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región.
Por el Profesor y Licenciado Mario Di Santo.
Las reflexiones que vamos a compartir son relativas a la educación física en Argentina en general y
particularmente en nuestra provincia de Córdoba y son escritas desde la absoluta libertad en el
acto de pensar pretendiendo, vale la pena aclararlo, que también induzcan al desarrollo de
actitudes críticas libres. No solicitamos estar de acuerdo o en desacuerdo con ellas, sino instar a
la reflexión acerca de problemas que el modelo actual y dominante en la formación de docentes
en educación física no logra superar o resolver. La exposición de las ideas no sigue criterio de
orden alguno y no por eso son incoherentes. Consideremos, más bien, una modalidad
“discontinua” de redacción, apelando al recurso de las viñetas para distinguir los diferentes tópicos
de análisis. Luego de los intentos iniciales compartí las ideas con algunos colegas, de ahí me
tomé el atrevimiento de anexar esos valiosos aportes.
Ahora bien, para que las actividades lúdicas, las expresivas, las murgas, los bailes, los
mimos, los magos, los acróbatas y los clowns hayan copado la banca de la educación
física fue necesario que lo que antes la ocupaba, adquiriera la categoría de punto.
Desacreditar las actividades deportivas y gimnásticas formó parte de la estrategia
inicial la cual, arbitrariamente, las vinculó ideológicamente a momentos nefastos de la
historia argentina. Gimnasia, deporte y técnica como sinónimos de opresión, de prácticas
elitistas y otras caracterizaciones tan fuera de lugar que sorprende. Tenemos una
población atacada por el flagelo de la obesidad y el síndrome metabólico, sarcopénica, y
cuando hablamos de la importancia del aumento de la masa muscular estriada esquelética,
los epistemólogos de la educación física califican ese intento como promotor de “cuerpos
hegemónicos”. Ya no entiendo nada. Recordemos la estrategia motriz de dominación, por
ejemplo, que emplean las sectas religiosas más fundamentalistas… ¿no es acaso el baile?
Señores dejémonos de “hablar sin saber” demonizando la gimnasia y el deporte sin tener
la menor idea de lo que decimos. No es el movimiento, sino la intención lo que cuenta. Si
deseo oprimirte, lo puedo hacer con el baile, con el deporte, con la gimnasia y hasta con
un simple juego. Y si quiero ayudar a liberarte puedo hacerlo con los mismos recursos.
Nada justifica caracterizar la gimnasia, la técnica y el deporte como malos en sí mismos ni
como buenos tampoco. Lo que cuenta es quien lo enseña y sus valores. Casualmente, los
únicos que se han planteado como transmitir valores positivos a través del deporte son,
precisamente, los profesores de educación física. Ni que hablar de la gimnasia. Mi
formación fue gimnástica. Tuve grandes maestros de la gimnasia (Tulisse, Higa, Pelatto,
Oliva, Ferreyra, Fernández entre otros) y les agradezco de por vida que me hayan
enseñado a pensar.En esa época, vuelve a señalar Sergio Lüscher, solidaridad era cuidar
al otro en su integridad, proveyendo ayuda efectiva para que no sufra trauma alguno.
Acoto que, desde pequeño, mis grandes maestros de la gimnasia, fundadores del instituto
en el cual luego me formé, solían decir que gimnasia, atletismo y natación son los pilares
de la educación física y de la formación motriz integral del sujeto. No puedo estar en
desacuerdo, es casi visceral la sensación de que remamos en la misma piragua y les
devuelvo una sonrisa.
Por consiguiente, ante la negación del sujeto de aprendizaje en tanto biológico y la paralela
negación de objeto de conocimiento en tanto objeto técnico, no queda otra que
hipertrofiar el concepto y la práctica de la enseñanza. No estudiamos a quien le
enseñamos ni lo que enseñamos, por consiguiente estudiemos el enseñar por el enseñar
mismo. Nuevamente, trate de entenderlo si puede. La enseñanza es un puente entre el
sujeto y el objeto. Estudiar estos dos últimos facilita los anclajes y la ingeniería básica en la
construcción de dicha conexión. Si niego las dos orillas, la enseñanza es como un inmenso
puente a la deriva que pretende conectar dos costas tan alejadas entre sí que termina por
flotar a la deriva. Un estrepitoso puente flotante desconectado de las dos orillas que
justificaron su construcción. Formamos pseudo técnicos en la enseñanza (para esto sí
parece haber técnica) que desconocen la configuración morfológica y funcional de los
destinatarios y que ignoran, mucho peor aún, lo que enseñan. Nuevamente, invitamos a
que trate de entenderlo si puede. No digo que deba omitirse, sino que es más importante
aprender cómo aprendemos y aprender a aprender. La enseñanza se autoconstruye a
partir de estos tres requisitos y su importancia no supera la de ellos.Sergio Lüscher
complementa la idea: “ustedes han visto el desarrollo de una clase de educación física de
estos métodos no metodológicos, de técnicas con el menor tecnicismo posible, ¿alguien
observó clases de educación física de los cultores de esta nueva educación física?, ¿cómo
saben adónde llegaron?,¿o también está mal evaluar?”.
