“Ese Hijo que había de nacer de María fue engendrado por
Elohim, el Padre Eterno, no contraviniendo las leyes naturales, sino de acuerdo con una manifestación superior de las mismas… En Su naturaleza habrían de combinarse los poderes de la divinidad, y la capacidad y posibilidades del estado mortal; y esto de acuerdo con la operación normal de la ley fundamental de la herencia —declarada por Dios, demostrada por la ciencia y admitida por la filosofía— de que los seres vivientes se han de propagar según su especie. El niño Jesús habría de heredar los rasgos físicos, mentales y espirituales, las tendencias y poderes que distinguían a Sus padres: uno inmortal y glorificado, a saber, Dios; el otro humano, una mujer” (véase Jesús el Cristo, 1964, pág. 85). Clase 4 Lec Élder Robert E. 7 Wells, “…la naturaleza divina de Jesucristo como Hijo de Dios… es esencial para de los Setenta, comprender el plan de salvación en su totalidad. Él es el Primogénito del Padre en la existencia preterrenal y el Unigénito del Padre en la Tierra. Dios, el Padre Eterno, es el progenitor literal de nuestro Señor y Salvador Jesucristo y de todos Sus otros hijos espirituales… “La ‘naturaleza divina de Jesucristo como Hijo de Dios’ también se refiere a su designación como el ‘Unigénito en la carne’… Este título significa que el cuerpo físico de Jesús era progenie de una madre mortal y un Padre Eterno inmortal, un hecho verídico que fue esencial para la Expiación, ese acto supremo que ningún hombre común podría haber realizado. Cristo tenía el poder para dar Su vida y volverla a tomar, porque había heredado la naturaleza inmortal de Su Padre Celestial. De María, Su madre terrenal, heredó Su condición de ser mortal, o sea, la facultad de morir. “Conjuntamente, esta expiación infinita de Cristo y Su naturaleza divina como Hijo de Dios constituyen la doctrina más importante del cristianismo” (“Nuestro mensaje al mundo”, Liahona, enero de 1996, págs. 73, 74). Clase 4 Lec Tad R. Callister, 7 Presidente General de la Escuela Dominical,
“Dios el Hijo cambió Su hogar celestial con todo su esplendor
divino por una morada terrenal con todos sus ornamentos primitivos. Él, ‘el Rey del cielo’ (Alma 5:50), ‘el Señor Omnipotente que reina’ (Mosíah 3:5), abandonó un trono para heredar un pesebre. Intercambió el dominio de un dios por la dependencia de un bebé… Fue un cambio de dimensiones inigualables… El gran Jehová, creador de incontables mundos, infinito en virtud y en poder, vino a este mundo en pañales y en un pesebre” (The Infinite Atonement, 2000, pág. 64). Clase 4 Lec Bruce R. McConkie 7 (1915–1985), del Quórum de los Doce Apóstoles:
“La condescendencia de Dios (el Padre) es que aun siendo un
Personaje exaltado, perfecto y glorificado, llegó a ser el Padre personal y literal de un Hijo nacido de madre mortal” (Mormon Doctrine, segunda edición, 1966, pág. 155). Clase 4 Lec Élder Robert D. Hales, del Quórum de los Doce Apóstoles, 8 “Cuando comprendemos nuestro convenio bautismal y el don del Espíritu Santo, ello cambiará nuestra vida y asentará nuestra total lealtad al reino de Dios. Si al salirnos al paso las tentaciones prestamos atención, el Espíritu Santo nos traerá a la memoria que hemos prometido recordar a nuestro Salvador y obedecer los mandamientos de Dios… “Al seguir el ejemplo de Jesús, también nosotros demostramos que nos arrepentiremos y seremos obedientes en guardar los mandamientos de nuestro Padre Celestial. Nos humillamos con un corazón quebrantado y un espíritu contrito al admitir nuestros pecados y buscar el perdón por nuestras transgresiones (véase 3 Nefi 9:20). Hacemos convenio de que estamos dispuestos a tomar sobre nosotros el nombre de Jesucristo y recordarle siempre… “…Ruego que cada uno de nosotros, en calidad de miembros de Su reino, comprenda que nuestro bautismo y confirmación es la entrada a Su reino. Cuando entramos, hacemos convenio de ser de Su reino, ¡para siempre!” (véase “El convenio del bautismo: Estar en el reino y ser del reino”, Liahona, enero de 2001, págs. 7, 8, 9).