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PANAMERICANA
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UNIVERSIDAD PANAMERICANA
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Cruz Miramontes, Jaime del Arenal Fenochio, Juan de la Borbolla Rivero, Juan
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343
JAIME RODRÍGUEZ-ARANA
Profesor de Derecho Administrativo
Universidad de La Coruña
España
344
ESTUDIOS JURÍDICOS
ACTUALIDAD ACADÉMICA
Jaime RODRÍGUEZ-ARANA
Los usuarios y los servicios de interés general:
el caso de los energéticos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 257
ACTUALIDAD LEGISLATIVA
LIBROS
Mercedes GALÁN
Derecho a la verdad. Valores para una sociedad pluralista,
Andrés Ollero . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 319
ABSTRACT
En segundo lugar, y tras haber mostrado que lo primero es sólo posible en las
estrechas márgenes de un reductivismo epistemológico que despoja de su contenido
específico al Derecho, se analiza la cuestión más compleja de si es posible, con todo, incluir
el análisis económico como un elemento más de la argumentación jurídica. En otras
palabras, se estudia la posibilidad de asentar el razonamiento jurídico sobre argumentos del
tipo “pareto-eficientes” o “Kaldor-Hicks-eficientes”.
Por último, se especifican las condiciones excepcionales bajo las cuales sería posible
un empleo limitado de tales argumentos en el razonamiento jurídico general.
KEY WORDS:
Análisis Económico del Derecho – Argumentación Jurídica – Richard Posner
INTRODUCCIÓN
Desde 1960 en adelante se ha dado en los Estados Unidos de América un
interesante movimiento en el campo de la Filosofía del Derecho y del pensamiento jurídico
en general conocido como Law and Economics, y más específicamente como Economic
Analysis of Law (“Análisis Económico del Derecho”, AED en adelante).
1
El presente trabajo ha sido subsidiado por la Cooperadora de la Facultad de Ciencias Económicas
de la Universidad Nacional de Cuyo (Argentina) mediante Ordenanza n° 06/05-CD.
1
notable como polémico pensador2. En dos trabajos anteriores expuse la génesis y desarrollo
del AED como un modelo interdisciplinar de la Economía y el Derecho, y en especial el
enfoque “normativo” del modelo que el propio Posner concibió en 1980 y que ha mantenido
incólume a pesar de los años transcurridos y de las numerosas críticas recibidas3.
En segundo lugar, y tras haber mostrado que lo primero es sólo posible en las
estrechas márgenes de un reductivismo epistemológico que termina despojando de su
contenido específico al Derecho mismo y a las disciplinas jurídicas en general, analizaré la
cuestión más compleja de si es posible, con todo, incluir el AED como un elemento
esclarecedor y decisivo en el actual universo de la argumentación jurídica, universo que ha
experimentado un importante desarrollo en las tres últimas décadas con los aportes de muy
diversos pensadores y escuelas4. Esto supone analizar detenidamente la posibilidad de
asentar el razonamiento jurídico en general sobre argumentos del tipo “pareto-eficientes” o
“Kaldor-Hicks-eficientes”, como propone Richard Posner.
Entiendo que esta segunda cuestión es de vital importancia, puesto que contribuirá a
precisar qué tan valiosa herramienta puede resultar el AED para jueces, juristas y
profesionales del Derecho que toman parte activa en la construcción del actual discurso
jurídico, más allá, por supuesto, de la hybris posneriana de concebir el AED como una
2
No obstante el peso de Richard Posner dentro del AED, y particularmente del enfoque normativo,
Ínigo Ortiz de Urbina Gimeno se queja de “las precomprensiones en contra del AED”, tan fuertes que
en ocasiones “se procede con omisión de las más elementales normas de debate académico… se
juzga a todo el AED por las aportaciones que unos pocos autores (i.e. Posner) realizaron hace ya
algunos años, sin tan siquiera pararse a considerar la evolución de su pensamiento…”. Véase AA.VV.
“Observar la ley.Ensayos sobre metodología de la investigación jurídica” (Edición de Christian
COURTIS, Prólogo de Manuel ATIENZA), Madrid, Trotta, 2006, pág. 322. El artículo de Ortiz de
Urbina Gimeno es a mi juicio uno de los más equilibrados y prudentes que haya sido escrito en el
ámbito hispanoamericano en defensa del AED. Sin embargo no puede negarse que el desarrollo del
enfoque normativo del AED es obra exclusiva de Richard Posner: nadie como él ha intentado sentar
las bases del AED como una verdadera teoría moral y hasta hermenéutica del Derecho. Véase al
respecto uno de sus últimos artículos: “El Análisis Económico del Derecho en el Common Law, en el
sistema Romano-Germánico, y en las naciones en desarrollo”, en Revista de Economía y Derecho,
Vol. 2, Nº 7 (Invierno 2005), pp. 7-16.
3
Véase Carlos Diego MARTÍNEZ CINCA: “Fundamentos y límites de una economía de la justicia” en
Philosophia (Anuario del Instituto de Filosofía de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad
Nacional de Cuyo), año 2003, págs. 78 a 135, y “La Escuela de Chicago. Segunda Parte: Richard
Posner y el enfoque economicista de la justicia” en Serie Estudios, n° 7, Sección Humanística, año
2006, Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad Nacional de Cuyo, 24 págs.
4
Para una visión de conjunto del panorama actual de las Teorías de la Argumentación Jurídica y de
la Hermenéutica Jurídica en general, véase VALLET DE GOYTISOLO, Juan: Panorama general de la
interpretación jurídica, en ZULETA PUCEIRO, Enrique. Interpretación de la Ley. Casos y materiales
para su estudio. La Ley, Bs. As., 2003, pp. 161-197. También VIGO, Rodolfo. Interpretación jurídica
(del modelo iuspositivista decimonónico a las nuevas perspectivas). Rubinzal-Culzoni, Bs. As. 1999.
2
verdadera teoría moral, en sentido estricto, y cuyas contradicciones ya he puesto de
manifiesto en un trabajo anterior5.
