Sei sulla pagina 1di 8

Se viene convirtiendo en un lugar común hacer referencia a la educación como

instrumento de transformación social. Algunos echan mano de la metáfora del


“ascensor social” para señalar esa función de la escuela como mecanismo de
movilidad social ascendente. Es un planteamiento que obedece a una lógica un
poco ingenua pero, en principio, bien intencionada: si nuestra sociedad está
desgarrada por profundos abismos de inequidad (Colombia es uno de los
países que bajo indicadores internacionales aparece como uno de los más
inequitativos del mundo, con una distribución demencialmente asimétrica de la
riqueza), postular la senda educativa como una vía para cerrar esas brechas
sociales es una alternativa ética y política incuestionable.

Ascensor social

Educación Movilidad social


en Deber - promover
ascendente
Colombia

Es un mecanismo para cerrar las profundas brechas sociales de inequidad


Esta premisa de la educación como fuerza transformadora de las condiciones socio-
económicas de los pueblos es un insumo que no puede faltar en el discurso de todos los
políticos en épocas electorales. Todos hablan de apoyar la educación, de mejorar su
cobertura y su calidad, de posicionar mejor al país en las pruebas internacionales que
miden la calidad educativa, de ofrecer becas y estímulos financieros, etc. Y no es solo un
discurso político, también es una aspiración que condensa las ilusiones de la vida
privada de las familias: “Estudie mijito, para que llegue a ser alguien en la vida”, “Estudie
para que pueda labrarse un futuro mejor”, “La única herencia valiosa que los padres
podemos dejarles a nuestros hijos es una buena educación”.

Educación Sociedad
valorar en general
de calidad
Más allá del carácter ideológico de un discurso que puede encubrir pretensiones
demagógicas de algunos políticos, más allá de ese tufillo a sermón moralista de algunos
padres de familia, podemos suponer que alrededor de la educación hay un gran consenso
social que resalta su relevancia y que la posiciona como uno de los objetivos prioritarios de
los gobiernos y de la sociedad. El problema está no en los fines postulados sino en los
caminos concretos del trasegar educativo en nuestra sociedad. El ascensor social en el que
todos confían parece estar averiado para las amplias mayorías, y solo en casos muy
aislados se cumplen las expectativas de una vida mejor por la vía de la educación. El acceso
a niveles muy disímiles de calidad educativa por factores de estratificación social, en lugar
de cerrar la brecha social lo que hace es ahondarla y legitimarla. Es un ascensor que solo
eleva a quienes ya están encumbrados en los estratos privilegiados.

Casi siempre de
manera exclusiva

Educación Estratos
Acceder privilegiados
de calidad

Niveles de calidad tan disímiles ahondan las brechas sociales


Nuestro sistema educativo pareciera estar diseñado para que cada uno confirme el lugar que le
corresponde en la pirámide social. Desde los jardines infantiles, pasando por los colegios y llegando
hasta las universidades, los niños y jóvenes colombianos transitan por autopistas del conocimiento
que corresponden a universos paralelos de acuerdo a condiciones de vida totalmente disímiles.
Unos estudian para obedecer y ejecutar tareas rutinarias, mientras que los otros se forman para
liderar y para asumir retos innovadores. Unos acceden a conocimientos fragmentados y
desarticulados del mundo real, mientras que otros acceden a procesos de pensamiento que les
permiten redimensionar el mundo y afianzar sus competencias para una ciudadanía planetaria. En
términos simples: los pobres estudian para reproducir su pobreza y los ricos para asegurar su
riqueza. Es la tiranía absoluta de un destino preestablecido por el origen de clase, por la etnia, por el
nivel socio-educativo de los padres, por la declaración de renta de los abuelos, por la “voluntad
divina”, por la “selección natural”.

Educación Pensamiento holístico


elitista y liderazgo innovador
Sistema
fragmentar-se
educativo Educación Conocimiento irrelevante
Colombiano para tareas rutinarias
popular

Confirmar el destino preestablecido por el lugar de cada uno en la pirámide social


Basta con repasar el listado de los mejores colegios en las Pruebas Saber para confirmar que, salvo
contadísimas excepciones, los mejor posicionados son los colegios con costos educativos exorbitantes,
infraestructuras físicas sofisticadas, con los docentes mejor remunerados, convenios internacionales,
proyectos bilingües consolidados. Son colegios de élite para la élite. ¿Y los otros colegios? Una difícil
pregunta puesto que sería poco riguroso aglutinar miles de colegios, con proyectos y horizontes tan
diversos, en una sola categoría. Algunos colegios, tanto oficiales como privados, pasando por encima de
sus precarias condiciones y múltiples dificultades, le apuestan a la calidad y se comprometen con
proyectos ambiciosos, liderados por docentes generosos y entusiastas, intentan encarnar ese salto
esperanzador para que sus egresados accedan a una vida con mejores oportunidades. Otros,
lamentablemente, amparados en un supuesto realismo social, se han resignado a una labor de reciclaje
cultural, desempeñando una lánguida labor de reproducción ideológica y de mercadeo de vanas
pretensiones de un ascenso social ilusorio.
La dinámica de concentración de la riqueza en nuestra sociedad, con todos los
mecanismos que perpetúan esa lógica excluyente, más la baja calidad educativa a la
que tienen acceso las amplias mayorías, no nos dan muchos motivos para abrigar
ilusiones de un cambio social en términos de equidad por la vía educativa. Al contrario,
en muchos sentidos podríamos afirmar que la educación confirma y perpetúa la
dinámica excluyente. Basta constatar la estrecha correlación entre los altos costos
educativos de algunos colegios y los altos niveles de rendimiento que alcanzan sus
estudiantes en las pruebas de Estado y de acceso a las universidades. En el actual
momento de nuestra historia son más los motivos que nos impulsan a ser pesimistas y
a creer que esa brecha socio-cultural, en lugar de cerrarse, estaría dilatándose.
Alguien podría acusarnos de pesimistas y derrotistas. Pero nuestro escepticismo no es una
postura derrotista para justificar la inactividad y la mediocridad. No compartimos esos
discursos que derivan en la impotencia y el desencanto: “Como el mundo es injusto, entonces
no hagamos nada para intentar producir ningún cambio”. Bajo esa óptica de resignación ante
los imperativos de una realidad inamovible, toda tentativa de transformación es descalificada
como romanticismo inútil. Una cosa es afirmar que el actual sistema educativo, con su lógica
de funcionamiento, no sirve para cerrar las brechas sociales ampliamente roturadas y con
raíces socio-históricas muy profundas, y otra muy distinta es considerar que ningún cambio es
posible y que la escuela está condenada a ser una esfera romántica de valores inoperantes
que nunca van a lograr un impacto en el diseño de una sociedad más justa y equitativa.

Potrebbero piacerti anche