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Este artículo es copia fiel del publicado en la revista Nueva Sociedad No 242,

n ENSAYo noviembre-diciembre de 2012, ISSN: 0251-3552, <www.nuso.org>.

Cumbia villera: avatares y controversias


de lo popular realmente existente
Pablo Semán

Degradación y violencia: estas eran las notas y la carga de sentido


con que se presentaba la cumbia villera para diversos grupos
sociales, el Estado y parte de los medios de comunicación. Mucho
mas allá de ese registro, este ensayo sostiene que la cumbia villera
puede interpretarse como el vector que expresa y constituye
situaciones que implicaron dolores, adquisiciones, críticas y protestas.
En esta clave, el género adquiere un estatuto crucial: el de punto de
condensación de las experiencias de una parte de los sectores populares,
que interpela también las apreciaciones estéticas, políticas y sociales
de las clases medias y altas y, en especial, las de los intelectuales.

U n verano de 2004, mientras ca-


minaba por un barrio de Buenos
Aires añorando el pulso del «carna-
las raíces afro de la música. Cuando
los maestros, fastidiados por la apatía
de los jóvenes –traducida en una fal-
val de rua» que por esa misma fecha ta de cumplimiento sistemático de las
tenía lugar en Río de Janeiro, me en- indicaciones coreográficas–, pararon
contré con un ensayo de murga. Todo para descansar, los chicos cambiaron
resultaba políticamente correcto para la música de los equipos de sonido y
el momento: letras neutralizadas en pusieron «cumbia villera».
su léxico y en sus inflexiones de gé-
nero, que revindicaban gestas popu- En ese instante el compromiso físico y
lares en formatos evidentemente in- emocional con que empezaron a bailar
tervenidos por promotores culturales cumbia subrayó la falta de entusiasmo
de intenciones progresistas, coreogra- con que murgueaban diez minutos
fía ordenada y pretendida fidelidad a antes. Entre la tradición reinventada

Pablo Semán: sociólogo y antropólogo especializado en culturas populares y masivas. Es inves-


tigador del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet), Argentina.
Palabras claves: cumbia villera, neoliberalismo, protesta, machismo, culturas populares, Buenos
Aires, Argentina.
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Pablo Semán

para rescatar «lo popular» y «lo popu- las clases medias y altas y, en espe-
lar realmente existente» mediaba un cial, de los intelectuales cuya condi-
diferencial de apego notable. Tan solo ción interpela (de formas que tendre-
eso bastaría como motivo para aproxi- mos que reseñar de manera sucinta,
marse sociológicamente a la cumbia pero en profundidad). Así, la cumbia
villera, el género musical que miles y villera es un medio de acceso privile-
miles de jóvenes del Gran Buenos Ai- giado a las dinámicas bajo las cuales
res hicieron suyo en el cambio de si- se constituyeron prácticas y emocio-
glo pasado, acompañando las trans- nes de los jóvenes de los sectores po-
formaciones en que se anudaron los pulares. Pero, más aún, el fenómeno
efectos acumulados de la época del y sus interpretaciones son también
neoliberalismo con las protestas que una muestra condensada y vibrante
lo cuestionaron. de los dilemas interpretativos que
afronta la descripción de la experien-
¿Cómo podía ser que ese ritmo acu- cia de los grupos subalternos en la
sado de comercial, repetitivo y vacío, mirada de algunas trayectorias inte-
reivindicador de ilegalidades (y por lectuales que le dedican su atención.
ello, cuestionado por conservadores En ese contexto, me referiré a los orí-
y revolucionarios), repleto de lengua- genes de la cumbia villera, a la forma
je sexualizado y agresivamente ma- en que pueden ser interpretados sus
chista (y por ello, cuestionado por elementos más polémicos (los discur-
mujeres y hombres comprometidos sos de género y la naturalización de
con la perspectiva crítica de género) las «ilegalidades») y al hecho de que
fuese tan estimado? Estas eran las este género musical, como ninguno,
notas y la intriga nada neutrales con supone distinguir el juicio estético
las que aparecía la cumbia villera y del sociológico.
aparece aún en el registro de diver-
sos grupos sociales, del Estado y de ■■ Orígenes
parte de los medios de comunicación.
Tengo para mí que mucho más allá A pesar de lo que pueda imaginarse,
de ese registro, la cumbia villera debe la cumbia no comienza su recorrido
ser vista como el vector que expresa y argentino en los sectores populares.
constituye situaciones que implicaron El género que en su tierra de origen
dolores, adquisiciones, críticas y pro- pasó de estilo folk regional a ser un
testas, y esto le da a ese género musi- símbolo nacional colombiano –y que
cal un estatuto crucial: el de punto de según Peter Wade se «modernizó»1–
condensación de las experiencias de
una parte de los sectores populares,
1. Peter Wade: Music, Race, and Nation. Música
incluido su papel en las apreciacio- Tropical in Colombia, The University of Chica-
nes estéticas, políticas y sociales de go Press, Chicago-Londres, 2000.
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Cumbia villera: avatares y controversias de lo popular realmente existente