Al comienzo de su “obra fundacional” publicada por vez primera en los años setenta
(la sexta y última edición data de 2003), Richard Posner sostiene que el supuesto central del
AED es que el hombre se comporta como un sujeto que maximiza su utilidad en todas las
áreas y aspectos de su vida, no solamente en los llamados “asuntos económicos”, sino
también en otros que nada tienen que ver –en apariencia- con la Economía, y retrotrae el
origen de este supuesto a los estudios de Jeremy Bentham, “aunque haya recibido poca
atención de parte de los economistas hasta los estudios de Gary Becker entre 1950 y
1960”6.
“…Cuando el tiempo y los recursos para alcanzar un fin son limitados y susceptibles
de usos alternativos, y se pueden distinguir los fines en orden de importancia, su
conducta necesariamente adopta la forma de una elección… tiene un aspecto
económico…”7
1.- Sólo los individuos implicados en una transacción saben qué es lo mejor y lo que
les conviene a ellos.
2.- Dichos individuos deben elegir entre cursos alternativos de acción (o formular
elecciones valiosas).
5
Véase el segundo trabajo citado en la nota 2.
6 7
POSNER, Richard. Economic Analysis of Law. New York, Aspen, 2003, pág. 4.
7
ROBBINS, Lionel. An Essay On the Nature and Significance of Economic Science, 1932.
8
BECKER, G.S. The Economic Approach to Human Behaviour. Chicago, University of Chicago Press,
1976, pág. 9
3
3.- Para ello es posible “ponderar” tales cursos de acción por medio de unidades
numéricas que “midan” los costos y beneficios de tales acciones o conductas.
5.- Los individuos, a lo largo del tiempo, buscan maximizar sus beneficios netos
eligiendo aquellas actividades que les aseguran los mayores beneficios a los menores
costos (donde la curva del costo marginal corta o iguala a la curva del ingreso marginal, se
puede afirmar que el individuo ha maximizado su beneficio).
6.- En diversos contextos de la vida en sociedad, los individuos interactúan con otros
en la elección de los niveles y cantidades de transacciones de tal modo que se da un
“equilibrio general de mercado”.
8.- Por último (un supuesto decisivo para el AED), la eficiencia de una determinada
situación de equilibrio puede deberse, en parte, a la normativa legal aplicable a las
alternativas entre las cuales los individuos deben escoger, porque tales alternativas
acarrean costos y/o beneficios legales que deben computarse a la hora de elegir.
“la asunción básica de que la conducta humana sea racional parece contradecirse
con las experiencias y observaciones de todos los días... los presupuestos de la
teoría económica son unidimensionales y más bien pálidos cuando se los toma como
descripciones de la conducta humana, y especialmente de los actores económicos
no convencionales que encontramos en el análisis económico del derecho tales
como jueces, abogados, criminales…”9
9
POSNER, Richard. Op. Cit., pág. 17.
10
POSNER, Richard. Ibidem.
4
Toda indagación que aspire a cierto grado de cientificidad, sostiene Posner, debe
proceder por abstracción. En este sentido, la Ley de Newton sobre la caída libre de los
cuerpos es también irrealista desde el momento en que postula la caída de los cuerpos en el
vacío, y sin embargo es todavía hoy una teoría útil “porque predice con razonable precisión
el comportamiento de un amplio espectro de cuerpos que caen en el mundo real”. De modo
semejante, el AED no captura toda la complejidad, riqueza y confusión de los fenómenos
jurídicos que pretende iluminar, pero
No cabe duda que las hipótesis con las que se construye un determinado modelo
deben por fuerza ser irrealistas, desde que tales hipótesis son términos teóricos, no
empíricos. De este modo, lo importante desde el punto de vista metodológico es preguntarse
si es posible deducir implicancias que corroboren las hipótesis hechas de términos teóricos,
términos que postulan, en definitiva, la existencia de entidades no observables. Gregorio
Klimovsky y Cecilia Hidalgo sostienen al respecto que constituye un verdadero prejuicio
metodológico creer que la única manera de proceder rigurosamente en investigación
científica sea “restringirse al uso de hipótesis de carácter descriptivo, del tipo de las
generalizaciones empíricas”12.
Pero según Posner esto no significa que el científico disponga de la más amplia
libertad para asumir cualquier supuesto téorico. En su opinión existen tres importantes
criterios para evaluar la validez de tales supuestos.
Un segundo criterio está dado por el poder predictivo de la teoría construida sobre
tales supuestos, y también en esto el enfoque neoclásico ha tenido su gran cuota de éxito,
aunque con cierto dramatismo en los últimos tiempos, según Posner. Los efectos de la
desregulación de las aerolíneas norteamericanas, por ejemplo, o de las economías
comunistas del centro-este europeo tuvieron los efectos que los economistas habían
efectivamente predicho. En particular,
“…los resultados del comunismo han confirmado reiteradamente las predicciones del
análisis económico, tales como que la regulación de precios genera mercados
11
POSNER, Richard. Ibidem
12
KLIMOVSKY, G. – HIDALGO, C. LA INEXPLICABLE SOCIEDAD. Cuestiones de epistemología de
las ciencias sociales. Buenos Aires, A-Z editora, 1998, pág. 125.
