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CAPÍTULO 5
EL LIBRO DE LOS JUECES (IV)
ASPECTOS TEOLÓGICOS

2. ASPECTOS TEOLÓGICOS

Nos fijaremos en: 1) el influjo del Dt y la teología dtr; 2) la denuncia de la idolatría; 3)


el problema de la violencia.

2.1. El influjo del Dt y de la teología dtr

Dei dieci temi raccolti da Weinfeld nel libro dei Giudici troviamo i seguenti. Un
facile essercizio sarebbe vedere in ché capitoli si concentra l’attività dtr.

Avvertenza contro l'idolatria

«Seguire altri dei» (~yrIxea] ~yhila/-yrex]a; $lh: Dt 6,14; 8,19; 11,28;


13,3; 28,14; Gdc 2,12.19).
«Servire altri dèi» (~yrIxea] ~yhila/ db[). Questa formula, frequente nel
Dt, appare anche in Gdc 10,13, ma Weinfeld la considera in questo caso pre-dtr, della
fonte Elohista.
«servire Baal / i baali e Ashtarot / Asherot»: Gdc 2,11.13; 3,7; 10,6.10.
«seguire altri dèi e servirli»: Gdc 2,12.
«i dèi dei popoli circonvicini» (~h,yteAbåybis. rv,a] ~yMi[;h',
yheÛla/): Dt 6,14; 13,8; Gdc 2,12.
Esodo-alleanza-elezione

«Vedere / conoscere le grandi opere che fece Yhwh» ( hf'Þ[' rv<ïa]


lAdG"h; hw"hy> hfeÛ[]m; har): Dt 11,7; Gdc 2,7; cf. 2,10.
Osservanza della Legge e lealtà / slealtà all'alleanza

«Andare per la strada / le strade di Yhwh» ( hw"hy> %r,D,b $lh): Dt 8,6;


19,9; 26,17; 28,9; 30,16; Gdc 2,22.
«Ascoltare / osservare i mandati di Yhwh» ( hw"ßhy>-twOc.mi [mv): Dt
11,13.27.28; 28,13; Gdc 2,17; 3,4.
«Fare il male agli occhi di Yhwh» ( hw"hy> ynEy[eB. [r;h'-ta, hf[): Dt
4,25; 9,18; 17,2; 31,29; Gdc 2,11; 3,7.12; 4,1; 6,1; 10,6; 13,1.
«Allontanarsi dalla strada» (%r,D,h;-!mi rs): Dt 9,12.16; 11,28; 31,29; Gdc
2,17.
«Agire perversamente» (tyxvh): Dt 4,16.25; 31,29; Gdc 2,19.
«trasgredire l'alleanza» (tyrb
rwb[l): Dt 17,2; Gdc 2,20.
«irritare Yhwh» (hwhy ta sy[kh): Dt 4,25; 9,18; 31,29; Gdc 2,12.

Eredità della terra


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«spossessare nazioni» (~yywg vyrwh): Dt 4,38; 7,17; 9,3.4.5; 11,23; 18,12;


Gdc 2,21.23.
«quelli / quelli popoli» (~hh ~yywgh / hlah ~yywgh): Dt 7,17.22; 9,4.5;
11,23; 12,30; 18,9; 14,20; 31,3; Gdc 2,23; 3,1.
«nessuno potrà resisterti» (^yn<p'B. vyai dmo[]y:-al{): La formula non
si trova nel Dt ma sì negli altri libri. Il contrario in Gdc 2,14.

Fraseologia retorica e parenética

«Sterminare il male d'Israele / di in mezzo a te» (h['r' r[b): Dt 13,6; 17,7.12;


19,19; 21,21; 22,24; 24,7; Gdc 20,13.

2.2. La denuncia de la idolatría

De los temas anteriores, el más recurrente es el de la idolatría: lo encontramos en


las dos introducciones, en el marco de los jueces mayores y en otros momentos del libro.
Las dos introducciones y el marco de los jueces los estudiaremos con detalle en la
exégesis. Recojo lo que se dice sobre el tema en otros momentos importantes del libro.

