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Según la teoría de la selección natural, todas las especies vivientes han

estado enlazadas con la especie madre de cada género, mediante


diferencias
no mayores que las que vemos hoy día entre las variedades naturales
y domésticas de la misma especie; y estas especies madres, por lo general
extinguidas actualmente, han estado a su vez igualmente enlazadas
con formas más antiguas y así retrocediendo, convergiendo siempre en
el antepasado común de cada una de las grandes clases. De este modo, el
número de eslabones intermediarios y de transición entre todas las
especies
vivientes y extinguidas tiene que haber sido inconcebiblemente
grande; pero, si esta teoría es verdadera, seguramente han vivido sobre
la tierra
Las especies, sin embargo, cambian probablemente con mayor lentitud,
y en un mismo país sólo un corto número cambian al mismo tiempo.
La lentitud es consecuencia de que todos los habitantes del mismo país
están ya tan bien adaptados entre sí, que en la economía de la naturaleza
no se presentan, sino con largos intervalos, nuevos puestos debidos a
cambios físicos de alguna clase o a la inmigración de formas nuevas. Es
más: variaciones o diferencias individuales de naturaleza conveniente,
mediante las que algunos de los habitantes pudiesen estar mejor
adaptados
a sus nuevos puestos en las circunstancias modificadas, no siempre
tienen que aparecer simultáneamente. Por desgracia, no tenemos medio
alguno de determinar, midiéndolo por años, el tiempo requerido para
modificarse una especie; pero sobre esta cuestión del tiempo hemos de
insistir.
Volvamos ahora la vista a nuestros más ricos museos geológicos, y
¡qué triste espectáculo contemplamos! Que nuestras colecciones
son incompletas,
lo admite todo el mundo. Nunca debiera olvidarse la observación
del admirable paleontólogo Edward Forbes, de que muchísimas
especies fósiles son conocidas y clasificadas por ejemplares únicos,
ya
veces rotos, o por un corto número de ejemplares recogidos en un
solo sitio.
Tan sólo una pequeña parte de la superficie de la tierra ha sido
explorada
geológicamente, y en ninguna con el cuidado suficiente, como lo
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prueban los importantes descubrimientos que cada año se hacen
en Europa.
Ningún organismo blando por completo puede conservarse.
Las conchas y huesos se descomponen y desaparecen cuando quedan en el
fondo del mar donde no se estén acumulando sedimentos. Probablemente
estamos en una idea completamente errónea cuando admitimos que
casi en todo el fondo del mar se están depositando sedimentos con una
velocidad suficiente para enterrar y conservar restos fósiles. En toda una
parte enormemente grande del océano, el claro color azul del agua
demuestra
su pureza. Los muchos casos registrados de una formación cubierta
concordantemente, después de un inmenso espacio de tiempo, por
otra formación posterior, sin que la capa subyacente haya sufrido en el
intervalo ningún desgaste ni dislocación, parecen sólo explicables admitiendo
que el fondo del mar no es raro que permanezca en estado invariable
durante tiempos inmensos. Los restos que son enterrados, si lo son en
arena o cascajo, cuando las capas hayan emergido, se disolverán,
generalmente,
por la infiltración del agua de lluvia, cargada de ácido carbónico.
La manera brusca como grupos enteros de especies aparecen súbita-
mente en ciertas formaciones, ha sido presentada por varios
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paleontólogos -por ejemplo, por Agassiz, Pictet y Sedgwick- como una
objeción fatal para mi teoría de la transformación de las especies. Si
realmente
numerosas especies pertenecientes a los mismos géneros y familias
han entrado en la vida simultáneamente, el hecho tiene que ser fatal
para la teoría de la evolución mediante selección natural, pues el
desarrollo
por este medio de un grupo de especies, descendientes todas de
una especie progenitora, tuvo que haber sido un proceso lento, y los
progenitores
tuvieron que haber vivido mucho antes que sus descendientes
modificados.
Se presenta aquí otra dificultad análoga mucho más grave. Me refiero
a la manera como las especies pertenecientes a varios de los principales
grupos del reino animal aparecen súbitamente en las rocas fosilíferas inferiores
que se conocen. La mayor parte de las razones que me han convencido
de que todas las especies vivientes del mismo grupo descienden
de un solo progenitor se aplican con igual fuerza a las especies más antiguas
conocidas. Por ejemplo: es indudable que todos los trilobites cámbricos
y silúricos descienden de algún crustáceo, que tuvo que haber vivido
mucho antes de la edad cámbrica, y que probablemente defirió mucho
de todos los animales conocidos. Algunos de los animales más antiguos,
como los Nautilus, Lingula, etc., no difieren mucho de especies vivientes,
y, según nuestra teoría, no puede suponerse que estas especies antiguas
sean las progenitoras de todas las especies pertenecientes a los
307 mismos grupos, que han ido apareciendo luego, pues no tienen caracteres
en ningún grado intermedios.

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