Sei sulla pagina 1di 618
GILBERTO FREYRE CASA-GRANDE Y SENZALA YF as PROLOGO “nuestra maxima tarea deberia ser el combate contra todas las formas de pensa- miento reaccionario”. ANTONIO CANDIBDO GULBFRTO FREYRE tiene una catacteristica con la que simpatizo mucho. Como yo, él se gusta terriblemente a s{ mismo. Saborea “los elogios como si fueran bombones”’. Siendo éste su modo natural de ser, se orquesté en torno suyo un culto que preside feliz e insaciable. A pesar de que es mds elogiado que nadie, es dl quien mds se eclogia, comenzando sus libros con detalladas apreciacio- nes sobre sus grandezas y noticias citcunstanciadas de cada asombro que va provocando por el mundo. ¥ no necesitaba ser asf, Al fin de cuentas, no es sdio Gilberto el que se admira. Todos Io admiramos. Algunos de nosotros superlativamente. E] ma- yor estilista brasilefio nos dice con su estilo lo que ya de por si bastatfa para forzar nuestra admiracién. Mestre Anisto, el pensador m4s agudo de este pais, nos pide que le anticipemos a Gilberto la grandeza que el futuro ha de reconocetle, porque todes nos convertinos en mas brasileRos con su obra. Fernando de Azevedo, hablando en nombre de Ia sociclogia, casi repite a Ani- sio al decirnos que todos le debemos unm poco de lo que somos y mucho de lo que sabenros. Peto no es solamente eso. Es muche mas, ditla Gilberto, y ejemplificaria: Barthes no se consuela de que Francia no tenga su intérprete gilbertiano para sus primeros siglos de formacién. Un tal Briggs, pasmado de asombro, nos dice que Casa-Grande y Senzala no sélo es una revelacién para los brasilefios acerca de lo que ellos son, sino todo un triunfo universal. Una docta comisién no sé de qué Hega a afirmar que Gilberto ya guia a la hu- manidad entera en la bisqueda de un sentido y de un objetivo. Abro el prélogo con estas palabras porque, aunque muy a disgusto, tengo que entrar en la comparsa de los alabadores. Gilberto Freyre ha escrito, sin duda, la obra més importante de la cultura brasilefia. Efectivamenie, CG y 3 es el més grande de los libros brasilefios y 1 més brasilefio de los libros que hemos escrito. ¢Por qué? Siempre me intrigd y atin me intriga que Gilberto Freyre, siendo tan reaccionatio en el plano politico --en su tiltima declara- IX cién llega a decir que la censura de prensa es, en general, beneficiosa y que en fos Estados Unidos la censura es mds rigurosa que en cualquier otro pais del mundo—, haya podido escribir ese libro generoso, tolerante, fuerte y bello. Creo que podrfamos prescindir de cualquiera de nuestros ensayos y no- velas, aun cuando fuese lo mejor que hayamos escrito. Pero no pasatiamos sin CG y S§ sin ser diferentes. En cierta medida GF fundé Brasil en ef plano cultural tal como Cervantes lo hizo con Espafia, Camoens con Portugal, Tolstoi con Rusia, Sartre con Francia. Es cierto que hubo, en nuestro caso como en los demés, algunos gestos antes —el Aleijadinho, entre unos po- cos—, ottos después —Brasilia, de Oscar—, pero, sin lugar a dudas, entre ellos est4 el de Gilberto. 2Por qué? Casa-Grande y Senzala es una havafia de la cultura brasiletia. Después de todo esto debemos, quizds, repetir que asi fue vista, por otra parte, desde los dias de su aparicién. Jorge Amado nos habla de eso muy expresivamente. Para él la legada de CG » S fue una explosién de deslumbramiento. Desde algunos afios antes, observa, venian surgiendo las primeras novelas regio- nales que buscaban laboriosamente restablecer la verdad acetca de la vida social brasilefia, falsificada por la literatura tradicionalista. Pero un libro de estudios de Brasil, que fuera legible, bien escrito como Casa-Grande y Senzala, era una cosa nunca vista. Para Jorge Amado, sin embargo, lo mds sorprendente era ver sutgir ch ese medio provinciano que recitaba a Bilac y detestaba a Portinari, a un hombre de estudios universitarios en el extran- jero que frecuentaba los candomblés, gustaba de la buena comida bahiana y_conocia la cachaza fina. Un hombre dvido de vivir y de refr, que sentia placer en admitar y gusto en alabar. El nos ensefiaba, dice Jorge Amado, que sélo viviendo se puede aprender la ciencia de los libros. Astrogildo Pereira, el principal critico marxista de letras y de ideas, se- fiala que Casa-Grande y Senzala ocurtié en 1933 como algo explosivo, insd- lite, realmente nuevo, rompiendo afios y afios de rutina y repeticiones. Sus principales novedades serfan: la de un libro de ciencias escrito en un len- guaje literaria de aceuto inusitado, en un lenguaje atrevidamente nuevo pera muy nuestro; un libro que daba categoria literaria a muchas palabras vulga- res; y, sobre todo, un libro que tenia como protagonista central no a ios bé- roes oficiales sino ala masa andnimd. Es verdad que no todos fueron elogios en aquellos dias de deslumbra- miento y maravilla, Y no podia serlo porque el vigor mismo y sobre todo el estilo acre de CG » S provocd en mucha gente verdaderas crisis de exaspera- cién. Principalmente por las expresiones consideradas desde siempre como groseras, obscenas, irreverentes y muchas otras cosas tenidas como negativas. Es comprensible que fuera as{ para un ptiblico lector acostumbrade a la po- bre lengua que se escribfa entonces en Brasil, y habituado a alabar ya tomar en serio a Hteratos académicos tan bobos como vetustos. Estas incompatibi- lidades ofendian y rasgufiaban sensibilidades académicas ¢ hitieron a mu- chas almas bien formadas. No podia ser de otto modo si en un pasaje GF x nos ilustra sobre la mala costumbre portuguesa de jurar —por los pendejos de la Virgen. En otra, habla de picotear, antigua costumbre brasilefia de in- tercambio de esposas entre los amigos. En ambos casos, por supuesto, siem- pre asentado en la mejor documentacidn. Lo cierto es que a mi y a todos CG y S nos ensefid muchas cosas que ne- cesitamos comenzar a enumerar. Principalmente nos ensefié a reconciliarnos con nuestra ascendencia lusitana y negra, de la que todos nos avergonzdba- mos un poco; a él le debemos haber comenzado a aceptar como dignifican- te antepasado a ese pueblo al que nos acostumbramos a ver e identificar con el inmigrante que hacia de burro de carga, empujando carritos de feria o el comerciante ptdspero y mezquino en que se transfiguraba después de entiquecerse. A Gilberto le debemos, sobre todo, el haber aptendido a teco- nocer en la cara de cada uno de nosotros o en la de nuestros tios y primos —-si no con otgullo, al menos con tranquilidad—, una bocaza carnosa, cabe- los ensortijados © esas fornidas narizotas de indiscutible procedencia afri- cana y servil. Frente a esta evidencia !a cuestién que se