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= ' ee neee | ENZO TRAVERSO 1 Maxi Dumas 1 | | LA VIOLENCIA NAZI | | OPIADORA : i Oeceee 645 Una genealogia europea | | | | + Foxpo pe Cutrura Econonca ‘Mee - AncevTN = Baas. - Chive Couox0%s- Esta ‘Bsvabos UNDO De NERC ~ Pend = Venaueia Introduccién Laviolencia nazi se instalé er la memoria colectiva y en nues- ‘tas representaciones del siglo 2 recién en los stimos Veinte aiios. Auschwitz, su topos emblemético, adquirié un estatu- to comparable ai de la caida del Imperio Romano, la Refor- rma oa Revolucién Francesa por e! lugar que ocupa en nues- tra conciencia histérica, sin que se pueda por ello, como a esas upturas temporales, conferile unt significacién anélo- gaenla secuencia diacr6nica del pasado. La caida del Impe- io Romano marca el fin de la Antigiedad; la Reforma modi fica la relacin entre Dios y los hombres, niciando la secula~ rizacién de sué formas de vida y de su visiGn del mundo; la Revolucin Francesa, por su parte, altera la relacién de los individuos con el poder, transforniando a los sujetos en ciu- dadanos. Estos acditecimientos adquirieron Ia dimensiéa de grandes quiebres hst6ricos que demarcan el itinerario de Oc- cidente. Aunque el judeocidio estéinscripto en el contexto de la Segunda Guerra Mundial, la comparacién de este gran ca- tacismo, que partié en dos el sigho xx, con los girgs hist6ri- 0s antes mencionados no es posible desde el puntd de vista ‘de sus consecuencias. Auschwitz no modificé las formas de la civilizacién; hoy se considera a las cdmaras de gas una ruptura de la divilizacién, un momento revelador de sus aporias, de su potencia destruciva. El exterminio apareci6 como una de as caras de lacivilizacién cuando los detracto- +8 del Iluminismo se aliaron al progreso industrial y téenico, al monopolio estatal de la violencia, a la racionalizacién de las précticas de dominacién, Por el contrario, desde el puato 9 » LA MOLENGIA Nazt de vista de la historia de los judios, la Shoah constituye un giro hist6rico radical en el cual se da por concluida, del modo mis trigico posible, una fase en Europa. Debieron transcu- stir unos treinta afios para que el mundo occidental recono- cieta'la dimensién de esta mutilacién, Auschwitz, en tanto desgarro en el cuerpo de Europa que no modifica sin embar- ——go-el marco de lacivilizacidn, constituye-un traumatismo di- ficil de aprehender;la explicacién historice del acontecimiento no atraviesa el “agujero negro” (segtin Primo Levi) de su in- teligencia, De alli la distancia abierta entre su reconocimien- 10 casi obsesivo y su escasa comprensin, entre la posicién central de este giro del siglo en nuestro paisaje mental y el veto de su inteligbilidad racional. Bl problema aparece a menudo delimitado por sus enfoques antin6micos: desde la clevaci6n del judeocidio a nivel de entidad metafisica, lugar exento de memoria hist6rica e impregnado del dogma de su impenetrabilidad normativa (posicién sostenida-en:los tra- bbajos de Elie Wiesel) hasta la historizaci6n funcionalista, de- finida adecuadamente por Dan Diner como “un repliegue metodolégico en la descripcién de las estructuras” (Dines, 2000a: 165). Esta “puesta en historia” tiene el mérito indis- cutible de establecer en sus miltiples dimensiones, el hecho del genocidio de los judos de Europa ororgando deste modo fundamento indispensable a nvestros conocimientos; no obs- tante, y por més que la aclaracién féctica resulta absoluta- mente neceseria, ésta no deviene, por el mero hecho de ser explicita, portadora de sentido. Existe una singularidad bistorica del genocidio judo per petrado con el objetivo de llevar adelante una remodelacién biol6gica de la humanidad, desprovista de naturaleza instru ‘mental, concebida ya no como un medio sino como uns fina- lidad en sf. Hannah Arendt lo reflei bien, en su ensayo sobre Eichmann en Jerusalé, al sefialar que los nazis habfan queri- do “decidir quién debie y quién no debie habitar el planeta” (Arendt, 1977: 279)..Un limite extremo ~sefila Saul 7 Friedlinder— “al que solo se leg6.una vez en la historia de los tiempos modernos” (Friedlinder, 1993: 82-83; Traverso, 1999: 1128-140), Podsiamos replicas, sin embargo, que todos los acon- tecimnientos histéricos son histricamente singulares. La sin- gularidad de la Shoah presenta ademds una dimensin antro- poldgica nueva que consttuye, segin Jirgen Habermas, “la sma de toda una época" erRODUCGON 1 _= Entonces sucedié algo ~tosruvo durante la “quereil de los historiadores" en Alemania que hasta ése momento nadie hhubiera podido considerar posible Se afecté a una esfera profunda dela solidaridad que exista entre todo lo que po- da ser considerado disintivo de lo humanp, Més allé de todo aquello que podria definise como besilidad y que la histocia universal hubiereregisteado, hasta entonces se acep- tabs sin més que la integridad de esta esfera profunds se nten‘a intacta, Desde ese momento, serompi6 un lazo de idad que nos un‘a, cera ingenuidad en la cual abre- vvaba la autoridad de tradiciones que ignoran la duda; Lazo ‘ue, de un modo general, alimentaba las continuidadesbis- Arica. Auschwite modifié las condiciones que permitiar {que los tejids histécicos de la vida se perperuaran esponté- fheamente y no s6lo en Alemania por cierto (Habermas, 1987b: 163 fred. franc: 297). ‘Auschwitz introdyjo la palabra genocidio en nuestro vocabu- lario; su singulacidad reside, tl vez, en que recién a partic de ‘Auschwitz logramos comprender que un genocido es, precsa- mente, el degarro de ese tejido hist6rico hecho de uns solida- ridad primaria subyacente alas relaciones humanas, que per rite a los hombzes seconocersé como tale, ms allé de sus hostlidades, conflicros y guerras. El reconocimiento de esta singularidad fue tardio, tanto desde el punto de vista de nues- tra conciencihistérica como desde la historiografia del nazis- ‘mo, pero logré dat por terminado un largo periodo de indie rencia, ocultamiento y negaci6n. Esto ruvo una doble conse- cuencia: por un lado, un considerable progreso de la a La WOLENGIA Nit historiografia y, por otro, la anamnesis colectiva del mundo occidental. Ete logro data ya de los afios ochenta -simbélica~ ‘mente se lo podria ubicar en el Historikerstreit sleman—y su reafirmacién ritual corre hoy el riesgo de transformarse en un discursoretérco que conduciria a un eventual empobrecimiento yaa consecuentelimitacién de nuestro horizonteepistemolé- Bico. A pesar desu cardctertnico, el narismo tiene una histo- ria que no podré ser comprendida si nos limitamos exclusiv mente alas fronteras geogréficas de Alemania y, desde el pun- to de vista temporal, al siglo 10% su estudio require adoptar luna perspectiva diacténica y comparada a la ver. Antes se re- legaba el genocidio a una nota al pie de pagina en los libros de la Segunda Guerra Mundial; hoy, el énfasis que se pone en subrayar su cardeter de acontecimiento “sin precedentes” y “absolutamente Gnico” puede legar a constituir un obstculo contre los intentos de aprehenderlo en el contexto de la ria europea. Arno J. Mayer tiene raz6n en subrayar,en el mar- co de su critica a la metodologla: de Fernand Braudel, que ‘Treblinka y Auschwitz obligen al istoriador a reconsiderar la importancia de los fendmenos de tiempo corto (Mayer, 1990: 8). Entre el verano de 1941 y fines de 1944, en apenas tres alos y medio, el nazismo borraba a una comunidad inscripta ‘nla historia de Europa desde hacia mas de dos mil ais; leg prictcamente a erradicarla por completo en ciertas regiones, tal el caso de Polonia, donde su existencia constitufa un ele _mento social, econémico y cultural de importancia cépital para 1a vida del pals en su conjunto, Es cierto que esta destruction, stibitaeireversible cuestiona el enfoque braudeliano dela his- toria, que reduce el acontecimiento a “una agitaciOn de super ficie", mera “espuma” superficial y efimera “que las mareas ‘generan con su fuerte movimiento” (Braudel, 1969: 12)-Hlace més necesario aun el estudio de sus premises histSricas de lar ga duracién. Cualquier tentativa de comprender el judeocidio 5 Veaserambién Traverto (1992: 146). OEE, |ANTRODUCION B debe considerar simulténeamente la ireductble singularidad el acontecimiento'y su inscripcién en los “tiempos largos” de la historia (Vidal-Naquet, 1991: 256). Es evidente que resultarfa imposible aplicar a la “solucién final” lascélebres consideraciones de Tocqueville sobre la rup- tua histéria iniciada en 1789: “La Revoluci6n concluyé de pronto, en un esfuerzo convulsivo y doloroso, sin ransicién, Sin preocupacién, sin mizamientos, aquello que, tarde o tem prano, hubiera terminado por si mismo. Esta fue su obra” (Tocqueville, 1967: 81). La Shoah modificaba una tendencia (que se crefa ireversible: el cierre de los guetos, la emancipa- cin de los judfos, su integraci6n social y su asimilacién eul- tural en el seno de las naciones europeas. La “solucién final” fue un quiebre histérico que, ejos de acelerar un proceso que “hubiera terminado por si mismo”, destruy6 los logros apa- rentemente duraderos de la Emancipacién, cuya preparacién se habfa realizado en la época de las Luces yllevado adelante ddarante el sig xxx en la mayor parte de Europa, Pero las up- turas histéricas, incluso las més despacradoras y traummétieas, tienen sus propios orjgenes. Para definir los del judeocidio, hay que romper las barzeras que, con demasiads frecuencia, limitan su incerpretacin y buscar sus premisas en un contexto més amplio que el de la historia del antisemitism. “La Revolacién Francesa invent6 el Iuminismo", escibi6 Roger Chartier en una brillane férmilaeliptca (Chartier, 1990: 17). Se podtia decir, de modo andlogo, que Auschwitz “invents” cl antisemitismo, al hacer aparecer como un procesogcoherente, acumulativo y lineal un conjunto de discursos y précticas que, antes del nazismo, se suponfan discordantes y heterogéneos, 8 ‘menudo absolutamente areaicos,en distntos pafses de Euro- pp. El antisemitism estaba lejos de dominar el panorama his- Su lugar en Is historia del siglo 0x era real, sin discusi6n, pee ‘de modo creciente limitado a una posicién defensiva. “Exist una fuerte tendencia, principalmente entre los judios asimilados del mundo occidental, a considerar la hostilidad de “ La vouNeR Nazi la que eran objeto como un prejuicio tenaz pero totalmente ane- ‘exénicos a reaccién ante el caso Dreyfus fuera de Francia asi lo demostrabs. El nacimiento del antisemitismo modemo, la me- tamorfosis dele antigua exclusin de origen religoso en odio racial reforzado en nombre dela ciencia reibieron escasaaten- Vins también ls Loudeto de Goldhagenpronunciada por Habermas (1997+ 13-14), Sobre Goldhagen y Habermas, ct Teaverso (197 1726) aa una exsente pepestiva de ete debate, c.Fnchelsten (19998), u A WouENCaA Nazt nismo su vision del mundo integraba también una idea de la ciencia y de la técnica que no tenia nada de arcaico y que hhallaba muchos puntos de contacto con la cultura de la Eu- ropa liberal del sigho xx. Occidente, a su véz, no estétotal- ‘mente inscripto en los generosos principios de la Declasaci6n de Derechos Humanos. Presenta tambign otras caras, encie- rra otras concepciones de las relaciones entre los seres huma~ nos, otras concepciones del espacio, otros usos dela raciona~ lidad y otras aplicaciones dela técnica. El estudio que presentamos toma esta tres lecturas y las ccuestiona. Intenta ademés prestar especial atencin al anclaje profundo del nazismo, de su violencia y sus genocidios,en la historia de Occidente, en la Europa del capitalismo industrial, del colonialismo, del imperialismo, aquella en a que surgieron lascienciasy as fenicas modernas, en la Europa del eugenismo, del darwinismo socal, en la Europa del “largo” siglo x0x que coneluyé en los campos de batalla dela Primera Guerra Mun- dial. Esta consttuy6, indiscutiblemente, un momento de rup- tura, una conmoci6n social y psicolégia profunda en la que habitualmente se reconoce el acto fundador del siglo xx. Sin esta ruptura, en la que se originan tanto los fascismos como el Veasesobee ete emo debate Lal Barto (1998: 1187-1194). La argumentaciOn de este ensayo esté articulada en dos planos. Por un lado, he intentado reconstitur [as premisas materiales del exterminio nazi: 1a modernizacién y la serializaciGn de los dspositivos técncos de las Yormas de matar entre la revolucién industrial y la Primera Guerra Mundial, Las cdmaras de gas y los hornos crematorios son el punto rméximo aleanzad luego de un largo proceso de deshumani- ¢ industrializacin de la muerce que integra la raciona- trumental, productiva y administrativa del murido occidental moderno (Ia fébria, la burocracia, la prisién) Por otra parte, he estudiado mintciosamente la fabricacién de los estereotipos racistas y antisemitas que abrevan en el cientificismo de fines de siglo. En primer lugas, el surgimiento de-un “racismo de clase” que retranscribe en rérminos de 1aza los conflictos sociales del mundo industrial y asim las clases trabajadoras a los “salvajes" del mundo colonial; en segundo término, la difusin de una nueva inerpretacién de Ja cvilizacién basada en modelos eugenistasy, fialmente, la aparicin de una nueva imagen del judio -construida sobre Ja figura del intelectual como metéfora de una enfermedad del cuerpo social. La convergencia entre ambos planos, uno material y otro ideol6gico, comienza a esbozarse durante la Gran Guerra, el auténtico Laboratorio del sigio xx, para ha- llar finalmente su sintesis en el nacionalsocialismo. 