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Unidad 3:

Culturas y naciones independientes del


Nuevo Mundo
Descolonización e independencia política y cultural en las Américas

El término "Descolonización" ha sido usado para referirse a una postura y una


operación cultural, tendiente a revelar y revertir situaciones políticas,
institucionales, culturales y epistemológicas afectadas por el colonialismo y
otros mecanismos de subordinación cultural y política. La descolonización, en
sentido político, se produce mediante la independencia, la integración dentro
de un poder administrativo o dentro de otro estado, o mediante el
establecimiento de un estatus de libre asociación. La Organización de las
Naciones Unidas (ONU) ha establecido que en el proceso de descolonización
no hay alternativa al principio de autodeterminación. La descolonización
puede conllevar negociaciones pacíficas o a revueltas violentas. En
circunstancias extremas, se puede llegar a una guerra de independencia, a
veces después de una revolución. En otros casos, se trata de un ciclo
dinámico en que las negociaciones fracasan, seguidas de disturbios menores
que resultan en represión por parte de la policía y las fuerzas militares,
intensificándose revueltas más violentas que llevan a más negociaciones hasta
que se obtiene la independencia.
Las Américas en 1794
En las Américas, durante los siglos XVII y XIX los procesos de descolonización comienzan con
los intentos por lograr la independencia política de los imperios y poderes coloniales por parte
de los territorios considerados posesiones o provincias de estos imperios y reinos.
Año Colonizador Evento

1776 Gran Bretaña Las 13 colonias de Norteamérica declaran su independencia y forman los Estados
Unidos de América mediante una revuelta armada.
1804 Francia Haití declara su independencia y constituye la primera nación americana
mayoritariamente afrodescendiente.
1810 España El Virreinato de la Nueva Granada y el del Río de la Plata dan el primer paso a la
independencia. El Virreinato de la Nueva España comienza su guerra de
independencia. Chile presenta las bases de su independencia.
1811 España Paraguay y Venezuela declaran su independencia.

1816 España Argentina declara su independencia.

1818 España Chile declara su independencia.

1819 España La Gran Colombia logra su independencia.

1821 España República Dominicana logra su independencia

España Nicaragua, Honduras, Guatemala, Perú, Venezuela, El Salvador, Costa Rica y


Panamá declaran su independencia. México finaliza su guerra contra España
1822 España Ecuador se independiza del España

Portugal Brasil se asimila al reino de Portugal y luego se declara Imperio Independiente con
un Emperador, Juan VI.
1825 España Bolivia obtiene su independencia.

1828 Brasil y Argentina Uruguay logra su independencia

1865 España República Dominicana logra su independencia después de haber sido “colonia
restaurada”
1898 España Cuba logra su independencia
Tras la liberación política de estos estados, se mantuvieron, generalmente, las antiguas
estructuras económicas, dando lugar a lo que se ha llamado Neocolonialismo. La
dependencia de las importaciones de la metrópoli, la concentración de la producción
en ciertas materias primas para exportar, la carencia de los medios técnicos y del
capital y la conservación, en ciertos casos, de la propiedad de la industria en manos de
colonizadores suponen la continuación del control económico sobre estos países. La
devaluación de las materias primas que exportan y la venta de bienes manufacturados
de mayor valor añadido generan un déficit comercial nocivo para estos países. Este
Mapa político de América, en 1794, muestra el nombre de las divisiones coloniales
aplicadas por las metrópolis. Durante mucho tiempo la corona española estableció
instituciones de gobierno en España y en América, todas bajo el control del rey. Para
administrar sus colonias América estaba dividida en virreinatos, capitanías generales y
presidencias. Los virreinatos eran gobernados por un virrey, quien ejercía como
representante de la Corona.
Desde el siglo XVI hasta mediados del siglo XVIII existían en las Américas los
siguientes virreinatos:

1) 1535: Virreinato de la Nueva España, Capital Ciudad de México


2) 1544: Virreinato del Perú, Capital Lima
3) 1717: Virreinato de V. Nueva Granada: Capital Bogotá, Ecuador, Colombia, y
Venezuela. Capital Santa Fe Bogotá.
4)1776: Virreinato del Río de la Plata: Capital. Buenos Aires, abarcaba territorios de
Argentina, Bolivia, Para guay y Uruguay.
Fechas de Independencia de
las naciones americanas.
Formaciones sociohistóricas y culturales nacionales: Independencia de las
americanas

