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El desarrollo de la cristología

en la Iglesia primitiva
Jesús habló y actuó, antes de la Pascua, como el Hijo único de Dios
ungido por el Espíritu, como el revelador definitivo, y, por ello,
poseedor de autoridad para perdonar los pecados, con soberanía sobre
la Ley y el Templo, y con autoridad para exigir un seguimiento
incondicional, ante el cual se juega la suerte definitiva.

Jesús concibió su vida como una entrega en favor de los demás, de


carácter salvífico, y su estrecha relación con Dios, su Papá, lo
sostuvo para entregar su vida con una esperanza que va más allá de
la muerte.

Esto fue captado tanto por sus discípulos, que dejándolo todo los
siguieron (cf. Mc 1,18), como por sus adversarios, que buscaban
matarlo porque se hacía igual a Dios (cf. Jn 5,18).
1. San Ignacio de Antioquía

«Haceos los sordos cuando


alguien os hable
a no ser de Jesucristo,
el de la descendencia de David,
el hijo de María,
que nació verdaderamente,
que comió y bebió,
y que fue verdaderamente
perseguido en tiempo de Pilato»
1. San Ignacio de Antioquía

Hay un solo médico,


carnal y espiritual
creado e increado,
Dios hecho carne,
vida verdadera en la muerte,
[nacido] de María y de Dios,
primero pasible y, luego, impasible
Jesucristo nuestro Señor.
1. San Ignacio de Antioquía

De nada sirven los reinos del siglo.


Prefiero morir para Jesucristo que
reinar sobre la tierra.
Busco al que murió por nosotros.
Quiero al que resucitó por nosotros.
Mi parto es inminente.
No impidáis que viva;
no queráis que muera.
No entreguéis al mundo
al que quiere ser de Dios.
Dejadme alcanzar la luz pura.
Cuando eso suceda, seré un hombre.
Permitidme ser imitador
de la pasión de mi Dios.
2. San Ireneo y el carácter eclesial de la fe

Siendo yo niño todavía, te vi en casa de Policarpo, en el Asia.


Es que me acuerdo más de los hechos de entonces que de los
recientes, incluso puedo decir el sitio en que Policarpo
dialogaba sentado, sus entradas y salidas, su modo de vida, el
aspecto de su cuerpo y los discursos que hacía al pueblo.
Cómo describía sus conversaciones con Juan y los demás que
habían visto al Señor, y cómo recordaba las palabras de unos y
otros. Y qué había escuchado de ellos acerca del Señor, de sus
milagros y su enseñanza.
Y Policarpo, después de haberlo recibido de estos testigos
oculares de la vida del Verbo, todo lo relataba en consonancia
con las Escrituras.
Y estas cosas, por la misericordia que Dios tuvo para conmigo,
también yo las escuchaba entonces y las anotaba, pero no en el
papel, sino en mi corazón.
3. Orígenes de Alejandría

Dios es absolutamente uno y simple.


Pero, Nuestro Salvador,
por que es múltiple,
se vuelve muchas cosas,
y, tal vez, todas ellas,
de acuerdo a la necesidad
que cada creatura tiene
de ser liberada.

(Com. Jn., I,119-120)


3. Orígenes de Alejandría

Todas las cosas visibles


pueden ser relacionadas con las invisibles,
las corpóreas con las incorpóreas
y las manifiestas con las ocultas,
de modo que la creación del mundo
Ha sido hecha por la Sabiduría divina
con tal disposición que,
sirviéndose de las cosas visibles,
nos enseñe sobre las realidades invisibles,
y de lo terrenal nos transporte a lo celestial

(Com. Cantar de los cantares)


3. Orígenes de Alejandría

El sentido profundo del Evangelio


no lo alcanza sino aquel que ha apoyado su
cabeza sobre el pecho de Jesús y
ha recibido a María como su propia Madre.

En efecto, el que ya ha progresado


'ya no vive', sino que 'Cristo vive en él',
y porque Cristo vive en él,
sobre él, se puede decir a María:
'He aquí a tu hijo'.

(Com. Jn., I,23-23)


3. Orígenes de Alejandría
Num 24,5: ¡Qué hermosas son tus casas, Jacob, y tus tiendas, Israel!
La casa es sólida y estable. Las tiendas son la habitación de los
que siempre están en camino. Jacob representa a los que realizan
obras. Israel, a los buscan la Sabiduría.
Y puesto que la Sabiduría de Dios es infinita, cuanto más
progresan, tanto más se alarga la vía del progreso, y tiende al
infinito.
Si alguno experimenta un progreso en el conocimiento de Cristo,
lo sabe bien: cuando accede a una cierta contemplación de sus
misterios, allí habita como en un campamento. De allí, progresa
más, y, como levantando el campamento, tiende a lo superior.
De hecho, cuando se enciende en el alma una chispa de
conocimiento, el alma nunca más puede estar en reposo,
sino que siempre es atraída de las realidades buenas a las
mejores ; y nuevamente, desde las mejores, a las superiores.
3. Orígenes de Alejandría

Por otra parte,


el tiempo de las sombras
tendrá su término al final del mundo,
porque después
de la consumación del mundo,
ya no veremos a Cristo, la Verdad,
por medio de espejos y en enigmas,
sino cara a cara.

