Insigne médico e investigador zuliano, el genio de la ciencia y la literatura.
Sensible ante la belleza que regalaba a través de sus palabras, de sus pinturas, sus poemas y al escribir… Américo Negrette, hombre de altas expectativas y mirada penetrante, con un corazón tan grande capaz de albergar a más de uno, siempre pensando en ayudar a los demás, tan valioso como el diamante, con ojos curiosos y una mente clara, explora los misterios por su amor al saber sin cesar. Humilde ante lo inmenso del conocimiento, el deseo de aprender, la capacidad de ceder ante el error, solo se quebraban cuando alguna opinión se levantaba opuesta a su verdad clínica, a lo que había sido experiencia vivida. Con cada descubrimiento y con nuevas formas de investigación logra grandes avances, nos deja ver que con esfuerzo y dedicación todo es posible.
El Dr. Negrette deja una huella imborrable en la historia de la medicina, recreando
acciones que modificaron el quehacer de nuestra majestuosa Universidad del Zulia, promoviendo la creación de revistas médicas que enaltecieran el nombre de la medicina zuliana. Caracterizado siempre por su hambre de grandeza y de perseverancia, no se conformó con detectar y diagnosticar epidemias ignoradas por las autoridades zulianas, sino que además desarrolló una carrera literaria, basada principalmente en la escritura de poemas, novelas y relatos cortos. Gracias a sus hallazgos nos llena de orgullo pertenecer a esta magna institución, dejando en alto el nombre de la universidad del Zulia. Américo, el baluarte de la investigación científica en la tierra zuliana de encanto singular; la Cañada de Urdaneta mejor conocida como la cuna del camarón, municipio rodeado de paisajes rurales y abundante vegetación donde la naturaleza es la protagonista en cada atardecer, lo vería nacer el 25 de diciembre de 1924, y falleciendo en los brazos con amor profundo en la tierra del sol radiante y el lago azul; entre palmeras y brisas cálidas rebosadas de historias, testigos del pasado, llenó de color ese 14 de septiembre del 2003 donde plantó un jardín de rosas para la nueva generación de relevo que aún narra tu historia como un hombre de principios, de sueños, de disciplina… donde nos deja saber que no podemos elegir de dónde venimos, pero si en quienes nos convertimos, que los sueños pueden volverse realidad y que somos nosotros quienes marcamos la diferencia, que siendo constantes y disciplinados podremos lograr lo que nos propongamos, donde la etiqueta de un buen médico no lo define su estatus social sino su perseverancia sobre el aprender de las ciencias, de indagar, y no solo de investigar sino también de instruir a la generación de relevo, de amar al prójimo y entender que para llegar a tal nivel se necesita tiempo, conocimiento y que aun logrando entender un poco más de lo dificultoso y complejo que es la vida; no hablar desde un nivel de superioridad, sino mirar nuestro entorno con ojos de amor, de crear esa relación de médico-paciente por la cual fue caracterizado este hombre honesto y humilde, llevándose consigo el título de “Rey de la Ciencia”. El medio en que se desenvolvió, agreste, difícil, amalgamó en su personalidad tanto el pensar profundo como la sensibilidad de ver la belleza aun en los lugares menos esperados y sencillos; un charco de agua, un limón en una ventana, una minúscula flor. Destacó no solamente en área de la medicina y la investigación científica, sino también en la narrativa, donde en cada uno de sus libros relata y describe sus experiencias vividas en el campo laboral. Iniciaría sus estudios como médico, graduándose así en el año 1950 de la Universidad Central de Venezuela, pero la historia no pasó exactamente así, cursó sus tres primeros años de carrera en la Universidad de Los Andes, estado Mérida, la ciudad del frio, y los picos montañosos, todo lo contrario, al ambiente tropical que caracterizaba a nuestra Maracaibo amada, donde dirigió el periódico “Tribuna Universitaria”, destacando sus dotes como escritor y reflexivo literario, fue caracterizado por expresar una inmensa originalidad en la redacción de sus párrafos y por defender el bienestar estudiantil, costándole así su traslado a la Universidad Central de Venezuela, donde se titularía como médico cirujano. Américo respetó y honró siempre a sus profesores, en específico a Gabriel Trompis profesor de Patología Médica quien habló de la “La hermosura de la medicina de pueblo”, quien los inspiró a hacerse médico rural durante varios años, y Félix Pifano, de Patología Tropical de quien diría en “Ciudad de Fuego”: “Pifano personificaba lo que yo pensaba que debía ser un profesor universitario…” Todos ellos forjarían su gran espíritu de lucha y superación que se mantendría inquebrantable e ileso hasta el final. Tras haberse convertido en médico, su mayor anhelo, se especializó en la medicina rural, dedicándose a atender, sanar o por lo menos tratar de mejorar el estado de las personas en espera de la muerte, a los más necesitados en las zonas más pobres de nuestro pintoresco estado Zulia, donde la pobreza abunda y la sanidad carece. Negrette, hombre con