llegó a Argentina en la década de formas del rock propias de los sec-


1960 y fue inicialmente seguido por tores medios. En ellas se vehiculiza-
las clases medias. Su implantación ron anhelos que las distanciaban de
en el mundo popular dio lugar a un la historia clásica del rock, que en su
juego de variaciones y apropiaciones apogeo había protestado contra el ca-
locales que acompañó a las genera- pitalismo, la rutina, la serialización y
ciones de argentinos que nacieron la explotación. En el «rock chabón»
a partir de los años 70: una amplia se inscribía la queja de los que su-
serie de inflexiones estilísticas aso- frieron el ocaso del mundo fabril y
ciadas a otros focos de música y de de la presencia estatal, el agotamien-
cumbia (cumbia norteña, peruana, to de las perspectivas de movilidad
santafecina, santiagueña, grupera o social sobre la base de la educación
mexicana y romántica). Vista desde y el trabajo, de los que en definiti-
afuera, se la define como «bailanta», va sentían que se habían quedado en
confundiendo la serie de variaciones una vía estancada.
con los locales en que es ejecutada y
bailada. Desde el punto de vista que Por su tiempo y por su localización
identifica la buena música con la pro- social inicial, los barrios más pobres,
fundidad, la seriedad y el compro- la cumbia villera partía de esa rea-
miso, se la caracteriza como grotes- lidad social decadente en su forma
ca, humorística y picaresca2, vulgar, más aguda: nostalgias apuntaladas
chabacana y poco creativa3. Desde la en la crónica de un presente de ladro-
mirada de quienes siguen este géne- nes/policías, drogas, fiestas y voces
ro, es parte de lo que se llama «músi- «impropias», que conjugaban la crí-
ca tropical», un conjunto que incluye tica con la «simple» narración de la
ritmos heterogéneos, y no necesaria- desesperanza. El mismo plan econó-
mente «tropicales», como el cuarteto mico que empobrecía a los jóvenes,
cordobés y el chamamé. La cumbia conjugado con ciertas tendencias glo-
villera es, en esta sucesión, el efec- bales –desde el ensanchamiento de
to de una encrucijada singular: la de
una generación que, nacida o criada
2. Jorge Elbaum: «Los bailanteros. La fiesta ur-
en el Conurbano bonaerense, vivirá
bana de la cultura popular» en Mario Margulis
una situación de cambios traumáti- y otros: La cultura de la noche. La vida nocturna de
cos y, al mismo tiempo, dispondrá de los jóvenes en Buenos Aires, Espasa Hoy, Buenos
Aires, 1994, p. 194.
nuevos e ingentes medios para pro- 3. Alejandra Cragnolini: «Reflexiones acerca
ducir y acceder a la música. del circuito de promoción de la música de la
‘bailanta’ y de su influencia en la creación y
recreación de estilos» en Irma Ruiz, Elisabeth
Un poco antes de que surgiera la cum- Roig y A. Cragnolini: Actas de las ix Jornadas
Argentinas de Musicología y vii Conferencia Anual
bia villera, los jóvenes de los sectores de la aam, Instituto Nacional de Musicología
populares se apropiaron de ciertas Carlos Vega, Buenos Aires, 1998, p. 295.
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los incentivos al ocio y el consumo periodistas e intelectuales. Por eso se


