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PLANIFICACION PASTORAL
Marzo-Julio 2007
1.1.- Introducción:
- Una de las intuiciones más originales del cristianismo es
la de ser una religión encarnada. La encarnación es una
realidad teológica y pastoral. Impregna la fe en sus
contenidos doctrinales y en el talante de ser creyente. Es
decir, ser creyente cristiano supone, o mejor exige, una
referencia al contexto vital en el que se desarrolla esa fe.
Dicho de otra manera, el tiempo, el espacio, las culturas
son signos de la presencia y la acción de Dios en el mundo
(cfr. CPV, CIGNS 5).
- Sin embargo, una de las tentaciones más frecuentes del
creyente es la de descontextualizar la fe, reducirla a contenidos
y a exigencias éticas. La herencia judeo-cristiana es muy rica,
densa y original dentro de las religiones, pues es una religión
histórica, encarnada. Llena además los últimos cuarenta siglos
de la historia de occidente. A primera vista basta con reproducir
de la manera más fiel, los modos y maneras de vivir esa fe.
Pero hoy nos encontramos ante la novedad de un mundo que
si bien es heredero de una larga tradición, vive un proceso de
aceleración que lo relativiza todo.
- Con razón, Juan Pablo II en la TMA recuerda que “en el
cristianismo el tiempo tiene una importancia fundamental.
Dentro de su dimensión se crea el mundo, en su interior se
desarrolla la historia de la salvación, quie tiene su culmen en la
plenitud de los tiempos de la Encarnación y su término en el
retorno glorioso del Hijo de Dios al final de los tiempos...de esta
relación de Dios con el tiempo nace el deber de santificarlo”
(10).
1.2.- Contexto histórico de la acción pastoral:
- “La acción pastoral de la Iglesia se realiza dentro de un
contexto histórico. La comprensión de este espacio vital resulta
indispensable en la medida que la Nueva Evangelización
constituye el horizonte de respuestas y orientaciones frente a los
desafíos que cada época conlleva. Pero una respuesta resulta
relevante –y por ende, portadora de un mensaje de salvación-,
en cuanto responde a una pregunta; de otra manera corre el
peligro de quedar en la irrelevancia a pesar de su validez” (El
tercer milenio como desafíos pastoral. Informe Celam 2000.
p.21. Ver, las introducciones de los documentos del CPV).
- El cristianismo puede resultar irrelevante para la sociedad
postmoderna si no responde a las inquietudes y anhelos del
hombre actual. La importancia de la fe cristiana estriba en que
sea buena nueva, mensaje que le diga algo al hombre de hoy.
De allí la trascendencia de definir bien el contexto histórico
dentro del cual se encarna, se incultura la fe (cfr. CPV, CIGNS,
desafío 1).
1.3.- La purificación de la memoria:
- Se ha expresado hasta la saciedad estamos viviendo no solo
una época de cambios, sino más bien un cambio de época.
Este fenómeno mundial reviste características peculiares, con
acentos propios en cada nación. Los cambios políticos,
sociales, económicos y culturales son de tal magnitud que nos
ponen ante un concepto cualitativo, no meramente cuantitativo
y lineal, del tiempo. “La CEV anunció y convocó el CPV, con el
objetivo fundamental de renovar la vida y acción de la Iglesia
en Venezuela” (Documentos Conciliares. Introducción p. 15).
- El primer elemento a considerar es la aceleración. Todo
transcurre más de prisa. Los días se hacen más cortos para
todo: el tiempo no alcanza ni para trabajar, ni para descansar,
ni para asimilar lo que se tiene entre manos. Las modas pasan
con ritmo vertiginoso. Las brechas generacionales son
mayores entre personas de edad similar. Todo envejece más
rápido. Personas, acontecimientos, análisis, diagnósticos, se
hacen caducos muy pronto, son como flor de un día.
- Cuando el cambio se convierte en elemento permanente, se vive
“en una cultura de cambio como estilo de vida, lo cual genera un
sentir y un pensar en términos de lo provisional, lo desechable, lo
cambiable. Por consiguiente, se va imponiendo una mentalidad
relativista ya que se tiende a considerar que nada es absoluto,
definitivo, estable” (El tercer milenio como desafío pastoral, o.c., p.
21-22).
- Al cambio acelerado se une el cambio permanente, mejor la
inestabilidad crónica de la institucionalidad. En Venezuela, ha sido
un elemento propio de nuestra cultura política y social. Esto incide
de manera directa en la vivencia de la fe católica. El viejo adagio
colonial, paradigma de cierta conciencia jurídica: “la ley se acata,
pero no se cumple”, toma mayor vuelo. Hemos vivido y vivimos una
anomia crónica de la ley, reducida a la vida y las circunstancias de
cada día, con un escaso referente a la ley objetiva, escrita, que se
torna acomodaticia a la vida de personas y organizaciones. Esto se
constata en el poco aprecio a las instituciones fundamentales, que
cambian de nombre, de fachada y de contenidos, con tanta facilidad
y rapidez como la más fugaz y atrayente de las modas.
