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hibida la reproducción total o parcial sin autorización del autor.
IMPRESO EN ARGENTINA
Editorial Martin
ISBN: 978-987-543-872-9
Compiladores
NOI, EMIGRANTI
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Prólogo
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No quiero extenderme porque a partir de las próximas páginas,
cada uno podrá valorar los esfuerzos realizados por la URM para
la concreción de esta recopilación de anécdotas y fotos, que gra-
cias a los historiadores Dra. BETTINA FAVERO y Licenciado VICTOR
PEGORARO se hace posible el libro “NOI, EMIGRANTI: Historias de
vida de italianos en Mar del Plata”.
Quisiera agradecer a todos mis compañeros: Norma e Inés Fighe-
tti, Franca Lani, Aldo Mecozzi, Lucia Bravi, que acercaron datos,
información, nombres de personas a entrevistar, o presentaron a
marchigianos, socios y no socios de la Institución.
Un reconocimiento especial para Alicia Molinos, socia de la URM.
Quien semana a semana trabajó con la corrección, las entrevistas y
transcribiendo las mismas.
Una mención especial merece Ana Marcucci, por brindarnos su es-
pacio para reunirnos y dibujar el barco que ilustra nuestra portada.
Otras personas incondicionales fueron Lilina (Carmen) Bálsamo,
Stella Radicioni y Norma Beccerica, por sus correcciones de textos,
investigación y sugerencias.
Me gustaría aprovechar este reencuentro con cada uno de los “re-
latores y lectores de las queridas historias”, para agradecerles los
permanentes gestos de cariño, porque la idea del libro es que fuera
escrito por Ustedes, para Ustedes, y pensando en Ustedes, que eli-
gieron esta ciudad de Mar del Plata para vivir junto a una intere-
sante descendencia, a la cual pensamos y deseamos dejarle estos
testimonios de “VIDA”. Algunas veces difícil de relatar, de concretar,
de desarrollar.
El libro tiene la virtud de exponer relatos de “Marchigianos” y
“Amigos de los Marchigianos”, (que trabajan o estudian junto a no-
sotros) como Bibiana Meliffi, Inesita Tubello, Franco Santoro, Teresa
del Carmen Travé Madero y Pedro Bufachi.
Cada vez que transcribía las historias pensaba… “que dirían aque-
llos inmigrantes si vieran las semillas que sembraron en nuestro sue-
lo, colmándola de: nietos, bisnietos, tataranietos…Ellos que llegaron
“solos” transformaron “UNO” en “CIENTOS”!!! Y como dice el libro de
Rita Amabili-Rivet: “IN MIO FIGLIO VIVRAI PER SEMPRE”
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Introducción
“Una historia, mil historias”
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pampeana. Buenos Aires, Rosario, La Plata y Córdoba crecieron
en forma constante, a ellas se sumaron las ciudades intermedias
como Bahía Blanca o Mar del Plata, que cambiaron su perfil en
pocos años. De pequeños pueblos pasaron a ser localidades con al-
tos porcentajes de población migrante, sobre todo en las primeras
décadas del siglo XX.
Centrándonos en nuestra realidad, Mar del Plata recibió desde
1874, año de su fundación, hasta fines de los años 1950 una gran
cantidad de inmigrantes que pudieron asentarse y lograr las ex-
pectativas que traían desde sus propias tierras.
Si tuviéramos que caracterizar a la ciudad desde su nacimiento
podríamos decir que es un lugar con un alto componente inmigra-
torio.
En el transcurso de las primeras décadas del siglo XX, la ciudad
se identificaba como una de las ciudades del interior con mayor
expansión dado que proyectaba una imagen de movimiento y de
cambio permanente que resultaba atractiva para los inmigrantes
ultramarinos, como también para los pobladores procedentes de
las provincias vecinas. Debido a dicha situación se generó un pro-
ceso de ampliación y diversificaciónn de actividades económicas
que tuvo como protagonistas a los sectores de la construcción, los
servicios, el comercio y la pesca.
Los italianos fueron los más numerosos, representados por todas
sus regiones desde el Piemonte, el Veneto y la Lombardia pasando
por Le Marche, el Abruzzo o el Molise hasta la Puglia, la Campania
y la Sicilia, nos encontramos con inmigrantes de muchísimos pue-
blos italianos que se insertaron en la sociedad marplatense y echa-
ron las raíces de sus familias.
Las historias que hoy tienen en sus manos representan este pro-
ceso histórico que resumimos en el párrafo anterior. Las mismas
describen ese arco temporal que va desde el nacimiento de algún
antepasado italiano hasta su propia descendencia en la actualidad
y recorren los miedos, las ansias, los deseos, los temores, las ale-
grías, en fin, un abanico de emociones propia de estas experiencias
de vida.
Nos gustaría agradecer a Vera Dormi Feduzi y a la Comisión de
Cultura de la Unión Regional Marchegiana por habernos dado la
posibilidad de conocer y ordenar estos recuerdos tan entrañables.
Como historiadores hemos podido observar, a lo largo de estas
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historias de vida, la experiencia inmigratoria de muchos hombres,
mujeres y niños italianos que encarnaron este fenómeno histórico.
Como nieta y nieto de italianos, hemos visto un espejo de nuestras
propias historias familiares. Es nuestro deseo que se sigan repli-
cando estas cajas de la memoria tan necesarias para la construc-
ción y el reconocimiento de nuestras identidades.
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L’ EMIGRANTE
di Anna Barbaresi
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di voler andar via,
sempre gli suggerirei
Di andare, conoscere e viaggiare, però
Mai e poi mai, gli direi di EMIGRARE.
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Familia: ANCONETANI - BERTINI
Relata: Marta Anconetani
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blan con mucho énfasis que en su negocio de antigüedades había
entrado un acordeón para vender y el padre le dice a su hijo:
¡“ES UN ANCONETANI”!
Atilio Anconetani
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Familia: ANTONIUCCI - PASCUCCI
Relata: Sandra Crivelli
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Ojos verdosos y un alma buena.Mi tía Neta, que en verdad era una
tía abuela mía, se llamaba Anetta Antoniucci de Turchi, hermana
de mi nona, ¡era una persona tremendamente amable y recontra-
buena! Era muy generosa, y tenía más predisposición a la alegría
que mi nona, que tuvo siempre un dejo de tristeza marcada en su
sonrisa que no alcancé a entender hasta que crecí.
Mi nona nació en el 1900, junto con el siglo y llegaron con mi
nono a la Argentina en el año 1923, sin saber el idioma ni enten-
der, a mi humilde parecer, de cómo era la vida siendo tan joven y
lejos de los suyos.
También tuve la suerte de conocer y disfrutar hasta los doce
años a mi bisabuela que era la madre de mi nona, se llamaba Ma-
rietta Feduzi, casada con Giuseppe Antoniucci.
Recuerdo que era una mujercita muy frágil, con rico olorcito,
que le dolían las rodillas y estaba sentada la mayor parte del tiem-
po y a mi me gustaba apoyar mi cabecita en su falda y que ella me
acariciara diciéndome “Cuente é buona esta munlina” (Cuán buena
es esta niña) Siempre me contaba mi mamá, que cuando faltaba
poquito para que yo naciera, le pidió que cuando se me cayera el
ombliguito se lo diera a ella, que iba a tirarlo a unos yuyos con es-
pinas así la “munlina” (niña) salía “cantarina” (cantante).
Y no tiene idea esa tremenda mujer-canal de LUZ de mi bisabue-
la Marietta de cómo me marcó y la razón que tuvo.
Cuando me proponen hacer una pequeña reseña de los itialia-
nos de esa época y de cómo nos marcaron no sabía cómo hacerla
hasta que me puse a escribir sobre mi nona.
Así, pude comprender lo mucho que marcó mi vida y mi carác-
ter, sin desmerecer el trabajo amoroso de mis padres, armó un
piso fuerte e importante en dónde poder pararme durante toda mi
vida y poder ser feliz. Su presencia es permanente cuando veo los
baúles que trajo en el barco, su máquina de coser, el martillo de
madera para aplastar la carne, el artefacto para hacer los passati-
ni, su cumudín (mesita de luz), el burshlín (monedero), todas esas
cosas que ya pertenecen a mi historia. También la forma en que
alentó mi vocación con la música, llevándome siempre a mis clases
de guitarra y sentándose a escucharme cada vez que practicaba en
mi casa, ponía su mano en la cintura tiraba la cabeza para atrás y
abría bien los ojos sintiéndose tan orgullosa y por carácter transi-
tivo haciéndomelo sentir a mí.
Dejame nona sentirme orgullosa hoy de la abuela que tuve, de
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tanto amor, respeto, cariño, sacrificio, contención y todas esas co-
sas que solamente puede dar una abuela, que generó un lazo único
y mágico donde a su vez me deja celebrar el llanto y la risa al escri-
bir estas palabras, y entre lágrima y lágrima es tanta la gratitud y
la emoción de todo ese amor que dejaste dentro de mí y que sigue
creciendo día a día en mi corazón.
¡Gracias nona! por este recuerdo de lo que fuiste y lo que soy
gracias a vos.
Y mirá que generosa que aún sos que, sin estar fisicamente,
recién ahora puedo ser consciente del regalo que me dejaste: la
capacidad de sentir tanto amor dentro de mí.
Te amo nona.
Mi nombre es Sandra Crivelli, hermana de Irene Crivelli y tía de
Santiago Delage, mis padres Mafalda Pascucci y Marcos Crivelli,
mis abuelos Aldina Antoniucci y Luis Pascucci, mis bisabuelos:
María Feduzi y José Antoniucci, mis tíos abuelos: Ana Antoniucci,
Celeste Antoniucci, Catalina Antoniucci y Ema Antoniucci, estos
últimos venidos de Sant’Angelo in Vado, Urbania. He aquí el árbol
genealógico por parte de mi madre.
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Familia: ANTONIUCCI - SPADONI
Relata Marcelo Antoniucci
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tiempo se casó mi hermana Marianna con Andrea Feduzi” (herma-
no de Maria).
Agrega Antonio: “el tiempo pasa, Giuseppe tenía varios hijos, y
también Luigi una gran prole, Michele después del servicio militar
quería formar su familia, pero todos en la casa paterna no había
posibilidad, y antes de decirse comprometerse con alguna mujer
decidió ir a América, con gran tristeza para nuestra querida mamá
y de todos nosotros”.
Así, Michele que pasaría a llamarse en Argentina Miguel (un
nombre que se repetirá por cuatro generaciones en la familia), sa-
lió de su pueblo de nacimiento, Sant’Angelo in Vado (provincia de
Pesaro y Urbino) hacia el nuevo mundo, desde el puerto de Geno-
va, en el Vapor “Italie”. Llegó a Buenos Aires el día 3 de febrero de
1911.
Michele Antoniucci había nacido el 13 de septiembre de 1884,
fue uno de los integrantes de la colectividad italiana que se radica-
ron en Mar del Plata, tierra de promisión, que ofrecía a los visiona-
rios, con capacidad y energía, gratos presentimientos! Desde joven
había realizado un curso de “Agricultura Práctica”, que le permitió
desarrollar la actividad de jardinería, floricultura y posteriormente
vivero. Siendo esto el puntapié inicial de su ascendente carrera.
Adele Spadoni, quien sería posteriormente su esposa, también
salió de Sant’Angelo in Vado rumbo a la Argentina al año siguiente.
La familia italiana, le da el encargo de que “si ve a Michele” le tras-
mita y haga llegar los saludos de su madre Rosa y hermanos; lejos
de suponer que, a partir de allí, en Mar del Plata, se conocerían, se
enamorarían, para luego casarse el 1 de septiembre de 1913.
Adele había nacido en “Pian de Mileto” y era hija de Vicente Spa-
doni y Lucia Topi.
En marzo de 1914, Michele se fue con Adele a trabajar como jar-
dinero y quintero en la Estancia “La Estela” propiedad del ingenie-
ro Rómulo Otamendi, ubicada en Campana, Provincia de Buenos
Aires. Allí, en 1914 nació su primer hijo Adelmo (Adelino Hilario).
Bautizado con el nombre de su madre y por nacer el día de San
Hilario, el 12 de diciembre. Su segundo hijo, Celeste Orlando nació
un 14 de enero de 1916. Al mes siguiente partieron los cuatro para
radicarse definitivamente en Mar del Plata. Se emplearon como ca-
seros del chalet “Villa Enriqueta” ubicado en la esquina de Falucho
y Corrientes; sus dueños eran Felicina Dorrego y Alberto del Solar
(poeta chileno que escribió sobre la “leyenda del Torreón del Mon-
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je” por expreso pedido de su amigo Ernesto Tornquist) Allí, en esa
casona, nacieron Enriqueta Lucia Rosa Antoniucci el 25 de mayo
de 1919, y luego llegó el mas pequeño Miguel Alberto Vicente Anto-
niucci, nacido el 4 de agosto de 1923. Desearía citar que el último
nacimiento fue el de Maria Adela, el 8 de agosto de 1929, quien
lamentablemente murió a los cuatro días de haber nacido.
Michele Antoniucci trabajó con la familia de Pedro Luro, en el
chalet que ocupa la manzana de Colón y Santa Fé correspondiente
al Dr. José Luro, lugar que actualmente ocupa el Automóvil Club
Argentino. Siguió su crecimiento personal y empresarial, compran-
do en el año 1920 la mitad de la manzana de Tucumán y Peña. En
ese entonces pastaban vacas y caballos y era una zona de quintas.
Allí plantaría, lo que luego vendería en el vivero de Colón y Tucu-
mán. Cuan visionario había sido que en esa zona de gran porvenir
se harían las residencias: Villa Mitre, Villa Victoria, Villa Silvina,
Villa Hardie, Anchorena, entre otras. Michelle lo transformó en un
pujante lugar de cultivo de plantas, al cual iban a comprar todas
las residencias circundantes.
Michele en 1935, edificó en la calle Colon 2046, un chalet de dos
pisos con una florería adelante. Se demolió en 1963 para construir
en ese lugar un edificio de Departamentos, en pleno auge en esa
época, sobre la calle Colón. A esa casa era común ver, en los días
domingo, a su sobrina Balbina Feduzi junto a su esposo Jose Dor-
mi que, semana a semana, devolvían el dinero prestado por Miguel,
para pagar los pasajes en barco y así concretar el viaje de los hijos
de la familia Dormi de Italia a Mar del Plata. Adele Spadoni cada
vez que los veía, con esa calidez que la embellecía, le decía: “Jose,
no te apures en pagar, primero está tu familia”.
Michele también realizó el “atto di richiamo” de su sobrino Atilio
Feduzi, hijo de su hermana Marianna.
Adelmo se casó en el 1938 con Lucia Raquel García. Ellos se
quedarán a vivir en la “Villa Enriqueta” mientras que el resto de la
familia se trasladó al Chalet de Colón donde funcionaba la florería.
Tuvieron tres hijos: Adela (la llamarían Beba), Liliana y Miguel.
Adelmo desarrolló paralelamente al vivero, una actividad de exito-
so emprendimiento inmobiliario. Bajo la firma “Anfio” (An de Anto-
niucci y Fio de Fiorentini asociados a los constructores: Leonfanti
y De Roni) construyeron junto a sus hermanos varios edificios: Los
Adele y Los Anfio.
Adela (Beba) tuvo dos hijas que las llamaría con el nombre de
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sus tíos abuelos: Mariana y Andrea. Liliana tuvo un hijo llamado
Guido con el que vive en España. Miguel contrajo matrimonio y
tiene tres hijos: Miguel, Julieta y Martin.
Celeste Orlando contrajo matrimonio en el año 1954 con Nelci
Rosa Dematteis. Sus hijos se llaman Claudia, Maria Rosa y Daniel.
Su hijo varón continúa atendiendo el vivero de la calle Tucumán,
llamado “Vivero Antoniucci Hnos.”
Enriqueta, se dedicaba a dar clases de piano y conoció a Mel-
chor La Rosa, con el que se casó en 1956, siendo una pareja muy
sólida y alegre, disfrutando de viajar y vivir con su casilla rodante
primero y pasar gran tiempo después en una hermosa casa en Mar
Chiquita.
Miguel Alberto se casó con Marta Delia Scandali en octubre de
1956. Tuvieron tres hijos varones: Alfredo, Fabian y Marcelo. Estos
tres hermanos están a cargo del vivero ubicado en la calle Juan B.
Justo e Italia, propiedad del Ingeniero Miguel Antoniucci, bajo el
nombre de “Vivero Antoniucci”.
Alfredo constituyó su hogar junto a su señora Pía y tiene tres
hijos: Javier, Nicolás y Lucas. Es común prender las radios de Mar
del Plata y encontrarse con la voz de Alfredo hablando sobre plan-
tas, flores y podas. Javier reside en Madrid, junto a su esposa y sus
dos hijos Franco y Sofía. Nicolás, también trabaja en el vivero con
su padre, tiene dos niñas Marisol y Aldana. A él, es común verlo
también en la televisión impartiendo conocimientos sobre jardines
y plantas. Lucas tiene dos hijos: Valentina y Juan Martín.
Alfredo Antoniucci tiene seis nietos que forman parte del amor
de su vida y son los bisnietos del matrimonio constituido por el in-
geniero Miguel Alberto Antoniucci y Marta Scandali. Son tataranie-
tos de Michele, quien, en el 1900 con su valijita llena de ilusiones,
gestó esta posibilidad luchando y venciendo.
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Familia: ANTONIUCCI - TURCHI
Relata: Dora Turchi de Niro
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Sus 11 bisnietos:
Darío y Rocío Turchi, hijos de Marcelo (Turchi),
Noelia y Sofía Turchi, hijos de Miguel, y
Florencia y Carla Espinosa hijas de Olga, y
Gerónimo y Mauro Niro, hijos de Daniel (Niro),
Caetana, hija de Martín Niro y Paula Palladino.
Mateo y Bruno Moreno, hijos de Verónica Niro y Mario Moreno.
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con mucho sacrificio, un chalecito para vivir tranquilo cuando se
jubilara, y así fue. Marcello no regresó nunca a su Italia natal.
Trabajó como jardinero y casero de una mansión. También tenía
otros jardines de la zona Divino Rostro y Playa Grande. Al tiempo,
la herida volvió a infectarse y fue internado en el Hospital Alvear
de Buenos Aires por varios meses, hasta que le fue extraída la bala
con gran riesgo para esa época.
Su deseo era morir súbitamente, sin estar en un lecho enfermo
y Dios se lo concedió; a los 75 años fallecía de un paro cardíaco.”
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Familia: AZCUNE - ANTONIUCCI
Relata: Olga Beatriz Antoniucci
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Celeste Antoniucci
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Familia: BAGGIARINI - PAOLI
Relatan: Ana y Lea Paoli
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recorrido paramos en Nápoles, Tenerife y Brasil. En esta última
frente al golfo de Santa Caterina vivimos otra situación de temor
ante una tormenta de lluvia, viento y olas que tapaban el barco con
hundimiento de la proa, mas un excesivo balanceo. Otra parada
fue Montevideo y allí esperamos hasta tener permiso para entrar
luego en el puerto de Buenos Aires.
En el puerto nos esperaba nuestro papá junto a un amigo, Naza-
reno Conti. Nos llevaron a un hotel donde dormimos todos juntos.
A los tres días viajamos a Mar del Plata. Fuimos a vivir a la casa del
tío Domingo Bianchi durante unos tres meses, en un chalet ubi-
cado en Peña y Sarmiento. Luego conseguimos asentarnos como
caseros en el chalet de la familia de Atilio Mentasti (productor de
cine). En verano, cuando llegaban a pasar la temporada, nosotros
debíamos abandonar la casa y pasar a vivir con el tío Bianchi.
Papá trabajaba en el Hogar de Ancianos (llamado Asilos de An-
cianos) dependiente de la Municipalidad de General Pueyrredón.
Ana: “consiguió trabajar en ese lugar como ayudante de cocina y
luego pasar al sector de mucamas. El Asilo estaba a cargo de las
monjitas de la Divina Providencia. Tiempo después me dediqué a
coser pulóveres para la casa “De Paoli”, primera fábrica de tejidos
de Mar del Plata ubicada en Castelli entre Güemes y Alvear” Ac-
tualmente, Lea sigue trabajando con esa empresa realizando las
delicadas terminaciones de las prendas tejidas.
Mientras trabajábamos concurríamos a la Escuela nº 1 con el fin
de aprender la lengua española. Lea: “siempre le pedía a papá que
me llevara de vuelta a Italia. Le pedía que me firmara el permiso
para poder regresar. Aun siento nostalgia de no haber vuelto”.
Ana: “creo que fue muy acertado venir a esta tierra, aquí tuvimos
trabajo y comida. Allá en Italia había veces que no teníamos casi
nada, y algunos días nos arreglábamos con un plato de lechuga y
medio huevo para cada uno. También se hacía sopa de verduras
que comprábamos en la quinta ubicada al frente de nuestra casa,
por supuesto solo lo necesario para ese momento”.
Los italianos éramos una colectividad muy unida. Con frecuen-
cia nos reuníamos para bailar en el Hotel Pujol que se encontra-
ba en Las Heras casi Alberti o en el Hotel Venus ubicado en calle
Falucho casi Olavarría. Aún recuerdo los nombres de los primeros
italianos recién llegados como los de Giovagnoli, Vicente Lani, Lino
Bianchi, Giuseppe (Pino) Baffioni. Este último llegó a tener una
estructura edilicia muy importante frente al Hospital Privado de
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Comunidad en Córdoba esquina O´Higgins.
En la quinta de los Tiribelli (Mario y Leopoldo) se reunía la co-
lectividad. Con esos encuentros disminuíamos la nostalgia. Mu-
chas veces los sábados preparábamos la comida que consistía en:
capeletis, tagliatelle, spaghetti, ravioles, etc. La quinta de Mario
estaba ubicada cerca de un lago, creemos a la altura 10.000 de la
calle Luro. La de Leopoldo Tiribelli estaba emplazada en la aveni-
da Jacinto Peralta Ramos, tres cuadras antes de la calle 39. Tenía
un estanque para bañarnos (típico tanque australiano) y había un
molino que permitía juntar el agua para el riego.
En Italia dejamos muchas amigas y cada vez que regresamos tu-
vimos el placer de reunirnos y disfrutarlas. Hablábamos de nues-
tras clases de francés, matemáticas, de gimnasia: “pallavolo”, y el
recuerdo de nuestra inolvidable maestra Felizita Brandinelli. No
queremos dejar de mencionar a la profesora de lenguas Marianina
Garulli, que era prima de Humberto Negroni, sin saber que con el
tiempo algún día sería mi esposo (Ana) Papá en las cartas nos decía
que no nos abrigáramos tanto, ya que en Mar del Plata no nevaba.
Y con increíble sorpresa, cuando llegamos lo hicimos bajo una llo-
vizna agua-nieve.
En esos encuentros entre amigos, Ana: “teniendo 16 años conocí
a mi actual marido. Nos pusimos de novios un año después, ca-
sándonos luego de cuatro años. Siempre nos acordábamos cuando
en Italia me tiraba nieve teniendo él 14 años y yo 11. Tuve muchas
dificultades para quedar embarazada, pero por fin logré tener dos
hermosos hijos: Mario y Alejandro, y maravillosos nietos que hacen
mi vida feliz”.
Lea: “Me casé muy enamorada, siendo muy feliz en mi matri-
monio. Los mejores años de mi vida fueron junto a mi marido Fran-
cisco Dini, mi querido Queco, al que perdí muy joven, con solo 35
años, así quedé al cuidado de mis adorables hijos: Patricia, Victor
y Laura. Con sabiduría y resignación comencé a transitar con do-
lor otra etapa de mi nueva vida, difícil a veces y sorteando muchos
obstáculos. Actualmente disfrutando de los nietos”.
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Paoli- Baggiarini (Sr. José Paoli y Sra. Baggiarina año 1951)
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Familia: BAGGIARINI - PASSERI
Relatan Ana y Lea Paoli
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Familia: BALDUCCI - PRUSSIANI
Relatan: Marta y Mirta Balducci
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le contó que tenía que viajar a Argentina obligado por su padre.
Palma, siempre sensata, le dijo que viajara, que no se hiciera pro-
blema que ella lo iba a esperar.
Así llegó el día de partida desde Génova hacia el nuevo mundo.
Durante el viaje llegó a pesar cuarenta kilos, el mar y su angus-
tia lo trataban mal. Arribó al puerto de Buenos Aires y de allí el
destino era la ciudad de Mar del Plata. Viajó junto a un amigo que
conoció en el barco y con el que siguieron toda la vida juntos: Luis
Accattoli, de Macerata.
Mientras en Italia, Palma esperaba las cartas de su amado que
tardaban en llegar y la familia le decía: “Palmina, ¿creés que se va
a acordar de vos desde tan lejos?”
El tiempo pasaba y entre carta y carta se tejía en telar, los hom-
bres jugaban a las cartas y el tiempo y el invierno pasaban. Siem-
pre las dos familias en compañía.
Palma era la menor de trece hermanos, su padre había fallecido
cuando ella tenía nueve años de fiebre española. Su casa siempre
estaba llena de gente y en la mesa no eran menos de veinte perso-
nas a almorzar. Por ser la menor no la llevaban al campo, se que-
daba en la casa haciendo la pasta y preparando todo lo necesario
para llevar a los hombres que estaban en el campo. Le gustaba
mucho coser y tejer en telar, hacía sus propios vestidos con las
telas que ella misma hacía y teñía, también para otras mujeres de
su familia.
Finalmente llegó el día tan esperado: Palma recibió una carta
donde Pietro le enviaba su carta de llamada y la orden del pasaje
para venir a Argentina. Una gran alegría invadió a aquella joven,
que creyó en el amor. Pero faltaba un pequeño detalle, ¿cómo iba
a viajar si no estaba casada? entonces se casó por poder. El re-
presentante de Pietro fue su hermano Ostilio Balducci. Así, Palma
pudo salir de Génova hacia los brazos de su amado Pietro.
Llegó a Mar del Plata, y su vida cambió completamente, no ha-
bía hermanos ni gran familia. Ellos solos en un país desconocido,
viviendo en la zona de Punta Mogotes en los años 1950. Para ir a
la casa de los tíos de Pietro tenían que ir caminando hasta el Puer-
to, porque no había colectivos para llegar hasta el centro.
Pero nada importaba porque estaban juntos.
Pietro trabajaba en la vieja Usina del Puerto, y era jardinero
junto a su tío, arreglaba los parques de la gente que veraneaba en
Mar del Plata.
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Palma limpiaba las casas de esta misma gente y cuando venían
en verano la llamaban además para cocinar porque era muy buena
cocinera.
Eran dos personas incansables, pensaban que en diez años vol-
verían a Italia, pero no fue así. La vida siguió pasando y Palma
cosía para los que trabajaban en el pescado, cuidaba de los hijos
de los amigos, se dormía sobre la máquina de coser o con su teji-
do entre sus manos, siempre tenía algo para hacer. Construyeron
juntos un porvenir porque querían que a sus hijos al nacer no les
faltara nada.
Llegó el día de la buena noticia, un hijo en camino. Ya tenían
su casita hecha con un crédito del Banco Hipotecario. Su primera
hija, Rita Teresa, alegró la casa de los Balducci - Prussiani. Pero el
destino les jugó otra vez en contra y la nena de 18 meses de vida
contrajo una bronconeumonía y en pocas horas murió. Otra vez la
tristeza invadió la casa. Un dolor sin explicación.
Tardaron varios años hasta pensar en otro hijo, pero un día llegó
otra nena: Mirta Balducci y después de cinco años Marta Mabel, a
la que no esperaban, pero llegó.
Después de muchos años, cerca de treinta se pensó que alguno
tenía que viajar a Italia a ver a la familia, todos no podían viajar.
El que viajaría fue Pietro, Palma pensó que era lo correcto y ella se
quedaría con sus hijas.
Llegó el gran día y el 13 julio de 1975, Pietro viajó a Italia. Su pa-
dre de 80 años aún vivía, y sus hermanos y hermanas lo esperaban,
a pesar de las diferencias con su padre, dejadas ya en el pasado.
Fue muy bien recibido por todos, con un fuerte abrazo y con
lágrimas en los ojos y sin palabras padre e hijo se volvieron a reen-
contrar, ¿quien sabe lo que pensaba Paolo? Creo que hubo algo de
arrepentimiento por haber alejado a su hijo, pero todo fue grandio-
so, ver al tío americano porque ¡ya no era italiano!
Su regreso a casa fue fatídico ya que lo invadía la angustia de
dejar a todos allá, no podía dejar de pensar en el otro lado del
Océano. ¡Era otro Pietro! lo embargaba la amargura mezclada con
nostalgia y tristeza. Quería volver a toda costa, son su mujer y sus
hijas, lloraba todos los días y no hablaba más en castellano, sino
en italiano ¿qué le estaba pasando?
Palma se cansó y un buen día le dijo: “vendamos todo y nos va-
mos a Italia, pero yo no quiero verte más así”. En este transcurso
de tiempo y preparativos, llega la noticia de la muerte de Paolo su
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padre.
Todo cambio y Pietro entró en una depresión que lo llevo a un
infarto masivo, lo vieron los médicos y se mantuvo en terapia in-
tensiva durante 28 días. Ya no era el hombre fuerte y luchador, era
otro era Pedro.
Fue en 1982 cuando terminó la guerra de Malvinas, por la cual
discutíamos con él, porque nosotras creíamos que ganábamos esa
guerra y él nos decía que era mentira y que la guerra era política.
En cinco días, después de haber declarado la rendición en Malvi-
nas, Pedro terminó con su guerra interna y vivida con otro infar-
to, donde no hubo tiempo de hacerle nada.
Quedamos en casa las tres solas: Mamá, mi hermana y yo, sin
hablarnos nos decíamos las mismas cosas las tres: estamos con
las manos vacías.
Palma siguió su camino sola junto a sus hijas, jamás quiso a
otro hombre, decía que “el amor de su vida era él” y no podía re-
emplazarlo con ningún otro. Vivieron 32 años juntos, y lo llevaría
dentro suyo toda la vida. Pudo ir a Italia con nosotras y ver a cua-
tro hermanos que aún vivían y sobrinos de las dos familias.
Así pasaron los años con amor y las tres unidas.
Su recibimiento cuando llegábamos a su casa a visitarla era una
alegría inmensa: nos recibía con sus brazos extendidos y nos de-
cía: “llegaron mis tesoros”, era el abrazo más hermoso del mundo
con ese apretón grande y fuerte como era ella ¡realmente de amor!
Palma se fue de este mundo el 29 de diciembre del año 2008.
Así recordamos a nuestros queridos padres que nos dieron todo
para ser felices. En homenaje a ellos y con lágrimas en los ojos,
vivirán en nosotras mientras vivamos.
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Familia: BARBONI - PETRECCA
Relata: Irene Petrecca y José U. Barboni
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el apoyo de alguien que, en forma desinteresada, los ubica, les
busca trabajo, los orienta, les brinda su casa, los alimenta.
Se despidió de la familia diciendo “Éramos como de la Familia”.
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Familia: BARTOLUCCI - CANUTTI
Relatan: Ana María, Miguel Ángel, Horacio y Juan Fernando
Bartolucci.
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Corrían los primeros años de la década de 1920, cuando el jefe
de familia consiguió trabajo como casero y jardinero en un suntuo-
so chalet, hoy demolido, llamado “La Giaconda”, propiedad de un
acaudalado comerciante del área textil llamado Marcos Algier.
Esta práctica de cuidar chalet, también la hicieron sus hijos por
varios años, lo que les permitió ahorrar en alquileres, y trabajar en
otros oficios.
Egidio se dedicó a la construcción, desarrollando sus conoci-
mientos de albañilería. Spartero se dedicó a cuidar jardines y llegó
a tener su propio vivero. Ernesto comenzó como aprendiz de ye-
sero. Pedro y Fernando trabajaron en la construcción. Luigi fue
carpintero, y José (Pepino) trabajó de chofer durante muchos años
en la ciudad de Buenos Aires (su hermano mellizo había fallecido
a los 2 años).
Fernando Bartolucci tuvo a su cargo la modificación del llamado
“Arco del Triunfo” ubicado en la rambla. Con su blanco mameluco,
era como tantísimos albañiles italianos capaz de resolver cualquier
trabajo en su oficio.
Todos conformaron una familia que les dio fuerza y pujanza y,
como tantos otros extranjeros, convirtieron a Mar del Plata en lo
que es en la actualidad.
SPARTENO: sus hijas: Yolanda Ines, Maria Telma y Velia Mirta.
PIETRO (PEDRO) no tuvo descendencia.
ERNESTO: sus hijos: Américo, Elda, Cecilia, Leonel, Irma, Raul
y Aldo.
FERDINANDO (FERNANDO): sus hijos: Ángel Heraldo y Nelly
Elsa.
LUIGI (LUIS): sus hijos Lenir, Egel Uberdain y Nilce Selma
GIUSEPPE (JOSE): soltero.
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Familia: BATTAZZI - SCHEGGIA
Relata: Silvia Scheggia
42
pasaba volviendo de su trabajo, se miraron, se conocieron y así
comenzó su relación. Se casaron un 22 de octubre. A los 9 meses
y dos días, un 24 de julio, nació mi tía Evelina la primera hija del
matrimonio; y como era propio de los conceptos de la época, ella
expresaba: “para que nadie ponga en duda su honor”.
Mi nono compró un espacio de tierra que le llamábamos la quin-
ta chica. Luego mis nonos junto al tío Carlos compraron una quin-
ta, cerca de Sierras de los Padres, en la zona comprendida entre el
Coyunco y el ingreso a la Sierra de los Padres. Una de las tierras
era de mis nonos y la otra que lindaba en la parte posterior, era del
tío Carlos. En esa quinta mi nono hizo construir una casilla de ma-
dera, donde vivía una persona que la cuidaba; quinta que después
la comunidad la llamó el portón verde.
A medida que mis nonos regresaban a visitar a sus familiares
en Italia, traían especies vegetales, recuerdo que las trasladaban
envueltas en papeles de diario, y luego las plantaban en la quinta.
