La evaluación de los efectos de las políticas de rentas ha dado
lugar a resultados contradictorios. Una de las razones de este hecho es, sin duda, la propia dificultad técnica que plantea la medición, a diferencia de lo que ocurre en otras políticas económicas. Para medir el éxito o fracaso de cualquier política de rentas es preciso seleccionar un conjunto de indicadores (de precios, salarios, masa salarial, tramos salariales significativos, etc.) y establecer un modelo que permita realmente capturar el efecto de la contención de los aumentos, separándolos de los derivados de otras medidas aplicadas simultáneamente (política monetaria, fiscal, de tipo de cambio). Factores que favorecen a las políticas de rentas: Entre las principales pueden contabilizarse las siguientes: • La existencia de organizaciones sindicales fuertes que abarquen todo el país —por sí o por vía confederativa— y que tengan un alto nivel de afiliación. • Que los sindicatos funcionen con gran independencia de los partidos políticos y que cuenten con una buena base de profesionales y técnicos para el seguimiento de la economía. • La unidad y coordinación de las asociaciones empresariales (sectoriales/regionales). • Que exista un cauce institucionalizado para las negociaciones entre los sindicatos, los empresarios y el gobierno, con el imprescindible apoyo de órganos de consulta, información y arbitraje. • Por último, hay coincidencia en señalar que los pequeños países (según las calificaciones convencionales de la OCDE y otros organismos) son los que con mayor regularidad y eficacia han podido/sabido aplicar políticas de rentas, que se han extendido no sólo a los salarios, sino a otras rentas no-salariales, y desde luego a la contención de los márgenes de beneficios. TRES OBSERVACIONES FINALES SOBRE LA POLÍTICA La primera se refiere a la valoración global de la política de rentas como herramienta de la política macroeconómica. Al respecto, conviene señalar que la respuesta a la pregunta de si la práctica de las políticas de rentas demuestra o no su efectividad cara a su principal objetivo, contribuir a la estabilidad de precios, parece que no puede basarse exclusivamente en las pruebas empíricas. Y no sólo por las dificultades que éstas plantean, a las que ya nos hemos referido, sino porque la aceptación o el rechazo de la idea de la política de rentas depende de la aceptación o rechazo del punto de vista sobre el funcionamiento del sistema económico donde se aplicara la política. Los acuerdos sobre rentas han permitido superar en muchos casos las tendencias a la conflictividad social y han creado un clima político social más cooperativo. La segunda se refiere a la importancia de los llamados efectos de salida de la política. Como ya subrayó hace años la OCDE, es este un problema inherente a toda política que tenga un carácter marcadamente temporal, como en bastantes casos ha ocurrido con la política de rentas. Pueden desarrollarse unos efectos que lleven a contrarrestar los resultados positivos de contención logrados con anterioridad. Y si no se prevé esta posibilidad, el «retorno a la normalidad» puede tener efectos graves, particularmente en los siguientes: 1. Si ello se produce en una situación de demanda excedentaria. 2. Si se introdujeron fuertes distorsiones en las diferencias salariales (ejemplo, cuando la política de rentas afectó fuertemente a determinados grupos y no a otros). 3. Si los necesarios ajustes de precios no se han realizado, bien sea porque simultáneamente se aplicaron controles directos o se impuso (?) una limitación a los márgenes de beneficios. Todo ello supone, pues, que la flexibilización o salida de una política de rentas exige prever las condiciones en que debe realizarse, a expensas de que, si no se hace así, puedan desarrollarse efectos no deseados. Por último, la tercera observación importante que hay que hacer es que una política de rentas debe constituir siempre una pieza dentro de un conjunto de políticas orientadas al logro del equilibrio interno y externo de la economía. La política de rentas no es, evidentemente, la herramienta más importante para que una economía recupere su estabilidad o la mantenga. Sin embargo, en todas aquellas experiencias en las que los resultados en términos de estabilidad y de distribución han sido relativamente positivos, los acuerdos sobre rentas han formado parte de un esquema de política económica en el que el control monetario, la política fiscal y otras medidas dirigidas al logro del equilibrio externo tenían también asignado su correspondiente relevante papel