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Mira, no pido mucho, Entonces la tramo en el aire, urdiendo cada

dedo,
solamente tu mano, tenerla
el durazno sedoso de la palma
como un sapito que duerme así contento.
y el dorso, ese país de azules árboles.
Necesito esa puerta que me dabas
Así la tomo y la sostengo,
para entrar a tu mundo, ese trocito
como si de ello dependiera
de azúcar verde, de redondo alegre.
muchísimo del mundo,
¿No me prestas tu mano en esta noche
la sucesión de las cuatro estaciones,
de lechuzas roncas?
el canto de los gallos, el amor de los
No puedes, por razones técnicas. hombres.
Julio Cortázar, 31/12/1951

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