1, Vigilas, castigar y matar La guillotina y la muerte en serie LaRevolucin Francesa consttuy6 una giro histbricoenlas me- tumoros del violencia en Osim, No nor platemos {generar un nuevo proceso contra el iuminismo -siguiendo el camino de Jacob L. Talmon- para lograr establecer las raices del terror totaltaro ni etablecer en el Tribunal Revolucionario| yen la Guerra de Vendée los antecedentes de las modernas pric ticas de exterminio politico. La guillotina, perfeccionamiento de la mannaia italiana de principios del siglo xvm, concentra ruestraatencién como etapa esencial en el proceso de serializa- cin de los modos de mata. Asi como la ejecucién de Luis XVI simboliza el fin del Antiguo Régimen, suinstrumento, la guillo- tina, anuncia el edvenimiento de la modernidad ala cultura ya las pricticas de muerte. Unas décadas después de la puesta en prdctica de este nuevo instramento, Lamartnedefinfa con cat dad la mutacin antropol6gica produc ‘Esta méquina inventada en Telia, ue un célebre y humani- taro médico de a Asamblea Constitayente llamado Guillotin ttajo a Francia, reemplaz6 los atroces y degradantes supli- ios que la Revolucin quito aboliz. Los legsladores conss- tuyentes consideraban que este mecanismo tenia, ademés, la venta de evtar el derramamiento de sangre provocado por la mano de otto hombre, mano responsable del olpe, a ve- ‘cesmal dado, y de reemplazarlaen la ejecucin por un instru ‘mento sin alma, insensible como la madera einfalble comoel 5° hietto, Una vex que el ejecutor daba la sefal, el hacha cafa 2» » LA OLENA NAZI sola, Este hacha, cuyo peso se centupicaba a través de dos pesas atadas a su estructura, se deslizaba entre dos ranuras on un movimiento horizontal y vertical a la vez, como el de tuna sierra, yeeparaba la cabeza de tronco gracias al peso de fu ealda con la rapidez del rayo. Se lograba asf suprimit el dolor y el tiempo en la sensaciOn de muerte (ct. en Arasse, 1987: 65-66). Para comprendet lo novedoso de la guillotina, debemos re- cordar las caractersticas de la ejecucin capital durante el “Antiguo Régimen eayo ritual piblicorelat6 Joseph de Maistre fen si inolvidable texto Las veladas de San Petersburgo. El atistécrata saboysno pintaba un retrato aterrador del verdu- 40, a quien admiraba por consideraclo un piler del orden tradicional. Descrbfa su legada al patibulo ante una mult- tad silenciosa y palpieante, el rostro atecrorizado del conde- nado, su boca “abierta como un horno”, sus aullidos, sus hhuesos que estallaban bajo el peso de la barra, la sangre que salpicaba y manchaba al verdugo que permaneciainmutable ante los espectadores horrorizados, De Maistre manifestaba cierto respeto hecia esta figura aparentemente tan poco ho- rorable pero indispensable, desde su punto de vista, para la sociedad; sus semejantes hu‘an de él con horror, le temian y fo aceptaban como brazo secular de la autoridad, de un or- den divino, transcendente, un orden que exigia sumisi6n y obediencia: “Dios, autor de la soberanta, también lo es del castigo”. Para De Maistre, el verdugo adquiria las caracteris- ticas de tina “criatura extraordinaria” que encarnabs al mis- mo tiempo “el horror y el vinculo de la asociacién humana” (Maistce, 1979: vol. 4, 33). En un admirable ensayo sobre el autor de Considérations sur la France, Isaiah Berlin subrayé la modemnidad de su vi- sin del verdugo. Muy lejos del optimismo del Iluminismo, ‘que postulaba una humanidad perfectible, dispuesta a ser rmoldeada por la razén y teleol6gicamente orientada hac el progreso, De Maistre consideraba a la humanided como una al especie despreciable y s6rdida, siempre dispuesta a a loRLAR, CASTIONR ¥ MATAR a Sojeto de una historia ala que él describia como undl se permanente. La “apariencia” de os esritos de De Maistre Te cldsica -afirma Berlin~pero el nicleo que encierta es terr- flemente modern: la visién de un orden politico basado en Elterror que los totalitarismos del siglo xx se encargaron de Concretar (Berlin, 1992: 100-174). La fuerza de le obra de ~l] ie Miatsirereside-erresta mezcla-de-modemidad-y-oscuran- tismo, en su prefiguraci6n visionaria de un universo de aibi- lismo'-en el que no caben las nociones de humanidad, raz6n y Brosreso que esgrimia el luminismo~envuelto en una spo- logia tenebrosa del orden divino y del absolutismo. Un sigho después, cuando los opositores al lluminismo sellaron una ‘lianza con la técnica moderna, esta mezcla de mitologia arcaica y nibilismo destructor desembocé finalmente en el fascismo. ‘Pero el decisivo y fatal encuentro entre e! mito y el acero, ceatre el irracionalisms de laideologia vélkischy la tacionali- dad instrumental de la industria, deterior6 inevitablemente Ia “apariencia" de la argumentacién de De Maistre. La mo- demidad de suvisin de un orden basado en el teror se ocul- taba desrés de una sacralizaci6n y de ciertavisiGn heroica del verdugo que, y2en la época de Las veladas de San Petersburgo, resultabe anacrénica, Durante la Revolucin el verdugo dej6 de ser el duedo absoluto de la ceremonia punitiva y fue reem- plazado por la guillotina como nuevo simbolo de soberania El temible verdugo con su hacha real salié de escena; una maquina asumi6 su antiguo papel, él se transformé en su ‘apéndice, téenico y obrero. El nuevo sfmbolo de la justicia democrética era un dispositivo técnico para matar. Como con- trapartida, tal como explica Roger Caillois, el antiguo ver dugo desaparecié junto con “el esplendor gue rodea al mo- nace”, pues la existencia de aquél estaba indisolublemente ligada a la suya (Caillois, 1964: 33; Bée, 1983: 843-862; De Beeque, 1997: 114). Antes, portador de un cuerpo “doble” ~el 2 LA WOLENCIA NAZI . ‘eugtfio eterno de la realeza y el de su persona, mortal fowicz, 1989), el monarea perdia ahora, con su ca- dignidad y la sacralidad de una ejecucin seal (Walzes, 1974) El tnico privilegio que Luis XVI conservé fue la ca- roza que lo condujo al sitio de su ejecucién en luger de la carreta que normalmente llevabs a los condenados a muerte, Se mostré su cabeza cortada, chorreando sangre, como prue- ba de la normalidad de su cadver; su muerte no diferfaen lo sas minimo de las que la habjan precedido. El haber sido ejecutado por una maquina le otorgaba, enel altar dela igual- dad republican, el estatuto de un criminal coméin, Bajo el ‘Terror la ejecucion era pablica; atin no se la ocultaba, no se intentaba volverla aséptica y banal. La Revolucién Francesa constiuye justamente un momento de rupeura en el que el anti- ‘gu sistema de sacrficis celebra su tiunfo antes de desapare- ‘eer en el que las violencias ritualizadas del pasado se desen- cadenan en un cuerpo social que se prepara a exorcizarlas, (Corbin, 1990: 127-129). Detrés del especticulo y de 1a de masacre, la guillotina oculta el inicio de un gieo histéri- co porel cual ia revoluciéa industrial entra en el campo de la pena capital. La ejecucién mecanizada, serializada, dejaré pronto de ser un espectéculo, una liturgia del sufrimiento, para convertirse en un procedimiento téenico del asesinato encadena, impersonal, eficaz,silencioso y répido. El resulta- do final seré la deshumanizaci6n de la muerte (Sofsky, 1998: 112). Los hombres, desplazados del género humano, fueron exterminados como animales a partir de entonces (Brossat, 1998: 124). La ejecucion dej6 de ser lo que era durante el Antiguo Régimen, un holocausto, un sacrificio necesario para clesplendor y a legtimacién de la soberania real. La historia dela guillotna refieja de modo paradigmético la dialéctica dela razén. Al final de un largo debate de la socie- dad en el cual el cuerpo médico habia tenido un papel destaca~ do, la guilotina llega para coronar la lucha de los fil6sofos contra la inhumanidad de la tortura. Durante siglos, las mo- VIGHAR, CASTIGAR ¥ MATAR 3 narquiasy la Iglesia habtan desplegado sus esfuerzos para hax cer is sofisticados los aparatos de tortura y aumentar asi los sufrimientos de los torcurados. Dado que laguillorina lograba ‘ondensar Ia ejcucin en un instante y eliqinar casi el sufi- imientofisico del condenado, sla acepté como un progreso de la humanidad y dela raz6n (Arasse, 1987: 11), como una ine novacién que ponia fin a inhumanidad dela toreuray de las violencia politicas del pasado, exortizando para siempre el espectro de las masacres de San Bartolomé. Casi nadie magi naba por entonces, ni siquiera después de las jecuciones masi- vas del Terror, los efectos futuros de la racionalizacin y de la ‘mecanzaciGn del sister de maar La impantacion da ui llotin determiné la “emancipacién” del verdugo que, sin su aura siniestra logré el estatuto de ciudadano y, a partir de 1790, pudo ser votado en las elecciones (Arasse, 1987: 151). ‘Apenas dos generaciones mas tarde, se volverfa un simple fun- ionario. En 1840, la Gazette des Tribunauce utiizaba estos ‘érminos para aludir al Sr. Sanson ejecutor durante la Monar- uta de Julio y nieto del sltimo verdugo del Antiguo Regimen: “El ejecutor actual difere mucho de su padre: no tiene, desde el punto de vista de su profesin y dels aspectosvinculados a tla esa difculad, esa molestia, ese malestar que se observaba en su predecesor, Alestar conveneido de a uilidad de su area Y de los servicios que presta a la sociedad, se considera a sf nnismo un ordenanza que no hace otra cosa que dar cumpli- ‘iento a una sentencia; habla de sus funciones con absolsta Soltura” (ct. en Arasse, 1987: 162). Cuatro figras acomps- fan la apaticién de este nuevo dispositivo de muerte: el médi- ‘0 preocupado por eliminar el susimiento de sus semejantes, ‘al ingeniero obsesionado por laeBcaciatéenica el juez que se ‘expide sobre el derecho a vivir de los condenados y finalmente 1 Enel siglo xx, vs eran a opnin ds Edgar Quine y de Michelet, ‘& Mayer (2000: 106). Geruld (1992) analizé el impacto exeaordinario ‘dela gullotins ena clare de siglo xx. i | ee ” 1A WOLESCIA NZL el verdugo, resignado ya a abandonar sus atributos reles para {summit un perfil “profesional” corriente. Estas cuatro figuras fecorrerdn juntas un largo camino. Tendran un papel iree plazable, bajoel Tercer Reich, en la ejecuci6n dela “operacion ‘4 -Ia eutanasia de los enfermos mentales y de las “vidas no dlignas de ser vividas” (ebensunsverte Leben), pues prepara: on su estructura, tomaron decisiones, las llevaron a la précti- Gay las defendieron a nivel juriio frente a los familiares de susvictimas. ‘La guillotin iniciaba un proceso que Kafka ilusraré ade- ‘ceadamente un sigio después, El personaje de su novela En la Solonia penitenciara, escita durante los primeros meses de la Gran Guerra, es una maquina que condenay ejecuta ala wes el oficial a cargo describe al visitante sus caraceristicas, sus fun- ones, su perfeccién técnica (Kafka, 1952: 197-234 (wad. franc: 66\; Traverso, 1997a: 50-57). Evidenterent, este extra apa- rato, ubicado a igual distancia de los instrumentos de tortura de la Edad Media y de las primeras méquinas industriales, sigue siendo el simbolo de la soberan‘a -graba la Ley enel cuerpo del condenado- aunque su disefo y funcionamiento nos introduz- an ya en un universo totalmente nuevo. El oficial que estaba 2 fu cargo, medio tonto, indiferentea a suerte de los condenadlos y completamente sometido a su maquina (Apparat), se volvié In encargedo de mantenimiento fil de reemplazar. El apaato Inata el hombre s6lo lo vigil, La ejecucién es una operacién téenia y el que esté al servicio de la maquina slo es responss- ble de su mantenimiento: la matanza se ejecuta sin sujeto. EL verdago ya no esel defensor dela soberanfa divina, no encarna por endesimbolo alguno. No celebra ninguna cecemoni pl a, se rorn6 tn mero eslab6n en un proceso morifero cuya ra: ‘Gonalidad instrumental lo priva de cualquier singularidad. El cardcter rudimentario de a guilotina no debe engafiaros: it~ stugura una ee nueva, la de a muerte en sere, que més adelante tun ercto slencioso y anénimo de pequetios funcionarios dela bbanalidad del mal levard a cabo. ne ‘VIGILAR, CASTIGAR ¥ MATAR 3s La guillosina, verdadero giro antropol6gico,revela ~coin- iigaben oxo ton Wale Benjamin aban deta muce te sn aura, Ese fin dela muerte espectéculo, de la actuacién tealzada por el artists-verdugo, dela representacié Gnica y segrada del terror; el inicio dela era de las masacres moder- nas, en Las que la ejecucién indiecta, camplida técnicamente, limina el horror de la violencia visible y abre el camino a ~srmuitipicacin-infinits{acompatiada por la-desresponsa-— bilizacin ética del ejecutant, reducido al papel de encar- gado de manteimiento) Las cémaras de gas son la api Cidn de este principio en la poca del capitalism industrial. La transformacién del verdugo en supervisor de una mé- ‘gaina de muerte conlleva una inversi6n de los papeles cuya tendenciahstérica Gunther Anders explica como la prima cia de las maquinas por sobre los hombres. En poco tiem- po, la violencia humana més cruel y desenfrenada no podré fivalizar con la técnica. Con la deshumanizacién técnica de ta muerte los crimenes més inhumanos sern crimenes “sin hombres” (Anders, 1981: 189). La prisi6n y la disciplina de los cuerpos ee ron el proceso por el que, a fo largo del siglo xm, la “fiesta Font dn suiga aga ena sata la rada del pablico, y surge la instituci6n carcelaria como luger cerrado, laboratorio de una “técnica de coercién de os indvi- ds” antes desconoid (Foal, 1975 155)? El principio fe encierro se impone en las sociedades occidentales. La crea- cin de las casas de trabajos forzados para “vagabundos ocio- 2 a an nes de ous cf pic calc. propane uel (17 2 Gi Pun ralaedn icy peng) Sere erp ene ee ioe en and 1980 on aaa owe 200) | 6 14 woueNca Nazt wiotak, cATICAR y MATAR ” sos” y miserables, marginales, prosttutase incluso para nifios, <7. durante la Revoluciéa Industrial coincide cin el nacimiento dela cércel moderna. Durante la primera mitad del siglo x0%, aparece como el signo que anunciaba un nuevo sistema de control social y de dsciplina de los cuerpos, concebido como Gran Bretafia se dot6 de una amplia red de workhousesen las un modelo de transparencia represiva valido para el conjun- que se interné a centenares de miles de personas. Otras muta- ciones se produjeron por entonces. Los cuarteles dejazon de estar reservados a una elite militar de origenarstocrtico y se aadapearon a las exigencias de los ejércitos modernos, ejércitos de la época democrética cuyos “levantamientos masivos” de 1793 demostraron su poder Las fébricas, alrededor de as cuales se levantaron ciudades nuevas, conocieron un desarrollo im presionante. Circeles, cuarele, fabricas, todos estos lugares cestaban regidos por el mismo principio de encierro la discipli- na del tempo y de los cuerpos, la divsin racional y la meca- nizacin dl trabajo, la jerarqufa social, la sumisién de los cer pos 2 las méquinas. Ninguna de estas insttuciones sociales ‘muestra las huellas de la degradacin del trabajo y del cuerpo inhereate al capitalismo. Marx y Engels, primero, y Max Weber, Inego, vincularon. la disciplina de la fabrica capialista-con la del ejcito y la del obreso con la del soldado. Al principio del capitalismo industrial, los autores del Manifesto comunista constataban cl nuevo rostro de la sociedad disciplinaria: “Masas de obre- 10s se amontonan en las fébricas donde se los organiza como si fueran soldados; simples soldados de la industria ubicados bajo la supervisién de suboficialesy oficiales” (Marx, Engels 1994: 408). En el capitulo sobre las méquinas en el primer libro de El Capital, Marx iba aun més lejos; presentaba a la fabrica moderna como un lugar de “pérdida sistematica de las condiciones de vida del obrero” que comparaba, citando a Fourier, con “trabajos forzados atenuados” (Marx, 1975: bod 449). En visperas de la Primera Guerra Mundial, Weber vefa en la “disciplina militar [.] el modelo ideal dela empre- sa capitalista moderna” (Weber, 1956: bd. 1, 873). Desde tuna vision retcospectiva, el proyecto pandptico de Bentham tua el, to dela sociedad. En el epigrafe de Panopticon, Bentham tefalba ins mlpes aplicaciones dea melo gus, seg 4, era stil tanto para las edzceles como para las fabricas y ‘escuelas. Su proyecto se ubicaba en el entecruzamiento de la visin wtilitarista del establecimiento cozrectivo tipico de las pases protestants de la época del capitalismo mercantilisa Y Ia céreel de la sociedad industrial moderna, coerctiva y disciplinaria.