corazón, vocación y espíritu de lucha, comenzó como médico rural con sus pacientes, y digo sus pacientes, porque los vio con una vocación personal pocas veces encontrada, demostrando así que un médico no solo es ciencia, que un médico valiente se destaca con su arte, conocimiento profundo y pasión constante realizando descubrimientos que impactan y parten en el laboratorio o en la sala de operaciones. Entre el oscurantismo del momento y la desgracia del paciente coreico, el Dr. Negrette luchó por ellos y sacó a la luz una de las concentraciones más abundantes de pacientes con Corea de Huntington, que hasta los momentos vivían en la soledad de su enfermedad y el ostracismo social. Estos pacientes especialmente queridos por él, fueron de especial importancia para la ciencia mundial. Fue un hombre que rompió con los esquemas y convencionalismos de los momentos que le tocó vivir. Defendió sus ideas y muchas las puso en práctica en contra de la corriente, muchas de ellas en beneficio de sus pacientes, siempre expresaba que “el paciente siempre tiene la razón, porque es quien sufre”. Hombre de sentir humilde y corazón noble, bondadoso y repleto de virtudes, lejos de la pompa que caracteriza al que está en la cima, nunca buscó el enriquecimiento y mucho menos a través de sus pacientes, aporta información valiosa sobre la semiología, fisiopatología, diagnóstico y la base genética de la enfermedad a partir de su observación cuidadosa de los pacientes. En relación con la causa de la enfermedad, su trabajo es decisivo en la clasificación de la enfermedad de Huntington como una patología neurodegenerativa, autosómica dominante originada por una mutación de CAG. No conforme con la incursión en la medicina, la docencia y la investigación científica, se dedicó a la literatura. Una de estas publicaciones, dejan entrever las experiencias, sentimientos y frustraciones de Américo Negrette, cuyo norte era el Instituto de Investigaciones Clínicas, la Universidad y la Facultad de Medicina del Zulia, el trabajo serio, la disciplina y la ciencia. Destacó no solamente en el área de la medicina y la investigación científica, sino también en la literatura, desde poemas y prosas, hasta artículos literarios y libros galardonados, siendo un hombre de mundo y miles de anécdotas guardadas esperando ser contadas, no podíamos esperar menos de una mente tan brillante… Su pluma no relataba historias ficticias, por el contrario, él decía que prefería “embellecer algún suceso existencial”, más no inventar. En una de sus últimas obras escribiría: “Para mí, la inspiración, la fuente de mi labor creadora, es el amor que siento por la vida que Dios me regaló”. No obstante, también se destacaba en la pintura, en sus momentos libres donde a través de sus trazos encontraba la calma en un pintoresco paisaje, rodeado de hermosas montañas y ríos afluentes, la belleza está en los ojos de quien la mira, desde una flor marchita, hasta un cálido atardecer. El rasgo más notable, y recurrente en sus escritos, es el amor que sentía hacia su ciudad natal. No hay publicación en la cual el Dr. Negrette no describa a Maracaibo y refleje la idiosincrasia de su “ciudad de fuego”. Tras pasar seis años de su vida como médico rural, decide trasladarse hacia la ciudad de Maracaibo, donde se convierte en un ilustre profesor de una casa magna de estudios como lo es la Universidad del Zulia, ejerce y destaca como profesor de las cátedras de clínica médica y patologías del sistema nervioso Considerado por muchas personas como una persona irreverente gracias a su carácter fuerte, conectado a su sentido humano de justicia, sus conceptos sobre cómo encarar el problema social de la Corea de Huntington fueron criticados, y precisamente esta manera de actuar fue lo que le permitió a Américo Negrette salvar más de una vida al detectar, diagnosticar e investigar a fondo epidemias ignoradas por las autoridades médicas venezolanas de la época. Los estudios sobre la encefalitis equina venezolana emprendidos por el Instituto de Investigaciones Clínicas son de valor para el conocimiento de esta enfermedad epidémica con graves repercusiones en el país y en otras partes del mundo. Américo Negrette fue un investigador incansable, explorador abriendo puertas a la medicina zuliana a un mundo de esperanza y amor, con su mente aguda y su corazón bondadoso salvando vidas y aliviando el sufrimiento con esmero, fue excelente profesional, académico, científico, literario, pintor, poeta y lo más importante: ser humano, que velaba por la salud y el bienestar de sus pacientes. …a ti, médico visionario y valiente, con labor incansable; que tu ejemplo inspire a nuevas creaciones porque en ti reside la fuerza de la curación, eres luz en la medicina, nuestra bendita profesión, quien no se encuentra en su forma física, pero siempre presente en espíritu, sentimientos, enseñanzas y aprendizajes. Sin nada más que decir, nos despedimos con esta ilustre frase de nuestro amantísimo profesor y literario: “¡No hablen de la ciencia, no sueñen con la ciencia… hagan ciencia!”
Médicos en formación de la Universidad del Zulia, con el corazón lleno de sueños y