Sei sulla pagina 1di 62

CAPÍTULO 5: LA IGLESIA

O LA PALABRA
Desde 1909 hasta 1915, la IASD publicó una revista
muy importante llamada Revista Protestante. W. W.
Prescott, el primer director educacional de la
Conferencia General, la editó. Sus editores
asociados eran F. C. Wilcox, editor de la Review and
Herald, y W. A. Spicer, entonces secretario,
posteriormente sería presidente de la Conferencia
General. Estas finas declaraciones: ‘Apoyando un
Cristianismo Pri-mitivo’ y ‘Protestando Contar la
Apostasía’, aparecieron en la tapa anterior de cada
número de la revis-ta. Cada asunto también poseía
una declaración diferente relacionada con el
Protestantismo en su tapa principal.
En su número de Septiembre de 1914, bajo
el título ‘Una Diferencia Vital’, mostró esta
dramática declaración: “El Protestantismo
lleva a cabo la relación del individuo con
la iglesia dependiente de su relación con
Cristo; el Catolicismo, al contrario, lleva a
cabo la relación del individuo con Cristo
dependiente de su relación con la iglesia”.
Este principio es tan fundamental hoy
como siempre. La Re-forma Protestante fue
construida sobre la primacía de la Palabra.
El Movimiento Adventista comenzó porque los
Protestantes se estaban alejando de la
Palabra y se estaban acercando a los
principios eclesiásticos independientemente
de la Palabra. Esto fue ciertamente verdad en
relación a la ley de Dios, y especialmente
con el cuarto Mandamiento. Sin embargo,
también fue verdad en relación al estado de
los muertos y con respecto al asunto del
bautismo. Cuando nuestros pioneros le
llevaron toda la luz del Mensaje del Advento
a estas iglesias, ellos descubrieron que estas
iglesias se aferraban más a un “así dice la
iglesia” que a un “así dice la Palabra”. Hoy, la
IASD se enfrenta a esta misma amenaza
La verdad no es ecléctica, la verdad no es
pluralista; no puede ser, porque la verdad
es absoluta, remachada en el carácter
eterno del propio Dios. Sin embargo,
vemos a muchos ASD proclamar el
peligroso tema ecuménico de la unidad en
la diversidad. Muchos están proclamando
osadamente su adherencia a los principios
pluralísticos, pero Dios no puede mentir
(Tito 1:2; Núm. 23:19). Jesús es la Verdad
(Juan 14:6). Por otro lado, Satanás es el
padre de las mentiras (Juan 8:44). Así, el
eclecticismo y el pluralismo siempre tienen
sus raíces en el error.
Cuando nos alejamos un paso de la
verdad revelada, estamos en el territorio
de Satanás. No importa cuánta verdad
algo tenga en él. Si tenemos una
pequeña cantidad de error, tenemos
una filosofía rema-chada en los
engaños de Satanás. Un principio con
una pequeña cantidad de error
contenido en él, no puede ser de Dios,
así como el agua no puede permanecer
pura si alguien coloca una gotita de
estricni-na en ella. Solo hay una verdad.
Hay una cantidad ilimitada de errores.
Satanás usa todo tipo de errores para
engañar a la humanidad, y él puede
efectivamente usar cualquier mezcla de la
verdad con el error. Uno de los más
peligrosos conceptos escuchados dentro
del Adventismo hoy es: Hay mucha verdad
en ello. Está implícito que también hay
error, y eso hace con que el concepto sea
un engaño de Satanás. La Palabra de Dios
nos dice que no podemos depender del
hombre, ya sea nuestra propia sabiduría
huma-na o la sabiduría humana de otros.
“Reconozco, oh Eterno, que no
es del hombre determinar su
camino, ni del que camina
dirigir sus pasos”. Jer. 10:23.
“Así dice el Eterno: ‘Maldito el
que confía en el hombre, el
que se apoya en la carne, y su
corazón se aparta del Eterno’”.
Jer. 17:5.
La única confianza no calificada
tiene que estar en el Señor y en
Su Palabra.
“!Feliz el hombre que pone en el
Eterno su confianza, y no mira a
los soberbios, ni se desvía tras la
mentira!”. Salmo 40:4.
