El comercio internacional
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El comercio internacional - Elhanan Helpman
ELHANAN HELPMAN (1943) es un prominente economista estadunidense de origen israelí. Es profesor de comercio internacional en Harvard, donde se doctoró en economía. En febrero de 2014 recibió el Premio Fundación BBVA Fronteras del Conocimiento por sus contribuciones fundamentales a la comprensión de los mercados internacionales y el crecimiento económico. Ha colaborado en la edición de Journal of International Economics, The European Economic Review y Quarterly Journal of Economics. Es autor de The Mystery of Economic Growth (Belknap Press, 2004).
BREVIARIOS
del
FONDO DE CULTURA ECONÓMICA
587
Traducción
ROBERTO R. REYES MAZZONI
Elhanan Helpman
El comercio
internacional
Primera edición en inglés, 2011
Primera edición en español, 2014
Primera edición electrónica, 2014
Diseño de portada: Laura Esponda Aguilar
Título original: Understanding Global Trade
D. R. © 2011, President and Fellows of Harvard College
D. R. © 2014, Fondo de Cultura Económica
Carretera Picacho-Ajusco, 227; 14738 México, D. F.
Empresa certificada ISO 9001:2008
Comentarios:
editorial@fondodeculturaeconomica.com
Tel. (55) 5227-4672
Se prohíbe la reproducción total o parcial de esta obra, sea cual fuere el medio. Todos los contenidos que se incluyen tales como características tipográficas y de diagramación, textos, gráficos, logotipos, iconos, imágenes, etc., son propiedad exclusiva del Fondo de Cultura Económica y están protegidos por las leyes mexicanas e internacionales del copyright o derecho de autor.
ISBN 978-607-16-2427-7 (ePub)
ISBN 978-607-16-2213-6 (impreso)
Hecho en México - Made in Mexico
SUMARIO
Prefacio
Introducción
I. Ventaja comparativa
II. Ganadores y perdedores
III. Escala y extensión
IV. Las empresas dentro de las industrias
V. Deslocalización y externalización
Epílogo
Bibliografía
Índice analítico
Índice general
A Assaf, Nimrod y Yarden
PREFACIO
Para entender la globalización es preciso conocer primero qué conforma al comercio internacional y cómo está organizada la producción a través de las fronteras nacionales. Aunque los escritos académicos sobre este tema —que han evolucionado a lo largo de los dos últimos siglos— son muy numerosos, muchos de ellos son demasiado técnicos para ser entendidos por quienes no son expertos. No obstante, contienen muchas intuiciones y resultados importantes que son de interés para un público más amplio, incluidos quienes elaboran las políticas, los científicos de la política y otros científicos sociales, así como personas sin ninguna experiencia científica que siguen con interés los acontecimientos mundiales. Mi finalidad al escribir este libro es contribuir a que esas personas desarrollen su comprensión sobre estos temas. Para lograrlo, este libro se escribió en un lenguaje sencillo utilizando lo menos posible los términos técnicos; pero cuando se usa un término técnico, se explica su significado.
Tengo la esperanza de que los estudiantes de licenciatura y posgrado en economía, así como los economistas profesionales, encontrarán interesante este tratado, que proporciona una visión general del pensamiento que predomina sobre esta materia en la profesión. Nuestro entendimiento del comercio internacional ha mejorado inmensamente con el paso de las generaciones, como consecuencia de incontables esfuerzos de académicos que usaron la teoría y el análisis empírico para obtener percepciones intuitivas de las complejas fuerzas que moldean el comercio exterior y la inversión extranjera directa. Puesto que la palabra economía ha cambiado su sentido continuamente, los economistas han tenido que reexaminar repetidas veces las opiniones sobre estos temas, para modificar las estructuras analíticas en vista de los nuevos descubrimientos empíricos y para desarrollar nuevas formas de comprobar las propuestas que han surgido de la teoría. Este esfuerzo de investigación ha implicado una carrera continua entre una economía mundial cambiante y la adaptación que hacen los economistas de estructuras analíticas y empíricas para ajustarlas a las cambiantes circunstancias.
