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Fredy Parra C.
Profesor de la Facultad de Teología
Pontificia Universidad Católica de Chile
1
cumplirá plenamente el reinado de Dios y entonces el mundo será renovado
definitivamente.
Tal vez no se puede decir más, pero tampoco menos. Más claras y
autorizadas son las palabras del Concilio Vaticano II cuando al referirse a la
consumación de la historia nos señala:
1
Cf. 1 Co 15, 20-28; Col 3,4; Mt 25,31ss; 1 Co 1,8; 3,13; Flp 1,10; 2 Tim 1,18; Rm 8,19-23.
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"Ignoramos el tiempo en que será la consumación de la tierra y de la
humanidad. Tampoco conocemos de qué manera se transformará el
universo. La figura de este mundo, afeada por el pecado, pasa, pero Dios nos
enseña que nos prepara una nueva morada y una nueva tierra donde habita la
justicia, y cuya bienaventuranza es capaz de saciar y rebasar todos los
anhelos de paz que surgen en el corazón humano. Entonces, vencida la
muerte, los hijos de Dios resucitarán en Cristo, y lo que fue sembrado bajo el
signo de la debilidad y de la corrupción, se revestirá de incorruptibilidad y,
permaneciendo la caridad y sus obras, se verán libres de la servidumbre de
la vanidad todas las criaturas que Dios creó pensando en el hombre" (GS,
39).
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de la parusía estas visiones conducen a una radical privatización y
destemporalización de lo escatológico. El interés exclusivo por el sentido en
desmedro del evento implica una fuga del tiempo, una deshistorización.
Como señala acertadamente Ch. Duquoc tomando posición en esta polémica:
la postura que individualiza el plazo y lo minimiza, finalmente, "suprime la
historia y tiende hacia una gnosis o un docetismo"6. Negar la parusía y junto
con ella la expectativa cercana que conlleva, no sólo deja en la penumbra la
tensión escatológica inherente al pensamiento de Jesucristo, sino que de
paso la privan de su dimensión colectiva reiterando una nueva fuga de la
historia. Es más, en opinión de Metz "la versión interpretativa que la teología
ha hecho de la 'expectativa cercana' como 'expectativa permanente'... es un
fraude semántico contra la estructura temporal básica del cristianismo, cuyo
núcleo no es intemporal, sino precisamente temporal; esta interpretación
confirma indirectamente hasta que punto la teología misma ha sucumbido ya
a la presión anónima de una conciencia evolucionista del tiempo o, más
exactamente, a una destrucción evolucionista del tiempo"7.
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estatuto de inacabamiento crónico, en un incurable déficit ontológico: nada
llega a ninguna parte, todo queda a medio hacer. Por otra parte, es un hecho
que cuantas veces se ha propuesto la idea de una historia indefinidamente
abierta, se la ha emplazado en una comprensión cíclica del tiempo, pues sólo
el círculo puede dar razón de la perennidad del proceso: en una órbita
circular no hay pérdida de energía, el proceso se realimenta a sí mismo
permanente e interminablemente... Sin un término que sostenga la tensión a
lo largo del entero proceso, polarizándolo e imantándolo hacia sí, la historia
que se pretendía rectilínea... se encurva y acaba por cerrarse sobre sí
misma"11.
11
J. L. Ruiz de la Peña, La pascua de la creación. Escatología, BAC, Madrid, 1996, p. 17.
12
Berdiaev, El Sentido de la historia…, pp. 180-181.
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tampoco se desplaza a una lejanía indefinida; más bien convierte el
presente en comienzo de la consumación esperada"13.
13
F. J., Nocke, Escatología, Herder, Barcelona, 1984, pp. 68-69.
14
A. Gesché, El destino, Ed. Sígueme, Salamanca, 2001, pp. 110-112.
15
N. Berdiaev, El sentido de la historia…, p. 70.
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tiene existencia auténtica"16. Sólo la resurrección, evento final y fin
consumador de la historia, rescata plenamente y para siempre, la historia
personal, social y cósmica.
El mismo Concilio enseña que "la espera de una tierra nueva no debe
amortiguar, sino más bien avivar la preocupación de perfeccionar esta tierra
donde crece el cuerpo de la nueva familia humana, el cual puede de alguna
manera anticipar un vislumbre del siglo nuevo" (GS 39). La esperanza en la
consumación del mundo impulsa una acción transformadora de este mundo y
motiva una crítica del estado actual de la historia. Con todo, la esperanza
suscita orientaciones, siempre parciales y abiertas, para la acción. La fe en la
parusía no paraliza ni produce un desinterés por la historia, sino que provoca
una actitud responsable y vigilante. La libertad humana construye la vida
personal y colectiva con una fisonomía que quedará plasmada
irrevocablemente. La acción humana tiene insoslayablemente un valor
permanente y, en cierto sentido, eterno, porque por medio de ella y a través
de ella creamos un mundo más o menos humano y abrimos o cerramos
caminos de realización a los demás y a nosotros mismos.
16
Ibíd., p. 72.
17
Ruiz de la Peña, La pascua de la creación…, p. 141.
18
E. Schillebeeckx, Cristo y los cristianos, Cristiandad, Madrid, l982, p. 776.
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evangelio responderá una vez más que el día y la hora, tanto a nivel personal
como histórico, pertenecen al misterio insondable de Dios (Mc 13, 32). Lo que
sí importa es conocer y seguir al Signo por excelencia, a la Palabra
encarnada, a Jesús, el Crucificado-resucitado-que ha de venir, que anunció
el Reino y pasó haciendo el bien por este mundo. Lo que cabe entonces es
esperar activos y vigilantes así como el portero que no sabe cuando vendrá el
dueño de la casa, si al atardecer o a medianoche (Mc 13, 33ss).
La otra vida es una vida eterna. Los que mueren en la gracia de Dios y
en amistad con Jesucristo vivirán siempre con Él; verán a Dios tal cual es (1
Jn 3, 2), cara a cara (cf., 1 Cor 13, 12; Ap 22, 4). La esperanza de una
comunión bienaventurada con Dios y con todos los que están en Cristo
sobrepasa ampliamente “toda comprensión y representación. La Escritura
nos habla de ella en imágenes: vida, luz, paz, banquete de bodas, casa del
Padre, Jerusalén celeste, paraíso: "Lo que ni el ojo vio, ni el oído oyó, ni al
corazón del hombre llegó, lo que Dios preparó para los que le aman" (1 Cor 2,
9)”19. Como bien se ha dicho "no se trata más que de imágenes, pero estas
son capaces de transparentar lo inefable, que constituye el objetivo de la
esperanza cristiana. Y en ellas podemos ver sin dificultad la promesa de una
salvación con una magnitud y una extensión que superan en mucho la mera
19
Catecismo de la Iglesia Católica, 1027.
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esperanza filosófica de inmortalidad"20. Todas las imágenes señaladas
evocan una Vida plena. En la Biblia, Vida significa plenitud, felicidad sin
límites, consumación plena de la vida en el encuentro definitivo y para
siempre con los otros, con Dios, en Cristo y en el Espíritu.
20
J. Ratzinger, Palabra en la Iglesia, Sígueme, Salamanca, 1976, p. 227.
21
Cf. Ruiz de la Peña, La pascua de la creación…, pp. 175-180.
22
J. Ratzinger, o. c., p. 228.
23
J. Ratzinger, o. c., p. 229.
24
J. Ratzinger, Escatología, Herder, Barcelona, 1984, pp. 181-182.