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Ciclo del carbono

El ciclo del carbono es un ciclo biogeoquímico


por el cual el carbono se intercambia entre la
biosfera, la litosfera, la hidrosfera y la
atmósfera de la Tierra. Los conocimientos sobre
esta circulación de carbono posibilitan apreciar
la intervención humana en el clima y sus efectos
sobre el cambio climático.

El carbono (C) es el cuarto elemento más


abundante en el Universo, después del
hidrógeno, el helio y el oxígeno (O). Es el pilar
de la vida que conocemos. Existen básicamente
dos formas de carbono: orgánica (presente en
los organismos vivos y muertos, y en los
descompuestos) y otra inorgánica, presente en las rocas.

En el planeta Tierra, el carbono circula a través de los océanos, de la atmósfera y de la superficie y el


interior terrestre, en un gran ciclo biogeoquímico. Este ciclo puede ser dividido en dos: el ciclo lento o
geológico y el ciclo rápido o biológico.

Suele considerarse que este ciclo está constituido por cuatro reservorios principales de carbono
interconectados por rutas de intercambio. Los reservorios son la atmósfera, la biosfera terrestre (que,
por lo general, incluye sistemas de agua dulce y material orgánico no vivo, como el carbono del suelo),
los océanos (que incluyen el carbono inorgánico disuelto, los organismos marítimos y la materia no
viva), y los sedimentos (que incluyen los combustibles fósiles). Los movimientos anuales de carbono
entre reservorios ocurren debido a varios procesos químicos, físicos, geológicos y biológicos. El océano
contiene el fondo activo más grande de carbono cerca de la superficie de la Tierra, pero la parte del
océano profundo no se intercambia rápidamente con la atmósfera.

El balance global es el equilibrio entre intercambios (ingresos y pérdidas) de carbono entre los
reservorios o entre una ruta del ciclo específica (por ejemplo, atmósfera - biosfera). Un examen del
balance de carbono de un fondo o reservorio puede proporcionar información sobre si funcionan como
una fuente o un almacén para el dióxido de carbono.

Carbono en la atmósfera
El carbono existe en la atmósfera de la Tierra
principalmente en forma de gas dióxido de carbono
(CO2). En la atmósfera hay 750 gigatoneladas de
carbono. La concentración de CO2 es de 381 ml/m³, que
corresponde a una cantidad de aproximadamente 800
gigatoneladas de carbono. Es aproximadamente el
0,001% del carbono total global. Por tanto, la atmósfera
es el almacén de carbono más pequeño, y reacciona de forma más sensible a los
cambios. Por el contrario, la atmósfera tiene el mayor porcentaje de circulación de
carbono a causa de procesos bioquímicos.
Aunque es una parte muy pequeña de la atmósfera (aproximadamente el 0.04% en
una base molar, pero está elevándose), desempeña un papel importante en el
sustento de la vida. Otros gases que contienen carbono en la atmósfera son el
metano y los clorofluorocarbonos (completamente antropogénicos). La
concentración atmosférica total de estos gases de invernadero ha estado
aumentando en décadas recientes, contribuyendo al calentamiento global.

El carbono es tomado de la atmósfera de varios modos:

* Cuando el sol brilla, las plantas realizan la fotosíntesis para convertir dióxido de
carbono en carbohidratos, liberando oxígeno en el proceso. Este proceso es más
prolífico en bosques relativamente nuevos, donde el crecimiento del árbol es todavía
rápido.
* En la superficie de los océanos, cerca de los polos, el agua del mar actúa como
refrigerador y se forma más ácido carbónico cuando el CO2 se hace más soluble. Esto
está conectado con la circulación termohalina del océano, que transporta el agua
superficial densa al interior del océano.
* En áreas superiores del océano con alta productividad biológica, los organismos
convierten el carbono reducido en tejidos, y los carbonatos en partes del cuerpo
duras como conchas y caparazones. Éstos compuestos son, respectivamente,
oxidados (bomba de tejidos) y disueltos de nuevo (bomba de carbonato) en niveles
medios del océano inferiores a donde se formaron, causando un flujo hacia abajo del
carbono.
* La erosión de roca de silicato. El ácido carbónico reacciona con la roca erosionada
para producir iones de bicarbonato. Los iones de bicarbonato producidos son
transportados al océano, donde se usan para hacer carbonatos marinos. A diferencia
del CO2 disuelto en equilibrio o en los tejidos muertos, la erosión no mueve el
carbono a un reservorio del cual pueda volver fácilmente a la atmósfera.

El carbono puede ser liberado a la atmósfera de muchos modos diferentes:

* Por la respiración realizada por plantas y animales. Esta es una reacción


exotérmica e implica la ruptura de glucosa (u otras moléculas orgánicas) en dióxido
de carbono y agua.
* Por tejidos muertos de animales y vegetales. Los hongos y las bacterias dividen los
compuestos de carbono de los animales muertos y las plantas, y convierten el
carbono a dióxido de carbono si hay oxígeno presente, o bien a metano si no lo hay.
* Por la combustión de material orgánico, que oxida el carbono que contiene,
produciendo dióxido de carbono (y otros productos, como vapor de agua). Quemando
combustibles fósiles como carbón, productos del petróleo y gas natural, se libera el
carbono que ha sido almacenado en la geosfera durante millones de años.
* Producción de cemento. El dióxido de carbono se libera cuando la piedra caliza
(carbonato de calcio) se calienta para producir la cal (óxido de calcio), un
componente del cemento.
* En la superficie de los océanos, donde el agua es más cálida, el dióxido de carbono
disuelto se libera de vuelta a la atmósfera
* Las erupciones volcánicas y el metamorfismo liberan gases en la atmósfera. Los
gases volcánicos son, principalmente, vapor de agua, dióxido de carbono y dióxido
de azufre. El dióxido de carbono liberado es aproximadamente igual a la cantidad de
silicato eliminada por erosión; ambos procesos, que son el reverso químico uno de
otro, suman casi cero, y no afectan al nivel de dióxido de carbono atmosférico en
escalas de tiempo menores de unos 100.000 años.
* Más excepcionalmente, el carbono puede provenir del impacto de un meteorito
importante sobre la Tierra. Según la violencia de este acontecimiento, la cantidad
de materia expulsada y las consecuencias pueden variar considerablemente.
Mientras que la actividad volcánica normal hace aumentar la tasa atmosférica de los
gases de efecto de invernadero, la caída de un cuerpo pesado o una erupción
excepcionalmente poderosa propagan en la alta atmósfera grandes cantidades de
polvo que reducen el flujo del brillo solar, lo que provoca una disminución de la
temperatura que puede ir hasta varias decenas de grados en unas semanas. Un
cataclismo de este tipo es tal vez la causa de la desaparición de los dinosaurios.