La emancipación de América se refiere a los procesos por los cuales los territorios de ultramar,
en el caso de España, y las colonias europeas en el continente americano para el resto de países
europeos, se independizaron de las potencias europeas que habían conquistado sus territorios.
La descolonización de América inició un proceso de descolonización mundial que se
completó en el siglo XX dando origen a los estados-nacionales modernos.
La independencia de Venezuela fue uno de esos procesos emancipatorios, desarrollado entre
1810 y 1823 con el fin de romper los lazos coloniales que existían entre la Capitanía General de
Venezuela y el Imperio español. El 2 de Marzo de 1811 se instaló el primer Congreso de
Venezuela, este Congreso debatió las posibilidades de declarar la independencia. Con este acto
se oficializó la Primera República, y se inició la Guerra de Independencia. La República de la
Gran Colombia, según su Ley Fundamental, integró a Venezuela con el Virreinato de Nueva
Granada y la Provincia Libre de Guayaquil. En mayo de 1830 se instaló el Congreso de Valencia
para tomar decisiones con respecto a los pasos a seguir por el Distrito de Venezuela en vista del
creciente y continuo distanciamiento con el Gobierno Central. Ello terminó en la secesión o
separación de Venezuela de la Gran Colombia y el nacimiento del Estado de Venezuela, al
adoptarse una nueva constitución. La independencia de Colombia fue el proceso histórico que
permitió la emancipación de Colombia del Imperio español, dando fin al período colonial. La
primera fase de la guerra, de 1810 a 1816, se caracterizó por constantes luchas internas entre los
defensores de la independencia. Desde 1839 hasta 1884, el país fue muy inestable y se
produjeron una serie de guerras civiles, las cuales marcaron la historia del país, y algunas de
ellas propiciaron cambios constitucionales, de régimen y de nombre. Desde 1831 a 1858, el
país se llamó "República de Nueva Granada"; de 1858 a 1861 fue "Confederación Granadina"; de
1861 a 1886 fue "Estados Unidos de Colombia" y finalmente a partir de 1886, se restauró
definitivamente el nombre a "República de Colombia“.
América Latina o Latinoamérica, es un concepto étnico-geográfico aparecido en el
siglo XIX para identificar una región del continente americano con habla mayoritaria de
lenguas derivadas del latín, principalmente español o portugués y en menor medida
francés. El término agrupa a países cuya lengua oficial es el español o el portugués:
Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Colombia, Costa Rica, Cuba, Ecuador, El Salvador,
Guatemala, Honduras, México, Nicaragua, Panamá, Paraguay, Puerto Rico, Perú,
República Dominicana, Uruguay y Venezuela. Algunos incluyen a países francófonos
como Haití sin tomar en cuenta aspectos culturales, pero por esa misma razón también
se debate la inclusión de Belice, país de habla inglesa, pero con una fuerte presencia
del idioma y cultura españolas, la región francófona de Canadá, los estados y
posesiones hispanohablantes de Estados Unidos, en especial Puerto Rico e Islas
Vírgenes de los Estados Unidos, y las posesiones francesas en América y Caribe,
Guadalupe, Guayana Francesa, Martinica, San Bartolomé y San Martín. De los tres
idiomas que definen a América Latina, el español y el portugués son los
predominantes, quedando el francés como idioma de solo un 3 % de la población de la
región. El concepto «América Latina» ha sido cuestionado como eurocéntrico por
diversos estudiosos y movimientos, debido a la exclusión que el mismo hace de una
gran cantidad de idiomas y pertenencias étnicas, entre ellas las de los pueblos
originarios y afroamericanos, mayoritarias en varios países y regiones de la llamada
América Latina. Tomando en cuenta solo el idioma, el término correcto sería
Hispanoamérica, si se refiriese a los países hispanohablantes, o Iberoamérica,
englobando también a Brasil, ya que Latinos son los originarios de la región del Lazio,
en Italia, y por extensión, aquellos países con lenguas derivadas del Latín..