“Es mejor confiar en el Señor, que
confiar en hombre”. Salmo 118:8,
KJV.
“Fíate del Eterno de todo tu
corazón, y no te apoyes en
tu prudencia. Reconócelo en
todos tus caminos, y él
enderezará tus veredas”.
Prov. 3:5-6.
“El corazón del hombre traza
su camino, pero el Eterno
guía sus pasos”. Prov. 16:9.
“El fin de todo el discurso, es
éste: Teme a Dios y guarda sus
Mandamientos, porque éste es
todo el de-ber del hombre”.
Ecle. 12:13.
Estamos profundamente preocupados al
observar más y más hombres y mujeres
siguiendo los consejos de hombres en el
liderazgo, en vez de seguir el consejo directo
de Dios. Desde luego, tiene que existir un nivel
significativo de lealtad y respeto por los líderes
humanos; sin embargo, esa lealtad y respeto
jamás debe superar la lealtad primaria que le
debemos a Dios. A los hombres se les solicita a
menudo a que confirmen su lealtad con la
iglesia, pero el llamado a confirmar nuestra
lealtad a Cristo y a Su Pa-labra es raro.
Frecuentemente, cuando llamamos a confirmar
la lealtad a la iglesia, el llamado no expresado
es a con-firmar nuestra lealtad a los líderes, sin
importar su fidelidad o infidelidad a la Palabra
de Dios. La leal-tad al hombre jamás puede ser
absoluta, de la misma manera en que la lealtad
a Dios tiene que serlo. Dios no puede aceptar
llamados de lealtad a la iglesia, si no están
fundados sobre nuestra lealtad a Cris-
Pág. 24
to. Cuando Cristo tuvo que tomar una decisión
entre la verdad de Dios y la iglesia de Dios, Él
siempre eligió la verdad de Dios. Debido a eso,
los líderes de la iglesia lo mataron.
Comentando sobre la autoridad de los líderes
de la iglesia a lo largo de las edades, la sierva
del Señor dijo:
“La única condición bajo la cual es posible la
libertad del hombre, es que éste llegue a ser
uno con Cristo. ‘La verdad os libertará’; y Cristo
es la verdad. El pecado puede triunfar
solamente debilitando la mente y destruyendo
la libertad del alma. La sujeción a Dios significa
la rehabilitación de uno mismo, de la verdadera
gloria y dignidad del hombre. La ley divina, a la
cual somos inducidos a sujetarnos, es ‘la ley de
libertad’. (Santiago 2:12).
Los fariseos se habían declarado a sí mismos
hijos de Abrahán. Jesús les dijo que solamente
haciendo las obras de Abrahán podían
justificar esta pretensión. Los verdaderos hijos
de Abrahán vivirían como él una vida de
obediencia a Dios. No procurarían matar a
Aquel que hablaba la verdad que le había
sido dada por Dios. Al conspirar contra Cristo,
los rabinos no estaban haciendo las obras de
Abrahán. La simple descendencia de Abrahán
no tenía ningún valor. Sin una relación
espiritual con él, la cual se hubiera
manifestado poseyendo el mismo espíritu y
haciendo las mismas obras, ellos no eran sus
hijos.
Este principio se aplica con igual propiedad
a una cuestión que ha agitado por mucho
tiempo al mundo cristiano: la cuestión de la
sucesión apostólica. La descendencia de
Abrahán no se probaba por el nombre y el
linaje, sino por la semejanza del carácter. La
sucesión apostólica tampoco descansa en
la transmisión de la autoridad eclesiástica,
sino en la relación espiritual. Una vida
movida por el espíritu de los apóstoles, el
creer y enseñar las verdades que ellos
enseñaron: ésta es la verdadera evidencia
de la sucesión apostólica. Es lo que
constituye a los hombres sucesores de los
primeros maestros del Evangelio”. DTG:432.
Infelizmente, ahora se está
acumulando la evidencia que en la
iglesia remanente de Dios existe un
cada vez mayor llamado hacia la
iglesia, el cual no está fundado sobre
la lealtad a Cristo ni a Su Palabra.
Hacia fines de 1991, una carta enviada
por el pastor y anciano de la iglesia
ASD de Bury-Saint Ed-monds, en
Bretaña, acentuó esta errada lealtad.
