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SOBRE LOS GÉNEROS RETÓRICOS

LA RETÓRICA
“Una de las principales diferencias entre los antiguos y los modernos es
el extraordinario desarrollo de la retórica: en nuestra época este arte es
objeto de un general desprecio, y cuando se usa entre los modernos no
es más que diletantismo o puro empirismo…
Además, la necesidad que tiene el hombre de la elocuencia jurídica
debe dar lugar al arte liberal. Por lo tanto, es un arte esencialmente
republicano: uno tiene que estar acostumbrado a soportar las
opiniones y los puntos de vista más extraños e incluso a sentir un cierto
placer en la contradicción; hay que escuchar con el mismo buen
agrado que cuando uno mismo habla, y como oyente hay que ser
capaz, más o menos, de apreciar el arte aplicado.
La formación del hombre antiguo culmina habitualmente en la retórica:
es la suprema actividad espiritual del hombre político bien formado,
¡una idea para nosotros muy extraña!”.
Descripción de la retórica antigua
Semestre de verano de 1872
Friedrich Nietzsche
EL SENTIDO DE LA RETÓRICA

Aristóteles definió la retórica como la facultad


(dynamis) de teorizar sobre los medios de prueba
adecuados en cada caso para prestar verosimilitud a
cualquier asunto. Desde este punto de vista, su tarea
no se restringía al estudio de la persuasión per se, sino
que consistió más bien en “el reconocimiento de los
medios de convicción más pertinentes para cada
caso”.
Si bien fue definida como capacidad o facultad
independiente de intenciones morales, la retórica
también fue concebida por Aristóteles como un arte
cuya función, más allá de la obtención de la
persuasión, consistía en facilitar el juicio correcto
acerca de los casos particulares, o lo que es lo
mismo, en hallar (inventio) en cada caso los medios
de prueba capaces de generar persuasión.
Y es que para el estagirita la retórica no fue
elaborada simplemente con el objetivo de hacer
posible la persuasión y la eventual modificación de
las opiniones y sentimientos de los miembros de las
asambleas y de los tribunales, así como tampoco la
medicina fue creada con el fin de lograr el
restablecimiento de los enfermos incurables.
LAS PRUEBAS RETÓRICAS

Según el filósofo griego, los recursos persuasivos


empleados por los oradores para convencer a sus
auditorios se dividen en extratécnicos y técnicos . Los
extratécnicos son aquellos que el orador no crea, sino
que ya están ahí con independencia de él: leyes,
tratados, testimonios de terceros, juramentos, etc.
LAS PRUEBAS RETÓRICAS

Los medios de persuasión técnicos, en cambio, son


los que el propio orador inventa conforme a reglas 1)
obtenidas a partir del discurso (logos o
argumentación); 2) derivadas del carácter (ethos) del
orador; y 3) resultantes de la predisposición del
público mediante la excitación de sus emociones
(pathos).
“Entre las pruebas retóricas, las que pueden obtenerse mediante
el discurso son de tres especies: unas residen en el talante
[êthos] del que habla, otras en poner en cierta disposición
[páthos] al oyente y las últimas en el discurso [lógos] mismo por
lo que este demuestra o parece demostrar. Pues bien, <se
prueba> por el talante cuando el discurso es dicho de tal forma
que hace al orador digno de crédito. <…> Por otro lado, <se
prueba mediante la disposición > de los oyentes, cuando estos
son inducidos a un estado de ánimo a través del discurso. <…>
En fin, los hombres se persuaden por el discurso cuando les
mostramos la verdad o lo que parece serlo a partir de lo
convincente en cada caso particular”

Retórica, I 1.2 1356ª1-19


LAS ANTILOGÍAS O DISCURSOS DOBLES

Protágoras enseñó el arte de las antilogías, es decir, la


contraposición de argumentos de fuerza igual y
contraria (probar lo contrario de lo que sostiene otro,
censurar al que recibe alabanzas, sostener unas
veces que la virtud se puede enseñar y otras que no)
partiendo de su tesis de la duplicidad de los logoi, los
razonamientos y los discursos.
Protágoras enseñó muchos temas pero se especializó
en el arte de argüir ante los tribunales. Eutalo quería
ser abogado pero, no pudiendo pagar los honorarios
requeridos, llegó a un acuerdo con Protágoras, quien
le cobraría hasta que Eutalo ganara su primer caso.
Cuando Eutalo terminó su aprendizaje, se demoró
para comenzar a practicar.
Cansado de esperar su dinero, Protágoras entabló
juicio contra su anterior alumno para que le pagara el
dinero que le debía. Ignorando el adagio que dice
que el abogado que trata su propio caso tiene un
tonto por cliente, Eutalo decidió defender su propio
caso en la Corte. Cuando comenzó el juicio,
Protágoras presentó su visión del caso mediante el
siguiente dilema:
Dilema de Protágoras:

