Cogobierno desde La Catedral Verdadera historia de la fuga de Pablo Escobar de la cárcel-hotel
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La fuga del narcotraficante Pablo Escobarde la supuesta cárcel La Catedral, sucedida entre la noche del 21 de julio y el amanecer del 22 de julio de 1992, es uno de los más vergonzosos episodios de la estructural ineptitud funcional de sucesivos gobernantes colombianos, sujetos a la improvisación, incumplimiento de las funciones que juraron asumir y ausencia de autoridad contra las formas delictivas que azotan a Colombia desde antes de su nacimiento como república.
El principal responsable de este fracaso fue el presidente Cesar Gaviria Trujillo con susministros de Justicia César González y de Defensa Rafael Pardo Rueda, que ignorantes en grado sumo de la naturaleza de la misión institucional y de los procedimientos tácticos y estratégicos de las operaciones militares, desconocieron a los mandos naturales de las tropas y decidieron trasladar del antro de cinco estrellas a Escobar y sus secuaces.
El general Gustavo Pardo comandante de la Cuarta Brigada había denunciado por escrito, que el supuesto centro carcelario al que por imposición de Escobar no podían acceder las autoridades militares o de policía, era en realidad un centro delictivo, terrorismo, planeamiento de masacres, ejecuciones extrajudiciales, transacciones de cocaína y órdenes para asesinar enemigos del cartel de Medellín.
Por desgracia para Colombia y por culpa de los tres funcionarios enunciados, no hubo acciones correctivas a tiempo, sino que cuando la información se filtró Gaviria, Pardo y González urdieron una de sala de crisis para el planeamiento estratégico de la secreta misión de sacar a Escobar de la Catedral, pero en medio de la arrogancia olvidaron la elemental norma de carácter militar, de elaborar una orden de operaciones concreta con misiones específicas, instrucciones de coordinación y en especial determinar el mando, control y comunicaciones del proceso. De remate a sabiendas del poder corruptor del narcotráfico, no tuvieron en cuenta que Escobar y sus bandidos sabrían primero que las tropas, que serían sacados del antro. Desconocedores de la doctrina militar, pero jugando a estrategas de escritorio, Pardo, Gaviria y González, enviaron al viceministro de Justicia y al Director Nacional de Prisiones a ejecutar la tarea y sin explicar la misión, ordenaron al general Pardo que se trasladara a la supuesta cárcel para supervisar el ejercicio. Escobar que con la venia del gobierno Gaviria tenía sofisticados equipos de comunicación dentro del penal, ordenó secuestrar a los dos funcionarios mientras el escapaba, gracias a la complicidad de la guardia carcelaria impuesta por el mismo.
Con argucias Gaviria se lavó las manos, mantuvo en los altos cargos a los dos ineptos ministros, destituyó al general Pardo y envió a comisiones de estudio pagadas por los colombianos, al torpe viceministro Mendoza de la Torre.
El testimonio del general Pardo, resumido en Cogobierno desde la Catedral, queda para la posteridad, como prueba fehaciente de la indignidad de muchos gobernantes, y referencia para nuevas generaciones de la necesidad que los presidentes de la república conozcan la naturaleza constitucional de las tropas, las normas de defensa nacional y el respeto por la misión que cumple cada uno de los estamentos del Estado.
Pasarán muchos años, quizás siglos y la vergonzosa fuga de pablo Escobar, será recordada como la muestra precisa del daño que un presidente mediocre y unos funcionarios impreparados, pueden causar a un país, como es el caso de Colombia, donde siempre los delincuentes de todas las pelambres han tenido contacto directo con altas esferas del poder.
Este es un libro recomendado 100% y de obligatoria lectura para historiadores, cientistas políticos, sociólogos, militares, policías, ministros del despacho y adultos en general interesados en temas afines a la seguridad, la criminología y la historia de los pueblos.
Gustavo Pardo Ariza
El brigadier general Gustavo Pardo Ariza Nació en Vélez (Santander del Sur), el 19 de febrero de 1942. Ingresó a la Escuela Militar de Cadetes "José María Córdoba" en 1959, obteniendo el ascenso como Subteniente el 10 de febrero de 1959, desde entonces ocupó todos los cargos y grados de la carrera militar desde Comandante de Sección hasta su último cargo como Comandante de Brigada.Adelantó cursos competentes a la carrera como: Lancero, Paracaidista, Contra Insurgencia, Estado Mayor, Inteligencia Estratégica, Estudios Políticos y Estratégicos y por último Altos Estudios para ascenso a Brigadier General. Varios de estos cursos los realizó en los Estados Unidos en universidades de prestigio militar como la Universidad de Defensa de EE.UU.Fue retirado del Ejército y del Servicio Activo el 27 de julio de 1992, por llamamiento a calificar servicios a raíz de los bochornosos hechos sucedidos la noche del 21 y el amanecer del 22 de julio de 1992 en la mal llamada Cárcel de Alta Seguridad "La Catedral".
