Documenti di Didattica
Documenti di Professioni
Documenti di Cultura
http://mariateresacorral.com.ar/ollantay-el-desentierro-del-diablo/
“El folklore de américa esta esperando, que lo descubran las culturas urbanas sin cambiarle su
forma y su mágica dimensión.
Ollantay marcará para la gente joven un rumbo a seguir: estudio, amor, respeto por las fuentes
musicales del folklore andino, fidelidad a las costumbres ancestrales y honradez frente a las
canciones sin dueño.”
Leda Valladares
Viajando por el Norte de Argentina, Chile, Bolivia y Perú, tomamos contacto directo con la
gente y la cultura, a la cual pertenece la música que hacemos. Fue allí donde aprendimos el
estilo musical y el uso de los instrumentos.
Decidimos integrar nuestro repertorio con temas anónimos agregando también composiciones
nuestras y de autores que, basándose en raíces folklóricas, hubieran creado melodías
perdurables.
Durante nuestra gira por Bolivia, en 1977, estuvimos en el Carnaval Orureño, uno de los mas
importantes de América. Allí sentimos que el Carnaval es una de las expresiones mas
populares: tiene vigencia a través del tiempo, impacta por su fuerza, su colorido, y la rara
mezcla de la alegría de los bailes y la tristeza de sus coplas.
La magia de esta festividad nos sugirió hacer una obra, donde la música y el texto reflejaran lo
que habíamos visto.
Es así como del Norte de Argentina aparecen los carnavalitos de comparsa, vidalas y coplas;
del Altiplano Boliviano, las diabladas y las morenadas; de la zona de los Yungas, la saya; y de la
Costa Peruana, la música negra.
Así nació “El Desentierro del Diablo”, que en 1978 y 1979 presentamos en diferentes teatros
de Buenos Aires.
Hemos seleccionado para este disco los materiales musicales que mejor expresan el sentido de
esta obra, adecuándonos a las exigencias y posibilidades propias de un lenguaje
exclusivamente sonoro.
OLLANTAY
Silvia Moguillansky
Jose Maria Arechaga
Jorge Espinoza
Miguel D’Arezzo
Néstor Loret
1 – Pinkillada (0.00)
6 – El obligado (9.29)
J. M. Aréchaga. Bailecito. Trío de charangos, dúo de quenas, ch´ajchas, guitarra, bombo bajo,
bombo.
7 – Moceñada (12.02)
10 – Morenadas (21.40)
Anónimo de Bolivia. Los Cebollitas. Morenada tradicional. Sikus, redoblante, matraca, bombo.
Booklet con Reseña histórica y detalles de los instrumentos en: Sección Música / Partituras
Entrevista
Entrevista a OLLANTAY
En Propuesta Nº 14 – Marzo de 1979
UN CANTO A LA TIERRA
Como su mismo significado lo dice, carnaval: carne vale. Una buena ocasión para dar rienda
suelta a todo lo que durante el año no se puedo manifestar. El carnaval del altiplano difiere en
sentido y forma al que estamos habituados a ver y participar. Ya no se trata de la agresividad
contenida, típica de las urbes, sino de festejar la dicha de la tierra y de la vida. Después
volverán nuevamente al trabajo forzado y a la rutina. Ollantay le canta a ese carnaval de
nuestro norte, Bolivia, Perú, reproduciendo sus fuentes genuinas. Instrumentos y versos tratan
de revivir y retransmitir el sentir de unas gentes diferentes a las de las ciudades, en un anhelo
de desterrar a un diablo que es símbolo de algarabía y contento.
Silvia Moguillansky, Jorge Espinosa, Néstor Lloret, Miguel D´Arezzo y José Arechaga (Pepe)
constituyen este grupo que actuará en Buenos Aires durante varios meses en el Teatro de la
Cortada y que a esta altura ya deben esta evaluando los resultados de su gira por Villa Gesell.
Jorge: - Lo más difícil sería “por qué”. Antes que nada porque somos músicos. Veníamos
tocando para nosotros hasta que llegó un momento en que quisimos hacer algo más serio,
más formal. Eso fue para fines del 74.
Silvia: - El inicio se debió a Néstor, Jorge y Miguel, que fueron incorporando la música andina a
través de viajes.