Si Eutalo pierde el caso, debe pagar (por decisión de


la corte); si gana el caso, debe pagarme (por el
acuerdo al que llegamos). Él ganará o perderá el
caso. Por lo tanto, Eutalo debe pagarme.
La situación le pareció mala a Eutalo, pero él había
aprendido bien el arte de la retórica. Ofreció a la
Corte el siguiente contradilema en respuesta:

Contradilema de Eutalo:

Si gano este caso, no debo pagar a Protágoras (por


decisión de la corte), si lo pierdo, no debo pagarle
(por los términos del contrato, porque, entonces, no
habría ganado mi primer caso). O bien ganaré o bien
perderé este caso. Por lo tanto, no tengo que
pagarle a Protágoras.
La retórica de Aristóteles distinguió su campo de
aplicación con base en tres géneros oratorios
definidos teniendo en cuenta la función pragmática
del auditorio en la acción argumental. En palabras
del mismo estagirita:
«Tres son en número las especies de la retórica, dado que
otras tantas son las clases de oyentes de discursos que
existen. Porque el discurso consta de tres componentes: el
que habla, aquello de lo que habla y aquel a quien habla;
pero el fin se refiere a este último, quiero decir, al oyente.
Ahora bien, el oyente, es por fuerza, o un espectador o
uno que juzga; y, en este último caso, o uno que juzga
sobre cosas pasadas o sobre cosas futuras. Hay, en efecto,
quien juzga sobre lo futuro, como por ejemplo, un
miembro de una asamblea, y quien juzga sobre sucesos
pasados, como hace el juez; el espectador, por su parte,
juzga sobre la capacidad del orador. De modo que es
preciso que existan tres géneros de discursos retóricos: el
deliberativo, el judicial y el epidíctico.

(Ret. I 3 1358b)
El genero deliberativo

De la oratoria deliberativa puede decirse que era la


que tenía lugar ante los miembros de la asamblea
que actuaban como árbitros de las cosas futuras,
decidiendo de qué modo ocurrirían, teniendo en
cuenta lo que los oradores trataban de aconsejar
sobre lo conveniente o disuadir sobre lo perjudicial
con el fin de que se adoptara el curso de acción
política considerado útil o provechoso para la
consecución del bien común (la felicidad).
El género judicial

La oratoria forense, por su parte, era aquella dirigida


a los jueces o jurados del tribunal que actuaban
como árbitros ocupados de calificar y juzgar la
ocurrencia o no ocurrencia de hechos pasados. En el
marco de este género los oradores intentaban
persuadir, acusando acerca de lo injusto y
defendiendo respecto a lo justo, con el fin de que se
fallara a favor o en contra del acusado.
El género epidíctico

Y, la oratoria epidíctica, por último, era la que se


llevaba a cabo en la plaza, u otro lugar similar, ante
el público en general que actuaba como espectador
de la habilidad presente del orador, quien elogiando
o censurando la virtud (nobleza u honor) de cualquier
acción, pretendía impresionarlos en lo concerniente
a lo bello o lo vergonzoso.
Ahora bien, aunque el tiempo principal de la
alabanza o de la censura era el presente, es decir, lo
pertinente al caso tematizado, esto en modo excluía
que en el género epidíctico el pasado pudiera
actualizarse mediante la memoria y que el futuro
pudiera hacerse presente usando conjeturas.
Aunque las tres clases de oratoria remiten a tiempos
diferentes: el género deliberativo al futuro (a aquello
que debe hacerse), el judicial al pretérito (a aquello
que fue hecho); y el epidíctico al presente, resulta
evidente que cada uno de esos géneros sirve para
ilustrar el estrecho vínculo que une a la retórica con la
dimensión temporal.
De este vínculo se infiere que ninguno de los discursos
retóricos en sus diversas modalidades está referido,
de hecho, a lo intemporal. Antes por el contrario, la
temporalidad con sus modificaciones constantes, su
deconstrucción de lo existente y su continua
producción de nuevas realidades, es un elemento
que le otorga a la retórica la capacidad de influir en
el mundo político en tanto expresión por excelencia
de la dimensión histórica.
El discurso retórico, en cuanto remite a acciones y
hechos particulares, se aplica al “aquí” y al “ahora”
históricos, lo que la sitúa, a nivel social, en un lugar
privilegiado si se tiene en cuenta que la ciencia es
incapaz de penetrar en el mundo de lo individual
(transitorio y variable), debido a que sus
demostraciones se fundan en lo necesario y universal
– absoluto.
Incluso, su preeminencia en la vida práctica y social
es tal que, según Joaquín Barceló (1993), “sólo en el
contexto de un lenguaje retórico, que poco tiene
que ver con la elegancia del decir o con la
afectividad de la persuasión orientada por intereses
mezquinos, adquiere sentido la vieja cuestión de la
libertad”, la libertad creativa en cuanto posibilidad
de proyectar las iniciativas humanas en la dimensión
temporal con el ánimo de asir, configurar o cambiar
el futuro.
Género Espacio Agentes Acción Tiempo Tema Efecto

Deliberativo

Judicial

Epidíctico

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