La tradición de Gedeón – Abimélec

Al comienzo del ciclo, antes de vencer a los enemigos terrestres, Gedeón deberá
derrotar a los dioses cananeos, derribando el altar de Baal y cortando la asherá (6,25-32).
Este episodio empalma con el de la vocación (6,11-24). Después de ella, Gedeón levanta
un altar a Yahvé (6,24), pero su mentalidad es sincretista, como la de su padre, Joás, que
tiene un nombre yahvista, lo ha educado en la religión yahvista, le ha hablado de los
prodigios realizados por el Señor en Egipto, pero que tiene un terebinto (árbol sagrado), un
altar a Baal y una asherá. El peligro de Gedeón es continuar el sincretismo paterno, que se
supone típico de la época: buena convivencia del altar de Yahvé y el altar de Baal. Para el
autor del relato, ambos cultos son irreconciliables. Por eso, la primera misión de Gedeón, a
pesar de la amenaza madianita, es purificar el culto. Luego, como signo de la victoria de
Yahvé, le levanta un altar y le ofrece un sacrificio.
La historia de Gedeón termina con otra referencia a la idolatría (8,27b). En este
caso, lo que está en juego no es el primer mandamiento, el culto a otros dioses, sino el
segundo, la prohibición de imágenes. Pero los autores dtr lo juzgan con la misma
terminología e idéntica dureza: el efod hace que Israel “se prostituya” y le sirve a Gedeón
y su familia de “trampa”.
La tradición de Abimélec comienza con otro texto antiidolátrico (8,33-34).
Propiamente no corresponde al marco introductorio a un juez, ya que Abimélec no lo es.
Además, el lenguaje es distinto al de las otras introducciones. La relación directa entre la
muerte del juez anterior y la idolatría coincide con la formulación de 2,19. Pero la imagen
de “prostituirse” sólo se encuentra ―dentro del libro de los Jueces― en 2,17 y 8,27b
(efod).

La denuncia del santuario de Dan (cc.17-18)


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Jue 18,30 afirma que el santuario siempre estuvo servido por descendientes de
Moisés, empezando por Jonatán, hijo de Guersón. Con ello se pretende subrayar su
importancia y dignidad.
Sin embargo, esta noticia ha sido colocada por el autor final del libro de los Jueces
en un contexto muy negativo. Lo que se venera en el santuario de Dan es una “imagen”
(lsP: 18,30), en oposición expresa al decálogo, que ordena: “no te harás una imagen”
(ls,p,’ä ^ïäl.-hf,î[]t;-al{¥: Dt 5,8; Ex 20,4). Además, su origen no puede ser peor: todo
empieza con un hijo que roba a su madre, se arrepiente, y ésta decide dar gracias a Yahvé
encargando una “estatua chapeada” (hk'Sem;W ls,P,ä). Evidentemente, la mujer no
conoce la maldición del «Dodecálogo siquemita»: “Maldito quien se haga una estatua
chapeada, abominación de Yahvé” (Dt 27,15).
La historia continúa con otro robo, esta vez de los danitas, y el santuario lo fundan
unos criminales que “pasaron a cuchillo a la población de Lais, gente tranquila y confiada”
(18,27). En este caso, la denuncia de la idolatría está estrechamente vinculada a móviles
políticos para desprestigiar a este santuario del Norte. En la misma línea se orienta 1 Re
12,29, que lo presenta como uno de los dos santuarios donde Jeroboán I colocó becerros de
oro para que los israelitas del Norte dejaran de acudir a Jerusalén.