Los países que integran la América llamada Latina son: Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Colombia,
Costa Rica, Cuba, Ecuador, El Salvador, Guatemala, Haití, Honduras, México, Nicaragua, Panamá,
Paraguay, Perú, República Dominicana, Uruguay y Venezuela. Se mencionan además los
territorios que harían parte de América Latina según la connotación literal del término, es decir,
territorios donde se hablan lenguas romances, a saber: las provincias de Quebec y Nuevo
Brunswick en Canadá; los estados de Luisiana, Florida, California, Texas, Arizona y Nuevo México
en Estados Unidos, más Puerto Rico una de las dependencias estadounidenses; y los territorios
franceses de Guyana Francesa, Clipperton, Guadalupe, Martinica, San Bartolomé, San Martín y
San Pedro y Miquelón.
En América Latina se denomina indígena u originarios a los pueblos y naciones existentes a la
llegada de los europeos a América. El único país donde el porcentaje de indígenas es el mayor
componente de la población es Bolivia, mientras en Perú y Guatemala componen entre el 40-
45% aproximadamente. Existen significativas comunidades indígenas en Ecuador y México. Hay
minorías entre el 5-10% en Belice, Honduras, Panamá, Chile y Nicaragua. Por último, hay minorías
muy reducidas de menos del 4% en Colombia, Venezuela, Costa Rica, El Salvador, Argentina y
Brasil. El termino mestizo o mestiza, proviene del latín mixticius, mezcla o mixto, y ha quedado
envuelto en la polémica de las razas humanas que, parte de los científicos actuales niegan, o
pretenden sustituir por etnias. En un sentido más amplio, el término mestizaje también se utiliza
para identificar a seres humanos que tienen antecesores pertenecientes a distintas etnias o
culturas, dando origen a una nueva cultura. Afroamericano es un término que comenzó a
utilizarse en los Estados Unidos de América en la década de 1960, por la misma población con
ascendencia africana derivada de la esclavitud con o sin mestizaje, para revindicar el orgullo de
sus raíces africanas. El término fue ampliado y comenzó a ser utilizado con igual propósito, para
hacer referencia a las personas nacidas en el continente americano, que tienen antepasados
africanos subsaharianos derivado de la esclavitud con o sin mestizaje; los afroamericanos son por
tanto un grupo de afrodescendientes. La mayoría son descendientes de personas capturadas,
esclavizadas y trasladadas desde el África subsahariana, la inmensa mayoría del golfo de Guinea)
hasta América por los europeos para trabajar en sus colonias.
El trabajo de los esclavos de origen africano en las Américas, fundamentalmente, se
realizaba en las minas y plantaciones, durante los siglos XVI y XIX. El comercio
atlántico de esclavos, también conocido como el comercio transatlántico de esclavos
o la trata, hace referencia al tráfico de esclavos que tuvo lugar a través del Océano
Atlántico entre los siglos XVI y XIX. La inmensa mayoría de los esclavos envueltos en
el tráfico atlántico eran africanos de las zonas centrales y occidentales del continente,
en su mayoría prisioneros de las guerras entre etnias rivales, que eran vendidos por
comerciantes africanos de esclavos a compradores europeos, quienes los
transportaban a sus colonias en Norte y Sudamérica. Allí, los esclavos eran obligados
a trabajar en las plantaciones de café, coco, tabaco y algodón, luego en las de caña de
azúcar y en las minas de oro y plata, en los campos de arroz, en la industria de la
construcción, en la madera, en la construcción de barcos y en hogares de los dueños
de plantaciones y minas como sirvientes. Los colonialistas europeos, inicialmente,
practicaban un sistema al mismo tiempo de trabajos forzados y de esclavitud de
nativos americanos, esclavizando a la mayor parte de los nativos del Nuevo
Mundo. Por diferentes razones, los africanos reemplazaron a los nativos
americanos como la principal población esclavizada de América. En algunos casos,
como el de las islas del Caribe, las guerras y enfermedades como la viruela