El divorcio de la educación física respecto a la salud y el deporte alarman. Hace más
de 20 años que lucho por maridar educación física y salud, mientras que algunas
corrientes epistemológicas califican esta perspectiva de “higienista o higienicista”, casi
como un calificativo peyorativo. Aristóteles entendía que primero estaba la gimnasia, luego
la medicina y en tercer lugar la cosmética. La tenía más clara que nosotros. Lo cual pone
de manifiesto que la educación física no es ni debe ser un auxiliar de la medicina sino,
quizás, todo lo contrario. En una sociedad en la cual fuéramos bien educados en lo no
contingente, es decir, las cuestiones del cuerpo (movimiento y nutrición), la enfermedad
sería la excepción y, por ende la medicina se haría cargo de la minoría. Hoy vemos que la
salud es la excepción y su conquista y preservación desde adecuados hábitos de
movimiento parece ya no interesarle a la educación física. Si la educación física le da la
espalda a la salud… ¿no deberíamos incorporar otra materia en la escuela que nos
enseñe a vivir conforme a la naturaleza humana en lo que a movimiento se refiere? Ya que
no lo hacemos, al menos dejemos que lo hagan otros. Con respecto al deporte, lo mismo:
el deporte pide a gritos los valores que sólo un profesor de educación física puede aportar.
Sin ellos, el deporte queda a merced de empresarios y representantes y sólo por
casualidad, podría eventualmente llegar a ser educativo. Por lo general, sin profesores de
educación física, no lo es. Creo que supimos ser los únicos bichos raros procurando hacer
del deporte, un fenómeno educativo. Mal no vendría retomar esa iniciativa.
Lamentablemente, hoy por hoy, los deportistas que se aproximan a estudiar educación
física no pasan de segundo año, huyen despavoridos. La educación física impartida en los
profesorados los espanta. Tenemos que volver a atraerlos, que sientan atracción por
nuestra carrera para que luego, con todo lo aprendido, hagan del deporte en general y del
suyo en particular, algo aún más bello.
Un capítulo aparte, y por cierto bastante extenso, merecen los estudiantes de educación
física. No sé por dónde empezar, tantas son las cosas que hay por decir. Voy a expresarlo
tal como me aparecen los enunciados en la mente cuando asisto a los profesorados, sin
procesamiento delicado ni pronóstico de consecuencias. Lisa y llanamente, cada vez más
seguido estas frases brotan, tanto en mi cerebro como, imprudentemente, en bocatambién
y muy a pesar del fútil intento por evitarlas:
No quiero trabajar con alumnos de pelo verde, “piercings” hasta por los codos y
tatuajes rituales inclusive en las orejas.
Por favor vengan vestidos con la más humilde las ropas de gimnasia, como
profesores de educación física.
¿Quién les imprimió en la cabeza la idea de que educación física y estudio nada
tienen que ver?
¿Por qué ante la posibilidad de pensar por usted mismo elige cortar y pegar?
¿Por qué tanta maledicencia y murmuración? ¿No tiene otra cosa en que pensar?
¿Por qué se siente aliviado cuando percibe que las exigencias declinan?
¿Por qué elige ser profesor y jamás sintió devoción y respeto por todo lo que ello
implica? Desde pequeño aprendí a amar a mis profesores, a admirarlos, a
agradecerles. Aún hoy, si voy por la calle y me los cruzo, freno y les dirijo la
agradecida mirada. El profesor sigue siendo mi garante ético, mi paradigma de
realización personal.
¿Por qué, aunque el reglamento se lo permita, se inscribe para rendir dos materias
(o, a veces, quizás más) el mismo día? ¿Considera tener un coeficiente intelectual
tan alto, una capacidad de estudio extraordinaria? ¿O quizás subestima las
materias?
¿Sabe a lo que denomino alumno paracaidista? El que cae para la clase y ya está,
o considera que con eso ya está. No le podemos pedir que estudie antes, que haga
observaciones, que se prepare, que piense antes. Cree que su deber último es solo
estar presente en clase y nada más. Parece que su vocación última, en las distintas
actividades de la vida, es marcar tarjeta.
¿Por qué planifica irse a Europa sin haberse recibido, como si este país le quedara
chico? Si le falta tanta formación… (en mi caso particular, fui tentado muchas veces
para radicarme en el exterior: nunca quise aceptar porque amo mi país y me debo a
su gente; viajo, entrego y recibo, trato de aprender más, siempre regreso con el
propósito de mejorar mi patria, porque aún con todos sus dolores y heridas,
incongruencias e injusticias, es mi patria y la amo).
Los reglamentos internos para el cursado de las materias, seminarios y talleres no son
otra cosa que la base estructural de la mediocridad. La arquitectura de la mediocridad tiene
sus planos profundos en estos reglamentos. Leo y releo esos reglamentos y cuando
observo los derechos a tener sólo un 70% de asistencia y otras permisividades comienzo a
entender mejor algunos de los aspectos de lo que está sucediendo. Parece que para la
excelencia no hay reglamentos, o al menos ninguno que haya pensado en ella y procure
alcanzarla. La gran mayoría de los alumnos usufructúa de esos derechos jugando con los
límites para no quedar libre. Como si el objetivo fuese zafar en lugar de formarse con la
mayor calidad posible. Personalmente no entiendo bien esos reglamentos. Los estudiantes
tienen que venir a clase y punto, dedicarse a estudiar y no especular acerca de cuántas
faltas pueden tener o cuántos trabajos prácticos pueden desaprobar.