hasta el tipo de drogas que se puso subraya su relación con sellos disco-
de moda–, generó un cierto tipo de gráficos especializados y, por ende,
bohemia en los estratos sociales en capitalistas de la industria cultural.
los que, otrora, la salida del sistema Pero esa mirada implícitamente je-
educativo (finalizado o no el ciclo rarquiza los fenómenos y los recibe
secundario) implicaba un paso rápi- como importantes cuando en reali-
do al proyecto de las obligaciones: el dad los registra tarde y lejos de al-
trabajo, la familia, la casa. Esa bohe- gunos de sus epicentros: cuando lle-
mia se alimentaba de desempleados gan a la ciudad de Buenos Aires. Aun
estructurales o de jóvenes que gana- cuando la cumbia villera y los géne-
ban tan poco que no podían formar ros tropicales (esa fue la catalogación
una familia, pero sí podían ampliar genérica que recibió la cumbia en su
o modernizar su consumo. deriva argentina) estuvieron siempre
en la televisión, en el espacio públi-
Pero la cumbia villera también es el co nacionalizado, también debe de-
producto de otro cruce no menos de- cirse que, desde el inicio, estuvo en
terminante. Hay un fenómeno que se los barrios. Perder de vista esta cues-
manifiesta con fuerza en la actuali- tión es como cortar el hilo que liga
dad, pero que se insinuaba ya en los las protestas sociales que se dieron
años 90: la aparición de tecnologías desde los inicios del menemismo
que desintermedian el proceso de en el «interior» y en el Gran Buenos
producción, consumo y reproducción Aires con las que conmovieron a la
de música. El desarrollo tecnológi- Capital Federal en 2001 y declararse
co y la misma concepción económica asombrado por estas últimas como
que excluía socialmente a los jóvenes si no tuvieran ningún antecedente.
les permitían comprar importados La cumbia villera parece, desde ese
y relativamente baratos los instru- punto de vista, algo que ocurría en la
mentos de producción y grabación capital argentina de la mano de po-
de música. A partir de ese momento derosas empresas culturales: sellos,
se vuelve más fácil tocar –incluso en canales de televisión, locales baila-
público, en fiestas, salones barriales, bles. Pero tanto como este aspecto de
actos comunitarios–, grabar y poner la cuestión debe ponderarse el hecho
en circulación la producción musical de que en el Conurbano bonaeren-
en radios de baja frecuencia. Cuando se se multiplicaban las bandas, los
se narra superficialmente la historia locales de baile y las radios: lo visi-
de este género, se ponen en primer ble en la Capital Federal no era más
plano las escenas en las que este fe- que una de las expresiones de un fe-
nómeno se concretó a la vista de las nómeno que, observado desde otro
clases medias a las que pertenecen ángulo, mostraba una masividad y
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Cumbia villera: avatares y controversias de lo popular realmente existente

un tipo de arraigo que no todas las algunas mujeres registran la presen-


propuestas musicales del momento cia de esas letras como una ofensa e
lograron. Así, en el cruce de situacio- incluso algunos varones están dividi-
nes económicas, generacionales y tec- dos entre la vergüenza y el descaro de
nológicas, se habilitó la posibilidad sostener esas expresiones como prác-
de engendrar una versión de la cum- ticas de imposición. Pero no es menos
bia que, en un sentido sociológico, no cierto que otras mujeres le otorgan el
fue cualquier música, sino una músi- sentido de una broma o un juego de
ca que acompañó la constitución so- burlas en el paroxismo de las expre-
cial de una generación y le dio una siones, lo que sería el índice mismo
forma de obrar e inscribirse en la so- del humor y no de la gravedad de la
ciedad4. expresión. Otras, finalmente, pueden
incorporar, desde una perspectiva
■■ Agresiones de género bastante centrada en intereses propios
y sexualidad y conscientes, las actuaciones de una
solicitación erótica a la que ellas se
Uno de los aspectos que más han lla- avienen con voluntad y con recaudos.
mado la atención en la cumbia villera La cuestión no es para nada sencilla:
ha sido lo que puede presentarse como estamos diciendo que expresiones
la vulgaridad y el machismo agresi- que tienen a nuestros oídos sentido de
vo de sus letras. Las canciones abun- insulto de género no lo son tanto en el
dan en referencias a prácticas sexuales contexto de circulación y apropiación
que suscitan sistemáticamente las si- de la cumbia villera. Si esas letras no
guientes interpretaciones: son solo un insulto, ¿en qué grado lo
son y que más representan?
- tales prácticas expresan una impo-
sición y una cosificación de la mujer Para responder a las dos preguntas, es
o, en la interpretación más atenua- preciso ampliar la descripción de la es-
da, una actividad femenina que solo cena y hacer intervenir otros factores
se desarrolla en función del deseo y otras distinciones. Cuando escribí,
masculino;