Carbono en los océanos


Los océanos contienen alrededor de 36000 gigatoneladas de carbono, sobre todo en
forma de ion bicarbonato. Esto corresponde al 0.05% del carbono total de la Tierra.
El carbono inorgánico, sin enlaces carbono-carbono ni carbono-hidrógeno, es
importante en sus reacciones dentro del agua. Este intercambio de carbono resulta
de importancia para el control del pH en el océano y también puede actuar como
fuente, o bien hundirse. El carbono se intercambia fácilmente entre la atmósfera y
el océano. En regiones de flujo ascendente oceánico, el carbono se libera a la
atmósfera. Y a la inversa, las regiones de flujo descendente transfieren el carbono
(CO2) de la atmósfera al océano. Cuando el CO2 entra en el océano, se forma ácido
carbónico:

CO2 + H2O ⇌ H2CO3

Esta reacción puede ser en ambos sentidos, es decir, logra un equilibrio químico.

Otra reacción importante en el control de los niveles de pH oceánicos es la


liberación de iones hidrógeno y bicarbonato. Esta reacción controla los grandes
cambios de pH:
H2CO3 ⇌ H+ + HCO3−

En los océanos, el bicarbonato puede combinarse con el calcio para formar piedra
caliza (carbonato de calcio, CaCO3, con sílice), que precipita al suelo del océano. La
piedra caliza es el reservorio más grande de carbono en el ciclo del carbono. El
calcio viene de la erosión de rocas de silicato cálcico, que hace que el silicio de las
rocas se combine con el oxígeno para formar arena o cuarzo (dióxido de silicio),
dejando iones de calcio disponibles para formar piedra caliza.

Carbono en la biosfera
Alrededor de 1900 gigatoneladas de carbono están presentes
en la biosfera. El carbono es una parte esencial de la vida en
la Tierra. Desempeña un papel importante en la estructura,
bioquímica y nutrición de todas las células vivas.

Los autótrofos son organismos que producen sus propios


compuestos orgánicos usando el dióxido de carbono del aire o
el agua en la cual viven. Para hacer esto necesitan una
fuente externa de energía. Casi todos los autótrofos usan la
radiación solar como fuente energía, y su proceso de producción se llama
fotosíntesis. Un pequeño número de autótrofos explota fuentes de energía químicas
en un proceso llamado quimiosíntesis. Los autótrofos más importantes para el ciclo
del carbono son los árboles de los bosques y el fitoplacton de los océanos. La
fotosíntesis sigue la reacción:
6CO2 + 6H2O → C6H12O6 + 6O2

El carbono se transfiere dentro de la biosfera cuando los heterótrofos se alimentan


de otros organismos o de sus partes (por ejemplo, frutas). Esto incluye el consumo
de material orgánico muerto (detritos) por hongos y bacterias para su fermentación
o putrefacción.

La mayor parte del carbono deja la biosfera mediante la respiración. Cuando el


oxígeno está presente, se produce la respiración aeróbica, que libera el dióxido de
carbono en el aire circundante o el agua, siguiendo la reacción: C6H12O6 + 6O2 →
6CO2 + 6H2O. Por otra parte, en ausencia de oxígeno, la respiración anaerobia libera
metano en el ambiente circundante, que finalmente sigue su camino hacia la
atmósfera o la hidrosfera (por ejemplo, el gas de los pantanos o el de las
flatulencias).

La combustión de biomasa (como fuegos forestales, madera usada para la


calefacción y cualquier otra materia orgánica) también puede transferir cantidades
sustanciales de carbono a la atmósfera.

Queda mucho por aprender sobre el ciclo del carbono en el océano profundo. Por
ejemplo, un descubrimiento reciente es que las casas mucosas de las larváceas
(comúnmente conocidas como "plomos") se crean en tal cantidad que pueden
proporcionar tanto carbono al océano profundo como el que es descubierto por las
trampas de sedimento. A causa de su tamaño y composición, estas casas (dos filtros
mucosos donde vive la larvácea) son raramente recogidas en tales trampas, por lo
que la mayor parte de los análisis de biogeoquímicos no las han tenido en cuenta
erróneamente.

El almacenamiento de carbono en la biosfera está bajo la influencia de varios


procesos en escalas de tiempo diferentes: mientras la productividad primaria neta
sigue un ciclo diurno y estacional, el carbono puede ser almacenado hasta varios
cientos de años en los árboles y hasta miles de años en los suelos. Los cambios de
estos fondos de carbono a largo plazo (por ejemplo por repoblación forestal o por
cambios relacionados con la temperatura en la respiración del suelo) pueden afectar
así al cambio climático global.

Ciclo geológico del carbono


El ciclo geológico del carbono, que opera a una escala
de millones de años, está integrado en la propia
estructura del planeta y se puso en marcha hace
aproximadamente 4,55 miles de millones de años,
cuando se formó el Sistema Solar y la Tierra. Su origen
fueron los planetesimales (pequeños cuerpos que se
habían formado a partir de la nebulosa solar) y los
meteoritos portadores de carbono que chocaron con la
Tierra.

Más del 99% del carbono terrestre está contenido en la litosfera, siendo la mayoría
carbono inorgánico, almacenado en rocas sedimentarias como las rocas calizas. El
carbono orgánico contenido en la litosfera está almacenado en depósitos de
combustibles fósiles.

En una escala geológica, existe un ciclo entre la corteza terrestre (litosfera), los
océanos (hidrosfera) y la atmósfera. El dióxido de carbono (CO2) de la atmósfera,
combinado con el agua, forma el ácido carbónico, el cual reacciona lentamente con
el calcio y con el magnesio de la corteza terrestre, formando carbonatos. A través
de los procesos de erosión (lluvia, viento), estos carbonatos son arrastrados a los
océanos, donde se acumulan en su lecho en capas, o son asimilados por organismos
marinos que, eventualmente, después de muertos, también se depositan en el fondo
del mar. Estos sedimentos se van acumulando a lo largo de miles de años, formando
rocas calizas.

El ciclo continúa cuando las rocas sedimentarias del lecho marino son arrastradas
hacia el manto de la Tierra por un proceso de subducción (proceso por el cuál una
placa tectónica desciende por debajo de otra). Así, las rocas sedimentarias están
sometidas a grandes presiones y temperaturas debajo de la superficie de la Tierra,
derritiéndose y reaccionando con otros minerales, liberando CO2. El CO2 es devuelto
a la atmósfera a través de las erupciones volcánicas y otro tipo de actividades
volcánicas, completándose así el ciclo.

Los balances entre los diversos procesos del ciclo del carbono geológico han
controlado la concentración de CO2 presente en la atmósfera a lo largo de millones
de años. Los más antiguos sedimentos geológicos, datados en épocas anteriores al
desarrollo de la vida en la Tierra, apuntan concentraciones de CO2 atmosférico cien
veces superiores a las actuales, proporcionando un fuerte efecto invernadero. Por
otro lado, las mediciones de los núcleos de hielo retirados de la Antártida y
Groenlandia, permiten estimar que durante la última era glaciar las concentraciones
de CO2 eran aproximadamente la mitad que en la actualidad (en 2005 de 379,1
ppmv de CO2).