Era un espacio poblado de especies exóticas europeas, que los no-
nos fueron trayendo desde sus comunidades. A esto hay que sumar
todos los arboles tipo pinos que plantaron en un sector del terreno
en hileras perfectas, que uno podía mirar y caminar bordeada hacia
uno y otro lado de frondosos árboles que enmarcaban el camino.
Después esa casilla de madera se transformó en una casa de
material, con su asfalto de ingreso, luces y vía blanca. Recuerdo
que en el año 1955 cuando íbamos hacia la quinta, vimos fuego,
se estaba incendiando. Nos contaron que, por quemar papeles, se
estaba quemando toda la tierra, y que mi tío Orlando había queda-
do atrapado por el fuego, nos pidieron que no le contáramos nada
a nuestros nonos. En este espacio teníamos chanchos, gallinas,
frutales, nogales, los que eran suministros para la familia y las
preparaciones, nos traían a cada rato los sabores y las tradiciones
de Italia.
En ambas quintas, la chica y la grande, como la llamábamos
siempre, nos reuníamos en familia, conservando esos espacios de
encuentro familiar entre tíos, nonos y primos. La nona prepara-
ba la comida, y el resto ayudábamos en poner la mesa y lavar los
platos. Las comidas que la nona preparaba eran típicas y propias
de su Italia natal, como ravioles, polenta frita y polenta con paja-
ritos, a esto se sumaron los típicos asados. También se hacían los
chacinados. Se mataba un cerdo y toda la familia se organizaba
como para elaborar los chacinados, y la nona hacia la morcilla. La
43
recuerdo usando una cacerola grande y con una gran cuchara de
madera revolviendo la mezcla de sangre y grasa.
La sutileza de esa masa de ravioles casi no volví a encontrarla, ex-
cepto cuando participé de las comidas de la Unión Regional Marche-
giana. La nona amasaba esa masa, la estiraba delicadamente fina
y después le ponía el relleno, los niños ayudábamos en el cortado,
con la ruedita corta pasta. De igual forma se hacían con los fideos.
También en familia nos reuníamos en la casa de nuestros nonos,
en una construcción de la época “tipo chorizo” (angosta y larga),
con una galería central y habitaciones y ambientes, que desem-
bocaban en esa galería central y que se comunicaban por puertas
internas entre sí. En la galería también armábamos esa gran mesa,
para compartir en familia comiendo las pastas del domingo.
Había mucho amor entre mis nonos, primero falleció mi nona,
y al año siguiente mi nono, el que comenzó a entristecerse, y no
quería probar la comida que le hacia mi tía Evelina, decía que no
era la misma a pesar que la tía había asumido esta tarea cuando
los nonos ya fueron mayores. Pienso que las historias se repiten
ya que mis bisnonos murieron los dos en Italia el mismo día con
diferencia de horas, recuerdo que me decían: “que era por tristeza”.
Mis padres
Mi madre se llamaba Selma Elisabeth Calvo, hija de Jose Maria
Calvo y Juana Melitona Galli, vivía en 9 de Julio al 3500, se dedi-
caba a los quehaceres del hogar y mi padre era Armando Scheggia,
hijo de Luis Scheggia y Ana Battazzi, vivía en 20 de septiembre al
700. Con su padre se dedicó al rubro de la construcción. Se ca-
saron el 8 de noviembre de 1941 en Mar del Plata a la edad de 22
años mamá y 25 años papá. Tuvieron cuatro hijos: Nilda, Nora,
Néstor y Silvia Scheggia.
Yo soy melliza con mi hermano Néstor que vive en Balcarce y el
resto en Mar del Plata. Ahora disfruto mucho de los sobrinos de
mis hermanos.
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Familia: BECCERICA - D`ONOFRIO
Relata: Norma Beccerica
45
familia materna de papá).
Aprendieron el oficio en distintas carpinterías de Buenos Aires
y se fueron formando, tanto a papá como al tío Pepe, les gustaba
la carpintería de obra y las máquinas. Es así que juntando dinero
con mucho empeño y luego de varios años lograron comprar un
terreno en Buenos Aires y construir algo para su mamá. Pasaron
algunos años más y ya más grande se enamoró de la hermana de
sus amigos, los D’Onofrio vecinos en Flores, y se casó con María
Inés D’Onofrio en abril de 1932. La crisis se hizo sentir, pero él no
cejó y volvió a trabajar para otras personas dejando sus máquinas
a la espera de tiempos mejores.
Nació mi hermana Adhelma, y 6 años después yo. Luego apare-
ció la oportunidad de volver a abrir su carpintería mecánica como
se llamaba en esas épocas y después de dos años en Coronel Vidal,
se trasladó a Mar del Plata, donde finalmente se instaló con sus
máquinas. Compró unos terrenos en 14 de Julio esquina Castelli y
edificó su carpintería y su casa.
Era el año 1943 y todo estaba por hacerse en Mar del Plata.
Trabajando duro y sin parar, en el corralón de la Municipalidad y
por las noches por su cuenta. Salió adelante, no sin ciertos altiba-
jos, pero siempre tuvo la suerte o supo rodearse de buena gente
que trabajó a su par. Muchos jóvenes carpinteros le debieron sus
aprendizajes, sobre todo en el manejo de las máquinas. Luego ellos
pudieron continuar por su cuenta. También trabajó como maestro
de carpintería en la antigua escuela de Artes y Oficios nocturna,
donde dictaba clase de carpintería. Fue el inicio de la secundaria
de Artes y Oficios o Industrial que está en la calle 14 de julio entre
Gascón y Rawson.
Fueron pasando los años, fueron muchos los esfuerzos para sa-
lir adelante y muchas noches ayudábamos con mamá y mi herma-
na a completar sus trabajos, preparando los paquetes de maderi-
tas para pisos parquet que él cortaba para una fábrica y preparaba
en la máquina, logrando así una entrada extra a su presupuesto.
Trabajó para muchos constructores de la ciudad, y muchos cha-
lets de Mar del Plata tuvieron sus puertas, ventanas, muebles de
cocina, también departamentos que comenzaron a hacerse en esa
época.
Años más tarde, compró un aserradero ubicado en la calle Cin-
cuentenario, hoy Juan B. Justo entre Buenos Aires y Entre Ríos,
que tenía salida a la calle O’Higgins. Pasados unos meses de esta
46
compra, cuando aún estaba comenzando, un voraz incendio dejó
su aserradero devastado, aún no tenía seguro, así que fue un de-
sastre.
Pero eso no lo amilanó. Al día siguiente ya estaba limpiando y
restaurando lo que se podía, para seguir trabajando y volvió a le-
vantar su aserradero y siguió en la lucha.
Allí, desarrolló todo su entusiasmo y trabajo, durante muchos
años, luego vendió la carpintería dedicándose a la compra de mon-
tes y manufactura de la madera. Llegaron a trabajar con él sus
nietos mayores.
Se mudó a Juan B Justo 2173 donde pasó sus últimos años ro-
deado del amor y respeto de sus hijas, yernos y nietos.
Con más de 70 años continuaba trabajando como en sus mejo-
res tiempos.
Cuando contaba 77 años enviudó, el fallecimiento de su gran
compañera lo entristeció, pero siguió adelante y la vida lo premió
pudiendo conocer a sus primeros dos bisnietos.
A los 80 años regresó a su pueblo natal por primera vez desde
su partida. Aún vivían primos Beccerica, y pudo volver a la casa
que fue de sus padres, donde el pasó su primera infancia. Ahora la
casa se encuentra en manos de familiares.
Fue siempre un hombre entusiasta, trabajador, que supo cose-
char muchos amigos y el respeto de sus colegas. Falleció a los 83
años, en la ciudad de Mar del Plata.
Las hijas formamos nuestra familia en esta ciudad. Mi hermana
mayor, Adhelma Beccerica se casó con Mario Godoy, tuvo tres hi-
jos Mario, Enrique, y Laura y dos nietos Facundo y Lautaro Godoy.
Yo, contraje matrimonio con Jorge Cábana, y tuve cuatro hijos:
María Norma, Cecilia, Mercedes y Martin y dos nietos Zoe Cábana
Castrege y Francisco González Cábana.
Guillermo Beccerica
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Familia: BERGAMASCHI - PAOLINI
Relata: Antonieta Bergamaschi
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Familia: BERTINI - CIACCI
Relata: Ana María Bertini, nieta de Angelo. Marplatense por
elección desde hace 32 años.
El encuentro
El inicio
Ese día gris, el frío se hacía sentir con intensidad. El invierno se
acercaba en el calendario y sus ropajes ya formaban parte del colo-
rido marco de ese puerto de Génova. Eran tres hombres envueltos
en prendas gastadas, uno de ellos mayor y los otros dos, jóvenes
un tanto desgarbados. Observaban con cierto nerviosismo la mag-
nitud de ese buque, en el cual tal vez atravesarían un inmenso
océano, en busca de un destino que fuera un tanto más propicio
49
que la realidad que le brindaba su propia patria....
Miradas perdidas, oculto nerviosismo cruzado, el momento ame-
ritaba mostrarse seguro de la decisión que habían tomado. Y no
había lugar para retroceder; ellos partieron de la estación de tre-
nes de Fano, y esas vías fueron una senda a la esperanza, pero
también, a un futuro algo incierto para estos tres miembros de la
familia Bertini.
La llegada al puerto de partida no fue la esperada: la informa-
ción recibida no era correcta y el barco hacia Norteamérica había
partido apenas dos días atrás.
Mariano parecía ser el más desenvuelto, su actitud trataba al
menos de infundir ánimos tanto a Giovanni, su viejo padre de 54
años, como a su hermano Giuseppe, apenas un año menor que él.
Ante la inesperada situación, los tres hombres con sus bultos
de viaje en mano, tomaron conciencia que eran dos las alternati-
vas que se les presentaban: o esperar una larga semana - cuando
se produjera la partida de un nuevo barco hacia Nueva York - o
averiguar acerca de la posibilidad de formar parte del pasaje del
Aquitaine, una embarcación de singular tamaño que se fondeaba
a escasos metros de distancia. De la misma se anunciaba, partiría
en dos días hacia Sudamérica.
Giovanni dudaba al respecto; "i miei parenti lontani sono andati
agli Stati Uniti", repetía una y otra vez. Mariano afirmaba con un
lento e imperceptible movimiento de cabeza que ello era un dato
concreto. Asimismo verbalizaba que ante las circunstancias ac-
tuales, lo lógico era evaluar si emprender un viaje hacia otras la-
titudes, distintas a las programadas de antemano, podía ser una
aventura que desembocase en un futuro promisorio.
Se dirigieron entonces una vez más, a ese desvencijado local del
Puerto; allí habían sufrido el primer cimbronazo emocional de esta
aventura, dado que allí se habían enterado de la partida del Vapore
Colombo rumbo al puerto de Nueva York. Y una vez más fue el jo-
ven Mariano quien se animó a interrogar al empleado. Con un tono
que denotaba una larga jornada de trabajo, un hombre de nombre
Giorgio consultó una ajada planilla. De reojo y esforzando la vista,
en su borde superior Giuseppe alcanzaba a leer:"Vapore Aquitaine,
prossima partita". El oficinista les informó que aún había lugares
disponibles y que, si decidían viajar en él, de inmediato debían ini-
ciar los trámites de pre-embarco.
Por la mente de los tres marchigianos, comenzaron a cruzar-
50
se pensamientos embrollados, y un cúmulo de dudas y temores
explotaban con singular intensidad: la decisión debía ser tomada
casi de inmediato.
Esa noche, Giovanni, Mariano y Giuseppe se hospedaron detrás
del viejo edificio en donde funcionaba una taberna cercana al puer-
to. Se trataba de un anexo, un destartalado cuadrilátero en donde
existían un par de salones. En cada uno de ellos, se disponían en
forma paralela, una serie de catres un tanto desvencijados.
Antes de disponerse a conciliar el sueño, los tres hombres inter-
cambiaron el último de una serie de diálogos cuyo único objetivo
era nada menos que decidir si modificaban el rumbo de su viaje
hacia tierras aún más lejanas. La alternativa era los Estados Uni-
dos o la Argentina.
El viaje
Ser parte del pasaje del Aquitaine era ya una realidad; y esos tres
italianos sólo sabían que una tierra desconocida estaba allá ade-
lante, lejos. Una tierra en la cual buscarían dejar atrás un contexto
desfavorable, una vida sacrificada que no brindaba ni siquiera la
esperanza del devenir.
Giovanni se refugiaba en sus plegarias. Intentaba sentirse abra-
sado por el fuego de cierta seguridad y protección que la religión
sabía otorgarle. En aquel contexto, la devoción era, sobre todo,
atributo de gente que decidía enfrentar los riesgos de tan singular
proyecto. Iban en ese barco, gente de distintas clases, pero predo-
minaba un aluvión de campesinos pobres y analfabetos.
Atrás quedaban los recuerdos de Roncosambaccio, el paraje que
vio nacer a la familia Bertini en Le Marche; atrás quedaba parte de
esa familia, que se debatiría entre la incertidumbre de no saber, la
tristeza de no sentirlos, y el abrigo de una luz de bienestar, a alcan-
zar. Sólo estaba la certeza que ni uno ni otros recibirían noticias al
menos por varios largos meses.
En Fano, Doña María se había quedado al cuidado de los otros
dos hijos: Giacomo y Angelo. Y les hablaba acerca de la situación,
“aquí, el que nace pobre, casi siempre muere pobre”, en cambio “en
l'América, hay muchas ocasiones para aprovechar”. Y por lo gene-
ral, esas conversaciones terminaban con frases tales como “peor de
como estaban, no creo les pueda ir”
Mientras tanto, en altamar, la ausencia de higiene era un caldo
de cultivo para el tifus, la viruela y la difteria y los que enfermaban
51
se amontonaban en espacios restringidos. Los viajeros eran per-
sonas recias y habituadas al duro trabajo, pero esta experiencia
era novedosa y aportaba un elemento más de angustia. La travesía
sobre el océano era en sí, una aventura dentro de otra aventura.
A la altura del Brasil, un joven que hablaba una mezcla de ita-
liano con español pretendía establecer un diálogo con Giovanni,
pero fue Giuseppe esta vez, quien decidió ser el interlocutor del
desconocido. Pudo entender que el hombre les informaba que el
dinero que tenían no les iba a servir en la Argentina: allí, las liras
no tenían valor alguno, de modo que les ofrecía cambiarles el dine-
ro por unos papeles al cual denominó "peso". Una vez más, y luego
de un furtivo diálogo del cual participaron a solas, debieron tomar
una decisión: despojarse de sus liras para hacerse de esos nuevos
billetes. Pensaron que al menos ya tenían un inconveniente menos
para solucionar a su arribo a Buenos Aires. Al finalizar el viaje des-
cubrirían que habían sido estafados y que los papeles que habían
recibido no tenían valor alguno.
Y el viaje se acercaba a su fin, lo que significaba el inicio de otra
etapa. A medida que el puerto de Buenos Aires se avizoraba en el
horizonte, crecía la expectativa de conocer este nuevo mundo, este
incipiente país que sería la tierra de sus descendientes. Un 4 de
diciembre de 1901 el Aquitaine tocaba tierra argentina.
El comienzo
Fue muy duro, desde el hotel los inmigrantes donde se aloja-
ron buscaron tierras fértiles y la condición era trabajar juntos, no
separarse; de esta manera llegaron a Arroyo Seco, durante meses
fueron explotados en una chacra, en la siembra y cosecha de papa
y zapallo, que fue el único alimento que tenían. Dormían en un
tinglado de cañas. Acobardados por la situación, en su día franco,
Mariano decide ir en busca de un nuevo trabajo para mejorar sus
condiciones de vida, ahorrar y mandar noticias a Italia. En una
pulpería le dicen que hay una familia llegada años antes de Le Mar-
che que los podrían ayudar.
Es así, que deciden irse, al reclamar el pago adeudado de 4 me-
ses, no solo no le pagan, sino que los echan con los perros.
Ya en la chacra de Arroyo Luna comienza una nueva y mejor
etapa en sus vidas, la generosidad de la familia De Felipe - sus
patrones- permiten el viaje de los que habían quedado en Italia,
viajando María Antonia Ciacci, esposa de Giovanni, con sus dos
52
hijos, Giacomo y Angelo, en noviembre de 1908.
Con el tiempo, Angelo y Giuseppe se enamoran, casandose con
las hijas de la familia De Felipe.
Angelo con su esposa Catalina, tuvieron su único hijo Angel,
que se casó con una descendiente de italianos, Angela De Blasio y
nació mi hermano Miguel Angel y yo.
En el año 1924, mis bisabuelos, María y Giovanni, al no adap-
tarse al nuevo país, regresaron con uno de sus hijos, Giacomo.
Quedaron en Argentina los otros tres hermanos: Giuseppe, Maria-
no y Angelo.
Agradecidos a esta tierra que los acogió, siempre con la añoran-
za de algún día poder volver, de alguna forma cumplí ese sueño,
visitando y recorriendo aquellos lugares que los vieron crecer.
Angel Bertini y
Catalina De Felipe,
con mi hermano
Miguel Angel Bertini
53
Familia: BOLOGNINI - PASCUCCI
Relata: Américo Bolognini
54
esa casa en perfectas condiciones para trasladarnos a Luro y Fu-
nes, donde existía un local de la firma Peracca Inmobiliaria, quien
nos daba el trabajo de caseros.
Cuando vivía por la zona del Stella Maris, me convocaron junto
a mis amigos a hacer de monaguillos, y cuando había procesión y
fiestas la pasábamos “bomba” comiendo cosas ricas y chocolate.
Mi padre junto con otros amigos iba a Barranca de los Lobos o al
Faro donde cazaban palomas o pichones y luego era común comer-
los en estofado. Cuando estaba el Tiro a la Paloma en el Torreón
del Monje, nos sumergíamos en el mar para recuperar las palo-
mas heridas o muertas, nos mojábamos, pero llevábamos comida
a nuestra casa.
Mi padre Luigi Bolognini falleció a la edad de 83 años y mi ma-
dre Antonia Pascucci a los 70 años. En 1957, a través del Banco
Hipotecario, logré comprar un terreno y hacer mi casa y en la parte
posterior del mismo construí mi taller de carpintería.
A la edad de 24 años me casé con Edelma Elena Arce, originaria
de Cabildo, un pueblito muy cercano a Bahía Blanca. Edelma ha-
bía llegado con una familia que la había contratado como niñera.
Le gustó tanto Mar del Plata que decidió quedarse, tratando de
conseguir trabajo en lo que se le presentase. Gustaba del baile ya
sea del Club Nación, Quilmes, San Lorenzo o San Isidro. Fue allí
que un día la conocí, casándonos al año siguiente.
Tuvimos dos hijas, Alicia y Cristina Bolognini. Cristina se casó
con Peter Stabler, y tuvo dos hijas, provenientes de Tartagal, Sal-
ta. Las adoptaron cuando tenían 2 años Carolina y 3 años Anabel.
Son mis nietas. Alicia contrajo matrimonio con Jose Gabrielli, dán-
dome otra nieta llamada Ana Victoria. Anabel tiene dos hermosos
hijitos (mis bisnietos): Lisandro de 4 años y Mateo de 4 meses. A
diario me visitan y alegran el pasar de mis días.
En Italia tenia una hermana, Gina Bolognini y en Argentina na-
ció mi tercer hermano Juan Bolognini, quien tuvo a Susana Bolog-
nini (mi sobrina). Mi sobrino de Italia es escritor y poeta. Me dedicó
una poesía que, a continuación, publico en este libro.
“Gastone Cappelloni Bolognini: Questa poesia è dedicata allo zio,
meglio, un dialogo immaginario tra lo zio e mio nonno, suo padre...
che cosa ne pensi? Un carissimo abbraccio! Gastone”
Padre raccontami
Padre raccontami
55
con gli occhi miei,
il secolare
stormir del ruscello,
ove nel gentil febbraio,
cuor mio si abbeverava
di tiepidi gorgheggi di gioventù,
e il falco volteggiava,
per me,
sopra boschi di boriose querce,
sfidandomi
nei mulinelli del vento,
a rimirar l’essenza
del cielo, plumbeo.
Padre, ammaliami,
solo così, sarò vissuto,
nella realtà dell’immaginario!
A la izquierda Americo
Bolognini (soldado)
56
Familia: BRAVI - DONATI
Relato de Lucia Bravi de SanJurjo
57
Mis padres trabajaron aquí en Mar del Plata como caseros de un
chalet en Playa Grande. Además de ser jardinero por varios años,
mi padre trabajó en la empresa constructora de Tomás Guarino,
dedicada a la demolición y la edificación. Así, fue durante 20 años
encargado del edificio “Guarino VIII”: por ser un empleado ejem-
plar, el Sr. Tomás Guarino le regaló la vivienda de la portería. Tam-
bién, tuvo frutería y verdulería, fueron muy felices en esta bendita
Argentina.
Ellos como tantos otros paisanos, los fines de semana se re-
unían en las casas de familia: una vez en una, otra vez en otra,
donde jugaban “a carte” (las cartas); “chiacchieravano del piú e del
meno” (charlaban de todo), “cantavano” (cantaban), las mujeres
preparaban ricas tortas, pizas y, por supuesto, algunas típicas co-
midas italianas.
Yo (Lucía Beatriz Bravi) siendo hija de italianos marchigianos,
me siento muy orgullosa de serlo: como me dicen muchas perso-
nas… “vos: Lucia sos mitad italiana y mitad argentina”. Y ¡¡si, por
supuesto, así me siento!! Muchas gracias por darme este espa-
cio. Tuve unos maravillosos padres, a quienes sigo llevándolos por
siempre en mi corazón ¡gracias!”
58
¿Cómo hacemos?
* Prendere i fischi per i fiaschi Capire una cosa a fronte di un
altra
Entender una cosa por otra
* Dammi un cunccin – Dammene un cincinin, Dammene pochis-
simo (cioè appena appena)
Dame apenas
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Familia: BRINCIVALI - GNAGNI
Relatora: Mónica A. Gnagni
60
educación superior a sus hijos, éstos a sus nietos y, a su vez, éstos
a los bisnietos. Mi abuelo tenía gran devoción por la actividad de
la construcción y con orgullo su nieto seguiría sus pasos. Falleció
un 26 de octubre del año 1966. Ocho años antes lo había hecho su
Sra. esposa: Anna Brincivalli (03-07-1958).
Elsa tuvo una hija llamada Adriana Storti.
Humberto, tiene dos hijos: Mónica Ana y Carlos Alberto, quien
tuvo a Franco y Bianca.
Carlos Antonio Gnagni tiene dos hijas: Marcelo y Patricia.
61
Familia: CANTALAMESSA - BARBARESI
Relata: Anna Barbaresi
62
pal comprador. Por ese entonces el material que había revolucio-
nado el mercado era el nylon, patentado justamente en Estados
Unidos.
Asimismo, el edificio en el que vivíamos fue puesto en venta por
sus dueños. Mi madre se sintió acorralada y pensando en nuestro
futuro dejó a su gente, a su sangre, aceptando la propuesta de mi
tío Candido, hermano de mi padre, que nos mandó a llamar. Él,
nacido también en la provincia de Ancona, había llegado a la Ar-
gentina en 1948 con su esposa e hijos. Dos años más tarde tam-
bién había hecho llegar a estas tierras, a su madre, es decir, a mi
abuela paterna.
Así es que echamos raíces en este bendito país. A base de tra-
bajo y sacrificios cada uno se pudo hacer su casita. Mi madre y mi
hermano Claudio fallecieron en el año 2000 y sus restos descan-
san acá. Luigi, el mayor, volvió a Roma en 1986, con su familia.
Este es mi país y me quedaré aquí hasta que Dios quiera. Tengo
dos hijas y tres nietas preciosas que me adoran. Estoy conforme
conmigo y lo que hice.
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Familia: CAPELLACCI - NEGRONI
Relata: Humberto Negroni
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mi padre y yo fuimos a ver ¿qué había pasado?
Describir lo visto, junto a llantos, desorden, incendios, cuerpos
apretados por el derrumbe, gritos, corridas, es imposible explicarlo
en pocas palabras. Lo más grave era que el avión militar de fuerzas
de Estados Unidos, un B17 nunca creyó que iba a matar a tantos
inocentes que salían de misa de las 11 horas. Aún se discute si fue
un acto de guerra o una equivocación, por mirar (los aviones desde
el cielo) tanta gente aglomerada, caminando por el Corso Garibaldi
a pocos metros del río Metauro. Aún tengo en mis oídos el clamor
de la gente viva que suplicaba debajo de los escombros. Nunca vi
tantos muertos, hasta cuerpos tirados que volaron arriba de los
techos. Los aliados, un grupo de alemanes comenzaron las tareas
de ayuda, orden y salvaron muchas vidas.
En Italia, dejamos la casa de mis nonos, en la que vivía mi abue-
la materna. También dejamos allí una hermosa chacra. Cuando los
visitaba (regresé varias veces en viaje de placer) hablaba el dialecto
a la perfección, los parroquianos del pueblo quedaban asombra-
dos, ya que ellos perdieron gran parte de esa lengua, porque en
época de Mussolini, se prohibía hablar dialectos.
En 1948 decidimos regresar a la Argentina. Lo hicimos en el
barco “Jerusalemme”, el cual arribó al puerto de Buenos Aires el
24 de junio de ese año.
Estuvimos un año viviendo en Buenos Aires y luego nos tras-
ladamos a la ciudad de Mar del Plata. Siempre junto a mi padre
continuamos con la actividad mecánica, armando nuestro primer
taller en Alberti y Sarmiento. Con los años, logramos tener una
Estación de Servicio “Isaura” ubicada en la esquina de Matheu y
Córdoba.
Mi recordado y último viaje a Italia fue en el año 2007.
Quisiera ahora dejar esos momentos y centrarme en mi suegro:
Giuseppe Paoli. Cuando fui a pedirle la mano de su hija, Ana, como
se estilaba en ese entonces, me respondió contento: “¡casate! ¡ca-
sate nomás!”. Junto a mi esposa y compañera Ana Paoli tuvimos la
alegría después de mucho esperarlos, dos hijos, Mario y Alejandro.
Mario, el mayor, me premió con Gianfranco, mi nieto de 9 años.
Alejandro tiene dos hermosas niñas, Maia, que tiene 20 años, y la
más pequeña Agostina de 18 años.
65
Familia: CATANI - MARCHIONNI
Relata: Esther Marchionni y César Giovagnoli
Marchionni Vittorio
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Familia: CONTESSI - NOVELLI
Relata: Alejandra Contessi
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tro hijos, seisnietos y dos bisnietos.
Federico trabajó sin descanso, durante el resto de su vida y lo si-
gue haciendo aún hoy con sus casi 85 años en el astillero que lleva
su nombre. A lo largo de su trayectoria, ha construido 124 buques
y reparado centenares, trabajando siempre con la misma calidad
artesanal y esmero que aprendió en su Italia natal.
Durante su vida ha recibido muchas distinciones como: la “Orden
de Santa Brígida” y el “Premio Truemtum”, que es el máximo re-
conocimiento que otorga su ciudad natal. En 2009 fue declarado
“Ciudadano Ilustre” por el Concejo Deliberante del Partido de Gral.
Pueyrredón. La República de Italia lo condecoró sucesivamente con
los Títulos Honoríficos de “Cavaliere”, “Ufficiale” y “Commendato-
re”.
Nota: La Unione Regionale Marchigiana agradece al Sr. Contessi por apa-
drinar al “Balletto Marchigiano”, junto a la Profesoresa Felisa Pomilio
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Familia: CORIANDOLI - ROSSINI
Relata: Irvando Rossini
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hijos que puede necesitar una mano.
Tengo un gran orgullo que es mi hijo menor, GIAN FRANCESCO
CLAUDIO ROSSINI, quien es violinista desde muy chico, y está
en Alemania becado por la Universidad de Frankfurt. ¡Es su vida!
Está allí con 20 años y tocó en varias ciudades como solista, entre
ellas Viena. ¡Qué puedo decir como padre! Pienso en él y se me
caen las lágrimas. Nos vinimos de Europa a América y él de Amé-
rica a Europa.
Doy gracias a Dios por todo lo que nos dio. Hoy, y ya con mis pa-
dres y mis hermanos fallecidos, sigo la vida en esta bendita tierra.
70
Familia: CRAIA - FAVAROTTO
Relata: Amanda Craia
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zaron su viva en Mar del Plata y él siguió trabajando de carpintero.
Tuvieron su primer hijo (Ricardo) el 15 de enero de 1956 y después
de 17 años llegó Alejandro.
La familia que había quedado en Italia los invitó a viajar porque
ya estaban mejor económicamente, pero Silvio no quiso. Cuando
pudo pagar su viaje fue a ver a sus 8 hermanos y a su madre. Tenía
41 años y el viaje pudo ser disfrutado durante dos meses. En ve-
rano trabajaba de mozo, eso los ayudó para mejorar y poder tener
su propia casa.
Ricardo es egresado del colegio Don Bosco y Alejandro del Pablo
Tavelli. Ambos siguieron la carrera de abogacía: Ricardo fue juez
y camarista. Estudió a distancia en la Universidad de Salamanca,
es profesor en la Facultad de Abogacía de Mar del Plata y escribió
varios libros de derecho penal; por su especialización, es invitado
para dar conferencias en Ecuador y España. Está casado y tiene
dos hijas. Una es psicóloga y la otra licenciada en Turismo.
Alejandro trabaja como abogado y ayuda a su madre ya que vive
con ella. Se nota una compenetración muy agradable entre ambos
por lo que cuenta su madre.
Silvio y Amanda siguieron las tradiciones italianas en las co-
midas y las reuniones familiares. Él era un excelente cantante,
siempre cantaba en la iglesia San José, la iglesia de su barrio. Ade-
más, trabajó mucho para la Union Regionale Marchigiana de Mar
del Plata, a pesar de no haber nacido en la región de Le Marche.
En este sentido, realizó los postigones en el salón de fiestas de la
asociación, pidiendo a la empresa Tiribelli maderas para hacerlos.
También atrajo a varias personas para que se hicieran socios, en-
tre ellos Dalmasio y Serpentini: personas que después ayudaron
intensamente a la institución.
Gustaba mucho de esta región italiana. Silvio había nacido el 30
de abril de 1929 y falleció a los 83 años. Los marchigianos disfru-
taron de su excelente voz de tenor en cada fiesta. ¡Él mismo ani-
maba con su canto, recorriendo las mesas llenas de comensales y
deseosos de escuchar canciones típicas italianas!
Amanda transmite mucha paz cuando habla de él y de su fami-
lia. Dice que fueron muy felices. Viajaron tres veces a Europa y una
de las veces con Celeste Grassi. Ella se refiere con inmenso cariño
¡“al siempre recordado Celeste”! Además, fueron a otros lugares de
Sudamérica siempre con ese respeto y cariño que se tenían.
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Familia: DE SANTI - DINI
Relata: Ana María Dini
73
tiempo.
El cura párroco que asistió al velorio de Nazareno, papá de Ono-
rina, fue el Sacerdote Don William Benedetti; siendo nuevo, en su
parroquia, realizó su primera ceremonia a un difunto. Don William
era hermano de Curzio Benedetti, dueño del complejo Tío Curzio
de Mar del Plata, inclusive su cuñada Franca Guerra y flia. En
ese entonces, Franca era novia de Curzio Benedetti. Todos fueron
refugiados en tiempo de guerra en la parroquia San Pietro en Que-
rublin; como se situaba en una zona de alta montaña, era mucho
más seguro que en el pueblo; allí también estaban refugiados Cle-
mentina y Nelusco padres de Don William, Curzio, y Marianina, la
hermana más pequeña de William.
Alrededor de los 17 años, Onorina, comenzó una etapa de tra-
bajo en servicio doméstico, y se trasladó a la ciudad de Pesaro, y
luego regresó al pueblo empleada con otra familia. Allí se puso de
novio con Aldo.
Aldo emigró primero a la Argentina, para experimentar cómo
se vivía, si había trabajo y, si era positivo, llamaría a Onorina.
Se embarcó en 1950 en el vapor “Florencia”, junto a otros “paisa-
nos” como Angelo Lani, Giussepina Lusi (Pepina) y su hermana Lea
Lusi, y Ferdinando Felice (Nando) del pueblo “La Morciola”. Aquí
fue recibido por sus primos y tíos.
Comenzó a trabajar inmediatamente en una obra como ayudan-
te de peón de albañil; fue jardinero con su concuñado Francisco
(alias “Queko Amadio”); y, en temporada veraniega, fue ayudante
de cocina en el hotel Miglierina. Entonces, mandó a llamar a Ono-
rina, y se casaron por poder: ella en el pueblo, por iglesia y civil,
mientras que Aldo lo hizo en Mar del Plata, también por civil y por
iglesia.
Onorina llegaría a Buenos Aires un 22 de noviembre de 1951, en
la nave “Santa Fe” (era el último viaje de este barco): viajaría jun-
to a paisanos del Peglio, como Pietro Amatori, y su esposa (Anita
Girelli de Amatoria) junto a sus hijos (Rosalva y Celso). También
viajaba la familia Pagliardini Natalio oriundos de Borgo Pace.
Tuvieron que revalidar el matrimonio, ahora los dos juntos, en el
civil y en la iglesia catedral Santos Pedro y Cecilia. Ella comenzó a
trabajar como lavandera, y luego en el verano, después de mucho
insistir (porque la enviaban al campo), logró ubicarse en el área de
ropería en el “Hotel Manetti”: los dueños eran empresarios hotele-
ros que provenían de Sant`Angelo in Vado (Manetti-Miglierina), que
74
habían venido a la Argentina en décadas anteriores.
Con respecto a la vivienda, los primeros veranos se hospedaron
en un conventillo en la calle San Lorenzo al 1700 aproximada-
mente, cuyos dueños eran un matrimonio calabrés, quiénes hos-
pedaban a todos estos emigrados italianos en temporada: en época
estival, la gran mayoría de los inmigrantes debía desocupar los
chalets donde eran caseros en la zona de la Loma de Stella Maris,
Playa Grande o Los Troncos. Ellos fueron caseros en un chalet en
Las Heras entre Falucho y Brown, donde permanecieron diez años
hasta 1961. Onorina atendía los quehaceres domésticos de las fa-
milias mientras criaba a sus hijas.