plantea es saber cOmo pudo el nifio hidalgo de Ios Freyre, el muchachito angléfilo de Recife, el mozo elitista que viaja a los Estados Unidos queriendo convertitse en protestante pata ser m4s norteamericano, el oficial de gabinete de un gobernador reaccio- nario, céme pudo, aparentemente tan poco apto para esta hazafia, engendrar la visién amplia y bella de la vida colonial brasilefia que es CG y 5. El he- cho es asombroso, pero como es innegable tenemos que convivir con él y explicarlo o por lo menos, si es posible, comprendesla. Para empezar debemos darnos cuenta de que a la postura aristocrdtica y derechista no corresponde necesatiamente una inteligencia corta de las co- sas, tna sensibilidad embotada de las vivencias. La inteligencia y la tlustra- cién, al igual que la finesse, son otros tantos atributos de la riqueza y de la hidalguia, como la belleza de las damas y los buenos modos de los damos. Le cierto es que el hidalgote GF ayudé como nadie a que Brasil tomara coneiencia de sus cualidades, principalmente de las nobles, a veces con de- tmasiado pintoresquismo, pero viéndolas siempre como cosas entrafiablemente nuestras, como catne de nuestra carne, vinieran de donde viniesen. Tal vez también por esto Gilberto ha ayudado como nadie a Brasil a aceptarse tal cual es, sin vergiienza de sus origenes, reconociendo sus aptitudes pata ine- jorar en el futuro todo lo humano. A Gilberto le agrada decir que es un escritor situado en e] tiempo y en el espacio aun cuando pueda descubrit el pasado y el futuro y pasear por toda la tierta. Asi es efectivamente. Escribe sobre su casa sefiorial en el ba- trio de los Apipucos, en Recife, como un nieto de sefiores de ingenio, un blanco seguro de su hidalguia; asf come Euclides —la observacién es de Gil- berto— escribe como un amerindic, un cabocio, Gilberto escribié como un neo-lusitano, como un dominador. Ninguno de los dos es tan sélo una cosa v otra, bien lo sabemos. Pero ésas son las figuras que asumen, con las que am- bos se hermanan y se identifican. Sus libros son elogios de ellas. XI Me apresuro a seiialar sin embatgo, que es muy dificil generalizar sobre Gilberto. Cada vez que nos parece haberlo atrapado en la red se nos escapa por los agujeros como si fuera una jalea. Es asi como, abandonando mi ante- rior generalizacién, tengo aqui, dos lineas mds adelante, que rectificarla, que sombreatla: Gilberto, en realidad, ni siquiera es el viejo sabio de Apipucos, ni es nadie porque, como Macunafma, é] es todos nosotros. Tal vez sea ése su rasgo mds caracteristico y en esto reside su gran deuda con la antrapo- logia. Ser antropdlogo le permitié a Gilberto salir de si sin dejar de set é mismo para ingresar al coro de los otras y ver el mundo con los ojos de ellos, Se trata de un case de apropiacién del etro en una operacién parecida a la posesién meditimnica. En esa capacidad mimética de ser muchos, sin dejar de ser él, es donde se asienta el secreto que le permitis escribir Casa- Grande y Senzala, A través de sus centenares de paginas, Gilberto es sucesi- vamente sefiorial, blanco, cristiano, adulto, maduro, sin dejar de ser lo opues- to en los siguientes pasos, al vestirse o sentirse esclavo, hereje, indio, nifo, mujer, afeminado, Las dualidades no se agotan alli sino que se extienden en las de padre-e-hija, sefior-y-esclavo, mujer-y-marido, devoto-y-santo, civi- lizado-y-salvaje, que Gilberto va encarnando para mostrarse al derecho y al revés, pdgina tras pagina, linea tras linea. I EL ESCRITOR GiceerTo PREYRE inicia Casa-Grande y Senzala diciendo sencillamente: en octubre de 1930 me ocurrid ia aventura del exilio. A partir de esta afirma- cién insdlita en un libro de esa clase, deja escapar, aparentemente sin inten- cidn, que en Lisboa se familiarizé no sélo con las bibliotecas, archivos y mu- seos sino también con fos sabores nuevos del vino Oporto, det bacalao y de los duces que dejé con nostalgia. Esta es una buena muestra de su manera personalisima, oblicua y hasta mimosa de actuar como cientifico, afirmdn- dose al mismo tiempo como escritor literatio. ;¥ qué escritor! Y es siempre el escritor, el estilista, quien dirige lo escrito. Casi siempte con fidelidad a la ciencia, tensando y trabajando el lenguaje para obligarlo a servir al contenido, pero vigilindalo mucho mds de lo que se permitirfa cualquier escritor que fueta simplemente ensayista o tan sdlo cientifico. Es cierto que muchas veces el lector atento queda con la impresién de que se lo engafia, como sucede cuando Gilberto decide demostrar sus tesis mediante la negacién, como en el siguiente caso: No es que el portugués se bublera XII encontrado en ef 1500 con nua raza de gente débil y blanda, incapaz de un esfuerza mayor gue el de cazar pajaritos con arco y flecha. Nada de eso. La sospecha de una treta aumenta més atin cuanda, en el calor de la ar- gumentacién, decide concederle al negro cualidades y defectos que podrian acribufrsele igualmente al indio. Ast es cuando presenta al lector, encandi- lado por su estilo pirotécnico, un indio que se suere de nostalgia, o envuelto en una tristera de introvertido, y un negro pleno de energia joven, firrte, vigorosa y exuberante de extroversién y vivacidad. ¢Quién sirve a quién en ese festival del estilo? En algunos pasajes —demasiados, para los prv- dentes— los largos pdrrafos de Gilberto Freyre saltan como chispas, ilumi- nando paginas de depurado andlisis, o amenizando razonamientes sutilmente elaborados. A veces es puta coqueteria del escritor, quien, incapaz de resis- tirse af pellizcén de su propio demonio artistic, interrumpe la frase severa para pedir: perdone el lector los muchos e inevitables io. * eQué escritor luso-brasilefio no se sintié torturado por la cacofonia de esos inevitables fo, tan caracteristicos de nuestro idioma? En otra parte GF califica de brasilei- rinba da silva ** a la arquitectura de las casas grandes, Aqui, probablemente, el cardcter dudoso del juicio —Portugal estd eno de magnificas casonas rurales con galerfas, en el mismo estilo y de mejor calidad, ademés de mu- cho més antiguas— es lo que hace afirmar eso a Gilberto con tanto énfasis y gtacia, No es seguro que esta forma de componer se justifique mucho en el terreno de la ciencia, pero no hay ninguna duda de que es excelente en el terreno literario. Lo que irtita a muchos criticos y molesta a otros tantos es justamente esa calidad literatia de los textos: son las concesiones que el hombre de cien- cia hace al escritor, pocas veces de manera traicionera, pero siempre con el efecto extravagante de tratar fas cuestiones mds serias del modo mds