Documenti di Didattica
Documenti di Professioni
Documenti di Cultura
CAPÍTULO 5
EL LIBRO DE LOS JUECES (IV)
ASPECTOS TEOLÓGICOS
2. ASPECTOS TEOLÓGICOS
Dei dieci temi raccolti da Weinfeld nel libro dei Giudici troviamo i seguenti. Un
facile essercizio sarebbe vedere in ché capitoli si concentra l’attività dtr.
Al comienzo del ciclo, antes de vencer a los enemigos terrestres, Gedeón deberá
derrotar a los dioses cananeos, derribando el altar de Baal y cortando la asherá (6,25-32).
Este episodio empalma con el de la vocación (6,11-24). Después de ella, Gedeón levanta
un altar a Yahvé (6,24), pero su mentalidad es sincretista, como la de su padre, Joás, que
tiene un nombre yahvista, lo ha educado en la religión yahvista, le ha hablado de los
prodigios realizados por el Señor en Egipto, pero que tiene un terebinto (árbol sagrado), un
altar a Baal y una asherá. El peligro de Gedeón es continuar el sincretismo paterno, que se
supone típico de la época: buena convivencia del altar de Yahvé y el altar de Baal. Para el
autor del relato, ambos cultos son irreconciliables. Por eso, la primera misión de Gedeón, a
pesar de la amenaza madianita, es purificar el culto. Luego, como signo de la victoria de
Yahvé, le levanta un altar y le ofrece un sacrificio.
La historia de Gedeón termina con otra referencia a la idolatría (8,27b). En este
caso, lo que está en juego no es el primer mandamiento, el culto a otros dioses, sino el
segundo, la prohibición de imágenes. Pero los autores dtr lo juzgan con la misma
terminología e idéntica dureza: el efod hace que Israel “se prostituya” y le sirve a Gedeón
y su familia de “trampa”.
La tradición de Abimélec comienza con otro texto antiidolátrico (8,33-34).
Propiamente no corresponde al marco introductorio a un juez, ya que Abimélec no lo es.
Además, el lenguaje es distinto al de las otras introducciones. La relación directa entre la
muerte del juez anterior y la idolatría coincide con la formulación de 2,19. Pero la imagen
de “prostituirse” sólo se encuentra ―dentro del libro de los Jueces― en 2,17 y 8,27b
(efod).
Jue 18,30 afirma que el santuario siempre estuvo servido por descendientes de
Moisés, empezando por Jonatán, hijo de Guersón. Con ello se pretende subrayar su
importancia y dignidad.
Sin embargo, esta noticia ha sido colocada por el autor final del libro de los Jueces
en un contexto muy negativo. Lo que se venera en el santuario de Dan es una “imagen”
(lsP: 18,30), en oposición expresa al decálogo, que ordena: “no te harás una imagen”
(ls,p,’ä ^ïäl.-hf,î[]t;-al{¥: Dt 5,8; Ex 20,4). Además, su origen no puede ser peor: todo
empieza con un hijo que roba a su madre, se arrepiente, y ésta decide dar gracias a Yahvé
encargando una “estatua chapeada” (hk'Sem;W ls,P,ä). Evidentemente, la mujer no
conoce la maldición del «Dodecálogo siquemita»: “Maldito quien se haga una estatua
chapeada, abominación de Yahvé” (Dt 27,15).
La historia continúa con otro robo, esta vez de los danitas, y el santuario lo fundan
unos criminales que “pasaron a cuchillo a la población de Lais, gente tranquila y confiada”
(18,27). En este caso, la denuncia de la idolatría está estrechamente vinculada a móviles
políticos para desprestigiar a este santuario del Norte. En la misma línea se orienta 1 Re
12,29, que lo presenta como uno de los dos santuarios donde Jeroboán I colocó becerros de
oro para que los israelitas del Norte dejaran de acudir a Jerusalén.
1. La violencia de Dios
1.1. La violencia de Dios contra los pueblos paganos
Entran en este apartado episodios muy conocidos a través de películas como “La
Biblia”, “El príncipe de Egipto” o “Los diez mandamientos”. Me refiero al diluvio
universal y las plagas de Egipto. No es preciso detenerse en ellos. Pero hay pasajes
menos conocidos y de mayor trascendencia. En el libro del Deuteronomio, la ley de Dt
7,1-5 supone tres cosas muy distintas: a) exterminio sin piedad de los pueblos residentes en
Cisjordania; b) no emparentar con ellos; c) destruir sus lugares y objetos de culto. Es
posible que los aspectos segundo y tercero sean matizaciones posteriores de la dura
afirmación inicial. Pero el primero (exterminio sin piedad) es el que cuenta en la “ley de la
guerra” de Dt 20.
A este criterio se atendrá Josué, según los deuteronomistas, durante su campaña
contra los reyes y ciudades del sur (Josué 10,28-40). Siglos más tarde, se contará de
forma parecida la primera gran campaña de Judas Macabeo (1 Mac 5,18.35-36).
También habría que incluir en este apartado las amenazas proféticas contra
pueblos extranjeros, sean reinos pequeños (Amón, Moab, Edom) o grandes imperios
(Asiria, Babilonia, Egipto, Persia, Grecia).
