan grande? ¿Qué privilegio es ser, bajo la bendición de Dios, el autor de
una vida? ¡Es un gran privilegio el ser padres! Y de eso trata el sermón. ¿Cuáles son los
privilegios de ser padres? Quisiera que meditáramos en los privilegios de la paternidad.
¿Cuáles son los privilegios de ser padres?

I. El Privilegio de Representar a Dios

Lo primero que deseo que vean del pasaje es que habla acerca de los padres. Pero mira el
título que poseen. Ellos son padres. Tal título es exclusivo de Dios. ¿Por qué? Porque por
creación Dios es el Padre por excelencia de todas sus criaturas. La Biblia llama a Dios el
Padre de todos los espíritus. En Hebreos 12:9 “Por otra parte, tuvimos a nuestros
padres terrenales que nos disciplinaban, y los venerábamos. ¿Por qué no
obedeceremos mucho mejor al Padre de los espíritus, y viviremos?” Dios es el Padre de
los espíritus por el hecho de que todos le debemos la existencia a Dios. Dios es Padre por
creación. Él es el Padre por creación de todas las almas del mundo. Por eso decimos que el
título de Padre es exclusivo de Dios.

Pero, mira el privilegio que Dios nos ha otorgado. Él nos ha otorgado el título que le
pertenece solo a Él. Y nos ha dado el privilegio de ser llamados: padres. Con esto Dios nos
ha adornado. Con esto Dios nos ha honrado. ¿Sabes por qué? Porque el título de padre, en
sí mismo, debe traer a nuestras mentes las ideas de: amor, ternura, protección, defensa,
cuidado, provisión, seguridad, consuelo, cercanía, confianza, etc. Que bendición y
privilegio que en sí mismo el título de padre evoque tales ideas.

Pero, así como evoca tremendas ideas, también conlleva la gran responsabilidad de vivir a
la altura de ese título. Dios nos ha dado ese título para hacer dóciles a nuestros hijos. ¿De
qué manera? Al nosotros ser ejemplos del amor, cuidado, protección y provisión que Dios
mismo posee. Nosotros los padres debemos imitar a nuestro Padre celestial y así
representarle fielmente. Ese es el privilegio y responsabilidad del título de padre. Que
nuestros hijos vean en nosotros el amor de Dios, el cuidado, la paciencia, la ternura, la
firmeza, la justicia, la protección, la santidad, pureza y la fuente de todo bien que se
encuentra solo en Dios.

Para poder cumplir con ellos, nosotros mismos debemos estar cerca de Dios Padre. Solo
cuando dedicamos nuestro tiempo para estar cerca de Dios, en comunión con El, en meditar
sobre su persona, en clamar su gracia, su sabiduría, su carácter, es que podremos
representar fielmente a Dios delante de nuestros hijos.

II. El Privilegio de Reparar el Daño de la Caída

No solo Dios nos ha honrado con el privilegio de llevar su nombre, el ser llamados padres
como Dios es llamado padre. Dios nos ha dado el privilegio de ser los instrumentos
principales para reparar el daño que ha traído la caída. Veamos varios particulares para que
lo veamos en el pasaje:

1. El pasaje nos enseña que los padres son responsables de engendrar a sus hijos. Esto ya lo
vimos: “a aquel que te engendró”. ¡Qué gran privilegio el de ser los instrumentos bajo la
bendición de Dios de traer vida al mundo! Y no solo eso: el de traer al mundo almas
inmortales. ¡Qué honor más increíble!