Su carta le pedía a varios Adventistas
fieles a que fir-maran un documento
confirmando su lealtad a varias
proposiciones. Estas incluían:
a) Prometo dar mi lealtad y apoyo, con lo
mejor de mis habilidades, a todas las
reuniones de la iglesia, incluyendo la
reunión de oración.
b) Prometo trabajar en cooperación con
los oficiales en la iglesia, en vez de hacer
un ministerio inde-pendiente, que a
menudo es divisivo.
c) Prometo distribuir solo materiales
autorizados por la iglesia para llevar a
cabo nuevos contactos para la iglesia.
d) Prometo no enviar invitaciones a
reuniones que no hayan sido aprobadas
por la iglesia.
Ese tipo de promesas jamás debieran ser
solicitadas. Aun cuando un miembro
realmente posee una res-ponsabilidad de
ser leal a la iglesia, algunas veces los
miembros tiene que expresar su lealtad
oponién-dose a las direcciones dentro de
la iglesia, que no son consistentes con la
Palabra de Dios. A menudo los miembros
menos fieles evalúan a estos miembros, que
expresan su lealtad levantando la verdad y
la justicia, como divisivos y cismáticos. Sin
embargo, todo fiel Adventista tiene que
oponerse al error y levantar la Palabra de
Dios, si es que quiere permanecer en pie en
el juicio.
Como jóvenes que crecimos en la IASD,
frecuentemente escuchamos: “Tenemos
que creer solamente en la Biblia”. “La
Biblia y solamente la Biblia es nuestra
base de fe y práctica”. Esto es lo que
colocó aparte a la IASD de todas las
demás iglesias. Fue la base sobre la cual
rechazamos el catolicismo y esas formas
de de Protestantismo apóstata que se
habían desviado del puro y claro
testimonio de la Palabra de Dios. El
verdadero Adventismo aun permanece
sobre su fundamento.
La IASD no tiene ninguna ra-
zón para existir, a menos que
permanezca construida sobre las no
adulteradas verdades y principios de la
inspiración divina. Alejarse de esto,
coloca a la IASD sobre la misma
plataforma que la Iglesia Cató-lica
Romana y a las caídas iglesias
Protestantes.
Dios está llamando a un pueblo que va a
permanecer leal a Él en este tiempo de
deslealtad. A menudo es más fácil
permanecer leal a Dios cuando lidiamos
con aquellos que no son de nuestra fe, que
cuando razonamos con nuestros propios
hermanos ASD; sin embargo, tenemos que
permanecer firmes frente a la oposición de
aquellos de dentro de la iglesia que se
desvían de las doctrinas de la Palabra.
Solamente así podremos prepararnos para
encontrarnos con nuestro Señor cuando
venga.
Jerarquización
A medida que hemos explorado el desarrollo
organizacional de la iglesia, se ha vuelto evidente
que la organización que Dios quería para Su iglesia,
fue la antítesis de la jerarquización. Dios escogió un
go-bierno representativo para la prosecución
ordenada de la comisión evangélica. En su libro, La
Supre-macía de Pedro (RH, 1898), M. E. Kellog trajo
estos asuntos hasta un foco claro mostrando el error
del
Pág. 13
sistema papal y exponiendo el sistema del Nuevo
Testamento, el cual le trajo una gran recompensa al
pueblo de Dios. Él explicó la situación como sigue:
“Se ha comprobado en los capítulos precedentes
que la idea de una primacía es desconocida en
las Es-crituras, y que la primacía que fue
establecida, solo fue llevada a cabo debido a
una ambición no santi-ficada y a una búsqueda
no cristiana de supremacía espiritual, totalmente
extraña para con el espíritu y enseñanza de
Cristo y de Sus apóstoles; también hemos visto
que fue llevado a cabo después de largos siglos
de conspiraciones e intrigas, y especialmente por
esta unión de esta iglesia apóstata con el estado
Romano, y lo que finalmente resultó en colocar al
estado Romano y a muchos otros estados bajo el
control de la iglesia;
que gran parte de la iglesia cristiana siempre
protestó contra eso; y que la separa-ción entre
las iglesias del Este y del Oeste en el siglo XI fue
de alguna manera debido a esto; porque la
Iglesia Oriental jamás aceptó la supremacía del
obispo de Roma. Desde aquel tiempo, varios
cuerpos de cristianos han negado la doctrina de
la primacía. Los grandes reformadores del siglo
XVI hicieron de la negación de la primacía una
característica cardinal de su obra, y que solo es
sostenida por la Igle-sia Católica Romana. Esta
iglesia mantiene firmemente esta doctrina como
una porción fundamental de su credo”. M. E.
