Suele considerarse que este ciclo está constituido por cuatro reservorios principales de carbono
interconectados por rutas de intercambio. Los reservorios son la atmósfera, la biosfera terrestre (que,
por lo general, incluye sistemas de agua dulce y material orgánico no vivo, como el carbono del suelo),
los océanos (que incluyen el carbono inorgánico disuelto, los organismos marítimos y la materia no
viva), y los sedimentos (que incluyen los combustibles fósiles). Los movimientos anuales de carbono
entre reservorios ocurren debido a varios procesos químicos, físicos, geológicos y biológicos. El océano
contiene el fondo activo más grande de carbono cerca de la superficie de la Tierra, pero la parte del
océano profundo no se intercambia rápidamente con la atmósfera.
El balance global es el equilibrio entre intercambios (ingresos y pérdidas) de carbono entre los
reservorios o entre una ruta del ciclo específica (por ejemplo, atmósfera - biosfera). Un examen del
balance de carbono de un fondo o reservorio puede proporcionar información sobre si funcionan como
una fuente o un almacén para el dióxido de carbono.
Carbono en la atmósfera
El carbono existe en la atmósfera de la Tierra
principalmente en forma de gas dióxido de carbono
(CO2). En la atmósfera hay 750 gigatoneladas de
carbono. La concentración de CO2 es de 381 ml/m³, que
corresponde a una cantidad de aproximadamente 800
gigatoneladas de carbono. Es aproximadamente el
0,001% del carbono total global. Por tanto, la atmósfera
es el almacén de carbono más pequeño, y reacciona de forma más sensible a los
cambios. Por el contrario, la atmósfera tiene el mayor porcentaje de circulación de
carbono a causa de procesos bioquímicos.
Aunque es una parte muy pequeña de la atmósfera (aproximadamente el 0.04% en
una base molar, pero está elevándose), desempeña un papel importante en el
sustento de la vida. Otros gases que contienen carbono en la atmósfera son el
metano y los clorofluorocarbonos (completamente antropogénicos). La
concentración atmosférica total de estos gases de invernadero ha estado
aumentando en décadas recientes, contribuyendo al calentamiento global.
* Cuando el sol brilla, las plantas realizan la fotosíntesis para convertir dióxido de
carbono en carbohidratos, liberando oxígeno en el proceso. Este proceso es más
prolífico en bosques relativamente nuevos, donde el crecimiento del árbol es todavía
rápido.
* En la superficie de los océanos, cerca de los polos, el agua del mar actúa como
refrigerador y se forma más ácido carbónico cuando el CO2 se hace más soluble. Esto
está conectado con la circulación termohalina del océano, que transporta el agua
superficial densa al interior del océano.
* En áreas superiores del océano con alta productividad biológica, los organismos
convierten el carbono reducido en tejidos, y los carbonatos en partes del cuerpo
duras como conchas y caparazones. Éstos compuestos son, respectivamente,
oxidados (bomba de tejidos) y disueltos de nuevo (bomba de carbonato) en niveles
medios del océano inferiores a donde se formaron, causando un flujo hacia abajo del
carbono.
* La erosión de roca de silicato. El ácido carbónico reacciona con la roca erosionada
para producir iones de bicarbonato. Los iones de bicarbonato producidos son
transportados al océano, donde se usan para hacer carbonatos marinos. A diferencia
del CO2 disuelto en equilibrio o en los tejidos muertos, la erosión no mueve el
carbono a un reservorio del cual pueda volver fácilmente a la atmósfera.
Esta reacción puede ser en ambos sentidos, es decir, logra un equilibrio químico.
En los océanos, el bicarbonato puede combinarse con el calcio para formar piedra
caliza (carbonato de calcio, CaCO3, con sílice), que precipita al suelo del océano. La
piedra caliza es el reservorio más grande de carbono en el ciclo del carbono. El
calcio viene de la erosión de rocas de silicato cálcico, que hace que el silicio de las
rocas se combine con el oxígeno para formar arena o cuarzo (dióxido de silicio),
dejando iones de calcio disponibles para formar piedra caliza.