2.3. El problema de la violencia

En el libro de Josué llama la atención la crueldad del anatema; en Jueces, la


crueldad a nivel individual. La encontramos desde el comienzo del libro, cuando se
cuenta el castigo de Adonibézeq, al que le cortan los pulgares de manos y pies, cosa que
ya él había hecho con los reyes enemigos (1,6-7). La alegría con que se cuenta el
asesinato de Eglón por Ehud subraya esta tendencia del libro, que, para nosotros, se
convierte en verdadero escándalo cuando Yael hunde el clavo en la sien de Sísara y se
describe con saña su lenta caída hacia la muerte (5,27). Todo esto sin el menor reproche.
Más aún, con la introducción entusiasta: “Bendita entre las mujeres Yael, mujer de
Jéber el quenita, bendita entre las que habitan en tiendas” (5,24). El contraste entre este
sentimiento y los que debe alentar un cristiano es indiscutible.
Detalles crueles no faltarán en los relatos posteriores. Gedeón “con espinas del
desierto y cardos azotó a los hombres de Sucot” y luego “mató a los hombres de la
ciudad de Penuel” (8,16-17). Invita a su hijo primogénito Jéter a matar a Zebaj y
Salmuná, como si fuese un gran honor (8,18-21).
Abimelec contrata a un grupo de malhechores para que maten a sus setenta
hermanos (9,1-5) y él mismo morirá de forma cruel: “Una mujer tiró sobre la cabeza de
Abimelec una piedra de molino y le rompió el cráneo” (9,53).
Jefté sacrifica a su propia hija (11,30.34-40).
Sansón mata a treinta hombres para pagar una apuesta perdida (14,19). Después
mata a otros mil (15,15). Cruel es también la escena en la que le sacan los ojos (16,21).
Y muere matando a más de los que había matado en vida (16,33).
Son crueles los danitas, que llegan a Lais, “un pueblo tranquilo y pacífico”, “y
lo pasaron a espada, pegando fuego a la ciudad” (18,27).
Pero las escenas más crueles del libro son las relacionadas con la violación de la
mujer del levita (19,25-29). Empezando por la frialdad con que su marido la entrega,
siguiendo con la violación y muerte, y terminando con el cadáver descuartizado y
repartido por las tribus de Israel. También es trágica y cruel la guerra civil posterior, y la
forma violenta en que se actúa con la población de Yabés de Galaad, especialmente con
las mujeres.
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La violencia de Jueces en el contexto del AT

1. La violencia de Dios
1.1. La violencia de Dios contra los pueblos paganos
Entran en este apartado episodios muy conocidos a través de películas como “La
Biblia”, “El príncipe de Egipto” o “Los diez mandamientos”. Me refiero al diluvio
universal y las plagas de Egipto. No es preciso detenerse en ellos. Pero hay pasajes
menos conocidos y de mayor trascendencia. En el libro del Deuteronomio, la ley de Dt
7,1-5 supone tres cosas muy distintas: a) exterminio sin piedad de los pueblos residentes en
Cisjordania; b) no emparentar con ellos; c) destruir sus lugares y objetos de culto. Es
posible que los aspectos segundo y tercero sean matizaciones posteriores de la dura
afirmación inicial. Pero el primero (exterminio sin piedad) es el que cuenta en la “ley de la
guerra” de Dt 20.
A este criterio se atendrá Josué, según los deuteronomistas, durante su campaña
contra los reyes y ciudades del sur (Josué 10,28-40). Siglos más tarde, se contará de
forma parecida la primera gran campaña de Judas Macabeo (1 Mac 5,18.35-36).
También habría que incluir en este apartado las amenazas proféticas contra
pueblos extranjeros, sean reinos pequeños (Amón, Moab, Edom) o grandes imperios
(Asiria, Babilonia, Egipto, Persia, Grecia).

