Bolivar El Prometeo Criollo
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En la mitología griega, Prometeo es el Titán amigo de los mortales, honrado principalmente por quitar el fuego de los dioses para darlo a los hombres comunes y corrientes para su uso y bienestar.
En ese orden de ideas, Prometeo fue un gran benefactor de la humanidad. La historia de Prometeo ha inspirado a muchos autores a lo largo de la historia para referirse a la osadía de los hombres de hacer o poseer las cosas divinas, y los románticos vieron en él un prototipo del genio natural, como en este caso lo hizo Alberto Miramón para escribir en dos textos de enorme valor histórico, una de las mejores biografías breves del general Simón Bolívar.
El primer volumen del estudio sobre Bolívar elaborado por Miramón enfocó de los aspectos fun-damentales de la vida del héroe y un recuento puntual e su trasiego durante los primeros 32 años de la fulgurante existencia del Libertador.
Este segundo volumen traza a grandes ras-gos, su acción portentosa por lograr la liberación del mundo americano, sin olvidar al hombre, en ocasiones demasiado humano que fue el Padre de la Patria.
Junto a su acción guerrera, a su visión profética, a su titánica obra en fin, se rememoran lances y aventuras que en nada menoscaban su grandeza.
Simón Bolívar siempre consideró al amor entre los asuntos más importantes de su atribulada vida, puesto que el corazón es el soporte de la personalidad.
La crónica de su relación sentimental con la francesita Anne Lenoit y la dramática pérdida de su joven esposa María Teresa Rodríguez del Toro, cuando era un mozalbete lleno de ilusiones y ambiciones políticas.
Este es un libro imprescindible en la biblioteca de toda persona con afectos por la historia, y muy recomendado para adolescentes hispanoparlantes.
Miramón acertó: Simón Bolívar fue el Prometeo Criollo.
Alberto Miramón
Alberto Miramón, abogado, escritor e historiador colombiano, biógrafo del Libertador simón Bolívar, y de temas relacionados con la guerra de la independencia de las colonias americanas contra la metropolí española.
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Bolivar El Prometeo Criollo - Alberto Miramón
Bolívar II, El Prometeo Criollo
Alberto Miramón
Bolívar II
El Prometeo Criollo
© Alberto Miramón
Instituto Colombiano de Cultura,
Primera Edición: 1972
Reimpresión 2018
ISBN9781370350650
Smashwords Inc
Sin autorización escrita del editor, no se puede reproducir esta obra por ningún medio físico, electrónico, de video, fílmico, reprográfico o de audio. Hecho el depósito de ley.
Indice
Nota del Editor
Croquis de la epopeya
El nuevo teatro
La campaña admirable
La carta profética
De Angostura a Boyacá
Liberación de la Nueva Granada
De Bogotá a Carabobo
De Cúcuta a Junín
Las Medidas del hombre
La gran mudanza
La noche septembrina
El ocaso
La muerte
NOTA DEL EDITOR
En la mitología griega, Prometeo es el Titán amigo de los mortales, honrado principalmente por quitar el fuego de los dioses para darlo a los hombres comunes y corrientes para su uso y bienestar.
En ese orden de ideas, Prometeo fue un gran benefactor de la humanidad. La historia de Prometeo ha inspirado a muchos autores a lo largo de la historia para referirse a la osadía de los hombres de hacer o poseer las cosas divinas, y los románticos vieron en él un prototipo del genio natural, como en este caso lo hizo Alberto Miramón para escribir en dos textos de enorme valor histórico, una de las mejores biografías breves del general Simón Bolívar.
El primer volumen del estudio sobre Bolívar elaborado por Miramón enfocó de los aspectos fundamentales de la vida del héroe y un recuento puntual en su trasiego durante los primeros 32 años de la fulgurante existencia del Libertador.
Este segundo volumen traza a grandes rasgos, su acción portentosa por lograr la liberación del mundo americano, sin olvidar al hombre, en ocasiones demasiado humano que fue el Padre de la Patria.
Junto a su acción guerrera, a su visión profética, a su titánica obra en fin, se rememoran lances y aventuras que en nada menoscaban su grandeza.
Simón Bolívar siempre consideró al amor entre los asuntos más importantes de su atribulada vida, puesto que el corazón es el soporte de la personalidad.