Para el carbono orgánico, cuyo origen es la materia orgánica no totalmente


descompuesta en ausencia de oxígeno, que dio origen a la hulla, el petróleo y el gas
natural, cualquier cambio significativo entre los diversos depósitos afecta también a
una escala geológica. Esto fue así hasta hace unos 200 años, con el inicio de la
Revolución Industrial y la explotación y utilización (combustión) a gran escala de los
combustibles fósiles, que empezó a liberar a la atmósfera el carbono de estos
depósitos en forma de CO2.

Influencia humana en el ciclo del carbono


El almacenamiento de carbono
en depósitos fósiles supone, en
la práctica, una disminución de
los niveles atmosféricos de
dióxido de carbono. Estos
depósitos se estiman entre 4000
y 10000 Gt, y no figuran en el
ciclo rápido del carbono. Sin
embargo, las actividades
antropogénicas (humanas),
sobre todo la quema de combustibles fósiles y la deforestación, están incorporando
nuevos flujos de carbono en el ciclo biológico provenientes de estos depósitos, con
una influencia significativa en el ciclo global del carbono.

Estas actividades humanas transfieren más CO2 a la atmósfera del que es posible
remover naturalmente a través de la sedimentación del carbono, causando así un
aumento de las concentraciones atmosféricas de CO2 en un corto periodo de tiempo
(cientos de años). Esta influencia humana, iniciada sobre todo hace 200 años,
cuando la concentración de CO2 atmosférico se situaba en los 280 ppmv (0,028% de
la composición global de la atmósfera), provocó un aumento significativo de la
concentración de CO2, habiendo actualmente sobrepasado los 380 ppmv (más de un
30% en sólo 200 años). Estos valores sitúan la concentración actual como la más
elevada de los últimos 650000 años y quizás superior a la registrada hace 20 millones
de años atrás.

No todo el CO2 emitido antropogenicamente queda retenido en la atmósfera. La tasa


anual de emisiones antropogénicas durante la década de los 90 se situó, en
promedio, en 6,3 Gt. Sin embargo, en el mismo periodo, la concentración de CO2
atmosférico aumentó, en promedio, 3,2 Gt por año. Esto se debe, en parte, al
aumento de la difusión de CO2 en los océanos, que habían pasado a absorber cerca
de 1,7 Gt por año de las 6,3 Gt emitidas. Las restantes 1,4 Gt por año se estiman que
están relacionadas con procesos en la superficie de la tierra. Esta última parcela
tiene dos componentes: la alteración de la utilización de los suelos, sobre todo la
deforestación, que reduce la tasa de absorción de CO2 en el suelo; y otra, todavía
en estudio, que puede tener diferentes orígenes, entre las cuales se encuentra el
aumento de la tasa de absorción de las plantas correspondiente a un aumento de la
concentración atmosférica de CO2.

Otro escenario posible es el recrecimiento de los bosques en el Hemisferio Norte (en


especial del bosque Boreal), que sufrió deforestación en el siglo pasado. Sin
embargo, todavía está por determinar su influencia, siendo necesaria mayor
investigación científica para obtener nuevos datos que expliquen mejor el
fenómeno.

A pesar de las incertidumbres, puede obtenerse una conclusión importante y


cuantificable: las actividades humanas influencian el ciclo global del carbono. Al
retirar carbono almacenado en los depósitos de combustibles fósiles a una tasa muy
superior a la de la absorción del carbono por el ciclo, las actividades humanas están
potenciando el aumento de las concentraciones de CO2 en la atmósfera y, muy
probablemente, afectando al sistema climático global.

Según el Panel Intergubernamental para las Alteraciones Climáticas de Naciones


Unidas (IPCC), existen diversos escenarios de aumento de la temperatura del aire de
la superficie terrestre hasta 2090-2099, en relación a 1990-1999, apuntando a un
escenario bajo de aumento de 1,8ºC y un escenario alto de 4,0ºC.

Otra conclusión significativa que puede ser obtenida del análisis del ciclo global del
carbono es el elevado potencial de algunos bosques para capturar el carbono
atmosférico, tanto en el manto vegetal como en la materia orgánica del suelo, lo
que aumenta la importancia de la manutención de ecosistemas con grandes
cantidades de biomasa y suelos estables, con el objetivo de que ciertos bosques se
vuelvan sumideros de carbono a mediano/largo plazo y otros no se vuelvan "fuentes"
de carbono.

Las consecuencias de la quema de combustibles fósiles (cambios climáticos, efecto


invernadero y desertificación) fueron objeto de un convenio aprobado en Nueva York
el 9 de mayo de 1992, y suscrito en Rio de Janeiro (Brasil), por diversos países, el 11
de Junio de 1992, durante la Conferencia de Naciones Unidas para el Medio
Ambiente y el Desarrollo) que culminó en el Protocolo de Kyoto.

Captura del carbono

Capital natural: Reflorestación

Una de las funciones más importantes del ecosistema, relacionada con el ciclo del
carbono, es la captura del CO2 por diferentes elementos que componen la biosfera.
El aumento de las emisiones antropogénicas de CO2 está empezando a ser absorbido
por la atmósfera, por los océanos y por los bosques y otras especies vegetales. El
aumento del CO2 en la atmósfera provoca un aumento del efecto invernadero,
originando alteraciones climáticas. Con el aumento del CO2 atmosférico también
aumenta la absorción de los océanos, provocando la acidificación de los océanos, y
eventuales efectos en los ecosistemas marítimos (corales, peces, etc). La última
parte es absorbida por los bosques (biomasa), que pueden ser utilizados como
sumidero de carbono (a través de la fotosíntesis).

A través de estrategias de reflorestación sería posible disminuir las actuales


concentraciones de CO2 en la atmósfera, que ya sobrepasaron las 370 ppmv, hasta
niveles pre-Revolución Industrial, es decir, cerca de las 280 ppmv. Sin embargo, aún
maximizando las actividades de reflorestación en los próximos 50 años, sólo sería
posible reducir cerca de 15-30 ppm (IPCC 2000). De esta forma, la reducción de las
concentraciones de CO2 atmosférico deben ser complementadas también con un
servicio de capital humano: sistemas de captura y almacenamiento de CO2 (CCAC).
Este tipo de servicios pueden ser considerados como una solución de sostenibilidad
fuerte, cuando están destinados a anular efectos de emisiones de CO2 de todos los
sectores antropogénicos. Sólo en caso de que estén destinados a sustituir los efectos
causados por la reducción del capital natural (desflorestación, incendios, eliminación
de prados, etc), por acción humana, puede ser considerado como sostenibilidad
débil.

Capital Humano: Sistemas de Captura y Almacenamiento de CO2 (CAC)

EL CAC consiste en la separación del CO2 emitido por las industrias, en su transporte
hasta el local de almacenamiento y en su depósito a largo plazo. Las centrales
eléctricas y otros procesos industriales a gran escala son los principales candidatos
para este sistema.
Actualmente no existe una solución tecnológica única para este tipo de sistemas,
estando prevista una cartera de opciones tecnológicas que se adaptarán
dependiendo de las situaciones.