5
negros y desabastecimiento, que la competencia y la libertad de mercado promueven
la productividad, y que la propiedad privada alienta la inversión…”13
Finalmente el tercer “test” que una teoría científica debe superar es su aptitud para
asumir las consecuencias que su intervención efectiva provoca en el mundo de la acción. El
ejemplo (o anti-ejemplo) de esto lo constituyó, en forma dramática, la bomba atómica, que
demostró al mundo que la moderna teoría atómica no era una mera especulación teórica
más en torno a entidades invisibles. Y en esto también la teoría económica ha logrado
ciertos éxitos, “si bien más modestos que los obtenidos por las ciencias naturales”, porque
“…los economistas han creado nuevos métodos para calcular el precio de productos
financieros, entre otros, nuevas estrategias de negocios financieros, nuevos métodos
de compensación laboral y ejecutiva, y nuevos métodos regulatorios como subastas
por medios electrónicos y derechos de contaminación negociables. Tales
intervenciones han funcionado bien, y sugieren que la teoría económica es algo más
que puras matemáticas…” 14
Como puede advertirse, los dos primeros criterios señalados por el jurista y
economista de Chicago son de índole estrictamente epistemológica, en tanto el tercero se
insinúa como un cierto criterio axiológico o valorativo. Sin embargo este último resulta un
criterio algo ambiguo, porque en cierto modo mezcla la validación moral (cuando denosta la
teoría atómica moderna, o por lo menos el uso que se hizo de ella), con la validación por la
mera aplicabilidad práctica de la teoría, vale decir, por la posibilidad de generar efectos “en
el mundo de la acción” y “asumir” sus consecuencias. Está claro que el análisis económico
ha diseñado herramientas “exitosas” para “negociar el derecho a contaminar”, pero lo que no
está claro y resulta por demás discutible es que tal éxito valga sin más como elemento de
validación moral de una teoría, o, en otras palabras, como validación de una teoría en el
ámbito moral. No debemos olvidar que los “nuevos métodos de compensación laboral y
ejecutiva” que Posner menciona se refieren concretamente a los mecanismos de
“flexibilización laboral” que la ola de neoliberalismo económico trajo a la Argentina en los
años noventa: la reducción del “costo laboral” para los empresarios fue todo un éxito, en la
medida en que vulneraron principios de justicia social amparados por nuestra Constitución.
Esta ambigüedad por mezcla o confusión de criterios morales o valorativos con los
de índole estrictamente epistemológica es una de las grandes debilidades del AED, a mi
juicio. En otra oportunidad tuve ocasión de mostrar que incluso en la evaluación de las
teorías morales es posible, según Posner, establecer criterios de preferencia entre ellas en
función del mayor o menor éxito obtenido en la explicación de ciertos fenómenos o en la
mayor o menor consistencia interna (ausencia de contradicciones, por ejemplo). Pero con
este criterio se torna difícil advertir qué diferencia existe entonces entre teorías científicas y
teorías morales (por cuanto también a las primeras se las puede evaluar en función de
idénticos parámetros)15.
13
POSNER, Richard. Op. Cit., pág. 18.
14
POSNER, Richard. Ibidem
15
Véase MARTÍNEZ CINCA, “La Escuela de Chicago. Segunda Parte: Richard Posner y el enfoque
economicista de la justicia” en Serie Estudios, n° 7, Sección Humanística, año 2006, Facultad de
Ciencias Económicas de la Universidad Nacional de Cuyo, pág. 9 y ss.
6
argumentos Pareto-eficientes y Kaldor-Hicks-eficientes en el campo de la argumentación
jurídica y de la argumentación práctica en general.
Aclarados cuáles son los presupuestos del AED, volvamos ahora al primero de los
problemas que me propuse resolver, vale decir, si es posible abordar el universo jurídico, y
más específicamente la conducta jurídica, desde los supuestos y mediante el método de la
economía neoclásica. En palabras más simples, si el Derecho se puede reducir a la
Economía.
Como dije al comienzo, existe una fuerte polémica en torno al AED (véase nota 1 de
este trabajo), que para muchos autores –tanto defensores como detractores del modelo-
constituye la línea más avanzada del “imperialismo de la ciencia económica”. R. Brenner
atribuye este calificativo a una gran dosis de afán dominador, no exento de cierto
sentimiento de superioridad, propios de una ciencia que ha alcanzado ya su madurez
epistemológica, llegando incluso a afirmar que las lagunas presentes en las restantes
ciencias sociales han favorecido esta expansión por ser la Economía “la reina de las
ciencias sociales”16.
16
Véase BRENNER, R. “Economics. An Imperialist Science” en Journal of Legal Studies, 1980, n° 9,
págs. 179-188.
17
POSNER, Richard. “The Law and Economics Movement” en American Economic Review Papers
and Proceedings, n° 77-2, Pittsburgh, 1987, pág. 1. Las negritas me pertenecen.
18
Véase MARTÍNEZ CINCA, “Fundamentos y límites de una economía de la justicia” en Philosophia
(Anuario del Instituto de Filosofía de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional de
Cuyo), año 2003, págs. 78 a 135.
19
POSNER, Richard. “El Análisis Económico del Derecho en el Common Law, en el sistema romano-
germánico, y en las naciones en desarrollo” en Revista de Economía y Derecho, Vol. 2, nº 7 (invierno
de 2005), pág. 12.
20
POSNER, R. “An Economic Approach to Legal Procedure and Judicial Administration” en Journal of
Legal Studies, 1973, n° 2, pág. 37.
21
POSNER, R. “Economic Approach to Law” en Texas Law Review, 1975, n° 53, pág. 759. En otra
parte señala también que “el más importante desarrollo en el pensamiento jurídico del último cuarto
de siglo ha sido la aplicación de la economía a una cantidad siempre creciente de campos jurídicos”
[“The Decline of Law as an Autonomous Discipline 1962-1987” en Harvard Law Review, vol. 100, n° 4,
7
concluye afirmando: “La primera edición de este libro se publicó tres décadas atrás… y el
análisis económico del Derecho no muestra signo alguno de abatimiento… Como en otras
áreas, quizá llegue el día en que, situado ya en el entramado profundo de la producción de
la ley, deje de ser visto como una disciplina diferente…”22
Oliver W. Holmes y Roscoe Pound pueden parecer hoy, a los ojos de un crítico
contemporáneo, como “ya pasados de moda”, una moda que ahora coloca en la cresta de
su ola a Posner, a Becker, y al AED en general, con la consiguiente sospecha de que, como
toda moda, algún día pasará. Sin embargo, este modo de pensar evita el esfuerzo
intelectual que supone tomar en serio el problema del reductivismo y tratar de establecer en
qué medida la tesis contraria, la autonomía del Derecho y de las ciencias jurídicas, es
también legítima.
págs. 761 y ss. (citado en CRACOGNA, Dante. “Posner y el análisis económico del Derecho” en
Anuario de Filosofía Jurídica y Social (Asociación Argentina de Derecho Comparado), Abeledo-Perrot,
1997, n° 17, págs. 59)].
