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miraba arriba se dejaban ver las cañas y los carrizos, cubiertos por
Autor: prof. Oréstedes Dávila Bravo
encima con una mezcla de barro y paja, y que a través de las rendijas
El calendario ausente en la casa campesina marcaba domingo que tenía la puerta de maguey se podía ver hacia afuera en el día y al
siete. Aquel día Don Próspero había salido de su casa muy temprano. interior en la noche cuando la luz del mechón o lamparín estaba
Cuando los rayos del sol aún no marcaban las seis de la mañana, prendida. El corral que estaba al lado de la casa cercado con palos de
tomó su alforja, coloco su machete al cinto de cuero, metió unos faique y molle prendidos en el suelo, que se afanaba en mantener a
reales a su bolsillo y cogió de la mano al mayor de sus hijos. Isauro, las ovejas y las cabras en su interior, también en poco tiempo se
su hijo mayor, con sus seis pequeños años, muy contento se preparó alejaría. Los altos zapotes, los faiques frondosos y los verdes
para el viaje; ni bien terminó de acomodar la parte trasera de su cuncunos que desde lejos se observaban como una mancha verde se
Se dirigían desde su dulce casita ubicada en una planicie, La despedida final de su rústico hogar fue el ladrido cada vez
escoltada por dos altos cerros y amurallada en parte por una mas lejano de su perro; le llamaban “Negro” por su color; mientras
quebrada, cercana a muchas laderas o faldas; hasta el pueblo de ladraba a la distancia, saltaba de un lugar a otro, moviendo su larga
Santa Cruz. Pronto se alejarían de aquella casita construida en parte cola, al tiempo que su abundante pelaje se batía en el aire, mientras
sus orejas permanecían inmóviles erguidas sobre su cabeza. casa. Entre otros refranes, frases y cantos que también habría
Finalmente los ladridos dejaron de escucharse. mencionado ese día estarían: “domingo, lunes y martes, no te cases
algún compadre o algún familiar y compraban algunas cosas del Después de haber cruzado el puente del río Chancay, dejado
mercado: una libra de esto, dos libras de lo otro; la alforja se iba atrás las pampas de Lipor y llevar caminando cerca de una hora
llenando, se terminaban los reales y el día empezaba a esconderse estarían por cumplirse las ocho de la noche; los dos viajeros estaban
detrás de la oscuridad de la noche. En medio de sus conversaciones próximos a llegar en el viaje de regreso a su casa. Aquella noche
Don Prospero había mencionado algunos de los refranes de los estaba muy oscura, la luna no aparecía en el cielo, sólo las estrellas
tantos que conocía y acostumbraba a utilizar; sus oyentes habrían brillaban y se opacaban en medio de un embovedado infinito de
escuchado pronunciar: “Hoy cae domingo siete, mal día”, moviendo color oscuro. Mientras caminaban rodeados por la oscuridad que no
la cabeza y pensando que podría tener una aparición de regreso a su dejaba ver más allá de dos pasos de distancia, una luminosidad
apareció delante de ellos que les cegó por un momento, casi al personas muertas que con sólo mirarlas o hablarles les quitan la
instante se hizo visible un animal que no se distinguía bien su forma, facultad de hablar a las personas o les provocan la muerte con la
pero con unos ojos brillantes que resaltaban en la oscuridad, que característica común que tienen la boca llena de espuma; era
empezó a saltar delante de los caminantes de un lado para otro, imposible no tener miedo, mucho mas siendo un niño. Don Próspero
impidiéndoles avanzar. Luego se movía alrededor de ellos interiormente se aseguraba que este animal era el demonio, el diablo,
acercándose y alejándose, tratando siempre de estar a sus espaldas; el maligno que trataba de arrebatarle a su hijo tomando esta forma.
se acercaba más al niño Isauro, tratando de alejarlo de su padre. El Para infundirle valor le decía a su hijo ¡no tengas miedo carajo! ¡no
niño, estaba muy asustado, todos los vellos de su cuerpo estaban te sueltes!. Dirigiéndose al maligno gritaba fuertemente ¡no te tengo
erizados, su corazón le saltaba con mucha fuerza, no podía miedo demonio! ¡desaparecete de mi camino! acompañando sus
pronunciar palabra y las piernas no le obedecían, se había quedado gritos con golpes del machete contra las piedras, llenando el medio
paralizado. Por estos lugares es común que estas apariciones circundante de sonidos metálicos; según la tradición serrana
ocasionen la muerte de personas, los lugareños asumen que es el ahuyentan los malos espíritus. La lucha sobrepasaba la media hora,
demonio que toma estas formas. En aquel sitio oscuro, solitario, Don Próspero se llenaba de cansancio de tanto golpear contra las
rodeado de cerros y quebradas profundas, en que los gritos son piedras y tirar machetazos contra el animal demoniaco sin causarle
respondidos por el eco de las alturas; en que hacen su aparición ningún daño; tenía el amargo presentimiento que perdería a su hijo
para siempre; y por ello lágrimas de dolor e impotencia le brotaban Ni bien llegaron a su casa Don Prospero se dirigió a su perro
de los ojos, las mismas que trataba de ocultar para que su pobre hijo que se acercaba a darle el encuentro y mientras el “Negro” apoyaba
no sienta su preocupación y se desespere aún más. Cuando las sus patas en su vientre, él le acariciaba el lomo y la cabeza a la vez
esperanzas estaban perdidas y la desilusión lo invadían totalmente, que emitía estos sonidos ¡nch! ¡nch! ¡nch! ¡nch! con mucho cariño.
los ruidos del enfrentamiento desigual habían inquietado al “Negro” El niño Isauro lo abrazó del cuello y dejó que le lamiera la cara con
que empezó a ladrar con ferocidad e insistencia al detectar el peligro su lengua húmeda mientras movía la cola y no permanecía quieto.
que corrían sus dueños. El maligno, que jamás se acerca a las Don Próspero cruzó la puerta de su casa diciendo “Domingo siete,
invadió a padre e hijo, sus corazones poco a poco iban latiendo con