Pepe: - Más que por la difusión, yo diría que por la motivación que crea el viaje y el lugar.
- Y teniendo en cuenta que nuestro medio no maneja recursos para motivarlo desde acá.
Jorge: - Eso lo ves claramente con la gente que va a los recitales. La que no viajó lo recibe con
curiosidad, los otros lo viven mucho más. Allí la música tiene mucho que ver con el paisaje, con
el hombre. Vive con la persona, se integra mucho más que enchufando un tocadiscos.
Silvia: - No tenemos la idea de traer la música andina hasta acá. Lo hacemos porque nos gusta,
pero sin ser conexión ni puente de nada.
- ¿Cuáles habrán sido las influencias más importantes que recibió el carnaval?
Pepe: - La que vino con la conquista. El cristianismo produjo una combinación entre el
paganismo y la religión cristiana.
Jorge: - Es una semana de piedra libre, donde el diablo sale a la calle y puede hacer cualquier
cosa y donde el último día se saca la máscara y se postra ante la virgen. Así se aplaca la cosa
por todo el año esperando el próximo.
Pepe: - Es un hecho cultural distinto el que abarca a Bolivia, Perú, Brasil, Corrientes o Buenos
Aires.
Pepe: - La diferencia de participación radica en las diferencias que tiene para una y otra
cultura. En la Argentina está prohibido jugar con agua, y para disfrazarse hay que pedir
permiso.
Jorge: - En Jujuy, donde en el año 76 pasamos el carnaval, se sigue festejando pese a que hay
veda. Allí nos hicimos amigos del maquinista del ferrocarril que durante los días de carnaval
tenía que trabajar. Sin embargo el tren no anduvo, chau, se paró.
Pepe: - Pienso que sí, un poco porque la música folklórica está en franca decadencia, no por la
música en sí, sino por cómo se maneja la información y difusión respecto de ella.
Pepe: - Un poco para que haya más gente que lo vea y porque la continuidad del grupo hace
que la difusión sea mayor.
Pocos saben que en el mismo corazón de San Telmo, un barrio generalmente más asociado
con el tango que con el folklore, surgió en los años 80 una efervescente movida de música
autóctona generada por el grupo Ollantay y su espacio/proyecto de enseñanza
“Ollantaytambo”, en la calle Estados Unidos al 541. Ahí, en el taller de luthería y la vivienda
que montó el charanguista Jorge Espinosa, se armaron peñas, clases y veladas que a veces
terminaron con baile y música en la calle… una expresión más del resurgimiento de la
identidad autóctona que empezó a florecer a partir de la vuelta a la democracia.
Uno de los integrantes originales de Ollantay, Silvia Moguillansky, nos recibe con calidez en su
restaurante de cocina regional “La Carretería” (Brasil 656) para compartir algo de su historia
con el conjunto, compuesto por Moguillansky, Jorge Espinosa, Miguel D’Arezzo y otros músicos
que fueron rotando a lo largo de los años 70, 80 y 90.
Moguillansky vive en San Telmo desde el año 78 (“me enamoré de este barrio y nunca más me
fui), poco después de haberse ido de Chile, donde vivió varios años hasta el Golpe Militar en
1973. Desilusionada y triste luego de esa experiencia, cuenta que frecuentaba la Casa
Latinoamericana, un espacio cultural bastante concurrido durante el boom del folklore de esa
década.
Fue ahí donde conoció al “Kolla Mercado”, un charanguista, compositor y docente jujeño, con
quien aprendió a tocar la quena, un instrumento de viento andino. En el año 1975, cuando
Espinosa y los otros integrantes de Ollantay cayeron a la Casa Latinoamericana en búsqueda de
un quenista para incorporar al grupo, ella se ofreció y “a partir de ahí se cruzaron cosas muy
buenas para nosotros”.
El grupo viajó al Norte de Argentina, a Bolivia y a Perú, donde tomaron contacto con las
comunidades y artistas autóctonas y sintieron la inspiración que guiaría su búsqueda musical y
cultural en los años siguientes. A pesar de ser una de las épocas más oscuras de la historia
argentina, Moguillansky recuerda los años de las décadas de los 70 y 80 como uno de los
momentos más especiales de su vida, y de alguna manera de la vida del país.