di- vertido. Despnés de trabajar laboriosamente, no es raro que logre dar contorno y color, cardeter e individualidad a sus tipos y figuras, pero en muchos pa- sajes exagera, se excede, fantasea con una liberalidad artistica que ningtin esctitor ristico se permitiria. Al presentar al protagonista central de CG y S, el colonizador Jusitano, GF comienza con un tono suave, contrasténdolo con Jos otros dos imperialistas, contemporaneos suyos. El lusitano seria un es- pafiol sin cl ardor guerrero ni la ortodoxia; un inglés sin las duras lineas puritanas, La cosa es que signe avanzando, vivaz, oponiendo la marca his- torica siniestra que la leyenda negra le impuso al espatiol, la mala y triste fama que gané el portugués, de inepto, estépide, salaz, Gilberto contintia contrastando la imagen vertical, austera, quijotesca, brava, y basta angulo- samente gética del castellano, con la figura horizontal del portugués, acha- tada, redonda, lena de gordura, Concluye el esbozo diciendo del Insitano que es buidizo y rastrero: un don Juan de senzala. * La sflaba final 40 cotresponde al da espafiol, petro es mds frecuente adn su uso eo el idioma portugués.— N. del T. “© Expresién equivalente a brasilefiisima, tipica del Brasil N. det T. XU Pero Gilberto Freyre no se detiene ali en sus libertades. Avanza tiendo, bromeando, con un gracejo de negrito que desconcierta al lector brasilefo acostumbrado a la pobre dieta de la escritura retética y sosa que se lela en- tonces como literaria, Algunos perfiles por él trazados son primorosas cari- caturas de figutas vetustas: del filésofo Faria Brito, tan alabado por la de- recha catdlica, Gilberto escribe que al fracatar en la politica republicana se refugid, con su frac negro y sus bigotes tristes, en las indagaciones de la filo- sofia, Jamds una biografia dird tanto y retratar4 tan bien al pobre fildsofo. Protestando por Ja falta, en Brasil, de diarios, cartas, autobiografias, confesiones y otros documentos personales tan abundantes en el mundo in- glés, GF apunta, primero, que el confesionario absorbié los secretos persona: ies y de familia, anulando en los hombres, y principalmente en las mujeres, este deseo de revelarse a los demés.., Después se consuela, no metédico o Circunspecto como haria otro, pero con evidente tono de burla, diciendo: ex compensacion, la Inquisicién abrié sobre nuestra vida intima de la era colo- nial, sobre las alcobas con camas, que en general parecen haber sido de cue- ro, crujiendo bajo las presiones de los adulterios y de los furiosos coitos; sobre los aposentos y los cuartos de santos; sobre las relaciones de blancos con esclavas— su ojo enorme, indagador. ¢Cémo no adyertir el gozo del autor en tales parrafos y al mismo tiempo el gusto literario, el buen gusto de esos textos? Es verdad que toda la esencia cientifica de semejantes afirmaciones po- dria ser comunicada severa y friamente siguiendo el gusto de tantos ensa- yistas desabridos y tontos. Pero una reduccién semejante mataria en Gil- berto lo que Jo hace asi y Jo que lo mantendré vivo en la cultura brasilefia, que es su talento de escritor. Incluso creo que no existe precedente de nin- gin estudioso que haya rechazado tan vehementemente como Gilberto lo que todos consideran el lenguaje apropiado, Ja terminologia especializada, la expresidn adecuada, o sea ese parlar sombrio y solemne, generalmente pe- sadisimo, que los cientificos escriben, 0 a lo sumo esa lengua elegante, ima- ginativa, discretamente poética que algunos de ellos usan en algunos textos muy especiales. Gilberto, empero, va mucho més allé de tedo eso, escribiendo con un lenguaje capaz de estremecer incluso a sensibilidades literarias. No es por nada que muchos han dicho que su libro, de tan burdo, seria més por: nografia que sociologia; otros protestaron diciendo que tal descuido de len- guaje no estaba de acuerdo con Jos proclamados propésitos de respetabili- dad intelectual. Lo cierto es que GF se empecina en ritmos disolutos, en atcaismos pre- ciosos que <] rejuvenece con inflexiones esdrdjulas, tanto més por el gusto de sazonar sus frases con africanismos, indigenismes, brasilefiismos, como por no debilicarlas con descontroles y las m4s crudas obscenidades. Lo que mds se destaca en CG y § es la combinacién feliz de sus cuali- dades de estudio cientifico documentadisimo y leno de agudas observacio- nes, con su condicién de creacién literaria que asi quiere ser, Lo extraordi- nario ¢s que el hecho de atender a dos amotes, abarcando al mismo tiempo xiv el saber y el arte, no invalida esta obra nica. Bien por el contrario, la cien- cia, ademas de hacerse més inteligente —cosa muy rara~— y de liberarse de una cantidad de modismos, compone un libro que se lee con placer. Tam- poco la literatura, en ese matrimonio desigual, pierde nada de visién intima, de revelacién y de confidencia. ;Peto, cuidado! Alan precio deberé pagarse por tantas ventajas. El prin- cipal es, tal vez, la necesidad de que el lector permanezca de pie ahi atrds, prevenido. Son incontables las veces en que el antropdlogo se deja arrastrar por el novelista, siendo necesario por eso mismo leer y releer, atento tanto al placer litetario como a los saberes dudosos, vendidos como buena ciencia, Las claudicaciones consecuencia de ese amor al estilo y al terna se ma- nifiestan de mil maneras. A veces es puro estilismo que se afirma, de pronto, acentuado en el puntec con que catacteriza el poderio de! sefior-de-ingenio: duefio de los hombres, Dueiio de las mujeres. Sus casas representan ese in- menso poderio feudal: feas y fuertes. Paredes gruesas. Cimientos profundos. Aceite de ballena. Insatisfecho con alborotar, verseando mds que escribien- do, GF se desborda —episddico ahora contando la historia del sefior-de-in- genio que para dar mds perpetuidad a su casa-grande, mandé matar a dos nearos y enterrarlos en los cinientos. Mas adelante, al pasar, delata a otro sefior-de-ingenio que comienza piadosamente su carta al confesor con estas palabras: como Dios fue servido gue yo mandara maiar a mi hijo... Otras veces, bajo la seduccién novelistica del “un-cuento-trae-otzo-cuen- to”, GE, tras proporcionar informacién positiva y erudita sobre un tema, se desbartanca concluyendo con mas de fo que conoce, Exagerando. Asi suce- de cuando, después de enaltecer la rebelién de Ios negros malés de Bahia, en 1835, como a una revolucidn libertadora cuyos lideres debfan ser musu!