eliminaron a los nativos completamente. En otros casos, como en Carolina del Sur,
Virginia y Nueva Inglaterra, la necesidad de alianzas con las tribus nativas sumada a la
disponibilidad de esclavos africanos a precios asequibles llevaron a la progresiva
desaparición de la esclavitud de nativos americanos.
El castillo de Osu, Fuerte Christiansborg o el Castillo, en Osu, Accra, Ghana, en la costa del Golfo de Guinea en el Océano
Atlántico, construido por los daneses en la década de 1660, en ese año el control pasó a los Países Bajos, pero pronto fue devuelto
a Dinamarca. El castillo se usó en el comercio de oro y el marfil, pero bajo el control danés se uso principalmente como centro para
la venta y trafico de esclavos a empresarios portugueses, holandeses e ingleses.
Fortaleza de San Jorge Da Mina o "Castillo de Elmina” en Ghana, construido por los portugueses en 1482, grabado por T. Medland
según foto de N. Pocock. Publicado en El progreso del descubrimiento marítimo, 1803. Grabado en cobre, 23 x 20 cm.
Diversos han sido los términos que en las ciencias sociales se han usado para referirse las
confluencias, cruces e intercambios ocurridos entre los diferentes grupos étnicos americanos,
europeos y africanos en sus destinaos americanos: mestizaje, sincretismo, aculturación,
transculturación, se refieren a procesos que muchas veces no reconocen la destrucción o
pérdidas culturales originales y que adoptaban, forzosamente, o imponen la cultura del poder
dominante pero también a procesos en los que habido nuevas creaciones culturales. En la mayoría
de los casos y en casi todas las Américas, se han dado estos procesos de dolorosas y, a veces,
trágicas confluencias, pero también hubo procesos de intercambios creadores de los que han
emergido, ya para fines del siglo XIX. nuevas culturas americanas que denominamos culturas
criollas. Según algunos autores, estos procesos en esa América que solemos llamar “latina”, estas
confluencias sin duda con sus pérdidas y desgarramientos, también habrían dado cabida, no
obstante, a la creación, la selectividad, la renovación y resignificación de contenidos de contenidos
culturales, estructurándolos en nuevas formaciones culturales al interior de los nuevos estados
nacionales de reciente creación política. El término criollo, en sus inicios, nombraba a los
españoles criollos , habitantes de las provincias americanas y luego pasó a designar a quienes
gobernaban por su propia cuenta las repúblicas recientemente independizadas de las potencias
imperiales europeas, en las sociedades acriolladas de las Américas. Fueron esos criollos
quienes implantaron gobiernos en los que la participación de los mestizos y aborígenes, cuando se
permitía, era muy escasa pues los gobiernos republicanos de la América postprovincial
estaban constituidos, casi exclusivamente, por blancos criollos. El término pasa luego también a
nombrar a los hijos de esclavos negros nacidos en América -especialmente en Cuba- para
extenderse más tarde y referirse a todos los descendientes de españoles nacidos en el continente
americano. Lo criollo pasará entonces a representar lo mestizo, étnico y cultural, con exclusión
de lo indio -como en los países del Cono Sur- y, ya en el siglo XX, habrá quienes designen como
criolla toda producción americana por oposición a la extranjera.
Sabemos que en casi todas las regiones de América adjetivadas con el término latina
se desarrollaron durante varios siglos procesos violentos de destrucción cultural,
mestizaje forzado e hibridación de culturas y que estos procesos afectaron en mayor o
menor grado, prácticamente, a todas las comunidades aborígenes del continente. Se
consolidaría así la hegemonía de las elites blancas, ubicadas ya para el periodo que
siguió a las guerras de conquista, en la cúspide de pirámides demográficas netamente
estratificadas. Fueron esas élites las que impusieron sus propias culturas concebidas
como una y única Cultura occidental importada, europea y cosmopolita, en la mayoría
de las nuevas repúblicas americanas con excepción de Haití.