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Cogobierno desde La Catedral Verdadera historia de la fuga de Pablo Escobar de la cárcel-hotel - Gustavo Pardo Ariza
COGOBIERNO DESDE LA CATEDRAL
La verdad sobre la fuga de Pablo Escobar de la cárcel-hotel
General (r) Gustavo Pardo Ariza
Cogobierno desde La Catedral
La verdad sobre la fuga de Pablo Escobar de la cárcel-hotel
© General (r) Gustavo Pardo Ariza
Ediciones GPA
Bogotá-Colombia
Primera Edición
Impreso en Colombia por Panamericana Editores
ISBN: 9781370794447
Smashwords Inc.
No se podrá reproducir este libro por ningún medio físico, electrónico, reprográfico de audio o video, sin autorización escrita del editor. Hecho del depósito de Ley en Colombia. Todos los derechos reservados.
ÍNDICE
Prólogo
El hecho central
El precio de ser soldado
Contra quién combatimos
¿Era la catedral una cárcel?
Cronología de un fracaso
Para una evaluación por parte del lector
Epilogo
PRÓLOGO
Algún motivo, o tal vez un simple azar, ha puesto en las manos del lector este libro. Mi intención, con estas palabras iniciales, es situar, frente al criterio personal de éste, un testimonio, una denuncia, una lección, pero también una esperanza. Se trata de un Prólogo, es decir, de lo que según el Diccionario de la Lengua Española de la Academia está antes del logos
, de lo que se va a decir
.
¿Cómo calificar lo dicho en este escrito, luego de haberlo terminado y de hacer pasar por la memoria la serie de los hechos acá relatados?
Ante todo, estas páginas son un testimonio. En este sentido, aspiro a que el público común y corriente complete en algo el recortado panorama, hoy ya casi sumido en el olvido, de la fuga del narcotraficante Pablo Escobar.
Tengo plena conciencia de la gravedad de lo que queda escrito, porque, como se ha dicho, escrito está
. Es decir: reposa ahí, en unas páginas impresas que no se las lleva el viento como a las palabras únicamente pronunciadas.
Pero además son una denuncia. No se trata de una denuncia penal, sino de algo más hondo y decisivo: se trata de la denuncia que se hace -en forma firme, con hechos- de la crisis y derrumbamiento de gran parte de la clase política dirigente de Colombia, que sin consideraciones de orden ético o nacional, tras la búsqueda sólo de beneficios egoístas, intenta por todos los medios amordazar a una de las pocas instituciones sólidas que quedan: las Fuerzas Militares.
Dichos personajes de la política buscan perpetuarse en el poder, para así mantener y aumentar sus beneficios personales. Empleando para ello slogans, frases o giros pomposos de múltiples interpretaciones que muestran su doble moral, lo cual, por otra parte, les ha permitido ir paralizando la acción de la Fuerza Pública, sin que les importe fortalecer con ello la subversión.
Este alud siniestro de bandoleros asesinos y secuestradores, de narcotraficantes y extorsionistas, es el resultado de las actitudes claudicantes de los líderes políticos en quienes creímos. Y no es extraño que ante este libro, la crítica imperante, cobarde y envilecida, pase como por sobre ascuas y, en consecuencia, prefiera poner una cortina de silencio. Pero además de un testimonio y una denuncia,
Pero además de un testimonio y una denuncia, estas páginas son una lección para las generaciones venideras, ya que muestran a que tenebrosas y apátridas actitudes conduce la vida de los hombres públicos, de los altos dignatarios civiles, cuando no transcurre rectamente sino en medio de trapisondas y aparentes soluciones. ¡Cómo le falta al país un gran político, una cabeza clara y patriota que tenga en cuenta la calidad de nuestras Fuerzas Militares y restaure el orden y la autoridad para que podamos disfrutar de la libertad y la democracia.