Carbono en la biosfera
Alrededor de 1900 gigatoneladas de carbono están presentes
en la biosfera. El carbono es una parte esencial de la vida en
la Tierra. Desempeña un papel importante en la estructura,
bioquímica y nutrición de todas las células vivas.
Queda mucho por aprender sobre el ciclo del carbono en el océano profundo. Por
ejemplo, un descubrimiento reciente es que las casas mucosas de las larváceas
(comúnmente conocidas como "plomos") se crean en tal cantidad que pueden
proporcionar tanto carbono al océano profundo como el que es descubierto por las
trampas de sedimento. A causa de su tamaño y composición, estas casas (dos filtros
mucosos donde vive la larvácea) son raramente recogidas en tales trampas, por lo
que la mayor parte de los análisis de biogeoquímicos no las han tenido en cuenta
erróneamente.
Más del 99% del carbono terrestre está contenido en la litosfera, siendo la mayoría
carbono inorgánico, almacenado en rocas sedimentarias como las rocas calizas. El
carbono orgánico contenido en la litosfera está almacenado en depósitos de
combustibles fósiles.
En una escala geológica, existe un ciclo entre la corteza terrestre (litosfera), los
océanos (hidrosfera) y la atmósfera. El dióxido de carbono (CO2) de la atmósfera,
combinado con el agua, forma el ácido carbónico, el cual reacciona lentamente con
el calcio y con el magnesio de la corteza terrestre, formando carbonatos. A través
de los procesos de erosión (lluvia, viento), estos carbonatos son arrastrados a los
océanos, donde se acumulan en su lecho en capas, o son asimilados por organismos
marinos que, eventualmente, después de muertos, también se depositan en el fondo
del mar. Estos sedimentos se van acumulando a lo largo de miles de años, formando
rocas calizas.
El ciclo continúa cuando las rocas sedimentarias del lecho marino son arrastradas
hacia el manto de la Tierra por un proceso de subducción (proceso por el cuál una
placa tectónica desciende por debajo de otra). Así, las rocas sedimentarias están
sometidas a grandes presiones y temperaturas debajo de la superficie de la Tierra,
derritiéndose y reaccionando con otros minerales, liberando CO2. El CO2 es devuelto
a la atmósfera a través de las erupciones volcánicas y otro tipo de actividades
volcánicas, completándose así el ciclo.
Los balances entre los diversos procesos del ciclo del carbono geológico han
controlado la concentración de CO2 presente en la atmósfera a lo largo de millones
de años. Los más antiguos sedimentos geológicos, datados en épocas anteriores al
desarrollo de la vida en la Tierra, apuntan concentraciones de CO2 atmosférico cien
veces superiores a las actuales, proporcionando un fuerte efecto invernadero. Por
otro lado, las mediciones de los núcleos de hielo retirados de la Antártida y
Groenlandia, permiten estimar que durante la última era glaciar las concentraciones
de CO2 eran aproximadamente la mitad que en la actualidad (en 2005 de 379,1
ppmv de CO2).
Estas actividades humanas transfieren más CO2 a la atmósfera del que es posible
remover naturalmente a través de la sedimentación del carbono, causando así un
aumento de las concentraciones atmosféricas de CO2 en un corto periodo de tiempo
(cientos de años). Esta influencia humana, iniciada sobre todo hace 200 años,
cuando la concentración de CO2 atmosférico se situaba en los 280 ppmv (0,028% de
la composición global de la atmósfera), provocó un aumento significativo de la
concentración de CO2, habiendo actualmente sobrepasado los 380 ppmv (más de un
30% en sólo 200 años). Estos valores sitúan la concentración actual como la más
elevada de los últimos 650000 años y quizás superior a la registrada hace 20 millones
de años atrás.