* El dispositive panéprico pretendia ser, al mis- to tiempo, ugar de producciéa y lugar de dsciplina de los cuerpos y las mentes para someterlos a los nuevos dioses mecénicos de la economta capitalist, Este nuevo tipo de cércel debia desarrollarse durante la primera fase del capitalismo industrial, cuando las clases tra- bajadoras se volvieron “clases peligrosas™ y los estableci rientos penitenciarios comenzaron a llearse con una po- blacién heterogénea, compuesta de figuras sociales refracta- Tias alos nuevos modelos disciplinaros (desde vagabundos hasta prostisutas, desde ladronzuelos hasta borzachos). Por un lado la resistencia al sistema fabri ya dislocacién de las comunidades rurales habian producido wn notable aumento ela marginalidad social, la “criminalidad” y, por ende, la pobleciba carcelaria; por el otro, el advenimiento de las mi- 4uinas habfa hecho caer abruptamente la rentabilidai de los trios forzados, En este contexto, la ciel suri una ver ladere metamorfosis, caracterizada por la nueva introdug- én masiva de medidas punitiva y de practices degradantes. ‘concepeién retributiva de le justicia y le vision urltaria 2 Sobre el Panopticon de Bentham, ef Melos, Pavasni (1977: 674 preg Pert : Pavan (197: 67.69) {Bsameamoroi ec en lai cso deLousCheraer (959). Para un anslss dl caso inglés, cf lena (1978). Py Ex WOLENGI NAZL dela institucién carcelaria, difundidas por los filésofos del Tluminismo, cedieron sulugar a una nueva visi6n de la creel zomo lugar de sufrimiento y alienaci6n. La dialéctica de este proceso ya estaba presente ela acogida que tuvo en Europe E panflet clsico de Cesare Beccaria, Det delist e delle pene (3564), Bste manifiesto contra la torcura y la pena de muerte efendia el derecho de los acusados a un juicio equitativo y prétegia el principio de espatio de redencién del condenado, El debate susctado en Europa estavo centrado, sin embargo, ‘ena explotaci6n racional del trabajo cascelario, El matem: co francés Maupertis y el economista piamontés Giambartista Vasco propusieron incluso que los detenidos fueran wtliza- dos como cobayos para efectuar experiencias médicas. Fean- Go Venturi escribid que todo el debate sobre Ins cdceles a fines del siglo xvi estuvo marcado por el encuentro entre la filosofia del Ihuminismo, el cdleulo econémico y “algo més preocupante, una vieja erueldad que por entonces romaba Formas suevas, més racionales” (Venturi, 1970: 140) Las chrceles conservaban la racionalidad autortaria de le {abrica y del cuartel, pero modificando su funci6n; el trabajo carcelario no se concebia mas como fuente de beneficio sino Como castigo y como método de tortura (Ruche, Kirchheimes, | 1994; 218-254), Los detenidos estaban obligados a despls- zat enormes piedras sin otto fin que regresarlas al punto de partida, o a accionas, durante largas jornadas, bombas que fo hacian otra cosa que volver el agua a la fuente de origen. | En 1818, William Cubbit habia organizado un molino de disciplina (tread-mill) que, una vez evaluado en la prsién de Suffolk, sirvié de modelo a muchas instisuciones carcelasias britdnicas (Rusche y Kirchheimer, 1994: 253) Un observador francés, el baréa Dupin, describi6 con gran edmiracién las | «6 veasecatita cael debate elo ceformadorésingeses lense 19785 ‘etiibo de Ruchey Kcesheimes analiza sobre todo os casos ial, alemény nortesmericanoy sobre Francia, ef. O'Brian (2982: 150190) al WioLAR, CASTIGAR ¥ MATAR » “ruedas penitenciatias”inglesas cuya introduecin recome daba en Francia. Se trataba de varon lindos de dietro variable, que los prisioneros debfan mover durante horas ca- sao mr. Loses fete po ponsables del sistema penitenciario inglés, auténti . vores fslogia dl webao sues gue oad corp sno de oe les demas oi “Este slstema se aplicbescasamente a tazeas pcodtivas mo: “suplicio” (Doray, 1981: 69). Era una siaesis de disciplina “pandptica” (el control tozal del derenido) y “mecénica” (la sumisin del cuerpo a las exigencias técnicas del dispositivo punitivo) (Gaudemar, 1982: 16-23) que levaba a su paroxis- "Roel orden dela bic, dsoidndolotendenciosmente de su finalidad productiva. El reformador Robert Pearson ha _ bia elaborado un programa que apuntaba a desviar a las cla ses populares del crimen por medio de terror: Lr Seg pee epee ser an ep depen pe ‘Sum borro enabled, Dropenge lau cece ene Siedler dra nap go icone ine dp eae De A laron pe gon ceca dau {ila Ne cinerea ea. ee gee ace eae [eae epee eel peer Spd ps medrol cn eas rp sg See eg area tends delareigencas de un sano seme de Gaifloa pet ‘Sala luce Rice 199023) Laconsecien de dso de sas pede ees Sea conieate en en de orale rch iden e srs todos os ae er pees (Roche y Kihei 1994, 248-249), Al anlzr “ La vouescu Naz caso de la cércel de Clairvaux, bajo la Monarquta de Julio, Michelle Perrot no dud6 en hablar de “cuasi genocidio” (Perrot, 2001: 200). Las eérceles de principios del siglo xxx, en las que el trabajo, a menudo sin finalidad produetiva, © concebia exclusivamente con un objetivo de persecucién y hhumillacin, constituyen los antecedentes histricos del mo- demno sistema concentracionario, Primo Levi definta el tra- bajo en Auschwitz como “un tormento del cuerpo y de la mente, mitico y dantesco”, cuya nica finalidad era Ia afic- rmacién de la dominacién totalitaria. Sefalaba que esta con- cepcién disciplinaria y punitiva era la antitesis del trabajo “creador® que la propaganda fascsta y nazi alababa como parte de su herencia de la retérica burguesa que exalta el trabajo como una actividad que “ennoblece” (Levi, 1986: 96-97 [trad. franc.: 119-121). El elemento comin entre el tread-mill de la cércel de Suffolk y el trabejo de los campos nazis es lo que Primo Levi defini en Los bundidos y los sal- tados: “la violencia ini, difusa, como fin en s, que no pre- tende otra cosa que crear dolor” (Levi, 1986: 83 (trad. anc: 104)), Algunos prineipios que rigen las work-houses del si- slo xa se encuentran también en los campos de concentra- cién del siglo siguieste: lugares cerrados, trabajo coerctivo, “violencia instil”, control de tipo milter, castigos, ausencia ‘otal de libertad, uniforme, marcas en los cuerpos, condicio- nes de vida inhumanas, humillacién, En E! eapital, Marx definia las work-houses inglesas como “casas de terror” y analizabe las reservadas a los nifios como el escenario de una “gran masacre de inocentes” (den groben herodischen Kinderraub)¥ (Marx, 1975: bd. 1, 785-786). Bvidentemente, vincular ambas instituciones acentuando su afinidad morfol6gica no significa asimilarlas. Existe una § Apoydadose en esta critic del sitema de workhouse, cieras pero- ras viewon en Mac un eco ontelseram del toaliarismo, Lossrdo (0981: 75-76). cE, MIGLARy CASTIONR ¥ MATAR a diferencia sustancial entre sus finalidades: el disciplinamiento © enun.caso,] aniquilamiento en el otro. Los campos nazis no eran circeles “mas duras” o més perfeccionadas en sus técni- ‘cas coercitivas, sino un fenémeno nuevo que respondifa a una [bgica diferente. La comparaciGn tiene sin embargo un “va- lor heuristico” ~decimos con Wolfgang Sofsky- en la medida ‘en que “ilustra la teansformacién del trabajo humano en tra- bajo de terror” (Sofsky, 1995: 214). En otras palabras, el siniverso concentracionario suponfa una erapa anterios, la de Ja céreel moderna en la poce de la revolucién industrial. Digresién sobre el sistema concentracionario nazi Con el fracaso de la Blitzkrieg en el Este Alemania se trans- forms progresivamente en un sistema esclavista moderno (Franz Neumann la definié como una forma de “capitalismo monopolista rotalitario”) (Neumann, 1987), que inyect6 masivamente la fuerza de trabajo extranjera en lz economia de guerra, Speer fue el encargado de llevar adelante la racionalizaciGn de la producci6n industrial basada en el ra- bajo coercitivo de los extranjeros. Con excepcién de una minoria de alemanes antfascistas 0 “asociados”, las “fuer 228 del trabajo” (Zivang-sarbeite) formaban wn ejército va- triad, formado por civiles de los pafses ocupados, prisione- 108 de guerra y deportados (raciales y politicos). En 1944, sta mano de obra extranjere superaba los 7,6 millones de Personas (muchas de ellas eran mujeres) y representaba un ‘uarto dela clase obrera industrial. Ducante esa misma épo- 2, los deportados de las xz trabajaban también para la astra alemana. En abril de 1942, el nazismo decidié colo- ? Sof hace esta observacin con respect ala eilaitud luego de demon ner apr deci y lore — _— a LA WOLESCIA NA care sistema de los campos de concentracién bajo la direc Sion de la wma (Wirtschaft und Verwaltung Hauptasartt), fa oftcina central de la administracin y de la economia de las s5 de Oswald Pohl, con la tarea de hacer productivo él tuabajo que hasta entonces slo habia sido panitvo pars isciplinar a los detenidos. En el interior de los campos de Sonzratraci6n, las ss empleaban-la-fuerza de trabajo de los prisioneros de guerra y de los deportados de varias Konere ‘lemanas y, de este modo, dispo mnfan de una numerosa mano fe obra uilizable a disereci6n y sumamente barata. Muchas grandes empresas instalaron sus talleres de produccién €= fos campos y éstos se multiplicaron como hongos alrededor delas zonas industriales, Ea 1944, aproximadamente la mi- {ad de los deportados de los campos de concentracién traba- jaba para la industria privada y ‘lresto para [a organizacién Hod encargada de la produccin de armas (Herbert, 1997). Er ln capi de este ejzcito de trabajadores extranjeros s¢ encontraba los civiles de los palses ocupadas de Europe Oc- ident (frinceses, italianos, belges, holandeses, et.) sev ddos por los prisioneros de guerra de Europa del Este; en la facevestaba [a masa de los Untermenschen,los prisioneros de guerra soviticos y polacos, que estaban destinados a un aniquil eran los mas explotados y que lamiento rapido; a final, esa be la minoria de judios y de cingaros deportados que hbian cscapedo de las cémaras de ges pues habian sido elegidos pare STerabajo. Los prsioneros de guerra y los deportados politicos { raiales estaban sometidos a condiciones de eseavitud mo- Jemma, lo que se podria llamar una forma de taylorismo brologizado. Segin el paradigma taylorisa, la fuerza de traba- jo estaba segmentada y jerarquizada e rn base a las diferentes Taciones del proceso de producci6n y, como en a eslavitud, la alenacién Ge los trabajadores era torl, A diferencia de la ‘escavitud clésica, los eportados no constituian una mano de Sora destinada a reproduscise, sino a consumirse hasta su ag0- tamiento, en el marco de un aut réntico exterminio a través del 7 can, trabajo. Seg la visi nazi del mundo, la divsin del trabajo ‘coincidia con una brecha “racial” que establecia la jerarquia interna de esta categoria de obreros esclavos. Una estratifica- ine don pura prdl cna dale ets que implicaba una revisén total del principio de igualda, se i- i acres poecteel dpi nee: te al cpitalsmo industrial La biopoliica nazi realizaba la fusiénde la modernidad industrial y de los opositores-del-Ika— Figo er epee clan ae lps sy depute ds ee ae a ears Toda la existencia de los campos de concentracién nazis See pee ae oe ee ao Se a Enod campos, qu hablan surgi como gues ence a andes a eaneiionto fe cee wa earn pore tea, Ea concn, nt an Serene polis da poser na se eda oslo ene seonalcacon tears dle cones impulsada por Speer y, por el otro, en el orden racial estable- cido por Himmler. Se puede ver este conflicto en el estatuto es keene ig enna aru eee uma a eas _Iets wa Bachata al ade de aos ee el ‘abajo y la muerte, podemos recordar la constatacién de Anke ann dtl cmd se aStanwals crop endo pum proce ue fv sbrennen sedges VB canton ue rg ad repliegue de Gran Bretafia. En Dora -escribe Sellier— la produccion de cadaveres “en y por la fabrica” fue siempre mus ehea uss Bincon ce eller 1958105, “ ‘UA MIOLENGIA NAL La fabrica y la division del trabajo La guillotina marca el primer paso hacia Is seializacin de las précticas de matar; Auschwitz consttuye su epflogo in dustrial en el periodo fordista del capitalismo, La transicién foe large, sin embargo. Entre la cuchilla mecénica utilizada para las ejecuciones eapitales después de 1789 y el extermi- nio industrial de millones de seres humanos, se ubican varias cetapas intermedias, La més importante, durante la segunda mitad del siglo x0, fue sin Ingar a dudas la racionalizaci6n delos mataderos. Antiguamente, se los instalaba en el centro de la ciudad; en