Kellog, La Supremacía de Pedro, páginas 259-260.
Comentando aun más esto, M. E. Kellog dijo:
Comentando aun más esto, M. E. Kellog dijo:
“No debe existir ninguna primacía. El evangelio
está diseñado para todo el mundo. Las iglesias
tienen que surgir en todas partes, pero no hay
ninguna provisión en el sistema cristiano a través
de la cual un hombre, o un cónclave de hombres
en sesión continuada, tomen a cargo la obra del
evangelio en todo el mundo. Una obra así estaría
totalmente más allá de la capacidad del hombre.
El mundo es grande; y la idea de un hombre, o un
cuerpo de hombres, pudiera tomar en
consideración las necesidades espiritua-les de
todos los creyentes en Cristo, o las necesidades
espirituales de muchos miles de creyentes en
Cristo, que están diseminados por todo el mundo,
es absurda”. Ibíd., página 260.
Ha sido una gran pena para muchos
ASD, que los líderes de la IASD, en dos
casos bien publicitados en la corte, han
argumentado desde la perspectiva de
una estructura jerarquizada en su
esfuerzo para obte-ner una decisión
favorables de la corte. Esto sucedió en el
caso de Merikay Silver en California, en
su pleito contra la Pacific Press en la
década de 1970, y nuevamente en el
caso de Derek Proctor (un pro-fesor de la
Universidad de Andrews) en su pleito
contra la Conferencia General. He aquí
un resumen del caso Proctor.
“El Dr. Derek Proctor en su largo caso con la IASD, fue
finalmente decidido el 29 de Octubre de 1986. Proctor
perdió el caso, en el cual él contendía que la iglesia en
diversos de sus entidades conspiró ile-galmente para
interferir en su negocio de venta de libros en violación a las
leyes de anti-consorcio y de conspiración. La estrategia
principal de la Conferencia General en este caso fue la de
convencer a la corte de que la IASD es esencialmente una
iglesia jerárquica, en la cual las directivas y las órdenes de
la Conferencia General poseen autoridad obligatoria sobre
todas las demás entidades de la iglesia. La Conferencia
General dijo que: ‘Después de la Iglesia Católica Romana,
la IASD es la más centralizada de todas las principales
denominaciones en este país’”. Movimiento Estudiantil,
artículo de los estudiantes de la Universidad de Andrews, 6
de Noviembre de 1986.
El tema central del caso Merikay es como sigue:
“Aun cuando es verdad que hubo un periodo en la vida de la IASD
en que la denominación tenía un punto de vista distintivo anti
Católico Romano, y el término ‘jerarquía’ fue usado de una forma
peyora-tiva para referirse a la forma papal de gobierno de la
iglesia, esa actitud por parte de la iglesia no fue
más que una manifestación anti-papal ampliamente difundida
entre las denominaciones Protestantes conservadoras en la
primera parte de este siglo, y en la última parte del anterior, y que
ahora ha sido consignada al basurero histórico, en cuanto se
refiere a la IASD”. Affidávit jurada de Neal C. Wilson, vice-
presidente de la Conferencia General de los ASD, en el juicio
Merikay McLeod; página 4, nota al pie de página #2, sumario de
causa #84; EEOC vs. PPPA, C-74-2025-CBR. 06 de Febrero de 1976.
Ciertamente es con horror que miramos este
cambio hacia la jerarquización en la iglesia
remanente de Dios. Tal como lo hemos
explicado antes, la forma de gobierno
jerárquica es la prerrogativa principal de la
Iglesia Católica Romana; es la forma papal
de gobierno diseñada por Satanás para
centralizar po-der en un individuo, o por lo
menos, en unos pocos individuos, de tal
manera que él (ellos) puedan te-ner una gran
oportunidad para controlar a otros individuos,
desviando así la dirección de la iglesia.
