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Revisión Bibliográfica

7°MO AÑO BÁSICO


La Ciudad Antigua –
Fustel de Coulanges
Importancia del texto
Nos esforzaremos, sobre todo, en poner de manifiesto las
diferencias radicales y esenciales que distinguen
perdurablemente a estos pueblos antiguos de las
sociedades modernas. Nuestro sistema de educación, que
nos hace vivir desde la infancia entre griegos y romanos,
nos habitúa a compararlos sin cesar con nosotros, a juzgar
su historia según la nuestra y a explicar sus revoluciones por
las nuestras. Lo que de ellos tenemos y lo que nos han
legado, nos hace creer que nos parecemos; nos cuesta
trabajo considerarlos como pueblos extranjeros; casi
siempre nos vem os reflejados en ellos. De esto proceden
muchos errores. No dejamos de engañamos sobre estos
antiguos pueblos cuando los consideramos al través de las
opiniones y acontecimientos de nuestro tiempo.
Sobre la religiosidad romana y griega: La
muerte
Los muertos pasaban por seres sagrados. Los antiguos
les otorgaban los más respetuosos epítetos que podían
encontrar: llamábanles buenos, santos,
bienaventurados. Para ellos tenían toda la veneración
que el hombre puede sentir por la divinidad que ama o
teme. En su pensamiento, cada muerto era un dios.
Esta especie de apoteosis era el privilegio de los
grandes hombres; no se hacía distinción entre los
muertos. Cicerón dice: “Nuestros antepasados han
querido que los hombres que habían salido de esta
vida se contasen en el número de los dioses.” Ni
siquiera era necesario haber sido un hombre virtuoso;
el malo se convertía en dios como el hombre de bien:
sólo que en esta segunda existencia conservaba todas
las malas tendencias que había tenido en la primera.
La religión y la familia
Síguese de aquí que en Grecia y Roma, como con la India,
el hijo tenía el deber de hacer las libaciones y sacrificios a
los manes de su padre y de todos sus abuelos. Faltar a
este deber era la impiedad más grave que podía
someterse, pues la interrupción de ese culto hacía decaer
a una serie de muertos y destruía su felicidad. Tal
negligencia no era menos que un verdadero parricidio,
multiplicado tantas veces como antepasados había en la
familia. Si, al contrario, los sacrificios se realizaban
siempre conforme a los ritos, y los alimentos se
depositaban en la tumba en los días prescritos, el
antepasado se convertía entonces en un dios protector.
Hostil a todos los que no descendían de él, rechazándolos
de su tumba, castigándolos con enfermedades y dolores si
a ella se acercaba, era para los suyos bueno y propicio.
La ciudadanía
SÍ se quiere definir al ciudadano de los tiempos antiguos
por su atributo más esencial, es necesario decir que es el
hombre que posee la religión de ¡a ciudad. Es aquél que
honra a los mismos dioses que ella. Es aquél por quien el
arconta (magistrado romano) o el pritano (500 elegidos
en la democracia ateniense) ofrece el sacrificio de cada
día, es el que tiene derecho de acercarse a los altares, el
que puede penetrar en el recinto sagrado donde se
celebran las asambleas, el que asiste a las fiestas, el que
forma en las procesiones y se mezcla a las panegirias
(grandes fiestas), el que toma asiento en las comidas
sagradas y recibe su parte de las víctimas. Así este
hombre, el día en que fue inscrito en el registro de los
ciudadanos, juró que practicaría el culto de los dioses de
la ciudad y combatiría por ellos.
Estructura social
La organización es similar para todos:

- Clases con derechos absolutos: Patricios


(Roma), Espartitas (Esparta), Ciudadanos
(Atenas)
- Clases con derechos limitados o sin
derechos: Mujeres y niños en general,
Plebeyos (Roma), Periecos (Esparta),
Metecos (Atenas)
- Esclavos

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