- los sujetos que hacen estas referen- 4. Ese tipo de articulación entre lo musical
cias parecen dar vía libre a todo tipo y lo social, entre movimientos de la socie-
dad y géneros musicales (o temáticas y tonos
de impulsos. transversales a varios géneros musicales) es lo
que puede captarse bajo la noción de «músi-
ca de uso» que propone Pablo Vila. V. «Rock
Siguiendo de cerca los hechos –es de- nacional. Crónicas de la resistencia juvenil»
cir, la forma en que los jóvenes bailan en Elizabeth Jelín (ed.): Los nuevos movimientos
sociales/1. Mujeres. Rock nacional, Biblioteca Po-
y escuchan cumbia villera–, se llega lítica Argentina No 124, Centro Editor de Amé-
a verdades diferentes. Es cierto que rica Latina, Buenos Aires, 1985.
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junto con Pablo Vila, Troubling Gender, posición es imposible no ver como
surgía permanentemente la tentación degradación una contemporaneidad
de interpretar de modo idiosincráti- que se destaca por poner en el centro
co, por particularidades argentinas, de los intereses vitales, de forma ex-
la «fijación en los temas sexuales»5. plícita, el sexo y sus mil variantes. Y
Incluso nos salían sin control cate- no se puede entender nada de lo que
gorías patologizantes que situaban ocurre en la cumbia en cuanto a las
el fenómeno en términos de una «ob- relaciones entre géneros si no se capi-
sesión». Y no nos dejaba satisfechos taliza como percepción de que, para
el hecho de que esos análisis se ali- los jóvenes de menos de 25 años, la
nearan tan fácilmente con el sentido sexualidad es más abierta y más plu-
común de la descripción decadentis- ral –al menos en sus manifestacio-
ta y moralista que se afirmaba junto nes públicas–. Lo que es obviado en
con el sentido común de las genera- las percepciones escandalizadas de la
ciones más viejas y con el Comité Fe- cumbia villera es la activación de una
deral de Radiodifusión (que en 2001 agenda sexual, el empoderamien-
había dado orientaciones para no di- to de las mujeres en cuanto agentes
fundir el género y había logrado su de placer propio y de sus partenaires,
bloqueo televisivo, amenazando con poseedoras de una iniciativa y un
sancionar económicamente a los me- interés legítimos6. Pero eso no ago-
dios que lo hicieran). Esa inquietud ta la cuestión sino que la complejiza:
nos hizo ver que el fenómeno no era una parte de lo que se percibe como
privativo de Argentina y, además, insulto de género no lo es, pero otra
nos cuestionaba como enunciadores parte sí lo es y en forma. Y en alguna
pretendidamente universales, efecti- medida lo es como reacción al cam-
vamente marcados por unas edades bio de escenario en que se inscribe
y una educación sentimental, gené- la posición masculina. La cumbia
rica y sexual. Éramos investigado- villera pone en escena un grado cre-
res hombres de clase media, socia- ciente de violencia simbólica porque
lizados en los valores de la música se han visto alterados los viejos pre-
como «compromiso» y de la «eman- dominios en que las mujeres solo
cipación de las mujeres» y en un podían acompañar. La activación de
mundo académico que, salvo excep-
ciones, solo dispone de categorías
5. Troubling Gender: Youth and Cumbia in Argentina´s
que neutralizan tanto las cuestiones Music Scene, Temple University Press, Filadel-
de género como las de la sexuali- fia, 2011.
6. La única reflexión académica referida a esta
dad. Un mundo académico, en defi- cuestión y en estos términos es la que sugiere
nitiva, declarativamente igualitario muy brevemente Eloísa Martín en «La ‘cum-
bia villera’ y el fin de la cultura del trabajo en
y no pocas veces, al menos a la luz la Argentina de los 90» en Revista Transcultu-
de la actualidad, pacato. Desde esa ral de Música No 12, 2008, pp. 1-14.
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Cumbia villera: avatares y controversias de lo popular realmente existente