22 7
POSNER, R. Economic Analysis of Law. New York, Aspen, 2003, pág. 28
23
SUMMERS, Robert S. Essays in Legal Theory. Luwer Academic Publishers, Dordrecht, 2000, pág.
362.
24
SUMMERS, Robert S. Instrumentalism and American Legal Theory, 1982, pág. 112-115.
25
En cuanto al desarrollo y los avances que el AED ha tenido tanto en las universidades como en la
doctrina y jurisprudencia argentinas, puede verse la ilustrativa obra de Horacio SPECTOR
8
Analicemos a fondo, entonces, el problema del reductivismo. Existe la posibilidad
lógica de formular la “tesis reductivista” por medio de diversos enunciados. Dada, repito, la
importancia y el liderazgo intelectual de Posner en esta materia, me atendré a la formulación
lógica que el jurista de Chicago propone.
Dicha tesis, según Posner, puede sintetizarse del siguiente modo: todo el sistema
jurídico norteamericano se encuentra fundado en el principio de “maximización de la
riqueza”26, y es tanto el fundamento del Common Law en cuanto sistema eficiente de
asignación de derechos (enfoque descriptivo) como la única meta que los jueces y demás
actores de dicho sistema deben perseguir (enfoque normativo)27.
¿Puede sostenerse legítimamente esta tesis? Nos encontramos con una primera
dificultad: el principio de “maximización de la riqueza” es postulado como fundamento y
como meta de un sistema jurídico concreto y determinado -el Common Law norteamericano-
cuya extranjería podría llevarnos a una serie de malentendidos si no se conociese a fondo la
esencia y el funcionamiento de dicho sistema. Sin embargo, R. Summers nos recuerda aquí
la definición del notable jurista norteamericano Lon Fuller, aplicable tanto al sistema romano
germánico como al Common Law28.
Fuller definió el sistema jurídico –codificado o no- como «la empresa que persigue
someter una determinada sociedad al “imperio del Derecho” (o “Estado de Derecho”)»,
entendiendo por tal un nutrido y complejo plexo de metas relacionadas entre sí. Tales metas
poseen en su opinión un carácter netamente procedimental, a saber: las normas que
integran el sistema han de tener carácter general, deben haber sido promulgadas (dadas a
conocer públicamente), no deben ser retroactivas, deben resultar claras e inteligibles, no
deben ser contradictorias ni exigir lo imposible, deben mantener cierta estabilidad a lo largo
del tiempo, y deben ser aplicadas en forma congruente con su formulación. Fuller concluía
su razonamiento afirmando que como el derecho del Tercer Reich no cumplía con estos
requisitos mínimos, no podía entonces ser considerado técnicamente Derecho.
Más allá de estas metas procedimentales, existen también fines sustanciales que
actúan como fundamento del sistema. La Constitución norteamericana reconoce claramente
dos, nos dice R. Summers: asegurar la libertad y afianzar la justicia (la Constitución
argentina, como sabemos, reconoce expresamente cuatro fines más además de los dos
señalados). Ninguno de estos fines sustanciales, ni de aquellas metas procedimentales
antes señaladas, prosigue Summers, puede reducirse sensatamente a la maximización de la
riqueza o cualquier otro nombre que quiera dársele a la eficiencia económica.
(compliador), Elementos de Análisis Económico del Derecho, Santa Fe, Rubinzal-Culzoni, 2004, y en
particular el capítulo VI: “El Análisis Económico del Derecho en la Argentina”.
26
En el segundo de mis trabajos citados en la nota 2 expliqué qué entiende Posner por “principio de
maximización de la riqueza”, y qué razones lo mueven a otorgarle el carácter de fundamento y meta
del Common Law.
27
“Recapitulando, el principio de maximización de la riqueza implica, primero, una distribución inicial
de los derechos individuales (a la vida, a la libertad, al trabajo) en cabeza de sus dueños naturales;
segundo, la libertad de mercado que permite que dichos derechos sean reasignados, con el tiempo, a
otros usos; tercero, la normativa legal que imita las operaciones de mercado cunado los costos de
transacción son prohibitivos; cuarto, un sistema de remedios legales para disuadir y resarcir la
violación de los derechos; y quinto, un sistema de moral individual (las “virtudes protestantes”) que
contribuye a reducir los costos de las transacciones de mercado…” (POSNER, R. “Utilitarianism,
Economics and Legal Theory” en Journal of Legal Studies n° 8, Chicago, 1979, pág. 127)
28
FULLER, Lon. La moralidad del Derecho. México, Trillas, 1967.
9
consciente la maximización de la riqueza: bastaría con poder demostrar que el sistema
funciona como guiado por una suerte de “mano invisible” que finalmente se sale con la suya
y promueve en todos los casos la eficiencia y la maximización de la riqueza. Economistas
contemporáneos de la talla de Friedrich von Hayek continúan invocando hoy el viejo
argumento, dos siglos después de A. Smith y la Riqueza de las Naciones29.
“No cabe duda que es embarazoso para los sostenedores del análisis económico del
Derecho explicar porqué el Common Law es eficiente. Pero la regularidad empírica
encontrada por los teóricos de la Economía no es ni arbitraria ni improbable como
para que la menospreciemos, al menos hasta que dispongamos de una teoría que
goce de aceptación general y que vincule dicha regularidad con las motivaciones o la
biología de los jueces, litigantes y legisladores…”30
29
En “Utilitarianism, Economics and Legal Theory” cita un pasaje de la conocida obra de Hayek, Law,
Legislation and Liberty (1976), pág. 145: “…el empresario es mejor conducido al beneficio de la
mayor cantidad posible de gente mediante la persecución de su ganancia máxima que si se
concentrase sólo en la satisfacción de las necesidades de determinadas personas. La mano invisible
del mercado lo conduce a la satisfacción de las modernas necesidades de los más pobres hogares
cuando ni siquiera conoce”. Algo similar ocurriría con los jueces norteamericanos: buscando la
“justicia” del caso, la mano invisible los guiaría a la solución eficiente que maximizaría la riqueza
social.