Otra conclusión significativa que puede ser obtenida del análisis del ciclo global del
carbono es el elevado potencial de algunos bosques para capturar el carbono
atmosférico, tanto en el manto vegetal como en la materia orgánica del suelo, lo
que aumenta la importancia de la manutención de ecosistemas con grandes
cantidades de biomasa y suelos estables, con el objetivo de que ciertos bosques se
vuelvan sumideros de carbono a mediano/largo plazo y otros no se vuelvan "fuentes"
de carbono.
Una de las funciones más importantes del ecosistema, relacionada con el ciclo del
carbono, es la captura del CO2 por diferentes elementos que componen la biosfera.
El aumento de las emisiones antropogénicas de CO2 está empezando a ser absorbido
por la atmósfera, por los océanos y por los bosques y otras especies vegetales. El
aumento del CO2 en la atmósfera provoca un aumento del efecto invernadero,
originando alteraciones climáticas. Con el aumento del CO2 atmosférico también
aumenta la absorción de los océanos, provocando la acidificación de los océanos, y
eventuales efectos en los ecosistemas marítimos (corales, peces, etc). La última
parte es absorbida por los bosques (biomasa), que pueden ser utilizados como
sumidero de carbono (a través de la fotosíntesis).
EL CAC consiste en la separación del CO2 emitido por las industrias, en su transporte
hasta el local de almacenamiento y en su depósito a largo plazo. Las centrales
eléctricas y otros procesos industriales a gran escala son los principales candidatos
para este sistema.
Actualmente no existe una solución tecnológica única para este tipo de sistemas,
estando prevista una cartera de opciones tecnológicas que se adaptarán
dependiendo de las situaciones.
La tecnología actual permitiría capturar entre el 80-90% del CO2 producido en una
central eléctrica, pero provocaría un aumento de la producción de CO2 debido a la
reducción de la eficiencia (existe un aumento de la energía necesaria, entre un 10%
y un 40%, para poder implementar el proceso de CAC).
El proceso de CAC está constituido por las siguientes fases: captura, transporte y
almacenamiento (depósito).
Captura
Post-combustión
En el caso del gas natural, esencialmente metano (CH4), se extrae el carbono antes
de la combustión, quedando el hidrógeno, que produce sólo agua cuando se quema.
Esto hace reaccionar de nuevo el combustible con oxígeno y/o vapor de agua para
producir monóxido de carbono (CO) y H2. Luego, el CO reacciona con más vapor,
para producir CO2 y más hidrógeno. Por último, el CO2 se separa y el hidrógeno se
usa como combustible, emitiendo sólo nitrógeno y agua.
Oxígeno-gas
Estos sistemas utilizan el oxígeno en vez del aire, que está mayoritariamente
compuesto por nitrógeno (78%), para la combustión del combustible primario, con el
objetivo de producir un gas de combustión compuesto sobre todo por agua y CO2.
Esto da origen a un gas de combustión con altas concentraciones de CO2 (superior al
80% del volumen) ya que no existe nitrógeno en este proceso. Posteriormente, el
vapor de agua se retira por ralentización y aumento de la presión.
Este proceso requiere una separación previa del oxígeno del aire para obtener un gas
con una pureza del 95% al 99%. El desafío es como separar el oxígeno del resto del
aire. Las estrategias son semejantes a las usadas para separar CO2. El aire puede ser
enfriado, para que el oxígeno se licue. Las membranas por donde pasa oxígeno y
nitrógeno a diferentes tasas pueden provocar la separación. Hay también materiales
que absorben el nitrógeno, separándolo del oxigénio.
Transporte
En algunos casos el CO2 también puede ser transportado en forma líquida en barcos
o camiones cisterna a bajas temperaturas y presiones.