Al poco tiempo, Aldo y Onorina (Rina, de sobrenombre), compra-
ron un terreno al lado de la "Casa del Puente", que después ven-
dieron para adquirir un “techo propio” (era prioridad) en Bosque
Alegre. Aldo, después, de trabajar en el hotel, fue pasando por dife-
rentes rubros: primero, ingresó a la fábrica de mosaicos “Catagno”,
perfeccionándose en la realización de escaleras que fueron instala-
das en varios edificios, hoteles y casas particulares; más tarde, se
dedicó a trabajar en la industria del tejido con máquinas de tejer
industriales, pero pronto tuvo que volver a emplearse en relación
de dependencia en una fábrica de mosaicos ("La Industrial"), pro-
piedad de los Sres. Moriconi y Giorlandini, hasta su cierre. Una vez
más, volvería a los tejidos haciendo repartos de mercadería, abas-
teciendo a los negocios muy famosos en Mar del Plata.
Permaneció en esa actividad muchos años, hasta que se tuvo
que jubilar por haber cumplido la edad reglamentaria. No obstan-
te, continuó dedicándose a la jardinería, con el tiempo tenía que
rechazar clientes porque no le alcanzaba el tiempo. Era su orgullo
llevar a sus nietos que durante sus vacaciones lo ayudaban en los
jardines y les decía: "tienen que aprender la cultura del trabajo
honesto en lo que sea".
En cuanto a la familia tuvieron dos hijas: Graciela Rosa, casada
con Gustavo J. Guixá (descendiente de catalanes) los cuales le die-
ron dos nietos, mis sobrinos: Federico J. y Juan Ignacio. Graciela
nació en verano en el conventillo; y (yo) Ana María (la menor) naci-
da en el invierno en el chalet propietario de los rusos.
Estudiaron en Nuestra Señora del Camino en Bosque Alegre, y
en 1965 entraron a Stella Maris y allí de recibieron de Perito Mer-
cantil, siguiendo la universidad por unos años. Fueron empleadas
en financieras y bancos. La última etapa laboral de Graciela fue
75
en Favacard, por 25 años; siendo Graciela encargada de llevar las
liquidaciones de sueldos y jornales de todo Favacard, casa central
y más de 42 sucursales en la Pcia. de Bs. As. Ana María también
se desempeñó laboralmente en financieras y en distintos bancos,
entre los cuales trabajó por 13 años en la Banca Nazionale del
Lavoro, atendiendo a los jubilados italianos, y muchas veces con
los paisanos del pueblo, intercambiando diálogos en dialecto san-
tangiolés ante la curiosidad de los otros italianos que no entendían
este dialecto.
Mientras tanto Onorina, después de su trabajo temporario en el
hotel, trabaja en los chalets, que estuvieron como caseros, aten-
diendo los quehaceres domésticos de las familias y criando a sus
hijas. En 1965 pusieron en alquiler su propia casa y se mudaron
trasladándose como caseros a un chalet en Alsina entre Falucho y
Brown. (El cual aún existe, siendo la familia de rancia aristocracia
argentina: "Alberg Cobo" su dueña, y “Alberg Cobo Duggan” los
sobrinos, descendientes de terratenientes e ingleses esclavistas,
integrantes del directorio del Diario La Nación).
Después de un año la familia decidió mejorar el trabajo de Ono-
rina, y se trasladaron como caseros a un chalet ubicado en Gasón
1060 (Familia Rossi). Allí permanecieron por siete años, yéndose
después a su casa propia en Arenales y Formosa, siempre en Mar
del Plata, donde viven felices hasta la actualidad.
Casualmente en ese último chalet, (de la familia Rossi) muchos
años antes, fue casero el padre de "Dyango" Pasquini. El cual fue
amigo de la infancia y compañeros de escuela en Italia. Dyango
(hijo) fue síndaco (intendente) de S. Angelo in Vado, por 25 años, y
trabajó también en la prefectura de Pésaro.
Esta es una historia muy particular, el papá de Pasquini había
emigrado a la Argentina, cuando el “Django” era bebé, que como
tantos otros inmigraron para mejorar el porvenir para él y toda su
familia. No lo puedo conseguir, y tampoco pudo regresar a Italia.
El Sr. Pasquini falleció sólo, acompañado aquí por los dueños de
ese chalet Sres. Rossi y su socio y vecino Sr. Liotta, otro italiano
excelente que lo ayudó a pasar su proceso de enfermedad en Bs.
As.; donde había sido derivado para su internación. De modo que
Dyango (pequeñito) no conoció a su padre.
En oportunidad del festejo del centenario de Mar del Plata
(1974), vino una comitiva de S. Angelo in Vado entre los cuales
estaba "Dyango". Aldo y Onorina facilitaron un encuentro con los
76
dueños de éste chalet (Sr. Rossi) y su socio, con los cuales conver-
só emotivamente sobre su padre. Dyango ama Mar del Plata. Por
muchísimos años, pasaba meses aquí veraneando disfrutanto de
encuentros con los marchigianos y comprando o recibiendo regalos
típicos del campo argentino (fustas, montura, lazos, boleadoras,
imágenes típicas de las estancias, música de tangos, recortes de
diarios marplatenses etc.) que adornan su casa de campo en San-
t´Angelo in Vado. En las reuniones y fiestas de la URMarchigiana
se lo escuchaba cantar las típicas chacareras, tangos y cuencas de
nuestro folclore argentino.
Aldo falleció el cinco de marzo del año 2009 a las 12.30 hs. apro-
ximadamente, y ante nuestro asombro la fecha, hora y forma de
muerte fue idéntica a la de su padre, Carlo. Esto fue confirma-
do también por los primos de Italia. Este año 2016 nos encuentra,
a Rina y sus dos hijas (Graciela y Ana María) jubiladas y en familia,
junto a los nietos (Federico J. y Juan Ignacio).
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Familia: DEL SERO - RANIERI
Relata: Lidia Ranieri
78
Familia: FEDUZI - DORMI
Relata: Lea Dormi
79
para ir a desayunar, almorzar y cenar; los juegos con los chicos y a
un sacerdote que nos entretenía y nos hacía divertir. También me
acuerdo que, con otros chicos, veíamos a una señora gordita que
se lavaba los pies dentro del inodoro del baño, ubicado en el pasillo
que compartíamos con otros camarotes. (Desconozco el por qué)
Cabe aclarar que, en “tercera clase” no viajábamos con baño priva-
do. Aún no me he olvidado de la higiene del barco: ¡era impecable!
Llegamos el 18 de septiembre de 1951. En Mar del Plata, pa-
samos la tarde en casa de mis tíos Atilio y Margherita junto a mi
primo Andrecito de tan solo un mes de vida. A la noche fuimos al
lugar que papá había alquilado para vivir, ubicado frente al cemen-
terio (Bernardo de Irigoyen y Almafuerte), en la parte superior de
la florería.
Al subir al primer piso, sentí arena debajo de mis zapatos (el edi-
ficio estaba aún en construcción), y entramos a una habitación sú-
per grande con camas para los cinco. La cocina y el baño estaban
ubicados en el pasillo para ser compartidos con el resto del inqui-
linato: ¡cuán grande fue mi desilusión! ¡Con mis tan sólo 12 años!
Los primeros pesos que ganó mi hermana Vera, fue cantando en
italiano en las escalinatas del cementerio de la Loma, al lado de la
Sra. Carlota, que vendía golosinas. Dentro de su repertorio resal-
taba y repetía la canción “Santa Lucia”.
En el inquilinato habitábamos junto a dos familias de genoveses
que en verano abrían un restaurant en Playa Grande, y en invierno
se trasladaban a Buenos Aires para dedicarse a la costura. Una de
las señoras se llamaba Nuccia, y entre ellas hablaban el dialecto
genovés. Mi madre, al escucharlas, decía: “che bene che parla la
Nuccia la castilla” “cuando aprenderé yo a hablar como ella”? Esto
demuestra cómo los dialectos de las distintas regiones son a veces
incomprensibles para el mismo italiano. Hoy a la distancia, recor-
damos esos momentos con mucho cariño porque estábamos juntos
y felices.
Dos años después nos mudamos a la casita de los “Fulvi”, de
la cual eran propietarios Aurelia y Ridolfi Fulvi, ubicada entre las
calles Pringles y Lavalle. El alquiler de este lugar era mucho más
económico, pero el agua había que ir a buscarla a la canilla pública
que estaba a una cuadra. Un vecino había puesto una manguera
para llenar su tanque de agua, mi hermano Enzo decía: “le voy a
pedir a los reyes magos una manguera”. Así, se evitaba de cargar
80
los baldes con agua que le pedían mis padres porque trabajaban
todo el día y la misma serviría para usar en el hogar, regar la quin-
ta y bañarnos. Hoy con frecuencia pasamos por la calle Lavalle y
miramos ese lugar con mucho afecto y cariño. En el año 1955 nos
mudamos a nuestra casa frente al Colegio Divino Rostro y era la
única casa sobre la calle Sarmiento. ¡Faltaban muchas cosas para
estar terminada, pero era nuestra!
Durante los preparativos del viaje para venir “alla America”, mi
padre nos había comunicado por carta que a mi hermano (Enzo)
y a mí nos había inscripto en el colegio: Enzo en la Sagrada Fami-
lia y a mí en el Divino Rostro. Al día siguiente de haber llegado de
Italia, (septiembre del 1951), papá llevó a Enzo (de sólo 7 años) en
la bicicleta, mostrándole el recorrido del tranvía que lo llevaría a
la escuela. Lo dejó, y allí le indicó que a cuatro cuadras pasaba el
tranvía con el cual debía regresar a su casa. Le dio como referencia
que mirara la imagen del Cristo, en lo alto de la cúpula de la Iglesia
de la Sagrada Familia, y debía dirigirse frente a ella, para no per-
derse. Y agregó “debes seguir a los demás chicos que al salir van a
tomar el tranvía”. Desde esa vez, Enzo con solo 6 años viajó solito
ida y vuelta en el tranvía que costaba 0,30 centavos,
Por mi parte, se me ocurrió que como no me conocía nadie podía
cambiarme el apellido ya que Dormi no me gustaba porque aquí,
como en Italia, significaba lo mismo. Por temor a las cargadas de
mis compañeras, me lo cambié por el apellido de mi mamá: FE-
DUZI.
Por otro lado, mi papá con el fin de que no me sintiera solita en
el recreo, le dijo a la familia Paolini, que cuando su hija Liliana vie-
ra a Lea en el recreo se acercara para hacerle compañía. Luego con
los años me enteré que cuando Liliana regresó a su casa le dijo al
padre: “vino una italiana, pero no era la hija de Pepe Dórmia (así lo
llamaban a mi papá, “dialetizando” los apellidos.)
Días después, mi papá vio la etiqueta del cuaderno que decía
Feduzi y me preguntó ¿por qué? ¡Yo le respondí que no me gusta-
ba, por temor a las cargadas! Después de un buen reto me arrancó
la etiqueta. La maestra creo me había preguntado el nombre, pero
como yo no sabía hablar y explicarle, todo quedó en la nada.
La forma de hablar nuestra era “cocoliche”, por suerte compartía
los recreos con mi prima Dorita Turchi, Liliana Paolini y otras ita-
lianas. No me sentí jamás sola. ¡Las chicas todas fueron maravillo-
sas! No podría nombrar a todas, pero me vienen al recuerdo Mar-
81
tita Lauretti, Vilma Galli, Marta Ricci y Susana Díaz. En la escuela
había muchas extranjeras. Españolas: Pilar Romero; belgas: Maria
Bulth y las hermanas Cohene; yugoslavas: Elena Catik; húnga-
ras: Susana Bund; alemanas: Ana Eljersman. No recuerdo cuál de
ellas fueron encontradas por sus padres en el Hogar Unzué, luego
de una larga búsqueda, ya que la Guerra los había separado, sin
saber el paradero uno de otro.
Hoy en día, cuando nos reunimos todas las egresadas (ya en-
tradas en años), disfrutamos y nos divertimos con nuestras anéc-
dotas y como hablaban nuestros padres: Ej: la mamá de Liliana
Paolini decía: “sto canseta”, o “planchet trop” (estoy cansada, plan-
che demasiada ropa); Mi papá llamaba a la avenida “Juan B Jus-
to”: “GuanbeLgusto”; y, mi mamá un día fue a comprar un juego
de café a casa Fava y lo pidió así: “un servicio de café” (que así se
solicita en Italia), y la vendedora amablemente le respondió: “ no
tomamos personal de servicio”
Era común que los italianos se reunieran en casas de familia
durante la semana, mis padres decían ¿“gim alle veglia”? (¿vamos
de visita?). Con frecuencia íbamos a la casa de los “paesani” (pai-
sanos), que vivían no lejos de casa. Íbamos caminando, no había
colectivos en aquella época. Cuando cansados le preguntábamos a
nuestro papá ¿cuánto falta? Nos Contestaba: “ya llegamos” o “aquí
cerquita” y nosotros cansados nos daba la sensación de ¡que nun-
ca llegábamos! Si preguntábamos a qué familia íbamos a visitar,
era común que Enzo dijera: “no a esa casa no!!” ¡Porque no nos
convidan ni una galletita! Enzo se aburría, no le gustaba y siempre
hacía una de las suyas. Mis padres, antes de salir le decían “Enzo
¿queres cobrar ahora o a la vuelta?
En esas visitas, un día domingo mis padres fueron a la casa de
una señora llamada Margarita, de Sant’ Angelo in Vado. En la casa
había otras personas reunidas a las cuales no conocían. Entre
mate y mate, charla y charla, recordaron vivencias de la región y
de los pueblos. Estos dos señores relataron que el día en que bom-
bardearon Urbania (23 de enero de 1944), ellos estaban arreglando
canastos (para recolección de uva, frutas, verduras) a pedido de mi
“nono” Agostino Dormi, en la chacra donde vivíamos: “Case Nuo-
ve”. ¡La sorpresa fue muy linda! Porque, gracias a estos canasteros,
mi papá no fue a la misa del pueblo (única salida dominguera), y
así se salvó de morir bajo las bombas que cayeron justo en la Igle-
sia y los alrededores. Yo también corrí con la misma suerte ya que
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mamá me preparaba y vestía con la ropa linda porque papá siem-
pre me llevaba en bicicleta a la función religiosa.
Mi hermana (Vera), cuando en 1975 trabajaba en el Hospital
de Bariloche, mi mamá le envió una encomienda conteniendo un
pollo. Vera compartía la casa con otros amigos que trabajaban en
el Hospital: Susana, Gustavo Florida, Juan Carlos, Isabel, Peto
(JCarlos Byrne) y Laura. (Excelentes personas muy queridas por
mi hermana) Me relataron que, al volver del cine a la noche, Vera
les dijo: “vamos a comer el exquisito pollo que mi mamá me man-
dó”. ¡Grande fue la sorpresa para todos cuando abrieron la enco-
mienda y el pollo estaba crudo!
Mi padre trabajaba en los jardines y en la construcción, buscan-
do siempre otra alternativa. Había comprado un terreno frente a
nuestra vivienda para hacer un local y abrir un almacén. Al serle
muy difícil el comienzo de todo emprendimiento, veía que día a
día no recaudaba nada, porque reinvertía en reponer mercadería
y la caja la veía vacía. Cada mañana que se levantaba, miraba su
almacén a través de la ventana y al vestirse, lo primero que se
escuchaba en nuestra casa era: “o Dio mio, Dio mio!! nos vamo a
fundí, no vamo pata pa arriba”!!! Por suerte, Enzo tomó las riendas
del negocio y atendía a los proveedores ya que mi papá se ponía
nervioso (como si viera el demonio), ¡cada vez que veía a los pro-
veedores ofreciéndole miles variedades de mercaderías y miles de
propuestas!
Pasaron los años y me casé con Juan Carlos Cangiano , com-
partiendo virtudes y defectos, luego llegaron nuestros hijos: Juan
José (Juanjo) y Andrea Verónica (Andy), de los cuales me siento
súper orgullosa, son muy buenas personas. En mi madurez nos
reunimos con mis primos y familiares pasando momentos muy fe-
lices, recordando momentos vividos en Italia y los pasados en la
Argentina.
83
Metauro”… decidieran entre el 1950/1951 venir a un lugar tan
distinto, tan desconocido… tan lejano… con idioma y cultura tan
diferente, y me preguntaba una y otra vez ¿“COMO SE HABIAN
DECIDIDO A PARTIR? a los 39 años mi papá y 35 mi mamá, em-
prender tal aventura con tres hijos.
En mi primera visita a Italia, viví en la misma casa en que nací
llamada “case nuove”, dormí en la misma cama matrimonial que
había sido de mis padres y donde yo (un 23 de enero, con mucha
nieve) había nacido. Los partos en ese entonces se hacían en el
mismo domicilio.
Mi tía Menca (Dominga Bravi), casada con el hermano de mi
papá (Gino Dormi), y sus hijos vivían en aquella antigua casa junto
a mis adorados primos: Bruno, Corrado, Irmo, Lice (Edvige) y Lu-
ciano DORMI. Un día habíamos ido al cementerio con Lice (Edvige
Dormi). Es común si vas a visitar a tu familia italiana que te lleven
a ver los muertos en el cementerio de Urbania. Estando en la co-
cina, después de almorzar ayudando a mi tía le pregunto ¿Por qué
hay tantos nichos y bóvedas con la fecha de muerte “23 di genaio”
fecha en que yo nací? Me respondió: fu` il bombardamento di Ur-
bania nel 1944”; momento en el cual murió bajo las bombas Irmo
Bravi. Su hermano
Allí entendí uno de los grandes sacrificios de mi padre ANGELO
GIUSEPPE DORMI- SESTINI y de mi madre BALBINA FEDUZI-AN-
TONIUCCI para decidirse venir “alla América”
Visitar a mi familia ya sea en Urbania, Fermignano, Sant`An-
gelo in Vado, Republica de San Marino, es lo más glorioso que me
puede pasar. La paso genial con mis primos, sus esposas, sus hi-
jos, con las viejas y nuevas familias y con los amigos que uno va
cosechando en cada encuentro. Entre Urbania y Urbino, visité la
chacra de mis abuelos (Mariana Antoniucci y Andrea Feduzi), lla-
mada “el Guerchin”, donde nació mi mamá y sus hermanos (Rafael
y Atilio Feduzi).
Mi padre vino en 1950 con mi tía (Margarita Gnucci) en el barco
“Conte Grande”. El esposo de mi tía (Atilio Feduzi) los recibió en el
puerto de Buenos Aires: fue él quien los llamó. En esa época, en
Argentina (para poder venir) un inmigrante debía ser llamado por
un familiar o amigo que se hiciera cargo de la persona, dándole
mínimamente un lugar donde estar y, en lo posible, facilitarle el
trabajo.
Al igual que mi papá nosotros salimos de Génova, pero en 1951,
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en el vapor “Salta”. Yo tenía tres años y medio cuando junto a mi
madre y mis hermanos (Enzo y Lea) llegamos a Bs As en un mes
de septiembre. Nos alojamos por tres días en la casa del primo de
mi madre (Florido Antoniucci, el padre de nuestro querido primo
Mario).
En Argentina, mis padres continuaron trabajando la tierra como
lo hacían en Italia. Aprovecharon todo el terreno que rodeaba a
nuestra casa, de la calle Sarmiento 4029. La huerta era inmensa
rodeada de eucaliptus. Los almácigos al sol eran proveedores de
plantines de habas, arvejas, tomates, zapallitos, lechuga, achico-
rias, papas, etc. No faltaba nada de estación. Mi madre compra-
ba en la germinadora, ubicada en Independencia y Rivadavia, las
semillas acorde a la estación y plantaba según la luna. Tenía un
conocimiento extraordinario de la tierra, su rotación y lo que debía
plantar. Mi papá preparaba la tierra sacando hierbas y yuyos, de-
jándola ideal para cultivos. También teníamos gallo, gallinas, pollo,
pollitos. Por la nochecita cerrábamos el gallinero, ya que además
de darles maíz, salían a disfrutar libres comiendo todo lo apetecible
por los pastizales de la manzana ubicada en las calles Sarmiento-
Almafuerte - Laprida y Alsina.
Ah, quiero decir que, antes del gallinero, una vez, no sé cómo,
de pronto se armó en esa manzana una carpa gigante. Todos creía-
mos que era posible un circo; ¡pero a decir verdad no!, era un cam-
pamento gitano, que vivió durante los cuatro meses de verano.
Mi padre trabajó en la construcción de la usina del Puerto, luego
en la construcción del aeropuerto. Posteriormente se independizó
realizando jardines en el barrio Playa Grande. No había lavarropas,
y mi madre lavaba a mano la ropa en la casa de los ricos veranean-
tes. Eso, en verano y en invierno, se dedicaba a la costura, era una
excelente y reconocida modista.
Un día tristemente me despertó el llanto desconsolador de mi
madre, le habían robado más de 50 gallinas con sus pollitos de-
jando el gallinero vacío. Sabíamos muy bien que no habían sido
nuestros vecinos de la Villa de Paso. Los que lo hicieron fueron de
otro lugar con un camión, con infraestructura y además perversos,
envenenaron a nuestro perro.
Los domingos era común ir a visitar al hermano de mi mamá
(Atilio Feduzi), que era casero en un chalet de la calle Matheu y
Bernardo de Irigoyen. Allí cerca, junto a mi primo (Andrecito Fe-
duzi) tomábamos todos los domingos un cucurucho de helado en
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heladerías “Laponia”. Enfrente del cementerio de la Loma vivimos
cuando llegamos de Italia. Papá había alquilado en ese tipo con-
ventillo, una habitación en primer piso (arriba de la florería), con
cocina y baño compartido.
Con mis cuatro años, todos los días iba a la puerta del cemente-
rio, junto a la Sra. Manuela que, con su banquito lleno de carame-
los, los vendía, mientras yo cantaba en italiano y en mi repertorio
no faltaba: “Santa Lucia”. ¡Ese fue mi primer “sueldo” la gente me
regalaba moneditas y caramelos!
Enfrente del cementerio el escultor y plástico, Bruno Catani, te-
nía su taller de orfebrería, haciendo lápidas, angelitos, crucifijos,
grabado de placas…etc. para colocar sobre los nichos, bóvedas y
tumbas. Los angelitos (que eran blancos, no creo que hayan sido
de yeso) eran mi pasión: los abrazaba, los mimaba, ¡y un día se
me cayó uno y se rompió en mil pedazos! ¡Bruno, que seguramen-
te debía entregar el trabajo terminado en ese día, me tomó de las
piernas, me dio vuelta y simuló que me tiraba cabeza adentro en
un tanque de agua!
No aparecí en el lugar por mucho tiempo. Mi hermano Enzo iba
casi todos los días a visitar a Bruno Catani, nos quería mucho,
no tenía hijos, era un ser muy cálido, y un día viendo que todas
las placas decían “tu hijo” … “tus hijos te recuerdan” “en memoria
de tus hijos” …. le pregunta: - ¿Bruno? ¿Todos mueren de comer
tantos higos? (claro en Italia la “h” no existe y la “J” los italianos la
pronunciaban como la letra “G”, por lo tanto “hijos” se leía “higos”),
esto hacía que en nuestro principiante español entendiéramos otra
cosa.
Por ese lugar, Almafuerte y Bernardo de Irigoyen, pasaba gran
parte de italianos y de gente que aprovechaba a visitarnos por vivir
enfrente del cementerio. Un día alguien le pregunta a Enzo: -¿te
gusta vivir en Argentina? Y el pobrecito de 6-7 años respondía “y
si... pero acá muere mucha gente”
¡Los carros fúnebres llegaban transportados por hermosos caba-
llos, con un pelaje negro brillante! Los caballos blancos eran usa-
dos para el transporte y entierro de los niños. Un día desde la ven-
tana de mi cuarto (yo tendría unos 4 años), veo la calle Bernardo
de Irigoyen llena de gente, de flores, de gritos, de llantos. ¡Señoras
que se desmayaban! Luego entendí: Había muerto Evita Perón y se
hacía un homenaje junto al pueblo, por esas calles del cementerio.
Al poco tiempo, nos mudamos a una casita muy humilde ubi-
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cada en Gral. Pringles y Paunero, con luz, pero sin agua ni gas.
Teníamos una cocina económica a leña y calentador a alcohol. El
agua debíamos ir a buscarla a una cuadra a una canilla pública.
Todos los días mis hermanos y yo íbamos con baldecitos a buscar
el agua, para beber, comer y bañarnos. (Botellas de vidrio y baldes
de lata) Ahora entiendo porque mi hermano para reyes “les había
pedido una manguera”.
Todos los domingos íbamos a misa a la Iglesia La sagrada Fa-
milia del puerto. Caminábamos veinte cuadras de ida y veinte de
vuelta, ya sea con lluvia, con sol o viento. Por las noches rezába-
mos el rosario y al final del mismo, arrodillados en sillas tejidas de
mimbre (era como estar sobre granos de maíz), nos hacían rezar
“las letanías”, a veces nos cansábamos, a veces nos dormíamos,
nos retaban, nos despertaban, y al final, también cantábamos can-
ciones en italiano, en homenaje al niño Jesús y a la Virgen María.
La calle Juan José Paso era pequeña y de tierra, y los alrededo-
res estaban llenos de maizales y caminitos de huella, eso era lo que
veíamos cuando transitábamos del Cementerio a nuestra Casa de
la calle Pringles. Enzo y yo íbamos a la Escuela N° 1, en el centro
de la ciudad. Tomábamos a diario el Tranvía con asientos de ma-
dera. Lo esperábamos enfrente del golf, recorríamos Alem y bajaba
por Castelli, pasaba por la Terminal, plaza Colón y llegábamos a
la escuela. Todos de guardapolvo blanco y zapatos súper limpios.
Cuando llovía caminábamos unas nueve cuadras de barro, mamá
nos acompañaba con paraguas hasta la casa de unos vecinos ubi-
cados sobre la calle Alem y Pringles, allí nos hacía sacar el calzado
sucio y nos ponía los limpitos que llevaba en la bolsa. Al regresar
de la escuela volvíamos a cambiarnos los zapatos para volver a pi-
sar las calles de tierra.
A la salida de la escuela, Enzo siempre tenía una “aventura”: me
llevaba a ver estanques de peces, emplazado en ese entonces en la
plaza frente a la escuela Mugaburu. En otras oportunidades, íba-
mos al museo de Ciencias Naturales que estaba en el primer piso
de la actual Municipalidad.
Cuando vivíamos en Sarmiento casi Almafuerte, la manzana es-
taba bordeada por dos hileras de eucaliptus. Nuestra casa estaba
sola y, en aquel entonces año 1955, vivir en esa zona era la perife-
ria de Mar del Plata.
En Juan José Paso y Sarmiento, había una canilla pública y un
“Tambo”. Recuerdo que había una señora que, con su pañuelo en
87
la cabeza y sentada en un banquito, ataba las patas de atrás de las
vacas y procedía al ordeñe de las mismas. No recuerdo haber com-
prado leche en ese lugar. Nosotros teníamos un lechero que venía
todos los días con su camioncito a traer leche para el Instituto de la
Iglesia Divino Rostro, porque allí había unas 30 pupilas. El lechero
aprovechaba y nos vendía a todos los del barrio, que íbamos con
nuestro jarrito a buscarla.
En Juan José Paso, entre Olavarría y Alsina, había un criadero
de gallinas. Era un galpón inmenso con todas estanterías de paja:
inferior, media, superior, donde se ubicaban las cluecas ponién-
dose sobre los huevos para que, al poco tiempo, saliera un pollito,
que disfrutaría del campo que lo rodeaba junto a su gallina y al
gallo; que todas las mañanas cantaba y se oía desde casa. ¡Qué
diferencia el sabor de los pollos! Yo iba, casi tres veces por semana
a comprar huevos frescos con mi canastita verde de mimbre.
El panadero con su marca “La Marina” llegaba con una furgo-
neta a traer el pan a las monjitas y también el barrio se juntaba
para comprar a diario pan felipe, pebetes o flautitas. No había nin-
gún mercado ni almacén cerca. Mis padres debían ir una vez por
semana, en bicicleta, al mercado comunitario ubicado en la calle
(Centenario) actual Juan B Justo y Tucumán. ¡Gran sacrificio! Las
calles no estaban asfaltadas.
A cuatro cuadras de casa, estaban ubicadas las dos canteras
abandonadas, las del “Griego” y las de “Rizzo”. Habían desapareci-
do bajo la presión de un señor abogado que vivía en la calle Vieytes
y Tucumán, porque las explosiones que se realizaban en ese lugar
la consideraban de riesgo.
Como había quedado un gran paredón de piedra, se había for-
mado en la parte inferior un laguito, peligroso; ¡pero nosotros los
chicos nos gustaba ir a pescar mojarritas! Era todo un desafío y
una aventura. Actualmente ese lugar está ocupado por el Coman-
do de Policía (Tucumán entre Laprida y Juan José Paso).
También con mi hermano y los chicos, era nuestra aventura, en-
trar a la Villa Mitre por algún agujero, hecho al cerco, de ligustrina,
que rodeaba las tres manzanas, que en ese entonces ocupaba la
casa de Mitre con sus jardines e inmensa arboleda. Ocupaba desde
Las Heras hasta Tucumán. Estaban unidas, sin ser atravesadas
por calles. Actualmente se ubica el Museo Histórico Municipal, en
solo una manzana.
Con el tiempo, a los 8 años, pasé estudiar en la Escuela Divi-
88
no Rostro, donde completé la primaria. Mis queridas y recordadas
maestras merecen una mención especial: Juanita Manelli de 3°
grado, Norma Beccerica de 4°, Nora de 5° y María Teresa Chiapori
de 6° grado. Mi secundaria fue cursada en el Instituto Stella Maris,
recibiéndome de Perito Mercantil. En 1968, ingresé a la Universi-
dad Católica egresando como enfermera. La Licenciatura en En-
fermería la realicé en la Universidad Nacional de Mar del Plata. El
postgrado en “Unidad Coronaria” en el Hospital Italiano, y el post
grado en “Control de Infecciones” en la Universidad Pontifica de
Chile.
Tengo sobrinos con los cuales disfruté de paseos en barco por el
mar, la playa, las sierras y las playas. Viajar con mi descapotable
(Citroën con el techo de lona abierto) por donde salían las cinco
cabecitas de ellos, contentos de tener el sol y viento en la cara, era
toda una aventura. Para mí, fue de mucho disfrute. ¡tan lindos son
los recuerdos!
A Juanjo (Juan José Cangiano), primer sobrino en nacer, lo re-
cibí en la sala de partos ¡Emocionante! Luego llegó Marcelo Dormi
(Machilindo), Andrea Cangiano también recibida en sala de partos
(es Andy mi ahijada y cascabelito), llegó luego Vanesa Dormi y, la
más chiquita, Silvana Dormi.
Marcelo tuvo dos varoncitos: el dulce Agustín (que lleva el mis-
mo nombre que su tátara abuelo (Agostino Dormi) y el arlequín
Julián. Vanesa tiene al genio de Mathew Orume Akpobaro y Lucia-
na Enita Akpobaro (una pequeña princesa, también, mi ahijada y
otro cascabelito) los cuales viven en Inglaterra. Silvana tuvo a un
súper “bambolo” llamado Lucas Jaureguy. Actualmente esperando
su segundo bebe, viven en Estados Unidos.
Cuando pronuncio el nombre de mi sobrinito (Julián Dormi), me
transporta a todos los que en Italia se llamaron: “Giuliano”, “parti-
gianos” que lucharon por la liberación de Italia, siendo parte de “la
resistencia”; ante los estragos nazistas y fascistas en Italia.
Actualmente, los primos que llegamos de Italia, junto a los que
nacieron aquí, y somos descendientes de los hermanos y primos de
mis padres: Dormi- Feduzi- Antoniucci- Turchi- Pascucci disfruta-
mos de juntarnos, reunirnos. También tenemos la posibilidad de
sentirnos y conectarnos, día a día por lo que hoy es el “whatsapp”
llamándose el grupo: “primos” ¿Cuál será el próximo sistema ci-
bernético que nos una? ¿Además del AMOR?
89
Relata: Enzo Dormi.
90
una brillante “sarta”, o sea, una modista muy reconocida. En Ur-
bania, tejía en el telar que se lo alquilaba a un vecino del pueblo
y la llevaba a Vera: como hacía frio, le había preparado un jarrito
metálico con manija y adentro tenía brasas para que mi hermana
que la acompañaba pudiera calentarse. Allí con el hilado armó pa-
ños y enrollaos de tela para luego hacer sábanas, toallas y colchas
que terminó de cocerlas en Mar del Plata. Aún la veo cociendo en
nuestra casa de la calle Sarmiento al lado del fuego de la chimenea
del comedor.
Mi padre nació en Acqualagna, un 1 de diciembre de 1911. Era
el más alto de la familia, según nos decía él, pero a decir verdad en-
tre todos predominaba la baja estatura. Sus tres hermanos (Gino,
Olga y Herminia), con los cuales vivió en Urbania “Case nuove”, es-
tuvieron juntos hasta que se casaron. En ese entonces, las mujeres
cuando formaban matrimonio iban a vivir con la familia del varón.
Mi nono (Agostino) lo recuerdo como el abuelo de la serie televi-
siva de Heidi: alto, bonachón, con sus suecos, y súper cariñoso. Mi
papá me había hecho un carrito donde llevaba a pasear a Vera y
cuando estaba vacío lo usaba como coche de fórmula uno. Un día
con casi 6 años le di fuego a una parva de paja (“il paíe”) que se
acumulaba para cubrir el piso donde dormían los animales (chan-
chos, vacas o bueyes). ¡Aún recuerdo a todos los vecinos ayudando
con baldes para apagar el fuego! Era época de cosecha. Mi papá
estaba en Argentina, mi madre ayudaba en la chacra vecina, de “la
tía Olga”. Era habitual en ese tiempo intercambiar trabajo entre los
campesinos. En ese lugar, había un molino harinero, movido por
las aguas del “fiume Metauro”, formando una gran acequia. Eso
permitió apagar rápidamente el incendio evitando la propagación
a parvas vecinas.