esta ép0ca‘se los ubicaba lejos (como a los cementerios) segin lo indicaba la politica higienista en pos del saneamiento de los centros urbanos. Su desplazamiento hacia los suburbios se sumaba ala idea de la concentraciGn y de la dréstica reduccién de su niimero. Alli eran mucho me- nos visibles y, al mismo tiempo, se despojaban dela dimen- si6n de fiesta y sacrifcio que habia acompafiado a ls matan- 2a de ganado, El matadero, sintoma revelador de una nueva sensibilidad y de una intolerancia creciente hacia las mani- festaciones externas de violencia, testimonia esta mutacién antropolégica descripra por Alain Corbin como el paso de las “pulsiones dionisfacas” de la masacre tradicional a las ‘“matanzas pasteurizadas” de la edad moderna (Corbin, 1990: 137-139). Este desplazamiento de los mataderos hacia fuera de los centros urbanos coincidia con su racionalizacién; co- menzaban a funcionar como verdaderas fabricas. Tal es el caso de los mataderos de la Villette en Paris, disefados por ‘Haussmann ¢ inaugurados en 1867, Similar es el caso de los nuevos mataderos de Chicago que, en algunas décadas, Ile garén a destacarse. Alli se exterminaba a los animales en se- fle, segin procedimientos estrictamente racionalizadost re- VIGLAR, CASTIGAR Y MATAR 45 unign en los establos, matanza, evisceracién, tratamiento de Jos desezhos. Nose Valles define con exactinu la caracte- risicas de la matanza industrial: masiva yanénima, écnica yyenla medida del posible, indolora, invisible *existene, Debe ser como sino existiera”. La minacin de matadero" innovaci6n seméntica en este peo ddo-apuntaba a exorcizar toda imagen de violencia. Hablar de matadero implicaba evitar tfeminos como *matanza” 0 “desollamiento” (Valles, 1987: 21-23). En La jungla, nove- Ja naturistacontemporinea del ensayo weberiano sobre La tia protestante, el escrtor estadounidense Upton Sinclair desriba los mataderos de Chicago como “el Gran Carnice- tora encarnacién del espicitu del captalismo” (*It was the Great Butcher ~it was the sprit of Capitalism made flesh”) (Sinclni, 1985::377).1°En su Teorta del cine, Siegfried Kracauer «stablecia una analogia entre los mataderos y los campos dela muerte y subcayaba, por medio de una eomparacin entre los documentales de los campos nazis y un filme como Le sang des betes de Georges Feanju, hasta qué punto reinaba en am- bos lugares el mismo cardcter merédico de os dispositivos de matanza y la misma organizacion geométrica del espacio (Kracaues, 1960; 305) Enel fondo -esriba~ los Lager nazis ran mataderos en los que se mataba a hombres desplazados del género humano como si fueran animales. El histotiadot Henry Friedlander subray6 esta sfinidad definiendo los cam- os de exterminio nazis como “mataderos para seres huma- 102” (Friedinde, 1997: 471) + No sabemos si Hitler pensaba en los matadezos cuando exis la “solucién final”, pero ls arquitectos y los ingenie 10s de la empresa Topf d'Erfurt que disefaron los hornos ‘rematorios de Auschwitz pensaron en ellos seguramente. Lot 3g, N. del Ts En el oxiginal, “abawoie” del verbo abarce”: debs, (28a alr y también mats secifca. Hoe Vlas os comenacios de Fick (1999/182-185), “ 1a voumca 8421 campos funcionaban como fabricas de muerte, Ijos de le Sauer de la poblacién civil; en ellos la producein y la elimi- cin industrial de cadaveres reemplazaban la producién de mercancfas, Segin los prineipios taylorisas del scientific sruanagement, el sisterna de matar se dividia en varias etapas: Concentracién, deportacién, expoliacién de los bienes de las —_etimas,recuperacin de-certas partes de su cuerpo, gaseado ® incineracién de los cadéveres; todo con el fin de aumentar eLzendimiento. Los responsables de los campos de extermi- ‘fio no tenfan dificultad alguna en reconocer esta estructura tipicamente industrial: un médico ss de Auschwitz lo habla ‘eseripto exactamente: “la cadena” (an laufenden Band) (ct gn Hilberg, 1988: 837) El ex ss Franz Suchomel, interroga- do pot Claude Lanamann, afirmaba: “Treblinks era una ca- fern de muerte, ea primisiva, es verdad, pero funcionaba i 4 bien” (Lanamann, 1985: 83)" “Auschuite presenta entonces, gracias a sus procedimien- tos induswiales de matas, afinidadesesenciales con Ia fabrica, Como lo indican de modo evidente su argutectura, con sts Shimeneas y sus barracasalineadas en columnas simétrcas Sa focalizacion en medio de una zona industrial y de una ituporeante ed feroviria. Producsin y exterminio se ett= lnveban, com sila masacre las cimaras de gas de Brkensu) hhubiera sido sélo una forma particular de producciéa del mismo nivel que la fabricaciGn de caucho sintético que mot ln ereacién del campo de Auschwitz m|(Buna-Monowitz) Porla maiana, los trenes de eargallegaban y descargaban su argamento de judios eporados; os médicos 6 procediana fa leccién; una vez separados los aptos para el trabalo, © xpoliaban los bienes a los deportados y se los enviaba alas CEmvaras de gas; por le noche, ya habian sido incinerados; sus 11 La hist dela organizacibn del holocaust ~scribeZ Bauman godine uninaval de sci managenen Bauman 199" 150) — ropas,valijas, anteojos, etc se clasificaban y se almacenaban a1 ipual que ciertas partes del cuerpo, como el cabello y los ddientes de oro. Filip Maller, uno de los miembros del Sonderkommando de Auschwitz, dej6 en sus memorias una “descripciga minuciosa de un crematorio de Auschwitz: GAR, CASTIOAR ¥ MATAR ” a tal vee unos 160 mettos rados, Tet tte bes guane comple dr horror count it ean yo cn ui proviso de cat thurs de combustion se ergulan en treo de a sal, Entre a ae ara lospencadon ca does tncenayalimentaba el fego. Para hacerlo se urlizabe el oque, que selevabs en volquetes, lmpresionanteslamars- ‘Gv estapaban hacia el ice bre através de dos canals sub- ferrdncos gue conectaban los horns a gigantescas chime- ‘eas La Veloce dels lamas y el enor que ederprendi {el homo eran tales que todo crjlaytemblaba, Alguno ‘decenidoscubieroe de boli y empapados en sudor a oct- aban de raoqetear uno delos homnos para desprender una Sean nadecen nga Eo eam tn las greta, se inerastaba ene piso de hormigén, debao SE SES ces Cuando ona ease sabe to pcs se volva blanca, grsicea. Eran ls cenizas de hombres que, figunas hores toss, hablan estado con vide y que hablan Gzjado este mundo después de haber padeido un ma ftrozsin que nadie seinmutar, Mientras edesprendan as cenizas dz uno de los grupos de hornos, e encendian lot eatladorsubiador sobre un complejo primo y st ha- {ian ls prepartivos para una nueva tanda, Una gran cant dad de caddveres a cubtia lo alrdedores sobre el destudo ito de cemeneo (Malle, 1980). Como én una,fébricataylorista, la distribucién del : a distribucin de las tareas Gempletbalaconaliaién dl emp, Un ouipodsonia dealguns minutos daactn vaiaba spina poenia de los hornos- para incinerar los cadéveres mientras que oto riembro del Sonderkommando, al que bien podria denomi- “a {LA VIOLENCIA NAZI narse “cronometrsta”, “controlaba que se respetara la ca- dencia”. “Mientras los cuerpos se carbonizaben ~agrega Miller-, preparaébamos la horneada siguente” (Miller, 1980; 43-45). A mitad de camino entre las fotos de Men at Work de Lewis Hine y el Inferno de El Bosco, este retrato de Auschwitz describe un proceso que cost6 meses de estudio yde pruebas a las ssy a los téenicos de la empresa Topf (Pressac, 1993). Si bien la l6gicn de los campos de exterminio no era evi- dentemente la misma que la de una empresa capitalista ~n0 se producian mercancias sino cadéveres-, su funcionamiento adopté la estructura y los métodos dela fabrica, En los cam- pos de la muerte ~eseribié Giinther Anders- se operaba la “ransformacién de los hombres en materia prima” (Rokstoff) La masacre industrial -agrege~ no se desarrollaba como tna satanza de seres humanos en el sentido tradicional del sé sino sino, mas precisamente, como una “produccién de ca- diveres" (Anders, 1980: 22). No resulta init, desde este punto de vista, retomer la analogia ya establecida con el {aylorismos en el fondo, Auschwitz no era mas que tna car catura siniestra de aquél. Algunos principios constitutivos de la “organizacién cientifica de las fabricas", teorizeda por Frederick W. Taylor ~sumisidn total de los trabajadores alot rmandos, separaciGn rigurosa de la concepcién y de la eject cin de as tareas, descaificacin y jerarquizaciOn de la fuer 2a de trabajo, segmentacion de la produccién en una serie de ‘operaciones cuyo entero dominio correspond, Gnicament®, a la supervisién~ se aplicaban estrictamente (Taylor, 1977: 58). Si bien una de las condiciones histricas del capitalismo rmoderno es la separacién del trabajador de los medios de produccién, el taylorismo introdujo una etapa nueva que consistié én disociar al obrero del control del proceso detta- bajos abrié de este modo el camino a la producci6n en serie del sistema fordista. En Ia industria estadounidense, cuyo ejemplo seré ampliamente imitado en Europa después de la Primera Guerra Mundial, esto se tradujo en el paso de le j aE, ae ‘VIGHLAR, CASTIGAR Y MATAR 0 "amvigua clase obrera de oficio al “obrero masa”, unskilled y epi pmb ap erated ~ escerbrado, privado de tode autonomfa intelectual y ape- “pas capaz de cumplir mecénicamente operaciones fetandarizadas; segin sus propias palabras, un “hombre © huey” 0 un “gorila amaestrado” (Taylo, 1997: $9) (un ‘chimpasicé”,excrbi6 Celine en su Viaje al fin de la noche) {Céline, 1952: 225). Un ser deshumanizado, alienado, un autémata. En Americanismo y fordismo, Gramsci definia al ‘obrero de la fabrica taylorista como un ser enel que el “vin~ ‘alo psicofisico”, que siempre habfa estado incluido en las condiciones de trabajo y que requerfa “‘cierta participacion activa de la inteligencia, de la fantasia y de la inicitiva”, habia sido roto (Gramsci, 1975: vol. 3; 2165). La concep- cién de los “equipos especiales” (Sonderkommandos) de los campos de exterminio, compuestos por deportados (judios ‘ensu mayor parte) encargados de ejecutar las tareas vincula- das al proceso de matar (desnudamiento de las vctimas, or ‘ganizacin de as files delance de las cémaras de gas, extrac- ibn de los caddveres, recuperacion de los dientes de oro y de loscabellos,clasficacién de ropa y calzado, transporte de los cuerpos hasta los crematorios, incineracin, dispersiGn de las ‘enizas) implicaba forgosamente una alienacién total en el trabajo, ideal del paradigma taylorista cuyo triunfo siiestro Y caricaturesco evidenciaba. Primo Levi considerabs la con- ‘epcin de los Sonderkommandos como “el crimen més de- moniaco del nacionalsocialismo”: el intento. “de ubicar en ‘otros, especialmente en las victimas, el peso de la falta, de ‘modo que, para aliviarlos, no les quedara siquiera la con- {» Siencia de'su inocencia” (Levi, 1986: 39 [trad.franc.: 53}}. Evidentemente, Taylor nunca imagin6 tal “abismo de oscuri- “dad”, pero los disefiadores de las cdmaras de gas y de los *hornos crematorios estaban famillarizados con los métodos 2 La mouenan sae modernos de la organizacién del trabajo y de la producci6n industrial, or una ironts de la historia, las teorias de Frederick Taylor, que habia concebido a direccién cientifica de las fébrieas como-un- modo para aumentar la productividad mejorando la antigua organizacién militar del trabajo in- dustrial, hallaban su aplicaciéa en un sistema totalitario, al servicio de una finalidad que dejé de lado lo prod: para volverse exterminadora, En Taylor y en el antisemita Henry Ford -la traduccién alemana de si obra EI judio in- ternacional fue wn best-seller del que se publicaron 37 edi- ciones en la Alemania hitleriana (Ford, 1941), el nazismo hallé con qué setisfacer tanto su voluntad de dominio (la animalizacin del obrero) como su aspiracién comunitaria (la unidad entre capital y abajo). La animalizacién de los tbrezos afectaba ahora a los Untermenschen: la unidad del capital y del trabajo fundaba la VolRegemeinschaft aria. En teste sentido, los miembeos de los Sonderkommandos no encarnaban el ideal del trabajador ensalzado por la Weltanschausng nazi sino s6lo su dimensién destractora. Destinados a morir como los otros deportadas, ellos perso- nificaban tna figura nueva que se forj6 en los campos, @ la que Jean Améry habia bautizado como el “hombre deshumanizado” (Améry, 1977: 44 [trad. franc.: 48)). Sin embargo, el nazismo exaltaba el trabajo en tanto actividad creadora, espiritual, lustrada por el “miliciano del treba- jo" (Arbeiter) de Jiinger y por los “soldados de la labor” {Werksoldaten) del pintor Ferdinand Staeger (Jtinger 1980a)." El trabajador slemén tenfa la misién de construir el Reich milenario, era el antecesor del “hombre nuevo”. El 13 A ai parece, “milano del trabajo", como proponia Delio CCantimod, ettuye de jor maners ef esprit dl texto jgesano que tedimino“teabsjador", teacucrin eral. Cantimor (1991), Véase tam bige Michaud (1996: 312313). > he VIGILAR, CASTICAR ¥ MATAR a trabajo, concebido como actividad estétca y creadora a la ‘ez, como acto “redentor” ~opuesto alas ocupaciones defi- hidas como parasitarias y calculadoras del judfo-, era el medio adecuado, Instituciones como la Fuerza por la Ale- fa (Kraft durch Freude) y oficinas como le Belleza del Tre- bajo (Sebénbeit der Arbeit) se planceaban intervenir en los sfectos dela racionalizacién productiva pare limitar 0 con: frarrestar sus aspectos-mds-alienantes-a través de medidas paliativas (comidas calientes,higiene de los talleres, activi fades deportivas y ecreativas, vacaciones organizadas ec.) (Rabinbach, 1978: 137-171). En resumen, se tata de cierta ambivalencia que cacacterizard siempre la relaciOn del na zismo con el taylorismo y el fordismo, que fueron aplicados ‘tla industria alemana ~como a la del resto de Europa~des- dela Primera Guerra Mundial y admirados por Hitler y los ingenieros nazis," mientras que los responsables del Deutsche Institut fir Technische Arbeitschulung (Dasta)'* Jos consideraban “antialemanes”. La administracién racional Como toda empresa la fibrica productora de muerte conte- ba con una administacién racional fundada en los princi- pios de céleulo, especializaciOn, segmentacion de las tareas fen una serie de operaciones parcales, aparentemente inde- pendientes pero coordinadas. Los agentes de este aparato burocrético no conteolaban el proceso en su conjunto y cuan- La autobiograic de Henzy Ford fue publicada en ta "Biliotece acinalscilista®y Hitler habia expresado su admiracin por l indus ‘al eatadounidege en ss conversationes con Martin Bocmanns Hier 11952; yl. 1,271} El principal sdmicador de Ford ea elingeniro ai Schwesbe (1980). Véae a este espeeto, He (1984: cap. 8). "! Sob a even dg al taplovimo por la ih, cf, Rabinbach (ags2: 284-28). 