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Servicio Bíblico Latinoamericano
Is 35,4-7a: Los oídos del sordo se abrirán, la lengua del mudo cantará
Salmo 145: ¡Alaba, alma mía, al Señor!
Sant 2,1-5: Dios eligió a los pobres para hacerlos herederos del reino
Mc 7,31-37: Hace oír a los sordos y hablar a los mudos
Oración comunitaria
Oh Dios de todos los nombres y de todos los Pueblos. En nuestro hermano Jesús
nosotros vemos un símbolo claro de lo que quieres de nosotros respecto a las
demás religiones: una actitud de respeto hacia sus valores y expresiones, y un
compartir con ellas la búsqueda de del Reino de Dios y su Justicia. Lo demás lo
esperamos por añadidura. Te expresamos nuestro deseo de hacer nuestras estas
actitudes de Jesús. Tú que vives y haces vivir, por los siglos de los siglos. Amén.
Señor, Tú nos has hecho hijos tuyos para que nosotros, conscientes de que todos
somos hermanos, vivamos preocupándonos de atender los unos las necesidades
de los otros; ayúdanos para que sepamos vivir como Tú esperas de nosotros, y
que nunca caigamos en la trampa y en el pecado de tener acepción de personas
en base a los criterios económicos, culturales, raciales o de género. Por J.N.S.
Servicio Bíblico Latinoamericano
L a lógica del mundo parece no superar en la práctica el antiguo“ojo por ojo, diente
por diente”, “al enemigo hay que aniquilarlo”, o “los enemigos de mis enemigos son
mis amigos”. En el Antiguo Testamento, el odio al enemigo era algo natural (Sal 34,1-
8). Pero Jesús sorprende a la humanidad con otra lógica: “amen a sus enemigos”. El
Dios de Jesús es ante todo el Dios de la Misericordia. El cristiano debe, por tanto,
adoptar en su práctica cotidiana el comportamiento misericordioso de Dios. “Traten a
los demás como quieren que ellos los traten a ustedes” es la llamada “regla de oro de la
caridad cristiana”. Debemos tener cuidado de no entenderla de manera mercantilista,
reduciéndola a un simple negocio de reciprocidad. Hay que entenderla como un amor
que no se contenta sólo con evitar el mal, sino que se compromete a hacer el bien a los
demás, quienes quiera que ellos sean. Frente a los conflictos ensayemos una actitud
misericordiosa, y nos sorprenderemos de su capacidad de desarmar a los enemigos y
calmar su agresividad.
Servicio Bíblico Latinoamericano
L os primeros dos versículos de este texto son una advertencia frente a los falsos
maestros que guían como ciegos a familias, comunidades o naciones, porque el
egoísmo o la codicia no les permiten ver la luz del reino de Dios, que es verdad,
justicia y fraternidad. Por desgracia, muchos ciegos dirigen hoy el mundo. Necesitamos
maestros, dirigentes o gobernantes que, como nos dice el libro del Exodo, sean
hombres o mujeres “inteligentes, temerosos de Dios, veraces e incorruptibles” (Éx
18,21). En los versículos 41 y 42 no hay intención de suprimir la corrección fraterna,
tan necesaria para superar con madurez los conflictos y fortalecer los lazos familiares,
comunitarios y sociales. La corrección fraterna es un ejercicio práctico de caridad
cristiana. Sin embargo, Jesús nos propone que toda corrección fraterna esté precedida
de una revisión y corrección de nuestras propias debilidades (la viga), antes de corregir
las debilidades del hermano (la pelusa). La enseñanza es clara: sólo tienen valor
efectivo el mensaje, propuesta o corrección que vienen respaldados por la vida y
testimonio de quien habla.
Perdamos el miedo de decirle al otro, con caridad cristiana, sus fortalezas y sus
debilidades; pero, sobre todo, perdamos el miedo de hacerlas ver a nosotros mismos.
Servicio Bíblico Latinoamericano
Oración comunitaria
Escucha, Padre, nuestra oración, abre nuestros oídos para que sepamos
escuchar siempre las continuas llamadas a la Justicia que Tú nos haces por
medio de los pobres; abre nuestros ojos para que sepamos ver la miseria y el
dolor de nuestro mundo, que nosotros tenemos que transformar en dignidad y
esperanza; abre nuestros corazones para que sepamos ver a todas las personas
como a tus hijos, nuestros hermanos y hermanas. Te lo pedimos por Jesucristo
N.S.