Almacenamiento (depósito)
Almacenamiento geológico
Almacenamiento oceánico
• Deposición del CO2 en el fondo del océano a través de un gaseoducto fijo o de una
plataforma marítima a más de 3000 metros de profundidad), donde el agua es más
densa y se espera que el CO2 forme un lago.
Carbonatación mineral
La reacción del CO2 con óxidos metálicos, que abundan en minerales silicatos (como
el óxido de magnesio (MgO) o el óxido de calcio (CaO)) o en detritos industriales
(como escoria y cenizas de acero inoxidable), produce, a través de reacciones
químicas, carbonatos inorgánicos estables. La reacción natural es muy lenta y debe
ser mejorada a través de tratamientos previos de los minerales, que requieren
mucha energía. Esta tecnología está en fase de investigación, pero en ciertas
aplicaciones, como la de los detritos industriales, ya se encuentra en fase de
demostración.
Usos industriales
Esta opción consiste en el consumo de CO2 de forma directa como materia prima
para la producción de diversas sustancias químicas que contienen carbono. Sin
embargo, debido a la baja tasa de retención de la mayor parte de los productos, y a
la inexistencia de datos que permitan concluir si el balance final de muchas
aplicaciones industriales es negativo o positivo, este mecanismo se encuentra en
fase de estudio y se prevé que su contribución no sea muy elevada.
A continuación se muestra una tabla con el coste (en dólares por tonelada) de varios
componentes del sistema de captura y almacenamiento:
Componente Coste
Captura del CO2 emitido en una central eléctrica a gas 15-75 US$/t CO2 capturado
Captura del CO2 emitido en la producción de H2 (de gas natural) 5-55 US$/t CO2 capturado
Captura del CO2 emitido por otras fuentes industriales 25-115 US$/t CO2 captado
Transporte 1-8 US$/t CO2 transportado
Los costes por tonelada de CO2 evitado varían sustancialmente tanto con el tipo de
instalación de producción como con el tipo de sistema de captura y almacenamiento
implementado. Sin embargo, tomando como referencia una central de ciclo
combinado de gas natural, estos costes se sitúan entre los 40-90 US$/t de CO2
evitado, aunque en algunos casos pueden sobrepasar los 200 $/t.
integrada
Capacidades de almacenamiento
Las capacidades indicadas en la siguiente tabla son valores teóricos, con menor
margen error para los yacimientos de petróleo, pero por regla general todavía no
existen estudios científicos suficientes para tener números más precisos, y las
probabilidades y niveles de confianza asociados.
petróleo y gas
exploradas
profundas
* Estos datos pueden aumentar en un 25% si se incluyen los yacimientos de petróleo aún no
descubiertos.
Para que los sistemas CAC pueda alcanzar este potencial económico serán necesarios
algunos miles de instalaciones equipadas con estos sistemas y cada uno de ellos
tendría que capturar entre 1 a 5 Mt de CO2 por año.
- Riesgos locales: fugas por fallos en los pozos, que pueden afectar a los
trabajadores locales y a los equipos de reparación de fugas. O bien fugas por fallas
geológicas no detectadas, creando una eventual contaminación de los acuíferos y
acidificación de los suelos.
Captura
- Energía térmica consumida en el proceso: 2,0 GJ/t de CO2, a una tasa del 90% de
captura.
Víctor J. Jaramillo*
INTRODUCCIÓN
EL FLUJO DE CARBONO
Las plantas superiores adquieren el bióxido de carbono (CO2) atmosférico por difusión
a través de pequeñísimos poros de las hojas conocidos como estomas, y es
transportado a los sitios donde se lleva a cabo la fotosíntesis. Cierta cantidad de este
CO2 regresa a la atmósfera, pero la cantidad que se fija y se convierte en
carbohidratos durante la fotosíntesis se conoce como producción primaria bruta (PPB).
La magnitud de estos flujos es tal que ha sido posible detectarlos mediante las
variaciones estacionales de las concentraciones atmosféricas de CO2, particularmente
en el Hemisferio Norte debido a su mayor masa continental en comparación con el
Hemisferio Sur.
