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En 1954, la educadora Dorothy Law Nolte

escribió un poema que se transformaría en


“Los
un gran clásico. El poema se titula
niños aprenden lo que viven”.
Vale la pena leerlo:
Si los niños viven con reproches, aprenden a condenar.
Si los niños viven con discordia, aprenden a ser agresivos.
Si los niños viven con miedo, aprenden a ser aprensivos.
Si los niños viven con lástima, aprenden a auto-
compadecerse.
Si los niños viven con ridículo, aprenden a ser tímidos.
Si los niños viven con celos, aprenden a sentir envidia.
Si los niños viven con vergüenza, aprenden a sentirse
culpables.
Si los niños viven con ánimo, aprenden a confiar en sí mismos.
Si los niños viven con tolerancia, aprenden a ser pacientes.
Si los niños viven con elogios, aprenden a apreciar a los demás.
Si los niños viven con aceptación, aprenden a amar.
Si los niños viven con aprobación, aprenden a valorarse.
Si los niños viven con reconocimiento, aprenden que es bueno tener una
meta.
Si los niños viven con solidaridad,
aprenden a ser generosos.
Si los niños viven con honestidad, aprenden qué es la verdad.
Si los niños viven con ecuanimidad, aprenden qué es la justicia.
Si los niños viven con amabilidad y consideración, aprenden a respetar a los demás.
Si los niños viven con seguridad, aprenden a tener fe en sí mismos y en los
demás.
Cada frase de este poema sintetiza grandes
verdades. Mientras tanto, siglos antes de Dorothy,
la Biblia ya comentaba acerca de la importancia de
lo que los niños viven y sobre la importancia de
cuidar el rumbo, el camino por el cual nosotros,
padres, los conducimos.
Dos principios
En el corazón de este proverbio, se esconden dos
principios perennes (ETERNOS) de la educación familiar:

(1)es necesario que padres y madres conscientes


lideren la educación de sus hijos e hijas;

(2) es necesario que padres y madres eduquen a


sus hijos e hijas de manera correcta.
1. Educación familiar consciente
Ana, la madre de Samuel, parece haber comprendido la dimensión
real de su papel materno cuando, al hablarle al sacerdote Elí con
respecto de su alegría por el nacimiento de su hijo, afirmó lo
siguiente: “Este es el niño que yo le pedí al Señor, y él me lo
concedió” (1 Samuel 1:27, NVI). Bellísimas palabras que sugieren
dos conceptos. En primer lugar, los hijos son una dádiva de Dios. Sí,
los hijos son herencia del Señor. En última instancia, nuestros hijos
son un regalo de Dios para
no son nuestros hijos;
nosotros. Por lo tanto, debemos cuidar de ellos
con cariño y esfuerzo, pues pertenecen al
Señor.
En segundo lugar,
es necesario comprender que el mismo Dios que nos oye
cuando le pedimos un hijo, es el Dios que nos acompaña en el
proceso de conducir al niño por el camino de la vida eterna.
Un padre y una madre sinceros y bien intencionados – que
hacen la voluntad de Dios – siempre pueden contar con la
respuesta divina a sus peticiones. En el camino de la
maternidad y paternidad, habrá momentos para clamar a Dios
en favor de los hijos. En esas horas, hay una convicción: Dios
oye y responde la oración de los padres y las madres.
2. Educación familiar correcta
Por otro lado, el proceso educativo de los hijos debe ser
conducido de manera correcta. En este sentido, el
criados
apóstol Pablo aconseja que los hijos deben ser
“en disciplina y amonestación del Señor”
(Efesios 6:4, segunda parte). La afirmación paulina
aclara que la vida familiar no es un circo ni un picnic, y
tampoco, una colonia de vacaciones. En la vida familiar
debe haber disciplina y amonestación.
Esta es una advertencia para los padres sobre la seriedad de la
paternidad y la maternidad, pero también es un recado indirecto para
los hijos sobre lo que deben esperar de sus padres. Es verdad que los
hijos deben esperar que sus padres los protejan, los ayuden, estén
siempre presentes y demuestren cariño y comprensión. Pero
también es verdad que los hijos deben esperar que sus
padres sean firmes, rigurosos, y no dejen pasar los errores
que sus hijos cometen. Una familia según el corazón de Dios es una
combinación de cuidado y protección, juntamente con disciplina y
amonestación. Porque si en la familia no hubiera estos dos
componentes, los resultados serían desastrosos.
El apóstol Pablo habla de disciplina y amonestación. ¿Cuál es el
significado de estas dos palabras? La palabra disciplina, en este
contexto, en la Biblia, tiene dos significados. El primero se refiere a la
pena o castigo. En las sociedades antiguas, en Roma por ejemplo, (el
padre) tenía el derecho de propiedad sobre los hijos, pudiendo
venderlos como esclavos, desheredarlos, azotarlos, enviarlos a la
prisión, o incluso matarlos cuando fuesen adultos. La legislación
judaica, por su parte, autorizaba la muerte del hijo desobediente. El
otro significado o sentido para la disciplina es educación, refiriéndose
a los elementos que favorecen el desarrollo mental, moral y del
carácter del niño. Probablemente este sea el énfasis del apóstol Pablo.
El significado de amonestación es instrucción y advertencia.
Con esa palabra, se entiende que los padres tienen el deber
de educar a sus hijos en los caminos del Señor, y tienen la
obligación de llamarles la atención cuando estuvieran
haciendo algo equivocado. Es decir, como padres no
debemos ser negligentes en nuestro papel de llamar la
atención a nuestros hijos. Parece que, de manera general,
lamentablemente el modelo de familia en la actualidad
prescindió de su papel preventivo y correctivo. Los niños, los
jóvenes y adolescentes suelen ejercer una influencia
tremenda en el ambiente familiar. Y con el deseo de no ser o
parecer fastidiosos, algunos padres y madres dejan que los
hijos cultiven y desarrollen comportamientos que deforman
No obstante, ser buen padre y madre implica, muchas veces, ser o
parecer fastidioso.

En esos
momentos, sería bueno recordar un dicho que define muy bien
por qué vale la pena dar prioridad a la familia: “Ningún éxito en la
vida puede compensar el fracaso en el hogar”.
Según el corazón de Dios
Una familia según el corazón de Dios debe ser un
ambiente de
Al mismo tiempo, debe ser un ambiente donde haya
con una
Una familia según el corazón de Dios es una mezcla
de cuidado y protección, juntamente con disciplina y
amonestación. Porque si en la familia no hubiese
esos componentes, los resultados serán nefastos y
pondrán en riesgo

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