Al entregar estas páginas a la imprenta para su publicación, me queda lo que Ortega y Gasset llamaba el premio único, el premio suficiente, el premio máximo al que cabe aspirar
y que es éste: poder irse tranquilo
(Obras Completas, tomo I, Madrid, 1963, pág. 420). Por ello no quiero dejar en el lector un sabor amargo o un gesto de mal humor sino abrir, hacia el mañana, una esperanza. Porque, a pesar de todo, y contra lo que podría pensarse a la ligera, mantengo intacta mi fe en Dios y en mi Patria.
El autor
CAPITULO I
EL HECHO CENTRAL
He aquí el tinglado de la antigua farsa
Jacinto Benavente, dramaturgo español.
1.1- Una sinfonía
extraña:
El fiasco de La Catedral fue una sinfonía de órdenes y contraórdenes increíble. El Comandante del Ejército, general Manuel Murillo González (q.e.p.d.), no dijo el verdadero alcance de la misión que debía cumplir el comandante de la Cuarta Brigada, con el fin de mantener la reserva de la operación exigida por el Fiscal General de la Nación Gustavo de Greiff.
El ministro de Justicia, Andrés González, sin estar enterado del asunto, emitió órdenes imprecisas al viceministro de Justicia, Eduardo Mendoza de la Torre, y lo envió a acompañar al coronel Hernando Navas Rubio, Director Nacional de Prisiones, que nada sabía de la situación y a quien nadie dio la más mínima instrucción sobre lo que debía hacer y, mucho menos, de cómo lo debía hacer, pero de todos modos debería coordinar.
Cuando el viceministro quiso desde Bogotá en el aeropuerto del Comando Aéreo de Transporte Militar (Catam), hacer claridad sobre su misión y la de Navas, el Ministro González le dijo que el general Gustavo Pardo, Comandante de la Cuarta Brigada en Medellín, tenía toda la información.
Cuando se aclara la misión, el general Farouk Yanine, Jefe de Estado Mayor Conjunto, da la orden de realizar la operación y el general Murillo lo desautoriza. Los dos funcionarios enviados desde Bogotá en lugar de ordenar a sus subalternos los guardianes que procedan a entregar su responsabilidad al Ejército, entran a dialogar con Pablo Escobar para pedirle su consentimiento y terminan secuestrados.
La sinfonía
continúa cuando disponen, desde Bogotá, que las Fuerzas Especiales Rurales conduzcan el rescate de los rehenes, pero que deben esperar a que lleguen las Fuerzas Especiales Urbanas. Que actúe con contundencia, pero que vaya mirando la situación y que si las cosas se ponen feas, que actúe con flexibilidad.
Para rematar, el general Manuel Murillo pasaba unas órdenes a través del general Yanine y otras, ordenando lo contrario, a través del mayor Samuel Fonseca, quien era el oficial de enlace de comunicaciones entre Bogotá y el Comandante de la Cuarta Brigada, ya que no existía comunicación directa entre el Comandante de la Brigada y el comandante del Ejército.
Órdenes y contraórdenes son señal de desorden, y si no hay claridad para emitir las órdenes cada quien las interpreta a su manera. Esto lo confirmó posteriormente el general Yanine Díaz, cuando dijo que él también estuvo huérfano de información sobre lo que se pretendía hacer y cómo se debía hacer y que todo era ordenado por el señor general Manuel Murillo, al afirmar: Créanme que yo no sabía qué órdenes se estaban ejecutando en Envigado
.
─ ¿Pardo, por qué no cumplió la orden?
─ ¿Cuál orden mi general?
─ ¡La de tomarse la cárcel!
─Qué pena mi general, pero usted a mí no me dio esa orden
Luego de una pausa de culpabilidad, el señor general Manuel Murillo aceptó que no había emitido esa orden y agregó:
─El envío de los dos funcionarios del Ministerio de Justicia a La Catedral fue funesto, y fui yo quien lo propuso─.
Esta conversación ocurrió el jueves 23 de julio de 1992, en la oficina del Comandante del Ejército en Bogotá. En ella se resumen las razones por las cuales el comandante de la Cuarta Brigada fue llamado a calificar servicios, para que la figura del revolcón político
, de la administración Gaviria, siguiera incólume a costa de colocar en entredicho la imagen del Ejército y mi honra.
Los funcionarios del Ministerio de Justicia, viceministro y Director Nacional de Prisiones, fueron enviados por su superior a la cárcel de La Catedral, para coordinar un relevo de guardias.
Después que la operación, dirigida desde Bogotá por inexpertos estrategas de escritorio, se tornó en un estruendoso fracaso, los verdaderos responsables de la catástrofe no tuvieron el suficiente valor y entereza moral, para aceptar sus fallas y, por ende, sus responsabilidades.