Otro componente natural del ciclo del carbono lo constituye el metano (CH4). Este gas
es, después del bióxido de carbono, el compuesto de carbono más abundante en la
atmósfera (Schlesinger, 1997). Se produce por la fermentación de la materia orgánica
en condiciones anaeróbicas, tal como ocurre, por ejemplo, en los humedales, los
sedimentos lacustres y en el aparato digestivo de los rumiantes y las termitas. La
concentración de metano muestra variaciones latitudinales es mayor en el Hemisferio
Norte que en el Sur †y fuertes oscilaciones estacionales. Tiene una capacidad de
absorción de radiación infrarroja 20 veces mayor por molécula que el bióxido de
carbono (Silver y DeFries, 1990), por lo que el aumento de la concentración de este
gas en la troposfera tiene también el potencial para contribuir de manera significativa
a un cambio climático global (ver el capítulo Los gases regulados por la Convención
Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, de D. H. Cuatecontzi y Jorge
Gassca, en esta sección).
Las perturbaciones al ciclo global del carbono se enmarcan dentro de un contexto más
amplio reconocido como «el cambio ambiental global», que amenaza de diversas
formas el funcionamiento del planeta e incluye varios fenómenos y procesos
íntimamente relacionados. Un cambio global se define a partir de dos tipos de
fenómenos: a) aquel que altera las capas de fluídos del sistema de la Tierra (la
atmósfera o los océanos), y que, por lo tanto, es experimentado a escala planetaria, y
b) aquel que ocurre en sitios discretos pero tan ampliamente distribuidos que
constituye un cambio global (Vitousek 1992). Como ejemplos del primero tenemos el
cambio en la composición de la atmósfera (p. ej. aumentos en la concentración de
bióxido de carbono y de metano), el cambio climático, la destrucción de la capa de
ozono en la estratosfera y el aumento de la incidencia de radiación ultravioleta. Dentro
del segundo tipo están la pérdida de la biodiversidad, el cambio en el uso del suelo (p.
ej. la destrucción de los bosques para uso agropecuario), los cambios en la química
atmosférica (p. ej. la lluvia ácida y el aumento en la concentración de ozono en la
troposfera) y las invasiones biológicas.
El denominador común de todos los componentes del cambio ambiental global es el ser
humano y sus actividades, que han adquirido enormes proporciones con relación a los
flujos de energía y materiales en el nivel global. Por ejemplo, el ser humano consume
directamente, el solo, cerca de 2% de la productividad primaria neta de los
ecosistemas terrestres, pero al hacerlo utiliza o destruye cerca de 40% del total
(Vitousek et al.
1986). Las perturbaciones del ciclo global del carbono tienen graves repercusiones en
el clima del planeta debido a las propiedades del CO2 y del metano como gases de
efecto invernadero: a una mayor concentración en la atmósfera mayor temperatura
promedio global del planeta.