2 LA VIOLENGIA NAZE do conocian su finalidad se ustficaban diciendo que ellos no tenian responsabilidad alguna, que ejecutaban érdenes o que ox fanlon ea fimiada y aril y que nada tenia que ver con fo criminal. . ‘Max Weber consideré esta indiferencia moral como un +asgo constitutivo de la moderna burocracia expecializada ¥;por consiguiente, irreemplazable pero separada de sus me- dos de trabajo y ajena ala finalidad de su acci6n. En Eco- roma y sociedad, esbous este retrato: “Bajo sus formas aca- bbadas, la burocracia se basa, de modo muy particular, en el principio sine raet studio. Al deshumanizarseyeliminarel amor, el odio y todas las emociones, principalmente los sentimien- tos irracionales y desprovistos de céleulo, del tratamiento ccuestiones administrativas [Amtgeschafie), la buro- ut naturaleza especifca en el punto mas va- talismo demostrando sy vietud”. La encar- nacién de esta tendencia caracteristica de la racionalidad instrumental del mando occidental -agregaba Weber- ese! “especialista” (Rachmann), “sigurosamente objetivo” y al mismo tiempo “indiferente a los asuntos de los hombres” (Weber, 1956: bd. n, 718). Raul Hilberg, el principal histo- Hiador de la destruccin de los judios de Europa, describi6 la burocracia de la “solucién final” en términos estricta- ‘mente weberianos: La masa de los burdcratas redactaba memorandos, escebfa proyectos firmaba cartas, hacia lamados telefénicos, part- ) individuales™ (Hilberg, 1988: 883). Las justficaciones que expondrén en el proceso de posgue- “ano hacen més que reafirmar los principios, por todos co- >pocidos, de la deontologia administrativa: la ejecucion de Grdenes, el deber sentido como una “misién®, etc. En la ma- Yorla de los casos, elcelo de los burdcratas de la “solucién fal” no ae basaba en su anssemitamo, No ran sjenos iy por el contrario, pero el odio alos judfos no era el mévil desunurién, Sucelo ena aplicacin delat medidas de prse cucién y del dispositvo logstico de extermi toa.un habito profesional, como a una indiferencia generali- 2zada (Browning, 1992: 125-144). La mayoria de ellos con ruaron su carrera de funcionarios después de la guerra, como responsables de gestion y estadistica en la na y algunos in- cluso en la RDA. ‘La burocracia euvo un papel irreemplazable en el genoci- do de los judios en Europa. El proceso de exterminio hall6 nla burocracia su principal 6rgano de transmisiOn y de eje- cucién, Los “soldados de la ciencia” (wissenschaftliche Soldaten) (Aly Roth, 2000: 19) -asi se llamaba bajo el Tescer Reich los funcionatios- no fueron quienes concibieron la politica nazi ni sus responsables, sino su instrumento: La burocracia organizé la aplicacin de las leyes de Nuremberg, lcenso de los judios y de los Mischline, las expropiaciones a los judios en el marco de las medidas de “atianizaci6n” de 'a economia, las operaciones de guetizacin y luego de de- Portacin a gesti6n de los campos de concentracién y de los centros de matanza. Este aparato burocrético tavo un papel clave en la concrecién de los crimenes nazis y no obstaculiz6 2s 16B eae pata I alsin es implicit al dscurso de Himmler diig- +o los jefes de las sen octubre de 1943, cuya grabacién puede excuchar- Se actnimente ene seo de Kahorst, Bet, * La votes Nazi nunca la radializaci6a carismética del régimen (Neumann, 11987). El mecenismo de toma de decisiones en el nazismo sufri6 una gran mutacin durante la guerra; se paso de las leyes (Nuremberg, 1935) a las directivas escritas aunque no ppublicadas el juicio oral dela conferencia de Wannsee, 1942) y, finalmente, a las érdenes dadas por via oral (la puesta en funcionamiento de las cémaras de gas) (Hilberg, 1988: 52- ——$3y- Pero, a pesar de este abandono de ia formalizaci6n legals, el nazismo necesitaba una burocracia moderna, eficazy ra- ional, Con la puesta en marcha de los centros de matarza, después de la ola de masacres que habja acompafiado le Blitekrieg en el Este, ese ejézcito de ejecutores atornillados a sus escritorios se volvié el centro vital del sistema de destruc- ci6n de los judfos. La propaganda y la publicidad de las pri- smeras medias antisemitas [08 autos, las lees de Nuremberg, [as “arianizaciones” de la economia, los pogromos de la_| ‘Noche de Cristal) fueron desplazados por el lenguaje en e digo de las operaciones de exterminio rigurosamente sacedo del lenguaje administrativo, en el que el asesinato era deno- ‘minado “solucién final” (Erdlésuig),las ejecuciones “trata rmiento especial" (Sonderbehandlung) y-las c&maras de gas ‘instalaciones especiales” (Specia-leinrichtungen), La buro- cracia foe el instrumento de la violencia nazi y este instru- | mento era un producto auténtico de lo que debe ser llamado ‘~zomando la expresién de Norbert Elias aunque con conclu- siones diametralmente opuestas « las suyas- el proceso de | ivilizacién: Ia sociogénesis del Estado, la racionalizacién ‘administrativa, el monopolio estatal de los medios de coer cién y de violencia y el autocontrol de las pulsiones (Elias, 1973, 1975). Por ello, Adorno veia en el nazismo la expre- sién de una barbarie “inscripta en el principio mismo ée le civilizaci6n” (Adorno, 1969: 85 [trad. franc.:205]). El itinerario que, a mis de dos sighos de distancia, establece | la vinculacién del nazismo con la prisién moderna, cuyo -_ VIGLAR, CASTIGAR Y MATAR. ss smanifiesto fue el Panopticon de Bentham, y con Ie gullotina, {gue habia hecho su apariciGn durante la Revolucién France J parece ahora bajo otra luz. La violencia nazi integrabay | ‘KRearvollaba los paradigmas subyacentes a estas dos insttu- Sones de la modernidad occidental, El paradigma de la gui- floune'ejecucién mecdnice, muerte en serie, matanza recta, desresponsabilizacin ética del ejecutados, matanza en “Tanto proceso “sin rujero"=-hereelebradorsus-riunfos-en las Srasacres tecnoldgicas del siglo xx el paradigma de la pri- Sin ~principio de encierro, deshumanizaciéa de los deteni- dos, debilizamiento y disciplina de los cuerpos, sumisién 2 fas ferarquias,racionalidad administrativa~ hallé su apogee nel sistema de concentracin de los regimenes totliarios. Los campos de exterminio nazis realizaban la fusi6n de am- bos paradigmas dando origen a algo horrorosamente nuevo « hiséricamente inédito que no tena mucho que vee ni con fina ejecucién capital ni con wn establecitniento penitencia- io. Ceeaban un sistema industrial de muerte en el que tecno- Togia moderna, dvisin del trabajo y racionalidad adminis- ‘nativa se integraban como en una empresa. Sus vitimas ya no eran “detenidos”, sino una “materia prima” ~formada de {eres vivos desplazados del género humano~ necesaria para la producci6n en serie de cadéveres. El nuevo y hasta enton- ces desconocido umbral que establecieron las cémaras de gas no deberia ocultar esta antigua fillacin, que hace del exter- ‘minio nazi el punto més alto y la sintesis de un largo proceso histrico iniciado a fines del sigho xm. 4 4, Clasificar y reprimir “Judeobolchevismo” Por ser partadores del bolchevismo y gufas espirituales i geistigen Pathrer) de la idea comunist, los judfos son nuestro ‘remigo mortal, Debemos destruitlos (Sie sind zu vermichten) {cit en Heer, 1995: 116).”' Esta directiva, difundida encee Jos soldados de la Wehrmacht en Minsk, el 19 de octubre de gerubre de 1941, durante el avance aleméa sobre la Unién Soviética, empleaba una f6rmula que la propaganda nazi snarill6 persistentemente durante toda Ia guerra. Podrfamos hacer una larga lista de citas de 6rdenes que exaltaban la gue~ tra contra el"judeobolchevismo” como “una lucha por la exis- tencia (Daseinkampf) del pueblo alemdn” y como “a defensa dela cultura europea contra la inundacién (Oberschiwemmumg) fsitiea y moscovita” (cit. en Jahn, 1991: 49). Hitler wsliza~ ba exactamente el mismo lenguaje en sus conversaciones pri- vadas, En 1941, justficaba la guerra en el frente oriental por medio de la necesidad de extirpar el “foco de la peste (Pestherd)* que los judios represefitaban. Asu entender, sta tea la nica condicién para restablecer la wnidad de Europa (cit, en Kershaw, 2000: 685). "El mito del “judeobolchevismo” conocié una amplia di- fusién al da siguiente de la Primera Guerra Mundial, cvan- «pare un andlisis més documentado del pope cetral de la nocion de ~judeobolchersmo” ena propaganda mila alemana duracee pectodo 134. 19e3, ce Ubecshae Wee (1984) y prncipalmente Stee (2392), 118 LA MOLENCKA NAZI do se transformé en el eslogan de la represién antiesparta- as ccaions el flleto de Rosenberg. Leibbrande (1939) desrellé une ‘cnerpcién més “tedrica” y menos propaganda de eta visgn del bol chevitmo como eeacién judia {CLASIFICAR ¥ REPRIMIR ety nacién de la propaganda politica por el lenguaje médico y epidemiol6gico era a su vez paralela a la adopcién masiva de metéforas politics por parte de los hombres de la ciencia. Bernhard Fischer-Wasels, uno de los padres de la investiga~ cin del céncer, dfinia elestadio embrionatio de esta enfer- rmedad como “una nueva raza de células”, diferente alas otras, y proponia una terapia tendiente a “destruir esta raza pato- logica” (Zerstérung der pathologischen Zellrasse). Los in- vestigadores calificaban a las células cancerfgenas de anarquistas, bolcheviques, foco del cans dela revuelta, Otros specialists preferfan hablar de “células revolucionarias” (Hans Auler) 0 de “Estado en el Estado” (Curt Thomalia). Robert N. Proctor, historiador en el campo de les ciencias, afirma que en esta época la medicina se hallaba impregnada de ideologia politica (Proctor, 1999: cap. 2) Racismo de clase ‘Aunque el cruce de la contrarrevolucién y el antisemitismo haya forjado una nueva categoria sincrética ~e “judeobolche- vismo”— que marcé la singularidad de la ideologia nacionalsocilista la definicin del enemigo de clase en térmi- 10s de raza la visin de la revuelta politica en tanto expresi6n de una enfermedad del cuerpo social y la estigmatizacién del tevolucionario como portador de un virus contagioso ya eran fenémenos bastante antiguos. La Francia de los comienzos de la Tercera Repiblica, con su mezcla de positivismo, cientificsmo, racismo y conservadorismo radicalizado por la ‘memoria de los levantamientos politicos de 1848 y 1871, nos ‘ofrece un ejemplo més que elocuente. El crecimiento casi para- lelo entre 1860 y 1890 de nuevas disciplinas ~tales como la ‘microbiologia (Pasteur), la medicina experimental (Claude Bernard), la antropologia (Paul Brocs, Paul Topinard), la eu- = Benesia yla antropologia racial (Vacher de Lapouge) la antro- a La wouncta Nazt pologfa criminal (Lacassagne), la neurologia (Charcot) le psi- Eologia de las masas (Le Bon, Tarde) y la sociologia (Dirkheim)- generaba las condiciones necesarias para una amalgama entre ciencia y politica, que luego se traducird en el abordaje biol6gico de los comportamientos sociales y en una suerte de medicalizaci6n de las estrategias del poder‘ Fenéme- 05 tan disimiles como la sifilis, el aleoholismo, i cin, a hibera, la iminalidad, la tisumisin frente a las nu vas jerarquias sociales, las huelgas o las insurrecciones eran consideradas también como las expresiones miliples de una ‘misma enfermedad del cuerpo social, incluso como taras here ditarias,focos pat6genos que hallaron en la sociedad arbana e industrial el caldo de eultivo més propicio. Las epidemias de célera, cuyo recuerdo alin permanecta vivo en esta época, per turbaban profundamente la Sensibilidad burguesa, socavaban Ja confianza de las clases dominantes, sti fe en el progreso, en tuna sociedad préspera, pacifca, jerarquica y ordeneda. Inme- diatamente se asociaba el céiera con una amenaza exteriog importada de Oriente o de Africa, proveniente de los pueblos “no civilizados” o propagada Por los emigrantes y trans da pot las clases inferiores (social y biol6gicamente) cuyos ba- trios insalubres constieuian los focos de infeccin, El eGlera adquiris los rasgos dela subversion social (Evans, 1992; 149- 173).’ En este contexto, los partidarios de la Comuna eran vistos como criminalesreincidentes, portadores de una epide- mia que debia ser frenada con medidas extremas. Como el contagio ponia en riesgo a los grupos dela sociedad.que ain estaban sanos 0 podian ser curables, urgia eliminar completa- ‘mente el agente patdgeno, el virus compuesto por los “crimi- rales natos”, peligrosos ¢ incucables. Por ende, el Estado se 6 aca pa aconsus de coe ef Nye (1575 ‘Barrows (1990), Mucchielli (1998). . 