En “Case Nuove” había una fuente de agua obtenida de un ma-
nantial natural, porque agua corriente no había. Recuerdo que
muchos vecinos del pueblo venían con sus damajuanas o bote-
llas a buscar agua para beber. Actualmente con la civilización, esa
fuente tiene un cartel que dice: “agua no potable”.
Mi papá era muy gracioso, simpático, jovial y pícaro. Nos con-
taba que, cuando tenía unos 11o 12 años, su abuela le decía que
no debía mirar a una señora que se mostrara amamantando a su
hijo en forma muy “desprolija” y que, si miraba, el “señor del cielo
lo iba a dejar ciego”. Como quería mirar, (se dijo a sí mismo: voy a
mirar con un solo ojo, mientras el otro me lo tapo). Y si quedaba
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ciego sería de un solo ojo. ¡Cuando vio que eso no ocurría empezó
a mirar con los dos!
Nos contaba que lo mandaban de chico a aprender a tocar el
acordeón. Un día el profesor Ridolfi, que lo conocimos en Argentina
(porque vivía en calle Tucumán), le dijo a mi abuelo (Agostino): “no
lo mandes más a tu hijo, porque es perder el tiempo, porque, ni
que le parta la cabeza y le meta la fisarmónica adentro aprenderá
música.”
Era muy tolerante, pero me controlaba lo que hacía. Yo tenía mi
habitación en la parte alta de nuestra casa. Allí dormía, estudia-
ba, leía y también simulaba que estudiaba. Un día mi papá subió
sigilosamente la escalera, abrió imprevistamente la puerta de mi
cuarto, yo sorprendido tiré rápidamente la revista y tomé el libro,
haciendo que estudiaba. Mi papá me observó, miró otra vez y con
una palmadita en la cabeza me preguntó: ¿ahora lees al revés?
También era común que le dijeran en la pronunciación dialectal
Urbanies: ¡“Cristach de la Madona sta ferm”! (¡cristiano de la virgen
quédate quieto!).
Papá participó de la Segunda Guerra Mundial. Fue “assegnato”
al 327º Btg. Terr. Mobile in Mestre, en el sector aeronáutico. Eso
lo debe haber marcado, ya que amaba los aviones y al sentarme
sobre sus piernas me hamacaba y repetía: “questo bambino sará
un aviatore”. Nos relataba que los militares dormían sobre colcho-
nes rellenos con “chala” y, por cierto, es fácil suponer el por qué:
¡Allí en la región del Veneto, los mayores cultivos son de choclo y la
comida típica es la polenta, con los residuos del mismo se hacían
colchonetas para dormir! ¡Debe haber comido tanta que cuando
mi madre hacía polenta, le tenía aversión, no podía ni ver! Comía
poco y completaba su menú con pan mojado en vino: Concilio en la
semana y Ripober los domingos. Según comenta graciosamente su
nieto (Juanjo), si algún nieto le tiraba sin querer el vino… pobrecito
lo miraba como si se derramara oro, cada cosa costaba mucho.
Mientras papá participaba de la guerra en el norte de Italia, su
hermano (Gino) estaba en Yugoslavia. Mientras sobre el cielo de Ur-
bania se podían ver numerosos encuentros aéreos y los anglo-ame-
ricanos, derribados, trataban de encontrar refugio en la zona sel-
vática. Cabe destacar que, en mi pueblo donde yo nací era una
zona boscosa que una vez fue coto de caza, llamada la “delicia de
los Duques de Urbino”, que disfrutaban de su estancia veraniega.
En los campos urbanieses, los agricultores “tenían”, o “sentían”, la
92
necesidad de proteger o esconder a los aliados aún a riesgo de su
propia vida, evitando ser descubiertos por los partigianos.
Un 23 de enero de 1944, la ciudad fue terriblemente bombardea-
da por los aliados. Unos dicen que fue un acto de guerra planifica-
do, otros dicen que fue una equivocación al ver tanta gente amon-
tonada a la salida de la Misa del domingo, único entretenimiento y
momento de encuentro entre amigos. Se destruyeron los puentes y
las vías de comunicación y, con ese bloqueo, evitaban el reabaste-
cimiento del enemigo, favoreciendo la guerrilla y las emboscadas,
preparando el terreno a los partigianos.
El saldo de esta acción bélica costó la vida de 250 ciudadanos
de Urbania, entre ellos había familiares nuestros, 515 heridos y
daños materiales con 284 casas destruidas. Otras quedaron da-
ñadas, debiendo la gente abandonar la ciudad. Hay que tener en
cuenta que, ese pueblito tenía alrededor de 2000 habitantes. Ac-
tualmente, tiene una población de 7000 personas y mis padres, al
regresar a Italia después de 25 años y verla reconstruida, pujante,
con un buen nivel de vida, la disfrutaron cada vez que pudieron
y seguramente se habrán preguntado: ¿Qué habría pasado si…?”
MdP Playa Grande (enero 1952) Lea, Angelo Giuseppe Dormi, Vera,
Balbina Feduzi y Enzo Dormi
93
Familia: FALASCHINI - GIORGETTI
BARTOZZETTI
Relata: Norma Giorgetti
95
De izq. a der. Teresita Bartozzetti, Catalina, Vicente
sentados: Norma y Francisco Gioregetti
96
Familia: FEDERICI - DINI
Relata: María Rosa Dini
M
rici.
is padres partieron de Italia en el año 1952. Mi padre Mi-
chele Dini tenía 40 años, estaba casado con Assunta Fede-
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-Assunda Federeci y Michele Dini Roma (1946)
98
Familia: FEDREGUCCI- PAOLINI
Relata: Enzo Paolini
99
MARTA GALVAN (novia) Enzo Paolini ...Sra Maria Pedregucci
Elpidio Fedregucci
100
Familia: FELICI - FEDREGUCCI
Relata: Matías Marini
101
bían retornar a la península, pero la descendencia que tuvieron ya
había echado sus raíces en Argentina.
A dos puntas, con sus dos patrias, Argentina fue más fuerte.
Siempre decía: Io l´Italia la baccerei di punta a punta” (Yo a Italia la
besaría de punta a punta).
ANCHE NOI, CARO PASQUALE, ANCHE NOI.
102
Familia: GALBIATI - PALMA
Relata: Susana Palma de Florida
103
Cristobal Errea, Carlos Riva, Cipriano Larrea, Ernesto Fappoli,
Carlos Lanfranconi y Casio Macchiaroli. Todos ellos eran figuras
destacadas del ambiente local.
Ugo fue también representante de la Compañía Italiana de Na-
vegación “La veloce”; que generaba competencia en esa época en-
tre las empresas navieras, cobraba 12 pesos para viajar a Italia,
mientras que el pasaje normalmente costaba 60 pesos en otras
empresas navieras.
La botica de Galbiati como mencioné, ubicada en pleno centro
de la ciudad, tenía detrás, una amplia galería fotográfica. En la es-
quina se observaba un patio, y en el lado opuesto, las habitaciones
de la familia.
Mis bisabuelos Ugo y Justina tuvieron siete hijos: Amelia nacida
en 1882, Irene, Rodolfo Juan, Arnoldo, Emma en 1892, Hugo y Ro-
meo. A partir del año 1901 se trasladó toda la familia a la ciudad de
Bahía Blanca, viviendo en la calle Pasco 80. En esta ciudad nació
su último hijo, Julio Antonio. Luego se mudaron a Estomba al 300
donde falleció en el año 1933. Seis meses después murió Justina.
Guerino Palma oriundo de Loreto, llegó a Bahía Blanca aproxi-
madamente en el año 1906. Loreto se encuentra en la provincia de
Ancona (Le Marche), famosa por ser sede de la Basílica de la Santa
Casa, un popular lugar de peregrinación, que permite buenas vis-
tas de los Apeninos al mar Adriático.
Se relacionó con la colectividad italiana y es allí donde conoció
a Emma Galbiati, la hija de Ugo, de la cual se enamoró. Mi abuela
Emma se casó a los 16 años. Mi abuelo Guerino Palma era muy
seductor, coqueto, le gustaba vestirse bien, usar colonias y lucía
con elegancia sus gemelos de oro.
El abuelo Guerino, se dedicaba a la construcción, y hoy actual-
mente se pueden ver en Bahía Blanca, casas construidas por él.
Debido a la enfermedad que padecía, sus hijos lo hicieron atender
en Buenos Aires y es allí donde falleció, a la edad aproximada de
58 años. De ese matrimonio nacieron los cuatro hijos: Guerino,
Hugo, Amelia (mi querida tía) y Romeo Raúl en el año 1913, que
fue mi adorable papá.
Mi abuelita Emma, me regaló los momentos más felices de mi
infancia. Jugaba conmigo, me hacia vestidos para mi muñeca, me
enseño a bordar, aprendí el punto cadena y el yerba. Con ella coci-
né mi primera torta de manzana, me regaló momentos únicos que
me sirvieron para recordar y así aliviar, las angustias que la vida
104
siempre nos reserva. Su amor y compañía me acompañan hoy y
su “estampa” está siempre en el bolsillo de mi alma, adonde nunca
nada se pierde, y siempre se puede sacar para volver a ver.
Nota: algunas pequeñas partes del presente escrito fueron ex-
traídos de un artículo elaborado por Roberto Barilli publicado en
la “Revista Mutual”, Nº 11, año 1972.
105
Familia: GENTILLOTI - PESCIARELLI
Relata: Silvia Pesciarelli
106
a nuestras familias, a las que consagramos y dejamos como ense-
ñanza a nuestra descendencia, que la buena fortuna se alcanza
con compromiso y con actitud, padre y madre de la buena suerte.
No conocíamos el lenguaje, lo hablábamos a media lengua, y tampoco culpá-
bamos a nadie de nuestra realidad, solo deseábamos que se nos permitiera trabajar
y poder dar lo mejor, para salir adelante. En Sassoferrato, papá ejercía el oficio de
operario en la fábrica de armamento y mamá se dedicaba a criar gusanos de seda.
En Buenos Aires, papá se empleó en una fábrica de cocinas económicas y mamá
fue pantalonera. En Mar del Plata, al llegar, papá consiguió trabajo en el puerto,
como Mecánico Naval. Luego fue contratado por la Ford (de los hnos. Stantien)
hasta que se independizó asociándose con el que luego sería su yerno, Domingo
Troiano (hijo menor de tres hermanos, con padres emigrantes italianos, pero de la
región de Calabria) montando su propio Taller Mecánico.
Vivíamos en la calle Mitre al 3100, en un chalet de dos plantas más tres depar-
tamentos, que fue construido por partes. Arrancando desde una casilla de chapa
(1931) hasta su culminación en el año 1945. No me costó integrarme a esta nueva
sociedad y cultura por mi corta edad, pero sí tengo una anécdota de mi niñez que
describen esos primeros años de vida en este país que nos albergó: mi idioma de
nacimiento les causaba mucha gracia a los niños argentinos en la escuela prima-
ria, era blanco de bromas y burlas, fue por esa razón que decidí bloquearlo en mi
cabeza.Y nunca más volví a hablarlo con fluidez.
Tuve una infancia y adolescencia normal, acompañando a mis padres en las
distintas obligaciones que me imponían. Dejé la escuela primaria en sexto grado
para cuidar a mi madre, y nunca pude terminarla. A los diecinueve años me casé
con el que fue mi marido hasta el momento de su partida y fui madre de dos hijos,
Silvia y Carlos, que me dieron cada uno dos nietos, Pablo, Flavia, Maximiliano
y Georgina.
Tengo seis bisnietos, Flavia me dio al primero, Emmanuel. Luego Georgina
tuvo a Candelaria. Pablo tuvo a Martina y luego a Tomás y por último llegaron las
gemelas de Georgina, Alfonsina y Milagros. Maximiliano todavía no tiene hijos.
Nunca más, regresé a mi tierra. Por miedo a volar. Hoy tengo casi 93 años y los
recuerdos de mi infancia y juventud siguen latentes en mi corazón.
107
Familia GHELFI - RANZUGLIA
Relata: Ana María Ghelfi Ranzuglia
Famiglia GHELFI
Il nonno Guglielmo Ghelfi, nato a Piozzano, Provincia di Piacen-
za, della Regione Emilia-Romagna, il 7 di Agosto 1876, essendo i
suoi genitori Rodolfo e Amalia Marchetti.
Mia nonna Emma Ettorina Romani, nata a Gazzola (nella stes-
sa provincia del nonno) l’8 Novembre 1876, e i cui genitori furono
Carlo e Carolina Scrivani, i quali hanno avuto 10 figli (7 maschi e
3 donne).
Quando il nonno Guglielmo diceva ai fratelli che la sua fidanzata
stava in Italia, loro no lo credevano, ridevano, ma era vero!! Per-
ché? Lui a 19 anni ha viaggiato solo in Italia a chiedere permesso
ai genitori di Emma per sposarla; ed il 7 Febbraio 1896 arriva da
Genova a Buenos Aires a bordo del vapore Manila, lasciando stu-
pefatti ai suoi fratelli.
I genitori della nonna Emma hanno fatto l’Accordo di Matrimo-
nio a Gennaio 1896 (ho l’Assenso di Matrimonio del 17 Dicembre
1895).
Con il passaporto rilasciato a Piacenza il 27 Dicembre 1895,
Emma viaggiò nell’Argentina, Rosario, Provincia di Santa Fe, nel
vapore Manila –sola a 19 anni- il 15 Gennaio 1896.
Si sposarono a Villa Gobernador Galvez, vicino a Rosario. Dopo,
i miei nonni si spostarono ad Alcorta, Provincia di Santa Fe, dove
anch’io sono nata.
Questa città, Alcorta, storicamente si conosce dalla rivolta agra-
ria, con maggioranza di contadini italiani e spagnoli, come “El Gri-
to de Alcorta”. Questa rivolta percorre tutta la zona della “pampa”
e, políticamente si riconosce la nascita della “Federación Agraria
Argentina”.
I fratelli Ghelfi di Alcorta uscivano sempre insieme. I vicini dice-
vano: “La vanno i “gringos” Ghelfi, nessuno osava dire niente per-
ché erano uniti (erano 7).
Ogni domenica visitavamo alla nonna con mia cugina Marta.
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Ritornavamo sempre con un mazzo di rose. Che felici eravamo noi
due!
I miei nonni morirono ad Alcorta!
Secondo il racconto dei nonni, il cognome Ghelfi deriverebbe da
“guelfi” (vicini ai Papa) che nell’antitichità si scontravano con i Ghi-
bellini (vicini alla monarchia).
Famiglia RANZUGLIA
Mio nonno Giulio Ranzuglia, nato a Pollenza (Provincia di Ma-
cerata, Regione Marche), il 15 marzo 1882, essendo i suoi genitori
Luigi e Mariana Foglia.
Mia nonna Annita Ranzuglia, nata a Treia nella stessa provincia
del nonno, il 23 Febbraio 1890 ed i genitori furono Ilario e Virginia
Zamponi (morta in Italia). Incredibile, due cugini in matrimonio!
Sempre lo dicevo.
Annita aveva un fidanzato che era giardiniere.
Lei viaggiò a Buenos Aires, Argentina, con suo padre. Il nonno
Giulio è arrivato in Argentina dopo l’arrivo della nonna Annita. I
miei due nonni da prima non si conoscevano però, qui in Argenti-
na, Giulio con frequenza visitava suo zio Ilario e sua cugina Annita.
Un giorno, Giulio offerse a Annita un anello d’oro con un dia-
mante dicendo: “Che lo accettasse come fidanzato o come cugino”.
Il padre di Annita, Ilario, disse che Giulio doveva essere il suo fi-
danzato (questo detto da mia madre). Si sposarono a Buenos Aires
il 9 Ottobre 1909, lei a 19 anni.
Hanno avuto 7 figli (4 maschi e 3 donne). Dopo un tempo si
spostarono ad Alcorta, Provincia di Santa Fe, dove il nonno Giulio
era compratore di cereali, che in quel tempo avevano riduzioni di
prezzo sfavorevoli. Cosí non poteva pagare a tutti i contadini, che
in quei tempi fare un cosa simile era una vergogna.
Un giorno Giulio, senza dire niente a nessuno fuggì a Montevi-
deo.
La nonna Annita, molto triste, sentiva che la gente la salutava-
no, beffandosi, dicendo: “Tuttavia non è morto nessuno”.
Giulio aveva risolto il suo suicidio. In quel momento vide la im-
magine di suo sorella morta in Italia, che gli diceva: “Giulio, che
fai? Questo non é l’affare di un cattolico!” Loro erano molto religio-
si.
Dopo di aver sofferto tanto, Giulio ritornò ad Alcorta, dove mori-
rono i due nonni.
109
Ancora vedo al nonno Ranzuglia sempre prolisso, con l’orologio
e la sua catena d’oro in tasca.
Questo racconto l’ho scritto in italiano, perché sebbene sono ar-
gentina di nascita, il mio cuore ed il mio sangue sono italiani.
Italia la bella, la colta, quella di Dante Alighieri, Michelangelo
Buonarroti, Leonardo Da Vinci, la culla del Rinascimento con tanti
grandi uomini: Pittori, scultori, scrittori famosi!
La mia anima è italiana.
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Familia: GIACOMINI - FULVI
Relata: Mary Fulvi
111
en los trabajos de electricidad y yo colaboré desde los trece años
con mi madre en el almacén que teníamos (“La Martona”). Era uno
de los primeros almacenes que había, ubicada en la calle Córdoba
y Peña.
Asistí al colegio Divino Rostro dirigido por las monjas donde
también funcionaba un hogar de niñas. De adolescente iba a bailes
con la mamá de mis amigas. Frecuentaba el Centro Italiano (CIM) o
los típicos “asaltos” que se organizaban en casas particulares.
Pasaron los años y mi hermano mayor (José) se casó y tuvo tres
hijos: María José, Verónica y José Adrián Fulvi. Actualmente es
abuelo de seis nietos: Agustín, Morena, Juan Manuel, Candela,
Gerónimo y Santiago. Por su parte, mi hermano menor (Rómulo)
también se casó, pero no tuvo hijos. Finalmente, yo contraje matri-
monio con mi novio de toda la vida José Santos Aello, descendiente
de inmigrantes sicilianos y tuvimos dos hijos: Florencia y Germán,
padre de mi única nieta Sofía.
112
momento, mi mamá siente un intenso ruido proveniente del mar,
nos toma en forma urgente de la mano y nos lleva presurosamente
hacia la zona de pared para apoyarnos y protegernos de una ola
gigante. Para mi era inmensa. La ola rompió a pocos metros de
nosotros y vimos como arrastraba todo a su paso. Incalculable el
daño. Y pienso otra vez “tuve suerte.
Un día de mucho sol en la playa Bristol entre los lobos marinos,
fuimos al mar con mi amigo Cacho Lódola. Teníamos para flotar
una cámara de auto, yo no sabía nadar, él sí. Como estábamos
muy en la orilla, él graciosamente (como era su forma de ser) me
empujó hacia adentro, le repetía una y otra vez “hasta acá nomas
por favor que no hago pie”, con tan mala suerte que una ola me
arrancó el flotador; asustado, vino otra ola y me arrastró, desespe-
rado mi amigo logró tomarme de los pelos (por suerte tenía mucho
pelo). Llegaron los guardavidas, me sacaron, me pusieron sobre la
arena, boca abajo “nunca tragué tanta agua” No lograba reaccio-
nar, los guardavidas estaban enojados y preocupados, me llevaron
hasta el servicio de emergencia y “otra vez me salvé”. Por eso ese
dicho que siempre llevo conmigo: Dios no me quiere o me quiere
mucho, y el diablo me tiene miedo y quiere que siga así
Hablar de la fiesta de los marchigianos es emocionante. Mi re-
cuerdo viaja hacia las primeras fiestas que se organizaban en el
Hotel Pujol (Las Heras casi Alberti). Los hombres se hacían cargo
de los gastos del salón, bebidas y música. Las mujeres llevaban
tortas ¡Y qué tortas!! ¡A cuál mas rica! Teníamos un amigo llama-
do Pascual Painelli que tocaba el acordeón que contaba con 120
bajos. Tocaba toda la noche, hasta la madrugada, era incansable,
pero había que surtirlo de combustible: vino y torta. Su hermano
Antonio Painelli (dueño de calzados “Pagi”) como buen hermano se
encargaba de esa función.
Jose Dormi era un incansable bailarín. Cuando tocaban un vals
giraba, giraba en ligeros círculos: usaba unos zapatos duros y gran-
des, si te descuidabas y te pisaba, debías hacer un reposo sentado
para que el dolor del pié disminuyera. También ocurría esto con
Roberto Miliffi y su señora Margarita, cuando danzaban “córrete
que te llevan por delante” ¡La verdad que una cosa es contarlo en
un papel y otra es vivirlo! Los italianos al son del acordeón cantá-
bamos canciones típicas italianas, ¡todos a coro! Era maravilloso.
Quisiera contar un recuerdo muy gracioso. Muchas veces iba a
bailar y los famosos sabañones me martirizaban los pies. Un día
113
voy a la farmacia y le pido al farmacéutico algo para disminuir la
picazón y el dolor. Me dio un frasco con pincel y me dijo que me
pasara por donde tenía tanto prurito. Yo, entusiasmado pincelé los
dos pies, usando el total del frasco. Esa noche baile, baile, baile
como nunca, no sentía picazón ni molestias. Al otro día fue el pro-
blema ya que se me salió la piel desde la punta de los dedos hasta
el talón, los tenía en “carne viva”. Increíble. Una cosa logré: los pies
no me dolieron nunca mas. Y podía bailar y bailar sin parar. Así
fue como disfruté de las fiestas en el famoso Hotel Hurlingam (hoy
destruido). Nos ayudábamos unos a otros para organizar la cena,
el salón y el “Quincho”. Fue una de las etapas más hermosas de
mi vida.
Con el tiempo contraje matrimonio con la que sería mi adorada
esposa Nilda Inés Moretti, oriunda de Necochea. Tenemos tres hi-
jos, la mayor, Maria José que llegó luego de cuatro años de espe-
rarla. Después la vida nos premió con Verónica Gabriela y el menor
José, que siguió la misma profesión mía y de su abuelo o sea elec-
tricista. Mis nietos son Morena, Agustín, Gerónimo, Juan Manuel,
Candela y Santi.
Escribir esta historia me dio mucha felicidad. Lo mismo deseo a
todos los que comparten las “historias de vida” con la Union Regional
BenedetoFulvi - Guerina
Giacomini Mar d Pata, año
1935
114
Marchigiana.
115
pués de muchos trabajos junto a mi madre, permitió que lográra-
mos estabilizarnos lo mejor que pudimos. Tuvo un camión con el
cual transportaba lo que sus paisanos italianos le demandaban,
como materiales o mudanzas. Recuerdo que cuando se le rompía
veía desvanecerse sus ahorros en arreglos mecánicos (motor, rue-
das, chapa).
También se desempeñó junto a mi mamá como casero del chalet
de la familia Picaluga, (una hija descendiente de esta familia, se
la ve comúnmente en los almuerzos de Mirta Legrand) que ocupa-
ba una manzana entre las calles Almafuerte, Alsina, Olavarría y
Laprida. Los dueños, ya muy grandes, veraneaban en familia junto
a su hija y sus dos nietas. Recuerdo que tenían chofer con guantes
blancos, que los trasportaba a la Iglesia Divino Rostro que quedaba
a una cuadra de distancia.
Durante la caída del gobierno de Perón, en el puerto de Mar del
Plata bombardearon los tanques de YPF instalados ahí. Mi madre,
mucho antes de sentir el estruendo, y ante el simple sentir del ru-
mor de los aviones, nos dijo: “Nos van a bombardear” y, de inme-
diato, nos llevó al subsuelo de la casa. ¡Así recordaba ella con dolor
el ruido de los aviones en Italia!
Nino cuidaba del jardín y, en sus últimos años, se dedicó a la
jardinería, profesión que le permitió formar junto a nosotros un
futuro digno y una gran- hermosa familia. Tanto en Italia, como en
Argentina, somos un montón de gente hermosa. La vida me dio la
dicha de tener seis sobrinos.
Mi hermano mayor, Franco Balducci, me regaló tres sobrinos:
Fernanda, Mariela y Pablo. Mi hermana menor, Claudia Balducci,
me premió con Roberto, Melisa y Rodrigo. Hoy mis padres ya no es-
tán con nosotros, pero no pasaron desapercibidos por el amor que
nos brindaron, permitiendo ser personas llenas de agradecimiento
a la vida.
Quisiera agregar que yo, por circunstancias de la vida, desde
muy pequeña tuve que enfrentar una enfermedad crónica. Des-
pués de haber llegado a la Argentina y, con solo dos años, desen-
cadené un problema de salud complejo y largo, el cual me ha deja-
do con una severa discapacidad. Mis padres recorrieron médicos,
hospitales y especialistas. En Cerenil, en la época en que estuve
con el Dr. Tesone tuve mucha contención, capacitándome como
“exitosa encuadernadora”.
Gracias a mi temperamento, y a la ayuda invalorable de mis
116
padres, logré superarla, aunque no fue fácil insertarme en la so-
ciedad. He tenido complicaciones, pero estoy contenta de haber
logrado adecuarme y ser respetada. Mis sobrinos me han brindado
la posibilidad de disfrutar de mis siete sobrinitos nietos llamados
Lucas, Facundo, Valentina, Tomas, Santiago, Kiara y Agustín.
La vida me ha premiado con el amor de mi vida que es Omar Mu-
jica, el cual ha sufrido un severo accidente que lo dejó con una leve
discapacidad motora. En esta etapa de mi vida, vivo la experiencia
de ‘un gran amor’.”
117
Familia Giovagnoli - Villarreal
Relata: Mario Rio Aldo Giovagnoli
118
Por parte paterna, la nona Pascualina se dedicaba al desarrollo
del gusano de seda, para después hilarlo. Pasaban mercaderes que
compraban dicha producción. Yo acompañaba al abuelo paterno,
(il nono Nanni). Él tenía cabritos y chivitos. Lo acompañaba a pas-
torear mientras la abuela llevaba la ropa a lavar al arroyo.
En San Bernardí (pueblo donde viví) mi casa era muy humilde,
con cocina abajo, los dormitorios en la parte superior, unida por
una escalera caracol. Allí en ese pueblo había un herrero al cual
yo le ayudaba tirando del fuelle. Me acuerdo de las nevadas, cerca
de allí había un monte plano que terminaba en un abrupto y pro-
nunciado descenso.
Con los chicos íbamos a buscar barro tipo arcilloso al lado de la
vertiente, y hacíamos muñecos, pesebres que dejábamos secar al
sol. Recuerdo a uno de mis amigos que lo llamaban “Pichofo” y a
una amiguita de la cual no me acuerdo su nombre. Mis hijos cuan-
do volvieron al pueblo vieron a esa amiguita mía de la infancia y se
acordaba de mí.
Me acuerdo que mi abuelo paterno tenía una cantina, donde la
abuela Rosina atendía a los parroquianos. Me llamaba para que
limpiara los chops, porque mi mano era chiquita. El abuelo a veces
me sacaba a caminar por Offagna, y hablaba con él. Lo acompa-
ñaba al sótano (“la grotta” cavada en la roca) y donde veía como
mezclaba el vino (hacia cortes), para darle mayor gusto.
Había un día en que cocinaba el pan, en un horno comunitario.
Todos traían su bandejita de masa tapadita con un lienzo. Mi ma-
dre era modista y tenía varias chicas que hacían costura con ella.
Recuerdo que mi padre me llevaba sobre sus hombros, y se volvía
solo de Offagna, porque yo me quedaba con mis tías (cinco herma-
nas de mi mami) que me colmaban de muchas cosas ricas.
¡Una mañana muy tempranito estando en el baño afuera (era
una letrina) siento que se mueve todo! Salgo, y veo que se movía la
casa, la leche se volcaba, gritando llamo a mi mamá. Siento como
un aullido. ¡Todo el pueblo salía fuera de sus casas a gritar! Fue el
terremoto (creo entre 1926- 1927).
Ciertos tíos una vez me llevaron a Ancona. Recorrimos la ciudad
para luego ir al cine al aire libre. No me gustó ver todo eso. Yo no
conocía a nadie y me sentía un extraño.
Me acuerdo de una triste experiencia. ¡Estando en el colegio no
me dieron la bandera por no llevar la camisa negra! Además, mi
papá había huido (era la época fascista), luego apareció en Argen-
119
tina. Nadie me contaba nada, todo era secreto.
Un día vi a mi mamá poner una bicicleta desarmada en un baúl.
Un tío mío vino de Ancona (no sabía quién era) a buscarnos. Cerra-
mos la casa. Junto a mi mamá y mi hermano de 3 años (yo tenía 6
o 7 años) nos llevaban de un lugar a otro. Aparecimos en Génova,
para partir hacia Buenos Aires. Terminamos en La Plata.
Según datos del pasaporte, partimos en el “Giulio Cesare” el 22
de octubre de 1931, junto a mi madre Fortunata Baldella y mi her-
mano menor. Recuerdo que mi hermano lloró todo el viaje, de día y
de noche. Decía a cada rato “quiero volver a casa”. Tampoco comía.
Yo me pasaba horas enteras mirando el mar en la popa del bar-
co. Me gustaba ver como se levantaba y hundía la nave. Recuerdo
un día que pasaron unas toninas y nos siguieron durante un largo
trayecto. El barco atracó de noche. Cuando me desperté grande fue
mi sorpresa al ver el puerto de Bs As. Todo muy sucio y desprolijo,
¡que decepción!
La alegría fue máxima cuando vi a mi padre (Marino Giovagno-
li). No sabía que estaba esperándonos ¡Vino a nuestro encuentro,
nadie me había dicho nada! ¡A distancia pienso que quizás se vino
por motivos del fascismo, en forma muy silenciosa!
Mi papá era “muratore” (albañil) en Italia” y también en Argen-
tina se dedicó a la construcción. Yo, en cambio, me dedique a la
mecánica.
En La Plata vivíamos en una casa humilde de un tío. Tenía barro
y humedad. Muy distinta de la que dejé en Italia. Con el tiempo,
me fui olvidando, y adaptándome al nuevo lugar. Conocí a muchos
chicos con los cuales jugaba. Mis padres se hicieron una casita
nueva en La Plata y siendo más grande ayudé a mi padre a termi-
nar la casa.
Tengo pasaporte sellado en
1928, y “Acto de Chiamata”
120
Familia: GIORGETTI - BRONZINI
Relata: María Alicia Bronzini
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de otros: ¡ésa es una costumbre típica italiana! Nos cuidábamos
mucho.
Es así que cuando en una oportunidad viajé a Italia y fui alojada
por mis parientes de Porto Recanati, mi tío (Teodoro) les envió una
carta de agradecimiento por haber hospedado a su sobrina, María
Alicia. En la carta les pedía perdón, porque no escribía bien en
italiano.
Hay en nuestra familia una tercera y una cuarta generación,
según donde nacieron los abuelos. Tengo un único hijo, Guido.
Nuestro caso es como muchas familias argentinas-italianas: Gui-
do vive en Italia con su esposa e hijita, específicamente en Milán,
desde hace 15 años.
Teodoro Bronzini
122
Familia: GNAGNI - STORTI
Relata: Adriana Storti
123
en las paredes del comedor de su casa residen figuras como Don
Quijote, carritos italianos, iglesias, una calesita compuesta por un
carrusel y un molino que si se le arroja agua la pone en funciona-
miento, rostros y mucho más, todo tallado en madera. También
hizo mesas, alacenas, una puerta y un sillón donde hoy reposa.
Mi papá fue el único de su familia que emigró y, cuando en
1975 viajamos a Italia para que yo conociera a mi nona y a mis
numerosos primos y tíos, el cariño fue instantáneo y mutuo. En
los años 1990 y 1993 regresó a su tierra natal, teniendo la dicha
de compartir con sus hermanos momentos inolvidables, que es-
tán plasmados en fotografías. Siempre estamos en contacto, y me
emociona cuando mi papá conversa con sus hermanos, Remo de
96 años y Rodolfo de 90 años. El lazo que nos une con nuestra fa-
milia italiana no tiene fronteras y lo alimentamos con llamados o
simplemente recordando anécdotas.
Papá, "mi marchigiano", es una de las tantas semillas que emi-
graron de su país y germinaron aquí en Mar del Plata. Con su tra-
bajo y respeto consolidaron su lugar y construyeron su familia. ¡No
es fácil florecer en tierra ajena! Aunque ya es propia.
Hoy en día, mi papá tiene 93 años lúcidos y hermosos, vive con-
migo, somos inseparables, y está rodeado de sus nietos (Leonardo
y Estefanía), sus bisnietos (Matías y Bianca), de Natalia y Marcelo
(cónyuges de mis hijos que son sus nietos también). Lo amamos y
respetamos, es nuestro estandarte de vida y de ejemplo.
Muchas gracias por permitirme plasmar en estas líneas trozos
de la longeva y rica vida de mi padre. Felicitaciones por la idea de
editar un libro, donde muchas de las historias contadas seguro
que se entrelazan, reconoceremos en ellas a nuestros amigos y re-
cordaremos a los que ya no están.
OMAGGIO AL MIO PAPA...IMMIGRANTE
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- Papá sorride e comincia....
Ritorniamo a l950, ero un ragazzo, che come tanti, aveva lascia-
to il mio paesino, era per pocchi anni... e cosi con valigia in mano,
un bacio dei miei genitori e con il cuore piangendo sono partito per
l´Argentina
Arribo a Buenos Aires dopo trenta giorni di viaggio sula nave.
Nella cittá mi aspettaba uno zio, fratello della mia mamma, e mi
portó a Mar del Plata a vivere con lui e sua famiglia a loro casa.
Lá ho conosciuto la tua mamma, che bella ragazza!!!! Era un’
amica di loro.