- manes, pues muchos de ellos sabfan leer en dtabe, Gilberto lo remata asi: en las senzatas debia haber mas gentes que sabian leer y escribir que en le alto de las casas-grandes. It EL INTERPRETE Una Lectura atenta de GF revela también mucha contradiccién fntima en- tre los valores profesados y los valores que realmente actian como sus crite- tios existenciales. Sirva de ejemplo ef sado-masoquismo que le atribuye al brasilefio. Sediswo det blanco, masoguismo del indio y del negro. El primero comenzaria disfrutando al torturar a su negrito de juguete. Después, el pla- XV cer de golpear esclavos. Finalmente caerfa en el placer mayor, que es el de oprimir a cualquiera que esté por debajo suyo. El otro, disfrutando que lo torturen y golpeen. En la practica de estos papeles reciprocos el brasilefio de la clase dominante habria moldeado su rasgo més caractetistico —el “mandonismo”— y su contraparte social, el pueblo-masa y su deleite tam- bién mds tipico —el masoquismo— expresado en el placer de 1a presién so- bre é de un gobierna masculino, valientemente autocrético (sic). Como se ve, para GF el despotismp que hace viable la preservacién del orden en una sociedad brutalmente desigual ¢ injusta como la brasilefia del pasado y del Presente, no setia més que un atavismo social, una sefial del pura gusto de sujrir, de ser victima o de sacrificarse, que singulariza al brasilefio comin, Entusiasmado con su descubrimiento, GF lo generaliza, tratando de explicar el conservadorismo brasilefio por la precocidad con que salimos del régimen esclavista, de lo que tesultarfa por un lado el sadismo del mando, diskrazado de principio de Autoridad y defensa del Orden y, por otro, los rasgos binarios de sadistas-masoquistas, sefiores-esclavos, doctores- analfabetos. Lo asombroso de dicho tazonamiento, ya de por sf rebusca- disimo, es su conclusién: ...y #0 sin ciertas ventajas: las de una dualidad no del toda perjudicial para nuestra cultura en formacion, enriquecida por ana parte por la espontaneidad y la frescura de imaginacién y emocin de la mayoria y, por otra parte, por el contacto, a través de las “elites”, con la ciencid, con la técnica y con ef pensamiento adelantado de Europa. En ese caso, evidentemente, no seria injusto hablar de una tara derechista gilber- tana. Asi seria, por cietto, si ese argumento no fuera tan familiar a toda una antropologia colonialista. En su propensién a esconderlo todo detrds de un supuesto relativismo cultural, esta antropologia se vuelve capaz de apreciar favorablemente Jas cultutas mds elementales y hasta desmayarse en aforanzas de.lo bizarro y en amores estremecidos pot lo folklérico. Lo que no hacen es aportar algo que sea Util para vitalizar algtin valor real, afirmativo de las culturas oprimidas, y mucho menos despertar en 1a gente que las detenta una concichcia critica o una postura rebelde contra el orden social que las explota y oprime. En lugar de eso, justifican el despotisma. Aqui y abora es Gilberto Freyre —que nos lavé la cabeza de tanta mala ciencia europea de la pasada generacién— quien paga el ptecio a Ia mala ciencia de su generacién, encontrando en ella, por vias oblicuas, la explicacién suspirada de su nosalgia por les ya idos abolengos, de su gusto por un mundo donde el negro y el pueble ocupen, felices, su debido lugar. Gilberto Freyre presenta Casa-Grande y Senzala como una pistoria intima, como un roman vrai a lo Goncourt, con algo de introspeccién evocativa al estilo Proust. Y ésta es quizd la mejor caracterizacién de su obra, una especie de cuento con chimentos de la vida doméstica de los sefiores nordestinos, que un nieto recuerda amorosamente, gozando y suftiendo: es un pasado que se extiende hasta tocar los nervios; un pesado que Se une con la vida de cada uno; una aventura de sensibilidad, no tan sélo un esfuerzo de investigacién en los archivos. XVI Esta suerte de historia intima entrafiablemente sufrida, Gilberto Freyre la compone con el esfuerzo paciente de ir reconstituyendo la rutina de los hechos mas triviales, para sorprender en ella no los grandes acontecimientos casuales, llenos de consecuencias —que atrapa el historiador romdntico—, sino la acumulacién negligente de lo cotidiano que, a través de las décadas y los siglos, va formando una capa geolégica, con pliegues delicados, peque- fias salientes, espesores que apenas se notan petro que son, cada uno de ellos, los nudos del manto de la vida de ur pueblo, Munido de todo lo que pedia aprender del esfuerzo de otros pueblos por comptenderse a si mismos y expresarse en obras interpretativas, GF se vuelca hacia su contexto, indagando el porqué de Ja trama social, Ja razén del “revés del bordado”. Y lo hace con una maestria sin parangén, no solamente porque retrata un mundo familiar, en evocaciones iguales a aquellas que él mismo podria hacer de su vida de familia, sino porque se vuelca hacia todas las fuentes que pueden ayudarlo. Cada anotacién tomada casualmente por un sefior-de-ingenio; cada observacién de un extranjero que ha visto una casa-grande y la describid; cada aviso de diario, buscando un esclavo fugitive, ayuda a componer la imagen tipoldgica del sefior-de- ingenio o el paradigma del esclavo. Estos no existieron jamds, concreta- mente, antes de ser exorcizados en la narrativa de GF. Lo que existié fue un sefior Lula o negro Bembio, personas singulares, irrepetibles, que realmente sélo le sirven de ramitas pata quemar en el horno del ingenio donde va componiendo su historia intima: la memoria posible de remotos tiempos, que, recordados nostdlgicamente por GF, reviven para todos nosairos. Pero, gqué es finalmente Ja historia sino esa narracidén del pasado viviente que nos ayuda a componer nuestro propio relato sobre lo que estamos siendo? Lo que nos da Gilberto serdn aportes a esa bistotia, si no la historia comtin, al menos una contribucién fundamental a a historia de los pocos, de los ricos, los hermosos, los que mandaban en aquellos Asperos afios en que se formé Brasil. Aun asf, es muy importante porque Gilberto no sélo describidé con personajes todopederosos a sus amos de ingenio, sino que los hizo vivir o revivir para nosotros, dentro de sus casas-grandes, cercadas por su negrada, a quienes vemos a través de sus ojos. Si lo que nos ofrece no es la perspectiva mas rica ni la mds representativa o la més realista, al menos es la mds extravagante, la mds sabrosa, la més perfumada, la més placentera, la més nostdlgica. No me interpreten mal. Jamds quise decis que CG y S es tan sdlo algo pintoresco, Al contrario, Lo que digo es que esta visién amplia, risuefia, nos proporciona la mejor contribucién con que contamos hasta ahora para hacer de Brasil un protagonista Kterario que, pudiéndose conocer mediante la lectura, pasa a existir a través de ella A lo largo de las paginas