Para que el lector se ponga al día en lo que se refiere a la situación en este campo, concentro la discusión de los temas de las obras más antiguas en aquellos aspectos que son de importancia para entender los sucesos actuales, y dedico más espacio a las investigaciones recientes. Por lo tanto, se tratan con más detenimiento los estudios de las décadas recientes. Como consecuencia, algunos lectores conocedores podrían sentir que ciertas conclusiones no resisten la prueba del tiempo, y que por ello se les debería prestar menos atención, en tanto que otros lectores sentirán que se deberían haber tratado con más profundidad otros temas. Puedo entender por qué distintos autores pudieron hacer elecciones diferentes. Sin embargo, si bien este libro refleja mis preferencias, me esforcé por proporcionar un punto de vista equilibrado de las obras escritas sobre este campo. En otras palabras, ésta no es una reseña sin sesgos del tema: refleja mis juicios acerca de lo que es importante, informativo y (así lo espero) perdurable.
Debo agradecer a varias personas que me dedicaron voluntariamente (¿bajo presión?) su tiempo para mejorar este manuscrito. Además de los estudiosos que generosamente proporcionaron los datos que se utilizan en el texto, y a los que se les reconoce explícitamente al tratar cada caso en que se emplean sus datos, recibí muchos comentarios útiles de Pol Antràs, Harry Flam, Adam Guren, Oleg Itskhoki, Kevin O’Rourke, Gianmarco Ottaviano, Stephen Redding y Daniel Trefler. Gene Grossman, mi colaborador desde hace mucho, hizo comentarios particularmente detallados y útiles que mejoraron en gran medida el manuscrito. Le agradezco a Jane Trahan su ayuda editorial; como es costumbre, me evitó muchas situaciones lingüísticas embarazosas. Finalmente, quiero agradecer al Canadian Institute for Advanced Research por darme la oportunidad de participar en sus programas, y a la National Science Foundation por su apoyo financiero.
INTRODUCCIÓN
La interdependencia internacional es un rasgo central de la economía mundial. Las fortunas económicas de los países están interrelacionadas por medio del comercio, de la inversión extranjera directa y de las corrientes de capital financiero. Las redes de producción están esparcidas en varios países y continentes, lo que hace que la oferta de productos en un país dependa mucho de las actividades económicas que se llevan a cabo en múltiples países. La crisis global de 2008 mostró esta interdependencia de un modo muy vívido; llevó a que el comercio mundial se redujera en más de una cuarta parte, lo que tuvo un efecto negativo sobre países cuyos sistemas financieros seguían siendo sólidos. Además, los registros históricos muestran que el comercio de larga distancia interactuó de maneras muy complejas con el desarrollo económico, y que desempeñó un papel central en la evolución de la economía mundial.
Por lo tanto, es importante entender qué es lo que impulsa al comercio internacional y de qué forma el comercio exterior afecta los resultados económicos. Aprovechando como base un número considerable de obras de investigación, este libro ofrece esta clase de entendimiento.
A diferencia de las ciencias naturales, en las que los objetos que importan para la investigación no cambian mucho con el tiempo, en las ciencias sociales por lo general, y en la economía particularmente, los objetos de la investigación se modifican y se reconforman. En este respecto, el comercio internacional no es la excepción. Cuando los países y las regiones se transforman como resultado de los cambios tecnológicos, políticos o institucionales, la naturaleza del comercio exterior también cambia. Más aún, esos cambios no son raros desde el punto de vista histórico, sino que más bien ocurren frecuentemente. Una consecuencia es que lo que se piensa sobre el tema se ha adaptado repetidas veces a circunstancias variables. Esto sirve como principio organizador del presente libro, que explica la evolución de la investigación académica acerca de la estructura del comercio mundial desde su inicio hasta su forma presente.
Mientras que el comercio a larga distancia desempeña un papel esencial en las economías modernas, también fue una característica importante del desarrollo económico después de la Revolución neolítica, al evolucionar los cazadores recolectores hasta convertirse en sociedades sedentarias que se especializaron en el cultivo de alimentos. La importancia del comercio aumentó aún más al surgir las ciudades y las primeras civilizaciones. Las caravanas viajaban por todo el Fértil Creciente, comerciando entre Mesopotamia y el Levante, y las rutas comerciales se expandieron con el tiempo hasta partes lejanas de Asia y Europa. El Imperio romano sostuvo una extensa red de comercio, la que, según McCormick (2001, p. 778), vinculó a Europa, Asia occidental y el norte de África. Grandes volúmenes de bienes viajaron por mar y tierra, entre ellos el aceite y los granos, mientras que el imperio subsidiaba una gran parte del comercio. Las mercancías se transportaban por toda Europa, principalmente en rutas de norte a sur y a través del Mediterráneo.