las mujeres, en el contexto del cues- bilidad que hace que oscilen entre
tionamiento al predominio del an- jugar con la idea de ser «putas» o
drocentrismo, revela la cumbia más «rescatarse»8 –desde una visión mas-
como el escenario de una disputa que culina–, implica una limitación del
de un sometimiento. menú de opciones que da lugar a lo
que puede entenderse como hegemo-
En esas condiciones, una chica pue- nía masculina.
de decir algo que condensa todas las
complejidades que estamos refirien- La problemática de la feminidad en
do: «yo elijo con quién soy puta». los sectores populares no puede ser
Como lo afirmamos en otro texto: pensada en una oscilación polariza-
da y absoluta entre el señalamiento
las seguidoras del género (…) no son «pu- de gérmenes sintomáticamente ubi-
tas», en el sentido propuesto por los va- cuos de «prácticas liberadoras» (afi-
rones, (…) («fáciles», ostentosas, o «vi-
nes al proyecto de emancipación) o
ciosas»). Dejan de ser algo «recatadas» y
la denuncia de «prácticas de subor-
la mayoría de ellas limita el ámbito de su
«liberación» al espacio lúdico de la bai- dinación» que convalidan la domi-
lanta. En ese sentido, algunas chicas jue- nación. Esta polaridad obstaculiza
gan a ser «putas» y ahí reside lo que las la percepción de la construcción de la
letras inculcan y solicitan, pero, tam- feminidad como un proceso comple-
bién, reflejan, como punto de llegada de jo, diverso y localizado social, cultu-
un proceso histórico en el que las refe- ral e históricamente, al anteponer
rencias a la mujer y al hombre en la
como ilusión optimista, o como con-
Argentina contemporánea se han sexua-
clusión pesimista, las categorías de
lizado, se han especificado y jerarquiza-
do junto a las definiciones morales sobre analistas que ignoran sus marcas
los géneros y sus relaciones.7 de época (y el hecho de que estos,
más de lo que se admite, sobre todo
En este contexto, la autonomía de lo cuando los analistas son hombres,
sexual, su «liberación», queda captu- proyectan en la interpretación las
rada en significantes que son parte represiones de su machismo consti-
de una relación de fuerzas. En ellos el tutivo). Cambian mucho las cuestio-
androcentrismo siguen siendo gravi- nes cuando se trata de académicos
tante: no por nada se siguen refirien-
do a las mujeres, por sus apropiacio-
7. P. Semán y P. Vila: Cumbia: nación, etnia y géne-
nes de la sexualidad, como «putas» ro en Latinoamérica, Gorla, Buenos Aires, 2011.
(o con una serie de definiciones que 8. El uso popular de la voz «rescatarse» debe
entenderse como un llamado al orden, extraer-
connotan esa palabra). El hecho de se, cada uno por sí mismo, del desvío (sea este 
que las mujeres no tengan otros tér- alcohol, drogas, el desafío, la desubicación mo-
ral, etc.). No solo debe asociarse a recato sino
minos para referir su posición, y que
a la acción de rescate en tanto salvataje de la
participen de un código de respeta- ruina moral.
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jóvenes que o bien pasaron por una tén todo el tiempo pendientes de su
socialización musical omnívora e mensaje, pero sí porque saben muy
iconoclasta, o bien provienen de una bien en qué sentido es disruptivo y
experiencia de crítica de género en la dónde y cuándo es mejor escuchar
que opera la mirada queer –y, direc- esas letras.
tamente, la caída de muchos prejui-
cios sexuales–: en esas trayectorias Tres fragmentos de letras de cumbia
intelectuales, los preconceptos anti- villera alcanzan para entender la fre-
cumbia (ni siquiera los articulados cuencia con que los análisis afirman
en torno de una lectura simplista de que el lenguaje de este género natu-
su sexismo) no encuentran un terreno raliza la violencia, las ilegalidades,
propicio para afirmarse tan sólida- los «desvíos»10:
mente9.
Del baile me vengo, ¡ay, qué pedo11 tengo!
■■ ¿Música de protesta? / No puedo caminar de tanto jalar12. /
Estoy re cantina13, no tengo vitamina14. /
El análisis social contemporáneo ha Yo quiero tomar vitamina, yo quiero
tomar vitamina. / Me compro una bolsa
hecho dos conquistas contrapues-
y estoy pila, pila.15 (Damas Gratis, «Quiero
tas en relación con la música: de un vitamina» en Damas Gratis, 2000).
lado, la tesis de incorporar la músi-
ca, sobre todo las canciones y las le-
Cumbia, cumbia / esta es mi cumbia
tras, al conocimiento de lo social; de cabeza / esta la bailan los negros / toman-
otro, la antítesis, que llama la aten- do coca y cerveza. / Porque paro en la
ción sobre el hecho de que los usos esquina con mis amigos a tomar un vino /
mayoritarios de la música se vincu- todos me empiezan a criticar / que soy un
lan con el baile y, por lo tanto, fijarse villero, que soy un negro / porque me
en letras que las personas no escu- gusta la cumbia. (Flor de Piedra, «Cumbia
cabeza» en La banda más loca, 1999).
chan supone una generalización in-
debida de las concepciones del mun-
do de los analistas (que en general
no bailan) y presupone la universa- 9. En esta línea v., por ejemplo, Laura Ramos:
«Una vedette anarcocumbiatraba» en Clarín,
lidad de concepciones intelectualis-
21/10/2012, disponible en <www.clarin.com/
tas del mundo. Lo que ocurre con la ciudades/vedette-anarcocumbiatraba_0_79612
cumbia villera impone una síntesis: 0519.html>.
10. El análisis pionero, en estos términos, es de
son los propios cultores del géne- E. Martín: ob. cit.
ro (específicamente, los oyentes) los 11. «Pedo»: borrachera.
12. «Jalar»: inhalar cocaína.
que, sea por adhesión, sea por dis- 13. En este caso, la voz refiere a la turbación
tanciamiento, enfatizan hasta cierto por abstinencia, que lo pone en situación de
«armar bardo», protestar.
punto el valor de las letras, adicio- 14. «Vitamina»: cocaína.
nándolo al del baile. No porque es- 15. «Pila»: energizado.
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Cumbia villera: avatares y controversias de lo popular realmente existente

