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FORENSE
PONORAMA GENERAL
La Psicología Forense ha recibido una atención especial por parte de las personas
durante los últimos años, debido en gran parte a libros, películas y a series de TV
que se han vuelto muy populares.
La pregunta que comúnmente se le hace a los Psicólogos Forenses es: ¿Cómo puedo
aprender a realizar perfiles? O remplazándola por una mejor o peor: ¿Los Psicólogos
Forenses disecan cadáveres? El hecho es que los Psicólogos Forenses no tienen
contacto con cuerpos (dejando esto a los Patólogos Forenses, Científicos Forenses y
Antropólogos Forenses), además de que algunas definiciones de esté campo no
consideran al perfil criminal como parte de la Psicología Forense
Los orígenes de la Psicología Forense se remontan a 1908, antes de que este
campo fuese conocido públicamente. Münsterberg (1908) propuso varios roles
para los psicólogos en la corte, pero no fue hasta la década de los 70´s que esos
esfuerzos comenzaron formalmente a definir el campo.
El mayor papel de los psicólogos que laboran en el ambiente clínico, ya sea como
psicoterapeutas o como evaluadores psicológicos, es para ayudar al cliente. Lo que
esta aprendiendo acerca del paciente es usado para beneficio del mismo en términos
de crecimiento personal y soporte. Sin embargo en la psicología forense, el papel del
experto es significativamente diferente. Los psicólogos forenses son acusados de usar
los resultados de sus evaluados para ayudar o educar a la corte, sin considerar el
potencial benéfico para el examinado.
DIAGNÓSTICOS
En la psicología clínica, el diagnóstico psiquiátrico tiene una mayor función en la
estrategia de tratamiento. Así mismo, un diagnóstico, basado en los criterios descritos
en el Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales cuarta edición (DSM-
IV por sus siglas en inglés) o DSM-IV-TR (Manual Diagnóstico y Estadístico de los
Trastornos Mentales-cuarta edición-texto revisado, de la Asociación Americana de
Psiquiatría, 2000) es requerido por el paciente.
En la psicología forense, el papel del diagnóstico psiquiátrico es generalmente un
problema menos crítico. Los diagnósticos no son requeridos en muchos de los
problemas legales (p. ej. Custodia infantil, renuncia a los derechos, daños personales).
Aunque los estatutos de demencia requieren un diagnóstico como un prerrequisito
para ser considerados por un jurado, el diagnostico psiquiátrico no define en si la
demencia.
Más bien, en la psicología forense “los diagnósticos” son basados en estatutos, que
definen las conductas de preocupación relevantes para la corte y, por lo tanto, se
convierten en el centro de atención de la evaluación. Por ejemplo, la cuestión de la
capacidad de la parte demandada para que de forma valida renuncie a los derechos es
definida como estar en condiciones a sabiendas, inteligentemente y voluntariamente–
en términos legales, no psicológicos. El trabajo de los psicólogos forenses es
operacionalizar o trasladar los términos legales dentro de los conceptos psicológicos,
que pueden ser evaluados objetivamente (Grisso, 1986).
CONCEPTUALIZACIÓN DE LA CONDUCTA HUMANA
Durante la introducción a la psicología, a los estudiantes universitarios se les
enseña a que la conducta cae en un continuo. La curva de distribución normal es la
representación de la orientación estadística y visual de los psicólogos: la conducta
es complicada y no puede ser clasificada fácilmente en grupos discretos (p. ej.
Intelectualmente talentoso frente a mentalmente retardado; normal frente a
psicótico). Desafortunadamente, el sistema legal a menudo considera que la
conducta humana es dicotómica. Típicamente, se requiere que constate los hechos
para clasificar a la persona y la conducta dentro de una de las dos categorías (p. ej.
Culpable frente a no culpable, sano frente a insano, responsable frente a no
responsable).
Los conflictos éticos surgen cuando se
espera que aquellos quienes ven la
conducta como un continuo clasifiquen a
los individuos dentro de categorías
distintas.
2.-En 1963, Ernesto Arturo Miranda fue detenido por secuestro y violación, lo cual él confesó sin ninguna advertencia de
su derecho constitucional a guardar silencio, o su derecho de tener un abogado presente. En el juicio, el fiscal ofreció
sólo su confesión como prueba y él fue condenado.
La Corte Suprema resolvió (Miranda v. Arizona, 384 U.S. 436 1966) que Miranda fue intimidado durante su interrogatorio y
que él no entendió su derecho a no incriminarse ni su derecho a un abogado. Sobre esas bases, la Corte revocó el fallo
anterior. Miranda fue luego condenado en otro juicio, con testigos que declararon en su contra y otras pruebas
presentadas. Cumplió 11 años de condena.
REFERENCIAS