La tecnología actual permitiría capturar entre el 80-90% del CO2 producido en una
central eléctrica, pero provocaría un aumento de la producción de CO2 debido a la
reducción de la eficiencia (existe un aumento de la energía necesaria, entre un 10%
y un 40%, para poder implementar el proceso de CAC).

El proceso de CAC está constituido por las siguientes fases: captura, transporte y
almacenamiento (depósito).

Captura

Existen tres tecnologías principales de captura:

Post-combustión

Consiste en la remoción del CO2 después de la quema de combustibles fósiles,


sistema ideal para la aplicación en centrales termoeléctricas. Esta tecnología es el
primer paso para la captura de CO2 a gran escala, siendo ya económicamente viable
en algunos casos específicos.

Normalmente, estos sistemas utilizan un solvente líquido para captar la pequeña


fracción de CO2 (entre un 3% y un 15% del volumen) presente en los gases de
combustión, cuyo componente principal es el nitrógeno. En una central eléctrica
moderna de pulverización de hulla o de ciclo combinado de gas natural, los sistemas
de captación utilizarían generalmente un solvente orgánico como la
monoetanolamina. Este proceso se conoce como "lavado". La solución química
resultante es, más tarde, calentada y la presión reducida, liberando CO2
concentrado, el cual será posteriormente almacenado.
Pre-combustión

Consiste en retirar el CO2 de los combustibles antes de la quema. Esta tecnología ya


es aplicada de forma generalizada en la fabricación de fertilizantes y en la
producción de hidrógeno (H2). A pesar de que el proceso inicial de retirar el carbono
antes de la combustión es más complejo y caro, las concentraciones más altas de
CO2 y la presión más elevada facilitan la separación.

En el caso del gas natural, esencialmente metano (CH4), se extrae el carbono antes
de la combustión, quedando el hidrógeno, que produce sólo agua cuando se quema.
Esto hace reaccionar de nuevo el combustible con oxígeno y/o vapor de agua para
producir monóxido de carbono (CO) y H2. Luego, el CO reacciona con más vapor,
para producir CO2 y más hidrógeno. Por último, el CO2 se separa y el hidrógeno se
usa como combustible, emitiendo sólo nitrógeno y agua.

Oxígeno-gas

Estos sistemas utilizan el oxígeno en vez del aire, que está mayoritariamente
compuesto por nitrógeno (78%), para la combustión del combustible primario, con el
objetivo de producir un gas de combustión compuesto sobre todo por agua y CO2.
Esto da origen a un gas de combustión con altas concentraciones de CO2 (superior al
80% del volumen) ya que no existe nitrógeno en este proceso. Posteriormente, el
vapor de agua se retira por ralentización y aumento de la presión.

Este proceso requiere una separación previa del oxígeno del aire para obtener un gas
con una pureza del 95% al 99%. El desafío es como separar el oxígeno del resto del
aire. Las estrategias son semejantes a las usadas para separar CO2. El aire puede ser
enfriado, para que el oxígeno se licue. Las membranas por donde pasa oxígeno y
nitrógeno a diferentes tasas pueden provocar la separación. Hay también materiales
que absorben el nitrógeno, separándolo del oxigénio.

La aplicación de estos sistemas en calderas está actualmente en fase de


demostración y su aplicación en sistemas de turbinas todavía están en fase de
investigación.

Transporte

Para el transporte del CO2 capturado entre el local de captura y el de


almacenamiento, se utiliza actualmente una tecnología bastante desarrollada y
comprobada: los gaseoductos. Por regla general, el CO2 gaseoso se comprime a una
presión superior a los 8 MPA, con el objetivo de evitar regímenes de flujo de dos
fases y aumentar la densidad, reduciendo así costes de transporte.

En algunos casos el CO2 también puede ser transportado en forma líquida en barcos
o camiones cisterna a bajas temperaturas y presiones.

Ambos métodos ya se usan para el transporte de CO2 en otras aplicaciones


industriales.

Almacenamiento (depósito)

Almacenamiento geológico

El almacenamiento geológico consiste en la inyección, tras la captura del CO2, en


una formación rocosa subterránea. Las principales opciones son:

• Yacimientos de petróleo y gas: las formaciones rocosas que retienen o que ya


retuvieron fluidos son candidatos potenciales para el almacenamiento. La inyección
de CO2 en las formaciones geológicas profundas integra muchas de las tecnologías
desarrolladas en la industria de la prospección de petróleo y gas, por lo que la
tecnología de inyección, simulación, control y vigilancia del almacenamiento ya
existe y continúa siendo perfeccionada.

• Formaciones salinas: a semejanza de los yacimientos de petróleo y gas, es posible


también inyectar CO2 en yacimientos de sal.

• Capas de hulla inexploradas: es posible la inyección en capas de hulla que todavía


no han sido exploradas, dependiendo siempre de su permeabilidad. Estos
mecanismos están en fase de demostración.

Almacenamiento oceánico

El almacenamiento oceánico puede ser realizado de dos formas:

• Inyección y disolución del CO2 en el océano (a una profundidad de más de 1000


metros), mediante gaseoductos fijos o en barcos.

• Deposición del CO2 en el fondo del océano a través de un gaseoducto fijo o de una
plataforma marítima a más de 3000 metros de profundidad), donde el agua es más
densa y se espera que el CO2 forme un lago.

El almacenamiento oceánico y su impacto ecológico están por analizar, pudiendo


existir problemas de acidificación de los océanos, siendo una de las alternativas
posibles pero que genera todavía muchas dudas técnicas y de viabilidad ambiental.

Carbonatación mineral

La reacción del CO2 con óxidos metálicos, que abundan en minerales silicatos (como
el óxido de magnesio (MgO) o el óxido de calcio (CaO)) o en detritos industriales
(como escoria y cenizas de acero inoxidable), produce, a través de reacciones
químicas, carbonatos inorgánicos estables. La reacción natural es muy lenta y debe
ser mejorada a través de tratamientos previos de los minerales, que requieren
mucha energía. Esta tecnología está en fase de investigación, pero en ciertas
aplicaciones, como la de los detritos industriales, ya se encuentra en fase de
demostración.

Usos industriales

Esta opción consiste en el consumo de CO2 de forma directa como materia prima
para la producción de diversas sustancias químicas que contienen carbono. Sin
embargo, debido a la baja tasa de retención de la mayor parte de los productos, y a
la inexistencia de datos que permitan concluir si el balance final de muchas
aplicaciones industriales es negativo o positivo, este mecanismo se encuentra en
fase de estudio y se prevé que su contribución no sea muy elevada.

Costos de la captura y almacenamiento de carbono


Varias de las tecnologías de captura y almacenamiento de carbono están
actualmente en fase de desarrollo y demostración, mientras otras siguen
investigándose, por lo que sus costes son todavía relativamente altos, aunque con la
evolución tecnológica tienden a disminuir. En casi todos los sistemas de captura y
almacenamiento, los costes de captura (incluyendo la compresión) representan el
mayor porcentaje de coste (cerca de tres cuartas partes).