de CG y S, estimulados por GF, vamos imagi- nando, viendo, sintiendo lo que fue Brasil a través de los siglos en su esfuerzo por construitse a si mismo como producto no deseado de un XVIE Proyecto que tenia como finalidad producir azticar, oro © café y, esencial- mente, huctos, pero que termind engendrando a todo uh pueblo. A pesat de todas las limitaciones, guiados por él recorremos otra vez los intransitables caminos por los cuales Ilegamos a ser to que somos, en esa marcha en que nos hicimos; a través de esta reconstitucidn. Lo que nos da Gilberto es la comprensién de [a instancia presente y la visidn en perspectiva de lo que seremos. Esto, sin embargo, no es asunto suyo, ¢s asunto nuestro. Es tarea nuestra, de aquellos a quienes no nos gusta el Brasil del pasado tal como fue, de quienes no nos consolamos de que sea actualmente lo que es. Volvamos, pues, a nuestra indagacién original sobte lo que habria permitido a GF escribir CG y S$. La rezén preponde- rante es que él es un ser ambiguo. Por un lado, un sefiorito hidalgo evocador de un mundo familiar, de un mundo suyo. Por otro, el joven formado en el extranjero, que trafa de alla un ojo inquisitive, un ojo de extrafio, de extranjeto, de inglés. Ojo para quien lo familiar, lo trivial, lo cotidiano, y como tal desprovisto de gracia, de interés, de novedad, adqui- tia colores de cosa rara y gentil, observable, referible. Combinando las dos perspectives interiorizadas en él, sin fundirlas jamds, GF vivid siempre el drama, la comedia, la novela —en reatidad— de ser dos, el pernambucano y el inglés. Tan totalmente inglés que usaba pantalones de franela y saco de tweed para ver el corso en el carnaval de Recife; tanto que toda su vida escribié anglicanamente sobre su propia condicién de petnambucano, Debido a esa ambigitedad Iegé muchas veces a tensiones dramaticas, Asi sucedié en las circunstancias en que Gilberto intenté “anglo-sajonizarse” por completo, haciéndose protestante primero o aspirando después a ser norteamericano y, por ultimo, deseando establecerse en Oxford como profe- sor anglo-hispano. Felizmente, la opcién victoriosa fue regresar a la vida solariega de Recife y sélo por esa razén lo tenemos ahf instalado —aungue a la inglesa— en su noble caserdn, con sus blasones de suburbio, escribiendo desde alli para el mundo. Antes, durante y siempre, GF viene cultivando el ser brasilefio con rara intensidad. Con la intensidad de quien sospecha que él no Io es tanto. El mejor retrato que ha trazado de si mismo es ef que escribié sobte Eucl.des da Cunha, caracterizdndolo por lo que no tenfa, ni era... ipobre! ¥ si no, veamos: Ni muchachas lindas, ni bailes, ni cenas alegres, ni almuerzos a la bahiana con vatapd, carurd, efd, guisos de porotos a la pernambucana, ni vino, ni aguardiente, ni cerveza, ni tutd de porofos a la paulista o a la minera, ni postres finos segun viejas recetas de las nifias ricas, ni asados, ni mango de Itaparica, anands de Goiana, asat, sopa de tortuga, ni valsecitos con guitarra, ni pesca de Semana Santa, ni sirt con piroh, ni gallos de rifta, ni canarios del Imperio, ni caceria de gato onza o de antas en los matorrales de las estancias, ni baftos en los saltos de agua de los rios del ingenio —en ninguna de esas alegrias tipicamente brasilehas teparé Euclides da Cunha, Gilberto si. Despaciosa. Reitetada. Voluptuosamente. XVIIL Til LA OBRA Casa-GRanpe Y SENZALA es una monografia de cardcter etnogrdfico. Su intencién es —auxiliada por el saber metodolégico y teérico, acumulado por la ciencia— describir y explicar un contexto socio-cultural nuevo, auté- nomo, tan singular como Io es una tribu indigena o come el mundillo del ingenio pernambucano de azticar. La ciencia orienta aquf al ojo escrutador, haciéndolo ver cosas y aspectos que no verfa sin una formacién apropiada. Pero, en esa coyuntura, la misma ciencia se renueva porque somete a prueba de fuego a todo conocimiento, indagando si éste es capaz de explicar —apelando a precedentes conocidos— lo que se observa en el contexto nuevo o si ese saber es el que debe ser revisado y ampliado para volverse capaz de explicar aquella variante, y de ese modo enriquecerse. Diciendo que CG y S es etnografia, afirmamos que es obra bistérica, en el sentido que pretende abarcar un contexto humano nico, singular, irrepetible. Participa asi mds del cardcter de la biografia que de la psicclogia. Nuestra afirmacién también importa decir que CG y S, hablando con propiedad, no es sociologia. Al menos no es lo que la sociologia debiera ser: un desarrollo teérico, abstracto sobre la naturaleza de las relaciones sociales. Sin embargo, temo que esa sociologia a la que aludo —una especie de fisica de lo social, diferente tanto de la fisica como de cualquier deseripcién de los hechos fisicos— no existe en ninguna parte, siendo a lo sumo una aspiracién de socidloges ambiciosos. Lo que quiero decir es tan sdlo que CG y §, tal come fue compuesta, no hace aportes a la formu- lacién de una teoria general sobre algo. Lo que desea es Ilevarnos de la mano hacia el ingenio, a un ingenio que no existe —a la abstraccién—, ingenio construido con todos los ingenios concretos de los que Gilberto tuvo noticias— para mostrarlo ett aquello que podria haber sido, en lo que [legd a ser, entre 1600 y 1800, cn el noreste del Brasil. S6lo incidentalmente Gilberto Freyre intenta formular genetalizaciones validas para otros contextos sociales, Esos serian los breves trechos en qué busca mostrat que la estructura basica del mundo del azticar es la misma que la del mundo del oro y del café, que tenfan lugar en otras tierras de Brasil, pero con los mismos fundamentos. Gilberto también Mega a ser comparative, cuando habla al pasar de la colonizacién portuguesa en comparacién con la holandesa, la inglesa, fa francesa y alguna otra, Con todo, no se trata en ningtin caso de un procedimiento sistematico de comparacién, revestide de los necesarios cuidados metodoldégicos de esta- blecer una tipologia y comparar los tipos, caracteristica por caractetistica. XIX Gilberto jamds llega a interesarse seriamente en la genetalizacién tedrica, ni siquiera discute lo que es la sociedad patriarcal que nos muestra en relacién a otras pautas pattiarcales y no patriarcales de sociedad, Ni tampoco indaga sobre la posicién evclutiva que cotresponde al espécimen que estd estudiando. Del mismo modo no quiere saber lo que representa en cuanto formacién econdmico-social o como configuracién histérico- cultural. Por otra parte, pedir todo eso seria demasiado. Casa-Grande y Senzala y su autor no necesitan hacerlo porque no es ése su oficio, ni