Creatividad al poder
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About this ebook
El autor, apoyándose en una documentación inédita y en su trato cercano con muchos de estos creadores, investiga la industria del entretenimiento y la producción de cultura, el nacimiento y desarrollo de las grandes películas, sus grandes creadores y las agencias de talentos, Hollywood y, en especial, la original contribución de Pixar.
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Book preview
Creatividad al poder - Armando Fumagalli
ARMANDO FUMAGALLI
CREATIVIDAD AL PODER
De Hollywood a Pixar (pasando por Europa)
EDICIONES RIALP, S. A.
MADRID
Título original: Creativitá al potere. Da Hollywood alla Pixar, de Armando Fumagalli
© Lindau srl 2013
© 2014 de la versión española, realizada por ELENA ÁLVAREZ,
by Ediciones Rialp, S.A. Alcalá 290 - 28027 Madrid
(www.rialp.com)
Preimpresión: produccioneditorial.com
ISBN: 978-84-321-4445-5
No está permitida la reproducción total o parcial de este libro, ni su tratamiento informático, ni la transmisión de ninguna forma o por cualquier medio, ya sea electrónico, mecánico, por fotocopia, por registro u otros métodos, sin el permiso previo y por escrito de los titulares del Copyright. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necesita reproducir, fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra.
ÍNDICE
PORTADA
PORTADA INTERIOR
CRÉDITOS
INTRODUCCIÓN
AGRADECIMIENTOS
NOTA A LA EDICIÓN ESPAÑOLA
1. CINE, TELEVISIÓN Y LITERATURA: IMPORTANCIA ECONÓMICA Y POLÍTICA DE LA NARRATIVA*
Ficción, imaginación, consumo
Televisión, cine y desarrollo económico
Industria mediática y mundo político
Relevancia de la dimensión narrativa: el storytelling
La fuerza retórica de un relato: convicciones, mentiras, verdades
El storytelling en el marketing y la política
Las consecuencias profesionales del poder económico
La economía del entretenimiento
El product placement
Los países emergentes
La creatividad como elemento decisivo
2. HOLLYWOOD COMO SISTEMA
Hollywood, entre mito y realidad
El sistema: productores, grandes estudios, agencias, talentos
Los talents: las estrellas
Los agentes
El contrato por paquetes
Las grandes productoras en la época del studio system
Las grandes productoras actualmente
Un sistema de oligopolios
La relación entre cine y sistema industrial
3. EL ALMA DE HOLLYWOOD
Etnias, culturas, identidades
Hollywood y el cristianismo
La huella de la mailroom
Las estrellas: el riesgo de inestabilidad y desesperación
No solo por dinero: el amor al arte y el afán de prestigio en la comunidad
El cine en el alma americana
Por qué Hollywood gana, por qué Hollywood podría perder
4. ENTRELAZAMIENTO ENTRE CINE Y TELEVISIÓN, EN LA INDUSTRIA AMERICANA Y EN LA EUROPEA
Función social de los dos medios
La sectorización de la televisión americana
Ideologización de la televisión americana
Un testimonio: Marta Kauffman, autora de Friends
La leyenda del target comercial
El lenguaje de los dos medios
Del cine a la televisión
De la televisión al cine
Italia y Europa
Qué ha cambiado
El consumo de cine
Lo que falta al cine italiano
5. EL MODELO ALTERNATIVO DE PIXAR Y SU INCREÍBLE ÉXITO
El éxito ininterrumpido de 13 películas: un récord sin precedentes
El encuentro entre ciencia y creatividad: breve historia de Pixar
El conflicto con Eisner, la Disney War y la fusión
Story first
El trabajo en colaboración
No es Hollywood
No hay executives
La calidad como business plan
Personas antes que ideas: la organización de la creatividad
Películas que, a partir de los niños, llegan a todos
Una organización que sigue aprendiendo. Formación y factor humano
BIBLIOGRAFÍA
ARMANDO FUMAGALLI
INTRODUCCIÓN
El desarrollo de la sociedad contemporánea y el proceso de globalización ponen en primer plano, cada vez más, la importancia económica y social del sector empresarial relacionado con la narrativa en todas sus formas. Esto incluye principalmente el cine y la televisión, pero también, indirectamente, la literatura, que alimenta esos dos medios de mayor poder económico. En un mundo tan tecnológico e interconectado como el nuestro, la capacidad de contar historias se ha convertido en una de las competencias personales más enriquecedoras y, al mismo tiempo, en un signo del poder de todo un grupo social, del conjunto de un país entendido como sistema.