La crónica de su relación sentimental con la francesita Anne Lenoit y la dramática pérdida de su joven esposa María Teresa Rodríguez del Toro, cuando era un mozalbete lleno de ilusiones y ambiciones políticas.
Este es un libro imprescindible en la biblioteca de toda persona con afectos por la historia, y muy recomendado para adolescentes hispanoparlantes.
Miramón acertó: Simón Bolívar fue el Prometeo Criollo.
Coronel Luis Alberto Villamarín Pulido
Editor
CROQUIS DE LA EPOPEYA
"Un vasto campo se presenta delante de nosotros, que nos convida a ocuparnos de nuestros intereses; y bien que nuestros primeros pasos, hayan sido tan trémulos como los de un infante, la rigurosa escuela de los trágicos sucesos ha afirmado nuestra marcha habiendo aprendido con las caídas, dónde están los abismos; y con los naufragios, dónde están los escollos.
Nuestra empresa ha sido a tientas, porque éramos ciegos; los golpes nos han abierto los ojos; y con la experiencia y con la vista que hemos adquirido ¿por qué no hemos de salvar los peligros de la guerra, y de la política, y alcanzar la libertad y la gloria que nos esperan por galardón de nuestros sacrificios?
Estos no han podido ser evitables, porque para el lograr el triunfo siempre ha sido indispensable pasar por la senda de los sacrificios. La América entera está teñida con la sangre americana. ¡Ella era necesaria para lavar una mancha tan envejecida!
Simón Bolívar"
EL NUEVO TEATRO
Al amanecer del 2 de noviembre de 1812 se aproximaba al atracadero de Cartagena de Indias una goleta española-, era la misma de nombre Jesús, María y José, en que hacía dos meses había salido Simón
Bolívar de la Guaira, y con la que había logrado vencer temerario, milagrosamente, las tempestades de las verde-azules aguas del Caribe, procelosas por los vendavales de esa época del año.
Al pasar la goleta, sin ninguna identificación, salvo el pío nombre que la matriculaba, como mercante de cabotaje, ante el castillo de Bocachica salvaje único cañón que le quedaba a la fortaleza, hizo el saludo de ordenanza. Más, por aquella vez, el retumbar de la pieza de artillería en el alborear del claro amanecer, tenía algo de significación recóndita.
Era como si los pobladores, que habían proclamado su independencia absoluta hacía más de un año, hubieran intuido que en esa barca fugitiva arribaba el futuro Libertador del mundo americano y que a su ciudad tocaría el envidiable sino de iniciarlo para la empresa sin par.
En efecto, de allí, de Cartagena de Indias, daría Bolívar su salto glorioso hacia la inmortalidad. Razón que le sobra, asiste al profesor Luis López de Mesa, cuando en ocasión solemne, se atrevió a expresar que Simón Bolívar —en cuanto héroe de la historia de América
— nació en Cartagena del Caribe en 1812. Pero sus palabras solamente vinieron a desarrollar, aplicándolas al caso concreto del Libertador, lo que ya hacía más de una centuria, su propio maestro, don Simón Rodríguez, dejó escrito:
El día y la hora del nacimiento de Bolívar son de pura curiosidad. Los bienhechores de la Humanidad no nacen cuando comienzan a ver la luz; sino cuando comienzan a alumbrar ellos...
Venido del desastre, de la heroica ruina de su tierra nativa, llegó a estas caldeadas playas donde ardía la llama de la libertad.
Al pisar en derrota, las costas granadinas, aquel hombre que podía ser vencido muchas veces, pero doblegado nunca, dijo con palabras que tenían acentos de profecía y retumbar de músicas marciales:
—"Yo soy, granadinos, un hijo de la infeliz Caracas, escapado prodigiosamente de en medio de sus ruinas físicas, y políticas, que siempre fiel al sistema liberal y justo que proclamó mi patria, he venido a seguir aquí los estandartes de la independencia que tan gloriosamente tremolan en estos estados.
"Permitidme que animado de un celo patriótico me atreva a dirigirme a vosotros, para indicaros ligeramente las causas que condujeron a Venezuela a su destrucción: lisonjeándome que las terribles y ejemplares lecciones que ha dado aquella extinguida república, persuadan a la América, a mejorar de conducta, corrigiendo los vicios de unidad, solidez y energía que se notan en sus gobiernos.