1.2. La violencia de Dios contra su pueblo

A veces pensamos que la cólera de Dios y su acción violenta se dirigen sólo


contra los extranjeros. Sin embargo, cuando se habla de la cólera de Dios, son
frecuentes las referencias a que el Señor se encolerizó “con Israel” (Nm 25,3; 32,13; Jue
2,14.20; 3,8; 10,7; 2 Re 13,3), “con su pueblo” (Sal 106,40), “con la tierra [de Israel]”
(Dt 29,26). El motivo es siempre la idolatría. Igual ocurre en los dos únicos casos en
que se amenaza con la posibilidad de que Dios se encolerice (Jos 23,16; Dt 29,26). El
autor bíblico que ha expuesto con mayor dureza esta cólera divina contra su propio
pueblo ha sido el profeta Ezequiel (cf. Ez 5,12-17).

1.3. La violencia de Dios contra sus servidores

Dios también actúa violentamente incluso con las personas que le sirven de la
manera más fiel. El caso de los profetas es sintomático. Moisés, el mayor de ellos y
prototipo del profeta, es coaccionado y forzado por Dios a obedecerle en el relato de la
vocación. Igual le ocurre a Samuel, obligado de niño a transmitir un durísimo mensaje a
su padre adoptivo, el sacerdote Elí (1 Sm 3). Amós se ve arrancado de detrás del rebaño
para ir a profetizar contra el Reino Norte, aunque él es del Sur (Am 7,10-17). Jeremías,
profeta contra todos sus deseos, se sintió a veces seducido, engañado y violado por
Dios. Ezequiel, ni siquiera podrá cumplir con su esposa muerta los ritos que imponen la
religión y la piedad.

1.4. La violencia de Dios contra el inocente: Job


Job, presentado desde el comienzo como justo, religioso y apartado del mal, va a
ser víctima de los más atroces sufrimientos: primero, de la pérdida de los hijos y de las
propiedades; luego, de graves enfermedades. En contra de la mentalidad popular
(fomentada por el autor de la Carta de Santiago), Job no es el “justo paciente”. Es el
justo “rebelde”, que se indigna con los sufrimientos que se le han venido encima de
manera injusta e incomprensible, y que desea llevar a Dios a un tribunal para que rinda
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cuentas de su actitud. El caso de Job nos trae a la memoria la violencia de Dios contra el
inocente que no puede defenderse, como el hijo adulterino de David y Betsabé (2 Sm
12,15-18).

2. VIOLENCIA HUMANA

Los libros del AT, como reflejo de una sociedad humana, nos ponen en contacto
con formas muy diversas de violencia: a) la violencia en la guerra; b) la violencia social;
c) la violencia religiosa.

2.1. La violencia en la guerra

Los autores bíblicos nunca describen con detalle las batallas y su desarrollo
(están a distancia abismal de la Ilíada, que a cada día de batalla dedica un canto). Pero sí
dejan entrever la crueldad de la guerra (cf. 2 Re 15,16).
Frente a esta sobriedad encontramos a veces una descripción detallada de
episodios especialmente violentos. Casos especialmente llamativos son los asesinatos de
Sisará por Yael (Jue 4,17-21; 5,24-27) o el de Holofernes por Judit (Jdt 13,2-10).

2.2. Violencia social

Entran aquí hechos tan distintos como la violación de Tamar por su hermanastro
Amnón (2 Sm 13); las intrigas, represalias y venganzas de carácter político que
denuncia el profeta Oseas; la violencia que puede usar un rey despótico, como Manasés
(2 Re 21,16); la violencia que ejercen los poderosos contra los débiles, a los que
explotan, oprimen, dejan sin posesiones, venden como esclavos, etc., y que, en palabras
de Amós, convierten a Samaria en una ciudad “sumida en el terror”. Diagnóstico
parecido es el de Isaías, Jeremías, Miqueas, Sofonías o Ezequiel a propósito de
Jerusalén.

2.3. Violencia religiosa

Se trata de la violencia ejercida en nombre de la fe. El caso más famoso es el de


Finés (Nm 25,6-14). Su ejemplo lo imitará siglos más tarde Matatías, padre de los
Macabeos, cuando vea a un judío ofrecer sacrificios en un altar pagano (1 Mac 2,24-27).
Esta violencia se reflejará no sólo en la muerte de los “pecadores” sino también en la
forma de imponer la “virtud” (1 Mac 2,45-47). Esta conducta inspirará a los “celosos”,
que no debemos confundir con los zelotas. La espiritualidad de este grupo la refleja muy
bien el Salmo 149 (“espadas de dos filos en las manos”).

