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tiempos de Jesús
Referencia
Autores:
Christiane
Saulnier, Bernard
Rolland, Gérard
Billon
Publicación:
Editorial Verbo
Divino, 2016
Referencia
Autor:
Joachim Jeremías
Publicación:
Ediciones
Cristiandad, 1980
Sociedad Judía
El Sanedrín
El clero
El sumo sacerdote
Los sacerdotes
Los levitas
El pueblo
Los ancianos
La clase media
El pueblo llano
Los pobres
Los escribas
Los grupos religiosos
Textos bíblicos
El sumo sacerdote
Al regreso del exilio (538 a.C.), puesto que ya no hay reyes, el sumo
sacerdote se va convirtiendo en una figura de importancia en la
sociedad judía.
Él es el responsable de la Ley, del Templo y presidente del
Sanedrín.
Es el único que tiene la potestad de orar por el pueblo entero, el
único que puede entrar, una vez al año, en el lugar santísimo del
Templo, para la expiación total; su muerte incluso tenía un valor
expiatorio, puesto que en esta ocasión eran indultados los asesinos.
Leer Números 35:11, 28.
Debido a sus funciones, goza de una gran dignidad, que se traduce
en una situación económica confortable: cada tarde, es el primero
en elegir entre las ofrendas hechas al Templo y destinadas a los
sacerdotes.
El clero
El sumo sacerdote
El Templo es para él una fuente de ingresos. El comercio realizado en
él es muy importante: debido a las normas de pureza que regían para
los animales que iban a ser sacrificados, los peregrinos estaban
prácticamente obligados a comprarlos en el Templo; por otra parte, se
compraban grandes cantidades de maderas preciosas, perfumes y otros
objetos de lujo, solo dignos del Señor.
Este comercio pertenece a la familia del sumo sacerdote o bien es
confiado a otras personas que pagan un elevado precio por quedarse
con el negocio.
Además, a veces se apropiaba de las pieles de los animales degollados
que debían ser para los otros sacerdotes; lo mismo ocurría con el
diezmo.
El clero
El sumo sacerdote
El sumo sacerdote no es, por consiguiente, muy popular, sobre todo porque depende del
poder político. Los seléucidas y después Pompeyo nombraban al sumo sacerdote cuando
el puesto quedaba vacante, pero, al menos, lo nombraban de por vida.
Herodes el Grande, y, posteriormente, los prefectos y los procuradores, se atrevían a
destituirlo a capricho: mientras que durante más de un siglo y medio (entre el 200 y el
36 a.C.) solo hubo trece sumos sacerdotes, en solo un siglo (del 36 a.C. hasta el 67 d.C.)
se sucedieron veintiséis. Además, de los veintiséis, veinticinco procedían de cuatro
familias solamente.
Podemos imaginarnos su poder político y económico, su influencia y sus intrigas.
Factores todos que constituyen la estructura del partido saduceo.
Bajo el sumo sacerdote encontramos una serie de funcionarios llamados «jefes de los
sacerdotes»:
el «comandante del Templo», responsable del culto y de la policía, que suplía al
sumo sacerdote en caso de necesidad,
los jefes de las veinticuatro «secciones semanales»,
los siete «vigilantes» responsables del mantenimiento
y los tres «tesoreros». Todos estos cargos son ocupados por miembros de la familia
del sumo sacerdote o por amigos nombrados por él.
El clero
Nm. 5:11-31
Los guardianes del templo
Cantidad: 7
Función:
Tenían las 7 llaves del atrio de los
israelitas y de los sacerdotes.
Tenían que estar todos presentes.
Cada uno tenía una llave.
Vigilaban el santuario.
Los tesoreros del templo
Los tesoreros del templo
El clero
Los sacerdotes
Con un número que se elevaba a los 7 000, los sacerdotes estaban
encargados de ofrecer los sacrificios en el Templo y de mantener su
parte central. Pero no todos eran necesarios para satisfacer las
necesidades habituales del culto. Por eso se dividieron en 24 grupos
que servían durante una semana por turnos. Cada mañana se sorteaban
quiénes tendrían una función particular en el culto (tal es el caso de
Zacarías, en Lucas1,9). Todos los grupos se unían en el servicio con
ocasión de las tres grandes fiestas de peregrinación. Así pues, cada
sacerdote ejercía su ministerio en el Templo cinco semanas al año; el
resto del tiempo lo ocupaba como consejero del tribunal de su
localidad, cuando un caso exigía su presencia.