ésa su vocacién ni su interés, Sin embargo, el desdén de Gilberto por los aspectos propiamente tedricos de su trabajo y [a super-atencién que otorga a los aspectas etnograficos de la descripcién abarcadora —ayudado por todas las contti- buciones cientificas que puedan proyeetar alguna luz para comprenderla—, todo esto est4 muy vinculado al tipo de formacién académica que tuvo. En efecto, creo que el desdén tedrico de Gilberto no es en realidad una singularidad de su cardcter. Es consecuencia de su formacién boasista. Es herencia del viejo Franz Boas, que muy Iicidamente procuré estructurar una antropologia recia como una sistemdtica boténica o zoolégica, Una antropologia mejor que ninguna en cuanto desctipcién sistematica, crite- tiesa, exhaustiva, cuidados(sima de los modelos culturales, pero desinte- resada respecto a cualquier generalizacién tedrica. Boas obré as{ tanto por malicia coma por cautela. Profesor hebreo, inmigrante, trabajé en medio del puritanismo del Nueva York de comienzos de siglo, probablemente muy atemorizado con lo que le habla sucedidc a Loris Morgan. Eran los dias de la discriminacién desencadenada sobre el mejor de los etnélogos de campa norteamericanos, el tinico pensador original, vigoroso y fecundo que aque! pais produjo. Todo porque habia osado reconstruir en Ancient Society las etapas principales de las sociedades humanas, como lo hiciera Darwin para el desarrollo de las especies. O principalmente porque habia tenido la mala suerte de que su libro fuera a caer justamente en las manos de Fedetico Engels, que se enrusiasmé con aquel etndélogo del Nuevo Mundo que encontraba, por otras vias, las mismas comprobaciones del cardcter transitoric y evolutive de las institu- ciones sociales, que Marx estableciera mediante el estudio de la economia politica. E] libro de Motgan, reescrito por Engels y publicado con el titulo de Origen de la Familia, de la Propiedad Privada y del Estado, alcanzé un tiraje de millones de ejemplares. Circulaba en manos de los obreros que argumentaban, basados en él, acerca def fin previsible de la propiedad privada y del capitalismo y sobre el probable amanecer de una sociedad socialista, incluso en esos dias, El efecto de tal éxito fue que recayé sobre Morgan todo el peso del prejuicio y de! odio antieyolucionista y antitre- volucionario del puritanismo y el liberalismo norteameticano. Morgan, y por extensidn la inteligencia misma, fue proscripto de la antrepologia, que, para subsistir y florecer en las universidades y en los museos, debié dar XX seguridades de fidelidad a} sistema y cumplir todos los ritos que atestiguaran su conservadorismo. Gilberto Freyre, formado en ese ambiente, apenas oyé hablar de teoria. A lo sumo, lo que encontré fue el Seligman de Interpretacién Econdmica de la Historia, que recuperaba con pinzas lo que consideraba aprovechable de la obra de Morgan, pero, como entonces decia Gilberto Freyre, sin volverse apasionadamente apologético del gran judio-alemin 9 —lo que sera ait peor— de un marxismo detenido en el siglo XIX. Para no ser revolucionaria, la antropologia de Boas y de sus muchos discfpulos pagé el precio de no ahondar en ninguna teoria, postergandc para las futuras generaciones la interpretacién de la inmensa recopilactén de hechos que hicieron. ©, cuando mucho, teorizando humildemente en terrenos exentos del menor sabor de impugnacién. La Unica excepcién es su oposicién al racismo y al colonialismo —dominantes en Ja antropologia europea—, a los que los boasistas opusieron un culturalismo antievolutivo y exacerbado en su relativismo, pero generoso y comprensivo en el enten- dimiento de las culturas menos complejas y de las razas perseguidas. Lo que aqui debemos retener sobre la herencia académica de Gilberto Freyte es su fuente boasista, tanto en su atcoricismo como en su propensién etnogréfica, Gracias a esas dos herencias pudo realizar estudios de gran profundidad y reunir documentacién copiosisima sobre los temas que tratd. Pera no por eso puede atribuirsele lo que nunca fue ni siquiera desed ser. Lo que Gilberto hizo en el terreno teérico fue refutar generalizactones deterministas muy en boga en esos dias, Generalizaciones que, por lo demés, ya habjan sido refutadas por Manuel Bonfim, Requette Pinto y algunos otros, aunque nunca con el vigor y la elocuencia que ese debate obtuvo gracias a Gilberto. La caracterizacién de Casa-Grande y Senzala como una monografia etnografica regional exige atin otras dos consideraciones. Primeto, ja de que no tiene parangdn, puesto que no se conocen estudios anteriores © posteriores de la misma envergadura, Es obvio que no se la puede consi- derar una obta de la misma naturaleza que los “estudios de comunidad” realizados por tantos anttopélogos y socidlogos, que son los que més se le aproximan, En estos casos s¢ toma wna comunidad pequefia para un estudio intensivo mediante observacién ditecta, suponiendo que las carac- teristicas de la sociedad global se pueden sorprender allf,.concretadas en modos de conducta observables directamente. Y tal vez hasta mejor com- ptendides de le que podria pretenderse con el estudio por muestreo a través de encuestas o cuestionarios tan del gusto de los socidlogos, aunque tan infecundes, Casa-Grande y Senzala contrasta fuertemente con esos estudies, princi- palmente por la amplitud de fas dimensiones regionales del objeto de estudio, pero también porque su tema, al estar situado en el pasado, no ofrece ninguna oportunidad a la observacién directa. Tiene en comin que ofrece al investigador, como campo de estudios, un contexto social completo XXI en toda su complejidad de entidad ecoldgica, demografica, econémica, social, cultural y psicoldgica. No se trata aqui de las dobles operaciones de extraer, a través de una técnica attificiosa, una gran cantidad de observaciones sobre Ja familia, el trabajo o la religién, como si ellas exis- tieran en sf, y despuds restaurar su cardctet concreto al devolverlas al contexto del que forman parte, mediante el andlisis de sus relaciones con la totalidad. Se trata, eso si, de ver gentes organizadas en familias, repre- sentando diferentes papeles reciprocos en el proceso de produccién por el trabajo y de conducta religiosa a través de formas colectivas de culto. La similitud principal de Casa-Grande y Senzala con los estudias antro- poldgicas tal vez se encuentre en las tentativas, fracasadas todas, de grandes estudios de cardcter nacional. Los que se hicieron durante la guerra sobre Japén y Rusia llegaron a la tidiculez, por su intento de buscar en la minucias de la vida diaria explicaciones para