El colapso de la parte occidental del Imperio romano en el siglo v de nuestra era interrumpió muchos de esos desarrollos. Ward-Perkins (2005) documenta la disminución del nivel de vida en las regiones del imperio. Informa de investigaciones arqueológicas que muestran que los romanos vivían en un mundo sofisticado, en el cual un campesino del norte de Italia en el periodo romano podía comer en vajillas procedentes de la región cercana a Nápoles, guardar líquidos en un ánfora procedente del norte de África y dormir bajo un techo de tejas
(pp. 87-88). El comercio de larga distancia fue necesario para la preservación de este patrón de vida, que no se limitaba a la élite sino que se filtraba hacia abajo, a las masas mediante la disponibilidad de productos funcionales de alta calidad. El mapa de Ward-Perkins en la figura 5-4 (2005, p. 98) muestra la amplia distribución, en toda Europa y el norte de África, de un tipo de cerámica producida en muy grandes cantidades en el sur de Francia. De acuerdo con una opinión que ha prevalecido durante mucho tiempo, al colapsarse el Imperio romano se presentaron las edades oscuras
.¹
McCormick (2001) documenta con mucho detalle la evolución de las comunicaciones y la movilidad de la gente a través de regiones distantes. Argumenta que a pesar de la falta de buena información sobre el comercio, estos desarrollos —que fueron particularmente notorios durante el Imperio carolingio en el siglo VIII— indican la presencia de un extenso comercio a largas distancias. Las importaciones europeas de especias fueron remplazadas por importaciones de medicinas exóticas y nuevas drogas proporcionadas por la farmacología árabe, en tanto que la seda continuó llegando al noroeste de Europa.
Para pagar por estas importaciones [escribe McCormick] Europa producía un rango relativamente limitado de bienes de alto valor y poco volumen. Parece posible que se tratara quizá de algunos textiles y un poco de estaño, aunque casi no están documentados. Probablemente algunas pieles, y con seguridad espadas producidas por los francos fueron exportadas al mundo musulmán [p. 791].
Pero la mayor exportación era, hacia el año 800, la de esclavos europeos, de los cuales existía una fuerte demanda en España y en las economías más avanzadas de África y Asia. Este comercio desempeñó un papel central en el avance de la economía europea.
Findlay y O’Rourke proporcionan una matriz de productos comerciados entre ocho regiones aproximadamente en el año 1000 de nuestra era (2007, cuadro 2.1).² Según estos datos, por ejemplo, la Europa occidental exportaba espadas a la Europa oriental y esclavos y espadas al mundo islámico, mientras que la Europa oriental exportaba esclavos, pieles y plata a la Europa occidental y al mundo islámico, y pieles y espadas al Asia central. El mundo islámico exportaba pimienta y otras especias, textiles, seda y plata a la Europa occidental, y textiles y plata a la Europa oriental. También exportaba textiles al Asia central, y textiles, espadas y caballos al África subsahariana. Como un ejemplo adicional final, el Asia oriental exportaba seda al mundo islámico, al Asia central, al sur de Asia y al sureste de Asia; exportaba porcelana al mundo islámico y al sur de Asia, té al Asia central y cobre al sureste asiático.
En la Edad Media se dio una expansión del comercio con el ascenso de las ciudades-Estado, como Venecia y Génova, y la llegada de la revolución comercial (véase Findlay y O’Rourke, 2007, cap. 3). Aunque es difícil obtener datos cuantitativos, Findlay y O’Rourke (p. 140) informan de los hallazgos de Wake (1986) sobre el comercio de las especias. Las importaciones de pimienta aumentaron un modesto 20% entre 1400 y 1500, en tanto que las importaciones de otras especias (por ejemplo, clavo y nuez moscada) aumentaron a más del doble en este periodo. Venecia importaba cerca de 60% de la pimienta en los inicios del periodo y menos de la mitad de las otras especias.
