El Hombre Frente a Dios
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La primera pregunta que registra la Biblia es: ¿Dónde estás tú? Esta pregunta está, en sí misma, llena de interrogantes. Dios sabía dónde estaba exactamente Adán, pues Dios no tiene preguntas para sí; sus preguntas son aquellas que el hombre necesita responder para volver en sí, para recuperar su sentido y adquirir cordura: porque lo humano sin Dios deviene inhumano.
El autor titula la obra El hombre frente a Dios, porque cree que puede ser el principio de una respuesta individual a aquella pregunta antigua, ¿dónde estás tú?, cuyo eco se va repitiendo en cada ser humano. Esta pregunta se puede formular de otra manera: ¿Estamos frente a Dios o de espaldas a Él? No hay un término medio ni una tercera opción. O Dios o la nada. La pregunta primera da vértigo y nos impele a decidir. También el título es respuesta; porque al contestar la pregunta tanto me dice dónde estoy como me interpela sobre ello si no estoy allí.
Antonio López Postigo
Antonio López Postigo. Graduado de Trabajo Social en la Universidad de Cádiz. Posteriormente, cursó estudios de teología en España, en la Facultad Adventista de Teología de Sagunto y en la Faculté Adventiste de Théologie en Collonges-sous-Salève, Francia. Se doctoró en la Facultad de Teología de la Universidad de Valencia. Tiene además un máster en filosofía de la Universidad Católica de Murcia. Ha sido pastor de jóvenes y docente de teología.
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El Hombre Frente a Dios - Antonio López Postigo
Prólogo
Si la humanidad se encuentra colmada de problemas, es a causa de su no comprensión de la vida que debe enfrentar. López resume que el hombre, el individuo, no logrará encontrarse ni descubrir la paz, mientras no reconozca su lugar.
Ante la figura del hombre frente a Dios, no queda más que describir y distinguir el lugar que le corresponde. Cuando el individuo ha tomado el lugar que no le corresponde, entonces solo encuentra fracaso, frustración, dolor, desesperanza y un muro que le señala sus imposibilidades. El ser humano debe estar consciente del tiempo y debilidad física, por ejemplo y cuantos más escollos pueda encontrar en el camino.
En la búsqueda incesante de felicidad, realización y éxito, el hombre se confronta consigo mismo. En este punto es cuando el autor nos brinda de manera simple, poética y sencilla tal como si fuera un diálogo que podríamos tener con un niño que poco a poco comienza a conocer y definir su historia. En esta travesía podemos destacar que el autor ubica al ser humano en su lugar adecuado. El hombre es limitado, es débil e incapaz de solucionar sus problemas mientras no reconozca sus limitantes y tampoco mientras no entienda la necesidad de ayuda sobrenatural que brinda Dios a todo aquel que lo busca y permite su auxilio. Este último aspecto es largamente destacado en la obra.
El hombre hace planes, desafía su propia historia y fracasa. En contraste, el camino más seguro comienza frente a Dios, no al lado ni detrás. Es frente a Dios cuando el ser humano reconoce quién es realmente. Solo de esa manera puede comprender sus deficiencias y debilidades; sin este gesto, nadie puede avanzar en el camino de la salvación y la vida.
El clímax de la obra, en nuestra opinión, está en comprender la historia de la salvación. Allí es donde se centra la obra redentora de Cristo; Dios hecho hombre, Emmanuel. Dios se dio el tiempo necesario para la humanidad, el diseñador, el creador, tal como señala el autor, que Dios haciendo una selfi con el hombre cuando lo creó.
Dios se ha tomado la molestia de buscar al hombre luego del desplazamiento, desde el momento en que los caminos del ser humano se trazaron de manera contraria a los de la divinidad. El alejamiento fue total, a tal nivel que para el hombre le fue imposible la búsqueda de Dios. Por ello es que Dios busca a la humanidad incansablemente con pasión y dedicación. Su intención es fundamentalmente de salvación, porque el hombre quedó perdido y muerto.
Al hombre sólo le es útil estar frente a Dios, así puede reconocerse como un individuo débil y que cuyo destino no es bueno. Quedarse frente a Dios es reconocer que el mortal requiere ayuda, porque no podría recibir ningún socorro sin reconocer su debilidad.
Las ilustraciones de la vida de Moisés y Abraham nos ayudan a visualizar el actuar del hombre caminando con Dios. Abraham experimentó casi el dolor de Dios, sólo que él pudo regresar con su hijo desde el monte; en el caso de Dios fue diametralmente distinto, porque su Hijo debía morir para que el hombre viva y sea feliz.
Dios se interesa en el ser humano, le importa su presente y futuro. Ha sufrido con el dolor humano, ha llorado tanto que sus lágrimas limpiaron este mundo de la impiedad una vez en el diluvio, figura que el autor presenta para ilustrar la intención amante de Dios, incluso cuando quiere borrar las consecuencias del pecado. Pero su muerte en la cruz y su sangre trajo la esperanza para el hombre desplazado y vida para la humanidad muerta.
El diálogo que se observa en cada página es sano y hace bien. Reconstruye el alma, da esperanzas y respuestas a quien las está buscando, y a quienes no la tienen, como aquellos que enfrentan la muerte, por ejemplo. Es en el Dios encarnado que el hombre alcanza su mayor virtud. Sólo en Dios y sus promesas cumplidas y por cumplir que consigue toda satisfacción.
A través de toda la historia desde el desplazamiento, el hombre ha erigido un monumento a su ser, a su trayectoria; limitada, por cierto, pero tan ambicionada. Quedar frente a Dios nos permite romper no solo esos monumentos que se resquebrajan y se anulan con el tiempo, luego de tanto esfuerzo para ser construidos. Quedar frente a Dios también nos permite, como señala el autor, destruir cualquier torre de Babel, que obnubila y distancia. Recordé a Victor Frank y su historia en Auschwitz, que dio origen a su obra, El hombre en busca de sentido
, para Frank, el sentido fue la esperanza del reencuentro, que finalmente no se dio, pero, sin embargo, lo mantuvo en pie con la expectación de no solo despertar al día siguiente, sino que le entregó un motivo para no morir y salir del cautiverio.
El hombre encuentra real sentido cuando está frente a Dios, no de manera soberbia, sino como un ser indefenso, que reconoce su limitación y debilidad. El hombre encuentra su razón de ser cuando al observarse, entiende que no hay nada que le sirva para enfrentar el mañana. El ser humano solo puede tener esperanza en la obra total de redención que Dios y su Hijo; Dios encarnado, Emmanuel ha realizado.
La esperanza tiene su fundamento en el Calvario, fue allí que el Hijo murió y representó al hombre; en ese lugar se presentó como el gran sustituto, cuya acción le permite al individuo esperar no solo como una idea lejana de esperanza sino como algo real presente. Dicha acción le entrega al mortal desplazado un camino seguro y pleno a la vida con sentido y con respuesta a sus inquietudes,
El Calvario es el fundamento y el mayor argumento para la parusía, que traerá no solo el cumplimiento de los anhelos que la esperanza albergó, sino que por fin serán deshechos todos los monumentos que el hombre erigió para sí y romper definitivamente todas las consecuencias que el desplazamiento y definitivamente el pecado provocó en el hombre y también en Dios. En la persona humana porque fue condenada a morir, no porque Dios lo deseara así, sino porque la consecuencia del pecado así lo determina. En Dios, porque debió arriesgar el cielo para realizar el rescate de la humanidad.
No me equivoco