3. La aportación del AT a un mundo no violento

1. La condena de la violencia

La forma suprema de violencia es el asesinato. La prohibición de matar


(decálogo: Éx 20,13; Dt 5,17) se encuentra también en otros pueblos antiguos. Pero el
AT le concede especial atención al tema, ya que lo aborda desde el comienzo del
Génesis, en lo que se conoce como el “segundo pecado original”: el asesinato de Abel
por Caín, que sirve para condenar la violencia criminal (Gn 4,10-12). Esta condena de la
violencia criminal reaparece después del diluvio (Gn 9,5-6).
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Pero en el AT no encontramos sólo la condena de la violencia entre individuos,


sino también la condena de la violencia internacional. Amós, por ejemplo, denuncia en
sus dos primeros capítulos la crueldad de la guerra y el fenómeno de la esclavitud.
La violencia internacional adquiera su forma más atroz en la conducta de ciertos
imperios, y también ésta es denunciada y condenada por los profetas. El texto más
potente y hermoso es el de Is 14,4-22.

3.2. La condena de la venganza

Muchos pueblos y culturas antiguos están convencidos de que no se puede


matar. Pero hay también muchos grupos y culturas que enseñan la obligación de vengar
la sangre del familiar asesinado. Por eso tienen especial importancia diversos pasajes
del AT que rechazan la venganza en cualquier hipótesis.
El caso más interesante es el de Caín. En una lógica humana, la mejor forma de
acabar con su violencia es aniquilar al personaje, padre de todos los terroristas. Sin
embargo, para gran sorpresa nuestra, el episodio termina prohibiendo matar a Caín. Si
se prohíbe matar a Caín, es lógico que también se prohíba matar a cualquier otra
persona, por indigna que sea.
Otro ejemplo famoso es el de David y Nabal (1 Sm 25). Para comprender bien el
episodio es fundamental recordar que se encuentra situado entre los capítulos 24 y 26,
que cuentan un doble perdón de David a Saúl. En ambos casos, para perdonar la vida a
Saúl, David argumenta que es “el ungido del Señor”, contra el que no se puede atentar.
Entre estos dos relatos se nos habla de un persona que no es ungido del Señor sino un
perfecto imbécil, (como su nombre, Nabal, indica), egoísta, orgulloso y rastrero. Sin
embargo, su esposa Abigail, que hace en el relato la función de profetisa y habla a
David en nombre de Dios, le dice:
30
Que cuando el Señor cumpla a mi señor todo lo que le ha prometido y lo haya constituido
jefe de Israel, 31mi señor no tenga que sentir remordimientos ni desánimo por haber
derramado sangre sin necesidad y haber hecho justicia por su mano.

Y David reconoce al final el gran favor que le ha hecho:

-¡Bendito el Señor, Dios de Israel, que te ha enviado hoy a mi encuentro! 33(Bendita tu


prudencia y bendita tú, que me has impedido hoy derramar sangre y hacerme justicia por
mi mano!

En todos estos casos, la idea básica es la que expresa uno de los proverbios: “No
digas: «Me las pagarás»; espera en el Señor, que él te salvará” (Prov 20.22). Mucho más
amplio es el desarrollo del tema en el libro del Eclesiástico (Eclo 27,30-28,7).

