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PSICOLOGÍA CLÍNICA DE NIÑOS,

NIÑAS Y ADOLESCENTES

Adjunta a cargo: Prof. Lic. Aimé Valdez


Ayudante Diplomada: Lic. Paula Imperiali
ANNA FREUD
(1895 – 1982)
♣ Fue una psicoanalista austríaca, que centró su
investigación en la psicología infantil.
♣ Fue la sexta y última hija del matrimonio de
Sigmund Freud y Martha Bernays. Los cuidados de
Anna cuando era niña fueron encargados a una
institutriz católica, con quien mantuvo un vínculo
privilegiado.
♣ Varios autores señalan que Anna mantuvo una
relación distante con su madre y sentimientos de
gran ambivalencia con su hermana Sophie, la
“preferida” de sus padres, quien falleció muy joven
a causa de la gripe española mientras cursaba su
tercer embarazo.
♣ En el año 1918 comenzó a hacer terapia con su propio padre, análisis que se mantuvo hasta 1922 .
Freud centró este análisis en las fantasías y ensueños de flagelación como inhibidores del trabajo
intelectual.
♣ Ese mismo año, a sus veintisiete, ingresa en la Sociedad Psicoanalítica de Viena como psicoanalista de
niños.
♣ Sigmund Freud fue un encarnado defensor de las posiciones adoptadas por Anna, y un detractor de las
opiniones de Melanie Klein.
♣ Mientras Sigmund Freud, en 1934, terminaba su primer borrador de Moisés y la religión monoteísta,
Anna iniciaba El Yo y los mecanismos de defensa, regalándole la primera edición a Freud al cumplir éste
los ochenta años en 1936.
♣ En 1933, la promulgación de la ley antisemita dio origen al éxodo de psicoanalistas alemanes y
austríacos. Sin embargo, recién 5 años después la familia Freud decide partir de Viena, tras la invasión de
las tropas de Hitler.
♣ Ya en Londres, Anna se ocupó con exclusividad del cuidado de la salud de su padre, quien luchaba
contra el cáncer. Lo cuidó hasta su muerte.
♣El clima de la Sociedad Británica de Psicoanálisis se enrareció con la llegada de los analistas vieneses.
Tras la muerte del padre del psicoanálisis, se estableció la lucha por definir cuál de las dos corrientes sería
proclamada su heredera.
Neurosis y sintomatología en la infancia
(1962)
♣ Retoma los casos de su padre, el de Hans (1909) y el del Hombre de los Lobos (1918) por ser
ejemplos ilustrativos del cuadro de “neurosis infantil”. Pretende comparar las nociones y
tratamientos con los que se encaraba la neurosis en aquella época y qué aportes se podrían hacer en
la actualidad.
♣ La neurosis infantil, según Anna, despertó el interés de varios autores sólo porque su
descubrimiento demostró que las experiencias de la infancia eran claves para el desarrollo de un
trastorno en la adultez. Había siempre, en la historia de un sujeto neurótico (histérico u obsesivo),
algún rasgo de neurosis ya presente en su etapa infantil.
♣ Salió a la luz, entonces, que tanto un trastorno adulto como uno infantil tenían su causa primera
en un conflicto seguido de una regresión, que provoca ansiedad. Esta ansiedad, como ya vimos
con Freud, provoca la acción de la defensa que da como resultado un síntoma como solución de
compromiso al conflicto.
♣ La idea de que toda neurosis adulta es precedida por una infantil no nos autoriza a pensar que toda
neurosis infantil será indefectiblemente seguida por un trastorno en la adultez. Realizar esta afirmación
implicaría aseverar que:
- La neurosis infantil es más frecuente que la neurosis adulta.
- Que muchas neurosis infantiles son susceptibles de cura espontánea con la entrada al período de
latencia.
- Que depende de las experiencias de la vida adulta el hecho de que los conflictos infantiles se reactiven
y actualicen aquella neurosis infantil (conflictos en la vida sexual, conflictos identificatorios, etc).
♣ No obstante, y como se hizo durante mucho tiempo, sería un error considerar que la neurosis infantil es
el único representante de la psicopatología infantil. Esto sucedía porque era de las pocas patologías graves
en la niñez, además de las discapacidades intelectuales, el autismo y los trastornos que hoy
denominaríamos del neurodesarrollo.
♣ En la actualidad, explica Anna, ya no se realizan evaluaciones del trastorno infantil como cualquier
trastorno mental de un adulto. En cambio, se enumeran, describen y explican todos aquellos rasgos que
estén interfiriendo en la evolución y desarrollo mentales esperables.
♣ Gracias a esta preocupación por el desarrollo del niño y de la niña es que se pudo salir del campo de la
psicopatología y empezar a centrarse en un campo nuevo: el estudio del desarrollo inicial de la
personalidad.
♣ La autora plantea que las dificultades del bebé en cuanto a la respiración, el sueño, la alimentación,
que no tienen base orgánica detectable, están respondiendo a una causa emocional. Estarían derivadas
de la interacción producida entre modalidades innatas de funcionamiento y la manera en que la madre
maneja esas potencialidades. Asimismo, tendrían también que ver con una “infección” emocional que
se produce por la respuesta del bebé a esa madre, a sus estados de ánimo, su ansiedad, preferencias y
rechazos.
♣ Todos los afectos que quedan depositados en el cuerpo de ese bebé son descargados por él a través
de su propio cuerpo. Se trata de una respuesta normal durante el primer año de vida, pero se torna
patológico si persiste más allá de este periodo porque el niño ya debería contar con vías de descarga
alternativas (pensamiento, lenguaje, acción).
♣ Estos hechos psicosomáticos contribuirían a la conformación de la personalidad de ese sujeto, sobre
todo por cómo son vivenciadas las experiencias de placer-displacer. Esto se debe a que, siguiendo la
teoría freudiana, la satisfacción de las necesidades corporales tempranas es la que abre el camino para
el establecimiento del vínculo con el objeto y de la capacidad general del individuo para vincularse
con los otros.
♣ La forma y fuerza de las vinculaciones objetales desempeñan un papel decisivo en la elección de
una neurosis. Una mayor intolerancia al displacer conduce a que el yo tienda a utilizar mecanismos de
defensa de manera desmedida y, como consecuencia, aumentar la gravedad de los síntomas neuróticos.
♣ Es igualmente importante el modo en el que la madre catectiza el cuerpo del niño: de manera
narcisista o con libido objetal, con libido o agresión, positiva o negativamente, con o sin cambios
e interrupciones. En base a esto es cómo el bebé responderá a esa madre y la actitud que
desarrollará hacia sí mismo y hacia el mundo.