30
POSNER, R. The Economics of Justice, Cambridge, Harvard University Press, 1981, pág. 115. El
resaltado es mío.
10
Quizás por esta razón, en sus últimos escritos Posner haya presentado al AED bajo
un nuevo enfoque, el hermenéutico, desde cuya perspectiva el AED aparece como una
teoría interpretativa del sistema jurídico norteamericano.
Pero entonces surge aquí una clara contradicción con lo que el propio Posner dice
respecto de los supuestos teóricos del AED y su falta de “realismo” en la nota 10 de este
trabajo (“…una teoría que desde sus supuestos buscase equivocadamente reproducir la
complejidad del mundo empírico no sería una teoría –una explicación- sino una mera
descripción…”). El primero de los criterios indicadores de la “cientificidad” de una teoría
señalados por Posner pierde toda su fuerza. El AED no podría tomarse como una
“explicación” del sistema jurídico norteamericano, ni por ende de ningún otro sistema, sino
como una mera descripción de ciertas regularidades empíricas observables en dicho
sistema desde la clave de la eficiencia.
La debilidad del AED como teoría explicativa del Common Law fue puesta de
manifiesto claramente por Ronald Dworkin, a comienzos de los ochenta, como ya dije, en
dos importantes artículos científicos publicados en The Journal of Legal Studies, luego
incorporados como sendos capítulos de una de sus más conocidas obras: A Matter of
Principle. Para Dworkin el talón de Aquiles del AED está dado por el hecho de que Posner y
sus seguidores jamás hayan logrado aclarar por qué la maximización de la riqueza debe ser
considerada una meta social valiosa en la mira de los jueces, desde un enfoque normativo,
o como explicación satisfactoria del funcionamiento del sistema jurídico, desde un enfoque
descriptivo. Todo lo que han hecho, a la sumo, es construir una compleja clave interpretativa
de la evolución de la jurisprudencia norteamericana, pero sin proporcionar los fundamentos,
las razones suficientes de dicha clave.
31
POSNER, Richard. “El Análisis Económico del Derecho en el Common Law, en el sistema romano-
germánico, y en las naciones en desarrollo” en Revista de Economía y Derecho, Vol. 2, nº 7 (invierno
de 2005), pág. 8
11
correlación de este tipo no tiene ningún poder explicativo, a menos que sea
respaldada por alguna hipótesis motivacional que tenga sentido independiente…”32
32
DWORKIN, Ronald. “Is Wealth a Value?” en The Journal of Legal Studies, nº 9 (Marzo 1980). La
cita está tomada del capítulo 12 de A Matter of Principle, Cambridge, Harvard University Press, 1985,
pág. 265. El subrayado es mío.
33
POSNER, R. “Utilitarianism, Economics and Legal Theory” en Journal of Legal Studies n° 8,
Chicago, 1979, pág. 119.
34
POSNER, R. “Utilitarianism, Economics and Legal Theory”, pág. 125.
12
correspondía con la institución de la dote en favor de aquel sui iuris a cuya familia ingresaba
la mujer casada.
Si estos ejemplos arcaicos pueden parecer “forzados” a partir de la lectura más bien
simplista que Posner realiza del complejo fenómeno de la “evolución del Derecho”, otros dos
ejemplos hodiernos analizados por el autor –entre muchos otros diseminados a lo largo de
su obra- generan una impresión similar. Pero permítaseme aclarar, en relación a los
ejemplos anteriores, que si la clave interpretativa de Posner fuese correcta, se impondría
entonces una urgente revisión de toda la bibliografía escrita en Occidente respecto de la
influencia que el Cristianismo ha tenido en la evolución y moralización del Derecho,
particularmente en la supresión de la esclavitud y en la dignificación de la mujer.
La razón de este cambio es, por supuesto, económica, y surge de comparar los
costos y beneficios sociales en juego. En la época de los constituyentes, la sociedad
norteamericana, más bien primitiva y pobre, no tenía una democracia firme y sólidamente
establecida, por lo que los beneficios de la libertad de prensa eran exiguos en relación a los
costos sociales en juego, vinculados estos últimos con la inestabilidad política y la anomia
social. Una vez que la sociedad norteamericana consolidó su democracia y afianzó su
american way of life, en coincidencia con los horrores del totalitarismo vistos en la Segunda
Guerra Mundial, los beneficios de la libertad de prensa se despegaron considerablemente
de sus costos sociales, ya prácticamente nulos. De ahí que la Corte Norteamericana
decidiera proteger con mayor énfasis la libertad de expresión y trabar las demandas por
difamación de la manera antes dicha. Otra lectura semejante hace Posner de la libertad de
culto y de todas y cada una de las instituciones jurídicas fundamentales de la sociedad
norteamericana.
35
Véase al respecto el pormenorizado análisis que realiza POSNER de la libertad de prensa y de
culto en “The Law and Economics Movement” en American Economic Review Papers and
Proceedings, n° 77-2, Pittsburgh, 1987, pág. 7 y ss.
13
hace lo primero, con éxito por cierto, pero jamás hace lo segundo, y sugiere un ejemplo para
mejor entender la diferencia entre una cosa y otra36.