2. La exaltación del perdón

El libro del Génesis, que en las figuras de los patriarcas ofrece diversos modelos
de comportamiento para el israelita piadoso, subraya especialmente la importancia del
perdón. La idea es muy conocida a través del relato de José y sus hermanos. José,
traicionado por sus hermanos, que incluso traman su muerte, terminará perdonándolos y
garantizándoles un futuro feliz en Egipto (Gn 37-50).
Pero el Génesis contiene un relato aún más asombroso de exaltación del perdón:
la historia de Esaú y Jacob. Quizá no se haya hecho tan famosa porque, en este caso, el
que da un gran ejemplo de perdón no es Jacob, antepasado de Israel, sino Esaú,
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antepasado de los odiados edomitas. Pero el ejemplo está ahí: el hermano desposeído de
su primogenitura a base de intrigas y mentiras terminará abrazando a su hermano y
acogiéndolo con todo cariño (véase Gn 25,19-34 y 33,1-17).
Aunque no se dice nunca expresamente, esta importancia del perdón parece
basarse en el perdón de Dios, que se reveló a Moisés como un Dios “compasivo y
clemente, paciente, misericordioso y fiel, que conserva la misericordia hasta la milésima
generación, que perdona culpas, delitos y pecados” (Éx 34,6-7).
Esta idea se repite en profetas y salmistas, convirtiéndose en la única
“definición” de Dios en el AT. Pero los israelitas estaban convencidos de que Yahvé era
un Dios “clemente, compasivo y perdonador”… para ellos. La audacia del librito de
Jonás consiste en aplicar esta misma imagen de Dios a los paganos, y en concreto a los
paganos más odiosos, los ninivitas, habitantes de la capital que tanto hizo sufrir a Israel.
El profeta expresa al final por qué se negó inicialmente a cumplir la misión que Dios le
encomendó de predicar en Nínive.

-(Ah Señor, ya me lo decía yo cuando estaba en mi tierra! Por algo me adelanté a huir a
Tarsis; porque sé que eres *un Dios compasivo y clemente, paciente y misericordioso+, que
te arrepientes de las amenazas (Jon 4,2).

Y Dios le responde que él no puede aniquilar tranquilamente a “ciento veinte mil


personas que no distinguen la derecha de la izquierda”. El Dios de Jonás nos recuerda
mucho al Dios de Jesús, al que suplica por sus opresores y los disculpa “porque no
saben lo que hacen”.

3. El ideal de la paz y de la vuelta al paraíso

El siglo VIII a.C. fue uno de los más sangrientos y conflictivos de la antigüedad
por la política expansionista del imperio asirio. Muchos pequeños países consideraron
que la única escapatoria era coaligarse contra él, apoyándose en la potencia de Egipto.
Esto dio pie a continuas guerras y búsquedas de alianzas que no salvaron del
derramamiento de sangre. Frente a esta realidad, un texto que se encuentra repetido en
los libros de Isaías y de Miqueas, ofrece un ideal muy distinto.
2
Al final de los tiempos
estará firme el monte
de la casa del Señor,
descollando entre los montes,
encumbrado sobre las montañas.
Hacia él confluirán las naciones,
3
caminarán pueblos numerosos.
Dirán: Venid, subamos
al monte del Señor,
a la casa del Dios de Jacob:
él nos instruirá en sus caminos
y marcharemos por sus sendas,
porque de Sión saldrá la ley;
de Jerusalén, la palabra del Señor.
4
Será el árbitro de las naciones,
el juez de pueblos numerosos.
De las espadas forjarán arados;
de las lanzas, podaderas.
No alzará la espada
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pueblo contra pueblo,


ya no se adiestrarán para la guerra (Is 2,2-4).