Anónimo. Retrato ecuestre de Toussaint Louverture,


líder de los insurgentes de Santo Domingo.
Impresión en color, s. XIX.
Biblioteca Nacional de Francia, París .
Cabrera, Miguel.
De español e india Mestizo,
ca. 1763, Museo de América,
Madrid.
Cabrera, Miguel, ca. 1763.
De español y negra Mulata.
Museo de América, Madrid.
El 14 de octubre de 1830 se
decretó el Escudo de Armas,
que provisionalmente era el
mismo que el de Colombia,
creado por el Congreso de
Cúcuta en 1821, pero con
algunas diferencias, la leyenda
circundante dice: ESTADO DE
VENEZUELA y las cornucopias
están dirigidas hacia abajo.
José María Espinosa.
Simón Bolívar.
Lápiz sobre papel, 0,175 x
0,11 mm.
Bogotá, 1828-1830,
Colección Biblioteca Luis
Ángel Arango, Bogotá.
John Gabriel Steadman.
Un dueño de plantación en
Surinam con su ropa de
mañana. Ca. 1792-1794.
Grabado por William P. Blake,
Museo Británico, Londres.
Fernandez, Carmelo.
Notables de la capital,
ca. 1850, Acuarela,
Biblioteca Nacional,
Bogotá.
William Aiken Walker. Recogedores de algodón, 1838. Colección privada.
Anónimo. Esclavos libertos en el sur de los Estados Unidos, ca. 1885, Misisipi. Librería del Congreso, Washington DC.
Fiesta en la calle en Santiago de Cuba, 2015.
André Eugéne. Papa Legba
2.009.Medios mixtos. Colección
del artista. Puerto Príncipe. Haití.
Patterson, Ebony.
Instalación 1.
Bienal de Gueto 2010
Puerto Príncipe, Haití.
Patterson, Ebony. Instalación 1. Bienal de Gueto 2010, Puerto Príncipe, Haití.
El surgimiento de lo nacional y las modernidades en las culturas americanas.
El examen de los procesos históricos que han conformado las sociedades llamadas criollas, no puede prescindir
de una revisión y comprensión exhaustiva de los modelos sociopolíticos y jurídico-institucionales que
determinaron y permitieron integrar o excluir de los intercambios culturales y de las escrituras de las historias de
etas culturs y artes en las Américas. Los diferentes procesos de asimilación, integraciones o fusiones que se
daban en el contexto de las corrientes culturales dominadas por los intereses de élites, y que excluían las
expresiones culturales y artísticas de millones de seres condenados a ser vistos como folklore, en el mejor de los
casos. Los elementos culturales y artísticos aportados por los diversos invasores, primero por los conquistadores
y colonizadores seguidos de los diversos inmigrantes europeos durante los siglos diecinueve y veinte, se unían
en confluencias permanentes con las de los esclavos venidos de África desde el siglo XVII que, una vez llegados
a las diversas sociedades ya en proceso de hibridación en las culturas originarias de las Américas Hispanizadas
y colonizadas también por otras potencias europeas, en distintos momentos, aportaban visiones del mundo
configuradas y contenidas en diversos paideumas o mentalidades: el modo y estilo de vida y conceptos que
cada individuo tiene, dentro de una sociedad determinada- que se venían enfrentando en los territorios
culturales y artísticos latinoamericanos, desde el siglo quince y que son, prácticamente, los mismos que
continúan hoy enfrentándose en todos los ámbitos de acción política incluida la lucha cultural, a comienzos del
siglo veintiuno, como puede constatarse al revisar cantidad de textos culturales y documentos de la historia y la
crítica de las culturas y las artes en los que se confrontan las imágenes del Nuevo Mundo con las del imaginario
europeo. Para fines del siglo diecinueve y comienzos del veinte, las oleadas migratorias europeas que formarían
los contingentes de la modernización latinoamericana, estaban integrados por gente, prácticamente, expulsada
de sus países de origen por causas muy diversas pero casi todas, fundamentalmente, relacionadas con los
brutales procesos de industrialización en Europa, desde fines del siglo dieciocho. Traían consigo no sólo
profundos resentimientos sino ideologías, mitos, utopías y lenguas , por lo que uno de los primeros obstáculos a
los que debe enfrentarse cualquier teorización sobre lo latinoamericano, como supuesta unidad cultural, es el de
una diversidad poblacional, lingüística y cultural que hace imposible describir las culturas americanas salvo como
diversidad. Si para fines del siglo diecinueve, América se presentaba a los europeos como una tierra de luminosa
esperanza, donde los más pobres de Europa podían recuperar el atraso y la miseria en que habían caído esos
inmigrantes, no obstante, su procedencia cosmopolita, América aparecía a los ojos de los americanos que, para
ese entonces, ya se consideraban criollos o nativos, como una región tosca, atrasada , cuyos habitantes eran
portadores de enfermedades con tendencias delictivas y potencialmente políticamente subversivos.
Es, fundamentalmente, en las culturas criollas
americanas de los siglos XVII, XVIII y XIX, donde
encontramos gran cantidad de imágenes que
remiten a muchas de las formas de la intimidad y
vida cotidiana de los americanos, experimentadas
vitalmente tanto en narraciones visuales altamente
personales como en epopeyas independentistas y
de construcción de lo nacional. La dimensión épica
o heroica, característica de las artes visuales del
siglo XIX latinoamericano presente en la plástica
destinada a los espacios públicos de muchas
ciudades de América, incorpora variados elementos
procedentes de la iconografía de un criollismo
primitivo poco estudiado desde las artes y muchos
menos adecuadamente valorado. A nuestro
entender, es en los diversos períodos de las artes
visuales del criollismo latinoamericano donde
reposan y conservan imágenes y contenidos que
pueden remitirnos a una historia iconográfica poco
investigada de las representaciones visuales, tanto
de las epopeyas locales como de una desconocida
intimidad latinoamericana, urbana y rural. En las
artes visuales de lo que pudiéramos llamar un
criollismo intimista pueden observar se elementos y
textos culturales constitutivos de las identidades
latinoamericanas que conviven junto a los
panteones heroicos.