Aunque no hay duda de que el descubrimiento de América por Cristóbal Colón en 1492 y el paso a las Indias Orientales por la vía del Cabo de Buena Esperanza por Vasco da Gama en 1498 tuvieron efectos monumentales sobre la historia mundial y el comercio a larga distancia, los historiadores no se ponen de acuerdo sobre el efecto inmediato de estos descubrimientos. Los estados iberos de Portugal, Castilla y Aragón fueron obviamente afectados, y el resto del mundo se vio influido por estos sucesos en los siglos siguientes. Pero ¿qué tan importantes fueron estos descubrimientos para la integración global de los mercados? Algunos historiadores afirman que los mercados mundiales estaban integrados antes de la Edad de los Descubrimientos, en tanto que otros argumentan que la integración sólo empezó de forma importante después de ésta. Ciertamente, el número de viajes a América y a las Indias aumentó mucho como consecuencia de estos descubrimientos, e igual ocurrió con el tonelaje de los embarques. A pesar de lo anterior, O’Rourke y Williamson (2002) muestran que la convergencia de los precios en todas las regiones —que es una importante medida de la integración del mercado— no se presentó antes del siglo XIX.³
GRÁFICA A. Número de barcos que zarparon para Asia, por décadas
FUENTE: Datos de Findlay y O’Rourke (2007, figura 4.5).
Findlay y O’Rourke (2007, figura 4.5) presentan datos por décadas, fundamentados en De Vries (1993), acerca del número de barcos que zarparon rumbo a Asia y el tonelaje con el que retornaron a Europa. En la gráfica A⁴ se reproduce el panel a de su figura 4.5. Es evidente que Portugal dominó esta ruta en el siglo XVI, y que después Holanda tomó la delantera. Además, el número de barcos que zarparon de Portugal se redujo en el transcurso del tiempo. No obstante, el tonelaje que traían de regreso a Portugal durante el siglo XVI no disminuyó, porque aumentó el tamaño de las embarcaciones y retornaba una mayor proporción de las que hacían el viaje (véase Findlay y O’Rourke, 2007, p. 185). Pese a lo anterior, el tonelaje de los embarques portugueses empezó a decrecer después de que aumentara la competencia de Holanda, Inglaterra y Francia.
Aunque el descubrimiento del Nuevo Mundo y del paso a las Indias tuvo un papel prominente en la evolución de las economías europeas durante los siguientes siglos, el volumen del comercio exterior en relación con el ingreso continuó siendo muy pequeño hasta el siglo xix, de acuerdo con el argumento de la convergencia de los precios de O’Rourke y Williamson (2002). Según Estevadeordal, Frantz y Taylor (2003), las importaciones más las exportaciones llegaron a 2% del producto interno bruto (PIB) en 1800, y luego se incrementaron hasta llegar a un primer máximo
de 21% en 1913 —justo antes de la primera Guerra Mundial—, aunque disminuyeron entre las dos guerras mundiales, como se muestra en la gráfica B.⁵ Después de la segunda Guerra Mundial, el comercio exterior aumentó con más rapidez que el ingreso, como aparece en la gráfica C, y el coeficiente del comercio exterior con respecto al ingreso se incrementó, superando el pico
de 1913 a principios de la década de 1970. Actualmente el coeficiente del comercio exterior con respecto al ingreso es mucho más alto que en cualquier momento del pasado.
GRÁFICA B. Importaciones más exportaciones mundiales como porcentaje del PIB mundial
FUENTE: Estevadeordal, Frantz y Taylor (2003).
GRÁFICA C. Tasa de crecimiento promedio por década del monto de las exportaciones mundiales y el PIB
FUENTE: Organización Mundial del Comercio, International Trade Statistics, 2009 (se consultó en línea el 16 de abril de 2010).