Por desgracia, esa peregrinación al monte de Dios no tuvo lugar y las lanzas y
espadas continuaron sembrando de sangre los campos del antiguo Oriente. Sin embargo,
los profetas siguieron alentando la esperanza de un mundo feliz. Incluso lo expresaron
con imágenes paradisíacas, más espectaculares aún que las del texto anterior.
En Is 11,1-9 encontramos un texto, casi con toda seguridad de la época del exilio
(siglo VI a.C.), que habla de un rey ideal para el futuro, un nuevo David. Adornado con
toda serie de cualidades por el espíritu de Dios, dedica toda su actividad a implantar la
justicia en la tierra. Como consecuencia de ello, surge un mundo de paz y felicidad, un
nuevo paraíso. El poeta-profeta habla de la armonía entre animales fuertes y débiles
(dieta vegetariana) y entre animales y hombres.
6
Entonces el lobo y el cordero irán juntos,
el novillo y el león engordarán juntos;
un chiquillo los pastorea;
7
la vaca pastará con el oso,
sus crías se tumbarán juntas,
el león comerá paja como el buey.
8
El niño jugará en la hura del áspid,
la criatura meterá la mano
en el escondrijo de la serpiente.
9
No harán daño ni estrago
por todo mi Monte Santo,
porque se llenará el país
de conocimiento del Señor,
como colman las aguas el mar.

El punto de vista de este texto es muy distinto al del anterior. Aquél se fijaba en
la paz internacional, éste en la paz social como fruto de la justicia. Pero ambos textos,
con su fuerte carga utópica, demuestran que para sus autores la violencia no es algo
compatible con su fe en Dios.

4. La salvación por medio de la no violencia

Termino con el texto que tendría más importancia en la perspectiva de René


Girard, conocido como el cuarto canto del Siervo de Yahvé (Is 53). Una de las tesis
principales de este autor es que las sociedades humanas se mantienen unidas por el
mecanismo del enemigo o por el mecanismo del chivo expiatorio.
Raimund Schwager, uno de los mayores especialistas en Girard, resume con esas
palabras las ideas del autor que aquí nos interesan: “Girard desarrolla la siguiente
hipótesis sobre las sociedades arcaicas: las agresiones recíprocas no se dominan con la
razón, sino que de repente – bajo los efectos de la mimesis – se transforman en una
acción de todos contra uno. Así se desvía la violencia hacia ese uno y todas las
alucinaciones relacionadas con ella se concentran sobre una víctima. Las masas
excitadas perciben a la víctima como un mal sobrehumano y monstruoso. Pero con esa
polarización de la violencia sobre un único ser, la paz vuelve a la masa dividida, sin que
ésta, en su estado de excitación agresiva perciba el mecanismo. La aparición de la paz
en mitad de la lucha es percibida por la masa excitada como un acontecimiento
maravilloso, resultado de la matanza y sacrificio de la víctima, del ‘mal’ La víctima, por
39

tanto, también adopta los rasgos de un salvador y pacificador y aparece así a la vez
como “tremendum” y “fascinans” (“Religión y violencia”: Proyección 2002).
Con estas ideas en la mente se entiende mucho mejor el famoso texto del libro
de Isaías.
2
Creció en su presencia como brote,
como raíz en el páramo:
no tenía presencia ni belleza
que atrajera nuestras miradas
ni aspecto que nos cautivase.
3
Despreciado y evitado de la gente,
un hombre hecho a sufrir,
curtido en el dolor;
al verlo se tapaban la cara;
despreciado, lo tuvimos por nada;
4
a él, que soportó nuestros sufrimientos
y cargó con nuestros dolores,
lo tuvimos por un contagiado,
herido de Dios y afligido.
5
El, en cambio, fue traspasado
por nuestras rebeliones,
triturado por nuestros crímenes.
Sobre él descargó
el castigo que nos sana
y con sus cicatrices nos hemos curado.
6
Todos errábamos como ovejas,
cada uno por su lado,
y el Señor cargó sobre él
todos nuestros crímenes.
7
Maltratado, aguantaba,
no abría la boca;
como cordero llevado al matadero,
como oveja muda ante el esquilador,
no abría la boca.
8
Sin arresto, sin proceso,
lo quitaron de en medio,
)quién meditó en su destino?
Lo arrancaron de la tierra de los vivos,
por los pecados de mi pueblo
lo hirieron.
9
Le dieron sepultura con los malvados
y una tumba con los malhechores,
aunque no había cometido crímenes
ni hubo engaño en su boca.
10
El Señor quería triturarlo
con el sufrimiento:
si entrega su vida como expiación,
verá su descendencia,
prolongará sus años
y por su medio triunfará
el plan del Señor.
11
Por los trabajos soportados
verá la luz, se saciará de saber;
mi siervo inocente
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rehabilitará a todos
porque cargó con sus crímenes.
12
Por eso le asignaré
una porción entre los grandes
y repartirá botín con los poderosos:
porque desnudó el cuello para morir
y fue contado entre los pecadores,
él cargó con el pecado de todos
e intercedió por los pecadores.