Por un lado, es posible que actualmente un recién llegado al mercado narrativo logre hacerse rico en pocos años, como la autora de Harry Potter; pero, más en general, la oportunidad de difundir en la sociedad un determinado punto de vista por medio de grandes relatos se utiliza y se explota cada vez más. El motivo para hacerlo no es solo su repercusión económica (los ingresos de una película americana de gran éxito pueden ascender a muchos millones de dólares), sino también su incidencia cultural, política y social.
Cuando este libro se encontraba en proceso, se publicó, primero en Francia y después en otros países, Cultura Mainstream [1]. Esta obra, resultado de la investigación de Frédéric Martel, ofrece una revisión apasionante de las principales productoras de contenido cultural para el gran público mundial: empresas que llegan a millones, decenas y cientos de millones de personas, si no en todo el mundo, por lo menos en un área geográfica muy amplia. Martel comprende la producción de entretenimiento como elemento integrante de una competición (otros hablarían más bien de batalla) por la afirmación en el contexto global del propio país, con su cultura y su economía: en una palabra, por imponer el propio punto de vista sobre el resto del mundo. Algunos especialistas han llamado recientemente a este fenómeno soft power. De esta premisa surge un viaje que parte de Hollywood y acaba en Al Jazeera, pasando por las series de televisión coreanas, los manga japoneses, o las películas indias de Bollywood, entre otros.
La primera intención de este libro era parecida a la de Martel. Pero hemos preferido concentrar la atención en Hollywood y estudiar con más profundidad los mecanismos creativos, culturales e industriales de la fábrica de sueños más importante del mundo, los que hacen que decida proponer determinados contenidos por encima de otros.
Entrar en los mecanismos de Hollywood y meterse en la vida de sus protagonistas ha supuesto un viaje realmente apasionante. Los auténticos protagonistas de la historia del cine en las últimas décadas son personalidades poco conocidas por el gran público, como Lew Wasserman, David Sarnoff, Jeffrey Katzenberg, Michael Eisner, o Ari Emanuel, entre otros. Espero que la lectura de las páginas siguientes ayude a descubrirlos. Sus vidas y sus empresas suelen ser más emocionantes y más aventureras que las películas que producen. He de añadir que la historia de Hollywood es un tema de estudio muy interesante, porque nos abre a un mundo más amplio que la vida misma, lleno de personajes, historias y anécdotas, muchas de las cuales todavía han sido transmitidas solo oralmente o de manera informal. Espero que el lector pueda comprender lo emocionante que ha sido para mí escribir este libro.
Por otra parte, me gustaría que las reflexiones siguientes ayuden a comprender que nuestra visión de América está a veces demasiado idealizada. Pensamos que es la tierra de la competencia leal, de la separación entre la política y los medios de comunicación, donde la producción de entretenimiento no tiene otro fin que hacer que la gente se divierta, pague la entrada del cine y compre o alquile los DVD. Sin embargo, visto de cerca y con razonamientos sencillos, es fácil descubrir una interrelación entre medios de comunicación y política con múltiples facetas, y con una competencia que tiene más de apariencia que de realidad. La verdadera situación es que en cada campo (cine, televisiones gratuitas y de pago, servicios por cable) se han establecido de antemano las posiciones dominantes y después se han fijado las reglas, jurídicas o prácticas, para salvaguardar esas posiciones. Todo ello se ha hecho manteniendo siempre una apariencia de pluralismo creíble y aceptable. Como guía para analizar estos aspectos, destaca el libro Primetime Propaganda [2] de Ben Shapiro. Aunque su descripción de este tema es cruda y está llena de desencanto, no deja de tener un gran interés.
La industria del entretenimiento tiene hoy en día un peso económico muy importante, sobre todo en países muy desarrollados, como Gran Bretaña y Francia en Europa, o, al otro lado del océano, Estados Unidos, donde constituye probablemente el primer sector empresarial del país. Por este motivo, tiene vínculos muy fuertes con los demás sectores del sistema industrial y con la política. Como se verá en las páginas siguientes, esta última relación no solo existe, sino que además es mucho más estrecha de lo que pueda parecer a primera vista.