Dios también actúa violentamente incluso con las personas que le sirven de la
manera más fiel. El caso de los profetas es sintomático. Moisés, el mayor de ellos y
prototipo del profeta, es coaccionado y forzado por Dios a obedecerle en el relato de la
vocación. Igual le ocurre a Samuel, obligado de niño a transmitir un durísimo mensaje a
su padre adoptivo, el sacerdote Elí (1 Sm 3). Amós se ve arrancado de detrás del rebaño
para ir a profetizar contra el Reino Norte, aunque él es del Sur (Am 7,10-17). Jeremías,
profeta contra todos sus deseos, se sintió a veces seducido, engañado y violado por
Dios. Ezequiel, ni siquiera podrá cumplir con su esposa muerta los ritos que imponen la
religión y la piedad.
cuentas de su actitud. El caso de Job nos trae a la memoria la violencia de Dios contra el
inocente que no puede defenderse, como el hijo adulterino de David y Betsabé (2 Sm
12,15-18).
2. VIOLENCIA HUMANA
Los libros del AT, como reflejo de una sociedad humana, nos ponen en contacto
con formas muy diversas de violencia: a) la violencia en la guerra; b) la violencia social;
c) la violencia religiosa.
Los autores bíblicos nunca describen con detalle las batallas y su desarrollo
(están a distancia abismal de la Ilíada, que a cada día de batalla dedica un canto). Pero sí
dejan entrever la crueldad de la guerra (cf. 2 Re 15,16).
Frente a esta sobriedad encontramos a veces una descripción detallada de
episodios especialmente violentos. Casos especialmente llamativos son los asesinatos de
Sisará por Yael (Jue 4,17-21; 5,24-27) o el de Holofernes por Judit (Jdt 13,2-10).
Entran aquí hechos tan distintos como la violación de Tamar por su hermanastro
Amnón (2 Sm 13); las intrigas, represalias y venganzas de carácter político que
denuncia el profeta Oseas; la violencia que puede usar un rey despótico, como Manasés
(2 Re 21,16); la violencia que ejercen los poderosos contra los débiles, a los que
explotan, oprimen, dejan sin posesiones, venden como esclavos, etc., y que, en palabras
de Amós, convierten a Samaria en una ciudad “sumida en el terror”. Diagnóstico
parecido es el de Isaías, Jeremías, Miqueas, Sofonías o Ezequiel a propósito de
Jerusalén.
1. La condena de la violencia
En todos estos casos, la idea básica es la que expresa uno de los proverbios: “No
digas: «Me las pagarás»; espera en el Señor, que él te salvará” (Prov 20.22). Mucho más
amplio es el desarrollo del tema en el libro del Eclesiástico (Eclo 27,30-28,7).
El libro del Génesis, que en las figuras de los patriarcas ofrece diversos modelos
de comportamiento para el israelita piadoso, subraya especialmente la importancia del
perdón. La idea es muy conocida a través del relato de José y sus hermanos. José,
traicionado por sus hermanos, que incluso traman su muerte, terminará perdonándolos y
garantizándoles un futuro feliz en Egipto (Gn 37-50).
Pero el Génesis contiene un relato aún más asombroso de exaltación del perdón:
la historia de Esaú y Jacob. Quizá no se haya hecho tan famosa porque, en este caso, el
que da un gran ejemplo de perdón no es Jacob, antepasado de Israel, sino Esaú,
37
antepasado de los odiados edomitas. Pero el ejemplo está ahí: el hermano desposeído de
su primogenitura a base de intrigas y mentiras terminará abrazando a su hermano y
acogiéndolo con todo cariño (véase Gn 25,19-34 y 33,1-17).
Aunque no se dice nunca expresamente, esta importancia del perdón parece
basarse en el perdón de Dios, que se reveló a Moisés como un Dios “compasivo y
clemente, paciente, misericordioso y fiel, que conserva la misericordia hasta la milésima
generación, que perdona culpas, delitos y pecados” (Éx 34,6-7).
Esta idea se repite en profetas y salmistas, convirtiéndose en la única
“definición” de Dios en el AT. Pero los israelitas estaban convencidos de que Yahvé era
un Dios “clemente, compasivo y perdonador”… para ellos. La audacia del librito de
Jonás consiste en aplicar esta misma imagen de Dios a los paganos, y en concreto a los
paganos más odiosos, los ninivitas, habitantes de la capital que tanto hizo sufrir a Israel.
El profeta expresa al final por qué se negó inicialmente a cumplir la misión que Dios le
encomendó de predicar en Nínive.
-(Ah Señor, ya me lo decía yo cuando estaba en mi tierra! Por algo me adelanté a huir a
Tarsis; porque sé que eres *un Dios compasivo y clemente, paciente y misericordioso+, que
te arrepientes de las amenazas (Jon 4,2).
El siglo VIII a.C. fue uno de los más sangrientos y conflictivos de la antigüedad
por la política expansionista del imperio asirio. Muchos pequeños países consideraron
que la única escapatoria era coaligarse contra él, apoyándose en la potencia de Egipto.