2 Pusan ass de a dos especie hil once, Detpot (990) vane 0987) ia CLASIICAR ¥ REDRIMIR ns arijaen biopoder llamado a intervenr ena sociedad al igual Spe un crajano se encarge de amputar la parte gangrenada de eronganismo enfermo (Nye, 1984)" Ese “biologismo social”, segin la caracterzaciGn sarriana dela literatura francesa luego de la Comuna, se cemonta a la Spoca de la revolucién industrial, cuando las clases obreras “Ajeron racilizadas” y separadas fsicamente de las clases pri cilegindas- Fue justamente en este perfodo cvandola desigual- “hd social frente a la enfermedad comenzé a percibirse como Inexpresin de a degeneraciOnfisica y moral del proletariado {Delaporte, 1995: $4; Chevalier, 1984: 711). El Estado, que Sislaba a los enfermos de célera, puso en marcha también la tlaboracin de politicas piblicas higienistas con el propésito de aislar en el espacio alas “clases peligrosas”. Esta visién de {a sociedad se sumaba a otro imaginario heredado de la con- crarrevolucin y preservado por la culture liberal dela cual renovaba el enguaje. Por un lado, ge desenterzaba el viejo ci- ché estigmatizador de la revuelta como erupcién de una vio~ Jencia ancestral y bérbara, amenaza contra la cvilizacion pro- veniente de sus propios intersticios, horda primitva que logr6 sobrevivir al margen del mundo civilizado y que se mostraba a la luz del dia {la masa aniquiladora de Reflexiones sobre la revolucién francesa de Burke, los “vandalos y los godos” de los Recuerdos dela revolucién de 1848 de Tocqueville (Burke, 1986: 164 (trad, franc. $0}; Tocqueville, 1986: 767) Por el coro, en el marco del imperialismo, se operaba la identfica- cién entre barbarie primitiva y los “salvajes” del mundo colo- nial. Las figucas del proleario insucrecto, el eriminal, el histé- rico, la prosttuta, el salvaje y las feras feroces eran intercam> biables. Al no ser reconocido como un adversario politico legtimo, el enemigo de clase era “racializado” y animalizados * Alain Brossat calfcS de “zoopalitco” el esultado dl pacto*demo- viaco™ eatebecio en la epoca entre biosencia,ieologis positive y aewissmo social Bross (1998: 137) 126 LA VIOLENCIA NAZI la represiGn politica se manifestaba como la extizpacién de un cuerpo extrafo ala civilizacién y como una medida de higiene piiblica. La contaminacién dela politica pore discurso biolé- {ico cientfico poseia implicancias directa sobre ls terapies politicas y militares cuyo fin era la preservacién del orden, Se ‘empleaba la “raza” como la metéfora que designaba a la clase temida una clase cuye alteridad amenazadora era vivenciads con aprensién en términos biolégicos, fisicos, psicol6gicos morales para luego aaa lo miximo posible y~legado el caso~ destruirla (Babar, 1988: 272-288; Burgio, 1998 9-26), La asimilacién de la clases obreras 2 una “raza inferior se volvié un lugar comtin dela cultura europea en el periodo ‘triunfante del capitalismo industrial. Hacia mediados de si- slo x1, el ensayista inglés Henry Meyhew describia a los pobres de las grandes ciudades como “las tribus errantes en la sociedad civilizada” que poseian todos os rasgos de los pue- blos primitivos. Se los podia reconocer tanto por su aspecto fisico" grandes pémulos y mendibulassalientes"— como por su jerga incomprensible; eran perezosos, refractasios ala dis- (Flat, 1911: 238; Pick, 1993: 80). Estos debates hicie- {25 co también en el fururismo italiano que, a partir de so oir manifiesco (1909), abraz6 la guerra como “la nica Uigiene del mendo" (Macineti, 1909; Richard, 1995: 34-37, Er ifancts Jacques Novicow, uno de los primeros (y rar0s) U iccos del darwinismo social, capté a la perfeccion la finali- {dd politica de esta doctrina que consideraba “el homicidio Slenivo como la causa del progreso del género humano” {Novicow, 1910: 3; Pichor, 2000: 54). En Italia y en Francia, pales en los que la Iglesia Cavélica se oponia a la politica de esterilzacién forzada, las teorias ugenésiees conocieron una difusién significative, aunque menos importante que en el mundo anglosajén. Evidente- ‘rante, el darwinismo socal introducido pos Cesare Lombroso facia fines del siglo xu les preparé el terreno. El primer con~ reso de “eugenismo social” tavo lugar en Milén en el aio 924, Cont6 con la partieipacion de 500 médicos que diseu- tieron sobre “cultura racional de los hombres” (viriculsura razionale) y “mejoramiento biol6gico de la raza” (bioflass) {Pogliano, 1984, 1999). En sus comienzos, el régimen de Mussolini preconizaba un racismo “espirialista y romano” més que “biol6gico y ario”. No obstante, en nombre de “ls higiene racial”, luego dele guerra con Etiopfa y dela alianza con la Alemania nazi, se promulgaron las leyes caciales y antiseritas de 1938 (Israel, Nastasi, 1998). En Francia, la literatura, desde Zola a Barrés, difundia ampliamente los es- te a2 LA VIOLENCIA NAZI tereotipos eugenésicos y la idea de'la “degeneracion”. embargo, el principal propaganda del eageaon once nacin fae Georges Vacher Lapouge, ave proponia, en LAnyer, son rée socal (1890), sna campafia de estriisa cién masiva con el fin de preven el caosyla barbarie de ls sociedades modernas, democriticas iguliarias. Par dla ‘selecci6n natural” descrita por el darwinismo social, defen- sor del “dejar hacer” y del capitalismo liberal, ya no tenia efecto en un mundo occidental que habta creado sus propios ‘ecanismos inmunitarios. Po lo tanto, era necesario llevar a cabo una politica eugenésica de seleccién racial planificeda, nc via para vial eliminacin masiva de lo n0 aprox uejandi evolvcianeesarias nos orb dete tendenia dominant. En Les élections sociales (1896), e 026 los lineamientos de un proyecto de fabricaciSn de una nueva humanided extics¢inelectualenesopetir por medio de la fecundacin arfcial: “Esto significaria la susti- tuei6n.de la reproduccién bestial yesponténea (Vacher dé Lapouge, 1896:472)" por la reproduccién zootécnca ycien- lea” Poco ames desu ert en 1935, Vcherd Lapouge noeia en el hitlerismo una caricatura pangermanista de sss propasidas ct nT 1998 149," Apr dot los médicos que proponian un eugenismo “negativo” es de- ciuna politica de esterlizacinforzada, inclusive de eutan- Sihayan sido una minora, habia ene ellos gras impor tes como los premios Nobel Charles Richety Alexis En 1919, Richet public Le sections bushes, eo enp tulo xx estaba completamente centrado en “la eliminacién de los anormales” (Carol, 1995: 169). En Homme, cet inconnu (1935), Carcel proponia la creacién de un “estable- cae ylahigien racial”, que aportaron al nazismo algunos pes fpentoseenciale de su visi de mundo, pertenediana funtfiara occidental, enfan un anclaje slido en as instiar ves liberalesycontaban ence sus representantes enusis> sion nvestigadores ¢intelectuals provenientes de estratos liberales, conservadores ¢ incluso ie etas). El nacionalsocalsmo extrata de esta radiconel Rxgusie“cieniico” con el que seformuld au antisemitsmos Teer valos eran asimilados aun “virus” generador de enfer- resfades”, su esterminio a una medida de “limpieza”, 2 una ‘peracién de “profilaxis”. “hlo largo de los aos teinta, la comunidad cientfica in- secmacional sechaz6 considera seriamente la propagands naz Tevelacin existente entze la “higiene de a raza” y las leyes UE Nuremberg no planteé ningin tipo de problema en el Ge bio de la colaboracién cientifica entre los investigadores STemanes del eugenismo y sus homélogos anglosajones. En {fo36 -elrégimen nazi ya habsa promulgado sus leyes y leva: doa cabo miles de esteilizaciones forzadas-, la Universidad de Heidelbetg otorgé un doctorado honarifico al profesor Harry Laughlin, ano de los mas reconocidos seleccionstas Tonvamericanos, director. del Centro de Investigaciones Tugenéseas en Cold Spring Harbor. En su discurso de agra: Uerimiento, este especialista declar6 sentirse honrado por tal feconocimiento que consttufa, a su entender, la “prueba de ge los eienificos alemanes y americanos comprenden la eu. Genes dela misma forma” (Kevles, 1995: 168; Kuhl, 1954: $6-87; Pichot, 2000; 205-206). Este episodio parece confi nar la opinin del bistoriador Daniel Pick: durante el perfo- do entrelas dos guerras hubiera sido fécil encontracen Ingla~ terra y los Estados Unidos “el equivalente del discurso nai sobre la raza, el eugenismo y la degeneraciOn” (Pick, 1989: 238), André Pichot va aun més lejos: “Hider no invent gran ose, La mayoria de las veces se conformaba con retomar las | | 6 1A VIOLENCIA NAZ ideas que estaban en el aire y llevarlas hasta su maxima ex- presién, La eutanasia y as profundas meditaciones sobre ‘las, ‘vidas que no merecen ser vividas? eran lugares comunes en la 4p0ca” (Pichot, 1989, 238). La condena total de los erimenes ‘nazis y de las teorias eugenésicas que los habfan inspirado se manifestaron post factum (Pick, 1989: 238-239). Hasta el final de la guerra, el eugenismo nazi no era considerado in- humano, ni aberrante, ni tampoco, a pesar de Ja emigraci masiva de los cientificos judfos, perjudicial para la colabora- ci6n en el Ambito de la investigacién. La condena undnime del nazismo luego de 1945 ocultard estas buenas relaciones. Mengele no tenfa equivalente en el mundo anglosaj6n, pero sus précticas slo fueron la consecuencia extrema de una idéo- logfa enraizada en la cultura occidental. 5. Exterminar: el antisemitismo nazi El judio como abstraccién La visién del judo come encarnacién dela modernidad abs- tracta e impersonal recorre toda la cultura occidental desde la mitad del siglo xx. Su desarrollo sigue o acompafi, segiin los diferentes paises, la emancipacién judia ya industrializa- ‘EXCTERMINAR: EL ANTISEMITISMO NAZI Ass de resisti, renovarse y demostrar que el espiritu “heroico” podia destruir el espiritu “mercantil” (estadounidense ¢ in- alg) y el espiritu universalista (francés), ambos representa- dos por los judios cosmopolitas, completamente ajenos @ la noci6n de patria (Helder contra Handler, las “ideas de 1914” contra las “ideas de 1789"). El choque entre le actitud men- tal con la que Alemania se lanz6 a la guerra y la realidad de este maderno conflcto militar ~donde el espiritu heroico del combatiente tenia que ceder su lugar al enfrentamiento ple- nificado entre dos ejércitos racionalizados- transforms pro- fundamente la visin ertiea de la modernidad antes mencio- nada. Para muchos intelectuales, [a guerra fue el momento dereconciliacién entre la Kultur y la técnica moderna que les permitié abandonar la contemplacién pasiva de la decaden- cia para adopter una postura activa de revuelta contra la Zivilisation, capaz de enfrentarla en su terreno y de combs- tirla por sus propios medios. El pesimismo cultural se trans- formé en “modernismo reaccionatio” (Herf, 1984) y la criti- a neorromantica del capitalismo en “revolucién conserva- dora”. La nostalgia de la comunidad tradicional se tornaba una ténsién utépica en el seno de una nueva comunidad, une Volksgemeinschaft proyectada en el futuro; no se combatié la Repiilica de Weimar con el fin de restaurar el imperio prusiano, sino para crear un Tercet Reich. Durante los afios veinte ya lo hemos dicho anteriormente-, Ernst Jinger se dedieé en muchos de sus escritos a la celebracién estética de Ja guerra como fuente de encuentro viril del hombre con la naturaleza. El producto de este encuentro era el “miliciano del trabajo” (Arbeiter), figura forjada en las trincheras de la Gran Guerra y que resumia, a su parecer el renacimiento del ‘alma alemana bajo los rasgos de un orden autoritario, mili- tar y téenico (Jinges, 1989). Naturalmente, el judfo era la antitesis perfecta del “miliciano del trabajo”. En 1930, Jinger ‘scribié un ensayo en el que critica al Zivilisationjude, “hijo delliberalismo”, cuerpo extranjero a la nacién alemana en Ia 186 LA WOLENCIA Nazi aque actuaba como un elemento de destruccién (Jigs, 1930, Evard, 1996: 113-114}. En efecto, el antisemitismo era el agente indispensable para la metamorfosis del pesimismo Cultural en modernismo reaccionario, Gracias a la figura ‘metaf6rica del judio -no necesariamente definida por Jinger en términos biolégicos-, se produjo la unién entre ef antimodernismo cultural y la modernidad técnica, entre los ~detractores del Siglo de las Lucesy el mundo téenico indus trial. El capitalismo se volvia creador siempre y cuando man- tuviera lazos con el Volk, estuviera “arianizado” y fuera el instrumento de una comunidad nacional. De sangre aria y arraigada al suelo germénico, la burguesta industrial se tor naba creadora y reinstauraba la Kultur al oponerse a una burguesia judiaestigmatizada con adjetivos tales como para- sitaria, mercantil y cosmopolita. Bajo la Repablica de Weimar, la visin tcadicional delju- dfocomo representante del universalismo abstcacto se trans- formaba en el blanco de un nacionalismo agresivo, avido de revancha y radicalizado por la derrota y la humillacién de ‘Versailles. Para el ge6grafo Karl Haushofes, era el punto de partida de une nueva seflexién sobre el concepto de ‘Lebensraum. Al oponer la entidad politica abstracta del Es- tado con sus fronteras ya establecidas por el derecho interna- cional ala realidad concreta del Volk, Haushofer crticaba la ‘geopolitica moderna ya que la vela como una disciplina ce- rrada y “extranjera al territorio”. Concebia al Estado como un ser viviente, biologicamense determinado, cuyas dimen- siones teritoriales no debian ser establécidas por la le, sino ‘modeladas por la energia vital de su pueblo (Haushofer, 1986: 185-191). En otras palabras, las fronteras del Estado ya no debian delimitar un espacio juridicamente definido sino un “tertitorio émnico” (Volksboden), producto de una “volun- tad de espacio vital” (lebendige Raumwille), expresi6n de un proceso organico que él comparaba con la circulacién san- ‘guinea de un ser viviente (Grenadurchblutung) (cit. en Dines, = [EXTERMINAR! HL ANTISEMITISM NAZE as 20006: 26-48). El judo, representante de la racionaidad abs- fata, serva a Haushofer como ilustracion negativa de su con- “gn volkish del espacio. Sus escritos no tomaban en consi- SEraci6n a los judios reales, ino solamente “lo que es judfo” {das Jdishe), un adjtivosustanivado con el qu designe la Jnodernidad en general: lberalismo, socialismo, comunismo, erecho, democracia, sufragio universal, comercio internacio- salrgrandes ciudades,etcétera (ct. en Jacobsen, 1979: 31). ‘Laego de 1933, Carl Schmit, cuyo antisemitismo tenia ra ces no s6lo raciales sino también culturales, conteibuy6 a la ificaciOn del sistema conceptual de la dominaciéa total. En fries lugar, reformulé su filsofia politica en términosantise- fritas. A partir de este momento, os judios se tocnaron para él rradores de un *pensamiento normativo” (Gesetzesdenken) Enclado en os conceptos de “legalidad” (Legalitat y de “igual- dad” (Gleichheit), individuos extranjeros a la “legitimidad” [Legitimitas)y ala “homogenecidad” (Gleichartigkeit), dos fac- tores que eran el fandamento del Estado nacionalsocalista (Schmitt, 1933: 1; Gross, 2000: 68). “Hay pueblos ~eseribia Schmitt que viven sin tierra, sin Estado y sin Iglesia, solamen- teen la ‘ey’ El pensamiento normativo es el ainico que les parece racional; los ots, por el contrario, les parecen incorn- prensibles,fantasiosos yriiculos (Schmitt, 1993: 9-10).” Para {i la calda del imperio de Guillermo Hen 1918 fue el reempla- za de.un orden politico “concreto”, centrado en las institucio- tes mondrquicas, por la “dominacién dela ley" (Herrschaft des Gesetzes), pot una democracia abstract y sin raices en la aque “los sefiores de Ia ley sometian al rey” (Die Herren der Lex unterwerfen den Rex) (Schmitt, 1993: 15). Nada qued6 del orden politico concreto encarnado por la monarquia bajo la Repaiblica de Weimar. Schmitt pensaba que la repiblica era un sistema democrético paralizado por los debates y el caosde un pluralismo invertebrado. Los judios, representantes de la normatividad y del racionalismo jurfdico abstracto y desteritorializado, tuvieron un papel preponderante en le “di- 158 ‘LA VIOLENCIA NAZI solucién’ del antiguo orden imperial {justamente se debe la redacci6n de la constiruci6n de la Repablica de Weimar a un jurista judio, Hugo Preuss). En el centro del orden politico “conereto” que habia sido restaurado bajo el régimen nacionalsocalista, no se encontraba la “iey® abstracta y for- tal (Gesetz), sino el Nomos, es decit ~teniendo en cuenta su interpretacin de la etimologia griega~ una norma concebida ‘como un proceso de organizacién de las formas politica y del espacio ireductiblea simples instcuciones (Schmit, 1993: 25) En 1936, Schmite dirigié un congreso de jurstas del Tereer Reich con el fin de denunciar la influencianefasta y corrupto- 1a del.