Pero hay un punto importante que señalar. Nosotros procreamos hijos según nuestra
imagen, es decir, hijos caídos en el pecado. Busquemos Génesis 5:3 “3 Y vivió Adán
ciento treinta años, y engendró un hijo a su semejanza, conforme a su imagen, y llamó
su nombre Set.” Adán engendró un hijo a su semejanza, conforme a su imagen. ¿A qué te
recuerdan esas palabras? A la creación de Adán y Eva. Dios los creó a la imagen y
semejanza de Dios. Y la imagen es principalmente espiritual. Entonces, Adán engendró a
Set según su imagen y semejanza espiritual, es decir, como caídos en el pecado. Y nosotros
hacemos lo mismo. Nosotros engendramos hijos según nuestra naturaleza caída. Ellos han
heredado la corrupción de nuestra naturaleza.
2. Dios entonces nos da el privilegio de traer hijos al mundo con el propósito de nosotros
ser los instrumentos principales de reparar el daño que trajo la caída. Miremos el pasaje
de Proverbios 23:23-24 “Compra la verdad, y no la vendas; La sabiduría, la
enseñanza y la inteligencia. 24 Mucho se alegrará el padre del justo, Y el que
engendra sabio se gozará con él.” Aquí tenemos otro privilegio de ser padres: el
privilegio de educar a nuestros hijos. No es una maldición el educar a nuestros hijos, es un
privilegio el hacerlo. Todos los padres tenemos el deber y el privilegio de enseñarle a
nuestros hijos, a que sobre todas las cosas valoren la verdad, la sabiduría y la inteligencia.
¿Con qué propósito? Para que nuestros hijos sean, como dice el pasaje, justos. “Mucho se
alegrará el padre del… justo”. Hermanos, aunque a veces se nos sea difícil creerlo,
nuestros hijos no son justos por naturaleza. Engendramos hijos pecadores, caídos en
pecado. Por eso dice la Biblia en Proverbios 22:15 “La necedad está ligada en el
corazón del muchacho; Mas la vara de la corrección la alejará de él.” ¿Por qué
disciplinamos a nuestros hijos? Porque son pecadores y la necedad está ligada, o atada al
corazón del muchacho. Tan grande es la atadura que solo la vara de la corrección la alejará.
Y junto con eso es la educación en el temor de Jehová. Dios nos ha dado el privilegio para
que por medio de la educación en el temor de Dios, enseñándole la Palabra, modelándole la
Palabra, catequizando a nuestros hijos y disciplinándolos cuando lo necesiten, sea el medio
para hacerlos justos, es decir, reparar los resultados de la caída. Porque por naturaleza
nuestros hijos no son justos, son pecadores.

¡Qué privilegio tan grande es esto! Ser los instrumentos de Dios para la salvación de
nuestros hijos. Procurar así, en dependencia de la Palabra de Dios y el Espíritu de Dios,
enderezar lo torcido. Reparar lo que Adán destruyó. Cumplir así la misión de Cristo quien
vino a buscar y salvar lo que se había perdido. Ser así como Cristo un instrumento en la
obra de sanación en el mundo. Y de reunir a los pecadores con Dios.

Pero este privilegio evoca también unas responsabilidades. La responsabilidad de criar a


nuestros hijos para Dios. La de enseñarles la Palabra de Dios porque es el instrumento que
Dios utiliza para la conversión. De enseñarles la importancia de la iglesia y sobre todo la
importancia de estar atentos a la predicación de la Palabra, porque es el medio principal
para la salvación de pecadores. Como dice 1 Corintios 1:21 “Pues ya que en la sabiduría
de Dios, el mundo no conoció a Dios mediante la sabiduría, agradó a Dios salvar a los
creyentes por la locura de la predicación.” Por tanto, enséñales a temer a Dios, su
Palabra, su responsabilidad de adorar a Dios con reverencia. Enséñales a participar
activamente en todos los elementos del culto de adoración. Que ellos vean que todo lo que
se hace en la adoración a Dios es importante porque lo hacemos para que nuestro Salvador
sea honrado y adorado. Cuando son chiquitos posiblemente no entiendan las palabras, pero
sí entienden el sentido de reverencia, temor, seriedad e importancia de todo lo que se hace
en la adoración ya que nada de lo que se hace carece de importancia. Aquí le cantamos a
Dios, escuchamos su voz, le oramos, confesamos nuestra fe, sostenemos el reino con
nuestra presencia y dinero y testificamos que somos una familia bajo Dios Padre. Todo eso
le debemos enseñar a nuestros hijos.
Hay algo del pasaje que nos podría confundir. Dice el pasaje: “Y el que engendra sabio se
gozará con él.” Alguien pudiera pensar que lo bueno o lo malo de nuestros hijos se debe a
que han nacido así. Yo he escuchado mucho esta frase: “le nació un hijo bueno, o le salió
bueno el hijo”. Hermanos, nuestros hijos no nacen buenos, sino malos, pecadores. Por eso
debemos criarlos como dice Pablo en Efesios 6:4 “criadlos en disciplina y amonestación
del Señor.” ¿Qué significa esa oración entonces? Significa que el padre que se esmera en
engendrar un hijo sabio por medio de la enseñanza anterior se alegrará con su hijo, del bien
que ese hijo tendrá y disfrutará.