Rojas, Cristóbal, La Muerte de Giradot en Bárbula, 1883,


Oleo sobre tela, 287 cm x 217 cm, Museo Bolivariano, Caracas.
Michelena, Arturo, El panteón de los héroes, 1898, oleo sobre tela, 135 x 168 cm. Colección privada, Caracas.
Michelena, Arturo, Miranda en La Carracas, 1896, Óleo sobre lienzo, 196.6 cm × 245.5 cm, Galería de Arte Nacional, Caracas.
Gil de Castro, José. Retrato de Simón
Bolívar, 1823-1825, óleo sobre tela, 65,5
cm x 51 cm, Museo de Arte, Lima.
Gil de Castro, José. Retrato de
Bernardo O'Higgins sosteniendo la
Constitución Chilena, siglo XIX, oleo
sobre lienzo, Instituto Geográfico Militar,
Santiago de Chile.
Gil de Castro, Retrato de José de San Martín,
1818, oleo sobre tela, Museo Histórico Nacional,
Buenos Aires.
Gil de Castro, José. Retrato de
Fernando VII Rey de España.
1815, Óleo sobre lienzo, Museo
Nacional de Arqueología,
Antropología e Historia del Perú,
Lima.
Tovar y Tovar, Martín. Boceto para la Firma del Acta de Independencia, ca. 1876 y 1877, óleo sobre tela, 45,2 x 66,5 cm,
Galería de Arte Nacional, Caracas.
Será a partir de los procesos de independencia y el comienzo de los procesos
llamados de modernización en las Américas cuándo comenzarán a perfilarse con
una mayor precisión y autonomía cultural las configuraciones culturales nacionales de
cada formación sociohistórica americana, hasta llegar a afirmarse y a individualizarse
cada una, con sus propias características, en ese complejo de tensiones y fuerzas
culturales y artísticas en conflicto que llamamos cultura universal. Esfuerzos por
modernizar las culturas en las diferentes naciones americanas reflejaba una aspiración
de superación de la pobreza y el atraso en que vivían grandes contingentes de
americanos, muchos artistas americanos reflejaron esos enfoques desde fechas tan
tempranas como el año de 1600. Los críticos criollos de la inmigración y de la
modernización de las primeras décadas del siglo veinte, sólo destacaban en el
inmigrante una supuesta intencionalidad de lucro y ambición desmedida, frente a una
imagen ideal izada de los valores “desinteresados” y “filantrópicos” de las
sociedades criollas, cuyas elites se pretendían portadoras de un criollismo patricio y
filantrópico. El surgimiento de las clases medias en muchos países americanos,
respondió a una necesidad ideológica de actualización de las categorías de una
sociología funcionalista, junto a la postulación de la existencia de fenómenos como los
de movilidad social ascendente como uno de los supuestos efectos de los procesos
de modernización, lo que unido a las características de las culturas de origen de los
inmigrantes cosmopolitas, contribuiría a configurar hibridaciones culturales que
contrastaban visiblemente con los rasgos de las culturas de las grandes mayorías
autóctonas, mestizas y morenas, que permanecían en los niveles más bajos de las
pirámides sociales.
Operarias en una maquila de ropa en Honduras, 2015.
Inmigrantes llegando al puerto de Buenos Aires, Argentina, ca. 1940.
Es, aproximadamente, a mediados del siglo XX, cuando vemos cómo se inauguran y echan
raíces las nuevas clases medias latinoamericanas del final de la primera mitad del siglo veinte,
como categoría sociológica producto las ideologías democráticas que hacen su aparición
entonces en casi toda América, asociadas a la “idea” de modernización y que traen consigo su
secuela de instituciones instrumentales tales como la educación laica, gratuita y pública y otras
de importancia en el campo de la salud pública, creadas por encima de todo para la
legitimación de una superestructura cultural e ideológica, que servirá como instrumento de
dominio cultural a las elites, para la inculcación de los nuevos valores democráticos requeridos
por las políticas hegemónicas del panamericanismo y la Guerra Fría, que postulaban la
necesidad de modernización de América Latina, dentro de los esquemas de desarrollo del