♣ La experiencia de ser amado recibida en la infancia es la que construye la posterior confianza


en sí mismo y autoestima que posee el adulto. Se trataría de experiencias decisivas para
determinar o contrarrestar la aparición de síntomas en la adultez. La constancia y fuerza de los
vínculos objetales tempranos es la que facilita las internalizaciones y las identificaciones, que no
sólo enriquecen la personalidad sino que también preparan el terreno para el conflicto que pueda
surgir entre las instancias psíquicas, conflicto típico de todo neurótico.

♣ El desarrollo esperable de una fase dependerá de que haya objetos hacia los cuales poder
dirigir los instintos componentes que corresponden a cada fase. Las relaciones objetales,
entonces, derivan su poder e intensidad de las energías libidinales y agresivas de los instintos
componentes prefálicos.
♣ Estos instintos componenetes prefálicos son importantes en la generación de la neurosis infantil en
dos sentidos:
1) Preparando el camino para las regresiones. Si consideramos que, para el desencadenamiento de una
neurosis, el yo del individuo debe retraerse de un conflicto actual hacia una forma de satisfacción
anterior y más segura, entonces los instintos componentes se convierten en los agentes que facilitan
el camino a esa regresión debido a la gran cantidad de energía que contienen.
2) Sentando las bases para las formaciones de compromisos neuróticos, predecesoras de la neurosis
infantil. Es el área de los instintos componentes la que produce síntomas neuróticos tempranos
como fobias, problemas en el sueño, inhibiciones. Pareciera que estas manifestaciones son las
mismas que las de una neurosis infantil, pero no resulta así.

♣ Los conflictos en los que se basan estos síntomas tempranos no se dan entre instancias internas
como en el adulto, sino que representan choques entre un deseo instintivo interno y una influencia
prohibitiva que viene desde el mundo exterior. Así, una fobia no respondería a una un miedo por un
peligro interno sino por un miedo al mundo objetal. El temor no sería por la culpa, sino por perder
al objeto de amor. La regresión a un estadio de satisfacción anterior puede suceder como no, pero si
sucede y el ambiente no presenta objeciones, será vivido como síntoma egosintónico por el niño.
♣ Los síntomas, en esta etapa de la vida, aún no están organizados en síndromes o trastornos, sino que
están aislados y son transitorios. Esto se debe a que están sujetos a cambios ambientales, en su vínculos y
en su propio desarrollo. Se trata de unas primeras formaciones de compromiso por parte del yo (aún
conformándose) para intentar tramitar la frustración.
♣ Con la llegada a la fase fálica, aparecen ciertos progresos decisivos respecto a la estructuralización del
funcionamiento del yo y del superyó, que buscan defender su propio terreno. Con esto, tanto los deseos
internos como los miedos a la desaprobación del mundo empiezan a perder su importancia como factores
patógenos. Este lugar pasa a ser ocupado por la regresión cuando los deseos se ven frustrados y se
reactivan viejas formas de satisfacción, lo cual produce culpa. Los síntomas conformados pierden su
vínculo con el mundo objetal y se tornan inamovibles, por lo que pueden provocar inhibiciones o bloqueos
en el desarrollo.
♣ Una neurosis no es ya la respuesta del yo a la frustración de ciertos deseos, sino que es producto de un
intento por manipular la conmoción que genera el conflicto de los impulsos, los afectos y las actitudes
ambivalentes hacia los objetos.
♣ En los análisis de las neurosis infantiles siempre aparece esta conexión entre pasado y presente, como
antecedentes de la situación actual: ciertas cualidades del yo, tendencias instintivas, identificaciones
conflictivas, etc. Sin embargo, por más que estén presentes, no sería fácil integrar cada elemento infantil y
adulto que corresponda a una neurosis.
♣ Para finalizar el texto, la autora retoma la idea de que no toda psicopatología infantil asumirá la
forma de una neurosis. Debido a defectos constitucionales, carencias tempranas, falta e objetos
adecuados, pueden producirse relaciones objetales ambivalentes, identificaciones débiles,
estructuraciones incompletas. Como resultado, el yo de ese niño puede resultar inmaduro o
distorsionado, lo cual podría conducir a patologías mucho más severas que una neurosis.

♣ Entiende a la neurosis infantil, entonces, de manera dicotómica: por un lado, como patología ya
que puede ocasionar síntomas muy severos y limitantes en el niño. Pero, por otro lado, también se
constituye como un recurso habitual en la infancia que no genera grandes desadaptaciones en la
vida futura de ese niño.

♣ Desde una perspectiva del desarrollo, la neurosis infantil representa un signo positivo de la
evolución de la personalidad, una progresión de reacciones más primitivas a otras más complejas.
Es, tal vez, el precio a pagar por un desarrollo humano superior.

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