A continuación se muestra una tabla con el coste (en dólares por tonelada) de varios
componentes del sistema de captura y almacenamiento:

Componente Coste

Captura del CO2 emitido en una central eléctrica a gas 15-75 US$/t CO2 capturado

Captura del CO2 emitido en la producción de H2 (de gas natural) 5-55 US$/t CO2 capturado

Captura del CO2 emitido por otras fuentes industriales 25-115 US$/t CO2 captado
Transporte 1-8 US$/t CO2 transportado

Almacenamiento geológico 0,5-8 US$/t CO2 inyectado

Almacenamiento geológico: vigilancia y verificación 0,1-0,3 US$/t CO2 inyectado

Almacenamiento oceánico 5-30 US$/t CO2 inyectado

Carbonatación mineral 50-100 US$/t CO 2 mineralizado

En una central con un sistema de captura y almacenamiento de carbono, la


necesidad de aumento del consumo energético (entre un 11% y un 22% mayor)
implica un aumento de la producción de CO2 y en los costes del kWh producido en la
central. Comparando una central convencional de gas natural de ciclo combinado
con un sistema de captura y recuperación de petróleo, los costes varían entre el 19%
y el 63%.

Sistema de central eléctrica Ciclo combinado de gas natural

Sin captura (referencia) 0,03 - 0,05 US$/k Wh

Con captura y almacenamiento geológico 0,04 - 0,08 US$/k Wh

Con captura y recuperación de petróleo 0,04 - 0,07 US$/k Wh

Los costes por tonelada de CO2 evitado varían sustancialmente tanto con el tipo de
instalación de producción como con el tipo de sistema de captura y almacenamiento
implementado. Sin embargo, tomando como referencia una central de ciclo
combinado de gas natural, estos costes se sitúan entre los 40-90 US$/t de CO2
evitado, aunque en algunos casos pueden sobrepasar los 200 $/t.

Central eléctrica Central eléctrica de Central eléctrica de ciclo

de carbón ciclo combinado de combinado con

pulverizado gas natural gasificación de carbón

integrada

Coste de mitigación (US$/t de CO2


30-71 38-91 14-53
evitado) en central eléctrica con
captura y almacenamiento geológico

Coste de mitigación (US$/t de CO2

evitado) en central eléctrica con 9-44 19-68 0

captura y recuperación de petróleo

Capacidades de almacenamiento

Las capacidades indicadas en la siguiente tabla son valores teóricos, con menor
margen error para los yacimientos de petróleo, pero por regla general todavía no
existen estudios científicos suficientes para tener números más precisos, y las
probabilidades y niveles de confianza asociados.

Tipo de depósito Estimación inferior de la capacidad de Estimación superior de la capacidad de

almacenamiento (Gt de CO2) almacenamiento(Gt de CO2)

Yacimientos de 675 * 900 *

petróleo y gas

Capas de hulla no 3-15 200

exploradas

Formaciones salinas 1000 10000

profundas

* Estos datos pueden aumentar en un 25% si se incluyen los yacimientos de petróleo aún no
descubiertos.

En términos de potencial técnico, se estima que la capacidad mínima de


almacenamiento geológico del CO2 ronda las 2000 Gt de CO2 (545 Gt de C). Otras
opciones de almacenamiento como los océanos, que pueden representar varios miles
de Gt, podrán ser tenidas en cuenta en caso de que las eventuales implicaciones
ambientales sean significativamente reducidas, pero aún no existen datos suficientes
que lo demuestren.

En la mayor parte de los escenarios de estabilización de las concentraciones


atmosféricas de gases con efecto invernadero de entre 450 y 750 ppmv de CO2, el
potencial económico de los sistemas de captura y almacenamiento (disminución de
gases alcanzable de forma rentable en comparación con una opción especifica y
teniendo en cuenta las circunstancias actuales) ascendería progresivamente desde
las 220 Gt hasta las 2200 Gt de CO2 (entre 60 y 600 Gt de C), lo que significa una
contribución de entre un 15% y un 55% del esfuerzo mundial de mitigación
acumulativa hasta el 2100.

Para que los sistemas CAC pueda alcanzar este potencial económico serán necesarios
algunos miles de instalaciones equipadas con estos sistemas y cada uno de ellos
tendría que capturar entre 1 a 5 Mt de CO2 por año.

Consumo energético e impacto ambiental de la captura y


almacenamiento de carbono
La implementación de sistemas de captura y almacenamiento de carbono implica un
aumento de la producción de CO2. Esto se debe a la pérdida de eficiencia de la
central debido al aumento del consumo energético necesario para las fases de
captación, transporte y almacenamiento del CO2.

Los valores de aumento de consumo de combustible por kWh producido para


instalaciones existentes que capturen cerca del 90% del CO2 producido, varían entre
el 11% y el 40% (según la tecnología). Sin embargo, estos valores son esencialmente
para instalaciones ya existentes. Para instalaciones de captura piloto, se estima que
la energía térmica adicional por cada tonelada de CO2 capturado ronda los 2 GJ (una
reducción en la eficiencia de entre un 15% y un 25%).

Riesgos ambientales y humanos en la captura

- Aumento de las emisiones de algunos contaminantes, como CO y NOx, que no son


capturados en el proceso.

- Riesgos eventuales para la salud humana por la presencia de CO2 en grandes


concentraciones, o en estado sólido (bajas temperaturas: posibles quemaduras en
derrames accidentales).

Riesgos ambientales y humanos en el transporte

- El transporte por gaseoducto no presenta problemas superiores a los que ya se


afrontan para el transporte de gases como el gas natural. Existe siempre un eventual
riesgo de fuga o reventón, pero sin el problema de la inflamación.
- Para el transporte vía terrestre o marítima, la situación es semejante al transporte
de otro tipo de gases industriales, existiendo siempre una posibilidad relativamente
pequeña de riesgo de accidentes y eventuales derramamientos de CO2, cuyas
consecuencias están por estudiar, pero que pueden eventualmente causar asfixia.
Riesgos ambientales y humanos en el almacenamiento

Existen dos categorías de riesgos:

- Riesgos mundiales: si hubiera una fuga considerable en un depósito de CO2, esto


podría contribuir significativamente en las alteraciones climáticas.

- Riesgos locales: fugas por fallos en los pozos, que pueden afectar a los
trabajadores locales y a los equipos de reparación de fugas. O bien fugas por fallas
geológicas no detectadas, creando una eventual contaminación de los acuíferos y
acidificación de los suelos.

Para el caso del almacenamiento oceánico, el riesgo es bastante más elevado,


teniendo en cuenta la falta de información disponible en cuanto a los efectos del
aumento de la concentración de CO2 (acidificación) en los ecosistemas marítimos.

