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ANTROPOLOGIA

BIBLICA
HOMBRE EN LA BIBLIA

Artículo de: MICHAEL E. GIESLER.


Ni el Antiguo ni el Nuevo Testamento dan una definición del h., del tipo que
se puede encontrar, p. ej., en autores griegos. El h. (en hebreo í9, en griego
de la versión Setenta ánthrópos, en latín de la Vulgata homo) es
fundamentalmente una relación de dependencia y fragilidad delante de Dios,
y tiene dos características constantes a lo largo de la Biblia: imagen de Dios
y polvo de la tierra. Son dos maneras de considerar al h. igualmente bíblicas
y universales. No se da una «definición» de lo que es el h., en un sentido
técnico-filosófico, pero a lo largo de toda la Biblia ,se da una descripción viva
de lo que es el h., de la unidad entre algo material y algo espiritual que se da
en él.
En el Antiguo Testamento

1). Por lo dicho, es difícil encontrar un término concreto que agote el


concepto de ser humano. Las denominaciones principales son adam y
enos. La primera (de donde procede el nombre de Adán) significa
suelo o tierra de cultivo (Gen 2,7), porque de ahí formó Dios el primer
ser humano. La segunda probablemente proviene del verbo anas, que
significa ser débil. El h. es eminentemente débil y mortal (Is 13,12).
Néfes, que significa aliento de vida, designa también el alma
de un ser vivo; por eso el h. se llama sencillamente néfes,
muerto o vivo (Num 6,6; Lev 21,11); sustituye frecuentemente
al pronombre personal (Num 23,10) y también puede referirse
al individuo y a la persona misma (Gen 46,18.22). El alma es lo
que hace vivir al h. y constituye el principio de las pasiones (Ps
35,9).

Rúah, o espíritu, es el aliento o soplo de Dios a los


hombres, bien en sentido metafórico (Ex 15,8; 28,3),
bien en sentido ontológico refiriéndolo a su
manifestación en intelecto y voluntad (Is 26,9; Prv
16,19). Pero el h., tanto carne como espíritu, «se
va» y no tiene permanencia si no es por Dios (lob
34,14 ss.).
Desde el comienzo de la Biblia se presenta esta unidad
básica del h., fundada en las dos facetas de su ser
creadas por Dios: el hecho de ser imagen y semejanza
de Dios (Gen 1,26-27), y el hecho de ser polvo animado y
formado por Dios (Gen 2,7). Si la primera fundamenta la
grandeza del h., la segunda explica su pequeñez y
miseria.
La frase «imagen y semejanza de Dios», tan importante para una
comprensión bíblica del h., ha tenido dos interpretaciones principales: a)
se refiere a la inteligencia y voluntad del h.; poseyendo las facultades
superiores de carácter inmaterial, el h. tiene impreso en su propio ser el
reflejo de su creador; b) se refiere a que el h. es representación de Dios
sobre la tierra, y por eso ejerce dominio sobre toda ella y el mundo
animal (Gen 1,28). Las dos interpretaciones, en el fondo, se refieren al
mismo hecho: el favor de Dios y el poder especial otorgado al h.,
intrínsecamente conectado con su naturaleza y distinguiéndolo del resto
del mundo material.
2) En el Nuevo Testamento.

La terminología para describir al h. y su vida está adaptada de la


traducción griega del A. T. de los Setenta, pero se conforma
perfectamente con los antiguos conceptos veterotestamentarios. El
h. sigue considerándose como un todo, una unidad de materia y
espíritu, con la esencial verdad de su inmortalidad y esperanza en
Cristo.

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