- Ello obliga, en términos religiosos, a ahondar la
purificación de la memoria. Es decir, en buscar cuales
son los elementos esenciales y válidos de la vivencia
cristiana, ayer y hoy. De lo contrario, nuestro
cristianismo hará crisis, pues formará parte de una
herencia bella, pero en el mejor de los casos, inútil o
inconveniente.
1.4. – El sentido de la verdad:
- Otro elemento a tomar en cuenta para contextualizar
la acción pastoral es el manejo voluble y pragmático de
la verdad, característico también de la cultura
venezolana. Una cosa es lo que se promete y otra lo
que se lleva a término; una es la verdad que se predica
y denuncia cuando se está en la oposición y otra
cuando se gobierna; una es la verdad de los hechos y
otra la que se acomoda a los intereses económicos, de
la publicidad, del poder, de la visión hedonista de la
vida, etc. Se informa a medias o se disnforma
aduciendo razones de Estado o conveniencias del
momento. Ello ha causado mucho daño,
principalmente en los más pobres, presa fácil de la
manipulación.
- Por ello es útil recordar y releer a Juan Pablo II en su
Encíclica sobre el Esplendor de la verdad: “No hay
ninguna diferencia entre ser el dueño del mundo o el
último de los miserables de la tierra: ante las
exigencias morales (de la verdad) somos todos
absolutamente iguales” (Veritatis Splendor 96). Esto es
lo que permite entender la dimensión comunitaria y
social de las normas morales: constituyen el
fundamento inquebrantable y la sólida garantía de una
justa y pacífica convivencia humana, y por tanto de una
verdadera democracia (Comentarios a la Veritatis
Splendor. p. 278).
1.5. La Iglesia en el contexto de cambio:
-Si todas las instituciones pasan como flor de un día, y surgen
nuevas que las sustituyen, ¿Por qué no plantear lo mismo a la
Iglesia Católica? Si todo es relativo, la Iglesia también.
Cualquiera se considera con derecho a vituperarla o endilgarle la
autoría de males sociales de los que estos detractores y sus
ideologías o posturas preconcebidas, son también autores y
responsables.
2.1.- Introducción:
4.-1. Introducción:
6.1. Introducción:
- Desde la perspectiva teológico-pastoral que anima estas
reflexiones, señalamos algunos aspectos fundamentales de
la eclesiología de comunión. Solo así se autocomprende la
Iglesia a sí misma y de cara al mundo. Y solo desde allí
podemos pensar en la estructuración práctica de realización
de la misma en el trabajo pastoral de nuestras Iglesias
locales.
-Una fórmula breve eclesiológica posconciliar podría
resumirse así: “La Iglesia católica se considera el
sacramento de la comunión de Dios; como tal, constituye la
comunidad de los creyentes, de estructura sinodal y
jerárquica al mismo tiempo, unida por el Espíritu Santo,
configurada en el Hijo, Jesucristo, y llamada con toda la
creación al reino de Dios Padre”.
-“La dificultad de una eclesiología-comunión reside en armonizar
las dimensiones teológico-trinitarias de esa noción con una figura
estructural comunicativa de la Iglesia. Es preciso dar cabida a
ambas cosas, porque una Iglesia de carácter comunicativo sin una
conciencia viva de su fundamento teológico en la comunión del
Dios trino corre peligro de degenerar en un sistema quizá efectivo,
pero vacío de contenido y de sentido, destinado a todas las
posibles “necesidades religiosas”; mas, por otra parte, una Iglesia
que se siente teológicamente una comunión, pero no expresa ésta
estructuralmente, se hace sospechosa de querer conformarse con
una ideología teológica” (Medard Kehl, o.c. pp. 45-46).
7.1. Introducción:
- Tratándose de un curso de planificación pastoral no
puede estar ausente desde una perspectiva teológico-
pastoral, el tema de la jerarquía como servidora de la
comunión. Se requiere repensar su papel y el de los
bautizados. Todo plan requiere de uno o varios
animadores. No basta con afirmar que es función del
obispo o del presbítero. La figura de los vicarios de
pastoral o sus equivalentes pasan ser una de las piezas
claves para que el ministerio episcopal en una Iglesia
local construya y anime la vida eclesial desde las
coordenadas de una eclesiología coherente.
-No está de más recordar unas palabras dichas con unción y con
espíritu profético, precisamente en el discurso inaugural del Concilio
Vaticano II, el 11 de octubre de 1962: "En el ejercicio diario de
nuestro ministerio apostólico nos puede ocurrir que percibamos
voces de personas que arden en celo religioso, pero no dan
suficiente margen al recto sentido de las cosas ni al juicio prudente.