El clero
Los sacerdotes
Este clero era pobre. Recibe sus ingresos de dos elementos:
la parte procedente de los sacrificios realizados (cinco semanas al año)
y el diezmo. Pero, desde hacía tiempo, un cierto número de judíos no lo
pagaban (olvido voluntario, recursos limitados…).
Para sobrevivir, los sacerdotes ejercían también un oficio: carpinteros,
canteros (Herodes el Grande formó a mil de ellos antes de ampliar el
Templo), mercaderes y carniceros. Algunos se hicieron escribas.
El sacerdocio era hereditario. Se transmitía con dos
condiciones: que la esposa fuera una verdadera judía y no una
hija ilegítima, y que el hijo no tuviera ninguna discapacidad
física o mental.
El clero
Los levitas
Los levitas eran considerados como subalternos. Constituían un total
aproximado de 10,000 miembros, divididos, también ellos, en veinticuatro
grupos, con cinco semanas de servicio al Templo por año. No parece que
recibieran ningunos ingresos por este servicio: no tenían derecho a la parte
correspondiente de los sacrificios ni al diezmo (Nm 18,8-32). Como los
sacerdotes, ejercían los oficios más variados para vivir.
En el Templo se les dividía en dos grupos:
los cantores-músicos» que, colocados entre el atrio de Israel y el de los
sacerdotes, animaban las liturgias;
y los «porteros», que cuidaban y limpiaban el Templo (salvo el atrio de los
sacerdotes), controlaban el acceso a los atrios y mantenían el orden.
Los dos grupos eran diferentes y aquel que realizara el trabajo conferido a otro
era condenado a muerte. En el siglo I, cada uno de los grupos comenzó a exigir
una promoción social. Esta tendría éxito en el 64 d.C. Los músicos tendrían
derecho a vestir como los sacerdotes y los porteros podrían aprender los
himnos, como los músicos. Esta promoción, concedida por Agripa II, que
quería degradar a los sacerdotes, fue muy mal acogida por el pueblo, hostil a
todo cambio.
Resumen
El pueblo
Los ancianos
Apenas existía relación alguna entre los jefes de un pueblo, que vivían
como todos los demás (Dt. 19:12, Esdras 10:14), y el pequeño grupo
de ancianos que formaban parte del Sanedrín de Jerusalén.
Estos últimos constituían la aristocracia laica de Israel, una aristocracia
poco numerosa pero rica, gracias a sus grandes propiedades o al
comercio.
Estos notables estaban necesariamente vinculados con el mercado
principal, el Templo, y sus dirigentes, los sumos sacerdotes.
Asimismo, el poder romano se los ganó dándoles cargos de consejeros.
Para Roma, estos consejeros eran excelentes campesinos-cosecheros
de los impuestos indirectos: su propia fortuna era la garantía de que, de
todos modos, el impuesto entraría en las arcas del Imperio.
El pueblo
Los ancianos
Por muy ricos que fueran, carecían del prestigio atribuido al
Templo y al sacerdocio. Por eso buscaban las migajas de estos:
las familias más adineradas y, sobre todo, las más antiguas
mantenían celosamente el privilegio de ofrecer, en ciertos días,
la madera necesaria para los sacrificios y, en especial,
excepcionalmente sus varones jóvenes podían unirse a los
levitas músicos para acompañarles en los oficios: en lugar de
permanecer en el atrio de las mujeres, se situaban entonces entre
el atrio de Israel y el de los sacerdotes.
Muy aferrados a sus privilegios, unidos a los sumos sacerdotes
como también a Roma, los ancianos eran en su mayoría
saduceos.
El pueblo
La clase media
Algunos se especializaron en Jerusalén en hacer recuerdos para los
peregrinos o en hacer objetos de lujo que se usaban abundantemente
durante las fiestas. También encontramos toda una gama de oficios
relacionados con la acogida y el alojamiento de los peregrinos:
hostelería, restauración, transporte y comercio.
El consumo debía ser muy importante en Jerusalén, puesto que según
la Ley cada judío debía gastar en ella gozosamente ante Dios «el
segundo diezmo», bien en especie o en compras: comida, vestidos o
perfumes y objetos de lujo (pues el segundo diezmo no podía utilizarse
para ofrecer sacrificios).