Se observará que en el caso Proctor la
declaración sugiere claramente que los
miembros de la iglesia deberían seguir
las decisiones obligatorias de la
Conferencia General. Hay solo dos
explicaciones para una afirmación así. O
representa perjuicio en que fue una mala
representación deliberada de los
hechos, o como iglesia hemos
renunciado a los principios dados por
Dios para la organización divina de esta
iglesia.
Algunos se han referido al llamado
conjunto del concilio de la iglesia en
el capítulo 15 de Hechos, y han
sugerido que esto presupone una
organización jerárquica; ese no es el
caso. Del contexto del registro bíblico
se verá que el llamado del Concilio
de Jerusalén fue en realidad un
comité ad hoc, no un comité
permanente.
“Entonces se reunieron los apóstoles y los
ancianos para tratar este asunto”. Hechos
15:6.
No sabemos cómo santiago fue elegido para
dar el informe resumido. Algunos se han
referido a él co-mo el “presidente de la
Conferencia General”, pero no sería exacto a
partir del contexto. Es muy pro-bable que él
fuese elegido por el grupo de apóstoles para
dirigir la reunión, o tal vez para ser el que de-
clarara la decisión final después de haber
buscado con oración las respuestas que Dios
les había dado.
Comentando este concilio, M. E. Kellog
escribió:
“El asunto se acercó a la autoridad
universal y al gobierno de la iglesia,
que es la acción de un concilio
general. El capítulo 15 de Hechos de
los Apóstoles siempre va a
permanecer como una evidencia irre-
futable de que la medida de
autoridad, que primariamente le
pertenece a la iglesia como un todo,
es, en tiempos especiales, y por
ciertos propósitos definidos,
concedida en un concilio; que el concilio
puede ser convocado cuando surgen grandes
asuntos que amenazan dividir la iglesia, o a
intervalos regulares si fuese necesario, para la
consideración de asuntos que afecten los
intereses de toda la iglesia; y que las
decisiones de los concilios así convocados,
son para aconsejamiento en vez de ser
obligatorios en la iglesia. Diciéndolo
claramente, el actual poder legislativo no le
pertenece a la iglesia. Toda la legisla-ción
actual fue hecha por Cristo”. M. E. Kellog, La
Supremacía de Pedro, páginas 261-262.
Kellog dio más aclaraciones:
“Un concilio cristiano es una convención por un espacio
limitado de tiempo. Cuando está en sesión, es el depósito
de toda la autoridad que hay en la iglesia, y por lo tanto sus
decisiones no deben ser vistas livianamente. Pero cuando
un concilio es dispersado, el poder general y de consejo allí
ejercido es sus-pendido en el tiempo hasta el próximo
concilio; y no hay ninguna provisión en el sistema cristiano
del gobierno de la iglesia a través del cual la autoridad del
concilio general y universal pueda ser transferi-da a
cualquiera que pueda representar al concilio entre sus
sesiones, y formar así una cabeza general y continua para
la iglesia en la tierra. Esto sería una usurpación del lugar de
Cristo, la única verdadera cabeza de la iglesia.
La autoridad continua y general sobre toda
la iglesia a través de los hombres, envuelve
una responsabi-lidad tan grande que Dios,
en Su infinita sabiduría y misericordia,
pensó que no sería bueno dársela a un
hombre o a varios hombres”. M. E. Kellog,
La Supremacía de Pedro, páginas 262-263.
Sin embargo, el mismo problema que M. E.
Kellog estaba analizando en la Iglesia
Católica Romana, es ahora más que una
pequeña evidencia en la IASD. Kellog
advirtió además:
“¿Qué es, entonces, necesario para constituir una cabeza
terrenal, un maestro de la iglesia? No mucho, tal vez, como
muchas personas podrían imaginar. Dicho de una manera
simple, para poseer una cabeza terrenal, una iglesia solo
necesita un hombre, o un cuerpo de hombres, que
constantemente supervisen la obra de la iglesia en todas
partes del mundo. Esto generalmente va a necesitar un lugar
central permanente para conferencias y consultas
frecuentes; la comunicación con este cuerpo del estado de
las di-ferentes porciones de la iglesia en cada parte del
mundo donde esta iglesia posea una organización; y la
consideración de la misma con direcciones y ordenanzas
para la iglesia en todas partes. Cuando una iglesia posee
esto, posee, tanto cuanto se refiere al gobierno, aun cuando
pueda ser a una escala menor, una miniatura de aquel
primer gobierno localizado en el Tíbet, posee aquello para lo
cual no hay ninguna garantía en las Escrituras.