Ahora bien,
“…una correlación de este tipo no tiene ningún poder explicativo, a menos que sea
respaldada por alguna hipótesis motivacional que tenga sentido independiente…
Nuestros estándares para la explicación de la conducta humana requieren de
cualquier postura candidata a una explicación, que ésta lleve a sostener una posición
o bien biológica o bien motivacional. Si una correlación, no obstante segura, no
puede prometer siquiera la expectativa de una conexión semejante –si estas
conexiones no pueden razonablemente ser consideradas ni aun como misterios a ser
develados- se torna entonces una mera coincidencia… ”37
El horóscopo es también una predicción, tanto más factible de éxito cuanto menos
variables maneje a futuro y más ambiguo sea su lenguaje, pero nadie lo tomaría en serio
como posible explicación de la conducta humana.
I. 4. Primera conclusión
36
He cambiado sensiblemente el ejemplo con fines puramente didácticos, ya que el ejemplo de
Dworkin es bastante más complejo.
37
DWORKIN, Ronald. A Matter of Principle, Cambridge, Harvard University Press, 1985, pág. 266.
14
Podríamos, por ejemplo, formular una ley psicológica semejante a ésta: «Las
instituciones del Derecho Civil o Privado se “explican” por la lucha de la conciencia individual
frente a la conciencia colectiva». Podríamos luego ensayar estudios empírico-cuantitativos
para mostrar que el Derecho Civil argentino desde la sanción del Código de Velez Sarsfield
al presente ha avanzado en esa dirección, y no me cabe duda que encontraríamos un sinfín
de reformas legislativas, leyes nuevas y jurisprudencia que avalase la “cientificidad” de la
ley. Los derechos del consumidor, los derechos del niño, los derechos de la mujer… no
habría prácticamente institución alguna del moderno Derecho Civil que no pudiese ser
“explicada” desde esta ley psicológica tan abstracta y tan general, que, precisamente,
porque no dice nada, lo dice también todo. Pero resulta difícil aceptar esta supuesta ley
como una auténtica “explicación” de cualquier institución jurídica. Semejante reductivismo
resulta inaceptable.
Podrá alguien pensar que el AED no pretende tanto, es decir, que más allá de estas
“declaraciones de principios” formuladas insistentemente por Posner, nadie ha llegado tan
lejos como para “vaciar” de contenido al Derecho llenándolo de una lógica económica; que a
lo sumo los analistas económicos sólo pretenden proporcionarles herramientas técnicas a
jueces y legisladores que los ayuden en la consecución del “bienestar general”, suponiendo
que ese bienestar general que nuestra Constitución Nacional reconoce como fundamento
del Derecho tenga algo que ver con la “maximización de la riqueza” que plantea Posner.
A quienes abriguen tales dudas, todavía, les recomiendo que lean el artículo de Íñigo
Ortiz de Urbina Gimeno, citado en la nota 1 de este trabajo, a quien he presentado como un
hombre de juicio equilibrado y prudente, y verán en qué queda transformada la teoría de la
responsabilidad civil –con todas las cuestiones inherentes a ella: la cuestión del daño, de la
relación de causalidad, de los factores de atribución, de la negligencia, culpa o dolo, etc.-
cuando se quiere analizar desde un punto de vista económico, con datos empíricos en la
mano, la alternativa entre un sistema de reposansabilidad civil objetiva o subjetiva en
materia de accidentes automovilísticos. Pero como antes dije, al menos este autor –siendo
un defensor enérgico del AED- tiene la claridad intelectual suficiente como para concluir que
38
ORTIZ DE URBINA GIMENO, Íñigo. Op. Cit., pág. 331. El subrayado es mío.
15
Como vimos, el enfoque normativo persigue “asesorar a los jueces y a otros
creadores de políticas con respecto a los métodos más eficientes de regular las conductas a
través del Derecho” -según Posner-, vale decir, pretende convencer a los jueces y creadores
de normas legales de la legitimidad, utilidad y validez de los argumentos económicos a la
hora de crear un sistema jurídico eficiente.
Abrigo la sospecha –pero sólo es una sospecha, que en cuanto tal sólo puede
confirmarse dialécticamente a través de especulaciones como las que propongo en este
trabajo- que para los defensores del AED no importa tanto si el Derecho –anglosajón o
continental, da lo mismo- evolucionó en el sentido indicado supra: lo verdaderamente
importante es que los jueces y legisladores caigan en la cuenta y se convenzan de la vital
importancia que los argumentos económicos tienen en la “evolución del derecho” a fin de
tornarlo un sistema eficiente, por lo menos de aquí en adelante. Al enfoque normativo le
interesa la incorporación de tales argumentos hic et nunc. La reciente conferencia de Posner
en el XXI Congreso Internacional de Derecho y Filosofía Social, citado en nota 18 de este
trabajo, es una clara muestra del propósito que persigue su indiscutible fundador cuando
enumera las bondades del AED para los países en desarrollo39.
Tales son los interrrogantes que de manera breve y sucinta procuraré responder en
esta segunda sección. Ello supone aclarar en primer lugar qué entendemos por “argumentos
económicos” y qué por “argumentos jurídicos” propiamente dichos.
39
“Un país pobre puede no estar listo para costear un buen sistema legal, pero sin un buen sistema
legal puede ser que nunca llegue a ser lo suficientemente rico como para costear tal sistema… La
creación y diseminación de una regla supone pequeños costos fijos y (al igual que otros bienes de
información) costos marginales insignificantes… Esto significa que la estrategia de crear primero las
normas es mejor cuanto más populosos es el país…”. POSNER, Richard. “El Análisis Económico del
Derecho en el Common Law, en el sistema romano-germánico, y en las naciones en desarrollo” en
Revista de Economía y Derecho, Vol. 2, nº 7 (invierno de 2005), pág. 15
40
BIDART CAMPOS, Germán. Tratado Elemental de Derecho Constitucional Argentino, Tomo II,
Buenos Aires, EDIAR, 1993, pág. 439.
16
sus decisiones son esenciales a un sistema republicano de gobierno o “Estado de
Derecho”41.