IV. CONCLUSIÓN

Después de este largo recorrido podemos volver al título de la conferencia y su


problemática. ¿Qué relación existe, desde el punto de vista del AT, entre la fe en Dios y
la violencia? Indicaría lo siguiente.

1. En el AT, la fe en Dios rechaza toda forma de violencia social, porque


supone un ataque directo a los hijos de Dios.
2. En los casos de injusticia flagrante, será el mismo Dios quien intervenga de
manera violenta para salvar a los oprimidos y la justicia.
3. Para algunos autores, la fe en Dios anima, o incluso obliga, a adoptar una
actitud violenta cuando están en juego valores religiosos.
4. Otros autores, en cambio, parten de una imagen de Dios como clemente y
compasivo, y su fe les anima al perdón, incluso de los mayores opresores.
5. En definitiva, no se puede decir que el AT proponga una única teoría sobre
las relaciones entre fe y violencia.

7. VENTAJAS DEL LIBRO DE LOS JUECES

Este tema conviene enmarcarlo en la utilidad global del AT.


En 1 Cor 9,9 recuerda Pablo la ley de Dt 25,4: “No pondrás bozal al buey que
trilla”. Y comenta: “¿Es que a Dios le preocupan los bueyes?”. Para Pablo, esto carece
de sentido, y por eso apela a una interpretación alegórica de la Escritura, en la que los
bueyes son los que anuncian el evangelio.
Esta postura es muy peligrosa. Si a Dios no le interesan los bueyes, tampoco le
interesará la geografía, ni los refranes populares, ni la poesía amorosa.
Entonces, sólo nos quedan dos posibilidades: a) interpretar alegóricamente la
mayor parte de la Escritura; b) prescindir de muchos capítulos y quedarnos con unas
cuantas páginas de acuerdo con nuestra espiritualidad.
La postura correcta (con perdón de Pablo) es decir que a Dios le interesan los
bueyes. Mejor dicho: «A Dios le interesa todo lo que le interesa al hombre y a su
pueblo».
Para Israel es esencial la relación con Dios y todo lo que la regula (culto y
justicia), vista desde las perspectivas más distintas (Prov y Ecl; Job).
Pero también es esencial para Israel su historia, su entorno geográfico, su
cultura.
Los cc. 13-21 de Josué no alimentan la devoción ni inspiran buenas obras, pero
están inspirados porque para el pueblo es esencial saber cuál es su territorio y cómo se
reparte entre las diversas tribus, con fronteras muy concretas que no admiten dudas.
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Muchos proverbios están “inspirados” porque reflejan esa sabiduría popular,


profana, que constituye la herencia del pueblo de Israel.
Lo que nos enseñan los Libros Históricos es que Dios está presente en la
historia. En una historia real, no idealizada, donde los protagonistas no tienen nada de
santos. Generalmente sólo descubrimos a Dios en los actos ejemplares y en las personas
santas. El AT nos enseña a descubrir a Dios en nuestra historia.

Otra gran ventaja del libro de los Jueces es que nos pone en contacto con una
teología muy distinta a la del evangelio: nacionalismo frente a universalismo; el peligro
viene de fuera, no de dentro.
El libro de los Jueces y los otros libros históricos se parecen más a nuestra
realidad que a nuestro ideal. Y con ello nos ayuda a descubrir las mentiras que a
menudo nos inventamos.

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