Las iglesias de Jesucristo, en cada país, tienen que poseer
una organización, y los hombres debieran ser elegidos a
través de un voto libre de los miembros para que supervisen
los asuntos de la iglesia; pero estos hombres serían cabeza
solo por un tiempo limitado sobre una pequeña porción de la
iglesia. Los hombres elegidos serían bien conocidos,
probablemente personalmente conocidos por todos. Ellos no
serían removidos por aquellos que les otorgaron su autoridad
temporaria debido a una exagerada altura de excelencia o
de conocimiento, y por lo tanto cualquier intento por parte
de ellos para ejercer un po-der no autorizado o arbitrario,
sería rápidamente verificado por el cuerpo de la iglesia, el
cual es la au-toridad superior y árbitro final en todos los
asuntos pertenecientes a ella misma”. M. E. Kellog, La Su-
premacía de Pedro, páginas 263-264.
¡Qué cosa maravillosa sería si siguiésemos de una
forma más cercana la forma de gobierno tal como
la ha planteado Kellog! Se observará que la
autoridad superior y el árbitro final, de acuerdo con
Kellog, es el cuerpo de la propia iglesia. Esta es la
base de la forma representativa del gobierno de la
iglesia. Es la base de la estructura piramidal invertida
que Dios le dio a esta iglesia. Hoy, sin embargo,
vemos el desarrollo de una forma jerárquica, lo cual
es una maldición para el cristianismo, y es una
deshonra para Dios, el cual es el único que posee la
responsabilidad de liderazgo en la iglesia.
Comentando la forma jerárquica, Kellog añade:
“El plan evangélico es un camino
mejor que este; le permite un mayor
grado de libertad e independencia a
los miembros de la iglesia, y también
provee esa concentración de esfuerzo
para llevarle el evangelio al mundo, y
le provee el cuidado pastoral a las
iglesias ya establecidas. Esto puede
ser visto en el libro Hechos de los
Apóstoles.
Cuando los apóstoles salieron para proclamar el
evangelio, surgieron las iglesias; y después que fueron
suficientemente probadas y que ancianos fueron
ordenados en cada ciudad (Tito 1:5), estas iglesias to-
maron sus lugares como partes independientes de la
iglesia de Cristo. No que fuesen independientes del
poder de consejo del concilio general, si algo tuviese
que ser considerado entre ellos por ese cuerpo, sino
que fuera del hecho de ser independientes. Estas
iglesias formarían naturalmente asociaciones para
mutuo consejo y cooperación, pero en ellas no existía
una autoridad arbitraria más que la que existe en
cada iglesia separada para la corrección y la
disciplina de sus miembros”. M. E. Kellog, La
Supremacía de Pedro, páginas 265-266.
El gobierno de un hombre o de un pequeño
grupo de hombres sobre otros hombres y
mujeres, no es muy diferente de los programas
de control mental que la hermana White
condenó. Con toda honesti-dad, tenemos que
admitir que este gobierno está aumentando a
una escala peligrosamente grande hoy. Donde
los hombres son incapaces de moverse hacia
adelante por sí mismos, por temor a causar e3l
desagrado de alguien que es considerado
como estando en una posición superior en la
obra de Dios, la obra es obstaculizada. Esta
interferencia no debe suceder.
El Señor en Su sabiduría dio consejo
comparando el orden cristiano con
el orden pagano. Esta declaración
provino después de la terrible ira
expre-sada por diez discípulos con
respecto a la requisición de la madre
de Juan y de Santiago, la cual le soli-
citó a Jesús una preeminencia para
sus hijos en el reino de Cristo. Jesús
entendió que tenía que resolver esta
disputa, y lo hizo con estas palabras:
“Entonces Jesús los llamó, y les dijo:
‘Vosotros sabéis que los gobernantes de
los gentiles se enseño-rean de ellos, y los
que son grandes ejercen autoridad sobre
ellos. Pero entre vosotros, no será así. Al
contrario, el que desee ser grande entre
vosotros, debe ser vuestro servidor. Y el
que quiera ser el pri-mero entre vosotros,
deberá ser vuestro siervo. Así como el Hijo
del Hombre no vino para ser servido, sino
para servir, y para dar su vida en rescate
por muchos’”. Mat. 20:25-28.