Tempo dopo lavoro nella costruzione con il suo papá, ancora
ricordo le case che abbiamo costruito.... Ma la salute mi gioca con-
tro., il male schiena dorsale mi porta all´ospetale, otto mesi a letto,
senza muovermi, il dottore credeva che morivo, ma la volontá di
vivere ha vinto.
Si papá, come oggi, come sempre. Continua....
Il fatto che gli anni passavano e il ritorno a casa si alontanava...,
soltanto viaggiavano le carte e le fotografie...
Nel 1954 mi sono sposato, e dopo due anni, nascevi tu, avevamo
una bella famiglia, insieme in felicitá e insieme contro l´avversitá; e
cosi tu sei el dolce fruto della dolorosa imigrazione.
Il mio cielo diventa nero con la morte di tua mamma, “¿e adesso
che faró?” me dicevo una e tante volte, tu eri piccolina....
Papá, vieni al presente a prendi un altro café che adesso si parlo
io.
Non ti preocupare che hai fatto tutto bene, hai datto il meglio di
te, hai datto la tua vita a me e tuoi nipotini, che ti volgliono tantí-
simo bene. Io ti ringrazio con il cuore la tua devozione, ti ringrazio
la mia educazione
Il viaggio all¨Italia a conoceré la mia nonna, mie zii e cugini; e
soprattutto, ti ringrazio per i tuoi sessanta anni di immigrante, che
come tuoi “paisani”, hai seminato in questa terra, semi di lavoro,
integritá e famiglia.
Papá caro papá, me sento orgogliosa di essere tua figlia, figlia
di un immigrante; ti voglio tanto tanto. Grazie per i tuoi ottantotto
anni e grazie a te e a tutti gli immigranti per il vostro esempio di
vita. Figlia mia!! Ma perché mi fai piangere??
125
Muestra de Inmigrantes Italianos (año 2010). Coordinadora de la
Muestra Lic.Vera Dormi.
126
Familia: GNUCCI - FEDUZI
Relata: Andrés Pedro Feduzi
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albañil en la construcción de la Usina 9 de julio o, bien, asfaltando
calles y en cualquier otro trabajo que apareciera. En 1950, viajó mi
madre con 18 años, que se había cazado por poder para viajar en
compañía de mi tío (José Dormi, “Pepín”).
En 1951 nací yo (Andrés Feduzi) y en 1958 mi única hermana
(María del Carmen Feduzi). Continuaron el derrotero familiar mis
hijos (Gustavo, Andrea y Romina) y sus hijos (mis maravillosos nie-
tos): Nicolás y Lucas Feduzi (viven en Inglaterra), Tyler y Thomas
Feduzi Lopez (vive en Estados Unidos), Matthew Feduzi Panagos,
(también en USA), además de Agustín, Valentina y Benjamín Fe-
duzi (en Mar del Plata). Por el lado de mi hermana, viven también
en Mar del Plata su hijo (Claudio) y sus nietas (Sofía y Valeria).
Éstos, nuestros hijos y nietos, prolongarán el apellido y lo portarán
con orgullo y agradecimiento.
Quiero resaltar esto último, ya que mi padre, pese a haber fa-
llecido a la temprana edad de 42 años, dejó en sus paisanos de
la comunidad italiana y en todos aquellos que lo conocieron una
muestra imborrable de trabajo, honradez y humildad, que lo hacen
estar siempre presente entre nosotros pese al tiempo transcurrido
desde su desaparición física.
No puedo sino recordar aquellas noches de tertulia, bríscola o
baile, del Hotel Pujol y vienen a mi memoria las familias Pasaglia,
Pagliardini, Montagna, Bertozzi, Crinelli, Mariani, Grassi y tantos
otros paisanos.
En lo que a mí respecta, a la temprana edad de 14 años ingresé
a la Armada Argentina, donde permanezco trabajando luego de 50
años de servicio. Ello me permitió, entre otras cosas, conocer el
mundo entero, vivir en Estados Unidos y Alemania, pero, funda-
mentalmente, me posibilitó, cumplir mi sueño tan ansiado por en-
tonces de ir a Italia. En el año 1981, durante un viaje a Alemania,
con el permiso de mis superiores mediante, hice escala de tres días
y logré pasar por las casas de mis padres y las respectivas familias.
Siempre lo recuerdo porque supongo que, por aquello de las raí-
ces, las tradiciones y todo lo que representa el pasado para cada
uno de nosotros. Conocer Italia fue indudablemente una de las
cosas más emocionantes que me sucediera en la vida, tanto es así
que a partir de ello siempre dije que más allá de los papeles, en mi
corazón existen dos países que siento propios, míos: Argentina e
Italia. Retorné siempre que pude y tengo una relación fluida con
todos mis familiares italianos. También tuve el inmenso placer de
128
recibir en mi casa a mis primos (Letizia y Fabrizio), pero no pude
traer al resto, casi todos personas muy mayores, que nunca en su
vida subieron ni subirán a un avión.
Y por esas cuestiones de la vida y los vaivenes del desarrollo
de los pueblos, así como alguna vez nuestros padres vinieron del
extranjero a probar fortuna buscando mejores horizontes, hoy me
toca añorar a mis hijas (Andrea y Romina) que decidieron, gracias
a Dios con fortuna, probar suerte en otro país, en el que se casaron
y tuvieron sus tres maravillosos hijos, a quiénes por suerte vemos
año tras año.
Hoy, mi familia está ligada por afecto y por sangre con las fami-
lias Dormi y Antoniucci. Con muchos de sus integrantes compar-
timos encuentros frecuentes llenos de afecto y, por supuesto, de
recuerdos para aquellos que ya no están pero que, con su ejemplo
y su grandeza, marcaron definitivamente nuestro camino.
Dios bendiga a todos aquellos inmigrantes que alguna vez su-
pieron juntar sus pocas pertenencias y sus muchos sueños y se
aventuraron rumbo a esta tierra, que los cobijó y les posibilitó,
luego de mucho esfuerzo, hacer realidad sus anhelos de progreso
y bienestar.
129
Familia: GUERRA - BENEDETTI
Relata: William Benedetti
130
puso en cuclillas, esperando el momento oportuno para poder sa-
lir corriendo. Solo bastó un segundo de descuido para que Curzio
comenzara a correr en forma alocada, escuchando detrás suyo los
gritos de los demás soldados, mientras las balas de las ametralla-
doras rozaban y pasaban al lado de su cuerpo.
Fueron segundos de estar entre la vida y la muerte. Sin saber hacia
dónde seguir corriendo y qué rumbo tomar: siguió y siguió corrien-
do, sólo veía árboles y árboles como una forma de protección. Con-
tinuó el paso hasta caer exhausto y sin fuerza. Nadie lo perseguía,
suponían que lo habían matado o mal herido.
De pronto, “sólo” y en un lugar que no sabía dónde estaba…
pero ¡estaba libre! …. Continuó caminando por el bosque, guiándo-
se solamente por la salida y puesta del sol, temiendo encontrarse
con algún otro nazi. Sin contactarse con nadie, comenzó la heróica
tarea de regresar a su lugar de origen en forma clandestina.
Sin comida ni pertrechos, estuvo caminando por la ladera de los
Alpes, siempre protegiéndose bajo la zona boscosa, de los Alpes
primero y de los Apeninos después; comiendo lo que encontraba en
el camino: bellotas, frutos, verduras… Alternativamente, encontró
alguien que lo ayudara a hacer más corto el viaje, indicándole el
camino o llevándolo a caballo o en carreta, hasta el siguiente lugar.
De repente, a la altura de la Toscana divisó un pelotón de alema-
nes que seguía sus pasos. Volvió a correr desesperadamente hasta
guarecerse en un pozo de casi tres metros (oscuro y silencioso), se
tiró de inmediato en él: vivió allí casi una semana. Cuando todo
estuvo más tranquilo, emprendió la difícil tarea de llegar y regresar
a su hogar. En la travesía, poco a poco empezó a reconocer sus
montes, el color de su tierra, las praderas, hasta que llegó a las
afueras de Arezzo. ¡Sabía que estaba a poco más de 50 km. de su
casa! Al iniciar la subida a Boca Travaria, encontró un paisano,
que lo llevó con su carro hasta Borgo Pace. Desde allí, sabía que
sólo faltaban 10 km para llegar a Sant’ Angelo y abrazar a su fami-
lia. Estando en las afueras de su pueblo natal, toda su familia ya
lo estaba esperando, confundiéndose en un eterno abrazo. Jamás
supo cuál había sido la suerte corrida por sus 11 compañeros res-
tantes (¿prisioneros?).
Tiempo después, decidió emigrar a Sudamérica y llegando a Ar-
gentina, para radicarse en Mar del Plata donde había tantos in-
migrantes conocidos. En un principio, Curzio se desempeñó como
131
albañil. Franca Guerra (su señora, mi madre) cuenta que protegía
el pecho con diarios, para que el viento no lo perjudicara cuando
se dirigía al trabajo en bicicleta.
Con el tiempo llegó a comprar el chalet ubicado en Colón y la
costa. Desde allí, desarrolló una intensa actividad gastronómica,
además de eventos, fiestas y canto, en el emblemático “Tío Curzio”.
Nosotros (sus hijos, Willy, Mario y sobrinos) continuamos con su
emprendimiento. Qué orgulloso se sentiría mi papá si viera que su
trabajo inicial ha tenido una continuidad de éxitos y reconocimien-
to en la ciudad.
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Familia: LABORDE - RADICIONI
Relata: Stella Radicioni
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y confirman su fama de “buen mozo”, según dichos de su hermano
y cuñada… y recuerdo comentarios acerca de las “oportunidades”
desechadas por él, de relacionarse con muchachas de dinero.
Durante muchísimos años trabajó en la playa… en Playa Gran-
de, como lo muestra un diario de 1934 dando clases de natación
en el mar, en el balneario Neptunia (frente al Hotel Normandie) y
otros. Más adelante, en Punta Mogotes, en el balneario de su her-
mano Giosafat.
Formó parte de ese grupo de bañeros italianos que también en-
señaban el oficio a otros jóvenes y les tomaban una prueba de su
aptitud para esa función. En invierno, se dedicaba a trabajar en los
frentes de piedras de los típicos chalets de la ciudad. Por eso, ya
abuelo, nos paseaba por la ciudad mostrándonos las construccio-
nes más bellas y lamentándose de algunas de sus reformas.
En 1935 se casó con Esther María Laborde (hija de un Juez de
Paz y jefe del Registro Civil, fallecido ya por esos años) y en 1937
nació su hijo (Miguel) y en 1940, su hija Esther, a la que apodaron
Nené. Vivieron en Mar del Plata hasta el año 1946, cuando el Sr.
Fito Grego (dueño de la fábrica de cigarrillos Particulares), que ve-
raneaba en el balneario donde él trabajaba, le propuso emplearlo
como encargado de su casaquinta en Merlo, provincia de Buenos
Aires (donde hoy funciona el Museo de la ciudad). Estuvo a cargo
de esa quinta por 18 años y, además, participó activamente en la
Sociedad Italiana y en el Club Deportivo Merlo.
En 1964 (año en que se convirtió en abuelo) volvió a Mar del
Plata, a la casa de Garay 2323 que construyó con sus propias ma-
nos cerca de la llegada de su primer hijo. En ella, a pesar de los
cambios de la fachada, aún se puede ver parte de la construcción
original, señal ésta de que la edificación era buena como las reali-
zadas por la mayoría de los italianos.
Entró a trabajar en la fábrica “Cascabel” de la familia Inda (al
que lo unía una amistad) para completar los años de aportes que
le permitirían jubilarse. En el lugar, los empleados lo trataban con
respeto y cariño, evidenciando que era un buen jefe, recuerdo que
me impresionaba ya que trataba al personal de “Ud.” (aunque eran
mucho más jóvenes).
A partir de allí, sus días transcurrieron entre su trabajo, las visi-
tas a la familia de su hermano mayor y la visita de sus hijos y sus
nietos, que fueron cuatro, durante algunos días del verano. Los
nietos lo adorábamos porque tenía un carácter tranquilo, jamás un
134
gesto de violencia ni un grito, aunque nos decían que si las cosas
daban muchas vueltas…la “tanada” aparecía. Nosotros jamás lo
experimentamos. Al contrario, cuando emprendíamos nuestro re-
greso a Merlo, siempre lo veíamos secarse las lágrimas…tal vez le
recordaba otras partidas que no pudieron resolverse en regresos…
Finalmente, un ataque al corazón se lo llevó un 17 de mayo de
1982 (el mismo día que su nieta mayor cumplía 18 años), cuan-
do había comenzado un tratamiento para una cruel enfermedad.
Nunca volvió a su Italia natal, agradecía a Argentina por lo otorga-
do, pero jamás cambió su nacionalidad.
-Hijos:
Miguel Alberto y Esther María
-Nietos:
Hijas de Miguel: Stella Maris y María de los Ángeles
Hijos de Esther: Fernando Vélez y María Eugenia Vélez
135
Familia: LEONARDI - CASTAGNARI
Relatan: Ana Rita Castagnari y Marcelo Castagnari
136
Siendo adolescente aún, conoció en su barrio (del otro lado del
Fiume Mussone, en Loreto, cerca de la Basílica de la Madonna Ne-
gra) a María, la otra importante integrante de este relato… (nuestra
madre).
Aquí comienza la verdadera historia de amor, que continuará
a través del tiempo durante 60 años, como le prometieron a Dios
cuando contrajeron matrimonio… “Hasta que la muerte nos sepa-
re”.
María era la sexta hija de siete hermanos en una familia humilde,
donde la mamá (Elisa) luchaba cotidianamente contra la pobreza
que se había instalado en el hogar desde mucho tiempo atrás. Su
papá se llamaba Pedro, trabajaba todo el día en la campiña de sol a
sol, pero en el poco tiempo disponible que tenía se preocupaba por
educar y cuidar a sus siete herederos con mucha responsabilidad.
Esta joven muchacha italiana, también tenía su destino marca-
do…
En la etapa de la vida en que las niñas aún juegan con sus her-
manos, sus juegos de fantasía, María fue a trabajar de niñera a la
ciudad capital en la casa de una familia que tenían varios niños.
Este trabajo le llevaba la mayor parte del día y estaba ausente de
su casa toda la semana.
Así, paulatinamente, parecía que iba preparándose para su fu-
turo, no tan lejano, donde transcurriría toda su vida, en otro país...
en otro continente... lejos, muy lejos de la familia, con la persona
que tanto amó y con quien compartió esta tierna historia de vida.
Alfredo, por su parte, fue convocado para realizar el Servicio Mi-
litar Obligatorio, período en el que se alejó durante dos años de su
casa paterna.
Quiere caprichosamente el destino, que se declare la Segunda
Guerra Mundial, y el personaje de nuestra historia fue convocado a
luchar para defender a su patria, su querida Italia. Tuvo que ir le-
jos, muy lejos de su pueblo… con su uniforme, su fusil y su enorme
moto con sidecar. Lo llevaron a la antigua Yugoslavia, a Austria,
a Suiza y a otros lugares estratégicos de esa parte del continente.
Alfredo cuenta, con lujos de detalles, sus luchas, las inclemen-
cias del tiempo, la falta de comida, las heridas lacerantes, las em-
boscadas en las que cayeron y muchas otras tristes historias más,
de una guerra absurda…
Así… pasó mucho tiempo hasta que fue tomado prisionero en un
campo de concentración, en Alemania. Junto a otros compatriotas,
137
pasaron muchos días y noches de castigos, de frío, de hambre y de
inmensa tristeza… Hasta que, cuando su vida ya no resistía más,
llegaron aviones norteamericanos, atacaron y bombardearon ese
triste lugar y los prisioneros empezaron a correr y a correr: no sa-
bían hacia dónde iban, solamente estaban guiados por su instinto
de salvación…y corrían y corrían…. hombres, mujeres, niños, to-
dos corrían y escapaban de ese lugar.
Así, Alfredo y un pequeño grupo de ciudadanos italianos logra-
ron salvar sus vidas y emprender el lento regreso a casa. Habían
pasado cinco años desde que se había ido de su hogar para cum-
plir con su deber. Se fundieron en interminables abrazos, besos,
llantos de tristeza por lo pasado, y de alegría por el regreso a casa
y haber podido salvar milagrosamente su vida.
Alfredo y María se reencontraron y continuaron su noviazgo,
juntos armaron proyectos a futuro y se juraron amor eterno como
tantas parejas enamoradas.
Corría el año 1947, mi nono Luigi escuchaba la radio en su casa
de un modo clandestino, una noticia muy preocupante: volvía el
rumor y el temor que se declarara nuevamente otra guerra en Eu-
ropa. Esto llenaba de dudas e incertidumbres a Alfredo, que temía
que lo llamaran otra vez para luchar en el frente de batalla, ha-
ciendo uso de su experiencia en la última contienda bélica. Así,
rápidamente, escribió una carta a su tío materno (que residía en
Argentina, en una ciudad santafesina) para que lo recibiera en su
chacra, para trabajar y vivir aquí, escapando de una posible bata-
lla, que finalmente, con el tiempo, nunca sucedió.
Así continúa esta historia de vida. Alfredo armó sus valijas, pre-
paró sus pocas pertenencias y se despidió de sus padres, herma-
nos y de María, pensando que en algún día (no lejano) volvería a
verlos.
Se embarcó en Génova junto a otros compatriotas, con sus ilu-
siones y esperanzas, dejando en su querida patria sus raíces, sus
historias y también su gran amor, a quien le prometió volver pronto
para casarse con ella. Alfredo no sabía que todavía su vida tendría
grandes vaivenes, idas y vueltas, y seguiría hasta el final en este
hermoso y solidario país, que le abrió sus brazos a él y a tantos
otros inmigrantes de tantos países del mundo.
Laboralmente, nuestro personaje logró reubicarse y adaptarse al
nuevo país, a la nueva gente del lugar, a las nuevas costumbres,
al idioma desconocido y a las tradiciones. Aprendió a sembrar, a
138
cosechar, a arar a caballo, a criar animales de granja, a esquilar, a
hacer facturas y embutidos de cerdo. También, trabajó de albañil
y se construyó su propia casa, fue operario, estibador en el puerto,
sereno, entre tantas otras cosas más.
A la noche, al término de cada jornada laboral, cuando se recos-
taba en su lugar de descanso, pensaba una y otra vez, en su Patria,
tan distante, en sus padres y…en su amor, tan lejano y tan presen-
te. Alfredo trabajaba todo el día, todos los días de la semana, sentía
que podía progresar, crecer, armar su casa, formar una familia y
criar a sus hijos en esta tierra que lo había cobijado.
María escribía cartas a su prometido, le pedía que volviera a
Italia, le decía que no había más guerras y que el país se estaba
reconstruyendo lentamente. Alfredo le aseguraba a su amor que
aquí, en la Argentina, estaba todo por hacerse, todo por crear, el
futuro estaba en esta tierra…
María en su pueblo, rodeada de su familia, entendió que debía
dejar todos sus afectos y viajar a la Argentina a encontrarse con
su novio, casarse y armar la familia que tanto soñaron juntos… en
esta tierra. La suerte estaba ya definida, y el destino estaba marca-
do para Alfredo y María…
Y volvió a repetirse la historia, armó sus valijas y preparó su
baúl, donde guardaba su hermoso ajuar, que tantas noches, luego
de regresar de su trabajo, cosió, armó y bordó con sus manos, pen-
sando en el día que se iba a casar… Se despidió de sus padres, de
sus hermanos y de toda su familia, embarcándose con todas sus
ilusiones en el Puerto de Génova.
Después de muchos días y largas noches, de muchas incógnitas
sobre su futuro, cruzando el inmenso mar, María llegó a Améri-
ca…a Argentina, al Puerto de Buenos Aires. Se hospedó, juntos a
muchos italianos, en el Hotel de los Inmigrantes, lugar con tantas
historias, de tantas personas que arribaron con un cúmulo de ilu-
siones y esperanzas a esta bendita Patria.
El encuentro de estas dos grandes personas, tan caras a nues-
tros afectos, se realizó luego de dos años de separación, solamente
geográfica, porque sus corazones estuvieron siempre juntos, siem-
pre estuvieron cerca… Corría el año 1949, era el mes de diciembre,
en la ciudad de Necochea, se casaron por civil y de allí fueron a ju-
rar…su amor eterno…hasta que la muerte los separe…ante Dios.
Esta historia se completa de felicidad, cuando en diciembre del
año 1950 nació su hija mayor (Ana Rita); luego, en marzo de 1953,
139
llegó su segundo hijo (Carlitos); y, en enero del año 1957, nació su
tercer hijo (Marcelo). Esta hermosa familia siempre estuvo unida y
protegida por el amor de sus padres, que los cuidaron con ternura
y dedicación. En esta familia hubo buenos ejemplos, hubo decen-
cia, hubo honestidad…
Mi mamá nos decía: - “Tenemos que caminar con la frente bien
alta…” “Debemos mirarnos a los ojos al hablar y jamás mentir…”
También, nos educaron en buenas escuelas porque querían que
tuviéramos las herramientas necesarias para defendernos en la
vida, - “no queremos que sean burros de carga, como fuimos noso-
tros”. Así crecimos, nos enseñaron a querernos y cuidarnos entre
hermanos.
Además, recuerdo que mi papá lloraba cada vez que escucha-
ba el Himno Nacional Argentino porque decía que también era su
Himno… Después de 40 años, pudieron volver con mucho sacri-
ficio y esfuerzo a Italia, a su querida Patria, a abrazar a sus her-
manos, sus sobrinos y a toda su familia. Recuerdo nítidamente,
cuando regresaron, mi mamá me dijo…
- “el viaje fue emocionante, nos impactó, lloramos de emoción
cuando nos encontramos y lloramos de tristeza cuando regresa-
mos…pero te tengo que confesar, hija mía…Mi Patria ahora es esta,
la Argentina, porque aquí, armamos esta hermosa familia, aquí na-
cieron los tres hijos maravillosos que tenemos y aquí nos abrieron
las puertas y nos cobijaron con mucho amor…”
Nunca olvidé esa confesión de mi mamá, la llevo en mi corazón.
Ellos estuvieron 60 años juntos, en un matrimonio que es digo
de admirar. Lucharon y trabajaron juntos, siempre con un pro-
yecto de vida, de mejorar, de progresar, de crecer, de tratar de que
sus hijos fueran personas de bien, era el objetivo que tenían como
padres.
El tiempo pasó, los hijos crecieron, se casaron, formaron sus
familias y…llegaron los nietos… Cuando eran ancianos ya, Alfredo
comenzó el proceso de una enfermedad propia de la edad avan-
zada, que le cambió su actividad diaria durante un lapso de casi
cuatro años. María, por su parte, en forma simultánea, le sucedió
algo similar. Y…juntos, como se habían prometido, emprendieron
su partida definitiva… Juntos terminaron esta emocionante HIS-
TORIA DE AMOR… Este relato verdadero llegó a su fin en el año
2007…
Mis hermanos, Carlitos, Marcelo y yo, estamos orgullosos de ha-
140
ber tenido dos padres maravillosos como tuvimos…
Alfredo Castagnari
Necochea, 1949
141
Familia: LEONI - GUERRA
Relata: María Teresa Guerra (Pepina)
142
díamos la despensa y Fiambrería “La Penisola”, la estructura tenía
forma de herradura, desarrollando en otro extremo el bar y la pi-
zzería. Después de varios años, hicimos nuestra casa ubicada en
Lamadrid 2940. Cuando nos mudamos a vivir allí, mi primer hijo
tenía 9 meses. Más tarde, nació el segundo varoncito.
Compramos el “Hotel Italia” en Lamadrid 2941, desarrollando
por el lapso de 28 años la actividad hotelera.
Recuerdo gratamente nuestros primeros años llenos de vida y
energía. Con Domingo junto a sus amigos de la colectividad ita-
liana hacíamos fiestas, primero en el Hotel Pujol y luego en el
Hotel Venus. Las mujeres llevábamos tortas y dulces; ¡los hombres
se distribuían y pagaban los gastos alquiler, las bebidas y alguna
“choripaneada” de medianoche!
Actualmente soy muy feliz junto a mi marido, hijos y nietos.
143
Familia: LEONI - MESCHINI
Relata: Ernesto Meschini
E
ca”.
n 1894 llegaron al país, Ernesto, mi abuelo, con tan solo 4
años, sus padres y sus hermanos en el buque “Nord Ameri-
144
universitarias o tienen buenos trabajos.
Marino se jubiló como gerente del Banco Hipotecario Nacional y
su hija María Elisa obtuvo el primer título universitario de la fami-
lia. Ella es abogada.
La reunión familiar de los domingos era inevitable con buena
comida y naipes de por medio. ¡Se jugaba por centavos, pero algo
se apostaba!
145
Familia: LUCA - GABBANELLI
Relata: Alicia Molinos
146
02/06/1897. Del matrimonio, nacieron en Montecassiano: Argeni-
de, Rosa y Vittorio, cuyo mellizo murió al nacer. Más tarde, vino en
el buque “Città di Milano” y los trajo el 15/06/1905 a los 30 años.
¡No, no sacaron mal las cuentas!: los hijos fueron naciendo entre el
año 1898 y 1904. En Mar del Plata nacieron Ceferino Emilio, María
Rosa (mi madre), Armando Roberto, Nélida y Raúl Alberto; también
unas mellizas y otra nena que lamentablemente nacieron muertas.
Esto fue relatado personalmente por mi tío Victorio y mi mamá.
Un total de doce hijos. Era ebanista de profesión y comenzó, jun-
to a sus hermanos, con un aserrado en la diagonal Pueyrredón e
Independencia. Aproximadamente en 1914 inauguraron otro ase-
rradero entre las calles Moreno, Mitre, Belgrano y La Rioja. Salvo
Raúl, todos trabajaron en la carpintería. Por su parte, Rosita falle-
ció a los 8 años de una pulmonía.
Los tres hermanos también eran aficionados a la música. Como
verdaderos músicos, tocaban varios instrumentos, pero se desta-
caban con el violín: Zefferino y Adriano formaron parte de la banda
municipal de música llamada “La popular” (banda muy famosa en
esos tiempos). Como carpinteros y ebanistas también eran muy
buenos, llegando a hacer carpintería de obra de la época.
Mi abuelo Zefferino se destacaba como ebanista. Entre los tra-
bajos realizados en la ciudad, se pueden observar:
-bancos de la catedral
-chalet Victorica en la avenida Colón
-lugar para perros en Colón y Santa Fe, muy utilizado en la Épo-
ca.
-trabajos para la familia Peralta Ramos
-carpintería de la casa antigua de Garay y Lamadrid
Antes de 1922, el aserradero se incendió por negligencia de un
empleado. Esta tragedia fue un duro golpe, tanto económico como
emocional, para Zefferino a sus 47 años. Tuvieron que despren-
derse de todas las cosas de valor para poder sobrevivir. Entonces,
Adriano con su familia y su hermano mayor (Augusto), decidieron
trasladarse a la Capital.
Zefferino instaló un taller en su casa e hizo trabajos de carpin-
tería para el hospital Materno Infantil de Mar del Plata. Argenide,
su hija mayor, era muy bonita y ganó varios concursos de belleza,
pero por una depresión (provocada por la ruptura de su noviazgo)
terminó internada en un psiquiátrico, donde murió a los 33 años.
Los descendientes de Zefferino se quedaron en la ciudad menos la
147
tía Nélida. Ella estudió en Capital una carrera universitaria y des-
pués se casó, pero nunca ejerció.
Existimos descendientes de tercera o cuarta generación, según
donde nacieron nuestros padres. Marietta tenía muy linda voz y
perteneció al coro de la Iglesia Catedral. Si bien todos sus hijos
varones empezaron a trabajar en el casino de Mar del Plata, dos
de ellos siguieron relacionados con la profesión de su padre. El tío
Armando era techista y el tío Raúl lustrador, como así también su
hijo mayor Ceferino.
Hay algo que identifica a mi nona Marietra: la lotería y las co-
midas italianas, pero principalmente la polenta a la mesa con es-
tofado de perdices. Perdices que cazaban mis tíos. Una vez por
mes íbamos a “visitar” a sus muertos al panteón de los italianos.
Mientras mi madre y ella arreglaban las flores, mi hermana y yo
jugábamos a la escondida entre las tumbas. ¡No éramos las únicas!
Mi primo Roberto averiguó que Gabbanelli, viene de “gabbiano”
(gaviota). Esto que les estoy contando son relatos de mi tío, de la
nona y de una tía de parte de los Luca, pero, principalmente, todo
lo fue investigando mi primo (Roberto Gabbanelli), hijo mayor de
Armando (hermano de mi madre). ¡Tengo lindos recuerdos de mi
viejita Marietta y de toda la familia!
148
Familia: LIBBI - FELIZIANI
Relata: José Alberto Kochur
149
a éste se encontraba la pescadería (sobre calle Alberti).
Sobre Santa Fe junto a la verdulería, se ingresaba a la casa
familiar; a la entrada había un Hall que daba a la pescadería por
detrás, y también una habitación que hacía las veces de Cámara
Congelador donde almacenaban el pescado que se iba a comprar
a diario a la Banquina con una pequeña camioneta. La propiedad
era grande y cómoda, y moderna para la época. Con un patio abier-
to en el centro a donde daban los dormitorios, el baño, la cocina y
el garage. El terreno formaba una L, y ocupaba un octavo de man-
zana. Allí en ese barrio crecieron los hermanos que fueron activos
participantes y asiduos concurrentes al Club Peñarol. De hecho,
Federico Libbi fue arquero del primer equipo de Fútbol del Club
que competía en la Liga Local.
La familia comenzó a agrandarse de a poco y los hermanos fue-
ron contrayendo matrimonio; el primero en casarse (1938) fue Fe-
derico Libbi con Manuela Sanjurjo Viqueira (nacida en Villa Ma-
yor, Galicia, España (1918-2000), de cuya unión nació Stella Libbi
(1948). Aunque inusual para la época, el primero en continuar la
familia aún sin casarse (lo hicieron en 1953) fue José Libbi (el
pequeño Giuseppe), que formó familia con Celina Nieves (oriunda
de Balcarce (1919-2003) y de cuya unión nacieron Emma Libbi
(1945) y Pedro Libbi (1947). Otra costumbre habitual fue poner a
los primeros nietos el nombre de los Nonos, costumbre que aún
se mantiene en mi familia. Ya que más adelante llegaremos a otra
pequeña Emma. Y por último el hermano menor Guido Libbi con-
trajo matrimonio con Alicia y de cuya unión nacieron Guido Libbi
(h) (1955) y Alejandro Libbi (1960). Los tres hermanos con sus
familias vivían cerca del hogar paterno, tal cual era habitual en la
época. Federico vivía en Avellaneda casi Alsina, y Guido en San-
tiago del Estero casi Garay. En el caso de José Libbi y su familia,
al comienzo vivían dentro del hogar paterno, ya que era amplio el
Nono Pietro edificó para ellos una habitación, baño y cocina, lugar
donde dieron sus primeros pasos Emma y Pedro Libbi. Luego ad-
quirieron su propia vivienda en la calle Roca entre Buenos Aires y
Entre Ríos. En el barrio también vivían otras familias oriundas de
San Benedetto, todos cerca del Club Peñarol.
La Nona Gemma Feliziani, eje central y núcleo de la familia Libbi
falleció en 1960. Pero dejó una huella profunda en sus nietos que
la recordaban con mucho amor, resaltando su carácter fuerte y
dominante, y la belleza y gran cultura que poseía. Ambos pudieron
150
regresar a Italia un par de veces (1950 y 1955 aprox). Pietro ya viu-
do, volvió a San Benedetto por última vez a mediados de la década
de 1960 para visitar a la familia, y para participar del matrimonio
de una sobrina. Pasó sus últimos años en casa de Federico (el hijo
mayor) y atendido por su nuera Manuela. Ya que antes de él, pre-
maturamente le tocó perder a dos de sus hijos: José Libbi falleció a
fines de 1971 y el menor Guido Libbi a principios de 1972, ambos
de causas naturales. Federico era el mayor y fue el más longevo, ya
que vivió hasta el año 1990.
La primera generación de los Libbi (Emma, Pedro, Stella, Guido
y Alejandro) hicieron sus estudios primarios en la escuela nº 5,
cerca del Club Peñarol y también en la nº 10 Manuel Belgrano, que
aún funciona en la calle Avellaneda y Entre Ríos. Aunque también
algunos años en la escuela nº 31 Sargento Cabral (España y San
Lorenzo), y los estudios secundarios en la escuela que funciona en
Santiago del estero y Avellaneda y otros en la Escuela Normal de
Mar del Plata.
El primero en agrandar la familia fue Pedro Libbi, que contrajo matrimonio
con Nidia Collman (oriunda de Dolores) y de cuya unión nacieron Gustavo Lib-
bi (1969) y Sergio Libbi (1970); así es como aparecía ya la segunda generación
nacida en Argentina. Pedro luego de algunos años formó otra familia en España,
a donde había ido por trabajo para una compañía naviera, allí conoció y se casó
(1980) con Purificación Villanueva (oriunda de Pontevedra, Galicia) y de cuya
unión nacieron Janet Libbi (1982) y Yovanna Libbi (1985). Se radicó en la ciudad
de Pontevedra, España. Sus últimos años trabajó como portero en el museo de esa
ciudad, pero por esas cosas de la vida falleció repentinamente en su ciudad (Mar
del Plata) cuando vino a visitar a su familia (1987).
La nieta mayor Emma Libbi, se dedicó a hacer cursos de costura y también de
mecanógrafa y taquígrafa, trabajó varios años para Nestlé como secretaria, hasta
que en 1974 decidió dedicarse a criar sus hijos (mellizos). En 1969 contrajo ma-
trimonio con Pablo Kochur, de cuya unión nacieron Maria Celia y José Alberto
Kochur Libbi (1971). Se divorció en 1985 y volvió a casarse en 1995, con Hector
Montero, fue ama de casa hasta que falleció en 2007, rodeada de sus hijos y nietas.