Ahora bien, si argumentar o razonar es una actividad que consiste en dar razones a
favor o en contra de una determinada tesis que se trata de sostener o de refutar, la
argumentación jurídica no es algo distinto a esto, sino tan sólo una forma específica de
argumentación dada por el carácter especial de las “razones” de las que se vale dicha
argumentación. Sobre cuáles y cuántas sean estas “razones” no hay en la actualidad un
consenso universal. Con todo, es necesario acudir a alguna exposición sistemática de
dichas razones a los efectos de responder la pregunta que formulé al comienzo de esta
segunda sección: si los argumentos económicos son válidos o no en los dominios de la
argumentación jurídica, y en qué medida.
Las razones morales, tan difíciles de delimitar y precisar en una sociedad pluralista,
hacen referencia comúnmente a la moral social o positiva, vale decir, al conjunto de normas
morales vigentes en una determinada sociedad y en un determinado momento histórico. Por
ejemplo, el concepto de “injurias graves” al que hace alusión el art. 204 inc. 4 del Código
Civil como causal de divorcio requerirá de una valoración moral o razonamiento moral de
parte del juez, atendiendo no a “su propio sentido moral” sino a los parámetros o estándares
morales medios imperantes en la sociedad. Veinticinco años atrás la actitud de la mujer
casada era mirada con ojos más severos, por ejemplo, a la hora de establecer si había
incurrido en una actitud injuriosa respecto de su marido que justificase una sanción legal.
Hoy los parámetros morales han cambiado. Pero es obvio que veinticinco años atrás o en el
presente, el juez debe acudir a razones morales que justifiquen su decisión de establecer si
hubo o no injurias graves de parte de uno de los cónyuges.
41
ATIENZA, Manuel. El sentido del Derecho. Barcelona, Ariel, 2001, pág. 264.
42
ATIENZA, Manuel. Op. Cit., pág. 256.
43
ATIENZA, Manuel. Op. Cit., pág. 263 y ss.
17
Finalmente, las razones políticas tienen que ver con las grandes directrices que
hacen a los asuntos del gobierno, a la administración general, y por qué no, a la política
económica de un país. Creo que el tan controvertido argumento de las “cuestiones no
justiciables” a las que recurrió la Corte Suprema de la Nación en tantas oportunidades a lo
largo de nuestra historia tiene que ver precisamente con estas razones políticas. Un ejemplo
más lejano podría encontrarse en el aval que le dio la Corte Federal al presidente
norteamericano F. Roosevelt cuando éste decidió llevar adelante, en la aciaga década del
treinta, su política económica conocida como “New Deal”.
“El análisis normativo en el Derecho se puede definir como aquel que se preocupa no
de la construcción de razones que apelen a la autoridad legal constituida, sino más
bien de la construcción y evaluación de las razones sustanciales que apelan a
consideraciones sociales, morales, económicas, institucionales, y otras de orden
político o principialista… Las razones sustanciales se pueden agrupar en tres
principales categorías: “razones procedimentales” (goal reasons) –cuya fuerza
justificatoria depende de la eficacia predictiva de aquellas decisiones que se
proyectan para alcanzar metas sociales valiosas-; “razones de rectitud” (rightness
reasons) –cuya fuerza justificatoria no depende de la predicción de los efectos que
puedan tener las decisiones sino de la concordancia de las decisiones que se
proyectan con las normas de la conducta recta aplicables a las acciones pasadas de
las partes o a los resultados de esas acciones-; y “razones institucionales”
(institutional reasons) –que son tanto razones procedimentales como razones de
rectitud pero que remiten de manera particular a los roles institucionales y a la
maquinaria del Derecho…”44
¿Queda algún lugar, entonces, para los argumentos económicos entre las “razones
del Derecho”? Summers responde que los analistas económicos suelen invocar dos tipos de
razones sustanciales: los argumentos denominados Pareto-eficientes y los identificados
como Kaldor-Hicks-eficientes. Veamos de qué trata cada uno de ellos.
Son muchas las discusiones habidas entre los propios economistas en torno a lo que
debe entenderse por optimalidad paretiana u óptimo de Pareto. Confiando en la autoridad de
Richard Posner, diré que una situación es Pareto-superior a otra “cuando al menos una
44
SUMMERS, Robert S. Essays in Legal Theory. Luwer Academic Publishers, Dordrecht, 2000, pág.
368. El subrayado es mío.
18
persona se encuentra mejor en la primera que en la segunda y cuando ninguna se
encuentra peor…”45 A partir de esta definición, podríamos decir que los argumentos Pareto-
eficientes derivarían su fuerza justificatoria de la comprensión de que si se puede introducir
un cambio en la legalidad existente tal que beneficie a una persona sin que se perjudique a
ninguna otra, entonces dicho cambio es aconsejable por el peso propio y específico de la
eficiencia.
Pero como el propio Posner reconoce, las ventajas de tales argumentos son más
bien aparentes que reales, por cuanto a primera vista surge una evidente dificultad
consistente en determinar qué se entiende por beneficiar a una persona y perjudicar a otra,
habida cuenta que no se puede medir la utilidad singular en forma directa, ni existe tampoco
un método seguro de comparación de las utilidades interpersonales, como no sea a través
de las transacciones. A esto se le suma otra dificultad no menor dada por la imposibilidad de
verificar que ningún tercero resulte perjudicado con la nueva asignación, dificultad que
obedece a los altísimos costos en que habría incurrir para obtener la información adecuada.
Si se incurriese en dichos costos, entonces se tornaría ilusoria la optimalidad o eficiencia
paretiana.
Esto implica que los argumentos económicos deben ser considerados como de un
“segundo orden”, es decir, primero habrá que atender a las razones instrumentales, de
rectitud o institucionales de mayor jerarquía, y en segundo lugar, y satisfechas las primeras,
se podrá entrar a considerar las razones económicas propiamente dichas. Sobre esto
volveremos más adelante, pero de momento digamos que esta parece ser una primera gran
limitación a la hora de emplear tales argumentos en sede judicial.