capitalismo internacional, contexto en el que las culturas criollas debían insertase ahora
definitivamente, al dejar atrás modelos más primitivos, surgidos de románticos nacionalismos
culturales que tuvieron su expresión política en dictaduras militares supuestamente
nacionalistas en diferentes países de América Latina.
Las llamadas instituciones democráticas fueron desarrolladas, entonces, en las sociedades
americanas de los inicios y mediados del siglo veinte, y compartían los valores culturales
diferenciales contenidos tanto en las configuraciones de las llamadas culturas nacionales como
los postulados por las nuevas culturas democráticas surgidas de las ideologías del progreso y la
modernización. Mediante el juego de tensiones y restricciones formales, políticas e ideológicas,
se crean entonces en las Américas, desde mediados del siglo veinte, las condiciones apropiadas
para la toma del poder por organizaciones políticas que dicen representar a los colectivos
nacionales en la toma de decisiones, pero que no son otra cosa que representantes políticos de
las elites. Fueron esas élites americanas, del Sur del Centro y del Norte, así como las de la
América Insular de entonces las que instrumentaron la creación y el desarrollo de las
instituciones democráticas, que se requerían para la creación y promoción de un capital social
para el desarrollo En el campo de las artes y la cultura se comenzaron a crear, entonces, las
instituciones artísticas y culturales necesarias para la creación, recreación, reinterpretación y e
inculcación de los diversos componentes ideológicos de una visión romántica de un pasado
heroico, expresado en los mitos nacionales, ahora leídos y reinterpretados desde la modernidad
y la nueva cultura de la democracia.
Centeno Vallenilla, Pedro. Naturaleza muerta, 1954, oleo sobre tela, Galería de Arte Nacional, Caracas.
Centeno Vallenilla, Pedro.
Quetzalcóatl, 1931
Oleo sobre lienzo
Colección privada, Caracas.
Rivera, Diego. Retrato de la Señora Natasha Gelman, 1943, Oleo sobre tela, 115 x 153 cm, Colección J. y N. Gelman, México
DF.
Do Amaral, Tarsila, Abaporou. 1928,
Oleo sobre lienzo, 73 cm × 85 cm,
Colección privada,
Sao Paulo.
Münster, Sebastián, Un grabado que muestra, de izquierda a derecha, un monópodo o sciapodo, un cíclope femenino, gemelos
unidos, un blemmye y una cynocephalia. Ca. 1555. Cosmographia: B[e]schreibug̃ aller Lender (Cosmographia: Descripción de
todas las tierras).
Entre los principales mitos de la modernidad americana encontramos el mito del
Tropicalismo, herederos del movimiento literario modernista de 1920, liderado por Pedro
de Andrade e inspirado también en el Manifiesto antropofágico de Oswald de Andrade
de 1928. La idea del canibalismo cultural, de fagocitar todas las corrientes
artísticas e intelectuales sin escrúpulos de conciencia y guiados por su gusto personal
y su proceso creativo, les granjeó inicialmente un rechazo total y simétrico en los
sectores de lo políticamente correcto. El tropicalismo devoró la cultura de masas
americana y europea, pero sin dejar de alimentarse de sus propias tradiciones. Dentro
de las cuales se encontraban visiones exóticas que las imágenes del Nuevo Mundo
produjeron en la imaginación europea, tan temprano como desde la primera carta de
Cristóbal Colón. De allí en adelante se suceden interpretaciones de una asombrosa
diversidad en todos los ámbitos culturales europeos. Esas interpretaciones iban desde
una visión fóbica de las Américas y sus prodigios como peligro para Occidente, hasta
las de América como salvación de la humanidad. En el Nuevo Mundo diferentes
autores habían recogido muchos especímenes de animales, plantas y minerales, y
habían descrito obras aborígenes y sobre la base de las anotaciones y relatos de los
marineros y cronistas españoles, ingleses, franceses y holandeses, escribieron sus
trabajos más importantes. Uno de ellos es las Singularidades de la Francia Antártica