“espicitu judio” (fddische Geist) sobre el derecho ale- man, Llamaba a sus representantes a dejar de lado todas sus inclinaciones iberales para encontrar asi un anclaje orgénico enel corazén del Volk. Su uso metaforico dela figura del “ju- dio” ~perfectamente analoga a la de Haushofer— era reivindi- ‘ado de forma explicita en su referencia al fil6sofo del derecho austrfaco Hans Kelsen, luego rebautizado “el judio Kelsen” “La simple apelacién de Ia palabra ‘judfo'~opinaba~ suscita tun exorcismo salvador (Schmitt, 1936: 28; Gross, 2000: 129)". fi 1938, reafirmaba la identficacin de los judios con la tra- dicign liberal en un ensayo sobre Hobbes en el que se presen- taba al constitucionalismo moderno como una creacién judia que se desplegaba en el plano histérico desde Spinoza hasta Friedrich Julios Stahl, pasando por Moses Mendelssobn, (Schmice, 1982: 106-108). Entre 1937 y el principio de la Se- ‘gunda Guerra Mundial, Schmitt se abocé en varios de sus tex- tos @ la teorizacién de'una “guerra total” que anunciaba el final del derecho internacional y ena que ademas las nociones ttadicionales de jus ad bellum y de jus in bello habfan perdido toda significacién para dar lugar a la destrucci6n del “eneri- 30” definido, es decir ~siguiendo la misma linea de Jingery en ‘érminos existencialistas~ del “otro”. La conclusién que él ‘obtiene de este andlisis se resume en una visién de la guerr® como culminacién de lo politico en tanto préctica de extermi- ar eveeceereere dren entree sereeert atts Seve od nio (Schmitt, 19882: 235-239). Durante la ocupacién alema- na de Checoslovaquia, en abril de 1939, Schmitt teorizaba so- bre la oposici6n inconcliable entre fa nocién alemana de Grossraum, el “gran expacio” de la dominacién alemana, y el derecho internacional que~2 su parecer~ estaba vinculado a un “universalismo” de origen judio (Schmitt, 1988s: 295). En el ensayo ya citado de 1941, Vélkerrechliche Grossraumordnsng, tstablecia que la nocién de Grossrawn no debfa ser compren- dia literalmente como la simple suma de los términos “gran” y “espacio”. La interpretacién que él le atribuia no era s6lo ‘cuantitativa sino también cualitativa, cercana a la de Lebensraum elaborada por Ratzel a principios del siglo: un espacio “creador” (schépferische) (Schmitt, 1991: 76; Ratzel, 1966: 67), Bra necesario ocorgarle a ete concepto un conteni- do concreto tierra, territorio— que no tuviera mucho que ver con los “espacios vacios” y las “fronteras lineales” postulados por las concepciones liberales de la geografia y del derecho de Jos que los dios, euyo desarraigo se traducia en una modali- dad especifca de existencia politica, eran inevitablemente los representantes mas coherentes. “La relacin de un pueblo con al terrtorio modelado (gestalteten) por su propia instalacién y su propio trabajo cultural, del que derivan sus formas con- cretas de poder, es incomprensible para el espiritu judio (Schmitt, 1991: 79).” En pocas palabras, el Grossraurs teo- Fizado por Schmitt era principalmente de naturaleza existencial (Schmit, 1991: 79; Ratzel, 1966: 12); implicaba tuna visién del espacio como “conquista” vinculada a une necesidad vital: “El control del espacio (Raumbewdltigung) ~escribia al citar a Ratzel-es la marca de toda existencia”. La misign del nacionalsocialismo era la instauracién de un imperio aleman basado'en este “conjunto de orden (Ordnung) y de localizacién (Ortung) concretos” (Schmitt, 1991: 81), Jus terrendi (alemén) contra Jus seriptum (ju dio): ef nomos telGrico de Schmitt hacia referencia al arrai- fg0 de un pueblo a un territorio (Wismann, 1997: 48). LA MOLENCIA NAZI ‘Otros se encargaban de reformular el nuevo antisemitis. © smo en términos cientficos. En las universidades, los cientf. os nazis se consagraban ala elaboracién de una “fisica ale. mana” (deutsche Physik) cuyo blanco privilegiado era lato. tfa dela relatividad de Binstin, estigmatizada como “cienca ". Para Philipp Lenard, el factor que caracterizaba a esta colicin del érer”, es deci la explicacién dela edio de imagenes de Ta natialeza int mente evidentes (anschaulich), sino por medio de ecuaciones abstractas (cit. en Beyerchen, 1977: 88-89). Johannes Stark hhacfa hincapié en la diferencia entre una ciencia “judia” dog. iitica, deductiva, y una ciencia “nérdica”, més cercana ala experiencia, pragmética e inductiva (Stark y Muller, 1941, Beyerchen, 1977: 132-133; Israel y Nastasi, 1998: 310-311). ‘Bl anticomunismo nazi adherta a esta lbgica de rechazo dela abstraccién y de a biclogizacién de la alteridad: los judfoscons- titulan el cerebro del movimiento comunista y el intemnacionalismo era una nueva forma de universalismo y de cosmopoitsmo abstactos, destructores de a Volksgemeinschaft aria, Figuras revolucionacias judias “sin patria” como Rosa Luxemburg, Kart Radek, Gregory Zinoviev y Leén Trotsky ‘encarnaban el universalismo sin raices y bodenlos dela cul- tura marxista (Traverso, 1997c), Para Hitler, judios y mar xismo eran sin6nimos (Kershaw, 1999: 362; Friedlandes, 1997: 178-180; Bourleigh, 2000: 90-94). En el afio 1933, luno de los primeros actos piblicos del nuevo régimen fue la incineracién de libros judios, marxistas y antfascistas en las principales ciudades alemanas. E] més importante, el de Ber lin, estuvo oficiado por Joseph Goebbels, que proclamé so- lemnemente el fin de “la era del intelecualismo judfo” ante tuna muchedumbre de estudiantes reunida frente a la Univer- sidad de Humboldt (Goebbels, 1971: 108). ‘Una caracterstica fundamental del nazismo era la destruc- i6n de las formas legales abstractas (judias) por tun “orden de pensamiento concreto” (konkretes Ordnungsdenken) cu y tis Segda entonces en estos términos: Tey (Gesete\inomos— _EXTERMAINARY HL ANTISEMITISM NA 16 uuntos de referencia eran las nociones de tersitorio, faza, oe vlan te (Dines,2000e 49-77) La an- “sPicoromia entre Zivilisation y Kultur podria ser refor judatamo (Judentuiny germanismo (Deutschen) ‘estadovReich Gontratoflegalidad germénica igualdaderarquta, “homogencidad legalidadlegitimidad ‘universalismo/VoIk Gerecho internacional/Grossrauom jumanidad/noturaleza ciudadanfafvalores ancestrales Revolucién Francesa/derechos histricos revolucién mundial/Tercer Reich comunismo/Volksgemeinschaft democracia/autoridad pluralismoldecision fertitorio/ “espacio vital” (Lebensraum) “espitita judio" /Weltanschastung nazi abstraccidn/experiencia dogmatismo/pragmatismo «ceeia ucla” eenca nica” El nazismo retomaba pues, por su propia cuenta, la vision del judio como abstracciOn pura y metéfora dela Zivilistion Por todo esto, «1 nézismo era el hijo del antisemitismo del Siglo xoe Mi bucha abunda en formulas exccafdas dela itera- wee antisemita que atribuyen un carécter judo @ todas las Tranifestaciones de la modernidad politica. De todas formas, In expecificidad del nazismo ~que acentuaba y superaba ta7- te akaacionalismo racista tradicional como a la “revolucion eraadora”- dependia de.la biologizaciém exerema del 162 LA VIOLENCIA NAZI antisemitismo (Depeux, 1992: 201-210; Sternhell, 1989: 20) El espiritu de cruzada del antiguo antijadaismo religioso se ‘combiné con le frialdad del antisemitismo “cientfico” y dio ‘como resultado la temible combinacién de pogromos y dé ex- terminio industrial, de erupcién de violencia bruta y de ‘masacre administrativa. La revuelta contra le “decadeicia” del mundo moderno se apropié de los medios de la moderni dad ~industria, ciencia, éenica—con el fin de eliminar al su- puesto responsable. Ya sean los objetivos negativos del na- zismo —antliberalismo, antibolchevismo, rechazo del Siglo delas Luces-o bien su obra “constructiva” ~el Estado racial, la conquista del “espacio vital", ambos convergian en una Sinica cruzada antijudia. Los instrumentos juridicos del Esta- do (las leyes de Nuremberg) la fuerza destructiva del ejérito (Ja guerra de devastacién ‘contra la uns) y Jos medios de la industria moderna (campos de concentraci6n y exterminio) llevaron adelante este combate cuya necesidad se explicabi 2 través de argumentaciones romadas de la ciencia: “La detee- cin del virus judfo ~afrmaba Hitler en 1942~ es una de las més grandes revoluciones que se hayan producido en el mun- do. El combate que nosotros-mantenemos es de la misma naturaleza que el que mantuvieron Pasteur y Koch en el sIti- ‘mo siglo. Cudntes enfermedades tienen su origen en el virus judo (Hitler, 1952: vol. 1, 321)”. ‘Misticismo de la naturaleza itracionalismo antiburmanista y mito redentor del retorno a la tierra (a través de la conquis- te) confluian en una politica de genocidio como desinfeccién, purificacién y, en definitive, como medida “ecolégica”. Se destrufa a los judios en tanto encarnacién de una humanidad abstracta (no territorialy no nacional), en pos de la preserva cién de la naturaleza (Pois, 1993). Su eliminacién era necess- ria para el cumplimiento de una ley natural que bregaba por una humanidad homogénea. En un articulo del afo 1941, publicado en el Vélkischer Beobachter, el ideblogo nazi ‘Theodor Seibert explicaba que la lucha contra la unssy el [EXTERMINAR: EL ANTISEMITISMO NAZI 163 bolchevismo judfo tenia poco que ver con la guerra declera~ da al Oeste contra Francia y Gran Bretafia, ya que se tataba de un combate contra un “enemigo de toda la vida” (Siebert, 1941; Pois, 1993: 175). Aqui encontramos todos los elemen- tos de un antisemitismo regenerador (Friedlander, 1997: 87). La eof cil deserollada pore nacional ee tibia Hans Ken en 1939+ desemoca ca na nucta rl fn dela naturalezaenla qi lsalrsanes sone espe Poy cor cro La ir fe dite Biolgicn opeesea fandamentalente a cualgaer religion bumanita ywascendente, cone pueblo na fuera ie meno ens gure ol permanente contra calle ota, oncepcin del Hombre, ase acon ocistana. El pue Ho eepecsenta al Rel el reino de a salacin el enemigo carta al “ani (Gepenreih yee wantforma ea una feson ean nica y isin como el mismo Rech lve que fiprinro se aluccen foc le vires imaginable a Segundo oso ow von incluso lor verona ls deiicades ee osc rexide nl hecho de ge, free ala permanenca de Reich, el Gegeneich ctor un Clement vee y ser aan cconstanias, possto ate isecgrcs polis ominn sce mone ai Sin del enemo, Bence iter dio on slpe mais Sl desigrar aos judios como el Gegenreizhylidenticar tolor sor enemigos eon el jane, De ene modo, podia “Geenmascear® a su enemiga's cada inane Rasa ye ‘comunismo, Gran Brevafia y la democrat, cares bd _ ‘xadon Unidos presidente Roose capitalism. fetta todo agullo que en un momento deecinado bsaclizaa la realzacion clos objetivo alemanes, como Un instrament del mal opueo al vance del Ric aca a ‘Slvacon (Kahn, 1940: 69 [ted anes 30) eta concepcién racial de la politica, que hallaba su campo de aplicacién no en un mundo habitado por hombres definidos ‘como seres politicos sino directamente en la especie, podria ser calificada, empleando los términos de Foucault, como _——— 1 LA VIOLENGIA Nazi biopolitica, ya que su objetivo ocala gestién de los cuerpos, de la vida nataral (Agamben, 1995: 164-165). En términos de ciencia politica, tal concepcién de la-naturaleza es totalitaria porque supone Ia supresin de lo politico como espacio de contlicto y de pluralismo y, por lo tanto, como esfera piblica separada de lo biolégico. Hitler se creia el profeta de esa reli _ gin dela naturaleca nacionalsocialista y yaen enero de 1939 habia anunciado proféti te [a desteuccin de los judioe de Europa en una eventual y nueva guerra mundial (Kershaw, 2000: 252). En la medida en quela violencia antsemita adop- tara las caracersticas de una cruzada liberadora con el fin de satisfacer las expectativas escatolégicas del nacionalsocialis mo, este dltimo podeia ser definido como wna “religin poit- 2", es deci, sepn las palabras de Raymond Aron, una doc- trina que se apropia de los hombres “ocupando el sitio dela fe desvanecida” y situando “aqut abajo, en la lejania del futuro, bajo la forma de un orden social por creas, la salvacién de la sramanidad” (Aron, 1990: 926). Una “religién politica” cuya premisa era el rotundo rechazo del Siglo de las Luces y de ‘cualquier flosofia humanist de la secularizaci6n. No obstan- te, el antisemitismo “regenerador” del nazismo no puede set reducido al estado més acabado de la judeofobia cristina, ex ‘una obta escrita anticipadamente en la que el nazismo se en- cargaria del asalto final conéca el Anticristo, Numerosos ele ‘mentos de la tradicin crstiana se incorporaron en el seno de la Weltanschawarg nazi pero ésta poseia un cardcter sincrético (Mayer, 1990: 114-135) en el que las actitudes escatolégices beredadas del cristianismo (apocalipsis,redenciGn, milenarismo) se mezclaban con otros componentes profundamente