45
POSNER, R. The Economics of Justice, Cambridge, Harvard University Press, 1981, pág. 88. El
autor se encarga de aclarar que otras definiciones son posibles, y que los economistas están lejos de
haber llegado a un acuerdo definitivo en torno a este concepto clave de la economía.
46
Véase KALDOR, Nicholas. “Welfare Propositions of Economics and Interpersonal Comparisons of
Utility” en Economic Journal 49 (1939), 549; HICKS, J. R. “The Foundations of Welfare Economics” en
Economic Journal 49 (1939), 696.
47
POSNER, R. The Economics of Justice, pág. 91.
19
Al respecto dice R. Summers:
En segundo lugar, para que un juez pueda valerse de tales argumentos, debería
contar con la posibilidad de “reasignar la legalidad existente”, vale decir, de modificar,
transferir o extinguir derechos desde una situación ineficiente a otra eficiente.
Surge entonces una nueva dificultad, pues los jueces no siempre tienen dicha
posibilidad. Tomemos por caso las llamadas “acciones declarativas de certeza”, reguladas
por ejemplo en el art. 3 del Código Procesal Civil de Mendoza, cuyo texto reza: “El Poder
Judicial interviene, aun sin la existencia de lesión actual, para declarar la norma concreta
aplicable en el caso planteado, siempre que el peticionante ostente un interés legítimo”. En
los casos en que se ignora a quién corresponde un derecho sobre una determinada cosa,
bastante más frecuente de lo que uno podría imaginar a primera vista (las situaciones de
incertidumbre son comunes en las prescripciones adquisitivas de dominio, en los concursos
preventivos y quiebras, en los contratos de locación sobre una cosa inmueble hipotecada, y
muchas otras situaciones más) el juez no es llamado a modificar la legalidad existente en
aras de la eficiencia, sino simplemente a “declarar” cuál es el derecho aplicable, y es obvio
que no puede valerse de razonamientos Pareto-eficientes sino de aquellas pautas
interpretativas fijadas desde antaño por la doctrina y la jurisprudencia para solucionar los
casos difíciles de interpretación y aplicación de la ley (métodos gramaticales, sintácticos,
históricos, sistemáticos entre otros). Es obvio que un argumento Pareto-eficiente no tiene
nada que hacer en casos como éstos, de modo que su utilización quedaría completamente
fuera de lugar.
Pero suponiendo que las anteriores dificultades pudiesen ser superadas, por tratarse
de un caso en que no intervienen razones de rectitud ni institucionales de peso, y en el que
el juez tenga que decidir entre dos pretensiones contrarias sobre una misma cosa, sería
lícito entonces apelar a razones puramente instrumentales, y en particular, a argumentos
Pareto-eficientes. Sin embargo nuevas dificultades aparecen.
¿Cómo se puede determinar eficazmente que “alguien está mejor que antes”, o que
“nadie está peor que antes”? Una de las partes puede estar mejor en el corto plazo, pero en
el largo plazo puede verse perjudicada, y viceversa. Pero además el propio Posner reconoce
que no puede echarse mano de criterios tan subjetivos como la “utilidad”, el “bienestar” o
cualquier otro sentimiento o “pasión” dada la evidente dificultad de encontrar un baremo
universal que pueda comparar dichos sentimientos. Por ello propone el criterio de
“maximización de la riqueza”, entendido como la asignación de los recursos a quien esté
dispuesto a pagar por ellos su mayor valor en dinero.
48
SUMMERS, Robert S. Essays in Legal Theory, pág. 369.
20
su praxis jurídica no debe llevarnos a confundir el árbol con el bosque, y menos debería
confundirse un magistrado de la República. Lo que se discute en cualquier caso no es sólo
dinero, y una gran mayoría de casos no tiene nada que ver con el dinero. Difícilmente se
encontrará un solo caso de Derecho Penal en que se pueda aplicar un razonamiento Pareto-
eficiente. Difícilmente se encontrará un caso de Derecho de Familia en que, superadas
todas las barreras antes descriptas, pueda echarse mano de la eficiencia. Las razones “de
rectitud” e institucionales son tan fuertes en tantas áreas del Derecho que nunca se
superará la primera dificultad señalada y se estará en condiciones de razonar en favor de la
eficiencia. Parece lógico pensar que sólo en aquellas áreas del Derecho en que impera la
“autonomía de la voluntad” pueden tener algún valor los argumentos económicos.
Por si todo esto fuese poco, queda una última dificultad de orden “político”, si se
quiere, sagazmente identificada por Summers. Los propios economistas carecen de un
criterio unívoco para determinar, en abstracto, el estado de cosas “ex - ante” y el estado de
cosas “ex - post” necesarios para aplicar la regla de Pareto.
49
SUMMERS, Robert S. Essays in Legal Theory, pág. 385
50
SUMMERS, Robert S. Essays in Legal Theory, ibidem
21
nuevo problema: comparar ganancias y pérdidas a la luz de una compensación hipotética.
Todas las dificultades anteriores se potencian en la medida en que ahora se introduce una
tercera variable tan incierta como las anteriores: la hipotética compensación.
22
e) sea posible determinar con claridad y precisión la situación patrimonial de las
partes (medida en dinero) antes de decidir la contienda y no meramente su “bienestar”,
“utilidad” o “felicidad”;
h) el juez disponga de una información mínima y adecuada, a las que las partes
también puedan acceder, que sirva de sustento empírico a las apreciaciones identificadas
en e), f) y g), ya que de lo contrario la sentencia sería atacada por arbitraria.
Una de las tareas que se impone como imperativo intelectual de nuestro tiempo es la
reestructuración y sistematización de las “razones del Derecho”. Probablemente algunos
51
Véase Carlos Diego MARTÍNEZ CINCA: “La Escuela de Chicago. Primera Parte: Fundamentos del
Análisis Económico del Derecho”, pág. 17.
23
jueces ya no sepan distinguir ni jerarquizar argumentos. Quizás parte de la culpa nos toque
a los que hacemos “Filosofía del Derecho”. Valga y bienvenido sea el desafío.
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