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Karin Littau (2006). Teorías de la lectura.

Libros, cuerpos y bibliomanía.

Cap. 3: «Fisiología del Consumo»


Cap. 4: «El lector en la ficción»
Dualidad: cuerpo vs. mente

• Dos premisas discutibles: 1) la lectura no es primordialmente


acto de interpretación sino actividad accesible a la
inspección del cuerpo. 2) los libros son, antes que portadores
de significado, objetos materiales que determinan modos y
hábitos de lectura (modos de producción: influyen en
recepción).
• Lectura como ejercicio físico. Pone en juego al cuerpo. Historia
de la crítica: testimonio de lectores «sensibles y sensuales».
La dicotomía occidental mente-cuerpo hace que concibamos a
la cultura como divorciada de este último, pero la lectura afecta
al cuerpo. Temor ante la aparición de la lectura silenciosa.
[Otros: la hubo desde la Antigüedad]. Traerá voces «poco
fiables», olvidadas, y otras canónicas (Johnson y los efectos
ajenos a la voluntad).
Fiebre lectora: el placer como escapismo
• Entretenimiento/instrucción: se ve como estimular al cuerpo
antes que al espíritu. «Riesgos» de leer ficción. Escapismo.
Se agudiza al imponerse la novela en el siglo XIX (ya a fines
del XVIII). Quien lee se sustrae a sus «deberes societales»
(mujeres).
• Se corresponde con una sensibilidad protorromántica
organicista y fisiológica. Se habla de afecciones físicas y/o
psicopatológicas a causa de la lectura, por el aislamiento
que puede conducir al escapismo, por un lado, y por la
quietud del cuerpo y su aposentarse en el interior burgués,
por el otro. P. 73: lista de afecciones físicas (1795)
recabadas por Darnton.
• «Pasión desenfrenada», «fiebre». Puede pensarse que el
folletín colabora para generar esa «adicción» hasta entonces
desconocida. Sobre todo, se decía, afectaba a las clases
populares. Es interesante contrastar con la actualidad en la
que el «mal» es la falta de lectura.
Comentarios «dietéticos»
• METÁFORA ALIMENTICIA. Es más que eso. Se pensaba
realmente que la lectura (las ideas, las pasiones que
transmitía) se asimilaban al organismo como una sustancia.
No se veía tan divorciada la mente del cuerpo aún, el
pensamiento se procesa fisiológicamente. // De allí viene la
expresión «gusto literario».
• Se usa para distinguir el «BRUTAL CONSUMO» del más
delicado o distanciado ámbito de la RECEPCIÓN. De ahí que
sea una cuestión de clase, también. Las clases populares
(aunque no solamente) son las que «devoran» novelas con
«apetito voraz» sin discriminar qué tipo de cosa están
leyendo ni reflexionar sobre lo que se ha leído. Lecturas que
«se olvidan». La novela del Siglo XIX, incluyendo a algunos
autores clásicos –así como a autores de folletín olvidados- se
ve como best seller, mera literatura de entretinimiento.
Consumo vs. recepción
• Sobreidentificación con el material. «VIVIR» las novelas que
se leían. Ahí enganchan las apreciaciones de Piglia en El
último lector, y Littau los retomará en el siguiente capítulo (ej.
Werther).
• Comer se ha considerado una función corporal inferior.
Consumo de masas: consumo «goloso».
• No obstante, estas metáforas «voraces» se aplicaban también
a literatura «sana». Esa distinción (el exceso en algo que es en
sí es bueno, «saludable») evidencia una distinción en la
apreciación de la cultura: hay unas formas «superiores» y
otras «inferiores». De ahí: consumo voraz vs. recepción (más
«refinada»). Metáfora: «rumiar» («digerir» pausadamente,
reflexionar sobre lo que se lee y no olvidarlo).
Literatura y enfermedad
• Dos posibles interpretaciones. O efectivamente era una
manera muy «física» de considerar la lectura, o con esas
metáforas «organicistas» se «somatizaban» preocupaciones
ideológicas: «fermento del pensamiento», ansia de
independencia y libertad, autodeterminación.

• Fines del S. XIX: abundan en la ficción las referencias a


afecciones nerviosas derivadas de los esfuerzos intelectuales:
«neurastenia». No solo son las crisis histéricas de las
mujeres.