las formas actuantes de conducta y para las motivaciones de japoneses y de rusos como soldados de guerra. Pero no fue sélo el interés inmediato y hasta bélico lo que invalidé esos estudias. No contaban, en ninguno de [os casos, con un responsable tan pertrechado como lo estaba Gilberto para una hazafia de semejante envergadura. El segundo orden de ebservaciones se refiere a las consecuencias de ese caracter localizado y concreto de lo que se propone estudiar Casa- Grande y Senzala. Tratindose de la teconstruccién de una civilizacién que se forméd, floreci6 y mutié en una determinada tegidn, donde la gente, descendiente de todos sus protagonistas, sigue viviendo —y entre ellas el propio autor—, todo queda inevitablemente impregnado de reminis- cencias. Tantas, que siempre existe el peligro de que lo local y lo regional se conviertan en regicnalismos, el regionalismo en tradicionalismo y todo eso en aforanzas. Especialmente porque el oja que mira es el ojo de los gee ven todavia desde el lado de arriba. Lo que quiero decit aqui es tan sdlo que, obviamente, tiene conse- cuencias cl hecho de no ser un extraiio el que escribid CG y J, sino justa- mente cl pretagonista elitista, hidalpo, minoritario, entre la masa humana innumerable que edifieé con sudor aquella civilizacién. Naturalmence que el esclavo no lo hizo todo I solo, porque trabajd bajo las drdenes de un capataz que sabia mucho, y éste bajo la vigilancia de un amo que, si no sabia nada, era quien sabia mds de los aspectos comerciales de! negocio. Peto no puede olvidarse que, a la perspectiva de! sefior, del amo, cortes- ponde una visidn que es el revés de la mirada del esclavo. Dentro de ese contrapunta resalta, por ejemplo, una de las caracteristicas notables de Gilberto, que es su visién nostdlgica de seiior de ingenios y de esclavos que él expresa sentimentalmente a lo largo de todo el libro. Es comple- tamente improbable que a los ojos de un contempordneo de Gilberto, descendiente de esclavos, de la misma casa-grande, se perciba siquiera una pizca de esa nostalgia. éEs por eso Gilberto un alienado? No. Lo que le sobra es autenticidad. El habla no sélo ex cétedra, hable como un intimo, y habla como un connivente confeso. No es en esta intimidad que reside el secteto rescatable de la “metodologia” de Gilberto. Seria como pensar que quienes realmente saben de tuberculosis son los tuberculosos, Gilberto es sabio porque une a su proximidad e identificacién de observador no participante —pero mancomunado— la cualidad opuesta, que es la visién desde afuera —el ojo inglés, a que ya nos referimos—, la capacidad de ver algo noble alli donde el pernambucano de la mejor cepa no verfa nada. El mundo est4 hecho de rutina, de vida esponténea y naturalmente repetida, que no llega a ser notada como cosa que carece de explicacién sino por quien viene de afuera o por quien pertenece a otro contexto. El viajante extranjero ve tan gozosamente el mundo porque estd pertrechado con esa visién de extrafio que se proyecta sobre las cosas que mira para iluminarlas, tornando visible lo trivial. Esta.es la extrafia cualidad de este nieto de sefior-de-ingenio tan orgullosamente pernambucano, que teniendo el mundo a sus pies nunca salid, realmente, de los alrededores de donde nacié, se casé, reprodujo y se morird. ¢Contento? Creo que si. Al menos, conozco a poca genté tan contenta consigo misma en lo que ha sido y en lo que es, como este socidlogo universal del suburbio de Apipucos, en Recife. Iv EL METODO La ‘reoriA subyacente de Ja obra de GF parece ser la de Ja causa circular, formulada mds tarde por los funcionalistas. La idea bésica aqu{ es la de que come todo puede Ilegar a ser, en determinadas circunstancias, la causa de cualquier cosa, ne existe en la verdad ninguna causa suficiente de nada, Lo extraordinario es que esa teoria desatinada no Ie hizo mal a Gilberto. A pesar de ella y hasta gracias a ella, su etnologla, volcada sobre si misma como una serpiente que se muerde la cola, nos dio las explica- ciones més exhaustivas que se pueden leer en cualquier literatura sobre el ambiente, los tipos humanos, el modo de vida intimo, familiar, domés- tico de la gente de la cual se ocupé. CG » S es una acumulacién de obser- vaciones minuciosas y de apreciaciones muy amplias, combinada con un método que se presté admirablemente al propdésito de dar una visién de conjunto y un conocimiento hondo de una sociedad real, viviente, concreta XXII y univoca. Pero también, contradictoria como Ja propia vida, en su actividad febril de recrearse a s{ misma con infinitas variaciones en torno de una misma pauta, variando para cambiar en lo incidental tanto como fueta ne- cesatio, pata que nada cambiara en fo sustancial. Gilberto estudia esa pauta como un joven enamorado que mura y no ve el esqueleto de la novia. El propio Gilberto lo muestra y Io esconde bajo grasas y pieles, telas y encajes, mostrande y escondiendo, como novio que sospecha que debajo de la piel de ella hay realmente una calavera. La forma ptincipal de explicacién causal de Gilberto Freyre es dar vueltas entre referencias a causas diversas para, de repente, embestir contra una de ellas, Cuando se espera que se detenga en ésa lo vemos abandonarla para iniciar otra vez el circulo. Por ejemplo: queriendo esclarecer los antecedentes del sefiorfo agrario de Brasil, Gilberto se zambulle en fa historia agraria de Portugal y demuestra, copiosamente, que los funda- mentos de sus éxitos estén en la contribucién del trabajo y de la técnica de los sarracenos, y que el sefiotfo rural posterior adlo fue bien ejercido por los monasterios. Esto es verdad. Visitando a Portugal, no puede dejar de verse la enormidad de conventos y abadias, atendidos por cocinas descomunales, capaces de cebat a centenares de monjes gordos. Lo curioso es que Gilberto, después de descubrir todo eso, abandona lo encontrado y se lanza, con un pase de magia, a hablar de la capacidad de la accién colonizadora y civilizadora del latifundista portugués, antecesor de los gtandes propietarios brasilefios, Sin embargo, Io destacable es que —tal como sucede con el antiteoricismo al que nos hemos referido— fue, al fin de cuentas, saludable para Gilberto Freyre. Siendo Brasil un pais de pasiones intelectuales desenfrenadas —en el que cada pensador se aferra pronto a un tedtico de moda y tanto se apega a él gue convierte en servidumbre su actividad creadora—, es bueno ver 2 alguien que techaza padres tedricos. Lo que hace la mayoria de los hombres de ciencia y ensayistas brasilefios es, a [o sumo, ilustrar con ejemplos locales la genia- lidad de las tesis