La crisis financiera de los 90 Granahorrar fue la primera entidad financiera que el Gobierno tuvo que intervenir en la crisis de finales de los 90. Le siguieron muchas más, pero su caso fue emblemático pues se salvó. El viernes 2 de octubre de 1998 fue uno de los días más largos en la carrera profesional de Sara Ordóñez, entonces superintendente Financiera. Ese día explotó un problema que conocía de un mes atrás, antes de posesionarse, cuando le informaron que Granahorrar –una de las corporaciones de ahorro y vivienda más grandes del país, con más de un millón de cuentahabientes–, tenía problemas de liquidez derivados de una pelea entre sus accionistas, pero hasta última hora confiaba en que se podía arreglar. Sus esperanzas estaban en una oferta de compra del Banco Santander que se vino abajo por cuenta del crack ruso, lo que hizo que los españoles congelaran sus inversiones. Pocos días después, un grupo de bancos privados colombianos acreedores de Granahorrar también intentaron comprarla, pero justo el primero de octubre se deshizo el negocio. Ordóñez, quien paradójicamente ayudó a fundar Granahorrar en 1972, entonces su subgerente legal, no tuvo más remedio que llamar al ministro de Hacienda, Juan Camilo Restrepo, y al gerente del Emisor, Miguel Urrutia, que estaban en Washington en las asambleas del Banco Mundial y del Fondo Monetario, para decirles que la única salida que quedaba era nacionalizar. Ellos la apoyaron por la importancia de la entidad, cuyo símbolo era un brioso caballo. Ordóñez es hoy una de las exsuperintendentes más recordadas del país porque bajo su administración tuvo que intervenir o liquidar decenas de entidades financieras con el fin de preservar la estabilidad del sistema.
La ley exige que primero se les pida a los
accionistas capitalizar y, aunque para todos era claro que los dueños no contaban con recursos para hacerlo, tuvieron que esperar todo ese viernes para comprobar que la entidad no iba a cumplir con sus pagos. En un “acuartelamiento de primer grado” redactaron las resoluciones y esperaron hasta la medianoche para que desde el Banco de la República les informaran que le habían devuelto cheques a Granahorrar. LA PEOR CRISIS FINANCIERA QUE HA SUFRIDO EL PAÍS EN TODA SU HISTORIA, OCURRIDA ENTRE 1998 Y 2001. Fue una época que trajo consigo la desaparición de entidades que a través de muchos años se habían convertido en íconos para los ahorradores y con las cuales muchos colombianos pudieron acceder a créditos para sacar adelante sus proyectos personales y empresariales. La Caja Agraria, los bancos Cafetero, Central Hipotecario, del Estado, Concasa, el Instituto Industrial (IFI) -todas éstas de sector público- sufrieron las consecuencias de la crisis y desaparecieron del panorama económico del país. A ellas se sumaron entidades de los sectores privado y cooperativo que desaparecieron del escenario, en procesos de absorción o de liquidación. Fueron los casos de los bancos Tequendama, Aliadas, Superior, Unión, Megabanco, Banitsmo, Bancoop y Uconal, y la compañía de financiamiento comercial Bermúdez y Valenzuela, entre otros. En el proceso de salvamento, el Fogafín otorgó ayudas de emergencia vía crédito a varias entidades. la crisis financiera le costó al país 15 por ciento del PIB de 1999. Un hecho central de esa crisis fue la desaparición del sistema Upac, que dejó a miles de familias sin sus inmuebles por el disparo de las tasas de interés. Este sistema fue remplazado por la Unidad de Valor Real (UVR), que se creó con la Ley 546 de 1999. A la crisis financiera, los colombianos le deben la creación del impuesto a las transacciones bancarias (hoy, cuatro por mil), nació como instrumento impositivo temporal, pero que se institucionalizó como una nueva carga tributaria para los usuarios de la banca.