Servicio Bíblico Latinoamericano
Oración comunitaria
Dios, Padre nuestro, otórganos el don de saber encontrar en el hoy de nuestra
historia, el sentido profundo de nuestra misión cristiana, para que nos
comprometamos con todo lo que implica ser fieles a tu proyecto en la sociedad
en la que nos ha tocado vivir y construir tu Reino. Por Jesucristo nuestro Señor.
Dios Padre y Madre, que en la vida, pasión y muerte de Jesús has realizado tu
revelación máxima para el mundo, según nos asegura nuestra fe; te rogamos nos
otorgues el don de saber redescubrir con ojos humildes todo lo que tú has
continuado revelando en estos 2000 años de historia, dentro y fuera del
cristianismo, para que la Palabra que pronunciaste en Jesús pueda ser
compartida por todos los pueblos y religiones. Por Jesucristo nuestro Señor.
Servicio Bíblico Latinoamericano
E l fariseo Simón admira a Jesús, pero sus esquemas rígidos de la Ley le impiden
entender una de las dimensiones fundamentales de su propuesta: la misericordia. Y así
no sólo descalifica a su invitado, sino también a la mujer. La juzga excluyéndola de
toda posibilidad de cambiar y reorientar su vida. Es a todas luces contradictorio estar
con Jesús cuando al mismo tiempo se excluye al ser humano por razones morales,
económicas, políticas o religiosas. La unción que efectúa la mujer sobre Jesús nos
revela la triple dimensión de toda acción misericordiosa: perdón, conversión y
agradecimiento por el perdón recibido. La parábola del acreedor y los dos deudores
ratifica la íntima relación que debe existir entre el perdón de los pecados y la acción de
gracias. Al que más se le perdona es porque tiene más pecados, pero también porque
tiene un corazón abierto a la conversión y al agradecimiento.
Servicio Bíblico Latinoamericano
Oración comunitaria
Dios, Padre nuestro, que enviaste a tu Hijo Jesús para mostrar al mundo "que no
todo está permitido" y para mostrarnos el sentido de la vida humana en un
mundo estructurado sobre la injusticia y el poder; enséñanos a seguir el camino
de tu Hijo Jesús, el justo perseguido, para que tu Iglesia cumpla la misión que le
diste. Por el mismo J.N.S.
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C uando Leví se hizo apóstol, Jesús le cambió el nombre por Mateo, lo mismo que
había hecho con Simón, a quien llamó Pedro. Mateo era un publicano o recaudador de
impuestos, al servicio de Herodes Antipas y del imperio romano. Los maestros de la
Ley incluían a los publicanos en la misma categoría que a los asesinos, los ladrones y
los impuros. Esto los excluía de la vida social y religiosa en Israel. Una cena
compartida con publicanos y pecadores es motivo de controversia entre los fariseos y
los discípulos de Jesús. Los judíos tenían muy organizado el detalle de los alimentos
que se podían comer, los lugares y las personas con quienes se podía compartir. Esto
permitía definir quiénes pertenecían al grupo y quiénes no. Los publicanos estaban
excluidos. Jesús rompe con esta lógica excluyente, porque su lógica es la misericordia
y la inclusión de los excluidos. Y refuerza su opción evocando al profeta Oseas:
“Porque yo quiero amor, no sacrificio, conocimiento de Dios más que holocaustos” (Os
6,6). El discipulado de Mateo es fruto de la misericordia de Jesús; por esto, a los
discípulos de todos los tiempos los definen la misericordia y la cercanía con los
excluidos.
Servicio Bíblico Latinoamericano
P ara María no fue fácil entender que además de Madre debía dar el paso para
convertirse en discípula de su Hijo. Sin embargo, ya en las bodas de Caná Juan nos
comparte esta doble dimensión cuando la Madre de Jesús les dice a los sirvientes:
“hagan lo que él les diga” (Jn 2,5). La familia es esencial en la vida del discípulo, pero
llega el momento en que hay que tomar prudente distancia de ella, máxime cuando se
torna manipuladora. Para Jesús, más importantes que las relaciones de la carne o de la
sangre son las relaciones que se establecen en torno a su vida y su proyecto de reino.
Aprovecha, pues, la presencia de su familia para responder a una pregunta que nos
hacemos los cristianos de todos los tiempos: ¿en qué consiste hacer la voluntad de
Dios? La respuesta de Jesús es clara y contundente: hacer la voluntad de Dios significa
escuchar su Palabra y ponerla en práctica. Los que hacen esto son su verdadera familia.