(Com. Cantar de los cantares)


4. La cristología de los grandes concilios
4. La cristología de los concilios
Arrio

El Verbo no es verdadero Dios. Pero, si se le


llama Dios, no lo es de veras, sino sólo por
participación de gracia. Como todos los otros,
así también él es llamado Dios sólo de nombre.
Y siendo todo ajeno y diferente de Dios por
esencia, así también el Verbo es ajeno y
completamente diverso de la esencia y
propiedad del Padre. Es propiamente una de las
cosas hechas y creadas.
4. La cristología de los concilios
El concilio de Nicea

Creemos en un solo Dios, Padre Todopoderoso,


creador de las cosas visibles e invisibles, y en un
solo Señor, Jesucristo, el Hijo de Dios, único
engendrado del Padre, es decir de la sustancia
del Padre, Dios de Dios, luz de luz, verdadero
Dios del verdadero Dios; engendrado no hecho,
consubstancial al Padre, por el que todo fue
hecho, lo que está en el cielo y lo que está sobre
la tierra. que por nosotros los hombres y por
nuestra salvación descendió, se encarnó y se
hizo hombre, padeció y resucitó al tercer día.
subió a los cielos, vendrá a juzgar a los vivos y a
los muertos; y en el Espíritu Santo
4. La cristología de los concilios
Apolinar de Laodicea

Si Dios se hubiese unido al hombre, un ser


completo a otro ser completo, serían dos: uno el
Hijo de Dios por naturaleza y uno el hijo de
Dios adoptivo.
4. La cristología de los concilios
Concilio de Constantinopla

El concilio condena a Apolinar, rechazando la


asunción por parte del Verbo de una
humanidad incompleta. Reafirma así la
perfección de la humanidad asumida por el
Verbo, que se hizo hombre perfecto: al decir
«hombre perfecto» el texto quiere expresar
«perfectamente hombre», o bien, «hombre
completo», en el sentido que nada lo falta de la
humanidad.
4. La cristología de los concilios
Nestorio

María no engendró la divinidad. La criatura no


concibió al Dios increado. El Padre no engendró
en los últimos tiempos al Verbo de Dios de una
Virgen. La criatura no concibió al Creador, sino
engendró a un hombre instrumento de la
divinidad. El Espíritu Santo no creó al Verbo de
Dios, sino que en el seno de la Virgen fabricó un
templo para que el Verbo de Dios en él habitase.
4. La cristología de los concilios
Concilio de Éfeso

No nació primeramente un hombre común de la


Santa Virgen, y luego sobre Él descendió el
Verbo, sino que, unido a la carne desde el seno
materno, nació como hombre, haciendo suyo
este nacimiento.

De esta manera los Santos Padres no vacilaron


en llamar Madre de Dios a la Santa Virgen.
4. La cristología de los concilios
Concilio de Calcedonia

Todos enseñamos que se debe confesar un solo


y el mismo Hijo Nuestro Señor Jesús Cristo el
mismo perfecto en la divinidad y el mismo
perfecto en la humanidad, verdaderamente
Dios y verdaderamente hombre, el mismo de
alma racional y cuerpo, consubstancial al Padre,
según la divinidad, y el mismo consubstancial a
nosostros, según la humanidad; semejante a
nosostros en todo, menos en el pecado.
4. La cristología de los concilios
Concilio de Calcedonia

Nacido del Padre, antes de los siglos, según la


divinidad, y, el mismo, en los últimos días, por
nosotros y por nuestra salvación, nacido de
María la Virgen, la Madre de Dios, según la
humanidad: uno solo y el mismo Cristo, Hijo,
Señor, Unigénito, conocido en dos naturalezas
sin confusión, sin cambio, sin división, sin
separación, sin que la distinción de naturalezas
cese por la unión, sino quedando intactas las
propiedades de cada una de las naturalezas.
El Concilio Vaticano II

22. Tan sólo en el misterio del Verbo encarnado se aclara


verdaderamente el misterio del hombre. Adán, el primer
hombre, era, en efecto, figura del que había de venir, es decir,
de Cristo, el Señor. Cristo, el nuevo Adán, en la revelación
misma del misterio del Padre y de su amor, manifiesta
plenamente el hombre al propio hombre y le descubre su
altísima vocación.

Con su encarnación, Él mismo, el Hijo de Dios, en cierto


modo se ha unido con cada hombre. Trabajó con manos de
hombre, reflexionó con inteligencia de hombre, actuó con
voluntad humana y amó con humano corazón. Nacido de
María Virgen, se hizo verdaderamente uno de nosotros,
semejante en todo a nosotros, excepto en el pecado.

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