Somos cinco amigos chorros de profe- la vida cotidiana tal como es, y no
sión. / No robamos a los pobres porque no se sienten incómodos con ellas. Más
somos ratones. / Buscamos la fija16 y entra- aún: en la desvergüenza de esas le-
mos a un banco. / Pelamos los fierros17 y
tras encuentran desafíos, rupturas,
todos abajo. (Los Pibes Chorros, «Los Pibes
provocaciones, tomas de riesgo que
Chorros» en Las manos arriba, 2001).
sustancian tanto la empatía como la
Sin embargo, con lo dicho no está diversión. Así, en este último uso de
nada dicho: ¿qué es lo que se quiere la cumbia villera se rompe con dos
decir y qué es lo que se entiende en polaridades tradicionales en el aná-
estas canciones? Si se asume que la lisis e incluso en el uso de la música:
aspiración declarada de los músicos la distinción entre el «mensaje» y la
de cumbia, e incluso de cumbia vi- música, la diferencia entre los usos
llera, es divertir, debe también elabo- serios y los divertidos. La cumbia
rarse el sentido de esa expresión en se baila pero no se permanece indi-
el contexto en que se dio. Lo prime- ferente a sus letras, da lugar a diver-
ro que se asocia a esa declaración es sión a través de la música y la letra;
la intención de darle motivo al baile, pero también, a través de ellas, da
que a su vez es la posibilidad de la lugar a una mirada, a una forma de
exhibición, del encuentro y de la se- distancia y asombro.
ducción. Incluso debe decirse que el
baile es el espacio de una afirmación En esa descripción del mundo se en-
grupal: nadie va solo al baile sino cuentran rasgos que desafían la nor-
como parte de colectivos de diversos matividad de una parte de la sociedad
formatos (amigos, familiares, mora- por la cual están tomados, también,
dores de un mismo barrio), para los los analistas de las letras. Las expre-
que ganar un espacio privilegiado siones neutrales o favorables al robo,
de control o visibilidad es parte de la al uso de drogas y de armas pueden
diversión. Si alguien piensa que esa interpretarse en dos modos típicos
puede ser una diversión muchas ve- ideales: como expresión de una situa-
ces conflictiva y violenta, acierta: la di- ción de degradación sin mediaciones
versión es, sociológicamente hablan- o como afirmación de una voluntad
do, una cuestión seria. de resistencia que ponía a los cum-
bieros al lado de expresiones políti-
¿Qué es lo que dicen los seguidores de cas idealizadas. Desde el punto de
la cumbia villera acerca de sus letras? vista de la primera consideración, se
Para algunos se trata de letras chocan- trataba de la expresión sin metáfora
tes que hacen apología del delito y por
eso las rechazan. Para otros, se trata
16. «La fija»: el dato exacto.
de una crónica que tiene la virtud de 17. «Pelamos los fierros»: sacamos nuestras ar-
decir cómo es el mundo, de presentar mas.
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de las condiciones de vida impues- coincidir con Svampa, y argumentar


tas por el neoliberalismo (un análisis que el ethos antirrepresivo se disuel-
que pone en el mismo lugar el uso de ve en una falta de caracterización e
drogas, el robo y las armas, es decir historización adecuada, nos alimen-
una visión anclada en los prejuicios ta la sospecha de que eso supone a
de una generación de la clase media la vez la creencia en un único tipo
que tiene con las drogas una relación de politización y un ligero etnocen-
que varios Estados del Cono Sur es- trismo, que confía en una politicidad
tán a punto de superar, para dar una moderna, ilustrada y prescriptiva»19.
idea de lo rápidamente que esa visión
quedará en el pasado). La ventaja de la interpretación de
Alabarces y Rodríguez surge de la
Es como si la pobreza produjese en el suspensión del juicio político (pro-
Gran Buenos Aires una discontinui- pio) a la hora de dar cuenta de la po-
dad de la condición que E.P. Thomp- lítica de los otros (lo cual no quiere
son consideraba universal: como si la decir compartirla ni avalarla, aun-
posibilidad de darle sentido a lo vi- que también implica una base dife-
vido –por más que eso no implique rente para dialogar fines políticos con
un control total de los símbolos que el otro). Esta mirada se abre a la posi-
se aplican para producir sentido– bilidad de existencia de otras formas
estuviese definitivamente bloquea- de política porque objetiva las pro-
da para los habitantes del Conurba- pias y las anula como rasero, mien-
no, reducidos por esa intuición a una tras las mantiene como punto de con-
primariedad mítica. Desde el segun- traste iluminador. Compartiendo la
do punto de vista, podía leerse en las lógica de esa crítica, la interpretación
expresiones antipoliciales de la cum- del sentido con que circulaba la cum-
bia villera, como sostiene Maristella bia villera esta más acá de los sim-
Svampa, una defensa de «un ethos an- plismos (¿revolucionaria o revolto-
tirrepresivo que diluye su potencial sa?): las expresiones de la cumbia y el
de antagonismo y erosión de la do- sentido que les daban sus oyentes no
minación en la medida en que se di- pretendían ser una denuncia progra-
luye en una apología de un modo de mática asociada a la secuencia diag-
vida (el descontrol, la droga, el deli- nóstico-propuesta-propaganda de un
to), mediante la afirmación festiva y
plebeya del ‘ser excluido’»18. Una crí-
tica de Pablo Alabarces y María Cris- 18. M. Svampa: La sociedad excluyente. Argentina
bajo el signo del liberalismo, Taurus, Buenos Ai-
tina Rodríguez a esta visión conduce res, 2005, p. 181.
a una forma más precisa de concebir 19. P. Alabarces y M.G. Rodríguez: «Intro-
ducción» en P. Alabarces y M.G. Rodríguez
el modo de la politización subraya- (comps.): Resistencias y mediaciones. Estudios so-
do por Svampa: «aunque nos tiente bre cultura popular, Paidós, Buenos Aires, p. 56.
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Cumbia villera: avatares y controversias de lo popular realmente existente