Por cierto, María ya había hecho su parte cuando, sin dudarlo, respondió al ángel: “yo
soy la servidora del Señor; que se cumpla en mí tu Palabra” (Lc 1,38).
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E l poder y autoridad que otorga Jesús tiene dos objetivos: anunciar el reino de Dios
y liberar a la gente del mal y las enfermedades. El reino se concreta en acciones de
misericordia y liberación. El anuncio de la Palabra no puede estar desligado de la
realidad del ser humano. Esto significa que la evangelización no es una tarea sólo de
corte “espiritualista”; ella debe implicar la integridad del ser humano, incluyendo
especialmente aquellos cuerpos dolidos por la marginación. La evangelización es
también una actividad marcada por la libertad de las ataduras económicas. Jesús
propone a sus discípulos no llevar elementos materiales, sino sólo la Palabra en su
boca, la misericordia en el corazón y la calidez en sus manos, para estar siempre
dispuestos a abrazar la hospitalidad que ofrece la gente. La misión es siempre una
actividad de diálogo y de doble vía, donde el misionero da lo mejor de sí y está
dispuesto a escuchar, recibir e integrar a su proyecto misionero la realidad de cada
comunidad. Recordemos que para la misión existe un proyecto común, que es el de
Jesús, pero con formatos diversos que se adaptan a cada comunidad de acuerdo a su
cultura y sus necesidades.
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U na clave de comprensión para las lecturas de este domingo: «Nadie puede ser
excluido del servicio que se realiza en nombre de Dios».
En medio de las tradiciones del pueblo israelita por el desierto, el libro de los
Números nos presenta el relato del «reparto» del espíritu de Moisés, entre setenta
miembros del pueblo. La intención es que Moisés no tenga que llevar la carga solo.
Con esta decisión de Yavé, la responsabilidad queda repartida: cada uno de quienes han
recibido «parte» del espíritu que estaba en Moisés debería ser profeta en el pueblo.
Ahora bien, tendríamos que atenernos al contexto para intuir qué características
implicaba la tarea de estos personajes.
El capítulo 11 del libro de los Números nos da cuenta de las etapas de la marcha
por el desierto; la narración se centra en una dificultad que tiene el pueblo: llevan
varios meses comiendo maná y ya se encuentran hastiados: «tenemos el alma seca» (v.
6), «no vemos más que maná» (v. 6b), y con esto viene la tentación de añorar el tiempo
de abundancia de comida en Egipto. Por aquí podemos intuir la grave dificultad en que
se halla Moisés, ¿cómo hacer para que el pueblo no siga pensando en Egipto? El
desierto es el gran desafío. Detrás está Egipto, con su abundancia, pero también con su
esclavitud. Hacia delante está la promesa de una tierra, una libertad, una vida digna,
pero que hay que conquistar a precio de privaciones, sacrificios, esfuerzos.
El relato causa admiración porque Yavé monta en cólera... Es un recurso literario
para introducir la preocupación de Moisés, que se expresa en una bella oración de
intercesión por el pueblo. La solución que plantea Yavé es la adecuada: reunir setenta
representantes del pueblo para repartir entre ellos el espíritu que estaba en Moisés; de
esa manera la dirección, orientación y concientización del pueblo sería obligación de
muchos y no sólo de Moisés.
El espíritu que se dona a todas estas personas viene a ser, entonces, profético; es
decir, está en función de profetizar. Hay que asumir que esta actividad profética está
orientada a ayudar al pueblo a tomar más y más conciencia del plan de Dios con ellos,
a entender lo que hay realmente detrás: Egipto y su abundancia de comida pero con su
esclavitud que es lo contrario al plan divino, y lo que está por delante: un desierto
inevitable, desafiante, mortal, pero al fin y al cabo, un medio que es necesario asumir
para poder llegar a la tierra de la libertad, tierra de promisión. A cualquier persona del
pueblo que, entendiendo las cosas así, «catequizara» a sus hermanos en este sentido
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había que verlo como profeta «autorizado» no porque hubiera estado necesariamente
en la tienda del encuentro, sino por estar en comunión con el ideal de Yavé.