Esto dio pie a continuas guerras y búsquedas de alianzas que no salvaron del
derramamiento de sangre. Frente a esta realidad, un texto que se encuentra repetido en
los libros de Isaías y de Miqueas, ofrece un ideal muy distinto.
2
Al final de los tiempos
estará firme el monte
de la casa del Señor,
descollando entre los montes,
encumbrado sobre las montañas.
Hacia él confluirán las naciones,
3
caminarán pueblos numerosos.
Dirán: Venid, subamos
al monte del Señor,
a la casa del Dios de Jacob:
él nos instruirá en sus caminos
y marcharemos por sus sendas,
porque de Sión saldrá la ley;
de Jerusalén, la palabra del Señor.
4
Será el árbitro de las naciones,
el juez de pueblos numerosos.
De las espadas forjarán arados;
de las lanzas, podaderas.
No alzará la espada
38
Por desgracia, esa peregrinación al monte de Dios no tuvo lugar y las lanzas y
espadas continuaron sembrando de sangre los campos del antiguo Oriente. Sin embargo,
los profetas siguieron alentando la esperanza de un mundo feliz. Incluso lo expresaron
con imágenes paradisíacas, más espectaculares aún que las del texto anterior.
En Is 11,1-9 encontramos un texto, casi con toda seguridad de la época del exilio
(siglo VI a.C.), que habla de un rey ideal para el futuro, un nuevo David. Adornado con
toda serie de cualidades por el espíritu de Dios, dedica toda su actividad a implantar la
justicia en la tierra. Como consecuencia de ello, surge un mundo de paz y felicidad, un
nuevo paraíso. El poeta-profeta habla de la armonía entre animales fuertes y débiles
(dieta vegetariana) y entre animales y hombres.
6
Entonces el lobo y el cordero irán juntos,
el novillo y el león engordarán juntos;
un chiquillo los pastorea;
7
la vaca pastará con el oso,
sus crías se tumbarán juntas,
el león comerá paja como el buey.
8
El niño jugará en la hura del áspid,
la criatura meterá la mano
en el escondrijo de la serpiente.
9
No harán daño ni estrago
por todo mi Monte Santo,
porque se llenará el país
de conocimiento del Señor,
como colman las aguas el mar.
El punto de vista de este texto es muy distinto al del anterior. Aquél se fijaba en
la paz internacional, éste en la paz social como fruto de la justicia. Pero ambos textos,
con su fuerte carga utópica, demuestran que para sus autores la violencia no es algo
compatible con su fe en Dios.
tanto, también adopta los rasgos de un salvador y pacificador y aparece así a la vez
como “tremendum” y “fascinans” (“Religión y violencia”: Proyección 2002).
Con estas ideas en la mente se entiende mucho mejor el famoso texto del libro
de Isaías.
2
Creció en su presencia como brote,
como raíz en el páramo:
no tenía presencia ni belleza
que atrajera nuestras miradas
ni aspecto que nos cautivase.
3
Despreciado y evitado de la gente,
un hombre hecho a sufrir,
curtido en el dolor;
al verlo se tapaban la cara;
despreciado, lo tuvimos por nada;
4
a él, que soportó nuestros sufrimientos
y cargó con nuestros dolores,
lo tuvimos por un contagiado,
herido de Dios y afligido.
5
El, en cambio, fue traspasado
por nuestras rebeliones,
triturado por nuestros crímenes.
Sobre él descargó
el castigo que nos sana
y con sus cicatrices nos hemos curado.
6
Todos errábamos como ovejas,
cada uno por su lado,
y el Señor cargó sobre él
todos nuestros crímenes.
7
Maltratado, aguantaba,
no abría la boca;
como cordero llevado al matadero,
como oveja muda ante el esquilador,
no abría la boca.
8
Sin arresto, sin proceso,
lo quitaron de en medio,
)quién meditó en su destino?
Lo arrancaron de la tierra de los vivos,
por los pecados de mi pueblo
lo hirieron.
9
Le dieron sepultura con los malvados
y una tumba con los malhechores,
aunque no había cometido crímenes
ni hubo engaño en su boca.
10
El Señor quería triturarlo
con el sufrimiento:
si entrega su vida como expiación,
verá su descendencia,
prolongará sus años
y por su medio triunfará
el plan del Señor.
11
Por los trabajos soportados
verá la luz, se saciará de saber;
mi siervo inocente
40
rehabilitará a todos
porque cargó con sus crímenes.
12
Por eso le asignaré
una porción entre los grandes
y repartirá botín con los poderosos:
porque desnudó el cuello para morir
y fue contado entre los pecadores,
él cargó con el pecado de todos
e intercedió por los pecadores.
IV. CONCLUSIÓN
Otra gran ventaja del libro de los Jueces es que nos pone en contacto con una
teología muy distinta a la del evangelio: nacionalismo frente a universalismo; el peligro
viene de fuera, no de dentro.
El libro de los Jueces y los otros libros históricos se parecen más a nuestra
realidad que a nuestro ideal. Y con ello nos ayuda a descubrir las mentiras que a
menudo nos inventamos.