Caso de estudio: Proyecto CASTOR

El Proyecto CASTOR integra tres componentes de I+D: Captura de Carbono,


Reducción en las emisiones europeas en un 10% y análisis de la eficacia y los riesgos
del almacenamiento.

Captura

- Sistema de captura: post-combustión en instalación de producción de energía


eléctrica de carbón en Esbjerg (Dinamarca).

- Energía térmica consumida en el proceso: 2,0 GJ/t de CO2, a una tasa del 90% de
captura.

- Coste por tonelada de CO2 capturada: 20 a 30 €.

- Reducción de la eficiencia de la instalación: entre un 15% y un 25%.

- Aumento en los costes de la energía: cerca del 50%.

- Capacidad de captura: 1 tonelada de CO2 por hora.

El área de la instalación no aumentó significativamente debido al sistema de


captura.

Vídeo sobre el ciclo del carbono


El carbono, elemento principal de las biomoléculas, se encuentra presente en la
atmósfera como dióxido de carbono, en la hidrosfera como bicarbonato e ion
carbonato, y en la litosfera en forma de rocas carbonatadas, carbón o petróleo.
Mediante la fotosíntesis o la quimiosíntesis, los productores primarios incorporan el
carbono de la atmósfera y la hidrosfera en forma de dióxido de carbono y lo integran
en sus tejidos. A través de la cadena trófica marina y terrestre, los consumidores se
alimentan de los productores y el carbono pasa a formar parte de todos los
organismos vivos, que lo devuelven a la atmósfera con su respiración, o al subsuelo
en forma de excrementos, o, tras su descompisición, generando rocas carbonatadas.
La actividad volcánica y la utilización por el hombre de combustibles fósiles, como
petróleo o carbón, devuelven también una gran cantidad de dióxido de carbono a la
atmósfera.

El ciclo global del carbono

Víctor J. Jaramillo*

INTRODUCCIÓN

EL CARBONO (C) ES UN elemento fundamental de los compuestos orgánicos, en los


que se combina con nitrógeno, fósforo, azufre, oxígeno e hidrógeno para constituir las
moléculas más importantes para la vida. Como sucede con todos los elementos, la
disponibilidad de C no es infinita en el planeta y, por tanto, el C circula entre la materia
orgánica y el ambiente físico-químico de manera constante. El movimiento del C ocurre
a diferentes escalas espacio-temporales, que van desde el nivel molecular, pasando
por el organísmico hasta el global. El C, en su unión molecular con el oxígeno,
constituye el bióxido de carbono (CO2), gas resultante de procesos tanto geoquímicos
como biológicos, y cuya presencia en la atmósfera es fundamental en la regulación de
la temperatura del planeta debido a sus propiedades como gas de invernadero (ver el
capítulo ¿Qué es el efecto invernadero?, de R. Garduño, en esta sección).

El bióxido de carbono ha sido un componente importante de nuestra atmósfera desde


hace miles de millones de años, cuando la gran actividad volcánica del planeta lo
lanzaba a la atmósfera. La atmósfera primitiva era más rica en bióxido de carbono-
aproximadamente una concentración de 3% contra 0.036% en la actualidad- y evitaba
la salida de la radiación, produciendo, junto con el vapor de agua, un calentamiento
global en el planeta (Lovelock, 1988). La importancia del CO2 y el vapor de agua en la
atmósfera para la regulación de la temperatura del planeta es tal que sin su presencia
la temperatura promedio actual del planeta sería aproximadamente 33oC más fría y,
por lo tanto, el planeta estaría congelado (Schlesinger 1997).

EL FLUJO DE CARBONO

Las plantas superiores adquieren el bióxido de carbono (CO2) atmosférico por difusión
a través de pequeñísimos poros de las hojas conocidos como estomas, y es
transportado a los sitios donde se lleva a cabo la fotosíntesis. Cierta cantidad de este
CO2 regresa a la atmósfera, pero la cantidad que se fija y se convierte en
carbohidratos durante la fotosíntesis se conoce como producción primaria bruta (PPB).

Ésta se ha estimado globalmente en 120 PgC/año (1 Pg [Petagramo] = 1015 g; figura


1). La mitad de la PPB (60 PgC/ año) se incorpora en los tejidos vegetales, como
hojas, raíces y tejido leñoso, y la otra mitad regresa a la atmósfera como CO2 debido a
la respiración autotrófica (respiración de los tejidos vegetales, Ra). El crecimiento
anual de las plantas es el resultado de la diferencia entre el carbono fijado y el
respirado. Se le conoce como producción primaria neta (PPN) y en el nivel global se ha
estimado en 60 PgC/año. Eventualmente, en el transcurso de pocos a muchos años,
casi todo el C fijado por vía de la PPN regresa a la atmósfera por medio de dos
procesos: la respiración heterótrofa (Rh), que incluye a los descomponedores de la
materia orgánica (bacterias y hongos que se alimentan de tejidos muertos y de
exudados) y a los herbívoros; y por la combustión en los fuegos naturales o
antropogénicos. Gran parte de la biomasa muerta se incorpora al detritus y a la
materia orgánica del suelo, donde es “respirada” a diferentes velocidades dependiendo
de sus características químicas. Se producen así almacenes de C en el suelo que
regresan el C a la atmósfera en diferentes periodos. La diferencia entre la fijación de C
por la PPN y las pérdidas por la Rh, en ausencia de otras perturbaciones que producen
pérdidas de carbono (p. ej. el fuego o la cosecha), se conoce como la producción neta
del ecosistema (PNE). Y cuando todas las pérdidas de C se contabilizan, tales como el
fuego, la cosecha o la remoción, el transporte por los ríos a los océanos y la erosión, lo
que queda es el C que acumula efectivamente la biosfera nivel global, y que se conoce
como la producción neta del bioma (PNB). Ésta se ha calculado en 0.2 + 0.7 PgC/año
para la década de los ochenta, y en 1.4 + 0.7 PgC/año para la de los noventa.
Figura 1. El ciclo global del carbono en la actualidad. Los almacenes están expresados
en Pg C y los flujos en Pg C/año. PPB = producción primaria bruta; Ra = respiración
autótrofa; Rh = respiración heterótrofa; COD = carbono orgánico disuelto; CID =
carbono inorgánico disuelto. Fuente: Esquema modificado de Schlesinger 1997, y
actualizado con información de IPCC 2001.