Ese parece ser el caso de Eldad y Medad. Ellos no estuvieron en el momento del
reparto del espíritu y sin embargo estaban profetizando. Viene la reacción de Josué, el
mismo que más tarde se encargará de guiar a su pueblo en los trabajos de conquista y
ocupación de la tierra prometida. Josué no entiende todavía que todo el que influya de
manera positiva en la conciencia del ser hermano, debe ser considerado profeta, y por
eso aconseja a Moisés que lo prohíba (v. 28). Por su parte, Moisés ha captado muy bien
que en el trabajo de liberación del pueblo, todos y todas tienen una gran tarea, y
responde a Josué con palabras aparentemente duras, pero que en definitiva buscan
también abrir la conciencia de su ayudante: «ojalá todo el pueblo fuera profeta» (v. 29);
ojalá cada uno asumiera con verdadero empeño la tarea de concientizarse y
concientizar a su semejante, a su prójimo, ¿no es eso justamente lo que Dios quiere y
espera? A Josué pues, no le preocupaba mucho la necesidad de que cada miembro del
pueblo tuviera una conciencia bien formada para continuar hacia adelante por el
desierto; le preocupaba más defender lo «oficial», lo «autorizado» por Dios en la tienda
del encuentro, es decir lo «instituido», la defensa de «los derechos de Dios».
En la misma línea, nos presenta el evangelio de Marcos para este domingo, una
situación semejante con los discípulos de Jesús. Apenas transmitida por Jesús la
lección sobre quién es el mayor (Mc 9,33-37), se produce un incidente que tiene que
ver con la exclusividad de los miembros del grupo seguidor de Jesús. Juan le cuenta a
Jesús que le han impedido a un hombre expulsar demonios en su nombre porque no se
trataba de uno de los miembros del grupo (v. 38). No hay una pregunta, cómo hacer en
casos semejantes, qué posición asumir, etc. La respuesta de Jesús es sabia, «nadie que
obre un milagro en mi nombre puede después hablar mal de mí» (v. 39), y «el que no
está contra nosotros, está con nosotros». En la tarea de construcción del reino nadie
tiene la exclusiva. Tal vez los discípulos no tenían claro o no recordaban que su
pertenencia al grupo de Jesús fue un don de pura gratuidad; ninguno de ellos presentó
ante Jesús un concurso de méritos para ser elegido; fue Jesús quien se presentó ante
ellos, se les atravesó a cada uno por su camino y los llamó, aun a sabiendas de que no
eran ni los mejores ni lo más representativo de su sociedad. En ese sentido también
otros y otras pueden seguir siendo llamados. En cada hombre y en cada mujer Dios ha
sembrado las semillas del bien; cómo y cuándo esas semillas comienzan a germinar y
dar frutos, eso es decisión de cada uno. A veces nos parecemos a Juan y al resto de
discípulos, nos ponemos celosos de quienes sin pertenecer a la institución hacen obras
mejores que las nuestras. Y sale inevitablemente la frase: «pero ése o ésa es de tal o
cual religión, o de tal o cual grupo...». Anteponemos a la vocación universal de hacer el
bien y a la práctica del amor, unos intereses mezquinos y unos criterios de autoridad y
de exclusividad absolutamente rechazados por Jesús (cf. Mc 9,39)
El diálogo de Jesús con sus discípulos refleja la situación de la comunidad para la
cual Marcos escribe su evangelio. Una comunidad quizás muy consciente de lo que
eran las exclusiones, pero al mismo tiempo en peligro de ser exclusivista, con una
excusa quizás aparentemente sana: «ser o no ser de los nuestros», «ser o no ser del
camino», «estar o no estar en el proceso...», y en fin otras talanqueras que
pretendidamente intentan justificarse con la excusa de defender la «pureza» de la fe o
del «credo» o del «orden» o, en definitiva, de «defender los derechos» de Dios.
Pues bien, cuando se cae en el extremo de «defender» a Dios, o los «derechos»
de Dios, lo que se logra en definitiva es minimizar a Dios, ponerlo en ridículo ante el
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mundo, y la consecuencia más inmediata, la que previó Jesús y quizás la que ya se veía
en la primera comunidad, era la del escándalo a los más pequeños. A Jesús le
preocupan los «pequeños», no sólo los menores de edad, sino los que apenas empiezan
a intuir la dinámica del reino con la subsiguiente imagen de Dios que él propone.