grupo político. Pero eso no quiere musical, la intención burlona acom-


decir que se sumergieran en un ple- pañaba este sentido que observa-
beyismo autodegradante, o que se mos en la comprensión de las letras
las debiera rechazar desde el punto de la cumbia villera. La performance de
de vista de un ciudadano de clase los músicos en televisión, exaltando
media alta (que comete otras ilegali- «los vicios» y ostentando sus emble-
dades pero repudia estas). La exposi- mas (desde usar ropas con estampa-
ción cruda tenía el valor ambiguo de dos de hojas de cannabis hasta fumar
denunciar lo que estaba ocurriendo, en los escenarios), o la exageración
de hablar con ironía respecto de las deliberada de los movimientos pél-
exigencias de buen comportamiento vicos asociados al erotismo, se hacía
por parte de una sociedad que indu- con conciencia de que se cuestiona-
cía al mismo tiempo a quebrarlo, de ban normas, pero no sin distancia de
mostrar orgullo por una vida imagi- ese comportamiento «desviado»: se lo
nada como lujuriosa en el uso de dro- subrayaba como tal y se sabía que se
gas, que, a pesar de la marginalidad, hablaba de la realidad. Más aún, to-
era posible. En ese sentido, que exige das estas performances de letra, música
ampliar nuestras nociones de protes- y baile muestran a sus ejecutantes en
ta, la cumbia villera es una música de la conciencia de ser «los de abajo», los
protesta. No da forma a una cosmo- despreciados de siempre, tratando de
visión ni a un programa político pre- afirmarse. Si hasta aquí la evidencia
viamente existentes, pero hace evi- podría acompañarme, creo que en lo
dentes las situaciones creadas por el que resta lo hace bastante menos, pero
neoliberalismo y las subraya y cues- las distorsiones y las rupturas sonoras
tiona por la vía de actos con sentido que pone en juego la cumbia no creo
(como cantar ciertas letras, poner en que sean del todo ajenas a esa inten-
acto ciertos contrasentidos de la dis- ción en al menos dos sentidos. Prime-
cursividad social dominante). Se tra- ro: en el de burlarse de lo esperable y
ta de una forma de protesta que, un lo previsible, introduciendo distorsio-
paso antes de rechazar, denuncia y nes y cacofonías en melodías suaves y
exhibe el hecho cuestionador de su tiernas (según las perciben los músi-
propia existencia a la luz de las pre- cos y seguidores del género; para los
tensiones que exhibe la narrativa de críticos, son melosas). Segundo: en el
lo legítimo y lo válido. No es un re- de apropiarse de los sonidos de van-
chazo casual, sino consciente, aun guardia jugando con una desclasifica-
cuando como protesta no pretenda ción solo en parte posible: la cumbia
ser una expresión militante. villera dialogó, desde el inicio, con el
rock (un género que aspira a ser so-
En ese punto me permito agregar una cialmente superior), pero desde una
conjetura: en el plano específicamente posición de igualdad y no desde la
Nueva Sociedad 242 160
Pablo Semán