Según O’Rourke y Williamson (2002), el comercio a larga distancia en el periodo anterior al siglo XVIII consistía en su mayor parte en productos no competitivos, es decir, productos que no se producían en las regiones importadoras (por ejemplo, seda y tejidos de lana). A principios del siglo XIX también cubría importantes cantidades de bienes básicos, como el trigo, y manufacturas sencillas, entre ellas los textiles. Durante el siglo xix, el comercio exterior se amplió rápidamente, en parte debido a una sorprendente disminución en los costos del transporte y en parte como resultado del ascenso de las manufacturas. Una consecuencia fue que las brechas de los precios entre los mercados se redujeron considerablemente. El cambio a partir de los bienes básicos no competitivos también hizo posible que el comercio se expandiera muy rápidamente. La última fase, que consistió en el crecimiento y la diversificación adicionales de las industrias manufactureras y en el ascenso de la diferenciación de los productos, reforzó aún más el crecimiento del comercio mundial. Esto es, el bajo volumen inicial del comercio y su aumento posterior fueron influidos materialmente por la transformación de la producción y del consumo.
Mientras la evolución del comercio a larga distancia estuvo relacionada con el desarrollo económico, la interdependencia entre ellos fue compleja. En particular, no se puede argumentar que los efectos fueran unidireccionales (esto es, que el desarrollo económico produjera la expansión del comercio exterior), porque el comercio a larga distancia afectó al desarrollo económico y el desarrollo económico afectó al comercio exterior. Además, la influencia de este último sobre el desarrollo económico operó mediante múltiples canales, incluyendo los medios institucionales y los políticos.
El comercio a larga distancia que fue consecuencia del descubrimiento de América se menciona a menudo como un importante evento que contribuyó a la divergencia en las condiciones económicas entre Europa y China. Aunque en el siglo XVIII Europa y China tenían un avance similar, la Revolución industrial ocurrió en Europa, y como resultado Europa creció más rápidamente que China. Con el tiempo, esto condujo a grandes diferencias en el ingreso per cápita (véase Pomeranz, 2000). Por supuesto, la Revolución industrial no fue impulsada por el comercio exterior per se; más bien, éste fue un factor que contribuyó a la misma. De conformidad con Allen (2009), la disponibilidad de carbón barato y de salarios altos en Inglaterra indujo el desarrollo de tecnologías que sustituían la mano de obra con máquinas, y estas tecnologías fueron las que impulsaron el crecimiento económico británico.⁶ A medida que las nuevas tecnologías se difundieron a la Europa continental, promovieron, primero, el crecimiento económico en Holanda y, después, en los demás países de la Europa occidental.
Acemoglu, Johnson y Robinson (2005) muestran que el crecimiento europeo en el periodo que siguió al año 1500 se concentró en los países que tenían acceso al Océano Atlántico: Inglaterra, Francia, Holanda, Portugal y España, países que participaron en el comercio con el Nuevo Mundo y adquirieron colonias en ultramar. Estas oportunidades comerciales fortalecieron el poder político de los grupos de mercaderes y empresarios, y debilitaron el poder de los monarcas. Como resultado, se ampliaron las limitaciones sobre el Ejecutivo y los derechos de propiedad se volvieron más seguros para un segmento mayor de la sociedad. Estas consecuencias no intencionales del comercio con el Nuevo Mundo hicieron posible a los comerciantes del Atlántico adelantarse a otros países europeos.⁷ Sin embargo, el comercio con el Nuevo Mundo también tuvo efectos negativos en España, donde las instituciones castellanas demostraron ser inadecuadas para limitar el poder de Felipe II. El flujo de plata desde América alentó a este monarca a participar en guerras que resultaron demasiado costosas y requirieron de impuestos internos y grandes préstamos de banqueros extranjeros. De acuerdo con Drelichman (2005) y Drelichman y Voth (2008), las subsiguientes luchas entre la Corona y las Cortes debilitaron a las instituciones internas, y esto tuvo consecuencias infortunadas para el crecimiento económico de España.⁸
Aunque el comercio internacional y el comercio a larga distancia no son exactamente el mismo fenómeno, están estrechamente relacionados porque mucho del comercio a larga distancia es también comercio internacional. Ciertamente, el comercio entre California y Massachusetts (dos estados de la federación estadunidense) es a larga distancia, como lo es el comercio entre la Columbia Británica y Quebec (dos provincias de Canadá), pese a lo cual ninguno es también comercio internacional. Por otra parte, en comparación con lo anterior, el comercio entre Turquía y Siria o entre Israel y Jordania, que es internacional, es a corta distancia. Pese a todo, nuestra discusión se concentrará en el comercio internacional, haciendo hincapié en los movimientos de los productos a través de las fronteras nacionales.