¿Qué procesos regulan la concentración de CO2 en la atmósfera? Se considera que


existen dos mecanismos generales que operan de manera conjunta pero en escalas
diferentes de tiempo. En el largo plazo (cientos de millones de años), el ciclo
geoquímico del Carbonato-Silicato opera como regulador de dicha concentración. En
este ciclo, el CO2 atmosférico se disuelve en el agua de lluvia y forma ácido carbónico
que reacciona con los minerales expuestos sobre la superficie terrestre, generando lo
que se conoce como intemperismo de la roca. Los ríos acarrean los productos disueltos
al océano. En el océano se forma el carbonato de calcio; éste se deposita en los
sedimentos marinos que por el proceso de subducción entran a la corteza baja de la
Tierra. En este proceso se reincorporan elementos a los minerales primarios de las
rocas y el carbono regresa a la atmósfera como CO2 por las emisiones volcánicas e
hidrotermales. Este ciclo geoquímico ha ayudado a mantener la concentración del CO2
atmosférico por debajo de 1% durante los últimos 100 millones de años; sin embargo,
los flujos de carbono anuales son relativamente pequeños.
La aparición de la vida sobrepuso al ciclo geoquímico un ciclo biogeoquímico de corto
plazo. En éste dominan dos grandes transferencias anuales de C: el flujo de CO2 de la
atmósfera a las plantas como resultado de la fotosíntesis, y el regreso de CO2 a la
atmósfera como resultado de la descomposición de la materia orgánica. En los
periodos de la historia de la Tierra en los que la producción de materia orgánica ha
excedido a su descomposición, el C orgánico se ha acumulado en los sedimentos
geológicos.

La magnitud de estos flujos es tal que ha sido posible detectarlos mediante las
variaciones estacionales de las concentraciones atmosféricas de CO2, particularmente
en el Hemisferio Norte debido a su mayor masa continental en comparación con el
Hemisferio Sur.

Otro componente natural del ciclo del carbono lo constituye el metano (CH4). Este gas
es, después del bióxido de carbono, el compuesto de carbono más abundante en la
atmósfera (Schlesinger, 1997). Se produce por la fermentación de la materia orgánica
en condiciones anaeróbicas, tal como ocurre, por ejemplo, en los humedales, los
sedimentos lacustres y en el aparato digestivo de los rumiantes y las termitas. La
concentración de metano muestra variaciones latitudinales es mayor en el Hemisferio
Norte que en el Sur †y fuertes oscilaciones estacionales. Tiene una capacidad de
absorción de radiación infrarroja 20 veces mayor por molécula que el bióxido de
carbono (Silver y DeFries, 1990), por lo que el aumento de la concentración de este
gas en la troposfera tiene también el potencial para contribuir de manera significativa
a un cambio climático global (ver el capítulo Los gases regulados por la Convención
Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, de D. H. Cuatecontzi y Jorge
Gassca, en esta sección).

PERTURBACIONES AL CICLO Y EL BALANCE GLOBAL ACTUAL

Las perturbaciones al ciclo global del carbono se enmarcan dentro de un contexto más
amplio reconocido como «el cambio ambiental global», que amenaza de diversas
formas el funcionamiento del planeta e incluye varios fenómenos y procesos
íntimamente relacionados. Un cambio global se define a partir de dos tipos de
fenómenos: a) aquel que altera las capas de fluídos del sistema de la Tierra (la
atmósfera o los océanos), y que, por lo tanto, es experimentado a escala planetaria, y
b) aquel que ocurre en sitios discretos pero tan ampliamente distribuidos que
constituye un cambio global (Vitousek 1992). Como ejemplos del primero tenemos el
cambio en la composición de la atmósfera (p. ej. aumentos en la concentración de
bióxido de carbono y de metano), el cambio climático, la destrucción de la capa de
ozono en la estratosfera y el aumento de la incidencia de radiación ultravioleta. Dentro
del segundo tipo están la pérdida de la biodiversidad, el cambio en el uso del suelo (p.
ej. la destrucción de los bosques para uso agropecuario), los cambios en la química
atmosférica (p. ej. la lluvia ácida y el aumento en la concentración de ozono en la
troposfera) y las invasiones biológicas.

El denominador común de todos los componentes del cambio ambiental global es el ser
humano y sus actividades, que han adquirido enormes proporciones con relación a los
flujos de energía y materiales en el nivel global. Por ejemplo, el ser humano consume
directamente, el solo, cerca de 2% de la productividad primaria neta de los
ecosistemas terrestres, pero al hacerlo utiliza o destruye cerca de 40% del total
(Vitousek et al.
1986). Las perturbaciones del ciclo global del carbono tienen graves repercusiones en
el clima del planeta debido a las propiedades del CO2 y del metano como gases de
efecto invernadero: a una mayor concentración en la atmósfera mayor temperatura
promedio global del planeta.

El aumento en las concentraciones de bióxido de carbono y de metano en la parte baja


de la atmósfera (troposfera), está bien documentados (IPCC, 2001). Las mediciones
realizadas en Mauna Loa, Hawai, desde 1957, así como las mediciones indirectas (p.
ej. con núcleos de hielo), han mostrado un aumento de la concentración atmosférica
de CO2: de 280 partes por millón (ppm) en 1750 a 367 ppm en 1999.

Esto significa un incremento de 31% en poco más de 100 años. Aunque se han
documentado concentraciones similares a la actual en el registro geológico, ésta
constituye el nivel más alto alcanzado en los últimos 420,000 años, y la velocidad de
cambio no parece tener precedente en los últimos 20,000 años (IPCC, 2001). Sin
embargo, la tasa de aumento presenta variaciones anuales bastante grandes. La
concentración de metano en la atmósfera, que es mucho más baja que la de CO2,
aumentó de cerca de 700 partes por billón (ppb) en 1750 a 1745 ppb en 1998, lo que
representó un aumento de 150%. Esta concentración no ha sido excedida tampoco en
los últimos 420,000 años. Las causas del incremento de la concentración de gases de
carbono en la atmósfera están bien identificadas. En el caso del CO2 son el uso
industrial y doméstico de combustibles que contienen carbono (petróleo, carbón, gas
natural y leña), la deforestación –que provoca la descomposición de la materia
orgánica– y la quema de la biomasa vegetal. En el caso del metano son la agricultura
(p. ej. cultivo de arroz), el uso de gas natural, los rellenos sanitarios, el aumento del
hato ganadero y la quema de la biomasa vegetal. Sin embargo, es el uso
indiscriminado e ineficiente de los combustibles fósiles el principal generador de la
tendencia actual (IPCC, 2001, cuadro 1). Desde la perspectiva del ciclo global del C,
estos flujos antropogénicos son pequeños si se les compara con los que ocurren
naturalmente entre la atmósfera, los ecosistemas terrestres y los océanos (ver
magnitudes en la figura 1), pero son suficientes para modificar los flujos netos y
aumentar el contenido de CO2 de la atmósfera. Es importante notar que son los
movimientos anuales de carbono, más que la cantidad almacenada en los diferentes
reservorios, lo que importa en este contexto. Por ejemplo, el océano contiene el mayor
almacén de C cerca de la superficie de la Tierra (figura 1), pero la mayor parte de
dicho almacén no está en intercambio activo con la atmósfera.