del monje francés André Thévet, publicado en 1557. Como es usual en las obras de la
época, el libro contiene exageraciones extravagantes, aunque es de gran valor
documental pues el autor describió por primera vez algunas plantas usadas como
alimento por los indios, tales como la mandioca (yuca), el ananá (piña), el maní y el
tabaco. También registró por vez primera menciones a algunos animales característicos
de la fauna amazónica, entre los que destacan el macaco, el perezoso y el tapir.
Thévet. André, Representación de la víctima. Escena de antropofagia ritual entre los Tupinamba de Brasil, ca. 1557, en
Las singularidades de la Francia antártica.
Thévet, André, Primera imagen de un
árbol de merey, ca. 1558. en Las
singularidades de la Francia antártica.
Dati, Giuliano, Ilustración para la edición en latín de la Primera Carta de Colón, Basilea ,1494, Biblioteca del
Congreso, Washington DC.
Diego Rivera: Explotación de México por los Conquistadores Españoles, 1929 – 1945, Mural Palacio Nacional.
Modernidades tropicales
Fue en esos espacios de lo real-mágico, del no-objeto, del tropicalismo o de la estética
del hambre, o incluso en los de la abstracción, donde los artistas de los tiempos del
auge de las ideologías de la modernidad en América Latina, hubieron de dar muchas
batallas por configurar identidades culturales a través del arte,. en otro terreno, el de
lo otro, lo oculto, lo supuestamente no visto por las artes cosmopolitas europeas,
que los habían obligado a asumirse como artistas sólo a través de tránsitos casi
obligados, que los llevaban por los caminos de la historia de la historia de las artes de
Occidente. El exotismo, la evasión y las utopías estaban presentes como contenidos
tanto en los múltiples secretos de lo autóctono como en los nuevos imaginarios y
programas culturales destinados a transformar la suspicacia y la paranoia conservadora
– e ignorante- de las elites criollas americanas, que se adscribían a una cultura
cosmopolita dominante, la de Occidente, y para las que todo lo local era exótico,
excéntrico, o incluso extraño. Un programa como el del criollismo cultural americano
revisaría, entonces, esas categorías con la reverencia y respeto que los artistas
otorgaban a sus propias percepciones de lo americano y lo nacional, como elementos
que formaban parte de la categoría de lo sagrado. Pero, también, los promotores de
identidades configuradas a partir de sus propias visiones de la cultura, el criollismo
artístico partía de posturas de desaliento, pues muchos en las Américas se sentían, a
comienzos del siglo veinte y de cara a la modernidad, como lo expresara el cubano
Cinto Vitier para referirse a los cubanos: se sentían como americanos sin destino.
En Cuba, desde la revista “Orígenes” se divulgaron muchos de los postulados
propuestos por los artistas que participaron en la exposición titulada “La Vanguardia
Cubana” y en la llamada “Arte Nuevo”, realizadas en La Habana, en 1927.
Alejandro, Ramón. El instante perpetuo, 2000, serigrafía, colección particular, La Habana.
Arche, Jorge, Primavera o Descanso, 1940, óleo sobre tela, 127 x 152 cm, Museo Nacional de Bellas Artes, La Habana.
Arche, Jorge, Retrato de Lezama, 1938,
óleo sobre tela, Museo Nacional de Bellas
Artes, La Habana.
Duval-Carrié, Édouard, Indigo Room or Is Memory Water Soluble, 2004, detalle, Técnica mixta en plexiglás y acrílico
fundido con objetos varios, Museo de Arte de Fort Lauderdale, Miami.
Duval-Carrié, Édouard, Indigo Room or Is Memory Water Soluble, 2004, Técnica mixta en plexiglás y acrílico fundido con
objetos varios, Museo de Arte de Fort Lauderdale, Miami.
Patterson, Ebony, “Bad Pickney”, 2011-2013de la serie La Fambilia,. Cortesía de la artista y de la Galería Monique Meloche.
Kehinde Wiley, Muerte de Chatterton, 2006, Oleo sobre lienzo, 300 x 150 cm, colección particular, Nueva York.

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