Los países difieren en los rasgos nacionales que conforman la estructura de su comercio exterior, en tanto que los rasgos geográficos son más importantes en la conformación de los flujos comerciales entre las regiones de un país. Además, las regiones de un mismo país están más integradas que las regiones de diferentes países. No obstante, los campos del comercio internacional y de la economía regional comparten rasgos comunes en los que ya puso el acento Ohlin (1933), como los costos de transporte, la aglomeración de la actividad económica y la desvinculación de la producción y el consumo.
Mi exposición sigue la evolución histórica del campo del comercio internacional, destacando la interacción recíproca entre la teoría y la evidencia. En particular, explico los argumentos teóricos en los contextos en que se les desarrolló; la evidencia que se acumuló para someterlos a prueba o desafiarlos, y las modificaciones de los argumentos teóricos que se desarrollaron para ajustarse a la nueva evidencia. Esta cadena de pensamientos teóricos, investigación empírica que confirma partes de la teoría y contradice otras, y la actualización de la teoría en vista de la nueva evidencia, ha servido como un patrón fructífero para entender el comercio internacional. Más aún, este patrón ha sido inevitable en vista de la cambiante naturaleza de las interacciones económicas internacionales. En otras palabras, teorías que fueron adecuadas en un tiempo, se hicieron menos adecuadas a medida que cambiaban las economías nacionales, y con ellas los patrones de la especialización internacional.
En el capítulo I se discuten los dos paradigmas principales del comercio internacional que fueron desarrollados en los primeros años de los siglos XIX y XX, respectivamente, el primero por David Ricardo y el último por Eli Heckscher y Bertil Ohlin. Cada uno fue cultivado en el contexto de su tiempo; el primero explicó las corrientes de comercio por las diferencias en la productividad de la mano de obra entre los países, mientras que el segundo explicaba el comercio exterior por diferencias en la dotación de recursos (esto es, la disponibilidad de recursos productivos, como la mano de obra, el capital y la tierra). En cada caso, las causas subyacentes del comercio estaban diseñadas para enfrentar problemas específicos. Estos dos paradigmas fueron ampliamente estudiados durante la mayor parte del siglo XX, y luego se les aplicó a una variedad de temas, como las ganancias obtenidas del comercio exterior, los conflictos de intereses entre diferentes grupos en la sociedad en lo que se refería a lo deseable que serían los mercados abiertos, el efecto de las políticas de comercio exterior —incluyendo los acuerdos de libre comercio y las negociaciones multilaterales de comercio— así como la relación entre el comercio internacional y el crecimiento económico. En el capítulo II se estudian los beneficios del comercio y los conflictos por la distribución. El efecto de las políticas de comercio exterior sobre las economías nacionales es un tema muy amplio que por sí solo merece ser tratado en un libro por separado, y elegí no cubrirlo en esta presentación deliberadamente breve. La relación entre el comercio y el crecimiento es un tema importante que se trata en detalle en Helpman (2004, capítulo 5), y como creo que no hay mucho nuevo que pueda añadirse a ese estudio, no he incluido el tema en este libro.
Aunque es cierto que la teoría neoclásica, que dominó el pensamiento acerca del comercio exterior durante la mayor parte del siglo XX, tiene muchos méritos, demostró ser inadecuada para tratar varios fenómenos que se hicieron particularmente importantes en el periodo que siguió a la segunda Guerra Mundial. Esto condujo a la primera revolución importante en la teoría del comercio exterior —a principios de la década de 1980— y al desarrollo de lo que entonces se llamó la nueva
teoría del comercio exterior, de la que trato en el capítulo III. El motivo de esta revolución fue empírico, y los nuevos
modelos del comercio exterior —que hacen hincapié en las economías de escala y la competencia monopólica— originaron nuevos trabajos empíricos. A pesar de todo, a medida que el comercio mundial siguió cambiando y estuvieron disponibles nuevos conjuntos de datos en los años noventa, lo inadecuado de los modelos teóricos de la década de 1980 se hizo visible. Como consecuencia, a principios de la década de 2000 se presentó una segunda revolución, que en esta