Luego quisieron escudarse tras la versión amañada según la cual habían ordenado la toma de la cárcel por parte de las tropas, versión que paulatinamente se desmintió, probando que era imposible e ilógico ordenar que una organización gubernamental armada, se tomara por la fuerza una instalación gubernamental, custodiada por personal gubernamental armado.
Parece ser que la lógica no fue la mejor invitada a la sala de la crisis. No recibí la información detallada y concreta de lo que se debía hacer, ni supe cuál era el propósito que perseguía el Gobierno Nacional.
Las órdenes que recibí no fueron claras, ni lógicas, ni precisas, ni oportunas, ni concisas, fueron incompletas, no se me dijo toda la verdad, y así fue imposible que el actor principal de la película supiera qué pensaba el director de la obra.
¿Es posible proyectar, planear, prever situaciones y desarrollar operaciones militares, sin tener claramente definido el objetivo principal de las mismas?
Como se verá a lo largo del texto, cada quien, a su acomodo, dio una interpretación personal o de interés político a la orden presidencial (si es que la hubo) de cambiar de cárcel a los reclusos de La Catedral, pero la evidente falta de precisión acerca del objetivo de la misión encomendada a los dos funcionarios del Ministerio de Justicia, que viajaron a La Catedral, condujo a la desnaturalización de la misión.
Aún flota en el ambiente la duda. ¿Por qué cuando arribaron al penal el coronel Navas y el viceministro Mendoza, no informaron al Comandante de la Cuarta Brigada cuáles eran las órdenes e instrucciones que de sus superiores habían recibido y de qué manera las iban a ejecutar?
La razón es lógica: porque no les dieron instrucciones ni misiones precisas. Mendoza tenía confusión Navas nada sabía. Una escueta realidad es que no hubo criterios claros para la ejecución de las órdenes impartidas; fundamentalmente por la ausencia de claridad de quienes las emitieron. Desconozco aún qué tipo de coordinaciones se les ordenó hacer a los funcionarios del Ministerio de Justicia que viajaron de Bogotá a La Catedral, pero sí tengo claro que nada cumplieron.
Por este motivo ambos emisarios acuerdan, entre ellos, quien ingresa primero al penal. No fue una orden mía. Pero ni Navas ni Mendoza coordinaron nada con las autoridades carcelarias de La Catedral. La actitud de consenso fue, esencialmente, negociar con Pablo Escobar, procedimiento anormal que rechacé categóricamente y califiqué como ingrediente importante del fracaso, porque en la práctica se estaba consultando y requiriendo el visto bueno de Pablo Escobar y demás reclusos, para que el Estado pudiera contener los desmanes que, según el Fiscal General, se estaban cometiendo. Todo ello merced al truculento acuerdo inserto en el contrato de arrendamiento entre el Ministerio de Justicia y la Alcaldía de Envigado.
Al regresar de La Catedral a Bogotá el 22 de julio de 1992 el viceministro Mendoza, en declaración ante un fiscal especial, dijo que la misión que ellos llevaban era comunicar a los reclusos (Pablo Escobar y sus secuaces), la determinación del gobierno de trasladarlos a otro lugar.
Posteriormente, al parecer de acuerdo con el presidente y sus asesores el viceministro cambia cínicamente sus declaraciones para salvar a los verdaderos responsables, y ante la Procuraduría afirmó que el Ejército había debido tener tomada la cárcel a su llegada. ¿Se me pueden exigir alternativas de orden táctico, técnico, operacional o militar, cuando está demostrado que las actuaciones de la Cuarta Brigada, en su conjunto, estuvieron supeditadas, esa fatídica noche, a las decisiones del comité de crisis presidido por el presidente Gaviria, quien desde un principio condicionó todas las órdenes y su ejecución a la espera del criterio de inexpertos asesores e inmaduros estrategas políticos, para dar el siguiente pasa del cuestionable procedimiento?
A lo largo de las diligencias penales y disciplinarías he demostrado, como consta en los expedientes, que desde antes de producirse el fracaso de La Catedral, el comandante de la Cuarta Brigada requirió, y hoy sigue requiriendo, se establezcan las responsabilidades y se impongan ejemplares sanciones para quienes cometiendo aberrantes y flagrantes violaciones al orden jurídico, admitieron abierta y soterradamente los lujos y los excesos hallados por las tropas en La Catedral.
Reitero que durante 13 largos meses puse en conocimiento de mis superiores las Irregularidades que acontecían en La Catedral, y se solicitó su corrección urgente e inmediata. Sé que