Creen ver solo males y ruinas en la situación de la sociedad
actual...Nosotros opinamos de modo muy diferente que estos
profetas de calamidades, que presagian siempre la desgracia como
si fuera inminente la ruina del mundo. Debemos ver, por el
contrario, en los acontecimientos actuales, que parecen traer un
nuevo orden a la humanidad, un plan oculto de la divina
providencia".
- "En las épocas en que el entorno social estaba marcado por las
estructuras monárquicas y absolutistas, la gran mayoría de los
cristianos no vio mayor inconveniente en la aplicación de formas
jurídicas similares en la Iglesias"...Resulta cada vez menos
comprensible para personas creyentes que, con el pretexto de la
esencia teológica de la Iglesia, de su misterio, se impida
practicamente o se pongan trabas a una adopción análoga de
formas estructurales democráticas y federalistas que hoy marcan
la conciencia jurídica y social de muchos cristianos. Esto es
aplicable por ejemplo, al principio de subsidiariedad, o a la forma
correspondiente de "división de poderes", o a la posibilidad de una
participación congruente de todas las personas voluntarias y
capaces en procesos de deliberación y decisión, o a la
trasparencia pública de estos procesos, etc..."(Kehl, o.c. 96 y 97).
7.4.- El servicio sacramental colegiado:
-El servicio de la jerarquía no es, primariamente, un hecho
sociológico o un cuadro jurídico; es un servicio sacramental. El
sacramento del ministerio se realiza plenamente en el
episcopado, y es, en sí mismo, una vinculación colegial para
quienes son llamados a este servicio. La ordenación episcopal
es una vinculación sagrada con el Pueblo y, simultaneamente
con quienes reciben el mismo servicio. En cada ordenación
episcopal se renueva y profundiza la alianza entre el
Episcopado universal y las Iglesias y entre los obispos entre sí.
El ministerio de Pedro no se sitúa al margen de la colegialidad,
sino en su centro.
8.1. Introducción:
- En el esquema que estamos desarrollando, la pastoral del
futuro, pasa por la necesidad de avizorar ese futuro desde el
presente que vivimos. Si estamos en una nueva época, en la
que los cambios vertiginosos son parte integrante del mundo
que se gesta, hay que prepararse para ello. Sin esta
convicción no puede hablarse de una planificación válida y
efectiva.
-La Iglesia actual y su autocomprensión no son obra del
presente. Tampoco se pueden inspirar en las necesidades
de una época o en los intereses reinantes en cada tiempo.
Pero se tiene el peligro de quedarse en un nominalismo o en
una declaración principista si no logra expresarse en una
forma concreta de vivir lo que dice creer.
En reelaboración
10.1. Introducción:
- A pesar de todas las vicisitudes sufridas, la parroquia sigue
siendo una institución eclesial insustituible e insuficiente. Es
insustituible porque en ella se manifiesta de forma concreta
la totalidad de las funciones de la Iglesia. Recordemos las
reflexiones de Medellín, Puebla y Santo Domingo al
respecto.
-Pero es insuficiente, porque no es autárquica ni puede tener
todos los ministerios y servicios. Necesita apoyarse en otras
instituciones supraparroquiales, zonales o diocesanas. Es pues
la parroquia una institución privilegiada para hacer realidad
experiencias de comunión, de planificación, de cercanía a la
gente y sus problemas (este tema está ampliamente
desarrollado en la reciente obra de Joan Bestard,
corresponsabilidad y participación en la parroquia, donde
recoge y actualiza su pensamiento ampliamente difundido
sobre la materia. Tomaremos algunos puntos de esta obra
para el desarrollo de presente tema).
10.9.- Conclusión:
- La Iglesia local tiene una concreción cercana en la estructura
parroquial. Todo el proyecto de Iglesia-comunión debe reflejarse
desde ella. De lo contrario estaremos arando en el mar, o queriendo
construir una Iglesia que no existe, porque no se le ha facilitado al
creyente de a pie, la plataforma donde vivirla y experimentarla desde
su infancia hasta la vejez, y desde la multiplicidad de situaciones por
las que el hombre atraviesa, las cuales deben permitirle vivirlas
cristianamente.
11.- EL MINISTERIO DEL VICARIO PASTORAL
Funciones y responsabilidades:
- La Vicaría de Pastoral, como organismo de servicio eclesial a
nivel diocesano, tiene su razón de ser en la animación de la vida y
el ministerio pastoral, para promover la comunión y la participación
de todo el Pueblo de Dios en orden a la instauración del Reino.
-Su primera función es animar la planeación de la
pastoral diocesana, bajo la guía del obispo, en comunión
y participación con todo el pueblo de Dios. Adelmás,
tiene las siguientes funciones:
Reuniones:
La vicaría de pastoral se reunirá ordinariamente al
menos una vez al mes y en forma extraordinaria cuando
el vicario episcopal lo convoque. Las reuniones serán
coordinadas por el vicario episcopal de pastoral.
BIBLIOGRAFIA BASICA UTILIZADA
Alberigo, Giuseppe. El Vaticano II y su herencia, en Selecciones de
Teología 139(1996)175-186.