"La Nueva (Granada ha visto sucumbir a Venezuela, por consiguiente debe evitar los escollos que han destrozado a aquella. A este efecto presento como una medida indispensable para la seguridad de la Nueva Granada, la reconquista de Caracas.
A primera vista parecerá este un proyecto inconducente, costoso, y quizás impracticable; pero examinando atentamente con ojos previsivos y una meditación profunda, es imposible desconocer su necesidad, como dejar de ponerlo en ejecución probada la utilidad..."
El discípulo de Juan Jacobo Rousseau que había asimilado por su propia cuenta a los enciclopedistas, inflamó con su palabra vibrante a aquel pueblo anheloso; le marcó con el signo de su palabra de vidente desde ese día el camino glorioso de los más grandes destinos, arrastrándolo con su proclama con la majestad imperiosa de su estilo directo, claro e incisivo.
El 27 de ese mismo mes lanza nuevo Manifiesto. Se dirige ahora al Congreso de las Provincias Unidas de la Nueva Granada que a la sazón sesionaba en Tunja. Al pueblo de Cartagena habíalo conquistado con sus arrebatos de ira, de venganza, de coraje, con su léxico de batalla y de campamento.
Al hablarle al soberano congreso la entona-ción, el gesto, el vocablo siempre afirmativo y diá-fano, para nada recuerdan al hombre de cuartel. Parecen salir ya de entre la toga de un varón de Estado. Tal la dignidad y respeto que, desde su primer párrafo, informa el documento.
No han de transcurrir días —dice un historiador— sino horas después de que este improvisado soldado hablara así para verlo formar con un puñado de hombres recogidos al acaso, el esqueleto de un ejército al que inyectará su heroísmo, su desinterés, el espíritu de cuerpo, de honor y de disciplina que le hiciera posible llevar a cabo su prodigiosa obra guerrera. Así plasmó él héroes con voluntarios que conquistaba aquí y allá; así transmutó en caballeros a los hombres más rudos y ariscos de que jefe alguno pudo rodearse.
Don Manuel Rodríguez Torices, joven de 24 años, con la cultura romántica de la época, y quien, debió ser el más sensible de todos al encanto subyugador de ese acelerado caraqueño que había caído como por arte de magia dentro de la ciudad murada, estaba de gobernador de la provincia.
Su situación no era muy holgada; sobrellevaba una guerra fría contra fuerzas monárquicas, algunas españolas y las más coloniales, que lo iban cercando cada vez más y que, sobre todo, interceptaban sus comunicaciones con la capital del país dando continuas sorpresas y golpes de mano a través del río Magdalena, principal medio de trato y unión entre tan distantes lugares.
Sin mayor dilación el coronel venezolano Simón Bolívar fue incorporado con su mismo grado y preeminencia en las tropas de la provincia libre y soberana de Cartagena. Se le señaló el puesto de segundo del general Pedro Labatut, una de esas unidades sueltas que se venían sobre América a proseguir su carrera de mercenarios indisciplinados que ya no cabían en los ejércitos europeos, tal lo define más de uno de los biógrafos de Bolívar.
Como todo aquel que alguna vez discrepó del futuro Libertador, se le ha cubierto de improperios o se le ha tratado con menosprecio. Pero si son pocas las noticias que se tienen sobre este francés clásico, intrépido y vanidoso, ellas no permiten basar un juicio histórico tan excesivamente severo.
Creemos honradamente que fue este un caso muy similar al de Miranda con Dumouriez: una antipatía temperamental, más que otra cosa. Y de ahí que Labatut, como hiciera su compatriota el héroe de Valmy, se interesara en alejar a este otro criollo cuanto antes y 1 de su lado, dándole la misión de vigilar una desierta playa en el río oscuro y anchuroso.
A poco de estar bajo sus órdenes le destinó a morirse de fastidio y de calor, dice uno de sus panegiristas, a un pueblecillo de chozas cubiertas con hojas resecas, que se llamaba Barranca del Rey, muy cercano al actual Calamar, situado sobre la margen izquierda del río.
La guarnición que debía mandar constaba de sesenta hombres, en su mayoría venezolanos, guerreros en disponibilidad
. Todo parecía indicar, pues, comenta Jorge Ricardo Vejarano, que Simón Bolívar