de sus maestros. No sucedié ast con Gilberto. Por on lado, porque Boas no tenia teorfas que debiesen ser comprobadas o ilus- tradas con material brasilefic. Por otro lado, porque lo que él le pedia a su discfipulo eta que realizase operaciones detalladas de observacién y de interpretacién de realidades vivientes para componer, luego, con material de fabricacién propia, su ética y su estética de la opereta, Aunque Gilberto esté siempre diciendo que él no es seguidor de nadie - sino, por el contrario, un “bandeirante” abridor de huevos caminos, admite que es un rectificador de antecesores y, en consecuencia, que éstos existen. Lo cierto es que, al revés de lo que ocurrié con Jas ciencias sociales esco- lasticas inttoducidas en Brasil por franceses y¥ norteamericanos —que flore- cieron como trasplantes, ignorando sclemnemente como a un matorral sin importancia todo lo que florecié antes de ellas—, Gilberto Freyre es here- dero y conocedor profundo de Joaquin Nabuco, de Silvio Romero, de Euclides da Cunha, de Nina Rodrigues, cuyas obtas leyd en su totalidad, XXIV apreciéd lo que en ellas sigue siendo vélido, las utilizs amplisimamente y las continud. Obsérvese que no hablo aquf de afinidades y consonancias con tesis antes enunciadas, Habla de algo mds relevante, que es la consecucién del esfuerzo colectivo de ir construyendo, generacién tras generacién, cada cual como puede, el edificio del autoconocimiento nacional. Nadie puede dar su contribucién, es abvio, si no conoce la bibliografia anterior. Y esto es lo que sucede con la generalidad de los cientificos sociales. Desgraciadamente, esa bibliografia ¢s initil pata ellos. Indtil porque, en realidad, sus contri- bucienes son palpitos dados scbre otra argumentacién, compuesta en el extranjero para ser leida y admirada allé. Por eso mismo, para nosotros también, sus obras son casi siempre inttiles o, a lo sumo, irrelevantes. Mirando en torno, después de pasada la moda funcionalista y rota la ola estructuralista, lo que persiste de toda aquella griteria es principalmente el Lévi-Strauss de ese hermoso libro brasilefio que es Tristes Trdpicos y nuestro Florestan Fernandes de la Orgasizacion Sociat de los Tupinambés, por lo que nos da como reconstruccién viva de la vida de los indios que con més fuerza dejaron su sello en la hechura de todos nosotros, los brasi- lefios. Probablemente nada ha de quedar de la copiosisima bibliografia ilustrativa y ejemplificativa, tan de moda durante un tiempo. Hoy todo eso es un mero papel impreso, que compone monumentos funerarios a quienes hicieron de su vida intelectual un ejercicio de ilustracién reiterativa de tesis ajenas. Lo mds admirable en Gilberto Freyre, tan angléfilo y tan préximo a los norteamericanos, es que no se haya esclavizado cientificamente. El tiesgo fue enorme. Ciertamente no se escapd de él ninguno de los mil extranjeros de talento, sometidos al lavado de cerebro de las universidades norteamericanas en el transcurso del siglo XX. ¢Cudntos de ellos produ- jeron obras que merezcan ser recordadas y de las que se diga, con fundada esperanza, que serén probablemente reeditadas en el prdéximo milenio, como sucederé, con toda certeza, con Casa-Grande y Senzala? Cabe una palabra mds sobre ef difundido método de Gilberto Freyre, del cual él mismo habla tanto: método no, pero si pluralidad de métodas, tan citada y tan elogiada. Simplemente en Casa-Grande y Senzala no existe ningin método. Quiero decir, ningtin abordaje al que el autor haya sido fiel. Ningin método que el lector pueda extraer de la obra como un enfoque aplicable en cualquier parte, Es tan imposible escribir otra CG y S como ¢s imposible reproducir a Gilberto, quien con sus talentos y sus terquedades la hizo mds obra suya que su propio hijo. Por lo demas, no seria justo olvidar a esta altura que ninguna de las obras clasicas de las ciencias sociales es explicable por sus virtudes metodolégicas. Al contrario, Todo lo que se produjo con extremado rigor metédico, haciendo corresponder cada afirmacién con la base empitica en la cual se asienta, y calculando y comprobando estadisticamente tado, resulta mediocre y de breve duraci6n. EL hombre de ciencia, aparentemente, sdlo necesita aprender métodos y xXV estudiar metodologfas para olvidarlos después. Olvidarlos tanto en Ja opera- sién de observacién como en esa misteriosa e inexplicable operacién de induccién de las conclusiones. Olvidarlas, sobre todo, en la operacién de construccién artistica de la obra en que deberd comunicar a sus lectores, tan petsuasivamente como sea posible, lo que d sabe. Casa-Grande y Senzala y Sobrados y Mocambos —que por otta parte constituyen un solo libro y deberian ser publicades siempre juntos-—- ejemplifican magnificamente la primera categoria de obras, Me refiero a esas contribuciones importantes a la ciencia, que se convierten en libros clisicos que todos debemos leet por el gusto que nos proporcionan con su conocimienta nuevo y fresco. No asi Orden y Progreso, por ejemplo, que correspondé mejor a la segunda categoria. Aqui tal vez porque Gilberto también pretendié seguir un método. Efectivamente, en Orden » Progreso intenta cefiirse a un plan tan riguroso como le es posible a una naturaleza indisciplinada y anaérquica como Ja suya. Lo que, sin embargo, resulté fue ua libro de calidad inferior que no se puede compatar con les dos primeros. ¥ LOS PROTAGONISTAS EL escenario de Casa-Grande y Senxala es cl litoral de la regidn nordestina, El Nordeste de Gilberto no es, sin embargo, el de chivo y “pacoca” *, de secas y hambrunas, generalmente asociado con el nombre de aquella regidn. Sino el Nordeste del siri y del pirdn, de la cafia y la tierra arcillosa, De 4érboles robustos, de sombras profundas, bueyes pachorrientos, de gente demorada y a veces redonda como sanchopanzas por la miel del ingenio, por el pescado cocido con pirét, por el trabajo parado » siempre el mismo, por Ia opilacién, por el aguardiente, por la grapa de caiia, por ef grano de coco, por los gusanos, por la erisipela, por el ocia, por las enfermedades que hacen bincharse a las personas, por el mal mismo de comer tierra. Digase de paso que esta cita no es de CG y S sino de Nordeste, porque alli es donde Gilberto retrata mejor a su tan amada regidn. El tema de Casa-Grande y Senzala es el estudio integrado del complejo socio-cultural que sé construyd en Ja zona forestal humeda del litoral nordestino de Brasil, sobre la base del monocultivo latifundista de la cafia “ Carne asada y cortada, pisada con harina de mandioca ¥, a veces, servida con bananas N. dei T. EXVI

Potrebbero piacerti anche