Stella Libbi obtuvo en 1966 una beca con American Field Service e hizo un
año de estudios secundarios en el estado de California. A su regreso a Mar del
Plata se recibió de Maestra en la Escuela Normal. Más tarde, ingresó en la Univer-
sidad Católica de Mar del Plata ya que ese año abrieron la carrera de Traducción
Pública de Inglés. Allí estudió un poco más de dos años, pero eran épocas delica-
das y la Universidad Católica comenzaba a tener muchos problemas. En octubre
de 1971, regresó a los Estados Unidos. Allí siguió su carrera educativa donde
151
obtuvo su título y luego un Master. Contrajo matrimonio en 1982 con José H.
Auday, nacido en Rio Negro Argentina, quien era un cirujano ortopedista con su
práctica en la ciudad de Filadelfia. Del fruto de esa unión nació Joseph Frederick
Auday Libbi (1984), que nació en Filadelphia (Pennsilvanya) en Estados Unido.
Stella no volvería a residir en Argentina, aún vive en Estados Unidos, actualmente
en Redondo Beach, California.
Guido ha sido artesano toda su vida, y Alejandro Libbi actualmente es retirado
de la Policía de la Provincia de Buenos Aires, aunque todavía cumple funciones.
Gustavo y Sergio Libbi, los bisnietos mayores de Gemma y Pietro, vivieron
su infancia en el mismo barrio. Y también hicieron sus estudios primarios en la
Escuela N°10. Gustavo contrajo matrimonio con Patricia Lorenzo, y de esa unión
nacieron Bárbara Libbi (1994) y Juan Martin Libbi (1996). Actualmente Sergio
trabaja para una empresa farmacéutica de Mar del Plata, y del matrimonio con
Andrea Arouxet nacieron Abril Libbi (2000), Agustin Libbi (2006) y Fabricio
Libbi (2010).
Maria Celia Kochur Libbi hizo sus estudios secundarios en la escuela Poli-
valente de Arte, ha trabajado en distintas ocupaciones y actualmente es ama de
casa, aunque ha procurado especializarse tomando cursos de Reiki, y temas rela-
cionados con el crecimiento espiritual. Formó pareja con Claudio Otero y de esa
unión nacieron Giovanna Otero Kochur (2002) y Franco Otero Kochur (2003).
Años más tarde volvió a formar pareja con Adolfo Martínez y de esta unión nació
Lorenzo Martínez Kochur (2008).
José Alberto Kochur Libbi hizo sus estudios secundarios en la Escuela Indus-
trial, y actualmente trabaja en Control de Calidad en una empresa de Mar del Plata
(Cabrales SA). Tuvo la oportunidad de trabajar en el mismo rubro en una empresa
de la Regione Marche (en Mattelica), ya que participó en 2002 de un Proyecto
organizado por Le Marche para descendientes. En ese mismo viaje sucedió el
reencuentro entre las dos partes de la Familia, ya que el mismo se había interrum-
pido por más de 30 años. Aprovechando que estaba cerca de la ciudad natal de su
abuelo, fue allí por un contacto del Municipio de San Benedetto del Tronto el Dr.
Luigi Cava, al cual había conocido en Mar del Plata con motivo de la ratificación
del hermanamiento entre las dos ciudades en 2002. Luego de algunas gestiones
pudo ubicar a su familia y reencontrarse con ellos, compartir anécdotas, fotos
antiguas e historias en común. Pasó unos días en “familia”, en casa de Silvano Li-
bbi (primo del bisabuelo Pietro) con su mujer Nunzia, sus hijos Franceso, Enrica
y Federico Libbi. Los encuentros se repetirían en 2003 y 2004, una experiencia
maravillosa y emocionante. Poder pasar unos días en San Benedetto, recorrer las
mismas calles y lugares donde había comenzado la historia y sentirse como “en
casa”. José contrajo matrimonio con Marcela Dopchiz y de esa unión nacieron
Lucía Kochur (2002), Emma Kochur (2006) y Sol Kochur (2008).
152
Otra columna de esta familia que está en Estados Unidos es Joe Auday Libbi
que terminó sus estudios secundarios en Harriton High School en Bryn Mawr,
Pennsylvania y sus estudios superiores en Penn State University también en Pen-
nsylvania. Sus estudios en ingeniería fueron una base para desarrollar su carrera
actual que son las finanzas. Joe hoy es el Associate V.P. de Steel Peak una compa-
ñía de Wealth Management en Beverly Hill, California y Vice Presidente & CEO
de REOP, un website de su creación.
Y la otra columna de la familia se encuentra en España, en
Pontevedra. Allí viven juntas Yovanna y Janet Libbi con su madre
Pury. Yovanna es enfermera al igual que su madre, y Janet se ha
formado en la Dirección de Empresas Turísticas y actualmente de
ocupa de dirigir una Agencia y Hoteles del rubro, en 2006 se con-
virtió en madre de Mayra.
153
Familia MAGI - MARCUCCI
Relata: Ana Marcucci
154
Italia donde falleció.
Cuando estábamos en Castelfidardo (lugar donde vivimos y na-
cimos en Italia), mi padre tocaba el acordeón, bailábamos y can-
tábamos todos los chicos con los grandes. Nos divertíamos mucho
junto a un papá alegre, entusiasta y lleno de vida. Trabajaba en la
empresa “Pablo Soprano”, donde se fabricaban acordeones, hasta
que renunció para emigrar a la Argentina. Mi papá no quería venir
a estas tierras, pero mi madre y abuela quisieron volver, porque
habían pasado por una Guerra Mundial por lo que no querían vol-
ver a pasar por situaciones similares.
Volviendo a retomar el momento de nuestra llegada a Mar del
Plata, nos fuimos a vivir en la calle 3 de febrero y Guido, casa de
Cesar Magi (hermano de Pedro). A los pocos meses nos mudamos
a una casa alquilada, ubicada en Funes y 11 de septiembre, barrio
Pompeya.
Fui a la Escuela N° 5, cerca de casa, de muy buen nivel. Luego
pasé a estudiar el Magisterio en la Escuela Normal Nacional, ubi-
cada donde ahora está la Biblioteca Pública Municipal. Tomé mi
primera comunión en la Iglesia Pompeya. Por su parte, mis herma-
nas Nella y Mimi se casaron en la Iglesia del Barrio (nueva Pompe-
ya). Elia se casó en la Iglesia San Francisco y yo en la Catedral con
Vincenzo Mario Bertino (lo llamábamos Enzo).
A Vincenzo lo conocí en los bailes que organizaba el CIM Centro
Italiano Marplatense. Un lugar de encuentro para los jóvenes de
la colectividad, íbamos a bailar jazz con la orquesta en vivo de Ar-
mando Blumetti y la típica con la cual se bailaba tango. Enzo era
originario de Acireale (Scicilia) y participaba de la comisión del CIM
junto a Dino Sabattini, uno de los fundadores del Club.
Cuando conocí a Enzo, él tenía 24 años y yo era muy joven, 16
años. Nos casamos al año siguiente de conocernos y tuvimos unos
hijos maravillosos: nuestras mellizas Ana y Sandra, Claudia y Pa-
blo. Enzo era muy ingenioso, inteligente y emprendedor: trabajaba
muchísimo haciendo y diseñando la primera máquina de corte del
Pan Lactal, llegando a ser un exitoso empresario. También realizó
los primeros guinches para pequeños barcos de pesca, luego los fa-
bricaría para los grandes barcos con marca “Noruega”. Actualmen-
te, nuestra marca “Bericar” es una industria local de envergadura
donde desarrollan la actividad mis hijos.
Mis nietos, Alejandro Fagiolini y Federico Fagiolini (sus abuelos
de Ascoli Piceno) son hijos de Ana y Alejandro Fagiolini; Claudia,
155
junto a Daniel Fernández, me dieron los siguientes nietos: Flo-
rencia Belén Fernández, Agustina Rocío Fernández; Mi hijo (Pablo
Bertino) se casó con Karina Mauri, y tuvieron a Delfina, Constanza
María y Anita Bertino.
En este momento, tengo mi taller de arte ubicado en la calle
Alvarado casi Buenos Aires. Allí disfruto de la pintura, de los cua-
dros y telas donde expreso mi arte. A diario tengo la compañía de
amigos que me visitan y comparten un cafecito junto a las imá-
genes que decoran el “Espacio de Arte”. El Comité de Cultura de
la Unione Regionale Marchgiana me ha distinguido con el honor
del diseño y pintura del Barco con el cual emigré. Será la TAPA de
dicho libro, donde se relatan más de 90 historias de vida de inmi-
grantes italianos.
Por otra parte, mi hermana (Nella) tuvo dos hijas (Silvana y
Adriana Sabatini); Mimi tuvo a Eduardo Haurié y Elia contrajo ma-
trimonio con Luis Campagna, del cual nació su hijo Julián.
Sentados,
Cesar Marcucci-
Gina Magi_
Parados,
María Elia
Nella, Anna
Marcucci
Mar del Plata
año 1980
156
Familia: MAGNANINI - GRASSI
Relata: Cristina Iriondo de Grassi
Recordando con el corazón
Corría el año 1945, Celeste regresa de la guerra, después de es-
tar alejado por cinco años de su país y sus seres queridos, decide
proponerle matrimonio a María, su amor de la adolescencia. Ella
acepta y en setiembre de ese año contraen matrimonio, proyectan-
do juntos una nueva vida llena de desafíos que los lleva a radicarse
en la ciudad de Mar del Plata, Argentina.
En 1951, nace su hijo Luis Juan y en 1953 Juan Vicente. Ellos ron-
daban sus jóvenes 30 años, y sus vidas eran benditas por sus hi-
jos. Estaban llenos de proyectos: familia, trabajo, amistades y
el sueño de construir su propia casa. Por aquellos años, Celeste
trabaja en la construcción, comienza a recibir diferentes propues-
tas de trabajo, haciendo departamentos, casas, refacciones, mien-
tras construía su propia casa.
En la década del 60 forma una sociedad con los señores Leo
Betti y José González alquilando el Hotel El Patio (Buenos Aires
2447) durante los años posteriores lo van refaccionando. Celes-
te compra la parte societaria y en 1969 adquiere toda la propie-
dad, con el nombre de Hotel Piemonte.
Mientras transcurrían estos años, Celeste y María, junto a sus
amigos marchigianos, que vivían aquí, solían reunirse en el Hotel
Pujol donde pasaban momentos amenos, contando anécdotas, bai-
lando y cantando sus típicas canciones. De alguna manera sentían
que traían a este lugar un pedacito de su querida tierra natal, Ita-
lia.
Pasaron los años, en la década del 70 sus hijos se casan, Luis
con Cristina Iriondo (quien escribe estas líneas) y Juan con Roxana
Huerta. La familia comienza a ser más grande y a vivir momentos
felices con la llegada de sus nietos: Pablo Luis, Gustavo Ángel, Ca-
rolina y Franco.
Celeste tenía un anhelo muy fuerte en su corazón, era la crea-
ción de un Club que representara a su amada Le Marche, en su
ciudad. Unido su proyecto al de otros marchigianos, en julio de
1976 fundan la “Unione Regionale Marchigiana” con el objeto de
157
desarrollar actividades sociales, recreativas, culturales y deporti-
vas. Y es en los años 80 cuando con mucho esfuerzo construyen el
salón para fiestas y la Villa recreativa. Teniendo el honor de ser du-
rante varios años su Presidente.
El apoyo y la presencia de su familia y amigos ayudaron a Celes-
te a superar la ausencia física de su inseparable compañera Ma-
ría. El carácter afectivo de Celeste, le permitió vivir, sus últimos años
con una nueva compañera Olimpia Marchi con quien compartió
muy felices momentos, persona que ya era querida amiga de la fa-
milia. María y Celeste fueron un ejemplo de trabajo, esfuerzo, dedi-
cación, honestidad y profundo amor por sus seres queridos y ami-
gos.
Deseo rescatar muy especialmente que el carácter siempre so-
lidario en todos los aspectos de Celeste, fue retribuido con gene-
rosidad y amplitud por familiares, amigos y compatriotas en los
momentos que le fueran necesarios, como finalizar el ambicio-
so proyecto del Hotel Cosmo.
Cada persona que transitó por mi vida ha dejado una huella en
ella. Celeste y María, también lo hicieron, señalándome la senda
de amor y respeto hacia los seres cercanos, como también a acep-
tar los duros momentos con que todos nosotros, tarde o temprano,
debemos enfrentar.
Asimismo, ellos reafirmaron las enseñanzas y principios de
trabajo, honestidad y lealtad inculcadas por mis queridos pa-
dres, Elida y Ricardo.
Para finalizar esta breve síntesis, deseo expresar que me siento
bendecida por Dios por haberme permitido ser parte en la vida de
seres tan especiales. Ellos me brindaron además de su amor el te-
soro invalorable de su ejemplo. ¡Gracias Celeste y María!
Celeste Grassi
Primer
presidente
d la Unione
Regionale
Marchigiana
158
Familia: MANETTA - GUERRA
Relata: Gabriela Manetta
159
paterna. La reunión familiar fue muy emotiva ya que su papá Vin-
cenzo (al que llamaban LILI y animaba las fiestas de los paisanos
con su acordeón tocando, aunque parecía dormido) y sus dos her-
manos mayores María y Giovanni, estaban aquí desde hacía siete
años (1923). Su mamá también había estado en Argentina. Ella
había viajado junto a su marido e hijos mayores y luego de varios
años volvió a buscar a los tres hijos que habían quedado al cuida-
do de unas tías allá en Italia. Hacía muchos años que la familia no
estaba toda reunida.
Para Luigi, su papá y sus hermanos mayores eran sólo recuer-
dos borrosos ya que contaba con sólo 3 años cuando la familia
se desmembró. Vincenzo trabajaba en las vías de tren, Maria era
casera y Juan era yesero. Era una familia muy trabajadora y muy
unida. Juan fundó una yesería que luego trabajó junto a Luigi,
María llegó a tener su propio restaurante “La colmena” (que fun-
cionaba en Independencia y Belgrano) y las hermanas más jóvenes
formaron su hogar y seguían el ejemplo de su madre. Todos los
hermanos se ayudaban.
Luigi fue siempre una persona de gran entusiasmo y talento y
como sus hermanos mayores, con una gran visión. El trabajo no lo
asustaba y estaba siempre listo para arremeter con nuevas tareas
y emprender nuevos rumbos. Trabajó como su hermano Giovanni
en la construcción y como yesero. Aprendió el oficio desde cero y
luego junto a él constituyeron una yesería dedicada a la venta de
materiales y la construcción de propiedad horizontal en Mar del
Plata y zona; que funciona aún hoy en nuestra ciudad y que lleva
en su honor el nombre de “LUIS MANETTA e HIJOS” (en este mo-
mento al comando de sus hijos como dice la razón social).
También fundó una cerámica que hacía murales, jarrones, ceni-
ceros, floreros, venecitas y cuanto elemento decorativo se pudiese
fabricar (de los cuales aún hoy se pueden encontrar murales en
edificios como el ubicado en Alberti y Sarmiento- hecho junto a un
socio Magnani- Manetta). Era un hombre muy emprendedor.
Luigi echó raíces en Argentina, país que amaba por sobre todas
las cosas y que siempre destacaba que debería estar mejor con
toda su extensión y su riqueza. Él adoptó a Argentina como su
hogar. No tenía acento italiano (ni una “traccia”) y se comunicaba
con todos en su perfecto castellano. Era como si hubiese borrado
su identidad.
En Mar del Plata, formó su familia y junto a su esposa Alba
160
Pozzi, también hija de italianos, tuvo a sus tres hijos: Rubén, Jor-
ge y Romina. Era un abuelo compinche y cariñoso con sus cinco
nietos (Gabriela, Cristian, Belén, Celeste y Pamela) los invitaba a
jugar al Bowling en el Club Argentinos del Sud del cual era uno de
sus fundadores y siempre los mimaba y daba los gustos. Era un
hombre muy generoso, humilde, bueno, siempre dispuesto a dar
una mano a quien lo necesitase.
Luigi disfrutaba de su vida argentina. Jamás quiso volver a Ita-
lia, ni volver a ver a su pueblo natal. Tal vez nostalgia, tal vez
tristeza. Sin embargo, en su Ford Fairlane tenía un sticker con el
emblema de Sant’Angelo in Vado (PU) su pueblo natal. Su pasado,
aunque escondido, estaba también presente en su nueva vida.
161
Familia: MANGANI - MEZZOLANI
Relata: Haydeé Emilia Mezzolani
162
nieto Santiago. Junto a mi marido (Alberto), mi compañero desde
hace cincuenta años de casados y cinco años de noviazgo, tuvimos
a Fabián, María Laura, María Isabel, y María Judith.
Fabián no tiene hijos.
María Laura tiene tres hijos: Guadalupe, Nicolás y Julián.
María Isabel (que está en el cielo) tuvo dos hijos: Joaquín y Or-
nella.
María Judith tuvo dos hijitas, que no están en este mundo. Se-
guramente, comparten otra vida, el cielo, junto a (mi hermanita)
su tía Teresa.
Los hijos y nietos forman parte “vital” del aire que respiramos.
Bueno, no voy a extenderme en detalles, sólo les contaré que Orso-
la y Doménico (Dodin), como así lo llamaba mamá, formaron una
hermosa y amorosa familia, que disfruté junto a mi hermano To-
más y mi hermanita Teresa. Siempre di las gracias por los valores y
enseñanza que ambos nos inculcaron. Nos ayudaron a ser adultos,
responsables, para así poder transitar la vida con alegría a pesar
de las tristezas.
Domenico Mezzolani y
Orsola Mangani. MdP año
1938
163
Familia: MARINANGELI - DA MAREN
Relata: Rosana Marinangeli
164
chistes, y todos los chicos se divertían con él. Bailaba la tarantella
como ninguno (no muy bien), y se divertía mucho. Se desvivía por
sus nietos, a los cuales les transmitió valores italianos que aún
ellos conservan con mucho cariño, como las canciones de cuna y
los platos típicos de Le Marche.
Falleció a los 89 años, rodeado de su familia, vecinos y amigos.
Y lo más importante, se fue en paz.
Familia Marinangeli
165
Familia: MECOZZI - CARUCCI
Relata: Aldo Mecozzi
166
rare da cameriere presso il bar dell’ippodromo porteño e contem-
poraneamente in alcuni noti ristoranti ed a l b e r g h i dell’epoca.
Intanto, nelle ore libere prendeva lezioni sulla riparazione e ins-
tallazione di impianti elettrici, che col tempo sarebbe diventata
una delle attività preferite. Come fecero tanti altri emigranti, anche
Pompeo aiutò i suoi genitori inviando in Italia delle rimesse».
«Nel ‘52 – proseguono – arrivò Irene, sua moglie, anche lei ori-
ginaria di Amandola. E quindi c’era bisogno di farsi la casa per
formare una famiglia. Proprio in quegli anni gli viene offerto il con-
tratto di lavoro per il montaggio degli impianti elettrici in un edi-
ficio di nove piani nella città di Mar del Plata, distante 400 km
della capitale argentina, dove questo tipo di opere si sviluppavano
velocemente. Fondò quindi la sua propria ditta P. Mecozzi & Cia,
senza abbandonare il suo primo mestiere a Buenos Aires. Ma poi
la grande espansione del settore edilizio lo ha spinto a trasferirsi
definitivamente nella fiorente città balneare insieme alla moglie e
ai sui due piccoli figli. E qui trovò tanti italiani, molti corregionali
con i quali fecce particolare amicizia».
«In poco tempo, Pompeo è riuscito a costruirsi la sua propria
abitazione in un quartiere caratteristico marplatense. I tempi era-
no favorevoli, il luogo meraviglioso, la vita in famiglia serena, ma la
piena felicità non c’era. La nostalgia per il paese natio, i genitori,
i fratelli, gli amici, era sempre presente nella mente e nel cuore di
Pompeo. D’altra parte, non dimenticava che aveva un impegno da
portare a compimento. Quindi, dopo tredici anni di assenza, fece il
suo primo rientro in Italia in compagnia della famiglia al comple-
to. L’incontro con i consanguinei fu emozionante ma soprattutto
gioioso. L’aria dei Sibillini, il profumo della terra bagnata, del fieno
appena tagliato, gli mancavano ed in ogni successivo ritorno al
paese, Pompeo provava un immenso piacere, la perfetta armonia,
«la somma felicità possibile dell’uomo» come disse tanto tempo fa
Giacomo Leopardi».
«All’inizio degli anni ‘60 – scrivono ancora da Mar del Plata – in-
traprese un’altra attività che abbracciò con notevole passione: la
gastronomia. Studioso entusiasta della cucina italiana in partico-
lare, apprese l’arte del buongustaio nel famoso ristorante dell’Hotel
Vita, che apparteneva ad una famiglia di marchigiani qui appro-
dati nel primo dopoguerra. Poi decise di farsi strada da solo nel
mestiere e quindi acquistò uno spazioso locale nelle vicinanze del
lungomare ed aprì una tavola calda «BellMar» che riscosse grande
167
successo nelle stagioni estive per un quarto di secolo. Nei lunghi
inverni marplatensi invece, si dedicò all’edilizia, tentativo pure che
gli è stato pienamente favorevole raggiungendo lo sviluppo d’un
piccolo quartiere nei dintorni della città».
«Pompeo era convinto che le nostre tradizioni, le nostre usanze,
i nostri valori più cari, potevano essere preservate e quindi tra-
mandate alle future generazioni purché ci sia la volontà ferma di
diffonderle e sostenerle. Ideali di vita – concludono – che ha saputo
onorare e trasmettere a tutti coloro che abbiamo avuto occasione
di conoscerlo ed apprezzarlo. Grazie Pompeo. Ti ricorderemo con
affetto. Riposa in pace».
Lazio Oggi (http://fedelazio.org)
Pompeo Mecozzi y su
esposa Irene Carucci
en El Rosedal (
Bs. As.)
168
Familia: MELIFFI - DURANTI
Relatores: Inés Tubello, Aldo Meliffi y Bibiana Meliffi
169
Los tres hijos se quedarían al cuidado de su tía Anetta Meliffi y la
abuela María Bettini. Allí recibieron todo el cariño y protección, no
obstante, ellos contaban que comían el pan que dejaban los solda-
dos que se retiraban, y estaba tan duro que lo dejaban un tiempo
en el agua del arroyo para que se ablandara y de esa manera poder
comerlo, cazaban pajaritos y hasta comían los frutos de los dife-
rentes árboles frutales que encontraban.
Mientras tanto, José y Teodolina realizaron diferentes trabajos:
cuidaban un chalet en la loma de Stella Maris con el propósito de
poder juntar dinero y traer a sus hijos que habían quedado en Ita-
lia, preocupados por una eminente Segunda Guerra Mundial. En
1930 nació el cuarto hijo Roberto Meliffi, quien tendría la empresa
de venta artículos para el hogar en calle San Luis y Juan B. Justo.
Recién en octubre de 1937, pudieron juntar el dinero para los pa-
sajes de sus hijos. De esta forma, Gina con 15 años, Renato con 12
y Aldo con 10 tomaron el barco para la Argentina. Dado que eran
menores de edad, pudieron viajar a cargo de un paisano que se
solidarizó con la situación. El viaje fue toda una experiencia para
ellos, donde se unía la alegría de encontrarse con sus padres, pero
también el miedo a lo desconocido, costumbres, idioma.
Ya todos juntos, la familia viviría en un chalet ubicado en Bolí-
var Nº1053 perteneciente a la familia del músico Alberto Williams.
Gina se dedicó a cuidar niños en el Hotel San Carlos, ubicado en
Castelli y Güemes, aunque con dificultad con el idioma. Pronto,
conocería a Carlos Tubello con el que se casó en 1941 y tuvieron 2
hijos (Inés y Carlos). Ines se casó con Jorge Cheringou con el cual
tuvo dos hijos (Esteban y Carla). Carlos Tubello tuvo a dos hermo-
sos hijos: Ariel y Cristian
Por su parte, Renato y Aldo continuaron sus estudios en la Es-
cuela Primaria N° 1 y, posteriormente, aprenderían el rubro de ga-
sista y plomería. En particular, el primero trabajó en la carpintería
“Tiribelli” y, más tarde, junto a su hermano desarrollarían múlti-
ples tareas en la construcción de casas, trabajos de obras sanita-
rias y gas durante toda su vida. Renato a los 18 años conocería
a Clara Venturini con la que se casaría un 22 de mayo de 1951:
de esta unión nacerían Norma y Bibiana. Más tarde, Bibiana se
casaría con Raúl Oscal Minjolou y tuvieron a Valeria y Natalia;
Norma se casó con Oscar Ferrari, quienes tuvieron tres hijos: Ma-
riano, Carolinay Florencia. Asimismo, Aldo se enlazaría con Nelsi
María Durosier el 12/05/1961, en la iglesia San José, y de esa
170
unión nació Aldo Luis (actualmente odontólogo).
En un principio, los tres hermanos tuvieron dificultades para
adaptarse a un nuevo país sobre todo por el idioma. Empero, Ar-
gentina les brindo numerosas posibilidades de progresar, integrar-
se y poder mirar un futuro mejor, superando todos los pesares
que vivieron en su infancia a consecuencia de la Guerra. De esta
forman, pudieron lograr todo lo que habían deseado: casa propia,
trabajo digno y una familia. Siempre estuvieron muy orgullosos
de sus orígenes y, a pesar de haber llegado con las manos vacías,
supieron construir su vida y amar a este país.
Nunca permanecieron desconectados con sus compatriotas ita-
lianos. Por ejemplo, en el año 1976 fueron socios fundadores de
la Unión Regional Marchigiana, junto a sus amigos que actuaron
como primer Presidente (Celeste Grassi) y Vicepresidente (Pompeo
Mecozzi), institución que tenía el fin de reunir emigrantes de aque-
lla región y sus descendientes residentes en la ciudad. El propósito
radicó en conservar, promover y difundir las tradiciones, costum-
bres y el folklore de “Las Marcas”. Es interesante resaltar que Gina
Meliffi fue nombrada socia vitalicia, a la edad de 92 años, en el año
2014 por la Unione Regionale Marchigiana.
171
oficio de escultor. Él pondría un taller frente al cementerio de la
Loma donde hacía grabados en mármol, esculturas por pedido,
punteados de placas, etc. A la vez, confeccionaba las carrozas, re-
presentando a la Unión Regional Marchigiana, que participaban de
los desfiles de inauguración de la temporada estival. Dentro de la
misma confeccionó un gran caracol de tierra que es el símbolo de
Urbania (“la lumaca”).
Aun hoy se puede apreciar un hermoso Escudo Nacional de la
República Argentina, tallado en piedra, en frente de las oficinas
de los silos que se encuentra a la salida del puerto. Otro igual fue
realizado para la ciudad de La Plata. También, fue condecorado por
la Asociación Italiana en Mar del Plata por ser excombatiente en
la Segunda Guerra Mundial y socio de la Unión Regionale Marchi-
giana. A partir del año 1971 se dedicaron al rubro de la hotelería.
Tenían el Hotel Urbania en Las Heras 2976, donde la familia se
reunía los sábados a comer “escachata, crostoli, fideos” y recordar
los tiempos pasados en su tierra natal.
La tía Annetta vivió hasta sus últimos días con el cariño de sus
sobrinos y sobrinos nietos. En cambio, Bruno volvió a su querida
Urbania en abril de 1995 y falleció en su “paese” en mayo de ese
mismo año. Justamente, era su deseo descansar en el cementerio
donde yacían sus seres queridos. A su sobrina Inés aún le acongoja
recordar su fuerte abrazo, su mirada húmeda, cuando se despidió
con un beso. Ahí se dio cuenta que era la despedida final, que no
volvería. Al tío Bruno siempre lo recordaremos como un ser alegre,
afectuoso, un enamorado de las cosas bellas.
Renato
Meliffi, Aldo
Meliffi,
Roberto
Meliffi, Carlos
Tubello,
José Meliffi,
Ines Tubello,
Teodolinda
Duranti y
Gina Meliffi
172
Familia: DISTEFANI - MINGARELLI
Relata: Gabriele Mingarelli
173
Desde hace doce años participo en la Asociación Famiglia Mar-
chigiana de Necochea, soy socio activo, ademas estoy en todo even-
to que tenga que ver con la colectividad italiana y hace unos cuan-
tos años participo en el coro “Italia Viva”, es una forma de recordar
mi Italia querida y sentirme bien, brindando mis experiencias.
Del barco tengo muchas anécdotas, una de ellas fue que venía-
mos mal y cuando llegamos al puerto de Buenos Aires se equivoca-
ron a la entrada y tuvimos que estar otro día más en el barco hasta
que suba la marea e ingresar nuevamente al puerto.
Otra historia que recuerdo es que cuando salíamos de traba-
jar de YPF, nos íbamos a la Boca a una cantina, a jugar al paso
inglés. En ese lugar conocí muchas personalidades importantes
como Quinquela Martin, Alfredo Gobi, el negro Brizuela Mendez,
entre otros.
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Familia: DEL BELLO - CASACCIA-MARCHIONI
Relata: Aída Agueda Mercedes Nuñez
175
se asoció con don Leocadio Paz. El gobierno de Posse tuvo una
serie de dificultades políticas agravadas por la epidemia de cólera
1886-1887”. (Juan Ramón Paz Posse, es un descendiente de este
grupo familiar)
Volviendo a mi historia, mi abuelo Amedeo decidió viajar e ins-
talarse en Tucumán y hacerse cargo de la cadena de producción
del trabajo en el Ingenio San Juan. Observó las dificultades en la
recolección, transporte, y trituración de la caña de azúcar; ante lo
cual decidió inventar un balancín. Ese balancín tenía la propiedad
de fijar y atar los fardos de cañas y permitía que no se dispersaran
las cañas de azúcar. Fue patentado con el nombre “Casaci”.
Amedeo se casó con mi abuela: Doña Jesús Macchioni en Pozo
del Alto, Departamento Cruz Alta, Banda del Río Sali, en la provin-
cia de Tucumán. Junto a ella tuvieron catorce hijos: nueve varones
y cinco mujeres. Todos nacidos en Tucumán.
Mi madre, fue la hija séptima, después de seis varones. Mi abue-
lo estaba embelesado con la llegada de su primer hija mujer, a la
que bautizaron con el nombre de Agueda Isolina Casacci.
Mis tíos mayores se llamaban: Juan, Domingo, Marcelo, Carlos,
Orlando y Ricardo y los menores eran Julio Cesar, Aida, Stella
Maris, Susana, Amadeo (que llamaban Angora) Víctor Manuel e
Isabel. En la fábrica de azúcar de caña, trabajaron tres hijos de mi
abuelo.
Mi abuela Jesús falleció a los 50 años, cuando mi mamá tendría
aproximadamente 35 años. Como mi abuelo había comprado casas
muy cerca una de otras, cuando muere su esposa decide regalarle
una casa para cada uno de sus hijos (es decir, tenía catorce pro-
piedades) que heredaron mis tíos y mi madre.
Recuerdo las hermosas fiestas que hacían en las casas de mis
familiares, al igual que las grandes mesas, la inmensa cocina llena
de hornallas y piletones.
Mi tío Orlando era amigo de un joven llamado Fernando Núñez.
Salían juntos, eran muy pícaros, gustaban de trasnochar y de salir
con amigas. (Fernando seria mi futuro padre).
Tanto el papá como la mamá de Fernando Núñez, fallecieron
cuando él, y sus hermanos eran pequeños. Murieron como causa
de la epidemia de cólera, desencadenada en Tucumán, quedando
los tres hermanitos a cargo de las madrinas de cada uno de ellos
Cada vez que llegaba Fernando a la casa de mis abuelos, miraba
con interés a mi madre (Agueda Isolina), enamorándose. Luego se
176
casaron y a posteriori de esa relación nací yo.
Mi madre gozaba de una muy buena posición económica, y mis
abuelos no querían que “noviara” con Fernando Núñez. Él siem-
pre fue trabajador y no empresario. Entre los empleos que tuvo
fue vendedor en Gath y Chaves. Yo lo recuerdo al igual que mis
hermanos, como un padre muy buen mozo; yo diría un joven her-
moso. Mis compañeras de escuela cuando él me venía a buscar a
la salida de la escuela, lo miraban admiradas de lo “buen mozo que
era”. Además, considero que era inteligente, adorablemente travie-
so, bueno, “comprador”, muy leído y también “un loco lindo”.
En una oportunidad, mi tío Orlando junto a mi padre Fernan-
do, instalan en común un bar, y para ello solicitan a mi madre la
escritura de la casa como garantía de ese proyecto. Con el tiempo
el emprendimiento fracasó y mi madre junto a nosotros tuvimos la
pena de perder la casa. A partir de ese momento alquilamos. Vi-
víamos con mis padres, junto a mis cuatro hermanos: Fernando,
Francisco, Mario y Maria Eugenia.
Yo, me casé y tengo dos hijos: Alberto Fernando y Luisa. Como
se ve el nombre Fernando esta en casi todas las generaciones. Mis
hijos son los bisnietos de Amedeo Eureolo, ese visionario que a
inicios del 1900 creó una súper familia y gestionó una empresa
reconocida.
Alberto tiene tres hijos: Fernando, María y Andrea. Luisa que
ahora vive en España tiene un niño llamado Tomás.
¡Aquella persona que era mi abuelo, y que ya no está, tendría,
si viviera, el placer de disfrutar a 62, de sus tataranietos! Aun vi-
ven en San Miguel de Tucumán dos tías abuelas, hermanas de mi
mamá: Aída y Polita.
Familia
Casaccia
Amadeo
Euriolo y
Sra. Jesús
Marchioni
Foto de la
familia en
Tucumán
177
Familia: PAGANINI - CAPPANNARI
Relata: Aquiles y Luisa Paganini
178
hijos varones, los mismos desarrollaron su actividad laboral en el
mismo ámbito que su padre.
Una anécdota simpática de nuestra madre: siendo ella una mu-
chacha de unos 18 años de edad aproximadamente, los hermanos
le regalaron una radio para su cumpleaños sin que su padre, supie-
ra nada. Al llegar del trabajo, la Nonna, le comentó: ¡“Se escuchan
voces de varones dentro de la habitación de tu hija”! Entonces,
para sorpresa del progenitor, ya con cierta predisposición al enojo,
al abrir la puerta y ver a la joven, escuchando la radio de manera
relajada, comenzó a reír todo el entorno familiar, quedando dicha
situación como un recuerdo imborrable.