El grupo de las Big Six comprende a seis grandes empresas que dominan la creación, producción y distribución cinematográfica. En algunos países son llamadas majors, aunque en América se les llama studios. Son grupos empresariales que se hacen responsables de la financiación y distribución de todo tipo de productos de entretenimiento: películas, DVD, producción y venta de series de televisión. También gestionan redes televisivas, tanto gratuitas como de pago, cadenas de periódicos, radios, editoriales, etc.; algunas poseen además parques temáticos, compañías de cruceros y producen musicales para el teatro. Además, todas están estrechamente relacionadas con el mundo del gran consumo, que produce el llamado comarketing cuando se estrena una película especialmente importante. Por lo menos un par de ellas añaden la conexión con productores de electrónica base, o grupos con intereses en la distribución por cable, compañías de seguros, empresas sanitarias, de tecnología y hasta de fabricación de armas. Así, los financiadores externos que apoyan a las productoras en la realización de una película pueden cubrir la totalidad del panorama industrial y financiero del país. Entran en juego elementos mucho más serios que los caprichos de alguna que otra estrella, o la imaginación de algún director.
Aunque no le faltan puntos débiles, y aunque repite con cierta facilidad algunos de sus errores, Hollywood es como una máquina bien engrasada, por lo que será bastante difícil suplantar el primado del cine americano, por lo menos en varias décadas. Lo han desafiado ya, principalmente, China e India. El primero lo ha hecho de forma inteligente, entre otras cosas porque ha invitado a profesores americanos a impartir cursos en la Academia de Cine de Pekín para formar a sus profesionales de primera fila, los que lanzarán el cine chino a las pantallas de todo el mundo. Sin embargo, los dos capítulos dedicados al sistema de Hollywood dejarán claro lo difícil que es reconstruir su «alma» y un sistema dotado de una fuerza narrativa y comercial del mismo nivel. Es posible conseguirlo, pero será necesario mucho tiempo.
Hace ya quince años que escribí junto a Gianfranco Bettetini un libro que ha tenido amplia difusión[3]. En él destacábamos la importancia de un grupo al que la literatura especializada llama élite mediática, que define las características y los contenidos que transmiten los grandes medios del cine y la televisión. Mi convicción de su relevancia se ha visto reforzada con el paso del tiempo, a medida que avanzaban mis estudios y mi experiencia directa de este mundo, también cuanta más información recibía sobre los proyectos que llegaban a realizarse y los que no[4]. Creo que nos encontramos ante un aspecto de importancia decisiva para comprender la historia particular del cine y de la televisión de cada país. Aunque es indudable que esa historia también está condicionada por factores económicos, relaciones de balance o economías de escala, la influencia de estos aspectos es limitada. Ante todo, esa historia es fruto de decisiones libres, de orientaciones culturales, de la sensibilidad de los autores y directivos que trabajan en este sector. De otro modo, no se pueden explicar cientos de fenómenos como —por poner solo un ejemplo— la presencia internacional que está adquiriendo en los últimos años el cine danés, que proviene de un país muy pequeño cuya lengua es muy poco conocida.
La investigación americana ha empezado a analizar estos aspectos en los últimos años con estudios sobre lo que se llama etnografía de la clase productora o sobre la cultura de la producción[5]. Trabaja con bastante prudencia y lentitud, ya que los métodos de investigación presuponen un gran esfuerzo de formalización, y sus resultados solo son comprensibles para quienes estén familiarizados con ciertos ambientes[6]. Por lo menos, se están dando los primeros pasos.
El papel de la élite mediática también es el punto de vista desde el que comprenderemos la historia de la televisión americana, y la breve historia-descripción del sector audiovisual italiano, del que trata el capítulo 4. Sobre todo el caso americano se presenta como resultado de decisiones culturales y prácticas tomadas por la élite dominante en las primeras décadas de la televisión. Esa élite comprendía al grupo de los creadores de las series que alcanzaron mayor éxito, y al grupo de los directivos, que decidían qué se producía y emitía[7]. Sus decisiones, sin embargo, dependían mucho más de la sensibilidad ética y cultural que de la frialdad de los números.
La historia de Pixar, a la que se dedica el capítulo 5 y último del libro, aparece como la demostración paradigmática de una posición geográfica y cultural externa a los esquemas habituales, que logra llegar a la cumbre de la principal empresa mundial del entretenimiento y tocar los corazones de cientos de millones de personas en todo el mundo. Es cierto que desde el principio contó con el apoyo de un jugador duro y competitivo como Jobs, pero también es verdad que este no tuvo un papel determinante en la historia de Pixar: fue más bien como un escudo protector. Ahora que, para bien o para mal, se habla tanto de diversidad, la historia de Pixar constituye un verdadero himno a los foráneos y a la gente sencilla de todos los tiempos. Es un canto a la normalidad, que destaca entre el brillo mediático precisamente porque se distancia de las reglas oprimentes de lo políticamente correcto. Además, es consolador que Pixar haya afirmado su posición defendiendo valores humanos como la colaboración, la implicación, el respeto a empleados y compañeros, el aprecio hacia los talentos de cada trabajador, que recibe un estímulo eficaz para que los cultive y desarrolle. Esta cultura de empresa ya está creando escuela, a nivel directivo y en la organización de otras empresas, también fuera del sector del entretenimiento.