• Las revoluciones de 1848 en Europa estuvieron en parte


determinadas por la circulación de impresos (folletos,
periódicos) que se prestaban o leían con retraso, pero que
llegaban a trabajadores urbanos (mucho menos a los
campesinos). Obviamente, acá se trata de «literatura de
ideas» y no de la de entretenimiento como la novela.
Lectura intensiva vs. Lectura extensiva
• No obstante, la ficción también se puede considerar
«subversiva». Por ejemplo, las mujeres leían aisladas en una
habitación y se sustraían así de la mirada patriarcal, quedando
disponibles para ideas y fantasías que surgían de la lectura.
• Lectura como «vicio», adicción (cita Beyer, p. 77). Es
comparable al embriagarse, se dice. Es curioso lo que dice
Lyons: los obreros que emprendían una formación autodidacta
solían imponerse la abstención de tomar alcohol (no les
alcanzaba el escaso tiempo libre). Se ve como una compulsión,
como cualquier consumismo. «Las hojas de los libros son tan
opiáceas como los pétalos de las amapolas» (anónimo,
1867).
• P. 78: Hoche, 1794 y la misma concepción en 1879 (excepto
que el ritmo de la lectura, como el de la vida, se ha acelerado
durante el S. XIX) →paso de la lectura INTENSIVA a la
EXTENSIVA → éste corresponde a la vida moderna (ej: leer en
los trenes). Es leer más, más fugazmente, «sin orden ni
concierto». La lectura «inquieta» destruye la capacidad de
pensar. «Familiaridad fugaz», etc.
Modos de producción / modos de consumo
• La novela es un género «portátil» que reclama una lectura
solitaria. Géneros: diferencias con la poesía (por volumen,
circula mejor) y con el teatro (que se representa).
• La novela que puede transportarse es posible gracias a la
difusión de la imprenta. Así justifica la autora su primera
premisa de que el libro es ante todo un artefacto material,
y que esta materialidad influye en los modos de leer y sus
cambios históricos. «Impacto de la tecnología sobre la
fisiología».
• Tecnología «como un tren desbocado», y como red
(ferrocarriles). Relación libros – trenes – viajes (p. 81). En
conclusiones (pp. 101-102) reseña un debate:
«determinismo tecnológico» vs. «determinismo
ideológico». Lectura «protocinemática» (siglo XIX).
De la lectura al cine
• «Talento reactivo» (Nietzsche, p. 83): de ahí Littau concluye
que las respuestas de los espectadores/lectores se
experimentan como sensaciones, son viscerales y «antes de
que medie la actividad crítica de la mente». Propone una
historia de la recepción que no coloque por delante
consideraciones estéticas ni facultades críticas.
• En este proceso se suma e influye la vida en las grandes
ciudades, las multitudes (Poe, Simmel, Baudelaire)
• El cine «se abalanza sobre todos los sentidos con todos los
medios posibles». En las críticas al cine (pp. 87-89) en sus
primeros años, se reproducen los discursos sobre la fisiología
de la lectura. Utiliza ejemplos que sirven muy bien para
argumentar una respuesta «involuntaria y corporal».
• Ahora: «ya no queremos enhebrar prosaicas letras (…)
poniendo a prueba la mente (…) deseamos disfrutar de la
lectura en imágenes y hacerlo con facilidad» (Anónimo, 1910).
El siglo XX y la cultura audiovisual
• Del cine a la computadora, pasando por la TV, el
soporte se desliza del papel a la pantalla. Estas
tecnologías afectan nuestros modos de escribir, leer,
pensar. Y lo hacen a partir de intensificar o alterar
sensaciones corporales antes que por la actividad
interpretativa que puedan generar.
• De los cortos de comienzos del cine a los efectos
especiales hiperreales por computadora, la tecnología
intensifica sensaciones cuando pareciera que el
«acostumbramiento» a lo anterior las aplaca.
• De la lectura extensiva al hipertexto, al hipermedio, y de
allí a los entornos de realidad virtual →donde la
computadora ya deja de ser una tecnología de escritura
y manipula la percepción igual que el cine, TV, etc. (94)
Lectores siglo XVIII - XIX
• La «era del sentimentalismo» y el joven Werther: el lector
«lacrimoso». Actitud de feminización del lector (por
sobreidentificación directa o por contraposición, mímesis compleja).
Caracterización de reacciones y rasgos «femeninos» aunque no solo
afectaban a las mujeres. La moda werheriana y los «retos» al orden
público: asalto a la esfera pública por parte de aquello que pertenece
a lo privado (novela, emociones, afecciones).
• El gótico y el lector «aterrado»: la novela de Austen como
aprendizaje por efecto paródico. Persiste aquí la intención
«didáctica» del narrador. El realismo y el relato fantástico-sentimental
como parte del «nuevo verosímil»: peligrosidad en ambos.
• El narrador de Flaubert y Emma Bovary: desaparece esa «guía
moral». No sabemos cómo leer por una estrategia formal
deliberadamente ambigua → novela como «proeza literaria» o como
lo «más inmoral» que se haya escrito. Con Flaubert queda claro –lo
quiera Littau o no- que su análisis no puede ser exclusivamente
desde lo fisiológico.
El siglo XX y el fin de una enfermedad
• Con Flaubert y luego con el esteticismo de fines del S. XIX la
novela va alcanzando «mayoría de edad». Cabalmente con la
novela experimental/modernista del S. XX (período entre
Guerras).
• La «enfermedad mimética» llega a su fin cuando el realismo
decimonónico deja de ser dominante, y con eso la lectura deja
de verse como posible fuente de patologías (por lo menos no
se ve así de modo generalizado).
• Barthes: el realismo es «para lectores», el modernismo «para
escritores» (lectura «activa y crítica»). De la
«sobreidentificación» a la «sobreinterpretación»
• Cambian las formas de narrar, cambia el concepto de
realidad, y los avances tecnológicos proveen nuevos soportes
y formas de experimentar sensaciones desconocidas, alterar
la percepción, etc. (cine, cultura de la pantalla).
• Recordar hipótesis de Piglia (acordemos o no): aparece una
forma/medio nueva/o y la/el anterior «se estetiza» (novela –
cine – TV – Internet).

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