CUADRO 1. EL BALANCE GLOBAL DEL CARBONO EN PGC/AÑO PARA DOS DÉCADAS

1980 1990
Aumento atmosférico 3.3 ± 0.1 3.2 ± 0.1
Emisiones (combustibles fósiles cemento) 5.4 ± 0.3 6.3 ± 0.4
Flujo tierra-atmósfera -1.9 ± 0.6 -1.7 ± 0.5
Flujo tierra-atmósfera* -0.2 ± 0.7 -1.4 ± 0.7
*dividido como
Cambio de uso del suelo 1.7 (0.6 a 2.5) ND
Sumidero terrestre residual -1.9 (-3.8 a 0.3) ND

Los valores positivos son flujos hacia la atmósfera, y los valores negativos representan captura desde la atmósfera.
Los errores indican 1 D.E. como valor de incertidumbre, pero no la variabilidad anual, que es sustancialmente
mayor. ND = información no disponible
Fuente: Cuadro modificado de IPCC 2001.
El balance muestra a las emisiones, en particular por combustibles fósiles, como el
flujo más importante hacia a la atmósfera, y se observa un aumento en las emisiones
de la década de 1980 a la de 1990 (cuadro 1). El aumento atmosférico se mantiene
constante y además sólo representa una proporción de estas emisiones. Pasó de
representar 61% de las emisiones en la década de 1980, a 51% en la de 1990.

Esto plantea la interrogante sobre el destino del carbono que no se acumula en la


atmósfera. El cuadro 1 identifica dos sumideros de carbono, indicados con flujos
negativos, uno en el océano y el otro en la superficie terrestre. La cuantificación de
estos flujos, a pesar de las grandes incertidumbres asociadas, representa uno de los
mayores logros de la investigación sobre el ciclo global del carbono en la última
década. El flujo océano-atmósfera indica que los océanos capturan entre 1.7 y 1.9
PgC/año. Esta captura se da por medio de dos procesos principales. Uno que implica
una mayor captura en regiones que son sumideros naturales de CO2, como aquellas en
las que se exponen las aguas que han pasado muchos años en el interior del océano
desde su último contacto con la atmósfera (conocidas como “aguas viejas”). El otro,
que se da con la reducción en la liberación natural de CO2 en las regiones de
surgencias por su aumento de concentración en la atmósfera, y que provoca una
mayor permanencia del CO2 en el océano (ver el capítulo Clima oceánico: los mares
mexicanos ante el cambio climático global, de A. Gallegos, en esta sección).

El flujo entre la superficie terrestre y la atmósfera representa un balance entre el flujo


debido al cambio de uso del suelo, que es actualmente positivo, y un componente
residual, que es por inferencia negativo o un sumidero de carbono. Se observa que
para la década de 1980, la biosfera terrestre fue prácticamente neutral respecto al
intercambio neto de carbono. La información disponible permite cuantificar para esta
década, con altos grados de incertidumbre, las emisiones debidas al cambio de uso del
suelo en el orden de 1.7 PgC/año. Estas emisiones se debieron fundamentalmente a
los procesos de deforestación en los trópicos (Houghton, 1999). La captura de carbono
se identifica con la existencia de sumideros en Norte América, Europa y Eurasia,
asociada al recrecimiento de la vegetación en áreas agrícolas abandonadas, a la
prevención de fuegos, además de a las respuestas de las plantas a temporadas más
largas de crecimiento y al efecto de fertilización por el propio aumento de CO2
atmosférico y por la deposición de nitrógeno (Schimel et al. 2001). Los resultados
recientes con análisis de modelación inversa (i.e. que utilizan las variaciones en la
concentración de CO2 atmosférico para hacer los cálculos de los flujos) sugieren la
existencia de un sumidero de carbono en los trópicos que balancea las emisiones por
deforestación en esa región. Existe, sin embargo, gran incertidumbre respecto a los
procesos involucrados en ello. El balance para la década de 1990 indica la presencia de
un sumidero terrestre aún mayor. Sin embargo, se considera que se debió más a una
respuesta a la variabilidad climática en los primeros años de la década que a una
tendencia sistemática. Con la información disponible aún no ha sido posible cuantificar
por separado las emisiones por el cambio de uso del suelo y la captura de carbono por
los ecosistemas terrestres para la década de 1990 tal y como se realizó para la década
anterior.

La capacidad de los ecosistemas terrestres para funcionar como sumideros de carbono


depende, de manera importante, del “efecto de fertilización” debido al aumento en la
concentración del bióxido de carbono en la atmósfera y a la deposición del nitrógeno
atmosférico, que se ha emitido en exceso por diversas actividades humanas. El efecto
de fertilización por el CO2 es posible ya que su concentración atmosférica actual limita
la capacidad productiva de las plantas. Existe evidencia de que dicho efecto de
fertilización aumenta el crecimiento de las plantas en condiciones naturales, aunque no
en las magnitudes en las que los estudios fisiológicos con plantas individuales y en
condiciones controladas sugerían (Mooney et al. 1999). El efecto de la fertilización por
nitrógeno se debe a que la disponibilidad de este elemento limita la productividad
primaria de muchos ecosistemas terrestres (Schlesinger 1997).

Es importante considerar que las magnitudes que se calculan actualmente para los
sumideros de C no operarán de manera constante en el futuro, ya que todos los
procesos claves disminuirán. Por ejemplo, la captura de C por los bosques jóvenes que
crecen en las tierras agrícolas disminuirá conforme éstos lleguen a la madurez.
Igualmente, las respuestas a la fertilización por el CO2 atmosférico y por la deposición
de nitrógeno mostrarán una saturación fisiológica, al tiempo que también otros
recursos se volverán limitantes. Más aún, se espera que los efectos del cambio
climático sobre los ecosistemas reduzcan la capacidad de los sumideros a una escala
global (Schimel et al. 2001). Es fundamental tomar en cuenta estas limitaciones de los
sistemas biológicos de la Tierra al hacer consideraciones sobre el balance global de
carbono en el futuro.

AGRADECIMIENTOS

Se agradece el apoyo del Biól. Raúl Ahedo en la elaboración de la figura y el cuadro.

BIBLIOGRAFÍA

Houghton, R.A. 1999. The annual net flux of carbon to the atmosphere from changes
in land use 1850-1990. Tellus 51B:298-313.

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Scientific Basis. Contribution of Working Group I to the Third Assessment Report of the
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Cambridge University Press.

Lovelock, J. E. 1988. The Ages of Gaia. New York: W.W. Norton and Co.

Mooney, H. A., J. Canadell, F. S. Chapin III, J. R. Ehleringer, Ch. Körner, R. E.


McMurtrie, W. J. Parton, L. F. Pitelka y E. -D.Schulze. 1999. Ecosystem physiology
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Ingram (eds.) The Terrestrial Biosphere and Global Change: Implications for Natural
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National Academic Press.

Silver, C. S. y R. S. DeFries. 1990. One Earth, One Future. Washington, D.C.: National
Academy Press.

Vitousek, P. M., P. R. Ehrlich, A. H. Ehrlich y P. A. Matson. 1986. Human appropriation


of the products of photosynthesis. BioScience 36: 368-373.
——— 1992. Global environmental change: An introduction. Annual Review of Ecology
and Systematics 23: 1-14.

Notas

* Instituto de Ecología, UNAM.

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