Emeryville, el tranquilo barrio de las afueras de San Francisco, no muy lejos de Berkeley, ha sido el lugar que, paradójicamente, ha confirmado con los hechos la utopía del 68: la imaginación cambiará el mundo.
Un hilo conductor que recorre todo el libro es que, en mi opinión, el dinero cuenta menos de lo que piensa la mayoría de la gente. A fin de cuentas, son los creadores quienes deciden, porque gozan de mucha más autonomía y mucha más libertad de la que se cree. También lo hacen desde los puestos directivos, porque solo llegan a dirigir realmente las grandes empresas de entretenimiento personas capaces de penetrar en los entresijos de los mecanismos de creación, y de convertirse en buenos interlocutores de quienes desarrollan las ideas. Es la diferencia que encontraremos, por poner un ejemplo de Hollywood, entre Jeffrey Katzenberg y Michael Eisner.
Desde que emprendí esta investigación, hace ya cinco años, tenía en la cabeza el título de Creatividad al poder. Probablemente, aquellos que, a finales de los ’60 y principios de los ’70, se manifestaban contra un mundo gris y burócrata, nunca hubieran imaginado que su eslogan llegaría a realizarse de forma tan diversa a la que soñaban, porque sería en las grandes empresas creativas de difusión mundial. Quería destacar que su utopía se ha cumplido, al menos en parte. Pero el título también quiere mostrar que existe una clara continuidad entre la creatividad y el poder «duro», que siempre ha estado presente en el mundo del entretenimiento[8]. Pero hoy más que ayer, ese poder fuerte mira con mayor interés y presta más atención a la dinámica del soft power. Por eso es urgente comprender en profundidad las empresas del sector creativo, para hacernos una idea cabal del presente y del futuro de cada país y del mundo.
[1] Frédéric Martel, Cultura Mainstream: cómo nacen los fenómenos de masas, Taurus, Madrid 2011.
[2] Ben Shapiro, Primetime Propaganda, Broadside Books, Nueva York 2011.
[3] Se ha publicado recientemente una nueva edición actualizada: Gianfranco Bettetini – Armando Fumagalli, Quel che resta dei media. Idee per un’etica della comunicazione, Angeli, Milán 2010.
[4] Hemos vuelto sobre ello varias veces, por ejemplo en Armando Fumagalli, «L’industria televisiva e il suo impatto sociale», en Gianfranco Bettetini – Paolo Braga – Armando Fumagalli (eds.), Le logiche della televisione, Angeli, Milán 2004, pp. 17-44, y en Idem, «Produzione culturale», en Sergio Belardinelli – Leonardo Allodi (eds.), Sociologia della cultura, Angeli, Milán 2006, pp. 169–192.
[5] John Thornton Caldwell, Production Culture. Industrial Reflexivity and Critical Practice in Film and Television, Duke University Press, Durham and London 2008.
[6] Es muy interesante: Edward Jay Epstein, La gran ilusión. Dinero y poder en Hollywood, Tusquets, Barcelona 2007. Aunque su investigación no partía de demasiadas preguntas metodológicas, el autor ha prestado atención a todos los elementos del fenómeno, abordándolos de forma exhaustiva. Es una de las mejores descripciones de Hollywood como un mundo que engloba aspectos económicos, históricos, culturales, profesionales y sociales.
[7] A propósito de decisiones racionales, en 2011 se estrenó en Estados Unidos la película Moneyball:rompiendo las reglas. Cuenta la historia real de Billy Bean (interpretado por Brad Pitt), directivo de un equipo de béisbol profesional que cambió los parámetros de este deporte cuando decidió sustituir la intuición y el romanticismo por la aplicación de métodos racionales dirigidos a obtener el máximo resultado con el menor coste. En teoría, cualquier presidente general tendría que hacerlo, pero en la práctica no lo hacía ninguno. Cf. el libro que narra la historia: Michael D. Lewis, Moneyball. The Art of Winning an Unfair Game, W.W. Norton, New York 2003.