Con todo, a través de los siglos, los peligros de la comunidad primitiva se
convierten en hechos reales: cuántos creyentes promotores del bien, de la justicia y de
la paz excluidos o en entredicho sólo porque «no eran de los nuestros», cuántos Josués
y Juanes empeñados todavía en «defender» una pretendida exclusividad que, por
supuesto, nadie posee, con lo cual lo único que logran es escandalizar cada vez más a
muchos, haciéndoles creer que Dios es tan pequeño, que puede reducirse a los
estrechos límites de un grupo o de una institución, aunque sus adeptos se cuenten por
millares.
Si logramos tomar conciencia de que Dios es más grande que un grupo o una
institución y que en ningún momento nuestra vocación es la de defender unos
supuestos derechos de Dios, sino simplemente servir, ponernos en función de construir
el Reino con y desde las múltiples posibilidades que ello implica dada la insondable
riqueza del mismo espíritu, entonces jamás se nos ocurrirá pensar si éste o aquél es o
no es «de los nuestros», sino mejor... ¡como cooperar más y mejor con aquél o aquélla
que tan bien están luchando por construir aquí el Reino!
Oración comunitaria
Dios Padre-Madre que en todas, en todos y en todo te manifiestas; abre nuestros
corazones y nuestras mentes para comprender mejor lo que desde siempre nos
estás comunicando, incluso a través de aquellos que te conocen por otros
caminos y con otros lenguajes que los nuestros; arranca de nosotros toda
tentación de exclusivismo y mantennos dispuestos a ayudar y a dejarnos ayudar
en la construcción colectiva de tu Reino. Nosotros te lo pedimos inspirados en
Jesús, transparencia tuya. Amén.
Servicio Bíblico Latinoamericano
A rcángel significa “principal entre los ángeles”. Miguel significa “¿Quién como
Dios?”; Gabriel, “Dios es mi Protector”, y Rafael, “Medicina de Dios”. En la fiesta de
los “superángeles” roguemos a Dios por todas las personas que, como ángeles terrenos,
nos protegen de caer en la tentación y nos ayudan a no perder nunca la comunicación
con Dios. En el evangelio de hoy, la sinceridad y la coherencia le permitieron a
Natanael reconocer en Jesús al Hijo de Dios. Debió de ser además un hombre piadoso,
según se deduce de su presencia bajo la sombra de la higuera, que era un lugar común
en Israel para la lectura y la enseñanza de la Ley. Jesús confronta a Natanael con una
pregunta que tiene plena vigencia para los cristianos de hoy: ¿creemos en Jesús sólo
por los signos extraordinarios? ¿Estamos ciegos frentes a los grandes signos o milagros
que día a día nos regala Dios a través de la creación, la vida de nuestros seres queridos,
la armonía familiar, la alegría que florece a pesar de la sequedad de los huertos, la
esperanza que no se pierde a pesar de la multiplicación de problemas y conflictos?
Creer con sinceridad y coherencia de vida, es el milagro más grande que Dios nos
hace cada día, como abriendo el cielo para nosotros.
Servicio Bíblico Latinoamericano
E n el día de san Jerónimo están de fiesta todos los esfuerzos por conocer y difundir
la Sagrada Escritura. La Iglesia Católica ha reconocido siempre a san Jerónimo como
un hombre elegido por Dios para explicar y hacer entender mejor la Santa Biblia. Por
eso ha sido nombrado patrono de todos los que en el mundo se dedican a hacer
entender y amar más las Sagradas Escrituras. Yendo al evangelio, Jesús, ante la
cercanía de su pasión, tiene urgencia por definir el perfil de sus discípulos. La primera
condición es aprender a soportar los momentos de inestabilidad e inseguridad, y a
renunciar a todas las ataduras que impiden la libertad de la misión. La segunda
condición, que surge del dicho “deja que los muertos entierren a sus muertos”, exige al
discípulo tomar conciencia de que la tarea de anunciar el reino de Dios está por encima
de todos los deberes humanos. Aquí los “muertos” simbolizan a quienes son
insensibles a la llamada de Jesús. La tercera condición es la disponibilidad inmediata.
En los arados de Palestina, donde con una mano se conducía el arado mismo y con la
otra los bueyes, una mirada atrás podría ocasionar el desvío del surco y el retraso de la
siembra. Las palabras de Jesús no intentan crear una rivalidad entre la familia y el
misionero; hay que entenderlas como orientaciones para que el discípulo aparte de su
vida todo aquello que pueda ser un obstáculo para el ejercicio de su misión evangélica.
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