Es una práctica mundana el
poseer estructuras jerárquicas y
líderes autoritarios. No es una
práctica aceptable para los
cristianos. Dios ha llamado líderes
que son siervos y ministros:
aquellos que van a aconsejar y a
guiar, no a gobernar ni a
dominar. El Señor ha hablado en
forma fuerte sobre este asunto.
“Aquellos a quienes Dios ha
colocado en puestos de
responsabilidad nunca deben
tratar de exaltarse a sí mismos o
atraer la atención de los hombres
a su obra. Deben dar toda la gloria
a Dios. No deben bus-car poder
para enseñorearse de la herencia
Dios; pues sólo aquellos que se
hallan bajo el gobierno de Satanás
harán esto.
Pero el sistema de mandar o arruinar se
ve demasiado a menudo en nuestras
instituciones. Este espíritu es albergado y
revelado por algunos que ocupan
puestos responsables, y a causa de
éstos Dios no puede hacer la obra que
desea realizar por medio de ellos. Por su
conducta, los que revelan este espíritu
ponen de manifiesto lo que serían en el
cielo si se les confiaran
responsabilidades”. TM:284.
“No se adopte ningún plan en ninguna de
nuestras instituciones que ate la mente o el
talento al control del juicio humano; porque
esto no está de acuerdo con el plan de Dios.
Dios ha dado a los hombres ta-lentos de
influencia que le pertenecen a él solo, y no
puede inferirse un deshonor más grande a
Dios que el que los agentes finitos coloquen
los talentos de otros hombres bajo su absoluto
control, aun cuando los beneficios de los
mismos sean usados para la ventaja de la
causa.
En tales arreglos la mente de un hombre es
gobernada por la mente de otro hombre, y el
agente humano es separado de Dios, y
expuesto a la tentación. Los métodos de
Satanás tienden a un solo fin: a hacer que los
hombres sean es-clavos de los hombres. Y
cuando esto se logra, el resultado es confusión
y desconfianza, celos y malas sospechas. Una
conducta semejante destruye la fe en Dios, y en
los principios que han de regir, que han de
purgar de engaño y de toda especie de
egoísmo e hipocresía”. TM:366-367.
Tomándolo desde otra perspectiva, la sierva del Señor
tiene lo siguiente para decir:
“Las asociaciones están vigilando todo movimiento
hecho en el centro de la obra. Las diferentes aso-
ciaciones han sido inducidas a mirar a los hombres
dirigentes de Battle Creek, creyendo que no puede
tomarse ninguna determinación importante sin su
aprobación. Esta tendencia ha ido creciendo, hasta
que ha llegado a ser un serio obstáculo para el
avance de la obra. Esta disposición nunca debió
haber existido. El Señor quiere tener a su pueblo bajo
su jurisdicción. Sus hijos deben mirar a él, inquiriendo
de él con fe, y continuando en el conocimiento de la
obra de su providencia”. TM:326.
La hermana White vio que los líderes de la obra no siempre
serían ministros. De hecho, al parecer, a veces ella
favoreció a los laicos para que fuesen elegidos para estas
posiciones.
“En todo país debe señalarse a un hombre para que
maneje los intereses generales de la causa. No necesita
ser un predicador, y no debe ser tampoco un policía.
Debe ser abnegado, un hombre que ama, que honra y
que teme a Dios. Todo su tiempo debe estar dedicado a la
obra. Debe planear en forma ab-negada, y con el temor
de Dios. Sea él el agente general para ese país, y esté
relacionado con un conse-jo compuesto de los mejores
hombres, a fin de que ellos puedan tomar consejo juntos, y
atender la obra dentro de sus límites”. TM:326-327.