[8] Sobre las profundas relaciones entre los mass media y el poder político, cfr. Paul Starr, The Creation of the Media, Basic Books, New York 2005.
AGRADECIMIENTOS
Llegado el momento de los agradecimientos, lo primero que he de decir es que todos son sinceros y debidos. A Gianfranco Bettetini, por su renovada confianza en mí a lo largo de tantos años, por haberme introducido en los caminos de la investigación y por haberme transmitido la pasión hacia el mundo mediático. Me ha infundido el deseo de comprenderlo desde una perspectiva profunda, la que él mismo ha tenido siempre. Uno de sus principios hermenéuticos fundamentales es evitar la gran metáfora que comprende los medios como ventanas sobre el mundo (se decía primero del cine, después se extendió a la televisión) y destacar, en cambio, la multiplicidad de aspectos y la importancia de los trabajos de escritura y puesta en forma de que los medios son fruto. Esta enseñanza de Bettetini se encuentra mucho más presente en el libro de lo que probablemente pueda parecer a primera vista.
También he aprendido mucho de Ettore Bernabei: sobre todo, de esa sensibilidad social y «política» (en el sentido más alto y más noble de la palabra) que ha sido la pauta fundamental de su trabajo en televisión. Las conversaciones con él siempre han sido esclarecedoras, me han ayudado mucho a buscar más allá de las apariencias, a prescindir de lo que él llama «teatrillos» y a hacer frente a las preguntas importantes, incluidas las de sentido común, que se hacen menos de lo que sería de desear.
Estoy muy agradecido a tres amigos y colaboradores que han tenido la bondad y la paciencia de leer el libro antes de que fuera entregado a la imprenta. Vincenzo Sabatino lo ha leído en una fase intermedia, Paolo Braga y Raffaele Chiarulli en la versión casi definitiva. Los tres me han hecho muchas observaciones y muy útiles. Además, debo a Paolo Braga y a su «olfato» investigador el haberme señalado por lo menos tres o cuatro fuentes (libros, blog, etc.) muy importantes para este trabajo.
Tengo una gran deuda de gratitud con mis amigos americanos. Me han acompañado en la comprensión de los mecanismos de Hollywood y de su gente, con largas charlas que teníamos cuando ellos venían a Italia para impartir clases del master que dirijo, o cuando yo he ido a Los Ángeles o Nueva York.
Mi agradecimiento se dirige en primer lugar a Bobette Buster, una de las consultoras más cotizadas de la industria hollywoodiense y profesora de guión en la University of Southern California. Lleva más de 7 años colaborando con la Summer School de la Universidad Católica, que ha supuesto un ejemplo bastante lúcido de la forma en que Hollywood trabaja las historias. También es una buena fuente para conocer infinidad de anécdotas que se transmiten en la comunidad hollywoodiense y que explican este mundo mejor que muchos tratados. Gracias también a personalidades de primer nivel que me han concedido el tiempo de prolongadas entrevistas, como Randall Wallace (Braveheart, La máscara de hierro, Pearl Harbor, Cuando éramos soldados), David Seidler (Tucker, El discurso del rey) y John Truby, uno de los «gurús» del guión a nivel mundial. Gracias por las entrevistas, breves pero significativas, que me han dedicado el guionista Bill Marsilii (Déjà vu), el productor Ralph Winter (X-Men), y el diseñador de sonido Chris Newman (ganador de tres Óscar), de El Padrino y Amadeus, y de decenas de películas más.
Pero mi agradecimiento se dirige también a personas menos famosas que me han ayudado a comprender mejor el funcionamiento del cine y muchas tradiciones, historias y costumbres de su mundo: las guionistas Barbara Nicolosi Harrington, Karen Hall, Judy Rothman Rofé, Barbara J. Garshman (neoyorkina, varias veces nominada al Emmy, que, como Woody Allen, se encuentra mal en cuanto aterriza en Los Ángeles); a Gregg Helvey, joven director cuyo corto ya ha sido candidato al Óscar; a la consultora Laurie Hutzler, que junto a Paul Haggis ha obtenido un par de éxitos mundiales; a la profesora Simonetta D’Italia Wiener, que me ha introducido en el mundo neoyorkino. Gracias en fin a tantos amigos y conocidos, algunos jóvenes que luchan por hacerse un sitio y que me han contado sus experiencias y detalles sobre la forma de trabajar en este sector.
La esencia de estos relatos ha terminado sobre todo (aunque no de forma exclusiva) en el capítulo 3 y especialmente al final de este. En todo caso, yo soy el único responsable del punto de vista adoptado, de la síntesis final y de las opiniones que se expresan en el texto.
