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El Nuevo Testamento
Cartas de San Pablo
Evangelios y Hechos
Otras cartas y Apocalipsis
Fuentes para conocer a Jesús
El Nuevo Testamento
«Nadie conoce al Padre, sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo se
lo quiera revelar» (Lc 10,22), por ello Jesús dijo: «Nadie va al
Padre, sino por mí» (Jn 14,6) y cuando Felipe le suplicó
«muéstranos al Padre», le respondió «el que me ve a mí, ve
al Padre» y le prometió el don del Espíritu «que lo enseñará
todo» (Jn 14,8-9.24). De este modo, sólo podemos conocer
el verdadero rostro de Dios Padre en el rostro humano de
Jesús, instruidos por el Espíritu Santo; y sólo podemos
ver el rostro de Jesús, el Hijo de María, reflejado en los
ojos de Pedro.
La Escritura y la Iglesia
Tertuliano:
«Los herejes siempre arrastran donde
quieren, con sus conjeturas, las
sentencias simples y a la letra, o por el
contrario, en la lectura literal, les
quitan valor bajo ciertas condiciones y
razones» (Adversus Marcionem, V,11,9).
Ireneo:
«Los apóstoles primero proclamaron el
Evangelio, después, por voluntad de
Dios, nos lo transmitieron por escrito»
(Adversus haereses, III,1,1).
Tertuliano:
«La predicación es anterior a los
documentos, pues los apóstoles
primero predicaron de viva voz y
después por medio de escritos»
(De praescriptione, 21,3).
La Escritura y la Iglesia
1. La canonicidad
2. La integridad del texto
3. La interpretación del texto
La Escritura y la Iglesia
1. Agustín:
«Yo no creería en el Evangelio,
si no me moviera a ello
la autoridad de la Iglesia Católica»
(Contra Epistulam Manichaei, 5).
«Creo en el Evangelio,
porque creo en la Iglesia'».
La Escritura y la Iglesia
2. Tertuliano:
3. Tertuliano:
«En la polémica contra los herejes,
cuando argumentas con la Biblia, lo
único que lograrás dar vuelta, no será
la opinión del adversario, sino tu
cerebro y tu estómago. Perderás tu voz
y ganarás el enojo»
(De praes., 16,2; 17,4).
d. La Iglesia lo transmite
San Ireneo y el carácter eclesial de la fe
Siendo yo niño todavía, te vi en casa de Policarpo, en el Asia.
Es que me acuerdo más de los hechos de entonces que de los
recientes, incluso puedo decir el sitio en que Policarpo
dialogaba sentado, sus entradas y salidas, su modo de vida, el
aspecto de su cuerpo y los discursos que hacía al pueblo.
Cómo describía sus conversaciones con Juan y los demás que
habían visto al Señor, y cómo recordaba las palabras de unos y
otros. Y qué había escuchado de ellos acerca del Señor, de sus
milagros y su enseñanza.
Y Policarpo, después de haberlo recibido de estos testigos
oculares de la vida del Verbo, todo lo relataba en consonancia
con las Escrituras.
Y estas cosas, por la misericordia que Dios tuvo para conmigo,
también yo las escuchaba entonces y las anotaba, pero no en el
papel, sino en mi corazón.
La Biblia y la Iglesia