subordinación. Estas operaciones se errada): «para nosotros la cumbia es


fueron intensificando con el curso como habrá sido para vos el rock na-
del tiempo y han mostrado un voca- cional».
ción de diálogo musical más amplia
y diversificada: los músicos de cum- ■■ Coda: el juicio estético y
bia villera fueron, de manera «pater- el sociológico
nalista», invitados por ciertos músi-
cos de clase media en la construcción En el plano estético, la cumbia, y en
de sus propios perfiles omnívoros, y especial la cumbia villera, ha sido
los músicos de cumbia, además de tratada con estándares dobles que
acudir al convite, procesaron esos in- permiten rebajarla de forma siste-
tercambios haciendo suyas sonorida- mática. Lo que en una canción de
des y retóricas que inicialmente no Los Beatles se omite como cosifica-
manejaban. La relación crítica con la ción de la mujer, en la cumbia ville-
sociedad no solo ocurría a través de ra no puede dejar de señalarse. Lo
las letras y era, en el plano de la mú- que en cualquier género musical es
sica, tan compleja como o más que en probable y muchas veces buscado
la retórica. (la repetición, la previsibilidad), en
la cumbia es pobreza musical. Lo
Pero hay algo más específico: la cum- que es valorable en cierta tradición
bia villera aparece en la serie de va- musical como la occidental –la com-
riaciones de la cumbia, como dijimos, plejidad, el énfasis en la armonía–,
en una encrucijada social, generacio- se convierte en el caso de la cumbia
nal y tecnológica. Así que en el plano en criterio de exclusión, pero este no
de los diálogos musicales es necesa- se aplica a otras músicas también
rio decir que los músicos de cumbia basadas en tradiciones alternativas
villera dialogaban con las otras for- en las que la repetición es un valor.
mas de cumbia que se producían y Cuando les pregunté a varios ami-
escuchaban en los barrios. Además gos por su disgusto declarado hacia
de un cierto quiebre en muchos sen- la cumbia villera, me encontré con
tidos, había también en la cumbia vi- todos estos motivos, que siempre
llera una apropiación de la historia eran relativizados para distanciar-
de la cumbia. se de cualquier clasismo: para ellos,
también se aplicaban a otros géne-
Sumando todos estos sentidos en que ros que escuchaban otros grupos so-
la cumbia villera significaba rup- ciales, incluido el propio. El punto es
tura y distancia, se entiende lo que que sus disgustos con otros géneros
me dijo una vez un joven que hacía y obras nunca eran declarados: solo
una hipótesis sobre mí (y que no era este y alguno más reciben condena
161 Ensayo
Cumbia villera: avatares y controversias de lo popular realmente existente

pública y, en todo caso, en forma de las exclusiones que se vehiculi-


compensatoria, se allana así el ca- zan a través del uso de esos argu-
mino a otras explicitaciones que mentos. La ansiedad de hacer valer
nos hacen saber que ese juicio críti- por una vez el juicio estético para
co no tiene destinatario exclusivo. sancionar en un plano que solo es
el social (las prácticas de los otros,
El clímax de esta forma de apre- casualmente los subalternos) con-
ciar críticamente la cumbia es el suma una de las formas más in-
siguiente: una operación común consistentes de hacerse cargo del
para cualquier género, la adap- legado de la Escuela de Frankfurt:
tación en el tiempo y el espacio, poner en el lugar de la intervención
en el caso de la cumbia villera es estética disruptiva, reveladora y
siempre degradación. Así, se da el crítica aquello que Theodor Ador-
caso de que sea otra cumbia, por no habría rechazado por vulgar y
ejemplo la colombiana –que antes reaccionario (actuar contra la cum-
recibía todos los estigmas que hoy bia villera como si la salsa y la aho-
recibe la cumbia villera–, la que ra represtigiada «cumbia a secas»
ahora ocupe, en el imaginario in- fuesen obra de Arnold Schönberg
telectual, el lugar de la originali- y la cumbia villera fuese, ella sí, la
dad degradada por el esperpento villana mercancía). Así, en estos
villero. No debería haber dudas: casos en que se reivindica una úl-
ciertos saberes musicales y socio- tima instancia para ejercer la nece-
lógicos, incluso ciertas mímicas de sidad de distinguir lo «bueno» y lo
estos, se prestan legitimidad recí- «malo», se cree poder asociarlo a lo
procamente para producir un jui- progresivo o a lo reaccionario, por
cio que es parte del juego social. ejemplo, y hacer, entonces, sociolo-
Los argumentos de los críticos de gía crítica. Un uso tal de la teoría
la cumbia villera dependen mucho crítica, él mismo ya alienado, rea-
menos de percepciones musicales lizado, como quien dice, por boca
«en sí», de teorías estéticas puras y de ganso, sirve más a la distinción
universales, que de la lógica social que a la clarificación.

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