Por lo que respecta a mi visita a Pixar, tengo que dar las gracias a Elyse Klaidman, directora de Pixar University, por la cordialidad con que me ha acogido y por haberme regalado una parte importante de su tiempo. Lo mismo he de decir de Adrienne Ranft, que ha sido mi guía en la visita a la sede de Emeryville. Gracias también por su tiempo y su generosidad a Jim Capobianco, Nate Stanton y Derek Thompson, del story department, por la paciencia con que han respondido a todas mis preguntas.
La forma definitiva del libro también responde a los contenidos de un curso de doctorado que he impartido en la Universidad de Navarra durante los últimos años. Entre otras cosas, me ha permitido disfrutar de la imponente dotación de su biblioteca. Debo dar las gracias por haberme invitado en todas esas ocasiones a José Javier Sánchez Aranda, a Ruth Gutiérrez Delgado y a todo el Departamento de comunicación audiovisual de esta universidad con sede en Pamplona.
Airaldo Piva, de Hengdian Group, me ha prestado una ayuda fundamental para poder introducirme en el mundo chino: gracias por haber organizado una serie de encuentros en Shanghai, Hangzhou y Hengdian. Me han dado la oportunidad de conocer a personalidades del calibre de Ni Zhen, mentor de Zhang Yimou y guionista de La linterna roja (Raise the Red Lantern, 1991); Xue Xiaolu, guionista y directora, además de profesora en la Academia de Cine de Pekín; con la directora y guionista chino-australiana Pauline Chan; y con directivos de los impresionantes estudios Hengdian. Tales entrevistas en China han sido fundamentales para comprender hasta qué punto y con cuánta seriedad están trabajando con el cine.
De vuelta a Italia, es debido un fuerte agradecimiento a Luca Manzi, a través de quien se produjo mi primer contacto con los realizadores de cine y televisión, cuando él dirigía, siendo aún muy joven, el departamento de desarrollo de guión de Lux vide. También él ha tenido experiencias intensas y significativas con Hollywood, sobre todo ahora que está a un paso de la producción el guión que ha escrito junto a David Seidler, con Frank Marshall en la producción y Roger Donaldson a cargo de la dirección. De entre el personal de la Lux vide, gracias a Luca Bernabei, Sara Melodia, Luisa Cotta Ramosino, Valentina Pozzoli, entre muchos otros. Las tres últimas citadas son exalumnas, y con todos colaboro desde 1999. Trabajar con ellos siempre ha sido un placer, porque se aprende constantemente, y para un profesor constituye una gran satisfacción poder aprender de sus propios alumnos.
El número de amigos y de compañeros italianos a los que estoy agradecido es demasiado amplio. Por lo menos, doy las gracias a Francesco Casetti, que tras muchos años en la Católica de Milán es ahora profesor en Yale, por un par de referencias bibliográficas fundamentales. Por haber compartido conmigo sus opiniones sobre la industria del cine y la televisión italiana, también doy las gracias como mínimo a Alessandra Alessandri, Marco Alessi y Roberto Amoroso, de Sky; Tinny Andreatta, de Raifiction; Francesco Arlanch, Antonio Autieri, Francesco Balletta, Salvatore Basile y Carlo Brancaleoni, de Raicinema; Mussi Bollini, de RaiGulp; Alessandra Caneva, Gianfranco Cordara, de Disney Publishing; Lucia Cereda, de Medusa; Laura Cotta Ramosino, de RaiUno; Alessandro D’Avenia, Saverio D’Ercole, de Casanova; Marco Doppierio, de 20th Century Fox; Benedetta Galbiati, de Endemol; Emanuela Genovese, Giorgio Grignaffini, de Taodue; Francesca Longardi, de Cattleya; Nicola Lusuardi, Carlo Micciché y Paolo Paggetta, de Mediaset; Lorenzo Mieli, de Fremantle; Cristiana Nobili, de Disney Channel; Mara Perbellini, Erminio Perocco, Mario Ruggeri, Antonio Stefanucci, Lea Tafuri, Chiara Toffoletto; Alessandro Usai, de Colorado; Andrea Valagussa y Fabrizio Zappi, de Raifiction. También va mi agradecimiento, por los provechosos y enriquecedores intercambios de ideas, a los directores Stefano Alleva, Francesco Bruni, Alessandro D’Alatri, Giorgio Diritti, Renzo Martinelli, Gennaro Nunziante y Massimo Venier.
