Las tres versiones adecuadas, de acuerdo, a la concepción
lingüística de la lógica, son las siguientes:
1. El principio de contradicción afirma que una proposición
(una norma o una sentencia) no puede ser verdadera y falsa (correcta e incorrecta, aplicable e inaplicable) al mismo tiempo y bajo el mismo aspecto. Cuando alguien se expresa verbalmente o por escrito, se puede juzgar su discurso desde diversos aspectos: estilístico, gramatical, moral…o lógico. Una calificación favorable desde el punto de vista lógico dirá que el discurso en cuestión es consistente, válido, consecuente, coherente. En caso contrario, lo tachamos de contradictorio, inconsistente, incoherente, ilógico, pero ¿qué hay de malo en ello? Estas características malogran o interfieren la intención normal del discurso, pues por medio de la comunicación pretendemos entender y ser comprendidos, aparte de que nos impiden adaptarnos a la realidad e imposibilitan el manejo racional de los asuntos humanos; equivale a dar un paso adelante y otro atrás queriendo al mismo avanzar. Ser contradictorio es el peor de los epítetos, y consiste en afirmar algo y negarlo, sostener una tesis y su negación, o cuando las normas implican una conducta-p- y su opuesto-no p-. 2. El principio del tercero excluido afirma que una proposición (una norma, una sentencia) es o bien verdadera o falsa (aplicable o inaplicable, correcta o incorrecta. No hay término medio.
No obstante, la aplicación de este principio se encuentra
limitado por la vaguedad de las definiciones y la indeterminación de nuestro conocimiento, pues en la naturaleza y en la sociedad se presentan estados transitorios, graduales, fronteras difusas entre diferentes conjuntos que parecen escapar del tercero excluido. Ejemplos de razonamientos en los que se aplica el principio del tercero excluido:
O es una persona corrupta o es una persona honesta. No es una
persona honesta. Por lo tanto, es una persona corrupta. 3. El principio de identidad afirma que una proposición (una norma, una sentencia) es lo que es, o sea, es idéntica a sí misma. En términos coloquiales este principio se encuentra expresado en la máxima: “una cosas es una cosa y otra cosa es otra cosa”. La precisión y el buen sentido exigen que todo concepto y juicio debe ser idéntico a sí mismo, y que durante un alegato no se cambie una idea por otra, o el sentido de una proposición, so pena de malograr la comunicación o cometer errores lógicos.
Si una persona le otorga significados distintos en el mismo
discurso a las palabras democracia, libertad de prensa, libertad de palabra, ciencia, paz, puntualidad, etc., será imposible formular tesis o interpretaciones de conductas claras y comprensibles por parte de los demás. Ejemplo de razonamientos en los que se supone el principio de identidad:
1. El orden es una condición indispensable para la justicia, puesto
que ésta sólo se puede lograr por medio de un orden legal y social.
2. Permitir a cada humano morir con dignidad es un derecho
inalienable, tanto como vivir con dignidad; porque la vida y la muerte son igualmente dignas. 3. Solamente cuando uno piensa que pudo haber actuado de otra manera es cuando se siente moralmente responsable de sus actos. Porque una persona no piensa que es moralmente responsable de una acción que no estaba en sus manos evitar.