Los comerciantes aprovechaban la ocasión, pues los precios eran
mucho más elevados que en el campo (al menos los higos eran tres
veces más caros).
El pueblo
El pueblo llano
Formada por trabajadores con escasos ingresos,
despreciados por los escribas y los fariseos,
llamados el ‘am ha’ares,̣ el «pueblo de la tierra»,
incultos… Sin embargo, una gran cantidad de
escribas ejercen profesiones humildes y los medios
populares constituyen el principal apoyo de los
fariseos, porque es el pueblo el que siente más
dolorosamente el peso de la presencia romana: sufre
pacientemente esperando la intervención liberadora
de Dios.
El pueblo
El pueblo llano
Los campesinos se contentan, frecuentemente, con
consumir sus productos o hacer algo de trueque para
evitar los impuestos de los mercados.
En Judea y Samaria, las explotaciones son
pequeñas, de tipo familiar; a menudo solo el
primogénito puede quedarse con la finca, mientras
que los demás hijos se hacen obreros o se expatrían.
En Galilea, las explotaciones parecen ser más
importantes.
El pueblo
El pueblo llano
Numerosos oficios estaban mal vistos, incluso
menospreciados. Según las fuentes rabínicas antiguas, el
curtidor «apesta» tanto que pierde toda su dignidad —
hasta el punto de que su mujer puede separarse de él
cuando ella quiera (caso infrecuente en el que el marido
puede estar obligado al divorcio); el tejedor es tan
mentiroso que no es aceptado como testigo al igual que
la mujer del esclavo; el pastor es considerado como un
ladrón; el médico practica una medicina clasista,
desatendiendo a los pobres.
El pueblo
El pueblo llano
Existían dos categorías de obreros. Los que eran
contratados a jornal —situación precaria (Mt 20,1-
16)— y los asalariados estables de una explotación
agrícola, media o grande, de una empresa de
transporte o del taller de un importante artesano.
También podía trabajarse como sirviente en casa de un
notable o en la corte, o bien conseguir empleo en las
obras de construcción.
El pueblo
Los pobres
Debido a un mal negocio, a un accidente o a una enfermedad, se
llegaba a la incapacitación laboral, convirtiéndose así el sujeto en
mendigo, ladrón o esclavo.
Los mendigos eran numerosos en Jerusalén y los peregrinos eran
generosos con ellos; en efecto, una parte del «segundo diezmo» puede
servir de limosna, que es una obra «de misericordia» muy loable. Entre
ellos encontramos muchos «leprosos»
También podía llegar a ser tentador dedicarse a robar, tanto en
Jerusalén como a lo largo de los caminos, donde eran asaltados los
viajeros imprudentes. Aunque los términos «bandolero» o «bandido»
se aplicaban a los zelotas, parece seguro que los ladrones constituían
un grupo que se hizo cada vez más numeroso durante los años 60 d.C.,
aprovechándose de la inestabilidad política. Ya hacia el 35 a.C.,
Herodes el Grande había emprendido una guerra contra ellos.
El pueblo
Los pobres
Los esclavos judíos. El ladrón que era capturado y no
podía restituir lo robado o el judío que pedía un préstamo y
no podía devolverlo, perdía su libertad y se convertía en
esclavo. Solo podían convertirse en esclavos un hombre
adulto o una niña de menos de doce años, pero no el hijo ni
la esposa. La niña era liberada al cumplir los doce años, a
menos que su dueño se casara con ella, lo que suprimía
inmediatamente su esclavitud.
El hombre se mantenía en esclavitud por una duración
máxima de seis años, hasta el año sabático. El dueño lo
compraba por una suma que variaba entre una y diez
minas.
El pueblo
Los pobres
Los esclavos paganos. Era comprado para toda
la vida, y costaba, según sus cualidades, entre
veinte y cien minas. No podía poseer nada y todo
cuanto podía recibir como indemnización por una
lesión pertenecía al dueño; así pues, no podía
ahorrar nada para redimirse, mientras que entre
los romanos sí tenía esta posibilidad. El dueño
trataba a este esclavo como quería. Las únicas
limitaciones a este poder eran algunas
mutilaciones (que provocaban una liberación
inmediata) y el asesinato, perseguido como delito.