Al igual que en el caso de mis amigos americanos, vuelvo a destacar que soy el único responsable de las tesis propuestas en el libro. Creo que algunas de las personas a las que expreso mi agradecimiento no estarán de acuerdo con alguna de ellas, pero la dialéctica también forma parte de la belleza de la vida. Me une una gran amistad a muchos de ellos, por encima de nuestras diferentes opiniones y sensibilidades.
Escribir un libro es siempre una tarea ardua. Pero escribir este libro también ha sido para mí una aventura apasionante y divertida en muchos momentos. Deseo al lector que, al pasar estas páginas, experimente al menos una parte del gusto que he tenido yo en redactarlo.
Milán, enero de 2013
NOTA A LA EDICIÓN ESPAÑOLA
El libro que ahora presentamos ha tenido una acogida muy positiva en Italia; tanta, que ha sorprendido a su propio autor. He pasado muy buenos ratos escribiéndolo, porque me hizo descubrir cosas interesantes. También ha conseguido despertar el entusiasmo de un grupo numeroso y variado de lectores: aficionados al cine, analistas del séptimo arte; también guionistas, productores y directores y, cómo no, muchos antiguos alumnos que ahora se dedican al cine y a la ficción. Semejante respuesta ha constituido una sorpresa muy positiva y un auténtico placer.
Pocos meses después de su publicación, el editor italiano ha tenido que preparar una reimpresión, algo que sucede con poca frecuencia en este tipo de publicaciones.
Con estas premisas, nos hemos puesto de acuerdo con Rialp en que, para la edición española, se harían solo los cambios indispensables para adaptar el texto al gusto del lector no italiano. Por este motivo, los únicos cambios y reducciones se han hecho en el capítulo 4. En algunos pasajes del original, trataba de forma específica la situación italiana, pero para la edición española he preferido limitarme a aquellos momentos en que el caso italiano se pueda entender como paradigma de la industria europea media. De este modo, las reflexiones y razonamientos serán válidos para el lector español (o alemán, o inglés), aunque no tenga conocimiento concreto de la situación y del mercado de Italia.
Estas decisiones nos han llevado también a cambiar una palabra del subtítulo de la obra, que era «pasando por Italia» y se convierte en «pasando por Europa». Por el mismo principio, en el título del capítulo 4 hemos cambiado «italiana» por «europea». Sucesivamente, cada vez que se habla de Italia la observamos como caso del mercado típico europeo.
Debo dar las gracias de forma especial a Álvaro Matud y Alberto Ribera. Ellos han sido los primeros lectores españoles del libro, y han abierto el camino a su traduccion española, al habérselo recomendado al editor.
Milán, 7 de enero de 2014
A. F.
1. CINE, TELEVISIÓN Y LITERATURA: IMPORTANCIA ECONÓMICA Y POLÍTICA DE LA NARRATIVA[*]
Ficción, imaginación, consumo
Uno de los principales problemas de los estudios académicos es que, pretendiendo comprender totalmente el objeto, tienden a reducir progresivamente sus propios objetos y campos de investigación. Al buscar las hierbas más pequeñas, corremos el riesgo de no ver siquiera a los elefantes que pasean tranquilamente por nuestro jardín.
El símil pretende describir lo que pasa con la influencia social y económica de los medios de comunicación modernos, especialmente los contenidos de las grandes narraciones. Por ejemplo, en un libro publicado hace varios años[1], he intentado demostrar que, aunque la mayor parte del mundo académico analiza la literatura y el cine como si fueran medios muy distintos, casi extraños, la realidad es que los dos fenómenos están muy relacionados. La mayoría de las películas que vemos en las pantallas del mundo son adaptaciones de novelas. En el mundo angloamericano sobre todo, es común que los autores de novelas también escriban para el cine, y viceversa. Los guionistas leen mucha literatura, y es frecuente que los escritores sean grandes cinéfilos[2]; y también los grandes directores son ávidos consumidores de literatura[3]. El público del cine europeo está altamente escolarizado, y los espectadores del teatro también son buenos lectores. En cuanto a la ficción televisiva, el panorama es muy semejante, sobre todo en lo que respecta al intercambio de autores y a su cultura.
Un hecho así no debería resultar sorprendente, ya que en ambos casos se trata de narraciones, contadas por medio de las páginas de un libro o de la pantalla. Por un medio u otro, nos presentan unos personajes, una trama y una sucesión de hechos. Todas tienen un comienzo, un desarrollo y una conclusión. Las dos atraen a su público de forma similar, apelando de una forma compleja a su razón y a sus emociones; también comparten los mismos principios retóricos básicos[4]. Los ingleses han creado un solo término para designar el producto de la creación narrativa, sea en cine o en literatura: fiction, del que viene el español «ficción».