“Escribo esto en su totalidad, porque se me
ha mostrado que los ministros y el pueblo
son más y más tentados a confiar en el
hombre finito para obtener sabiduría, y a
hacer de la carne su brazo. Para los
presidentes de asociaciones, y para los
hombres que ocupan puestos de
responsabilidad, presento este mensaje:
Quebrantad los lazos y las cadenas que
han sido colocados sobre el pueblo de
Dios. A voso-tros se os dirigen las palabras:
‘Que rompáis todo yugo’.
A menos que ceséis en la tarea de hacer
que el hombre sea responsable ante el
hombre, a menos que lleguéis a ser
humildes de corazón, y vosotros ministros
aprendáis el camino del Señor como
niñitos, el Señor os separará de su obra.
Hemos de tratarnos el uno al otro como
hermanos, como colaboradores, como
hombres y mujeres que están con no-
sotros, buscando luz y comprensión del
camino del Señor, y que son celosos de su
gloria”. TM:488-489.
El rol de los líderes no es el de gobernar, ni el
de dictar o el de controlar. Ellos tienen que
aconsejar y sugerir. Nuevamente habla la
sierva del Señor:
“Los hombres a quienes el Señor llama para
ocupar cargos importantes en su obra deben
cultivar un sentimiento de humilde
dependencia de él. No deben tratar de
abarcar demasiada autoridad; porque Dios
no los ha llamado a dominar, sino a hacer
planes en cooperación con sus compañeros
de labor. Todo obrero debe considerarse
sujeto a los requerimientos y las instrucciones
de Dios”. 9T:216.
Hoy no solo tenemos mucho gobierno en nuestra
iglesia, sino que tenemos claras indicaciones
que esa es la dirección oficial de nuestra iglesia.
El Espíritu de Dios no puede ser derramado sobre
Su pueblo, y los líderes no pueden conseguir lo
que quieren bajo Dios, si es que han elegido el
camino de los paga-nos en vez del camino de
Dios. Además, cuando los hombres se someten a
ese gobierno impío, ellos mismos son culpables
por lo que han hecho. Dios nos ha llamado para
que nos aconsejemos mutua-mente, pero jamás
para ser controlados por otros seres humanos.
Ese control cortocircuita la relación que debiera
existir solo entre Dios y el hombre.
Gary Krause, Editor Asociado del South Pacific
Record, escribió algo perceptivo y problemático en
su editorial después de la Sesión de la Conferencia
General de 1990. El editorial, titulado “Vista de una
Máquina de Fax”, decía así:
“La sesión ha demostrado la naturaleza jerárquica
de la estructura administrativa de la iglesia. Desde
luego, no hay nada intrínsecamente errado con un
sistema así. [Los autores de este libro discuerdan
fuertemente]. De hecho, posee ventajas. Pero hay
problemas potenciales cuando vemos diversas
ofici-nas dentro de ese sistema como ‘más
prestigiosas’ que otras o, para usar la frase de
George Orwell, ‘más iguales que otras’.
El problema es que un sistema jerárquico sugiere
una escalera de importancia desde la
Conferencia General hacia abajo hasta la iglesia
local. Implica que el ser transferido desde un
pastor de iglesia a una posición administrativa es
‘subir por la escalera’, mientras que lo inverso es
una ‘degradación’.
Pág. 18
Y un sistema jerárquico también hace más fácil
que mucha atención se centralice en el
presidente de ese sistema. Pero esto tampoco es
necesariamente un problema.
Sin embargo, surgen preguntas de perspectiva
cuando el presidente de la Conferencia
General se refiere repetidamente como siendo
el ‘Presidente Folkenberg’. Y cuando un
Adventista se refiere a la Sra. Folkenberg como
siendo la ‘primera dama’ de la IASD, eso lo
hace a uno hacerse preguntas. Proba-
blemente tiene el mismo efecto sobre la Sra.
Folkenberg, la cual parece ser una mujer
especialmente auto-controlada en cuanto a la
humildad”. South Pacific Record, 04 de Agosto
de 1990, página 2.
La evidencia está ganando
importancia y es muy fuerte como
para ser ignorada. La IASD está
siguien-do el padrón jerárquico de la
Iglesia Católica Romana. Es tiempo
para una poderosa reforma. Los
laicos y el ministerio tienen que
trabajar sinceramente en conjunto
para invertir esta muy peligrosa
situación.

Potrebbero piacerti anche