“El contexto político era muy fuerte y muchas personas vivieron con mucho miedo, pero en
cada uno de nosotros se conjugaron diferentes motivos para hacer lo que hicimos con un amor
que todos pudieron reconocer. Mi interés estaba desde Chile y todo mi dolor de haber dejado
Chile lo traspasé a la música y lo convertí en alegría. Además se sentía muy fuerte en ese
momento todo el tema de la tierra, de estar acercándonos a nuestras raíces”.
El primer disco de Ollantay, editado en 1978 y titulado “El Desentierro del Diablo” estaba
compuesto por cuecas, tonadas, tarkeadas y bailecitos tradicionales, y el grupo lo promocionó
en teatros de Buenos Aires y el interior. A pesar de la represión cultural generalizada, fueron
invitados a hacer presentaciones en la televisión y viajaron por distintas regiones del país.
Inclusive fueron invitados a inaugurar el hall del Teatro San Martín (una fiesta que también
terminó colmando la avenida Corrientes), porque el director del teatro los vio actuar y se
quedó encantado.
“Teníamos esa suerte, aunque después se empezó a dificultar. No hacíamos nada que tuviera
una letra censurada pero con el tiempo se ve que empezaron a cuartar más”. Pero a pesar del
ambiente que los rodeaba, su éxito, reflexiona Moguillansky, lo atribuye “al amor que le
teníamos a esta música”.
En 1982 el grupo fue invitado a Inglaterra e Israel, pero por la Guerra de Malvinas pudieron ir
solamente a Israel y España. Al retorno de este viaje, decidieron inaugurar el taller de
enseñanza Ollantaytambo. Ahí los integrantes principales daban clases de música y se armaban
tocadas donde el grupo llegaba a incluir hasta 30 personas.
“La época era la de los festivales y nosotros organizamos una serie de fechas en la parte
cubierta de la cancha de Boca Juniors a principios de los 80. Era maravilloso, tocaron Baglietto,
el Dúo Salusi, Alfombra Mágica, Markama, entre otros, y se armó una cosa increíble a pesar de
que el sonido era pésimo. Ahí se sintió una energía que después se consagró”.
El grupo grabó varios otros discos, incluyendo “Somos Ollantay, Señores” con el que ganaron el
premio “ACE” (Asociación de Cronistas del Espectáculo), y siguió evolucionando por distintas
etapas, y con distintos integrantes, hasta fines de los 90 cuando cada uno tomó su propio
rumbo. Jorge Espinosa, quin también se hizo conocido como luthier de charangos, dejó el taller
de Estados Unidos en manos de su hijo y hoy vive principalmente en Cosquín, Córdoba.
Moguillansky inauguró el restaurante La Carretería en 1992, primero como una especie de
peña y luego más estrictamente como un emprendimiento gastronómico (en parte porque
quejas vecinales la obligaron a suspender la música), y todavía realiza actividades culturales
como proyecciones de películas y exposiciones de fotografía regional ahí.
Ella continuó sus estudios musicales, conformando otros grupos y proyectos, pero confiesa:
“Tengo un impulso en mi corazón de hacer un reencuentro de Ollantay. Siento que lo que
hicimos fue una de las cosas más lindas que viví, y lo hicimos con tanta pertenencia, tanto
amor, que esos valores merecían ser recordados por nosotros”.
Reflexionando sobre las diferencias entre las tendencias culturales de esa época y las de hoy,
Moguillansky dice que, paradójicamente, la represión política de los 70 y 80 produjo una
búsqueda colectiva “más profunda. En esa época lo que se sentía era una conciencia más
latinoamericana; ahora tal vez sea más argentino con el nuevo resurgimiento del peronismo.
Pero ahora, el sistema capitalista está pegando fuerte en la mente de la gente y ha logrado que
la juventud se fije en otras cosas”.
Sin embargo, esta música y madre reconoce que la búsqueda de la identidad, tanto en el arte
como en la política, se trata de una conciencia y un accionar de todos los días. “Para mí la
identidad es como un hijo, es algo que querés cuidar cotidianamente. Y lo cultural lo asocio
directamente con la identidad. Es la creación, la posibilidad de crear arte, de crear el futuro, la
libertad de crear nuestra propia identidad”.
www.elsoldesantelmo.com.ar
-.-
¡gracias a J. Martin por este aporte... y otros más de Ollantay por venir!