Antes de seguir con el relato, podemos describir que nuestra
madre, se crio en un hogar, con amplias tradiciones italianas bien
arraigadas. Las pastas, la huerta, los animales y las bochas, eran
infaltables como pasatiempos de toda la familia, sobre todo los
fines de semana. En el barrio “Sargento Cabral”, lugar donde la
familia vivía, nuestro abuelo y tíos se encargaron de inaugurar la
primera cancha de bochas techada de toda la zona.
Pasado el tiempo, y al cumplir aproximadamente 25 años, co-
noce a un muchacho, alto, delgado, rubio y de ojos color celestes,
hijo de italianos genoveses, ¿su príncipe azul, acaso?, con el cual,
a posteriori, se casa en matrimonio. Fruto de dicho enlace con ese
joven, de profesión obrero ferroviario, nacen dos hijos, una mujer
y un varón, cronológicamente hablando.
Por razones de trabajo, nuestro padre, fue trasladado por el fe-
rrocarril, hacia la Ciudad de Buenos Aires mejorando las condicio-
nes de su carrera laboral. A partir de allí, Pía, ve como sus hijos se
casan y comienza tiempo más tarde a disfrutar de sus nietos. Ya
transcurrido algunos años más, y por razones de salud, nuestra
madre tuvo que emprender otra mudanza, pero ésta vez a la ciu-
dad de Mar del Plata, lugar donde residía su hija, que la ayudaría
hasta los últimos años de vida.
Y fue aquí en ésta región balnearia, donde se reencontró con sus
relaciones “marchigianas” que, desde antaño, no disfrutaba como
era de su gusto, ya que, Pía, era una persona muy sociable y ami-
gable. En el mes de abril del año 2002, y a los 85 años de edad,
fallece, terminando una historia acá en Mar del Plata, que había
comenzado en Italia en el año 1917 durante su nacimiento.
Pero a la Señora Pía Cappannari de Paganini, ama de casa de
profesión, la acompañaron hasta el final, su marido de 84 años
179
de edad, dos hijos casi sexagenarios, cuatro nietos, su yerno, su
nuera y las amistades que supo cosechar durante toda una vida de
grandes sacrificios.”
Pía Camppannari
Pasaporte 1926
180
Familia: PAIARDINI - FERRI
Relata: Domenico Paiardini
181
partía a domicilio (ahora se diría Delivery) los pedidos. El horario
de entrega se extendía desde las 7 horas hasta que terminaran en
la noche, con cada domicilio de la loma Stella Maris y Los Troncos.
En 1958 compartí durante tres temporadas veraniegas, con el
amigo Juan Gostoli, trabajos de construcción. Con él hicimos el
“Hotel Italia”. También trabajé con Angelo Lani y Jorge Tegli rea-
lizando obras. En verano me dedicaba de lleno a la actividad de
Hotelería junto a mi esposa.
Tuvimos dos hijos varones. Alberto, el mayor, es ingeniero elec-
trónico y me dio dos nietas: Agustina y Gabriela. Mario, el menor,
es arquitecto del cual tengo tres nietos: Micaela, Tiziano, Ismaela.
María Teresa
Guerra
y Domenico
Paiardini
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Familia: PAOLI - MARTINELLI
Relata: Paula Paoli y Carlos Paoli
183
se los bolsillos: - “Mucho, mucho curriculi-curriculi-curriculi-cu-
rriculicum pero.... nada en los bolsillos! ¡Algunas veces las reem-
plazaba por alguna otra sílaba!
Paula Paoli se casó con José Martinelli y tuvieron tres hijos:
Maximiliano, Silvia y Nicolás; Carlitos contrajo matrimonio con
Cristina Cilio y tiene cuatro hijos: Pablo, Carla, Martín y Fernando;
Raúl Paoli (Raulito) tiene en Argentina a sus cuatro hijos: Yohana,
Yanina, Darío, Leandro. Sus bisnietos son: Ludmila, Martina, Elisa
y Carolina. Próximamente llegará otro…
184
Familia: PAOLINI - CAPORALETTI
Relata: Natalio Caporaletti
185
de casa.
Con el paso de los años todos los hermanos fuimos formando
nuestra propia familia. Yo formé la mía junto a mi querida espo-
sa y compañera de vida: Angelina Licciarello; ella es originaria de
Sicilia, y en 1948 con 11 años, partió de Génova, en la nave Parti-
zanka, hacia estas tierras.
Mar del Plata se convirtió en un nuevo hogar, aquí nacieron
nuestros tres hijos: Gabriella, Orlanda y José Caporaletti, los cua-
les nos dieron la dicha de tener nueve nietos y poder disfrutarlos
a diario.
Ellos también participan activamente en la vida societaria de la
Unione Regionale Marchegiana, donde colaboran activamente, con
su trabajo y presencia.
Nunca olvidamos nuestras raíces y por eso, inculcamos a nues-
tros hijos y nietos la cultura de nuestra querida tierra.
Caporaletti 1946,
Porto Recanati (Italia).
Izq a der. Natalio (17
años), Ana Maria (14),
Roberto (19).
Abajo Nicola (7),
Geremia
186
Familia: PAOLINI - GUERRA
Relatora: Liliana Paolini
187
mi primo Alfredo, mientras mi papá trataba de conseguir un lugar
donde vivir en Mar del Plata. Un día Alfredo nos llevó al Zoológico
y, como no entendíamos el idioma que él hablaba, no le hacíamos
mucho caso, y un día él desesperado para hacerse entender nos
dijo “gim mas macua” (vamos para acá).
Conocer comidas o frutas diferentes de nuestra tierra, a veces
era un sufrimiento. Por ejemplo, la banana que todos los días me
daba mi tía: “mangia che ti fa bene”, para mí era un suplicio!!!
Recuerdo que mamá me contaba que ella, junto a su prima Lidia,
iban a Urbania y pasaban por el “poder”, chacra de los “Dormi”, ro-
baban uvas y verduras… las corrían y les gritaban… pero volvían.
Un día en el apuro se olvidaron un monederito, y los DORMI, Gino
o Giuseppe de “le cas nove”, vaya a saber quién de los dos (¡eran
tan parecidos!), no se lo querían devolver.
Primeramente, en Mar del Plata vivimos en Sarmiento y Alsina
como caseros, usando un espacio muy reducido del chalet (garaje,
baño y cocina) en calidad de préstamo. Empezamos a ir al colegio
Divino Rostro, ubicado en la calle Sarmiento y Almafuerte, dejan-
do a mi madre llorando y cuando volvíamos seguía llorando. Des-
pués, nos fuimos a vivir como caseros al chalet típico del barrio
Playa Grande (San Lorenzo y Alsina), que ocupaba ¾ de manaza.
Fue demolido durante el año 2015, para construir departamentos,
volviéndose a destruir parte de la identidad y el patrimonio histó-
rico de Mar del Plata.
En el chalet, mi papá y mi mamá hacían el jardín y la huerta
además de cuidarlo. De ésta, en más de una oportunidad, se envió
la producción a los dueños en Buenos Aires. No obstante, era tanto
lo que se cosechaba que nosotros comíamos también, sin depen-
der de la verdulería. Cabe destacar que, mi papá era contratista de
obra, y no tenía idea de cultivos ni la época de plantar o sembrar;
era común que les preguntara a sus amigos paisanos “contadinos”,
cómo y en qué forma se hacía cada cosa, verdaderamente tenía
una férrea voluntad.
Todos los años, en noviembre, en el día de los muertos (1º de
noviembre) era común ir al cementerio a ver a nuestros difuntos.
Recuerdo que una vez fuimos al cementerio de la loma y aprove-
chamos a visitar a una familia que hacía poco había llegado a la
Argentina y vivía enfrente del cementerio, en un primer piso, arriba
de las florerías. Era la familia de Giuseppe (Joseé) Dormi con su
Sra. y tres hijos.
188
Recuerdo que, no habiendo gas, cocinábamos con dos calenta-
dores “Primus” que funcionaban a Kerosene, en invierno lo hacía-
mos en la “cocina económica” a leña. Cuando terminé la escuela
primaria, le rogaba a mi papá que me enviara a Italia a cuidar a
mi adorada abuela: Stelinda. Yo lloraba que quería irme a vivir con
ella para cuidarla hasta que muriese, pero mi papá me decía - “si
vos te vas, no vuelves nunca más a la Argentina, y no quiero sepa-
rar a la familia”.
Más tarde, mi papá envió a llamar a su hermana, mi Tía Rosina,
que estaba casada con Alfredo Marchi. Luego, invitaría al hermano
de mi mamá, Ferdinando Guerra, y a su mujer, Olympia Marchi.
Finalmente, llamó a un sobrino (hijo de su hermana mayor) llama-
do Anselmo Paolini, quien se casó con Antonia Bergamaschi. A éste
le enseñó el oficio de “muratore” (albañil), porque mi papá era “muy
buen constructor”; levantó muchas casas y chalets en la zona Güe-
mes y la Antigua Terminal.
En ese chalet (como caseros) viví hasta los 20 años. Prontamen-
te, con solo 23 años me casé con Luis Carlos Binotto (Yiyi). Su
papá era de origen veneciano, y vino escapando de la Guerra en
Italia, con sólo 18 años mientras que su mamá, Catalina Vega, era
hija de españoles. Mi suegro fue mayordomo de la Estancia de los
“Bosch”: actualmente se ubica el campo de recreo y deportivo de
los Hermanos Maristas.
Tuve dos hijos: Claudio Luis y Pablo Javier. El mayor se casó
con Elizabeth Falaschini, y me dieron dos nietos: Nicolás, que ac-
tualmente tiene 23 años y estudia Ingeniería; y Matías de 19 años,
que estudia periodismo en Buenos Aires. ¡Estoy casi segura que se
dedicará al periodismo deportivo!
Lamentablemente, enviudé a los 41 años (mi marido tenía mi
edad). Cuidé y crié a mis hijos. Cuando Claudio contrajo matri-
monio, tuve la “fortuna” de que me llamara María de los Ángeles
Liberatti a trabajar como vendedora. Actualmente, estoy desem-
peñando esa función medio turno, lo que me ha permitido tener
una mejor calidad de vida para mí y mi familia. Por ello le estaré
eternamente agradecida.
189
Luigi Paolini- Rosina, Marisa, Gertrudis Guerra y Liliana
(1948) IL Peglio
190
Familia: PELLEGRINI - LANI
Relata: Franca Lani
191
taba con solo dos años y medio. Fuimos a vivir un mes a la casa
de mi tío Leopoldo que era de Sant’Angelo in Vado, casado con Ma-
rianna Silvestrini con dos hijos varones. Un día recuerdo que me
quedé encerrada en el baño detrás de una puerta enrejada. Aún
recuerdo como gritaba desesperadamente, ¡era recién llegada!
Luego fuimos a vivir como caseros a un chalet ubicado en Alvear
entre Falucho y Gascón, en una casa de al lado había una casera
italiana y quería hablar conmigo porque le daba placer escuchar-
me hablar en italiano. La señora propietaria de la casa, una señora
mayor, me llevaba al Teatro Auditorium, a ver espectáculos de Eva
Perón, clásicos de esa época.
Mi papá entró a trabajar en Obras Sanitarias de la Nación, y
además desarrollaba actividades como jardinero. Se trasladaba en
bicicleta, recorriendo grandes distancias.
Las primeras cartas de y hacia Italia tardaban un mes. Las espe-
rábamos con ilusión. Y fue así, por esa vía, como comunicamos el
embarazo y nacimiento de mi hermano en 1951, quien se llamaría
Argentino Juan (en honor a la Argentina) y luego conocido como
“Tino” Lani. En ese mismo año llegaron mis dos primos hermanos:
Vincenzo Lani y Arnaldo Lani.
Mi madre trabajaba en domicilios lavando ropa de la gente que
venía a veranear (no había lavarropas) y me decía que en 1952,
cuando falleció Eva Perón, mientras se enteraba de esa noticia,
lavaba la ropa y lloraba añorando su familia y querida Italia. Mien-
tras tanto yo debía cuidar a mi hermano. Mamá me dejaba en la
casa de una vecina la cual nos ponía una manta en el césped.
Posteriormente fuimos a vivir a Matheu y Alvear, al chalet del
señor Bottoli y Corona. Estos venían solamente para veranear. Fe-
lizmente con ellos paseaba, me llevaban a Playa Grande, a ver Ba-
llet y actividades artísticas. Un día, como mi hermano de 6 años
se aburría, jugaba con muchas monedas que tenía en los bolsillos
y, al caérseles en el teatro, fue tal el ruido y la dispersión que la
señora Corona no nos llevó nunca más al teatro. Ella era muy soli-
daria, con su máquina de coser hacia baberos, ropita para la Casa
Cuna. Nos relataba como dejaban a los bebés en una puerta que
tenía transferencia.
Con el tiempo nos hicimos nuestra casa en el barrio “El Mono-
lito” (año 1960). Teníamos un amplio terreno donde se plantaban
ciruelos: blancos y rojos, muchas flores y una hermosa quinta.
Tampoco faltaban los pollos y las gallinas. Al poco tiempo de dis-
192
frutar de casa, mi padre con tan solo 51 años falleció. Mi mamá
vistió de luto estricto por el lapso de un año. Cada año, el día de los
muertos en noviembre, se iba a misa, se vestía de negro y cubrían
un cajón (simbólico) con un manto negro y una cruz morada junto
a grandes velones.
Tuvimos una buena educación basada en el respeto y el amor.
Fui a la escuela de monjas “Divino Rostro”. Con ellas íbamos al
cine en colectivo, recuerdo la línea General Belgrano que pasaba
por la calle de ripio, Tucumán y Almafuerte a cuatro cuadras.
Mi mamá regresó a Italia después de 22 años.
La diversión cuanto aun estaba mi papá, era juntarse en mi casa
o en casa de otros italianos a jugar a las cartas a la bestia, murra,
bríscala.
En 1968, con 22 años me casé con José Luis Oyanto. Con el que
comparto el feliz día a día hasta la fecha. Mi hermano Tino se casó
con Amalia Leonor Alí. Ellos actualmente viven en Sant’Angelo in
Vado. Tuvieron en Argentina dos hijos: Romina y Gabriel Lani. Mis
sobrinos son muy queridos y mimados por mi marido y por mí. Ac-
tualmente, Romina está en Mar del Plata, junto a su marido, y eso
me permite disfrutarla y tenerla muy cerca nuestro.
Pietro Lani-
María Pellegrini
y sus hijos
Franca y
Argentino
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Familia: PERSICCHINI - DARIOZZI
Relata: Anna María Gatti
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Familia: BARTOLACCI - GATTI
Relata: Anna María Gatti
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Familia: PESALLACCIA - BECCERICA
Relata: Norma Beccerica
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IN GUERRA
Direzione Storico–Statistica - Ufficio Estero e Rimpatri – Sezione
Caduti in Stati Europei
Indirizzo Postale: Via XX Settembre 123/a - 00187 R O M A
Posta elettronica: onorcaduti@onorcaduti.difesa.it
Posta elettronica certificata: onorcaduti@postacert.difesa.it
Pdc: Ass. Amm. Manuela Ceccantoni - tel. 0647354289
Allegati: 2
Oggetto: Soldato BECCERICA Augusto, nato a Pausula (MC) il
16.08.1879.
Prat. C.G.O.C.G. n. 140297.
Alla Signora Norma BECCERICA
Mar del Plata Bs As ARGENTINA
e-mail: nbeccerica@gmail.com
*********************************
Rife. e-mail del 17.07.2013
*********************************
1. In esito a quanto chiesto con la e-mail in riferimento, Le co-
munico che, agli atti di questo Commissariato Generale, il Soldato
BECCERICA Augusto, già effettivo al 262° Reggimento Fanteria,
risulta deceduto il 22 novembre 1918 in prigionia ed è attualmente
sepolto nel Cimitero Militare Italiano d’Onore di Colonia (Germa-
nia), riquadro 6, tomba n. 101.
2. Le Spoglie dei Caduti per la Patria costituiscono un prezioso
patrimonio spirituale nazionale. È per tale motivo che lo Stato ita-
liano cura e segue le sepolture dei Resti mortali in appositi Sacrari
o Cimiteri Militari monumentali, in Italia ed all’estero, ove sono
solennemente custoditi ed onorati.
3. Nella certezza di fare cosa gradita, Le invio, in allegato, copia
della pagina dell’Albo d’Oro della Regione Marche ove, tra gli altri, è
ricordato il Suo Congiunto e copia di una scheda
notizie riguardante il Cimitero di Colonia.
4. In calce alla presente sono elencati alcuni
Enti a cui rivolgersi per chiedere documentazio-
ne di eventuale Suo interesse.
Con i sentimenti della massima comprensio-
ne.
IL COMMISSARIO GENERALE
(Gen. D. CC. Silvio GHISELLI)
197
Familia: PISPILLI - BOCCIO
Relata: Mary Boccio
198
Otelo Boccio Sant Elpidio a mare Año 1970
199
Familia: PREGO - BRUNORI
Relata: Héctor Brunori
200
Ancona, capital de la región.
Inmediatamente, mi esposa Alicia y yo nos comunicamos tele-
fónicamente con ellos. No fue fácil ya que ninguno de nosotros
hablábamos italiano en ese momento, pero las ganas por hacer-
nos entender pudieron más y en sucesivas llamadas nos ayudaron
nuestros amigos del alma, la familia Balsamo, y logramos esta-
blecer un buen vínculo a la distancia. Estos amigos nuestros, en
octubre de 1985, viajaron a Italia, y a nuestro pedido fueron a
conocerlos entablando una muy buena relación.
Uno de los motivos por los cuales mi señora comenzó a estudiar
italiano fue el de poder comunicarnos mejor con esa parte de la
familia recién descubierta.
Año tras año nos manteníamos informados de todas las nove-
dades por carta o por teléfono hasta que, en el 2005, Alicia y yo,
pudimos viajar por primera vez a Italia. Nuestro encuentro muy
emotivo, fue en la estación de trenes de Ancona. A pesar de no sa-
ber bien cómo éramos físicamente bastaron pocos segundos para
reconocernos (solo contábamos con una foto muy vieja de ellos).
Pasamos unos días maravillosos en la casa natal de mi abuelo y
recién ahí pude reconstruir parte de su historia.
Por María nos enteramos de casi todos los detalles de su veni-
da y cómo mi bisabuela todas las mañanas de ese año posterior a
su partida salía de su casa para ver si su hijo volvía. Cuando mi
abuelo se casó en Mar del Plata, envió la foto que les adjunto con la
dedicatoria a su madre. Esa foto estaba colgada en la sala principal
de la casa de María.
Yo jamás había visto una foto de mi abuelo. En las charlas que
mantuvimos nos cuenta que tres años más tarde de llegar Venanzo
a la Argentina, decidió viajar también Esuperanzio (papá de María)
con apenas 16 años. Trabajaron juntos tan solo dos años porque
Esuperanzio se enfermó y su hermano mayor decidió que regresara
a Italia. Así lo hizo y mantuvieron una relación epistolar hasta poco
antes que mi abuelo fallezca.
A partir de ahí dejó de tener noticias de la Argentina, pero empe-
zó a inculcarles a sus hijos que intentaran por todos los medios de
saber dónde y cómo estábamos los descendientes de Venanzo. Ma-
ría fue muy tenaz y es la que le hace el encargo al sacerdote Anni-
bale Urbani, cuando se entera que viaja a la Argentina. En ambas
visitas ella no dejaba de preguntarnos por nuestra tierra, nuestra
pampa, el mate, todo lo que le había relatado su padre.
201
Volvimos a juntarnos en el año 2013 y otra vez un montón de
anécdotas que enriquecieron aún más nuestro vínculo. Todavía
hay muchas preguntas que nos hacemos respecto a la llegada de
mi abuelo a la Argentina. A pesar de ello lo maravilloso de esta his-
toria es el haber podido recuperar una parte de la familia que no
sabíamos que existía.
Hector
Venanzo
Brunori
Virginia Prego
de Cingoli
(Macerata)
1911
202
Familia: SABATTINI - MONTAGNA
Relata: Basilio Montagna y sus hijas (Laura y Cristina)
203
Familia: SCHIAVONI - BONCI
Relata: Gianfilippo Bonci
204
S. A.”
A mi padre le gustaba la música, tenía nostalgias y extrañaba
las canzonetas italianas. También a mí me gustaba la música en-
tonces deciden enviarme a estudiar y aprender a tocar el acordeón
a piano. A los 19 años egresé como profesor, con muy buenas
notas. ¡No se imaginan como estaba mi viejo! ¡Orgullo y emoción!
A los 18 años conseguí trabajo en otra ferretería y aserradero,
cuyos dueños eran paisanos italianos “Tiribelli Hnos S. A”. Trabajé
con ellos durante 25 años. Disfruté del trabajo de carpintería. Es
allí donde conocí algunos marchigianos, que al saber que era de la
misma región, me atraparon, para integrar la comisión.
Me casé muy joven. Mi hogar formado, se vio alegrado con el na-
cimiento de tres hijas: Alejandra, Jorgelina y María Fernanda. La
familia siguió creciendo sumándose tres yernos y cinco nietos (dos
varones y tres niñas). Muy tempranamente y con solo 49 años en-
viudé. Después de un tiempo rearmé mi vida volviéndome a casar
con Teresa.
Siempre participé en la vida institucional, como integrante de la
comisión de la Unione Regionale Marchigiana, fundada por Celeste
Grassi y otros inmigrantes italianos visionarios y luchadores. Ocu-
pé varios cargos, el de tesorero lo desarrollé hasta mediados del
año 2015. Actualmente ocupo el cargo de Presidente de la URM.
Siento mucho orgullo por haber sido honrado con esa distinción
y oportunidad de realizar una actividad con proyección de futuro.
Guglielmina
Schiavoni,
año 1945 y
Guido Bonci
(año 1943)
205
Familia: SERPENTINI - ROMERO
Relata: Josefina Romero y sus hijas Gladys y Flavia Serpentini
206
me consentía. A mis 11 años intentó enseñarme a manejar su
‘Gordini’. Tengo que reconocer que mucha, mucha paciencia no te-
nía, era… un poco cascarrabias. También tengo que reconocer que
no tenía rencor y en cinco minutos se le pasaba todo.
Un ser maravilloso. Con un corazón realmente de oro y solidario
como pocos. Recuerdo que cuando me casé, me fui a vivir a la ciu-
dad de La Plata y ellos venían una vez por mes aproximadamente.
¿Y qué hacía mi papa? Iba a la feria y me traía de todo, absoluta-
mente de todo… Recuerdo que hasta me traía rabanitos (que nunca
me gustaron). ¡Había pasado la guerra en Italia y, por ende, había
sufrido hambre! No podía ver las heladeras medias vacías y me
compraba para verla llena. Lo mismo pasaba con los nietos. ¡Todo
les quería dar!
Por último, les quiero contar que amó mucho a su suegra como a
su mamá. Fue tan grande su amor por ella, que siempre pidió que
el día que no estuviera quería estar cerca de ella. Ese pedido lo hici-
mos realidad el año pasado, ya que llevamos sus restos a La Rioja,
donde está mi abuela materna, ya que ella es oriunda de ahí. Tengo
el orgullo de decir que Aristarco Serpentini fue un gran padre y siem-
pre me lleno de satisfacción cuando alguien me habla de él.
Relata Flavia: me pidieron que escriba sobre mi padre... Un ser
encantador, gracioso y, sobre todo, muy generoso. Salir a pasear
junto a él era volver con bolsas de regalos. Le encantaba recibir
visitas y compartir ricas comidas. Siempre atento, que no faltara
nada. Tal vez al haber estado en la guerra necesitaba que no faltara
nada. Fuimos muy dichosas mi hermana y yo de tener un padre tan
maravilloso. Muchos son los recuerdos de él y todos son muy lindos.
Sus nietas lo amaron y lo disfrutaron hasta sus últimos días. Estoy
eternamente agradecida por lo feliz que fui junto a él.
Aristarco
Serpentini
y Josefina
Romero (1999)
207
Familia: SERRIONI - RECCHIONI
Relata: Attilio Recchioni
208
gemelo era el Buena Esperanza). Salió lleno de pasajeros rumbo
a Barcelona. Otro barco alemán, que había bajado a sus pasaje-
ros, también los ubicaron en nuestro barco, habilitando bodegas y
cualquier parte de la nave. Desde allí viajamos hacinados.
Pasando el estrecho de Gibraltar, se nos puso a la par un bar-
co de guerra alemán. La tripulación indicó a todos los pasajeros
ponerse chalecos salvavidas. La gente asustada, gritaba, era un
tumulto difícil de contener. El capitán hizo miles de señas y con
banderas en alfabeto Morse logró evitar que nos destruyan con los
cañones dirigidos hacia nosotros.
Logramos seguir de viaje y al poco tiempo nos siguió un barco
francés. Nos paró, subieron a bordo y nos hicieron colocar todos
los pasaportes sobre la escotilla. Por suerte pudimos seguir viaje,
comíamos muy poco porque las raciones eran minúsculas ya que
lo que se había cargado para unos cientos de pasajeros se debía
repartir entre el doble de viajeros. Por suerte nuestro padre había
traído embutidos que le había dado un amigo, y lo comíamos en el
camarote.
En Santos y Río de Janeiro el barco fue pintado con todas ban-
deras españolas, para evitar conflictos en el mar. Cabe recordar
que España era un país neutral en la contienda bélica.
Yo con mis doce años viajaba en el barco con mis padres y con
mis hermanos mellizos Giuseppe y Adela, que tenían 16 años.
Cuando llegamos el 29 de noviembre de 1939, nos esperaba un
amigo de mi papá que nos había alquilado una habitación, coci-
na y baño (letrina) para 3 personas. No sabía que éramos cinco.
Vivíamos en Dock Sud. Mi madre lloraba todos los días, no podía
creer adonde habíamos llegado, ¡dormíamos sobre chinches!! No
había desinfectantes capaces de eliminarlas. Una vez por semana,
venía un señor con un soplete y sopleteaba los tirantes de metal de
nuestras camas. Mamá extrañaba lo dejado en Italia, familia y una
casa de cuatro pisos.
El puerto de Buenos Aires en esa época, estaba paralizado, no
entraban ni salían barcos. Finalizada la guerra, el puerto quedó
lleno de barcos abandonados unos 60 aproximadamente: italianos,
franceses, alemanes, rusos. La tripulación vivía en el Hotel de In-
migrantes. Perón llamó a los dueños de esas naves para que ense-
ñen el manejo de las mismas, con lo cual se formó la Flota Mercan-
te del Estado. Mi papá trabajo en uno de esos barcos llamado “Rio
Paraná”. Como sabía hablar inglés (por haber vivido en Estados
209
Unidos) le hicieron un uniforme haciéndolo pasar por capitán. Con
el tiempo yo también trabajé en ese buque.
Cuando trabajé en el Barco “Río Luján”, hacía un recorrido espe-
cial por Puerto San Julián, Río Gallegos y Santa Cruz. Cargábamos
en las cámaras frigoríficas “capones” transportando los mismos en
una oportunidad hasta Letonia.
Hice muchos viajes a España. Italia, Estados Unidos y muchos
otros países. Un viaje especial fue cuando transportábamos pezu-
ñas y huesos de caballo. Al pasar por el Ecuador los mismos fer-
mentaron eliminando gusanos y olor nauseabundo. La carga tenía
como destino final, Holanda. Ese producto los holandeses lo vol-
carían sobre las zonas que habían quedado inundadas de aguas
saladas y ese fertilizante les permitiría recuperar las tierras anega-
das. (Quiero recordarles que Holanda durante la 2da Guerra Mun-
dial había abierto todas las compuertas destruyendo e inundando
tierras cultivables, para que no pasaran los alemanes).
Mi padre con el tiempo, trabajó como encargado de una de las
pizzerías pertenecientes a la cadena “Tunín de la Boca”, ubicada en
la zona de la Chacarita, a unas dos cuadras del Cementerio.
Estudié en un colegio católico. Era boy scout. Los curas me ha-
bían elegido junto a otros compañeritos como mejor alumno, y
como premio nos llevaron a conocer Mar del Plata. Por eso, mi pri-
mer contacto con el mar y esta ciudad, fue a los 12 años. Armamos
nuestras carpas cerca de la Torre del Agua. Un temporal de lluvia
y viento desarmó todas las tiendas, y tuvimos que alojarnos en una
casa vacía de una señora viuda que se la había ofrecido a los cu-
ras. Recorrimos el puerto, el faro, las playas, la Sierra y Laguna de
los Padres. Pero a la noche, debíamos rezar el rosario por el alma
del señor que había dejado viuda a nuestra benefactora. Un día
llegaron a la puerta dos mujeres ofreciéndose para lavar la ropa.
Una de ellas hablaba el italiano como el de mi región. Le pregunté
de dónde era y me responde: de “San Giorgio” ¡cuán grande fue mi
sorpresa! Pertenecía a la familia Propersi.
Trabajé alternando entre estaciones de servicio, ser chofer de
colectivos hasta desempeñar tareas en el Yacht Club Argentino.
Teniendo conocimiento del auge en la pesca del tiburón en Mar
del Plata, decidimos viajar y probar suerte con mi padre y mi her-
mano. No nos fue bien, y decidí regresar a Buenos Aires. Me em-
barqué en la flota mercante, viajando por Bélgica, Alemania, pos-
teriormente Norteamérica y Rusia, realizando esta actividad como
210
marino por unos 15 años, también de contramaestre y según nece-
sidad, como fogonero. Cerca de 1950 regresé a Mar del Plata para
instalarme definitivamente.
Me llaman el “Hombre de Mar”, Zorba, o también “Popeye”, tengo
amplia experiencia en los barcos a vela (me enoja cuando me dicen
“abuelo”). A mis 91 años, recibí un premio del Club Náutico de Mar
del Plata, trabajé allí desde 1970 prestando servicios a remo pri-
mero y luego como control del puente. En la cabina que conecta el
Club con la playa se descubrió una plaqueta muy especial, como
reconocimiento y como testimonio de mi paso por esa entidad.
Simultáneamente a mi trabajo en el mar, conseguí trabajo en
el Hospital Regional desde las 22 hs hasta las 6 de la madrugada.
Para luego ir al Náutico de 12 a 20 hs, llevando a la gente; repa-
rando las averías de los botes de madera, pintarlos y prepararlos
para el verano.
Actualmente, todos los socios del club tienen su propio barco
de plástico, yo soy el único que sigo con los de madera: “Titanic”
y “Cristóforo”. Todas las mañanas no dejo de salir en bicicleta y
llegarme hasta el Club. En cada año, represento a Neptuno, el rey
del mar, en la tradicional semana del Yacht. Me gusta acompañar
y llevar a los chicos y jóvenes del Club que comienzan a forjar vín-
culos con el mar.
Volví a Italia unas tres veces. La primera vez con permiso del
capitán llegué solo a Puerto San Giorgio, llevando café, azúcar, pa-
quetes de cigarrillos, los cuales desaparecieron en el acto. Las dos
veces siguientes, viajé acompañado de mi esposa actual: Susana
Álvarez. La última vez, en el año 2000, me resultó muy difícil que-
darme, ya que no tenía a mis amigos y viejos parientes.
Mi primera esposa fue Clelia Gasparini oriunda de Olivos, con
la cual tuve dos hijos Roberto y Clelia. Mi segunda esposa Brigida
Castaño, murió muy joven, con ella tuve a Sergio que trabaja en
Mar del Plata y Alejandro que vive en Estados Unidos. Tengo dos
nietas mellizas: Juliana y Florencia. Mi hijo Roberto casado con
Alicia Wilches, me ha dado dos nietos Mauricio y Alina.
211
Familia Recchioni
212
Familia: TARDIOLI - LUCA
Relata: María Inés Luca
213
lianas a pesar de haberse casado con una española. Tuvieron tres
hijos: Ema, Norma y María Inés quien relata esta historia. Actual-
mente, viven otros descendientes en Capital Federal y en Mar del
Plata, hemos llegado a la cuarta generación.
214
Familia: TEGLI - GIAMPAOLI
Relata: Cayetano Mario Giampaoli
215
Entre los que habían perdido la vida estaba el soldado que había
ido en su lugar. Cuando me lo relataba se le caían las lágrimas.
Mi madre vivía en un pueblo llamado Lamoli. Allí tenían una
casa de dos pisos ubicada cerca del río y del puente que separaba
el pueblo de la campiña. En pleno invierno, cuando llegaron los
alemanes y considerando que esa casa era un punto estratégico de
vigilancia, decidieron demolerla totalmente. Mi madre junto a fa-
miliares y otros damnificados escaparon de esta situación y de los
alemanes. Decidieron escaparse y esconderse en el bosque, entre
la foresta. Huyeron con muy pocas cosas, casi nada. Escaseaba la
comida, escarbaban debajo de la nieve juntando raíces y hierbas
para poder ponerlas en la olla comunitaria y así poder comer y to-
mar algo calentito.
Mis padres llegaron a Mar del Plata como tantos inmigrantes,
buscando tranquilidad y trabajo en una tierra tan prometedora.
Tuvieron el Hotel San Lorenzo, ubicado cerca de la Estación Ter-
minal, calle Alsina entre Alberti y Rawson. Lorenzo, mi padre, fa-
alleció en junio de 1995 y mi madre al poco tiempo, en febrero de
1997.
Dar a conocer las historias de nuestras raíces, a nuestros des-
cendientes, es acercar mediante la escritura lo relatado en forma
verbal por mis padres. Se los dedico a mis hijos: Matías y Alejandro
como también a mis nietos: Rodrigo, Martina, Milagros, Victoria y
Aioros.
216
Familia: TICCI - BRANDINELLI
Relata: Norma Marta Brandinelli
217
Familia: UBALDI - AGOSTINI
Relata: Mario Ubaldi
218
en otro establecimiento biológico y eso hace a la prosperidad del
prójimo.