Esto significa un incremento de 31% en poco más de 100 años. Aunque se han
documentado concentraciones similares a la actual en el registro geológico, ésta
constituye el nivel más alto alcanzado en los últimos 420,000 años, y la velocidad de
cambio no parece tener precedente en los últimos 20,000 años (IPCC, 2001). Sin
embargo, la tasa de aumento presenta variaciones anuales bastante grandes. La
concentración de metano en la atmósfera, que es mucho más baja que la de CO2,
aumentó de cerca de 700 partes por billón (ppb) en 1750 a 1745 ppb en 1998, lo que
representó un aumento de 150%. Esta concentración no ha sido excedida tampoco en
los últimos 420,000 años. Las causas del incremento de la concentración de gases de
carbono en la atmósfera están bien identificadas. En el caso del CO2 son el uso
industrial y doméstico de combustibles que contienen carbono (petróleo, carbón, gas
natural y leña), la deforestación –que provoca la descomposición de la materia
orgánica– y la quema de la biomasa vegetal. En el caso del metano son la agricultura
(p. ej. cultivo de arroz), el uso de gas natural, los rellenos sanitarios, el aumento del
hato ganadero y la quema de la biomasa vegetal. Sin embargo, es el uso
indiscriminado e ineficiente de los combustibles fósiles el principal generador de la
tendencia actual (IPCC, 2001, cuadro 1). Desde la perspectiva del ciclo global del C,
estos flujos antropogénicos son pequeños si se les compara con los que ocurren
naturalmente entre la atmósfera, los ecosistemas terrestres y los océanos (ver
magnitudes en la figura 1), pero son suficientes para modificar los flujos netos y
aumentar el contenido de CO2 de la atmósfera. Es importante notar que son los
movimientos anuales de carbono, más que la cantidad almacenada en los diferentes
reservorios, lo que importa en este contexto. Por ejemplo, el océano contiene el mayor
almacén de C cerca de la superficie de la Tierra (figura 1), pero la mayor parte de
dicho almacén no está en intercambio activo con la atmósfera.
1980 1990
Aumento atmosférico 3.3 ± 0.1 3.2 ± 0.1
Emisiones (combustibles fósiles cemento) 5.4 ± 0.3 6.3 ± 0.4
Flujo tierra-atmósfera -1.9 ± 0.6 -1.7 ± 0.5
Flujo tierra-atmósfera* -0.2 ± 0.7 -1.4 ± 0.7
*dividido como
Cambio de uso del suelo 1.7 (0.6 a 2.5) ND
Sumidero terrestre residual -1.9 (-3.8 a 0.3) ND
Los valores positivos son flujos hacia la atmósfera, y los valores negativos representan captura desde la atmósfera.
Los errores indican 1 D.E. como valor de incertidumbre, pero no la variabilidad anual, que es sustancialmente
mayor. ND = información no disponible
Fuente: Cuadro modificado de IPCC 2001.
El balance muestra a las emisiones, en particular por combustibles fósiles, como el
flujo más importante hacia a la atmósfera, y se observa un aumento en las emisiones
de la década de 1980 a la de 1990 (cuadro 1). El aumento atmosférico se mantiene
constante y además sólo representa una proporción de estas emisiones. Pasó de
representar 61% de las emisiones en la década de 1980, a 51% en la de 1990.
Es importante considerar que las magnitudes que se calculan actualmente para los
sumideros de C no operarán de manera constante en el futuro, ya que todos los
procesos claves disminuirán. Por ejemplo, la captura de C por los bosques jóvenes que
crecen en las tierras agrícolas disminuirá conforme éstos lleguen a la madurez.
Igualmente, las respuestas a la fertilización por el CO2 atmosférico y por la deposición
de nitrógeno mostrarán una saturación fisiológica, al tiempo que también otros
recursos se volverán limitantes. Más aún, se espera que los efectos del cambio
climático sobre los ecosistemas reduzcan la capacidad de los sumideros a una escala
global (Schimel et al. 2001). Es fundamental tomar en cuenta estas limitaciones de los
sistemas biológicos de la Tierra al hacer consideraciones sobre el balance global de
carbono en el futuro.
AGRADECIMIENTOS
BIBLIOGRAFÍA
Houghton, R.A. 1999. The annual net flux of carbon to the atmosphere from changes
in land use 1850-1990. Tellus 51B:298-313.
IPCC (Intergovernmental Panel on Climate Change). 2001. Climate Change 2001: The
Scientific Basis. Contribution of Working Group I to the Third Assessment Report of the
Intergovernmental Panel on Climate Change. Technical Summary. U.K.: WMO-UNEP.
Cambridge University Press.
Lovelock, J. E. 1988. The Ages of Gaia. New York: W.W. Norton and Co.
Silver, C. S. y R. S. DeFries. 1990. One Earth, One Future. Washington, D.C.: National
Academy Press.
Notas