Temas
01. Altiplano (aire de Harawi), El desentierro del carnaval (poema), Pinkillada (anónima,
Bolivia)
01b. Huayno de Italaque
02. Cuequita del Altiplano (cueca)
03. Tatanaka (tonada anónima de Bolivia)
04. Altipampa (tarkeada anónima, Bolivia)
05. Vidala de los indios (anónima de Argentina)
06. El obligado (bailecito)
07. Moceñada (anónimo de Bolivia)
08. Bordadores del gran poder (kantus)
09. Huaynos sayanos (anónimo Bolivia)
10. Son de los diablos (festejo)
11a. Morenadas (anónimo Bolivia)
11b. Danza Diabla (diablada y cacharpaya)
DESCARGAR • Mega
La primera canción que compuse fue El Señor Invierno, por eso desde hace más de 40 años
“llueve en los paraguas / desde el cielo gris”.
Le canté a la Plaza Mayo, donde “los granaderos muy enojados nunca contestan a mi
llamado, pero… las palomitas comen en mis manos”.
Le dediqué un disco entero a Mambrú, “Aquel que se fue a la guerra / montado en una perra
/ la perra se cayó / y Mambrú se escoquiñó!”.
Un día, en el campo, hubo una lluvia de gatas peludas, de todos los tamaños y colores. Bajaban
de los árboles balanceándose como expertas trapecistas. Conmovida, traté de guardar como
pude, tanta belleza… y con el tiempo transformé esas imágenes, en algo parecido a un
homenaje a La gata peluda.
No inventé la murga, pero la incorporé hace mucho mucho tiempo, en mis recitales, para
espanto de directoras amantes del orden y las buenas costumbres.
En el largo ciclo radial A parar la oreja (que transcurrió durante 8 años), chicos y grandes
compartían música, cuentos, y poemas de todas partes, y jugaban a eso: “a parar la oreja”.
Los chicos crecieron, y las aulas del comienzo se transformaron en talleres de acción musical y
reflexión donde actualmente trabajo con adultos: docentes, animadores culturales y grupos
comunitarios; convencida de que todos tenemos derecho a expresarnos y comunicarnos con
lenguajes que nos conecten con lo mejor de nuestra condición humana.
Recorrí mi país, desde el Chaco Salteño hasta Tierra del Fuego, realizando cursos y talleres para
docentes, que denominé “Música y Creatividad”, y recitales de canciones para chicos en
escuelas, teatros y galpones, acompañada de una pequeña banda de tres músicos y de mi
violín.
A partir del año 1969 comencé a producir y editar mis canciones, inaugurando el sello
independiente La Cornamusa. Era época de long play y de casetes que luego se transformaron
en discos compactos.
La Cornamusa supo albergar ediciones de otros músicos y conjuntos como, entre otros, Las
Musinas, el grupo Ollantay, Bola de nieve, Los que iban cantando, Viglietti, el maestro Abel
Carlevaro, y las particulares versiones tangueras de Agustín Carlevaro.
Mis canciones, cuentos, y delirios editados por La Cornamusa en LP, casettes y CD, son (por
orden de aparición):
1°) Vamos a inventar canciones
5°) Y Mambrú?
1°) editado también en Uruguay por el sello Macondo, y luego por el sello Ayuí – Tacuabé
2°) editado también en Uruguay por Tacuabé, y en Méjico por Ediciones Pentagrama
Mi producción discográfica “Como las ramas al árbol”, es una selección de mis canciones para
grandes. En este CD (que realicé con el destacado aporte de Esteban Morgado en guitarra),
reemplazo los paisajes de la infancia por paisajes de vida, donde el amor, el tiempo, y la
memoria, son los protagonistas de milongas y canciones varias.
Recibí de todas estas instituciones, del Fondo Nacional de las Artes, del Collegium Musicum
de Bs. As., de la Fundación El Libro, entre otras, apoyos y reconocimientos que alentaron mis
proyectos y los hicieron posibles.