El pueblo
Los escribas
Poco numerosos, con un peso social considerable, los escribas procedían de los
grupos de los ancianos y de los sacerdotes, como también de entre los obreros.
La mayoría eran laicos.
Especialistas de la Ley. Mientras que al sacerdote se le exigía sobre todo
ofrecer los sacrificios al Señor, al escriba se le exigía explicar y actualizar la
Ley en función de los tiempos nuevos y de los problemas concretos que se
planteaban. Se esperaba también de él que fuera un guía espiritual, para
interiorizar la fe en Dios y tratar de vivir cada vez mejor según su voluntad.
Su profundo conocimiento de las Escrituras y su competencia jurídica hacía de
los escribas personajes indispensables en los diferentes consejos y tribunales:
sin ellos habría sido imposible desenredar con equidad los casos difíciles. Esta
competencia les daba un lugar en el Sanedrín. Sus investigaciones, apoyadas
en una fe profunda que animaba toda una vida moral, los situaban, más bien,
del lado de los fariseos, aunque algunos eran saduceos o independientes.
El pueblo
Los escribas
Competencia y simplicidad. No es escriba quien quiere: son
necesarios largos estudios, un conocimiento perfecto de la Ley y de
todas las tradiciones orales, algunas ciertamente muy sutiles, como
también un juicio fundamentado, reconocido por los otros escribas. En
el siglo II de nuestra era, se obtenía oficialmente el título de escriba o
«doctor de la Ley» a partir de los cuarenta años. El escriba tenía
derecho a vestirse de una forma especial, a la presencia en casi todas
las asambleas y a los saludos respetuoso de todos, incluso en la calle.
Sus honorarios eran mínimos. Pues al igual que Dios había dado
gratuitamente su Ley a los hijos de Israel, el escriba debía dispensar
gratuitamente su enseñanza y sus consejos. Para vivir se le daba una
retribución igual a la que hubiera ganado ejerciendo su oficio habitual
y, como por regla general, el oficio era humilde…
Flavio Josefo presenta tres «sectas» (o corrientes de ideas):
fariseos, saduceos y esenios.
Citados en el NT:
Mateo 3:4-10; 16:1–12; 22:23–34;
Marcos 12:18–27
Pregunta sobre la resurrección (7 hermanos y
una esposa)
Lucas 20:27–38
Pregunta sobre la resurrección (7 hermanos y
una esposa)
Hch. 4:1–2; 5:17-18; 23:6–8.
Creencias de los saduceos
Citados en NT:
Mateo 3:6-7; 9:10-13; 12:9-14; 15:1-20;
16:1-12; 23:1-3, 13-29
Marcos 2:18-19
Lucas 5:17-21; 7:29-30; 7:36-47; 11:37-
44; 14:1; 15:1-2; 16:13-14; 18:10-13
Juan 7:32; 7:48; 9:13-16; 12:42
Los escribas
Mateo 5:17-20
Sobre la ley
Mateo 7:24-29
Parábola
Mateo 8:18-20
Deseo de seguir a
Jesús
Marcos 2:13-17
En casa de Leví
Lucas 6:6-11
Hombre de mano seca
Los escribas en el NT
Marcos 7:1-13
Tradición de los ancianos. Se trata de normas y reglamentos
que supuestamente fueron comunicados oralmente por
Moisés a los ancianos de Israel. Estas normas y
reglamentos fueron pasados oralmente de generación a
generación. Esta ley oral fue finalmente puesta por escrito y
se conoce como la Mishna. Esta llegó a tener más autoridad
que la misma Ley de Moisés.
La Mishná (del hebreo ‘ , ִמ ְׁשנָהestudio, repetición’) es un
cuerpo exegético de leyes judías compiladas, que recoge y
consolida la tradición oral judía desarrollada
durante siglos desde los tiempos de la Torá o ley escrita, y
hasta sucodificación a manos de Rabí Yehudá Hanasí,
..
Marcos 7:1-13
Rito de lavamientos – v. 4
La ley de Moisés no establecía este rito
para todos los judíos en general. Los
lavamientos ceremoniales antes de comer
eran para los sacerdotes, según Levítico
22:1-6. Pero la tradición de los ancianos
hizo extensivo este rito para todos los
judíos en general.
Los herodianos