La ficción es como una palabra mágica, suficientemente poderosa como para sacar de sus hogares a millones de personas, para que inviertan su tiempo y su dinero en ver la misma historia. Y lo hacen en lugares tan diferentes entre sí como Argentina y Japón, India y Suecia, Rusia y Australia. Titanic, en 1997, produjo un fenómeno que dio mucho que pensar, porque cientos de miles de personas en todo el mundo, en su mayoría chicos y chicas jóvenes, acudieron a los cines para ver, emocionarse, sentir compasión y esperanza, llorar y alegrarse, verse tristes y felices a un tiempo compartiendo la misma historia. La acogida de esta película fue tan entusiasta que muchos espectadores, sobre todo adolescentes, volvieron a verla otra vez. Después, se ha repetido el mismo fenómeno con Harry Potter, El Señor de los Anillos (adaptaciones de novelas), o Avatar.
Haciendo propia la terminología típica de las tecnologías de la información (software, hardware), calificaría por analogía esta experiencia como «blanda» (soft), aunque al mismo tiempo es muy profunda e íntima. Con todo, sus consecuencias llegan a ámbitos considerados «duros», como la economía, la política, o las tendencias sociales en sentido amplio.
Televisión, cine y desarrollo económico
Un trabajo importante —menos conocido de lo que merece— del sociólogo inglés Colin Campbell[5] pone de relieve que la difusión de la narrativa, a finales del siglo XVIII y en el XIX, fue un factor decisivo para la expansión de la sociedad de consumo. Como fenómeno social, la difusión de novelas se produce desde los primeros años del siglo XIX. Campbell muestra que la imaginación romántica, alimentada por las novelas, despertó el deseo de adquirir nuevos bienes. El desarrollo de la imaginación, acostumbrada por la ficción a desear, a ver cosas nuevas y experimentar nuevos sentimientos, tuvo como consecuencia el afán de aumentar los bienes, o de cambiar de estilo según los dictados de la moda. Es decir, la imaginación narrativa alimenta la ilusión de una felicidad alcanzable con la posesión de un determinado bien material o la adquisición de un estatus.
A su vez, esta tendencia fomenta el desarrollo económico e industrial porque ningún bien humano puede satisfacer ese deseo ilimitado. Cualquier objeto concreto es necesariamente imperfecto y limitado, por contraste con el deseo que es infinito[6]. El dinamismo de la adquisición de bienes se compone de imaginación e ilusión, y la ilusión conduce a nuevas fantasías, a nuevos deseos y a nuevos objetos. Según Campbell, la sociedad consumista en la que vivimos no existiría sin ese estímulo decisivo que supuso la expansión de la imaginación romántica, debida a la difusión de las novelas.
Charles Taylor expresaba una idea semejante en su importante libro Fuentes del yo, sobre las raíces del yo moderno[7]. Campbell añade que resulta sorprendente que los movimientos vanguardistas, que empiezan con una fuerte propaganda de la creatividad libre y del abandono total de las reglas, acaben por convertirse en el caldo de cultivo del consumo. Es lo que sucedió en el caso de las vanguardias artísticas del París de finales del siglo XIX, y también con el movimiento hippie de los años sesenta en California.
Si la tesis de Campbell es cierta, la aceleración del consumismo y de los cambios sociales debe mucho a las novelas de Jane Austen o Walter Scott. Pero eso nos lleva a considerar, entonces, el impacto mucho mayor que debe tener un medio como la televisión, tan rico en historias, rostros, lugares, objetos y nuevas visiones del mundo. Además, el uso de este medio es muy intensivo, ya que la media de consumo común en los países desarrollados supera las tres horas diarias[8].
En la mayoría de países europeos, la televisión ha sido impulsada por los Estados, de los que ha seguido dependiendo durante muchos años[9]. El desarrollo de las redes televisivas privadas se produjo solo en un segundo momento y estas, que suelen incluir muchos anuncios invitando a comprar y a consumir, han demostrado ser un fuerte motor del desarrollo económico. En mi opinión, el hecho puede ser bueno para la sociedad; pero se vuelve problemático cuando la gente aumenta con demasiada rapidez su estatus social, antes de ser capaz de dominar el uso del dinero[10]. El rápido enriquecimiento personal, y el desarrollo económico acelerado de una sociedad