modernos ¥y profanos, centfcos (la purficacién concebida en términos de biologie racial, de seiccién y de eugenesi), 0 bien politicos (a conquista del Lebensraio, la destruccién del bolchevismo): la amalgama de estos elementos producfa pues algo radicalmente nuevo, inédito en relacién con todas las formas precedentes de codifigacién ideolégica del odio racial y antisemita [ECTERMINAR: EL ANTIEMTISMO NAZI 16s [Asi como el judio encarnaba la abstraccién del mundo jnoderno, la biologizacién del anisemitismo era la llave para _ gna revuelta moderna contra la, modernidad. Si los judios ze fan la personificacion de las relaciones sociales abstractas eleapitalismo, entonces la lucha contra éste podiallevarse a abo por tiedio de su eliminaci6n. Sila Zivilisation era el {inero, las finanzas, el céleulo, el intercambio, la Bolsa, las ‘indades andnimas, el universalismo igualitario y sn ralces, Conjunto de valores cuya sintesisy cristalizacin “biolégica- tents” puras se resumian en el judio, entonces se la podi combat eliminéndolos con la ayuda de las formas concretas de la Zivilisation (industria, organizacién del trabajo, siste- mma de “produccién”). Los métodos industriales (una fabrica productora de muerte) (Postone, 1988: 242-254) se encarga- ban de destrur la encarnacién del capitalismo. El udlo, fign- ra social fetichizada y metéford biol6gica del mundo moder- no, era el catalizador de una reacci6n regeneradora: gracias a fu destrucci6n, la técnica podia ser regenerada y puesta al servicio de la naturaleza. La religién dela naturaleza 0-si se prefiere- la biopolitica nacionalsocalista se manifestaba como fina forma de modernismo reaccionario, capaz de realizar una sintesis entre el Siglo de las Lucesyelcietificismo, entre closcurantismo y la técnica, entre una mitologia arcaica y el orden totalitari, entre las persecuciones medievales y la bio- logfa racial, enzre los pogromos contra los juciosy suelimi- nacién fra, impersonal; mecénica como en un matadero. Hl antisemitismo regenerador, cuyo resultado fue la gran ‘empresa del genocidio, designa la singularidad bistrica del nacionalsocialismo en el marco de la Segunda Guerra Mun dial. Pilar desu vsi6a del mundo, era un producto de la histo- tia alemana con sus modalidades particulares de acceso a la ‘modernidad y a la unidad nacional, La persistencia ~al menos hasta 1918- de estructuras polticas pertenecientes al Antiguo Regimen, las tensiones generadas por el proceso de industria~ lizacin y de modernizacién social realizado intensa, répida y 166 {A MOLENGIA NAZI desgarredoramente durant los sltimos 25 affos del siglo xx, Ia crisis social y politica resultante de la derrota y dela caida del Reich de Guillermo, la fragilidad intrinseca de las instite- ciones republicanas que lo reemplazaron, la poscién geopolitica de Alemania que, a partir de 1918, era el coraz6n de uit en- frenramiento entre revolucién y contrarrevolucin a escala continental (“guerra civil europea”): tales son los factores his- ‘ricos que contribuyeron a redicalizar el antisemitism ale: indn'y 2 tfansformarlo en laideologia de un movimiento pol tico que logré apropiarse del poder. No obstante, seria erré- zneo pensar que estas cireunstanciashistricasaislaron Alemania de Occidente y que ademés la condujeron hacia un “camino especial” (Kershaw, 1999: 132-133).' Por el contratio, fueron cllaboratorio en el que se llevé a cabo la sintesis de un conjun- to de elementos ~nacionalismo, racismo, antisemitismo, impe- tialismo, antibolchevismo, antibumanismo, rechazo por el Si- glo de las Luces- que ya existian en toda Europa, pero que atin permanecian desunidos 0 no habian logrado aleanzar su méxi- ma agudeza. "Para una cia stemstie del tori del Sondenveg, ck Backbours. le (1984), Este debate xed muy bien sesumido en Finchelstein (19996) a Conclusién Este estudio getieel6gico inscribe a'la violencia nazi én uh largo perfodo de tiempo de la historia europea aunque no considera que derive de ella por un cierto automatismo in- cludibley segiin una causalidad despiadada y fatal. Por més que Auschwitz haya sido un producto dela eivlizacién oc- cidental, serfa demasiado simplista ver en él la culminacion natural de una civilizacién (mejor seria interprevarlo como su manifestacién patologica), Se trata més bien de captar la concatenacién de los elementos que posibilitaron el exter ‘minio na2i, El erimen se produjo y esclarece de'ahora en ims el paisaje’ mental en el que tuvo lugar, brindéndonos «elementos preciosos para identificar ~como haria un detec- tive durante su investigacién— a las victimas, al asesino y sus cémplices, los méviles y las armas del delito.' En este ‘trabajo se aplic6 este “paradigma indiciario” al andlisis de las “huellas” ~de una visibilidad enceguecedora— que el na- zismo dejé (Ginzburg, 1986: 158-209 {trad. franc: 139- 180)). A pesar de haber sido laborioso,el trabajo de identi- ficaci6n de las vietimas (al principio los judios, luego los cingaros, los eslavos y los antifascistas), del asesino (Ia Ale- mania nazi) y de sus cémplices (Europa) terminé tiempo atrds, Por el contrario, la definicién de los méviles (el racis- mo, el antisemitismo, el eugenismo, el anticomunismo) y las armas del delito (la guerra, la conquista, el exterminio 3 fate os ef método que adopts Kracauer (1987) a fesr de lot ‘=uematismos inevitable en ls primers efis de posgure. 167 68 1a WOLENCKA Naz industrial) ha resultado més controvertida, pues a pesar de haber sido interpretados de manera original por el nazis- mo, estos méviles y estas armas pertenecen al contexto de civilizacién occidental en su acepcién mas amplia. Ciertas “huellas” relacionadas con el discurso hitleriano la biolo- gia racial- fueron objeso de profundo andlisis por parte de i Dtras, mds bien relacionadas con su “dis positivo mental” (Chartie 34, 36, 44), ain no han recibido la atencién necesaria. La idea de que la civlizacion implica la conguist y el exterminio de las “razas infer res” 0 “dafinas” y la concepcién instrimental de la ténica como medio de eliminacién organizada del enemigo no fue- ron inventadas por el nazismo. Estas ya eran un “habitus mental” en Europa desde el siglo xox y el advenimiento de la sociedad industrial. La genealogfa trazada en este estudio subraya la pertenencia de la violencia y de los crimenes del nazismo al fondo comin de la cultura occidental. No hace de Auschwitz el descubrimiento de la esencia profunda del Occidente pero si uno de sus posibles productos y, en este sentido, uno de sus hijos legitimos. Por ende, la singularidad del nazismo no reside en su opo- sicidn al Occidente sino en su capacidad para lograr una sit- esis entre sus diferentes formas de violencia. La Segunda Guerra Mundial fue el momenco de coagulacién de todos los elementos tratados en esta busqueda genealdgica, Fue conce- bida como un enfrentamiento entre ideologias, civilizacio- nes, “razas”, en una palabra, como un Weltanschaxngskrieg. Obsesiones eugenésicas, pulsiones raciales, blancos geopoliticos y eruzada ideol6gica convergieron en una sole ola destructora. Los judios, considerados como la encarma- ciGn de la Ziviliszation, grupo dicigente de la uns, inspiradores del comunisino, antitesis viviente del Lebensraum, bacilo destcuctor de a raza aria cerebro del movimiento comunista internacional, se hallaban en el corazén de una gigantesca guerra de conquista y devastacién, toradndose asi el catali- a CCoNcLION 6 zador de la violencia nazi. La guillotina, el matadero, la fa brica fordista, la administracion racional y el racismo, el cugenismo, las masacres colonials y las de la Primera Gue- fre Mundial ya habjan modelado el universo social y el pai- aje mental en los que se concibié y se estableci6 la “solucion final”. Dieron oigen a las premisas técnica, ideol6gicas y culturales,construyendo al mismo tiempo el contexto antro- polégico en el que Auschwitz fue posible. Todos estos ele- mnentos se hallaban en el seno de la civilizaci6n occidental y te desplegaron en la Europa del capitalismo industrial en el periodo del lberalismo clasico. Hlasta el afio 1941, Hitler atin no posefa un plan bien definido de exterminio de los judios y la “solucién final” era el producto de una interaccién permanente entre su an- tisemitismo radical y las circunstancias de la guerra. Esta interacci6n engendr6 las etapas, las formas y los medios de deportacién y muerte de los judios. Pero aun sin un plan central, el nacionalsocialismo disponia de numerosos mo- delos a Jos que mantuvo fidelidad permanente. Se trataba tanto de modelos ideolégicos (el racismo, el eugenismo), politicos (el fascismo italiano) e hist6ricos (el imperialismo ‘yelcolonialismo) como técnicos y sociales (la racionalizacién de las formas de dominacién, la guerra total, la extermins- cidnen serie, er.) que dependian del contexto dela civiliza- ci6n enropes, Desde este punto de vista, la singularidad del judeocidio no es la de un suceso “sin precedentes” ~es decir, segin Raul Hilberg, la de un suceso cuya historia no pose ningén ejemplo comparable “ni por sus dimensiones ni por sucardcter organizado” (Hilberg, 1988: 16)-sinola de una sintesis nica de un vasto conjunto de modos de domina- cién y de exterminio que ya habian sido experimentados por separado en el sranscurso de la historia occidental mo- demna (Bauman, 1989: xm). Una sintesis nica y, por este mismo motivo, radical y teriblemente nueva hasta el punto de ser inimaginable y 2 menudo incomprensible para sus 170 1LA VIOLENCIA NAZI contemporéneos. Esta fusién de exiperiencias histéricas y de modelos de referencia, a veces abiertamente reivindica- dos y otras tantas subterrneos, incluso inconscientes, pone de manifiesto la genealogia europea del nacionalsocialismo enel marco de nuestro enfoque retrospectivo. Se podrfa afir mar que si existié un Sonderweg alema no se lo debe bus- car en el proceso de unificacién nacional bajo el imperio prasiano sino bajo el imperio nazi a partir de 1933. El Sonderwveg alemdn concierne a la culminacién del nazismo ynoa los orfgents (Steinmetz, 1997: 257). Ls afirmacion un tanto cortante de Hilberg suscita pues una observacidn que se podria formular con las palabras de Mare Bloch, El fundador de los Annales ceconocia en el feu- dalismo europeo une estructura social que llevaba “cierta- mente la marca original de un tiempo y de un medio”. Sin embargo agrega que, por medio de “un corce a través de la historia comparada”, muchos de estos rasgos también ha- bian pertenecido al Japén tradicional. De este modo llegaba ala conclusién de que el feudalismo no era “un hecho que sucedi6 una sola vez en’el mundo” (Bloch, 1994: 610-612). Siguiendo la misma linea de Bloch, se podria decir que silt “Solucién Final” llevaba “ciertamente la marca de un tiem- poy de un medio”, algunas de esta caracterstcas ya habian pertenecido.a otras guerras de conquista, a otras campatias de exterminio y a otras olas contrarrevolucionarias. Esta ge- nealogia ~esneceserio deirlo nuevamente-no debe ser com- prendida en un sentido teleolégico. La observacién de Roget Chartier sobre la Revolucin Francesa ~afirma que més allé de identificar y reconocer la existencia de sus ozigene lectuales, culturales.u otros), “su propia historia no se en- ccuentra encerrada en ellos” (Chartier, 1990: 21) se aplica también perfectamente al nazismo. La exterminacién indus- twial supone la fébrica y la administraciOn racional; sin em- ‘argo, esto no quiere decir que derive ineludiblemente deellas ni que la empresa capitalist sea un campo de muerte en po- CONCUBION = 71 tencia o que un Eichmann duerma en cada furcionario. La *solucién final” utilizé los resultados de la investigacin cien- tific, prineipalmence los de la quimica, ysacé provecho del aporte de numerosos médicos, antrop6logos y partidarios de la eugenesia; esto revela las potencialidades destructivas de la ciencia pero no reduce la medicina a la condicién de una ciencia de la muerte. Por més que las masacres coloniales hayan introducido préctieas exterminadoras que luego ha- Ilaron su aplicacién y superaci6n en el nazismo, noes posible establece una relacin de causa-efecto entre ambas, Pero esta onstatecién no es muy tranquilizedora. En efecto, nads ex- cluye que otras sinesis,iguales o més destructivas, puedan aiin cristalizarse en el futuro, Las bombas atomicas de Hiroshima y Nagasaki indican que los contrarios al Siglo de las Luces no constituyen una premisa indispensable para las smasacres tecnol6gicas. Tanto la bomba atémica cario loscam- pos nazis se inscriben dentro del “proceso de civilizacién’ Por lo tanto, no constiuyen na contratendencia o una abe- rracién, como parecia creerlo Norbert Blia, que pensabe que dl genocidio ‘de los judios marcaba “una regresion hacia la batbarie y el salvajismo de las almas primitivas” (Elias, 1996 302), sino la expresidn de una de sus potencialidades, de uno de sus rostros, de una de sus posibles derivaciones. La ausen- cia de causalidad tampoco significa que todo pueda ser reduci- do a afinidades foreutas o puramente formales. Los arquitee- tos de los campos nazis eran conscientes de que estaban cons- truyendo fabricas de muerte; por su lado, Hitler no ocultaba que la conquista del Lebensraxem persegufa los mismos fines de las guetras coloniales del siglo xxx (lo que a sus ojos la legi- timaba), Entre las masacres del imperilismo conquistador y. 1a “solucin final” no existen simplemente “afinidades feno- 2 Con respeco a eat debate, véase Chace (1991: 28); Traverso (1997 231-234) Lowy (2001: 9-19). m ba OLENGIA Nazi menol6gicas” ni tampoco lejanas analoglas.* Hay una conti. txidad histérea que hace de la Europa liberal un laboratorig de la violencia del siglo xx y de Auschwitz un auténtico pro ducto de la civilizacién occidental.’ 2 Como ls que coma Yrushaimnce os earuos sobre la ples de sangre” de Ia Inquisicién espafiola y las leyes de Nuremberg “f “eri (1998 29) ae ce "Come las qu inden Arno J: Mayer en eluded y a guecra total dl siglo tp un ad , oro ls Guede ls Teta Aton @ Ue primer ruada, CE. 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