Mario, mi otro hijo, está casado con Samuela, también italiana y
trabaja donde se elabora el Prosciuto di Parma (jamón de Parma).
En ese establecimiento se producen 2500 jamones por día.
Luigi era amante de las costumbres italianas tanto de la música
como de la comida acompañada de una reunión familiar. Habla-
ban el dialecto marchigiano en nuestra casa. Una de mis hijas Pao-
la, estaba en el “Balletto Marchigiano” y una de mis nietas Katia ha
desfilado el traje Marchigiano en diversas oportunidades.
Luigi cuando trabajaba de jardinero iba en bicicleta de Caseros a
Devoto cuatro veces por día. ¡Hizo seis casas con su trabajo!
Cuando cumplieron las bodas de Oro la familia completa estuvo
con ellos.
Luigi tuvo una salud muy buena trabajando hasta el último día,
pero al verla enferma a su compañera tuvo un ACV que lo postró,
siendo siempre atendido por los suyos. Vino a veranear a Mar del
Plata con su muy buen humor y alegraba las reuniones familiares.
Falleció a la edad de 83 años en Caseros y su señora, mi madre
Gina, falleció a los 79 años.
Siempre decía “guarda, che nessuno dica niente di i miei nipo-
tini che sono Ubaldi” (ojo, que nadie diga nada de mis nietos que
son Ubaldi) y completaba diciendo “quando la gente dicono Ubaldi,
basta!!!!” (como diciendo que el apellido era suficiente).
Marcelo, mi hijo mayor, trabajó siendo un adolescente con Luigi,
su “nonno” (abuelo). El tiempo hizo que después de haber trabaja-
do siempre con negocio, decidiera volver a sus orígenes haciendo
jardines en Mar del Plata.
Una hermana de Luigi, Doménica, cuyo apodo es Menca, hoy de
94 años, vive en Pesaro. Ella va las 6 cuadras largas que la separan
de la playa en bicicleta y cuando hace mucho calor con una mano
lleva el manubrio y con la otra tiene una sombrilla.
Siempre que pude colaboré en las fiestas de los marchigianos.
Recuerdo las que se hacían en el Hotel Hurlinghan. Mi trabajo está
en la parrilla.
219
De izq. a derecha: Mario Ubaldi con Michela, Vittoria y
Nazareno (hermano) con sus padres. Capital Federal 1952
220
Familia: VIRGINI - MAGI
Relata: Alejandra Magi, de Necochea
"infanzia"
221
il cielo era sempre stellato,
i giardini tutti fioriti.
Mis abuelos nacieron en Castelfidardo Crocette y todos los años
se juntan en ese lugar a festejar “le fiere” que se realiza todos los
años en el mes de setiembre. Los primos de mi papá, que actual-
mente viven allá, me lo cuentan y disfrutan de la misma. Muchas
personas que se han ido del pueblo, por razones de trabajo o por
otros motivos, para esa fecha regresan y se juntan para festejar
con un gran almuerzo.
Hay un padre, ya muy mayor que se llama "don Alberto Piggini",
que fue un gran promotor de estos eventos y como los familiares
del sacerdote tienen una gran imprenta, le realizaban las impresio-
nes de sus libros. En esa oportunidad, armaron un libro con todas
las familias “delle crocette” y allí se puede disfrutar de la poesía de
mi abuela.”
Enzo y
Sauro Magi
Castelfidardo
(1954)
222
Historias de vida de emigrantes de
223
Familia: BARONE - SORTINO
Relata: María Nieves Catalina Sortino
224
inmigrantes, trabajaron a destajo, sin medir esfuerzos. El alimento
consistía en habas: mañana, tarde y noche.
Después de mucho sacrificio llegaron a Mendoza, pero todavía
restaba traer a Vicente y a Francisco: después de un tiempo viaja-
rían por separado. Cuando lograron estar todos juntos, la alegría
fue inmensa. En ese tiempo, hacían cualquier cosa con la que se
podía ganar dinero como ir a las viñas a cosechar. Pudieron com-
prar un terreno, que dividieron en 7 partes para cada uno de los
hijos. Cada uno se casó y tuvieron numerosos hijos (todavía con-
servamos la unidad entre los primos).
La visita de los tíos era motivo de algarabía y reuniones familia-
res, sobre todo en Navidad y Año Nuevo. La música italiana ocupa-
ba un lugar muy importante, cantábamos todos y los tíos tocaban
el violín, la mandolina y el acordeón, sin tener demasiada experien-
cia musical. Otros festejos importantes eran San Juan, San Pedro
y San Pablo con grandes fogatas y bailes donde participábamos
todos…
Mi abuela realizó una gran tarea de evangelización y nos llevaba
a las procesiones. Mientras que mi padre solía realizar antorchas
artesanales para todos y cultivábamos flores blancas para llevar a
María. Así crecimos con humildad y con gran fortaleza.
Papá nunca demostró entusiasmo por volver a Italia (sabía que
era casi imposible hacerlo). Pero un día decidimos aunar esfuer-
zos con mis hermanos y ayudarlos a realizar su primer viaje a su
soñada tierra: fue un viaje maravilloso e inolvidable por el gran
reencuentro con su familia.
Cuando el Cayeta (como le dicen sus nietos y bisnietos) cumplió
90 años le hicimos un homenaje. La Madre Teresa de Calcuta es-
cribió que los pequeños o grandes homenajes debemos hacerlo en
vida de las personas. Justamente, con mi esposo nos animamos a
escribir algunas razones por lo cual debemos agradecerle:
225
Porque siempre perdonas en el silencio del alma.
Porque compartiste con tus nietos jornadas de pesca y le prepa-
rabas la ensalada con los frutos de la tierra que cultivabas.
Porque amas a los niños y jóvenes y te sabes hacer uno con ellos
en las pequeñas cosas.
Porque tu sonrisa y tu bondad te hicieron ganar muchos corazo-
nes para acercarte a Dios.
Porque no te gustaba mucho el fútbol, pero sos capaz de ver dos
o tres partidos cuando alguien necesita compañía.
Porque llegaste a un canal de televisión, para acompañar a tu
nieta en sus proyectos.
Porque acudiste a trabajar siempre en las casas de tus hijos,
nietos y vecinos, con esfuerzo, voluntad y alegría.
Porque siempre te esmeras en dejar tu presencia con la obra de
tus manos.
Porque tenes límites y defectos, pero sabemos que el camino de
la santidad es posible cuando se ama inmensamente.
La abuela coloca
la mano sobre el
papá de Ma Nieves
Catalina Sortino
(Italia 1926)
226
Familia: BUFACCHI - POMPILI
Relata: Pedro Bufacchi
227
mucho más fuerte que la anterior. A partir de aquí enfermé y se
dio la casualidad que en el camerino del médico conocí a un mari-
nero y a un oficial timonel, ambos conocían a papá, quien también
había sido marinero. Esto me hizo mejorar mi salud porque tuve
buena atención médica y mejor comida. Además, ellos me llevaron
a conocer todo el navío y muchas veces estuve con el oficial timonel
en su cabina (pido perdón por no recordar los nombres).
Nueva escala en Las Palmas (Isla Gran Canaria-España) donde
se repusieron provisiones y otras cosas necesarias para la travesía
del Océano Atlántico. No recuerdo si desembarcaron y embarcaron
pasajeros.
Al cruzar el Ecuador, de norte a sur, a la media tarde, se con-
formó una fiesta con la presencia del Capitán y tripulación que
terminó al amanecer del día siguiente.
Al llegar frente a la costa de la Isla Santa Catarina (Brasil) nues-
tro barco debió estacionarse por desperfectos en las máquinas im-
pulsoras. Esto duró aproximadamente un día y medio, tiempo que
aprovechó parte de la tripulación para pescar tiburones y otras
especies grandes, no delfines. Fue la primera vez que había visto
esas especies, aún vivos sobre la cubierta. Eso sirvió para la pre-
paración de nuevos platos culinarios.
Continúa el viaje y frente a Río Grande (Brasil) tuvimos casi todo
el día lluvia. Cabe destacar que desde el Estrecho de Gibraltar has-
ta aquí fueron días muy lindos, con buen clima y el mar calmo
avistándose variedades de peces, entre los que se destacaban los
delfines, fieles seguidores nuestros.
Al ingresar al Río de la Plata nos llama la atención el color del
agua, tan distinto del mar. El oficial timonel me aclara que ese co-
lor viene desde el norte de Argentina, por el arrastre de sedimentos
por dos ríos, especialmente por el Paraná. También me informa
que el barco-faro que es guía de todo navío que ingresa al Río de
la Plata, anteriormente de llamaba “Amabilitas” de la Marina Mer-
cante Italiana. Había sido el navío en cual papá trabajaba que se
quedó en Bahía Blanca en 1940, bloqueado por la Armada Inglesa
durante la 2° Guerra Mundial.
También nuestro barco se cruzó con otros, entre ellos algunos
de bandera argentina, como el “Río de la Plata”, “Salta”, “Tucu-
mán” y “Río Tunuyán”; hubo emoción cuando se saludaban con
sus fuertes bocinas. Tiempo después en el puerto, a esas naves las
pude volver a verlas y/o visitarlas, porque papá trabajaba en ellas,
228
perteneciente a los equipos de reparación de la Flota Mercante del
Estado, luego llamada ELMA (Empresa Líneas Marítimas Argenti-
nas) donde llegó a jubilarse.
Cabe destacar que, debido a las buenas condiciones climáticas
durante el viaje, los emigrantes siempre se reunían en cubierta
para conversar, cantar, bailar y contar historias, todo con referen-
cia a los distintos pueblos y ciudades de donde procedían. Al mis-
mo tiempo todos estaban esperanzados mirando al futuro y que en
el nuevo destino los recibieran cordialmente.
Por fin, el día 8 abril de 1949, a las 17,30 hs., el “Buenos Ai-
res” perteneciente a la Cía. Marítima Dodero S.A., amarraba en el
Puerto de Buenos Aires. En Argentina gobernaba el General Juan
Domingo Perón, tal como se visualizaba en los carteles entonces
existentes en la zona de embarque/desembarque.
Al desembarcar nos estaba esperando mi padre, ya en Argentina
desde 1940, quien nos recibió e ingresamos en Migraciones. Ese
día se hizo muy largo con los trámites de ingreso al país, por lo que
tuvimos alojamiento en el Hotel de Inmigrantes (hoy Museo) porque
recién en la mañana siguiente terminamos nuestra documentación
y pudimos acompañar a papá hasta nuestro nuevo domicilio. Los
cuatro tuvimos que reacomodarnos a vivir en familia después de 9
años de separación, 2° Guerra Mundial por medio.
Nuestro nuevo domicilio fue French 34, Avellaneda, Pcia. de Bs.
As., por un día y luego en el barrio de Barracas en la calle Luján,
no recuerdo el N°, pero era frente al Riachuelo y al Frigorífico La
Negra, en la orilla de enfrente. Hubo otros domicilios, pero esa es
otra historia.
En cuanto a la familia, los mayores fallecieron. Mi hermana Ana
María se casó con otro connacional: Tuvieron 2 hijos: Claudio y
Patricia, quienes les dejaron 8 nietos. En cuanto a mí, completé
los estudios primarios con especial énfasis en hablar y escribir
muy bien el español. Luego terminé los estudios secundarios y ter-
ciarios. Me desempeñé durante más de 50 años en 16 empresas,
siendo las principales General Motors Argentina S.A., Volkswagen
Argentina S.A., Assist Card International, S.A. y Supermercados
Tanti, S.A.
Hoy jubilado, casado, con 2 hijos y 6 nietos, estoy con mi espo-
sa, radicado en Mar del Plata donde participo en asociaciones ita-
lianas, como así también en audiciones de radio, colaborando en
transmitir a los jóvenes descendientes de italianos la cultura y la
229
obra que sus mayores trajeron a esta enorme y maravillosa tierra
que, particularmente, he podido conocer -por mi trabajo- desde La
Quiaca a Ushuaia y desde casi toda la Cordillera de Los Andes al
Litoral y a la costa marítima. (Actualizado respecto del entregado
a Migraciones Bs. As.)
230
Nel 1956 avevo entrato nella General Motors Argentina SA, (1º
lavoro, durante 22 anni); qui ho conosciuto mia moglie che è di-
scendente d`italiani (Agnone, Provincia di Isernia, Molise) e ci sia-
mo sposati nel 1962.
Nel 1970 ho finito gli studi terziari (Ragionieria). Abbiamo due
figli, Daniel nel 1966 (é professionale nelle istallazioni p/trasmis-
sioni satellitali e teléfoni cellulari) e Marcelo en 1970 (é avvocato
ed ha lavorato e lavora come assessore in diverse aree governative
argentine). Ambidue figli sono sposati: Marcelo con Marcela Iellimo
(discendente di padre calabrese), con un figlio (Gabriel Alessan-
dro), e Daniel con Laura Sanchez (unica “straniera”), genitori dei
primi 4 nipoti (Fernando, Luciano, Mariana e Antonella).
Con il mio impiego, tanto nella General Motors (22 anni), come
nella Volkswagen (4 anni), tra altre imprese (17 in totale) ho cono-
sciuto quasi tutto questo paese da Ushuaia (Terra del Fuoco) alla
Quebrada de Humahuaca (Gola di Humahuaca-Provincia di Jujuy)
e dalle Ande al mare; questo é per come ho potuto circondarmi di
affetti famigliari, di lavoro e di amici, sono un innamorato dell’Ar-
gentina, mi sento un “criollo” in piú, della quale conosco economie
e tradizioni regionali, le popolazioni di diverse colectivitá autoctone
e straniere (molte di loro di origine italiano).
Conformiamo una famiglia che rispetta le tradizioni argentine e
italiane, tutti con cittadinanza italiana e della Comunitá Europea
includendo nuore e nipoti.
Da molti anni che conosciamo Mar del Plata (dal 1964). Da Di-
cembre 1970 sempre presenti nella stagione estiva. Da quando mi
sono pensionato nel 2003 (Rosa é pensionata da prima) poco a
poco abbiamo assaporato questa cittá, dove adesso risiediamo e,
crediamo, di avere incontrato il nostro posto nel mondo. Peró, non
possiamo perdere di vista al resto della famiglia che abita, lavora
e studia a Buenos Aires e dintorni; per questo abbiamo l'obbligo
morale di riunirci diverse volte all'anno.
Che faccio a Mar del Plata? L’estate la passo con mia moglie, i
miei figli nuore, consuoceri, nipoti, amici. Tutti conformiamo la
“Famiglia Unita”. Sono un riconoscente della gente di questa cittá,
la cui mi ha permesso participare delle diverse societá italiane, dal
Centro Laziale Marplatense, la Famiglia Laziali Uniti, Le associa-
zioni dell’Umbria (Protesoriere), Mafaldesa e Molisana, del Friuli,
della Emilia-Romagna, delle Marche, del Molise, ecc. Devo dire che
il Centro Laziale Marplatense e la Regione Lazio, nel 2005, mi han-
231
no permesso ritornare in Italia (dopo 56 anni) e rivedere, tra altre
cose, la mia cittá nativa, e in essa, la mia prima casa, la parrocchia
dove mi battezzarono e la scuola dove fece le elementari.
Pure, nel 2005, il Consiglio Deliberativo di Mar del Plata mi ha
distinto per i miei piú di 50’anni in Argentina e lo stesso ha fatto
l’Istituto Istórico Italiano. Nel 2015 il Consolato Italiano di Mar del
Plata mi ha permesso contribuire ad essere uno in piú nel Comita-
to nelle elezioni del Co.Mi.Tes.
Ho partecipato nella radio FM99.1, Ciudad, nelle audizioni “Sen-
ti Molise”, in omaggio a mia moglie ed a suo padre (di Agnone, Pro-
vincia di Isernia,Molise) e “Umbria, Cuore Verde d’Ítalia”, in omag-
gio a mia madre (di Orvieto, Provincia de Terni).
Racconto storie, curiositá, gastronomia, storia generale anti-
ca e moderna dell’Italia, sulle sue regioni ed i suoi abitanti, storia
della musica, della opera, del jazz, descrivo sui paesaggi regionali,
etc. sempre sull’Italia e la sua cultura.
Dal 2013 formo parte del “Coro Celeste Grassi” della Unione Re-
gionale Marchigiana di Mar del Plata, anche un'altra associazione
che mi permette mantenere in alto tutto quello che ho ricevuto da
bambino: La Cultura Italiana. Dal 31-10-2015 partecipo nel pro-
gramma “Antenna Italiana” nella FM96.5, con una “colonna” sugli
origini e attualitá della musica, musicisti, cantanti, ecc. di ogni re-
gione d’Italia (abbiamo giá passato Emilia-Romagna, Valle d’Aosta,
Vaticano, Puglia e Trentino-Alto Adige).
Nel 2015 siamo ritornati in Italia a conoscere Calabria, La Cos-
tiera Amalfitana, Sicilia, Agnone e Dintorni (Molise), Firenze e Na-
poli e rivedere Roma e Cittá del Vaticano.
Pasaporte 1948
Pietro Bufacchi,
Pompili, y ANNA
Maria Bufacchi
232
Familia: DE CRESCENZO - BALSAMO
Relatora: Carmela Balsamo
233
por iglesia para el 26 de abril (que en ese año se festejaba la Pas-
quetta), las mujeres y los niños debieron abandonar la isla el día
anterior, es decir el domingo de Pascua, por orden del Almirante
Luigi Mascherpa, comandante de la misma.
La foto tomada por mi abuelo muestra el momento en que partía
hacia Rodas, la lancha que transportaba a mi abuela materna con
sus hijos y de allí con aviones de combate, las familias de los mi-
litares fueron llevadas a Italia. Los uniformados que aparecen en
la foto (entre ellos mi padre) se estaban despidiendo de los suyos
ya que debieron permanecer defendiendo la isla. ¿Defenderla de
quién?
Después de la rendición del Reino de Italia, las islas se convirtie-
ron brevemente en un campo de batalla entre fuerzas alemanas e
italianas. Firmado el armisticio en septiembre de 1943, Mascherpa
ofreció una tenaz resistencia de 53 días a sus ex –aliados alemanes
en la denominada Batalla de Leros. Pero al quedarse sin provisio-
nes y abastecimiento, los alemanes prevalecieron ocupando la isla,
fusilando a docenas de oficiales y soldados italianos. Los super-
vivientes (entre ellos mi padre y mi nonno) fueron enviados a los
campos de concentración en Alemania. Allí permanecieron hasta
la finalización de la guerra, aunque en lugares distintos por lo cual
su regreso a Italia fue también en distintas fechas y desconociendo
cada uno el paradero del otro. Mi abuelo, debido a una hemorragia
gástrica fue hospitalizado y regresó a Italia apenas terminada la
guerra. En cambio, mi padre fue uno de los últimos en volver a tal
punto que mi madre creyó que había muerto.
En cuanto al Comandante Mascherpa fue también capturado
y transferido a un campo de concentración. Más tarde, entregado
a la República Social Italiana, encarcelado en Verona y después
en Parma en espera del juicio. Esta última cárcel fue asaltada por
un grupo de partigianos con el objeto de liberar a varios detenidos
políticos, pero Mascherpa se negó a huir. Finalmente, a pedido de
Mussolini, fue condenado a muerte por alta traición y fusilado el
24 de mayo de 1944.
Mi padre, después de haber pasado dos años como prisionero de
guerra, regresó a Nápoles donde vivían sus hermanos mayores con
sus respectivas familias. Allí comenzó a buscar a mi madre. En la
Marina le informaron que la familia De Crescenzo se había transfe-
rido al puerto de Taranto (Puglia). Cuando pudo localizarlos, reini-
ció la relación con ella y en mayo de 1947 se volvieron a casar por
234
civil y por iglesia. Al año nací yo, en Nápoles.
Debido a que las condiciones en Italia, como resultado de la gue-
rra, eran muy difíciles de sobrellevar, mi padre decidió retirarse de
la Marina y emprender una vida más tranquila fuera de su país. Le
ofrecieron ir a América: entre Estados Unidos, Venezuela y Argen-
tina, decidió probar suerte en esta última nación.
Partió de Génova solo, según consta en su pasaporte, el 14 de
marzo de 1949 en el buque Philippa, llegando a Buenos Aires el 8
de abril del mismo año. Allí se alojó en un hotel donde había varios
inmigrantes italianos y comenzó a trabajar en el oficio de electricis-
ta que había aprendido en la Marina. Como no le sentaba bien el
clima de Buenos Aires, y además lo estafaron no pagándole traba-
jos realizados, tomó la decisión de regresar a Italia. Pero antes de
concretarla, llegó al hotel donde se alojaba don Luis Varese, inmi-
grante italiano de fines del siglo XIX, quien buscaba personal para
su prestigioso Hotel Centenario, ubicado en Playa de los Ingleses
de Mar del Plata, sobre lo que es hoy el Paseo Jesús de Galindez y
Playa Varese.
Y así mi papá llegó a Mar del Plata, para trabajar en dicho hotel
al principio sólo en la temporada de octubre a mayo. Era el en-
cargado de las compras de mercaderías que necesitaban los chefs
para cocinar. Luego también se desempeñó como casero del hotel
cuando el mismo cerraba durante el invierno. Mar del Plata y su
trabajo tan cerca del mar era algo que a mi papá le daba mucha
tranquilidad y veía un futuro en esta ciudad. Por ello decidió ha-
cer el “atto di chiamata” a fin de que mamá y yo viniéramos a la
Argentina a emprender una nueva etapa. Así llegamos al puerto de
Buenos Aires el 16 de abril de 1950 en el Conte Grande, un año
después que papá. Yo tenía apenas dos años. Nuestra llegada fue
accidentada pues nos derivaron al Hospital Muñiz debido a una
epidemia de varicela desatada entre los niños del barco. Por suerte
y gracias a mi pronta mejoría, a los pocos días los tres pudimos al
fin reunirnos y viajar a Mar del Plata.
En la década del 90’, cuando coincidimos como docentes y com-
pañeros de trabajo con el Profesor de Filosofía Blas Aurelio Primo
Aprile (para muchos, Elio), en una de las tantas charlas hechas
durante los recreos, nos sorprendimos descubriendo que había-
mos llegado a Buenos Aires, en la misma fecha y en el mismo barco
siendo él un bebé de alrededor de un año. Aprile, como muchos
saben, llegó a ser intendente electo de nuestra ciudad, en 1995.
235
Mis padres siempre siguieron manteniendo vínculos muy estre-
chos con sus respectivas familias, las cuales son muy numerosas.
Tuvieron la oportunidad de viajar y visitarlos más de una vez. Tam-
bién algunos de ellos han venido a la Argentina. A pesar de que mis
padres ya fallecieron, continúo sosteniendo una fuerte relación con
la mayoría. Afortunadamente, la tecnología me permite mantener
una comunicación muy fluida con algunos tíos y muchos primos
e hijos de primos que están en distintas regiones de Italia y en In-
glaterra.
En Argentina y en particular en Mar del Plata, mis padres tuvie-
ron trabajo, paz y muchos amigos, por lo que siempre estuvieron
agradecidos de haber llegado a estas tierras. Escribir estas líneas
ha removido muchas cosas del pasado, algunas dolorosas y otras
alegres como es la vida misma. Sin embargo, lo hice como un ho-
menaje y una manera de agradecerles la educación y el amor que
siempre me brindaron.
Filomena De Crescenzo
Carmela Liliana Balsamo
236
Familia: FIGHETTI - BARBIERI
Relatan: Norma y Maria Inés Fighetti
237
nal se había transformado: la quinta de adelante era un local y dos
departamentos, y nuestra casa estaba atrás.
En un nuevo emprendimiento y junto a la familia Gallo, alquila-
ron por la temporada la emblemática esquina de Las Heras y Bou-
levard Marítimo. Temporadas de oro de Mar del Plata.
Luego de la temporada en Mar del Plata, en invierno partía a
Termas de Rio Hondo con otro negocio. Junto a Arturo Borassi,
frente al Casino abrieron el famoso “Punto y Banca” conocido por
esos pagos como el bar de “Los Tanos”. Un par de años después y
siempre junto a Borassi compraron el “Edén Rock” icono de aque-
lla época de oro de Mar del Plata.
Los inviernos en Mar del Plata nos encontraban junto a mamá,
recordamos hasta el olor de las tardecitas en que llegábamos a
casa y mamá nos esperaba en la cocina con la maicena calentita en
los platos hondos y escuchábamos la novela en la radio. Octubre
era una fiesta porque llegaba papá luego de muchos meses.
Si bien mamá iba en las vacaciones a verlo, no podíamos ir las
tres, entonces nos quedábamos en Buenos Aires con nuestros
abuelos maternos y nuestra tía.
De nuestra niñez nos quedan hermosos recuerdos: los bailes del
Pujol al que mamá nos llevaba, ver a los grandes bailando y noso-
tros corriendo por ese salón enorme. Una imagen siempre nos que-
dó reflejada, la que creímos siempre que era Vera Dormi bailando
y luego supimos era Lea Dormi, su hermana, con un hermoso ves-
tido de moda girando al compás de la música.
Y los años fueron pasando. Papá dejo el negocio en Termas,
(iban solo de vacaciones), vendió sus otros negocios y edificó de-
partamentos.
En el año 1970 preparamos todos los bártulos y partimos los
cuatro a Italia. Papá y mamá llevaban todo preparado para comen-
zar algún negocio, una semana después de llegar nos dijo, chicas,
guarden todo lo de trabajo y saquen lo de pasear, aquí no hay lugar
para buenos negocios.
En una pequeña recorrida se dio cuenta que sus amigos estaban
igual como los dejara, el aquí pudo “hacer la América” y ahora sus
amigos estaban aquí. Así fue como por casi seis meses recorrimos
Italia los cuatro juntos.
Volvimos a Argentina y con mamá pensamos que papá se que-
daría un poco más tranquilo, pero fue un error. Compró la esquina
de Falucho y Lamadrid, que estaba destruida y luego de un año de
238
reformas allí se instaló el restaurante ALFIO. Era de verdad más
allá que un laburante, un visionario. Luego de unos años de oro,
con toda la familia trabajando y con ambas ya casadas, vendió el
mítico Alfio y se retiró de la actividad gastronómica.
Vivieron sus últimos años junto a nosotras y nuestros esposos
acompañándonos en todos los emprendimientos comerciales que
iniciamos.
Siempre estuvieron firmes junto a nosotros, mamá nos apuntaló
en nuestra infancia, cuando papá estaba lejos, ayudándonos con
nuestra tarea, vistiéndonos como reinas. Salíamos a pasear con la
tía Anita (Ana Parato, casada con Albino Fighetti). Con nuestros
primos Raúl y José Luis, caminando, (éramos muchos no había
plata para el colectivo), la Plaza Colon era Disney para nosotros.
La ruleta de la vida nos dio dos seres maravillosos que nos deja-
ron no solo lo material sino grandes valores: el trabajo, la amistad,
la dignidad, pero sobre todas las cosas, el ser buenas personas.
Las dos formamos nuestras familias. Tratamos de darles los mis-
mos valores a nuestros hijos.
La vida nos dio regalos que nos llenan el corazón y el alma, papá
y mamá, nuestros hijos y ahora nuestros nietos.
Un círculo de amigos maravillosos dentro de la Unión Regional
Marchigiana. Y aquí terminamos con el cuentito, pequeña historia
de nuestra familia.
Luigi Fighetti
Bianca Barbieri
Mar del Plata (1998)
239
Familia: GANCITANO - CALANDRINO
Relata: Ana Calandrino
Giovanna
Gancitano
Carmela
Gancitano
Italia
(1950)
240
Familia: GAZZO - SANTORO
Relata: Francesco Giuseppe Santoro
242
Familia LA TORRE - GALLI
Relata: Vilma Celestina Galli
243
Guillermo y Miguel Fernando. Mis nietos: Lucía, María, Ana, Fede-
rico, Josefina, Eliseo y Marcos Torre. La esposa de Willy es Mariel
Divita y de Fernando, Marcela Gonzales.
Ésta hija, vio y sufrió al ver a su padre con esos días de tristeza y
melancolía, que solo se superan, siempre, con esfuerzo y dignidad.
Y digo: “gracias por ser hija, nieta y bisnieta de emigrados”
Mi poesía: “Reflexión”
Que dejó? Todo!
Que encontró? Mucho!
Que sufrió? La distancia!
Que disfrutó? La familia!
Cuanta nostalgia!
Cuanta pasión!
Cuanta tristeza!
Cuanta alegría!!
Queridas Patrias MIAS!!! Italia: Grazie!! y Argentina: Gra-
cias!!
Matrimonio Aristidi
Galli y Elizabeth La
Torre
244
Familia: SALERNO - CAPUCCIO
Relator: Giuseppe Salerno
245
Familia: MATTERA - CIGLIANO
Relata: Liliana Marta Cigliano
246
Indice
Nota del Console d`Italia Dott. Marcello Curci.......................... 5
Prólogo.................................................................................... 7
Introducción............................................................................ 9
Familia: ANCONETANI - BERTINI............................................ 15
Familia: ANTONIUCCI - PASCUCCI.......................................... 17
Familia: ANTONIUCCI - SPADONI............................................ 20
Familia: ANTONIUCCI - TURCHI.............................................. 24
Familia: AZCUNE - ANTONIUCCI ............................................ 27
Familia: BAGGIARINI - PAOLI.................................................. 29
Familia: BAGGIARINI - PASSERI.............................................. 33
Familia: BALDUCCI - PRUSSIANI............................................. 34
Familia: BARBONI - PETRECCA............................................... 38
Familia: BARTOLUCCI - CANUTTI............................................ 40
Familia: BATTAZZI - SCHEGGIA.............................................. 42
Familia: BECCERICA - D`ONOFRIO......................................... 45
Familia: BERGAMASCHI - PAOLINI.......................................... 48
Familia: BERTINI - CIACCI...................................................... 49
Familia: BOLOGNINI - PASCUCCI............................................ 54
Familia: BRAVI - DONATI........................................................ 57
Familia: BRINCIVALI - GNAGNI............................................... 60
Familia: CANTALAMESSA - BARBARESI.................................. 62
Familia: CAPELLACCI - NEGRONI........................................... 64
Familia: CATANI - MARCHIONNI ............................................. 66
Familia: CONTESSI - NOVELLI................................................ 67
Familia: CORIANDOLI - ROSSINI............................................. 69
Familia: CRAIA - FAVAROTTO................................................. 71
Familia: DE SANTI - DINI......................................................... 73
Familia: DEL SERO - RANIERI................................................. 78
Familia: FEDUZI - DORMI ...................................................... 79
Familia: FALASCHINI - GIORGETTI - BARTOZZETTI................ 94
Familia: FEDERICI - DINI........................................................ 97
Familia: FEDREGUCCI- PAOLINI............................................. 99
Familia: FELICI - FEDREGUCCI.............................................. 101
Familia: GALBIATI - PALMA..................................................... 103
Familia: GENTILLOTI - PESCIARELLI...................................... 106
Familia: GHELFI - RANZUGLIA................................................ 108
Familia: GIACOMINI - FULVI .................................................. 111
Familia: GIOVAGNOLI - BALDUCCI......................................... 115
247
Familia Giovagnoli - Villarreal.................................................. 118
Familia: GIORGETTI - BRONZINI............................................. 121
Familia: GNAGNI - STORTI...................................................... 123
Familia: GNUCCI - FEDUZI ..................................................... 127
Familia: GUERRA - BENEDETTI ............................................. 130
Familia: LABORDE - RADICIONI.............................................. 133
Familia: LEONARDI - CASTAGNARI ........................................ 136
Familia: LEONI - GUERRA....................................................... 142
Familia: LEONI - MESCHINI.................................................... 144
Familia: LUCA - GABBANELLI................................................. 146
Familia: LIBBI - FELIZIANI...................................................... 149
Familia MAGI - MARCUCCI...................................................... 154
Familia: MAGNANINI - GRASSI ............................................... 157
Familia: MANETTA - GUERRA................................................. 159
Familia: MANGANI - MEZZOLANI............................................. 162
Familia: MARINANGELI - DA MAREN....................................... 164
Familia: MECOZZI - CARUCCI................................................. 166
Familia: MELIFFI - DURANTI................................................... 169
Familia: DISTEFANI - MINGARELLI......................................... 173
Familia: DEL BELLO - CASACCIA-MARCHIONI........................ 175
Familia: PAGANINI - CAPPANNARI........................................... 178
Familia: PAIARDINI - FERRI..................................................... 181
Familia: PAOLI - MARTINELLI.................................................. 183
Familia: PAOLINI - CAPORALETTI............................................ 185
Familia: PAOLINI - GUERRA.................................................... 187
Familia: PELLEGRINI - LANI.................................................... 191
Familia: PERSICCHINI - DARIOZZI.......................................... 194
Familia: BARTOLACCI - GATTI................................................ 195
Familia: PESALLACCIA - BECCERICA...................................... 196
Familia: PISPILLI - BOCCIO..................................................... 198
Familia: PREGO - BRUNORI.................................................... 200
Familia: SABATTINI - MONTAGNA........................................... 203
Familia: SCHIAVONI - BONCI.................................................. 204
Familia: SERPENTINI - ROMERO............................................. 206
Familia: SERRIONI - RECCHIONI............................................. 208
Familia: TARDIOLI - LUCA....................................................... 213
Familia: TEGLI - GIAMPAOLI................................................... 215
Familia: TICCI - BRANDINELLI................................................ 217
Familia: UBALDI - AGOSTINI................................................... 218
Familia: VIRGINI - MAGI.......................................................... 221
248
Familia: BARONE - SORTINO ................................................. 224
Familia: BUFACCHI - POMPILI................................................. 227
Familia: DE CRESCENZO - BALSAMO..................................... 233
Familia: FIGHETTI - BARBIERI................................................ 237
Familia: GANCITANO - CALANDRINO...................................... 240
Familia: GAZZO - SANTORO.................................................... 241
Familia LA TORRE - GALLI...................................................... 243
Familia: SALERNO - CAPUCCIO ............................................. 245
Familia: MATTERA - CIGLIANO............................................... 246
249
250
9 789875 438729