Los padres tenemos el privilegio de hacerles mucho bien a nuestros hijos por el hecho de la
cercanía que tenemos con ellos. Por el hecho de les amamos con todo nuestro ser, por el
hecho de que deseamos lo mejor para nuestros hijos. Utiliza todas estas cosas para salvar a
tus hijos.

III. El Privilegio de Disfrutar la Paz

V. 25 “. Alégrense tu padre y tu madre, Y gócese la que te dio a luz.” Así como los
padres podemos ser de gran bendición para nuestros hijos, de igual manera nuestros hijos
pueden ser de gran bendición para nosotros. Pero esto no viene automáticamente. Esto no
viene mágicamente. No les va a venir, como decía mi madre, por osmosis. Nuestros hijos
son plantas que necesitan todo el cuidado necesario porque todas las fuerzas del mundo
quieren destruirlos. Hay que criarlos. Si no lo hacemos así podrán hacernos daños y traer
mucha tristeza a nuestras vidas. Hay una frase que dice: cría cuervos y te sacarán los ojos.

Pero si criamos a nuestros hijos en la disciplina y amonestación del Señor disfrutaremos de


paz. Proverbios 29:17 “Corrige a tu hijo, y te dará descanso,
Y dará alegría a tu alma.” Si los corregimos a tiempo, disfrutaremos de descanso y nos
llenaremos de alegría. Hay padres que no descansan. Yo he sabido de padres que se
levantan por la noche y van al punto de drogas para recoger a sus hijos. Hay padres que no
descansan y llevan una cruz sobre sus vidas. Pero aquí tenemos una promesa de descanso y
alegría pero condicionada a que disciplinemos a nuestros hijos.

Para que nuestra disciplina tenga efecto positivo de ver a nuestros hijos caminar por el
camino recto, nosotros debemos caminar por ese mismo camino. Proverbios 20:7
“Camina en su integridad el justo; Sus hijos son dichosos después de él.” La dicha que
tengan nuestros hijos depende de nuestro caminar en integridad, en obediencia a Dios.

Pero alguien me dirá: ¿Yo soy un pecador que tengo tantos defectos e imperfecciones cómo
yo puedo hacer esto? Yo también me hago esa pregunta y muchas veces me ahogo al ver
mis pecados y deficiencias. Para esto es importante reconocer que necesitamos de Dios para
ser fieles. No procures ser perfecto sino fiel. Pon a tus hijos en las manos de aquel que sí
los puede cambiar. Clama a Dios sin cesar que Dios intervenga en el corazón de nuestros
hijos. Solo Dios tiene acceso al alma. Busca su gracia que es toda suficiente para que te
capacite a ser un padre que imite al Padre de nuestro Señor Jesucristo. Busca de Cristo que
sane tu corazón y depende del Espíritu Santo que subyugue y mortifique tus corrupciones.
Y alégrate de los privilegios de ser padres: de tener el título exclusivo de Dios y ser su
representante, de ser el instrumento en reparar el daño de la caída y la paz que cosecharás al
serle fiel. Y que todo esto nos estimule a ser padre como nuestro Padre celestial.

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